Capítulo 8

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La habitación se siente como un recipiente de emociones mientras nos preparamos para la fiesta benéfica. Miro a Alejandro, quien está ajustándose el nudo de la corbata con concentración. Cada movimiento parece meticulosamente calculado, como si se estuviera preparando para una batalla.

Mi reflejo en el espejo me devuelve la imagen de alguien que no reconozco del todo. El vestido tiene un diseño elegante que cae en pliegues suaves hasta el suelo, de un tono verde oscuro que resalta mis ojos. El escote en V es lo suficientemente audaz como para ser llamativo, pero conservador para la ocasión.

Las mangas son de encaje, delicadas y transparentes, añadiendo un toque de sofisticación. Ajustado en la cintura, se ensancha hacia abajo, creando una silueta que sugiere gracia y estilo.

Mientras ajusto la pulsera plateada en mi muñeca, no puedo evitar sentirme un tanto incómoda en este atuendo. No es que no me guste el vestido, pero llevar algo tan elegante y ajustado es diferente a mi estilo cotidiano. Camino con precaución, sintiendo la tela ondear a mi alrededor, tratando de no pisarla y, al mismo tiempo, tratando de hacer equilibrio con los tacos altos, los cuales no estoy acostumbrada a usar.

—¿Listo para la función? —pregunto, tratando de mantener la ligereza en mi tono.

—Nunca estoy listo para estas cosas, pero es parte del paquete —responde con tono oscuro y voz ronca.

—Deberíamos tener un código de señales o algo así. ¿Cómo voy a saber si estás a punto de hacer un comentario sarcástico? —bromeo, tratando de romper la tensión.

Alejandro sonríe, y por un momento, sus ojos revelan un destello de complicidad. La idea de tener un pequeño secreto entre nosotros, incluso si es solo un juego, me resulta extrañamente reconfortante.

—Bien, acá tenés uno: si entrecierro los ojos, significa que estoy a punto de soltar una joya de sarcasmo —declara, guiñándome un ojo.

—Perfecto, estaré atenta a esos ojitos tuyos entonces —respondo con una sonrisa cómplice, aunque me arrepiento al instante de decir eso y no puedo evitar sonrojarme.

Por suerte no me presta atención.

Cuando ya estamos listos, nos dirigimos hacia el evento benéfico.

La noche es joven y el aire está impregnado de expectativas mientras Alejandro y yo nos acercamos a la imponente mansión. Las luces de la entrada iluminan la fachada, dándole un aire de grandeza y poder. Siento un nudo en el estómago, no solo por la opulencia del lugar sino también por lo que representa: esta noche, debo convencer a todos de que mi amor por Alejandro es tan real como los billetes que esta gente debe tener.

Alejandro, con su traje impecablemente ajustado, parece una estatua de mármol, excepto por la tensión apenas perceptible en su mandíbula.

—Recordá, solo sonrisas y asentimientos —murmura él, ofreciéndome su brazo.

«Como si fuera tan fácil», pienso poniendo los ojos en blanco, pero tomo su brazo y juntos subimos los escalones hacia el destino que nos espera.

—Sonreí, Isabel, como si realmente disfrutaras estar acá —susurra mientras entramos a la mansión de sus padres. Las luces brillan como estrellas caídas del cielo, y cada flor parece haber sido elegida para competir en belleza con las damas presentes.

—Estoy sonriendo —respondo entre dientes, pero la verdad es que mi sonrisa es más una mueca. No ayuda que el tacón de mi zapato decida traicionarme justo en la entrada, provocando un pequeño tropiezo que Alejandro, con sus reflejos de superhéroe, convierte en un elegante giro de baile—. Gracias por salvarme...

Luna de miel por contratoWhere stories live. Discover now