Acuerdo Pre-Nupcial

By RossyCastaneda

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Tras perder la esperanza que él la buscara, Candy tomó una decisión que cambiaría el rumbo de su vida sin ima... More

Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Epílogo

Capítulo IV

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By RossyCastaneda

Tal y como se lo habia prometido, Terry buscó la manera de estar cerca de ella. Disfrutó cada uno de sus gestos al ver la máquina de crear Ice Cream frente a sus ojos.

Todo iba de maravilla hasta que a Candy se le occurrió preguntar como había conseguido colocar la mezcla exacta. Terry no podía decirle que había atado al encargado de esa area luego que se negara a cederle su uniforme por voluntad propia y que lo había obligado a compartir con él la receta de dicho postre.

—Terry, ¿ por que me ves asi? —le preguntó Candy ladeando su precioso rostro.

Terry no Respondió, en su lugar inclinó su rostro hacia ella, sacó su lengua y lamió la punta de su pecosa nariz.

—Me haces cosquillas —dijo Candy entre risillas.

—También tienes aquí —dijo el castaño pasando su lengua por la comisura de sus labios para luego y sin previo aviso devorarlos. Eran tan suaves y dulces, y no por el sabor del Ice Cream sino por la dulzura natural que emanaba de ellos.

—¿Que es ruido? —preguntó Candy rompiendo el beso al escuchar pequeños gruñidos.

<<¡Diantres!, mi prisionero>> —dijo Terry para si.

—Quizas sean fantasmas —dijo con voz exagerada para infundirle miedo y conseguir que ella le pidiera que se marcharan de aquel lugar. Sonrió para sus adentros al ver como Candy lo aprisionaba con sus brazos de la misma forma que lo hizo en Escocia.

—¿Podemos ir a otro sitio? —preguntó Candy con voz temblorosa.

—Claro —respondió Terry con una sonrisa de lado al ver que su plan había funcionado —pero no podemos salir juntos, tu lo harás primero por esa puerta —dijo señalando la puerta de emergencia — y yo te alcanzaré luego.

—De acuerdo —respondió Candy.

En cuanto Candy salió, Terry se dispuso a liberar a su prisionero.

—Lo lamento —se disculpó con voz lastimera desatándole.

—Si me hubiera dicho lo que realmente pretendía, le habría ayudado sin necesidad que hiciera lo que hizo —dijo el hombre flexionando su cuerpo.

—Sinceramente lo lamento —se disculpó Terry una vez más tras terminar de vestirse con su propia ropa.

—Deje ya de disculparse y vaya por su dama, faltan solamente treinta minutos para que todos los pasillos del barco se llenen de pasajeros yendo y viniendo por doquier —le dijo señalando la misma puerta por donde Candy había salido segundos antes —aguarde —lo detuvo —al final del pasillo hay un cuarto en donde puede conversar con su chica fuera de miradas indiscretas — tenga —le entregó una llave —es la única copia —sonrió —búsqueme cuando me necesite, le ayudaré con el mayor de los placeres.

—¿Por que me ayuda despues de lo mal que me comporté con usted?

—Porque sé lo que es estar enamorado señor Romeo —le respondió el hombre con una amplia sonrisa.

—¿Sabe quien soy? —le preguntó Terry sorprendido.

—Por supuesto, sé mucho más de usted de lo que pueda imaginar —sonrió

—¿Es amantes del teatro? —preguntó el castaño sin salir de su asombro.

—Oh si claro —respondió el hombre con un toque de sarcasmo en sus palabras, las cuales Terry identificó inmediatamente, pues como no hacerlo, él era el Rey del Sarcasmo. —¿No tenía prisa por irse? —le preguntó el hombre antes que Terry dijera una sola palabra —no es propio de un caballero hacer esperar a una dama —esbozó una leve sonrisa —ya sabe, si me necesita, búsqueme.

Terry se quedó en silencio observando detenidamente al hombre frente a él. No podía negarse a si mismo que sus palabras y su comportamiento lo habían sorprendido y a la vez intrigado. Quería formular mas preguntas, pero no podía permanecer mas tiempo en aquel lugar, ya que Candy aguardaba por él en la parte de afuera del barco

—Muchas garcias —musitó devolviéndole la sonrisa y saliendo del lugar para ir al encuentro de su Pecosa..

<<Que bien se escucha>>, <<Mi Pecosa >>. —<<Eres un arrogante Granchester>> —se dijo a mi mismo mientras avanzaba.

—¡Santo Dios! Debo de darme prisa y llegar al comendor antes que los demás comiencen a preguntarse que ha pasado conmigo —dijo Candy poniéndose de pie y acomodando la falda de mi vestido.

—Yo mas bien creo que tu estómago reclama atención —dijo Terry carcajeándose al escuchar los ruidos extraños que el estómago de Candy emitía.

