Vólkov © (Mafia Cavalli III)

By OscaryArroyo

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Siempre pensé que mi padre me protegía de Chicago. Ahora que mis mayores enemigos han despertado de su letarg... More

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Capítulo 1:
Capítulo 2:
Capítulo 3:
Soundtrack:
Capítulo 4:
Capítulo 5:
Capítulo 6:
Capítulo 7:
Capítulo 8:
Capítulo 9:
Capítulo 10:
Capítulo 11:
Capítulo 12:
Capítulo 13:
Capítulo 14:
Capítulo 15:
Capítulo 16:
Capítulo 17:
Capítulo 18:
Capítulo 19:
Capítulo 20:
Capítulo 21:
Capítulo 22:
Capítulo 23:
Capítulo 24:
Capítulo 25:
Capítulo 26:
Capítulo 27:
Capítulo 28:
Capítulo 29:
Capítulo 30:
Capítulo 31:
Capítulo 32:
Capítulo 33:
Capítulo 34:
Capítulo 35:
Capítulo 36:
Capítulo 38:
AAAAAAAAAH
Capítulo 39:
Capítulo 40:
Capítulo 41:
Capítulo 42:
Capítulo 43:
Capítulo 44:
Capítulo 45:
Capítulo 46:
Capítulo 47:
Capítulo 48:
Capítulo 49:
Capítulo 50:
Capítulo 51:
Capítulo 52:
Epílogo 1:
Epílogo 2:
Agradecimientos y nota de autora:
Sobre la autora:
Siguiente libro:
Escena extra:
Escena extra 2:
Escena extra 3:
Escena extra 4:
Escena extra 5:
Escena extra 6:
Es hoy! Es hoy!
Escena extra 7:
Extras:

Capítulo 37:

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By OscaryArroyo

ARLETTE:

Cuando abro los ojos, el resplandor de las luces a mi alrededor es cegador y los sonidos de disparos son más que evidentes. El Cadillac está de cabeza, atrapado de mi lado contra el suelo, así que lo primero que hago es desabrocharme el cinturón y sentarme contra lo que antes solía ser el techo. Lo segundo es enfocarme y asegurarme de que mis acompañantes estén bien. Escucho a Vicenzo gruñir mi nombre desde el asiento delantero, por lo que mi atención se concentra en Hether junto a mí y en su bebé.

─Arlette, ¿estás bien? ─repite mi esposo, sonando desesperado.

─Sí ─respondo, ahogándome con mi propio aire─. Estoy bien. Ayuda a Hether a salir. Necesitamos llevarla al hospital de inmediato. Deben salvar a su bebé.

Vicenzo, al igual que yo, se gira. Tiene un arma en la mano y me ofrece una, la cual tomo. Sabía que corría el riesgo de sufrir un atentado en cualquier momento, peor nunca pensé que los rusos se sacrificarían a sí mismos así.

─No sé si te has dado cuenta, pero nos están disparando.

Afirmo.

─Lo sé, pero Hether es la prioridad. Tenemos que llevarla a emergencias.

La sangre mana de una herida en el lateral de su cabeza y a pesar de estar inconsciente, abraza protectoramente su vientre. Todo el lateral izquierdo de su cuerpo, el que se llevó el golpe, está colmado de cortes y rojo. El grueso vidrio de las ventanas blindadas está roto. Íbamos camino al viejo complejo de Luciano, su hogar, para dar mi siguiente paso en venganza por el asesinato de Chiara. Ellos no podrían haberlo sabido porque quiénes me acompañaban en el Cadillac eran los únicos que tenían conocimiento sobre ello.

Este accidente, el que Hether y Luc también estuvieran aquí, fue solo casualidad. Me querían a mí. No a Hether, no Luca y no a mi esposo.

A mí.

El efecto de mis pastillas debe haberse desvanecido, puesto que la culpa se desliza sobre mí, pero no permito que me paralice. No ahora. Tras desabrocharle el cinturón a Hether e impedir que se mueva bruscamente al girarla para que deje de estar de cabeza con Vicenzo extendiendo una mano desde su puesto para sostenerla, me dirijo hacia él cuando se queda paralizado sin hacer nada cuando debería estarme ayudando a sacarla. Su otra mano está presionada contra el cuello de Luc.

Si Hether se ve mal, él se ve todavía peor.

A último momento Luc movió el auto de tal manera que fuera él quién recibiera la mayor parte del golpe, la parte delantera, no la trasera.

