Acabo de despertar y vuelvo a sentirme desolada. Tuve un sueño tan vivido, tan real, que me dejó helada. En el sueño, bajaba de un taxi y me aproximaba a la reja de la casa de Camila. Camila es una mujer que conocí siendo prostituta y a quien volví a encontrar hace poco tiempo, es la dueña del hotel donde trabajo. Como de costumbre, mi vida corre en círculos y me devuelve siempre al mismo punto. La cuestión es que en el sueño bajé del taxi y me aproximé a las rejas de su casa, que pronto se abrieron. Al entrar escuché el ruido de que se estaban cerrando, entonces giré para verlas. Cuando volví a mirar hacia adelante, estaba en la sala. Se veía casi como es en realidad, igual de oscuro y antiguo. Yo caminé por entre los sillones rumbo a la escalera con mis libros entre las manos, vistiendo un pantalón de jean y una remera. Después de subir los escalones, descubrí que estaba en un pasillo mucho más largo de lo que es en realidad el de la casa de Camila. Me sentí ansiosa con la posibilidad de verla, y aunque no sabía a qué puerta, de las tantas que poblaban el pasillo, dirigirme, estaba muy segura de hacia dónde iba. Pero de pronto percibí que alguien me seguía, entonces me di la vuelta. Ni bien lo vi, los libros se me cayeron de las manos. En la otra punta del pasillo estaba John, tal como lo recordaba de cuando era chica, y se lanzó a correr hacia mí diciéndome que no me resistiera. Temblé y me puse a llorar. En el sueño tenía once años, pero cuerpo de adulta. Y corrí. Yo corría, John me perseguía y nunca llegaba a ninguna parte. Hasta que abrí otra puerta, una puerta cualquiera, la cerré de golpe. Todo quedó oscuro y yo tenía miedo de que John me encontrara. -Lauren. -Escuché. Era la voz de Camila.