Capítulo 7

131 20 6
                                    

El silencio entre nosotros es como un muro frío y sólido mientras avanzamos por el camino de regreso a casa. Cada uno de nuestros pasos parece marcar la distancia entre nosotros, y esa distancia se siente como un abismo.

A medida que nos acercamos al hogar temporal que compartimos, puedo sentir la tensión aumentar, y no estoy segura de qué hacer al respecto. ¿Debería hablar sobre lo que acaba de pasar, o simplemente dejarlo atrás y esperar a que el tiempo lo olvide? Estas preguntas revolotean en mi cabeza mientras observo a Alejandro caminar a paso rápido.

Al llegar, se mete directamente en su cuarto, sin siquiera mirarme ni desearme buenas noches. Suelto un bufido y hago lo mismo, ¿quién se cree que es para darme tremendo beso y después fingir que no existo?

«Bah, ¿tremendo beso? Ni siquiera fue la gran cosa», me respondo a mí misma mientras me quito la ropa para ponerme el pijama. Ya rompimos una regla, pero no va a volver a suceder. Lo que acaba de pasar me recordó que es mi jefe y sigue siendo el mismo tipo asqueroso de siempre.

Lo bueno es que tengo tanto sueño después de este agotador día, que no me cuesta nada conciliar el sueño.

Al otro día, me despierto a las diez de la mañana. Me doy una ducha rápida mientras pienso en cómo voy a enfrentar a Alejandro, ¿cómo voy a mirarlo a la cara después de lo de anoche?

De todos modos, cuando salgo del baño no lo encuentro por ningún lado. La puerta de su cuarto está abierta, tampoco está en la oficina ni en el patio. Me da un poco de alivio, pero al mismo tiempo pienso, ¿y si me dejó sola en la isla? No fue capaz ni de dejar una nota.

La cafetera aún está manteniendo el café caliente, lo que me indica que no se fue hace mucho. Me encojo de hombros, me da igual lo que haga.

Mientras me siento a desayunar una tostada con queso untable y café, recibo una videollamada de Claudia.

—¡Hola, Clau! ¿Cómo estás? —respondo con una sonrisa forzada, tratando de parecer lo más normal posible, a pesar de todo lo que está pasando.

Claudia me devuelve la sonrisa desde la pantalla de su teléfono.

—¡Isabel, preciosa! No aguantaba más las ganas de chusmear. ¿Cómo van las cosas por esa maravillosa isla?

—Bueno... están yendo, digamos... bien. —Mi respuesta es ambigua, y Claudia parece darse cuenta de que no todo va tan bien como aparento. 

—Te noto un poco rara —comenta frunciendo el ceño—. ¿Pasó algo? —Como no obtiene respuesta, entrecierra los ojos—. ¡Se besaron!

Escupo el café que empecé a tomar para calmar un poco mi ansiedad y ella suelta una carcajada.

—Sí, pero no fue porque quisimos —respondo, haciéndome la distraída mientras limpio el desastre que acabo de hacer. Hace una mueca de incredulidad—. ¡No te estoy mintiendo! Nos hicieron hacer una especie de tradición de recién casados que, supuestamente, hacen siempre en la isla... ¡no tuvimos opción!

—Sí, ponele que te creo... ¿Y cómo estuvo? —quiere saber, subiendo y bajando las cejas.

—La verdad... —Me muerdo el labio de manera nerviosa y suspiro—. Estuvo bien, pero nada más.

Sigo con la idea de fingir que no me gustó para nada, sé que tarde o temprano me lo voy a creer. Claudia sigue con esa cara cargada de incredulidad, pero no expresa ni una sola palabra.

—¿Y él que dijo? —pregunta después de un momento de silencio. Noto una chispa de curiosidad y diversión en sus ojos.

—No sé, Clau. Caminamos de vuelta a casa casi sin hablar y, cuando llegamos, se encerró en su pieza sin decir una palabra. No sé qué pensar ni qué hacer. Además, estoy completamente sola porque se fue sin siquiera avisarme adónde iba. Ahora voy a terminar de desayunar y voy a salir yo también, no pienso quedarme encerrada —contesto. Ella asiente.

Luna de miel por contratoWhere stories live. Discover now