Noche de tormenta (completa)

Od yosoyunodos

159K 13.9K 2.1K

Ela soñó que un extraño de ojos verdes asesinaba a su hermana gemela y, al despertar, descubrió que no había... Viac

Advertencias + Mapa de la ciudad
Prólogo: La cabaña en el bosque
Capítulo I: El asesinato
Capítulo II: La nueva vida sin Ada
Capítulo III: Las fotografías en la cabaña
Capítulo IV: La ropa de la cabaña
Capítulo V: Los archivos del pueblo
Capítulo VI: No paso solo en Lontford
Capítulo VII: El patrón de las muertes
Capítulo VIII: Precauciones absurdas
Capítulo IX: ¿Noche de miedo?
Capítulo X: Más cerca
Capítulo XI: Desaparecido
Capítulo XII: Conversaciones clandestinas
Capítulo XIII: El estudio de Norman
Capítulo XIV: La verdad de los demonios
Capítulo XV: Diario olvidado
Capítulo XVI: Cómo vencerlo
Capítulo XVII: La verdad sobre Caleb
Capítulo XVIII: Confrontaciones
Capítulo XIX: La historia de Ludo
Capítulo XX: La utilidad de los cuerpos
Capítulo XXI: La desaparición de Pandora
Capítulo XXII: Muertos
Epílogo: Las próximas en la lista
Extra
Extra 2: Dejarlo ir, dejarlos ir
Segundo libro
Extra 3: Familia

Capítulo XXIII: Plazo final

2.8K 399 219
Od yosoyunodos

Eran las doce y diez de la noche y la tormenta aún no se había desatado. Me asomé por la ventana, las nubes recién comenzaban a acumularse en el cielo. Nos quedaban veinte minutos más para escapar. Norman estaba con su vista clavada en Alex. El castaño había estado fingiendo toda la tarde un fuerte dolor de estómago y de tripas, y Norman se lo había creído.

—Voy a buscar mi celular a la habitación —avisé dos minutos después cuando terminamos de comer.

Ya en el cuarto, me saqué mis jeans grises y busqué la sangre falsa que Alex me había conseguido. Recordando las otras veces que me había manchado, volqué un poco del líquido carmesí sobre la línea de la costura, me los volví a colocar y bajé las escaleras con otros pantalones en las manos que lancé hacia el baño antes de ingresar en el comedor. Norman seguía con su semblante preocupado, sus ojos igual de verdes que los de su hijo resplandecían con preocupación.

—Si mañana por la mañana te sigues sintiendo así, Alex, vas a tener que permitirme que te lleve al médico o que Ludovica te vea, cualquiera de las dos opciones —le dijo a su hijo y por un minuto me sentí mal por estar engañándolo.

Me senté en mi lugar y Alex esperó unos segundos para comenzar con el espectáculo.

—Ay, no —se lamentó el chico, levantándose de un salto de su lugar, con sus manos posadas sobre sus tripas. Era mejor actor de lo que yo sería en mi vida—. Tengo que ir al baño —le avisó a su padre y corrió escaleras arriba.

Esperé dos minutos como habíamos pactado y abrí mis ojos espantada. Norman me prestó atención.

—Perdón, perdón, perdón —repetí con culpa al mismo tiempo que me levantaba y observaba la silla.

—¿Qué pasa, Ela?

—Olvidé que hoy me bajaba el periodo y no me puse ninguna toallita... sin querer manché la silla —dramaticé. Norman se levantó de su asiento y se acercó, no parecía perturbado por lo que acababa de decirle.

—No pasa nada, Ela, yo lo limpio, tú ve al baño —me indicó.

Me disculpé una vez más en voz baja y corrí al baño. Cerré la puerta con llave y me cambié de pantalón. Por suerte, la sangre falsa no había penetrado la ropa, así que en verdad no me había manchado. Me asomé por la ventana y salté. Alex me sostuvo cuando perdí el equilibrio al tocar el suelo.

—Me da un poco de lástima mentirle a tu padre —le susurré mientras me acomodaba mi buzo.

—A mí también, él se va a enfurecer y preocupar cuando se dé cuenta de que nos fuimos —concordó mientras comenzábamos a caminar.

—¿Trajiste la caja de fósforos?

Él la sacó de su bolsillo y me la enseñó, luego la volvió a guardar.

Seguimos caminando entre las sombras de las veredas. No podíamos arriesgarnos a estar en medio de la calle cuando el padre de Alex saliera buscarnos. Cada cinco minutos observaba mi celular. Las llamadas de Norman y de mi tía estaban a punto de comenzar.

—Pon tu celular en modo avión para que sus llamadas no nos molesten ni nos consuman batería —me pidió Alex y así lo hice.

A la una y cuarto de la madrugada ingresamos al lúgubre bosque. Las primeras gotas de lluvia estaban iniciando su descenso.

—Ya me está dando un poco de miedo —le confesé a mi amigo.

Él no dijo nada y me tomó de la mano. Seguimos nuestro camino a paso lento. No íbamos a comenzar a correr hasta que él apareciera.

El primer relámpago iluminó nuestro camino, provocando que la luz de nuestros celulares no fuera suficiente. Volví a mirar la hora, una y veinticinco. Él ya debía estar cerca.

—Ela, pensé que tendría que ir a buscarte —susurró su voz en mi oído.

