¡Ese Es Mi Libro!

ToriMagic द्वारा

108K 13K 2K

Jess estuvo dos años escribiendo una novela en un cuaderno, el cual perdió en un descuido. Después de seis a... अधिक

Prefacio
Capítulo 1: La Dulce Ruta
Capítulo 2: Entrevista
Capítulo 3: Pizza
Capítulo 4: Lesión
Capitulo 5: Allanamiento
Capítulo 6: Mentira
Capítulo 7: Trabajo
Capítulo 8: Mal día
Capítulo 9: Sigue el Mal Día
Capítulo 10: Sorpresa
Capítulo 11: Plan E
Capítulo 12: Gatos
Capítulo 13: Fotos
Capítulo 14: Hermano
Capítulo 15: La verdad
Capítulo 16: Grabación
Capítulo 17: Boda
Capítulo 18: Ceremonia
Capítulo 19: Impedimento
Capítulo 20: Tragedia
Capítulo 21: Cansancio
Capítulo 22: Beso
Capítulo 23: Fiesta
Capítulo 24: Denuncia
Capítulo 25: Consecuencias
Capítulo 26: Reencuentro
Capítulo 28: La discusión
Capítulo 29: Pasado
Capítulo 30: Revelación
Capítulo 31: Último plan
Epílogo
Especial

Capítulo 27: Enemigas

2.7K 397 147
ToriMagic द्वारा

Jess

¿Por qué sentía tantas ganas de darle un puñetazo?

Dos sesiones atrás, me parecía una mujer muy linda e inteligente... en ese momento era una desgraciada infeliz.

«Es una amiga», la voz de Milo apareció en mi cabeza.

¿Amiga? ¡¿Amiga?! ¡¿Acaso besaba a todas sus amigas?!

Milo no se salvaría de esa, aunque no fuéramos realmente nada serio, no se salvaría. Se merecía mi indiferencia, mi desprecio... Sí, nuevamente lo despreciaba.

«Soy una bipolar». No, no podía serlo o la tal Verónica ya se hubiera dado cuenta y me hubiera enviado con un psiquiatra. El problema aquí era Milo, no yo.

La sesión había terminado ya. Verónica estaba terminando de anotar unas cosas en el ordenador y luego me dio una sonrisa.

—Vamos.

—¿No tienes más pacientes? —le pregunté cuando me paré.

—No, los viernes no suelen ser días activos.

—Ah... genial —dije con poco ánimo.

Ambas salimos y fuimos a la sala de espera para encontrarnos con Milo.

—¿Podemos ir a tu casa? —preguntó Verónica.

—Claro —dijo Milo—. ¿Tienes auto?

—Sí, adelántate. Aún recuerdo cómo llegar.

Milo asintió y me hizo una seña para que lo siguiera. Lo seguí de mala gana, pues en ese momento solo quería darle una cachetada o una patada en la entrepierna, pero debí reprimir las ganas.

—¿Cómo te fue?

—Bien —dije con un tono de indiferencia.

—¿Segura?

—Sí.

—¿Entonces por qué me contestas así?

—¿Qué te importa?

—Bueno, creo que cuando alguien hace una pregunta, es porque le importa.

—Pues yo no quiero decirte.

Milo siguió caminando en silencio hasta que llegamos al estacionamiento subterráneo del edificio y entramos a su auto.

—¿Quieres que te lleve a tu casa?

—Sí.

—Pues que pena. No lo haré —Milo encendió el auto y yo lo miré furiosa.

—¿Me estas secuestrando?

—No... —lo pensó un momento—. Bueno, puede ser.

—¡Eso es un crimen!

—No me digas —dijo con ironía—. No tenía idea.

—¡Milo!

—¿Qué?

—¡Llévame a mi casa!

—Lo siento, tengo cosas que hacer. ¿Puedes quedarte un rato en mi casa? —pidió amablemente.

—¡No!

—¿Por qué no?

Me crucé de brazos y me tiré contra el respaldo del asiento. Milo no dijo nada más y comenzó a conducir.

