El jefe fingió que se casaba, pero su familia quería conocer a su mujer. Ella necesitaba vacaciones con urgencia. Ambos llegaron a un acuerdo: él la invitaba a su falsa luna de miel en un lugar paradisíaco solo si hacía de cuenta que era su esposa, pero tenía que firmar un contrato con las siguientes cláusulas. -Nada de besos. -No pasar de una relación laboral. -Nada de dormir juntos. A ella no le pareció mala idea. Por un lado, tenía sus vacaciones pagadas en un lugar de ensueño, ¡pero con su jefe! Y, para colmo, ¡tenía que hacer de cuenta que era su esposa cuando lo odiaba con todo su ser! Pero, como dicen, a caballo regalado no se le miran los dientes, firmó el contrato. Podría ser una luna de miel o luna de amargura, pero estaba segura de que iba a poder cumplir esas cláusulas a la perfección. Total, no eran más que unas simples vacaciones, ¿o no?