Capítulo IV

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Tal y como se lo habia prometido, Terry buscó la manera de estar cerca de ella. Disfrutó cada uno de sus gestos al ver la máquina de crear Ice Cream frente a sus ojos.

Todo iba de maravilla hasta que a Candy se le occurrió preguntar como había conseguido colocar la mezcla exacta. Terry no podía decirle que había atado al encargado de esa area luego que se negara a cederle su uniforme por voluntad propia y que lo había obligado a compartir con él la receta de dicho postre.

—Terry, ¿ por que me ves asi? —le preguntó Candy ladeando su precioso rostro.

Terry no Respondió, en su lugar inclinó su rostro hacia ella, sacó su lengua y lamió la punta de su pecosa nariz.

—Me haces cosquillas —dijo Candy entre risillas.

—También tienes aquí —dijo el castaño pasando su lengua por la comisura de sus labios para luego y sin previo aviso devorarlos. Eran tan suaves y dulces, y no por el sabor del Ice Cream sino por la dulzura natural que emanaba de ellos.

—¿Que es ruido? —preguntó Candy rompiendo el beso al escuchar pequeños gruñidos.

<<¡Diantres!, mi prisionero>> —dijo Terry para si.

—Quizas sean fantasmas —dijo con voz exagerada para infundirle miedo y conseguir que ella le pidiera que se marcharan de aquel lugar. Sonrió para sus adentros al ver como Candy lo aprisionaba con sus brazos de la misma forma que lo hizo en Escocia.

—¿Podemos ir a otro sitio? —preguntó Candy con voz temblorosa.

—Claro —respondió Terry con una sonrisa de lado al ver que su plan había funcionado —pero no podemos salir juntos, tu lo harás primero por esa puerta —dijo señalando la puerta de emergencia — y yo te alcanzaré luego.

—De acuerdo —respondió Candy.

En cuanto Candy salió, Terry se dispuso a liberar a su prisionero.

—Lo lamento —se disculpó con voz lastimera desatándole.

—Si me hubiera dicho lo que realmente pretendía, le habría ayudado sin necesidad que hiciera lo que hizo —dijo el hombre flexionando su cuerpo.

—Sinceramente lo lamento —se disculpó Terry una vez más tras terminar de vestirse con su propia ropa.

—Deje ya de disculparse y vaya por su dama, faltan solamente treinta minutos para que todos los pasillos del barco se llenen de pasajeros yendo y viniendo por doquier —le dijo señalando la misma puerta por donde Candy había salido segundos antes —aguarde —lo detuvo —al final del pasillo hay un cuarto en donde puede conversar con su chica fuera de miradas indiscretas — tenga —le entregó una llave —es la única copia —sonrió —búsqueme cuando me necesite, le ayudaré con el mayor de los placeres.

—¿Por que me ayuda despues de lo mal que me comporté con usted?

—Porque sé lo que es estar enamorado señor Romeo —le respondió el hombre con una amplia sonrisa.

—¿Sabe quien soy? —le preguntó Terry sorprendido.

—Por supuesto, sé mucho más de usted de lo que pueda imaginar —sonrió

—¿Es amantes del teatro? —preguntó el castaño sin salir de su asombro.

—Oh si claro —respondió el hombre con un toque de sarcasmo en sus palabras, las cuales Terry identificó inmediatamente, pues como no hacerlo, él era el Rey del Sarcasmo. —¿No tenía prisa por irse? —le preguntó el hombre antes que Terry dijera una sola palabra —no es propio de un caballero hacer esperar a una dama —esbozó una leve sonrisa —ya sabe, si me necesita, búsqueme.

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