Pude sentir como me daba miradas fugaces mientras conducía.

—Jess.

—¿Qué?

—¿Estás celosa de Verónica?

—¡¿Celosa?! —solté una carcajada—. ¡¿Por qué estaría celosa?!

—Estoy a tu lado, no tienes que seguir gritando —dijo dándome una mueca de desagrado.

—¡Entonces no preguntes tonterías, Milo!

—Perdón... fue solo una pregunta.

¿Celosa? ¿Celosa yo? ¿Me lo estaba preguntando en serio?... ¡Claro que estaba celosa! ¡¿Qué más me pasaría si no?! Le había dicho a su exnovia, el supuesto amor de su vida, que nosotros éramos amigos cuando no teníamos nada de amigos.

El resto del camino fue silencioso, sólo se oía la música de la radio y los leves sonidos que hacía el auto.

Cuando llegamos, Milo abrió la reja con el control y entró la casa. El auto que suponía que era de Verónica, venía detrás de nosotros, por lo que entró a la casa también.

Cuando Verónica bajó de su auto blanco y muy moderno, Milo se acercó a ella.

—Lindo auto.

—Gracias, lo compré con el dinero que me pagó tu esposa por dejarte —respondió con una sonrisa.

—Graciosa.

—No es broma, en realidad —Verónica se rio y camino hacia la puerta de la casa.

Milo se quedó pensando un momento y luego me tomó de la mano para llevarme hacia adentro.

—No quiero... —dije haciendo fuerza hacia el lado contrario.

—¿Te pregunté?

Milo me tomó como un saco de papas y comenzó a caminar hacia adentro.

—¡Bájame o creo que vomitaré!

—Hazlo.

—Ay, no. Qué asco.

Cuando entramos, Milo me dejó de pie en el piso y Verónica me dio una mirada algo extrañada.

—¿Cómo se conocieron ustedes?

—Larga historia... —dijo Milo—. Primero dime lo que me querías decir.

—Bueno... No me enorgullezco de esto, Milo, pero tenía mis razones para hacerlo.

—¿Qué cosa?

—Hace un tiempo contraté un detective privado para que te siguiera a ti y otro para Elizabeth —confesó—. Aunque hace ya unos meses que deje de seguirte a ti.

Mi boca se abrió por la sorpresa. ¿Quién diría que mi psicóloga estaba de patio?

—¿Qué? —Milo la miró confundido—. ¿Por qué?

—Supe que se divorciarían y quería saber.... Ya sabes, como iba todo.

«Súper lógico, amiga».

¿Como una psicóloga podía encontrar normal contratar a alguien para que siguiera a otro alguien?

—Descubrí que Elizabeth te estaba engañando con Anthony hace unos meses y en ese momento decidí parar la cosa —explicó—, pero necesitaba decírtelo de alguna manera y...

—Enviaste las fotos.

—Sí... yo supe que estaba embarazada porque oí una conversación que grabó el detective en un restaurante. Sabía que te mentiría y decidí que debías saberlo —explicó—. Envié también una foto de nosotros, que me tiró Elizabeth una vez en la cara, porque supuse que así entenderías la relación que tenían Anthony y Elizabeth.

Milo y yo hicimos un "o" con nuestras bocas. No habíamos entendido esa señal, pero al menos habíamos llegado a la conclusión esperada.

—Gracias por eso.

—Hay algo que no calza aquí —dije yo.

—¿Qué cosa? —me preguntó Verónica.

En realidad, había dicho eso sólo para ponerla en duda. No había nada que no calzara.

—Era broma —dije con una risita.

—Que desesperada estabas por arruinar mi relación con Milo —Elizabeth estaba parada en el marco de la entrada de la sala—. Te dije que desaparecieras, no que te fueras por un rato y luego volvieras.

La cara de Milo palideció y Verónica se volteó a mirar furiosa a Elizabeth.