─¿Romano? ─pregunta Vicenzo, sin obtener respuesta.

Intenta despertarlo dándole un par de palmadas en el rostro, pero no funciona y se gira para mirarme, diciéndome sin palabras lo que ya sé.

Está muerto.

Mi guardaespaldas, mi hombre de confianza, está muerto.

Al instante en el que la certeza de ello me golpea, las lágrimas empiezan a deslizarse por mis mejillas y siento cada una de ellas. Luc no solo era el vivo ejemplo de que no importaba formar parte de la mafia siciliana, aún así podías ser un buen hombre, un buen amigo, esposo y padre. Fue el primero en serme leal y se quedó conmigo cuando no tenía razones para hacerlo. Entró en la Isla de Luciano, se puso en riesgo y lo dio todo por nuestra familia en más de una ocasión solo para ser asesinado de esta manera.

Como un simple daño colateral.

Merecía más.

Merecía llegar a la vejez y, al menos, ver a su hijo nacer.

No puedo permitir que lo mismo suceda con su esposa, así que empiezo a tirar de ella con más fuerza. Eventualmente Vicenzo deja de maldecir y de intentar despertar a Luc y viene a ayudarme, lo que hace más fácil la tarea de sacarla del auto. Una vez afuera, la llevamos con cuidado al interior de uno de los vehículos que no fue parte del accidente debido a que nosotros no fuimos las únicas víctimas. Vicenzo se queja al moverse para cerrar la puerta y en ese momento me doy cuenta de que hay un vidrio incrustado en su muslo. Su pantalón está lleno de sangre. Intento empujarlo con Hether para que ambos vayan a emergencias y sean atendidos, pero él niega mientras extiende uno de sus brazos y retira el seguro de su arma.

Sus mirada pide sangre.

─Terminemos con esto primero.

Ya que no puedo obligarlo a irse, asiento mientras hago lo mismo con la mía. Milad, uno de sus hombres de confianza, es quién conduce, así que no me preocupa que sea él quién lleve a Hether, pero aún así me acerco a su ventana antes de enfrentarme al caos en el que estamos.

─Cuídala con tu vida. Estaré allá a penas termine con esto.

Tras mirar a mi esposo de reojo, él asiente.

─Lo haré.

Una vez se marchan a pesar de que están siendo disparados, Vicenzo y yo compartimos una mirada antes de renunciar a la protección de nuestro auto volcado para poder apuntar directamente hacia los sicarios de la Bratva. Son seis de ellos. El vehículo en que vinieron está tan hecho añicos como el nuestro. Mis hombres les disparan y un par de ellos caen. Más de los nuestros no tardarán en llegar. Vicenzo no es tan bueno disparando, así que se dedica a arrinconarlos hasta que está lo suficientemente cerca de uno de ellos y lo somete. Otro va tras él y lo apunta para impedir que mate a golpes a su compañero, pero alzo mi arma, perforando su cabeza con una bala porque Francesco no es el único Cavalli con buena puntería. El líder del grupo enemigo me mira con ojos amplios antes de mascullar una maldición en ruso y alza su arma para matarme, pero yo le disparo primero.

Mis escoltas logran reducir al que queda de ellos.

Para el momento en el que eso sucede, mi esposo se encuentra frente a mí y me estrecha con fuerza entre sus brazos para impedir que caiga por el peso de la pérdida de Luc, pero luego soy yo quién termina sirviéndole de apoyo porque ha perdido mucha sangre debido al corte de su pierna y necesita recibir atención médica de manera urgente.

A diferencia de las otras veces que ha habido muertes, esta vez todos mis guardaespaldas me ven mientras me ayudan con él y sacan el cuerpo de Luc, quién era el que hacía que entregaran su vida por mi familia, que los convencía de que éramos el equipo ganador, del Cadillac.

Y soy yo quién no puede verlos a ellos.

No solo le fallé a Hether.

A mis hombres y a mí misma también.

Luca Romano no debía morir. Todos ellos podían hacerlo menos él.

Era indispensable.

*****

El ambiente en el hospital es tenso. La sala de espera está llena con las chicas de la Isla de Luciano y nuestros escoltas. Hether ha sido una hermana mayor para todas ellas, así que las siete presentes derraman lágrimas y todas me miran como si esperaran que hiciera un milagro porque esa es la manera en la que hizo que me idealizaran, pero en estas situaciones me odio a mí misma por admitir que solo soy una humana. Vicenzo está ocupando una habitación de la sala de emergencias en la que está siendo suturado y Hether se encuentra en el quirófano, dónde un grupo de médicos intenta hacer hasta lo imposible por salvarla a ella y a su bebé con el amor de su vida.