—Eres un insolente —dijo cruzando su brazos, sacando su lengua y haciendo gestos particulares en ella.

—Y tu una Mona Pecoso glotona —soltó Terry sin más estallando en carcajadas las cuales terminaron contagiando a Candy.

Después de varios segundos riendo como los adolescentes de antaño, y tras tomar una bocanada de aire para recuperarse, Candy se despidió de Terry.

Con un derroche de elegancia y gallardía, muy particular en él, Terry la tomó por la cintura.

—No pensarás irte así ¿verdad? —le preguntó atrayéndola a él.

Candy cerró sus ojos al sentir los firmes labios de Terry sobre los de ella.

<<¡Dios!, se siente tan bien, que deseo con todo mi corazón que el tiempo se detenga. Me estoy volviendo adicta a sus besos>> —pensó Candy

—Ahora si —le dijo Terry abriendo la puerta de manera galante —puedes seguir —le guiñó un ojo —en vista que mañana desembarcaremos en Southampton, necesitamos vernos esta noche para que nos pongamos de acuerdo de como nos las arreglaremos para seguir viéndonos a escondidas de todos mientras mi madre hace las gestiones con su abogado.

—De acuerdo —respondió Candy con una amplia sonrisa.

—Tenemos una cita entonces —Terry curvó sus labios en una sonrisa arrogante —te espero a las diez de la noche.

—Aquí estaré sin falta —respondió la rubia para luego cruzar el umbral de la puerta de aquella bodega que sería el lugar de su último encuentro a bordo de aquella enorme máquina de acero.

*************

Pese a que su estomago emitía leves gruñidos, Candy apenas probo bocado. Sonrío al darse cuenta que de manera inconsciente y automática había escrito las iniciales de Terry en la crema de fresa que se encontraba en su plato. De pronto, de la misma forma como solía sucederle algunas veces en el comedor del San Pablo, vio el rostro de Terry reflejado, pero no en su sopa sino en mi humeante café.

—Tigre —musitó Annie quien se encontraba la par de ella sacándola de su ensoñación. —sabes, jamas te creí que era eso lo que realmente significaban esas dos letras —confesó la pelinegra con una sonrisa en cuanto se quedaron solas —T.G —repitió —son dos letras mayúsculas separadas por un punto, típico en las iniciales de una persona —Annie achicó los ojos como si estuviera meditando algo —me suena como al nombre de un arrogante pero muy guapo Inglés que conquistó America con su talento histriónico. —Si sabes de quien hablo ¿verdad?

Candy trató de disimular los nervios que las palabras de Annie le provocaron y fingió demencia.

—No —respondió después de unos segundos.

—¿En verdad no lo sabes o te haces la desentendida?

El sonrojo de Candy terminó por delatarla.

—Luego que me pediste estar a solas, regresé  para avisarte que él estaba a bordo, pero menuda sorpresa la que me llevé —ambos se alejaban en dirección a las habitaciones,  —Annie sonrió traviesamente.

—No es lo que estas pensando.

—Y según tu, ¿que estoy pensando?

—Que Terry y yo —el sonrojo de Candy llegó hasta sus orejas de solo imaginarlo —tu sabes a lo que me refiero.

—Lo sé —respondió Annie divertida —te conozco y sé que no harías tal cosa al menos que.... —La joven pelinegra guardó silencio y miró a Candy con un brillo en sus ojos azules y una sonrisa que Candy jamás le había visto.

—Al menos que ¿que? —preguntó la joven rubia.

—Que ambos hayan decido hacerlo para acabar con ese absurdo acuerdo pre - nupcial —Annie la miró —por que le dijiste cual es la razón por la cual hemos hecho este ridículo viaje ¿verdad?.

—Si se lo dije, pero no hemos hecho nada de lo que supones.

—Pues si eso es la solución para que todo esto acabe, deberían hacerlo.

—Annie —chilló Candy escandalizada. Jamas imaginó escucharla hablar de esa manera tan liberal y descarada.

—¿Que? —dijo Annie como si nada —ustedes han perdido muchos años —se llevó una fresa a la boca — merecen ser felices —le hizo una señal para que se acercara a ella —cuenten conmigo para lo que necesiten —le guiñó un ojo complice.

Candy se atragantó con una fresa que acababa de llevarse a la boca

—Si, si, ya sé lo que estas pensando —le dijo Annie al ver que Candy se había quedado sin palabras —pero prefiero mil veces que pienses que soy una descarada a verte casada con viejo decrépito —hizo un gesto de desagrado.

—En ese caso, necesito tu ayuda para esta noche, he quedado de verme con Terry a las diez de la noche.

—Cuenta con ella —respondió la pelinegra sonriendo.