—Que desesperada estabas tú de separarme de tu esposo, princesita de papi... y aun conmigo fuera, tu matrimonio se destruyó.

—¡No lo habría hecho si no fuera por ti!

—¡Milo no te amaba, me amaba a mí! ¡Siempre será así!

—¿Qué? —pregunté yo—. ¿Siempre?

Verónica y Elizabeth me miraron con atención.

—Quiero decir... —solté una pequeña risa—. Siempre es mucho tiempo —dije alargando la "u" de "mucho".

—¿Y?

—Bueno, yo no estaría tan segura si fuera tú.

Lo había dicho. Lo había dejado salir... y obviamente no terminaría bien.

—¿Y en qué te afecta a ti que Milo me ame por siempre, niña? —oficialmente, Verónica me odiaba.

«Maldición, me quedé sin psicóloga». Bueno, de todas formas, me había dejado en claro que estaba bastante loca, lo mejor era que siguiera mis sesiones con alguien más cuerda.

—En nada —dije fingiendo indiferencia—. Solo digo, para que no te creas tanto.

—¡Ja! —le dijo Elizabeth, apuntándola con su indicé—. Parece que ya no eres la favorita... —me miró a mí—. ¿Te acostaste con Milo?

—¡¿Qué?! —negué—. ¡No!

Las dos parecieron sentirse aliviadas.

—Queremos ir lento —agregué.

—Ay, no... —escuché susurrar a Milo.

Verónica y Elizabeth se fueron encima mío. No tenía la cantidad exacta de cuanto cabello me habían arrancado, pero yo tenía más de ellas en mis manos... así que estaba satisfecha.

Las tres estábamos tiradas en el suelo, intentando hacerles el mayor daño posible a las otras dos.

De pronto, sentí que alguien me tomó de la cintura y me sacó de entre la disputa.

—Hola, Jay —lo saludé cuando noté era él.

—Hola, Jess.

Verónica intentó pararse del piso y volver a atacarme, pero el otro hombre de seguridad la tomó y Milo fue por Elizabeth.

—¿Qué creen que hacen? —preguntó Milo—. Yo no soy Brad Pitt o Leonardo DiCaprio para que se peleen así.

—Ellos son muy viejos para mí —me quejé.

—Bien... ¿Justin Bieber?

—No, iugh... Shawn Méndez estaría bien.

—¿Quién es ese? —preguntó Elizabeth.

Milo y Verónica se encogieron de hombros.

«Malditos ancianos». En momentos como ese se notaba que me sobrepasaban por una década o más.

—Bueno, volviendo al tema... No pueden hacer eso otra vez —dijo Milo—. Ninguna ganará nada así.

Verónica levantó su mano con una mata de mi cabello anaranjado.

—Logré dejar calva a la niña.

—¡Oye! —comencé a patalear como loca en los brazos de Jay, pero él no me soltó.

—Ahora, ustedes dos —Milo miró a Verónica y Elizabeth—. Fuera de mi casa.

—¡¿Qué?! —preguntaron al unísono.

Yo reí victoriosa.

—Tú no te rías tanto. Tendremos una discusión.

Mi felicidad se terminó.

«Al menos conmigo va a discutir».

Jay me dejó en el suelo, sin sacarme la mirada de encima para que no me moviera y junto con el otro hombre de seguridad, se encargo de sacar a Verónica y Elizabeth de la casa.

पढ़ना जारी रखें

आपको ये भी पसंदे आएँगी

46.6K 2K 34
una historia de amor de Betty y Jughead, pero ¿es la historia común de amor que conocemos? Un amor prohibido e imposible, un matrimonio obligatorio y...
772K 41K 59
[LIBRO 1] ¿Hasta dónde llegarías por tu familia? Cuando Mirella empieza a trabajar como enfermera en el Hospital Vista Alegre, recibe una curiosa ofe...
94.7K 10.6K 55
Cuando Alana conoce por primera vez al príncipe, ambos se encuentran en la peor circunstancia posible y ninguno parece agradarse, sin embargo, Askel...