Estaba verdaderamente obsesionada con la idea de pertenecer a la mafia y era consciente de todos los riesgos que conllevaba, así que dejó escrito que de no estar Luc para tomar decisiones sobre ella en este tipo de situaciones, estas recaerían en mí. Lo descubro cuando un médico con un traje quirúrgico se acerca y llama mi atención, ya que me encuentro de pie frente a una ventana en una especie de estado de shock, agitando suavemente su mano frente a mi rostro. A duras penas contengo las ganas de cortársela.

─¿Señora Cavalli?

Me giro completamente hacia él cuando me llama, limpiando mis ojos.

─¿Sí?

─La Señora Romano dejó estipulado que de no estar su esposo presente, confiaba en usted para decidir sobre ella en el caso de no estar capacitada para hacerlo. No hemos podido contactarlo, así que me dirijo a usted ─dice─. La cesárea está resultando sumamente complicada de llevar a cabo debido a que tras el accidente sus signos vitales no son estables, pero si no sacamos al bebé ahora este morirá porque el cuerpo de Hether ya ha empezado a rechazarlo y si lo hacemos es probable que su madre lo haga y debido a lo prematuro que es... que su bebé no sobreviva, pero la decisión está en sus manos porque se dejó explícito que lo estaría y se trata de dos vidas.

Dentro de mi mente, maldigo a Hether por ponerme en esta situación.

Por confiar en mí como cuando me preguntó si debía abortar a Matteo.

─Yo... ─empiezo, dudando, pero el hombre me corta.

─Señora Cavalli, necesito una respuesta rápida.

Agacho la mirada, recordando cuán feliz lucían Luc y Hether el día de su boda. El día que Matteo nació. El día que se enteraron que tendrían un nuevo hijo. En cada día de su tiempo juntos, en realidad, ya que la mayoría de ellos fueron buenos y él la hacía tan feliz que a veces llegué a preguntarme si el cuento de hadas que anhela Beatrice es posible para las mujeres de nuestro mundo, el cual ya veo que no es el caso porque así es como todos los buenos hombres terminan dentro de él. Asesinados. Luego de eso, pienso en cómo sería la vida de Hether sin él y en cómo ambos querrían que su bebé viviera.

En cómo me culparía si permito que no tenga una posibilidad.

Sobre todo teniendo en cuenta que es lo único de Luc que queda.

─Salve al bebé ─susurro, pero alzo mi mano y aprieto su brazo con fuerza cuando empieza a girarse para regresar, lo que hace que trague mientras enfoca sus ojos en mí─. Pero haga hasta lo imposible por salvarla también.

A pesar de que todas las chicas en la habitación me miran como si no entendieran, ninguna de ellas me contradice. El doctor asiente y corre de vuelta al quirófano, pero me dirijo a la habitación de Vicenzo, abandonando la sala de espera, en lugar de enfrentarlas porque no lo comprenderían.

No entenderían que sin Luc, Hether sufrirá.

Que si muere, por primera vez en mi vida espero que exista el cielo del que todos hablan, que ellos dos sean merecedores de él y se encuentren allí ya que considero que ella pagó todos sus pecados, los que cometió y cometerá, al caer en las garras de Luciano y que Luc lo hizo al morir de esta manera.

*****

Me duermo sentada en la silla junto a la cama de Vicenzo, apoyando mi cabeza en el colchón. Fósil vino más temprano y no se ha separado de nosotros, custodiando la entrada y viéndome como si todavía no pudiera creer que no me ha pasado nada a raíz del incidente. De que la persona que los rusos querían matar, no está muerta. Aria también vino a pasar la noche con nosotros, pero según sus palabras Pen decidió quedarse en casa porque mi hermano enloqueció tras saber del atentado y debía ser controlado. La idea de ella manejando a Flavio de algún modo me habría hecho reír en otra ocasión, pero en este momento ni siquiera le presto atención.

Despierto cuando siento una mano acariciar mi cabello.

Alzo la cabeza para ver a Vicenzo observándome fijamente.