***********

Terry se sentía triplemente sorprendido. Primero el ayudante de la cocina ofreciéndole su ayuda, la cual por cierto se tomó muy enserio. El hombre había decorado el lugar tal cual se lo había pedido, y preparó un banquete para dos; segundo, saber por labios de Candy que contaban con la complicidad de la tímida y escuchar lo que insinuó para dar fin al absurdo acuerdo Pre-Nupcial lo había dejado sin palabras. Aunque siendo honesto, como el hombre que era, estaría encantado de llevar a cabo dicho plan, sin embargo, el caballero dentro de él, no le permitiría hacerlo. Y la tercera razón por la cual se encontraba sorprendido era la mas desconcertante, Los Ardley se dirigían a Windermere.

Mientras Candy le daba los permoneros de la fecha en que se reuniría con el apoderado legal de la familia con quien se supo emparentaría, los pensamientos de Terry volaron hacia aquel lugar, el cual conocía perfectamente aun cuando solo había ido de vez en cuando. Hizo un recorrido mental. En aquel lugar habían muchas casas de campo de familias nobles, las cuales usaban para vacacionar durante el verano, la de su padre, era una de ellas, y aquel era su destino final.

Las pocas veces que estuvo en aquel lugar de vista, y tras constantes discusiones con la duquesa con cara de cerdo, ensillaba un caballo y cabalgaba hasta el lago Windermere y permanecia en aquel lugar por largas horas y luego se dirigia a la Iglesia.

—Terry, ¿Te sucede algo?

La pregunta de Candy lo sacó de sus recuerdos y lo trajo de regreso al presente

—No —respondió —¿Por que lo preguntas?

—Permaneciste en silencio después que mencioné el lugar donde nos reuniremos con el apoderado legal.

—La casa de verano de los Granchester se encuentra en Windermere, y es el lugar hacia donde mi madre y yo nos dirijimos —soltó Terry sin más —el lugar es hermoso, es una pena que estemos en pleno invierno de lo contrario nuestras escapadas serian grandiosas —sonrió —hay un hermoso lago el cual está rodeado de muchos árboles que estoy seguro que como la mona que eres escalarias con total rapidez.

—¿Dejaras de llamarme asi, algun día? —le preguntó Candy poniéndose de pie, cruzando los brazos y dándole la espalda.

—No te enfades conmigo Candy, lo hago con cariño —le respondió el joven castaño levantándose y abrazándola por la espalda —permíteme al menos llamarte Pecosa —le susurró al oido.

—Está bien —le respondió ella con voz suave

—Iremos juntos a la Iglesia de San Martin —dijo Terry volviendo al tema principal.

—¿Tu ingresando a una Iglesia? —dijo Candy incrédula —la única vez que recuerdo haberte visto ingresando a una, te comportaste de una manera tan insolente.

—Ah bueno, eran otros tiempos —Se defendió él —aunque recuerdo perfectamente tu rostro de sorpresa cuando me viste.

Ambos comenzamos a reir.

—Sabes Candy —comenzó a decir Terry tras recuperar su compostura —a pesar que la casa de campo de los Grantchester se encuentra en Windermere, nunca pasé mis vacaciones de verano en ella, bueno lo hice en dos ocasiones, ya que cuando cumplí los seis años me internaron en el San Pablo y solía asistir a la escuela de verano que ellos organizaban cada año, pero cuando crecí decidí pasar mis vacaciones de verano en la Villa de Escocia —suspiró —solía ir de vez en cuando a la casa de verano de los Grantchester, cuando mi padre prácticamente me obligaba y siempre era lo mismo cada vez que llegaba —apretó los puños —discutía con la esposa de mi padre todo el tiempo, y cuando eso sucedía, cabalgaba hasta el lago y permanecía allí por largas horas y luego me dirigia a la Iglesia de San Martin en busca de respuestas a mi condición. Nunca encontré las respuestas que buscaba, sin embargo en aquel lugar encontraba paz para mi atribulado corazón y me distraía escuchando de labios de los habitantes del pueblo que decían que durante la restauración de la Iglesia, se descubrieron inscripciones pintadas que habían sido cubiertas durante siglos y que en los triángulos que se encuetran entre cada arco, hay textos de un libro de enseñanzas religiosas publicado a finales del siglo XVI.

—¿Es en serio? —preguntó Candy abriendo ampliamente sus precioso ojos verdes.

—Eso dicen, la verdad no sé que tan cierto sea —respondió Terry encogiéndose de hombros —lo que si me consta es que delante del atril está escrito un pequeño poema de agradecimiento por el fracaso de la trama de la pólvora, escrita en 1629.

—Vaya, has despertado mi curiosidad —dijo Candy con los ojos brillantes.

—El lugar en sí es precioso, y lo mejor de todo es que se encuentra muy cerca de Gretna Green —dijo el joven castaño con una sonrisa traviesa.

Continuará...

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