El vidrio perforó una de sus arterias, así que tuvieron que sedarlo para coserla porque no es un hombre fácil de manejar. También está el asunto de su pene, el cuál no se dejó tocar hasta que estuvo dormido y tiene el frenillo ligeramente desgarrado, no es que me sienta culpable por eso. Estamos a solas porque supongo que su madre ha ido a comer a la cafetería o a hablar por teléfono y Fósil está afuera de la habitación. Se mantiene en silencio.

─Debo llegar al complejo ─susurro─. Tienen que pagar por esto.

Ante mis palabras, niega.

─No lo harás sola. ─Gruñendo, se levanta. Está usando solo una bata y tengo un vistazo de su trasero cuando se gira para arrancar la vía de su mano. Su herida sigue ahí, así que se afinca en su pierna buena y cojea hacia al baño. Estoy demasiado débil para detenerlo o discutir con él al respecto─. Voy a ir allí contigo y aunque la mayoría del tiempo odio cuando estás en modo anticristo, esta vez seré el puto jinete del apocalipsis. Explotaremos a todos esos hijos de puta hasta que incluso sus cenizas se extingan.

Separo los labios para protestar ya que se ve dos tonos más pálido de lo que usualmente se vería, pero la puerta abriéndose me detiene. Sabiendo lo que vendrá a continuación, me pongo de pie al identificar a Gwen, la pelirroja que trabajó para mí engatusando a Mariano. Lleva un suéter ancho, como siempre, zapatillas y vaqueros. Su nariz está roja y su cabello despeinado.

─Hether despertó. Todavía no sabe lo de Luc.

Avanzo lentamente hacia la puerta, pero antes de irme Vicenzo se interpone en mi camino y toma mi rostro entre sus manos. Tiemblo cuando besa mi frente e instantáneamente mis manos se dirigen a mis bolsillos para buscar una pastilla de fentanilo, pero estoy usando el mismo vestido que usé durante el funeral de Chiara y no las tengo conmigo. Sus ojos negros se enfocan en mi rostro con suma intensidad, llenos de pesar y tristeza.

No fue tu culpa. Luc sabía en lo que se metía. Esto es la mafia.

Niego, deshaciendo su agarre sobre mí.

Eso no significa que...

Él debía protegerte, Arlette, no tú a él ─me corta.

Ante sus palabras, guardo silencio y me doy la vuelta. Sé que lo que dice es cierto, pero eso no significa que sea más fácil para mí. Antes de del todo asiento hacia Fósil y lo escucho recordarme que no puedo irme sin él, pero en lo único en lo que puedo pensar es en Hether. Las personas en el hospital se me quedan viendo debido a mi aspecto ensangrentado y a mi vestido. Ya frente a su habitación, dejo que Gwen entre primero antes de yo hacerlo tras ella.

La rubia se encuentra acostada en una cama, completamente despierta con una venda en la cabeza y moratones, una mezcla de púrpura intenso y verde, en el brazo, junto con cortes que ya cerraron, pero por lo demás está bien. Está hablando con Ava, otra de nuestras chicas, para cuando me nota. Sus labios al caer en mí se curvan ampliamente hacia arriba, sus ojos llorosos y felices.

─Tuve una niña, Arlette. Nuestras niñas crecerán juntas.

Al alcanzarla, le sonrío tristemente.

Estoy tan feliz de haber elegido a su bebé. Ambas sobrevivieron.

─Lo harán.

Si no me odia después de lo que tengo que decirle, lo harán.

─Me permitieron verla esta mañana, pero necesita cuidados especiales en la UCI, así que deberá estar en el hospital por un tiempo. El doctor dijo que las posibilidades de que todo salga bien son altas porque es pequeña, pero fuerte y terca y llena de ganas de vivir ─explica como si no lo supiera ya cuando la mitad de la noche la pasé junto a su incubadora recordando a que mi propia hija también está en algún sitio necesitándome. Tiene casi siete meses, faltándole prácticamente tres para haber completado su desarrollo, pero no nos desaceremos de ella tan fácil. Ya veo cosas de su madre en ella. Está llena de cables y tubos plásticos, necesita tantas máquinas para vivir, pero su corazón late fuerte y claro─. Solo estoy esperando que Luc despierte e ir a verla con él para ponerle un nombre porque estamos indecisos entre Hannah y Chloe. A mí me gusta más Hannah, pero a él Chloe.

Ante la mención de Luc, las chicas apartan la mirada de ella, incapaz de soportarlo, y algunas incluso salen a toda prisa excusándose con tener que ir a desayunar. Hether las mira con el ceño fruncido, pero atraigo su atención a mí. Eventualmente solo Gwen y Natasha, las más cercanas a ella, se quedan con nosotras.

─Chloe es bonito ─susurro, sentándome junto a ella y apretando su mano.

─Lo es, pero Hannah empieza por la misma letra que mi nombre y Luc le dio su nombre a Matteo, así que es mi turno dárselo a nuestra hija ─murmura, a lo que no puedo evitar agachar la mirada porque el solo hecho de verla me produce vergüenza y dolor. Luc familia. Matteo se quedó nuevamente sin padre por mí. Más importante, Hether jamás encontrará a un hombre como él. Que la haga sonreír, sea fiel y no le importe su pasado. Probablemente no en el mundo normal y definitivamente no en el nuestro─. ¿Arlette? ─pregunta, sonando preocupada─. ¿Todo está bien contigo y con Vicenzo? Nadie me ha querido dar detalles sobre el accidente.

Tras armarme de valor, alzo la cabeza y la enfrento.

Casi puedo desear que Hether hubiera muerto, así no tendría que romper su corazón de esta manera que sé que para ella podría ser peor que la muerte.

─Todo está bien con nosotros ─murmuro─. Pero Luc...

─¿Qué pasó con mi esposo? ─exige saber cuando mi tono se vuelve vacilante.

─Está muerto.

Ante mis palabras, retira su mano de mi agarre, sus ojos claros ampliándose y llenándose de todavía más lágrimas. Gwen y Natasha, una preciosa morena en traje de escolta a cargo de Inmunidad, el primer paso del Apocalipsis, nuestra venganza hacia la red de trata de blancas de Luciano, se acercan. Impido que lo sigan haciendo con una mirada para que se mantengan alejadas porque no sé cómo vaya a reaccionar Hether.

─No. ─Niega, cubriéndose el rostro con una mano─. Luc no puede estar muerto. Tuvimos una hija. Después de lo de Luciano, él es mi final feliz. Mi recompensa. Se suponía que la parte mala de mi vida había terminado cuando salí de ahí ─solloza─. No puedo ser tan horrible como para merecer esto. ─Tira de mi vestido hacia ella─. Por favor, dime que estás siendo una bromista cruel y que estás mintiendo.

Agacho la mirada, pero al igual que Vicenzo lo hizo, Hether se pone de pie a pesar de que se tambalea y se cierne sobre mí. Me enfrento a su expresión deshecha con una mueca de dolor. Hether está obligándome a mirarla tomando mi mandíbula entre sus dedos, viéndome con la misma ferocidad con la que me veía cuando éramos más jóvenes. Está furiosa y herida.

─No estoy mintiendo.

─¡Luc no puede estar muerto! ¡Cállate, maldita arpía! ─grita, abalanzándose sobre mí, a lo que solo puedo intentar por todos los medios posibles que no se lastime. Gwen y Natasha intentan quitármela de encima, pero ella las envía lejos. Después de unos segundos, logro empujarla, levantarme y sostener sus muñecas juntas. Hether solloza incontrolablemente entonces─. Nunca conseguiré a otro como él, Arlette, ni amaré alguien como lo amé. Fue un milagro que si quiera me quisiera. Soy una mala persona y estoy rota, pero él no. Debí morir yo, no él. Luc tenía que ver a nuestros hijos crecer. Tenía que conocer a Chloe, mi bebé. ─Presiona su frente contra mi pecho─. Mi bebé nunca conocerá a su papá. Un buen papá, no como los padres de mierda que tuve y me vendieron. No puedo creer que mi hija no tendrá la oportunidad de conocerlo por esas ratas asquerosas. Él soñaba con sostener a nuestro hijo, niña o niño, y hacerlo tan feliz como nos hizo a mí y a Matteo cuando no éramos su carga para llevar. Ella nunca sabrá cuánto la quiso su padre o descubrirá cuán grande se haría ese amor con el paso del tiempo.

Deslizo mis dedos por su cabello.

─Sí, definitivamente debiste ser tú ─murmuro.

Hether ríe mientras llora, llorando tan fuerte que ambas terminamos sentadas en el asqueroso suelo de la habitación de hospital. Cuando me deja sostenerla un peso que se había instalado sobre mis hombros, pero que ya no está ahí, se va. Esperaba que me odiara, que me culpara. Ella no lo hace.

Es más fuerte de lo que creí.

Más fuerte que el odio irracional.

─Perra ─hipa, alzando su rostro hacia mí. Sus pupilas están dilatadas, sus mejillas rojas y hay tanto sufrimiento en ella que a penas puedo soportar verla. Acaricio su rostro suavemente. Cuando Chiara desapareció, cuando me dieron su cadáver, ella y Luc estuvieron ahí. En medio de mi guerra o venganza hacia los rusos, ya ni siquiera sé lo que es, debo estar ahí para ella también. Cuando me habla lo hace con una fuerza que incluso yo, a estas alturas de mi vida, tomo de ejemplo para el futuro─. Jura, Arlette Cavalli, que conseguirás al hombre que nos hizo esto y le darás un final digno de la mafia siciliana porque si no lo haces habré perdido toda mi fe en ti. ─Su labio inferior empieza a temblar─. Luc también, desde dónde sea que esté.

He matado por menos, así que asiento.

Lo juro.

¿Por Matteo? ─exige ella.

─murmuro─. Por Matteo.

Tras ello, afirma en acuerdo y empieza a levantarse. Natasha y Gwen la ayudan a acostarse de vuelta en la cama, cubriéndola con una manta.

Entonces Hether llora hasta desmayarse.

Ya que al igual que sucedió con la muerte de mi padre debo obligarme a mí misma a dejar la pena de lado para sostener a mi familia, lo cual oficialmente involucra a Hether y a sus hijos, porque ahora que Luc no está aquí para hacerlo cuidaré de ellos como él cuidó de nosotros hasta en su último aliento, me dirijo a la puerta y me uno a Vicenzo esperándome en el pasillo. Acepto la muda de vaqueros, chaqueta y camiseta blanca que me tiende. Encima de la pila de ropa hay un par de botas de tacón levemente moderado.

─Trajeron ropa para ti, pero después de lo que pasó con Ferro nadie se atrevía a acercarse para dártela ─dice, llevando también vaqueros y una sencilla camiseta blanca bajo una chaqueta de cuero de Venice. La gorra del asesinato de Marcelo está sobre su cabeza, lo cual solo puede significar que planea matar a alguien, o a varios, pronto─. Llámalo respeto gratis.

A pesar de mi estado de ánimo, consigue hacerme reír.

─¿Respeto hacia mí o miedo hacia ti?

Se encoje de hombros.

─Ambas.

Niego, todavía sonriendo, y me interno en uno de los baños públicos. Me cambio y me lavo el rostro a profundidad antes de volver con él. Le entrego mi vestido a uno de mis escoltas. Ya afuera del hospital, entramos en el Audi de Vicenzo y este enciende la calefacción para nosotros mientras nos siguen hasta el complejo, la base de operaciones de nuestro imperio de sangre.

De camino ahí, Vicenzo rompe el silencio tras bajarle el volumen a la radio.

─Estuve de pie en el pasillo por un rato antes de que salieras. Vi parte de la reacción de Hether ─comenta─. Se veía pequeña, patética y triste. No parecía ella. No parecía la mujer que Luc amaba y ya que en el último año nos hicimos cercanos, sé que él se habría sentido todo menos bien de haberla visto así. Le encantaba su lado perra. ─Moja sus labios antes de continuar─. Sé que no me amas, yo tampoco te amo. Lo que tenemos no es como lo que ellos tenían, pero si muero antes que tú me gustaría que almacenaras todas tus lágrimas hasta asesinar al imbécil que me mató en el dado caso de que no hayas sido tú. Que continuaras siendo tú misma sin importar el dolor, si es que llegas a sentirlo, porque la vida es demasiado corta para nosotros como para que si quiera pierdas un minuto extrañándome cuando hemos vivido ya cien veces más de lo que Luc y Hether pudieron compartir.

A pesar de que Vicenzo no gira el rostro hacia mí, yo sí lo hago hacia él.

Ante sus palabras mi corazón va tan rápido que duele.

Sin entender por qué, una profunda tristeza que no tiene que ver con Hether y con Luc me llena, adueñándose de mi pecho de una manera que me hace difícil respirar.

─Yo no tengo que prometerte nada, Vicenzo ─murmuro─. Tú sí.


:(

Mejor hablamos de este capítulo en el live. Haré un live en Instagram (oscaryarroyo) en una hora o dos más o menos para discutirlo y hablar de la novela

Pero sí, mi corazón se rompió, pero necesitaba ser roto, al igual que el de ustedes, solo que todavía no saben por qué

Comenta aquí si vas a extrañar a Luc 

Porque yo sí 

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