Pegué un salto en mi lugar y con Alex nos giramos en esa dirección. No había nadie. Su estruendosa carcajada retumbó a nuestra derecha. El juego había comenzado. Corrimos en diagonal a la dirección de la cabaña, alejándonos de ella. Su sombra se proyectó de forma imposible a unos metros por delante de nosotros. Doblamos para el lado contrario. Podíamos escuchar sus suaves pisadas por detrás de nosotros. Frenamos en frente de un árbol caído, justo antes de tropezar y desviamos nuestro camino. Sabíamos que él nos iba a guiar hacia la cabaña, no debíamos preocuparnos por perdernos, solo por ganar tiempo.

Mi respiración comenzaba a ser demasiado acelerada, mi corazón latía con una fuerza dolorosa en mi pecho, mas no podía detenerme, esto recién estaba comenzando.

Otro relámpago nos cegó por un segundo y el sonido su trueno nos sobresaltó. El frío del ambiente comenzaba a molestarme para respirar. Y las lágrimas que se escurrían de mis ojos no me permitían ver con claridad. Si no hubiera estado aferrada a la mano de Alex, ya habría terminado derrumbada sobre algún tronco.

—¡Por ahí no! —le grité a Alex.

Conocía ese camino, era el mismo que había tomado Ada, nos dirigía directo a la cabaña. Alex obedeció mi petición y dobló. Nos quedamos paralizados por un segundo. A unos metros podíamos apreciar sus ojos verdes resplandecer con gracia. Él ya había comprendido que estábamos esquivando la cabaña.

—¡Vamos! —reaccioné por fin y jalé de la mano de Alex.

Esquivamos varias ramas y doblamos tres veces más. El demonio se cruzaba en nuestro camino cada vez más rápido. No nos estaba dejando muchas opciones.

Mi respiración y ritmo cardiacos eran cada vez más acelerados, en cualquier momento iba a desfallecer. No comprendía cómo Ada había aguantado tanto tiempo huyendo de él.

—Ela, tienes que respirar por la nariz para no perder demasiado oxígeno —me ordenó Alex entre jadeos, él tampoco podía continuar.

Elevé unos centímetros mi teléfono y observé la hora. Dos y dieciocho.

—Nos quedan treinta y dos minutos de persecución —anuncié de la misma manera que él.

No sabía si iba a aguantar todo ese tiempo.

Su risa nos sobresaltó a ambos y no fuimos capaces de ver el pequeño pozo frente a nosotros. Rodamos por el suelo y nuestras manos se separaron. Me senté sobre la tierra húmeda un poco aturdida por el golpe. Él apareció frente a mí. Su rostro estaba cubierto por una especie de sombra que me impedía distinguirlo. Sus ojos verdes rutilaban con placer. Nosotros lo estábamos divirtiendo. Sentí como unos brazos pasaban por debajo de mis axilas y me elevaban.

—¡No debemos perder tiempo! —gritó Alex en mi oído por culpa del sonido aturdidor de la tormenta.

Volvimos a correr, pero nuestros pasos eran más lentos por culpa de nuestras ropas empapadas y llenas de barro que pesaban más.

El tiempo pasaba de forma tan lenta como veloz, casi sentía que estaba dentro de una de las pesadillas, con la única diferencia de que esta narraba mi muerte.

—¡Diez minutos más, Ela, solo diez! —me indicó.

Pero no iban a llegar a ser diez. Podía divisar la cabaña con su iluminación a lo lejos. Ya no teníamos más opción, debíamos entrar. Alex también lo sabía, mas eso no evitó que siguiera haciéndonos dar vueltas. Él no iba a permitir que nuestros planes se arruinaran. Alex no iba a permitir que él nos ganara. No obstante, en poco menos de diez minutos no tuvimos más opción que doblar hacia la derruida estructura.

Solté su mano y me quedé unos metros atrás como habíamos acordado. El demonio estaba a unos pasos de mí, con sus ojos brindándome toda su atención, justo lo que el castaño requería para tomar el bidón sin que él se diera cuenta.

—¡Ela! —me llamó Alex mientras ingresaba a la casa.

Corrí una vez más para alcanzarlo. Cuando ingresé a la cabaña, él ya estaba bajando las interminables escaleras hacia el sótano. Lo seguí y escuché la risa satisfactoria del demonio a mis espaldas. Al llegar al final de la escalera, el olor me provocó un fuerte dolor de cabeza y arcadas. Apestaba más que en las pesadillas. Alex ya estaba rociando el combustible sobre los cuerpos. Los pasos de él retumbaban con una delicadeza musical sobre los escalones, se estaba tomando su tiempo.

—Son las dos y cuarenta y ocho, Ela, debimos tardar más —se quejó el castaño.

Yo no le estaba prestando atención. Mi mente estaba más centrada en hallar los cuerpos de mi familia. En la esquina derecha encontré un cadáver hinchado, con la poca carne que le quedaba totalmente descompuesta. Él era casi irreconocible, pero sus heridas eran las mismas que en la pesadilla. Era mi padre.

—Veo que quisiste unirte con tu familia, bonita —susurró el demonio a mis espaldas.

Me volteé y mi ceño se frunció. Era Jason.

—Pensé que necesitabas un poco más de incentivo para morir, ¿y qué mejor incentivo existe que pensar que un inocente murió por tu culpa? —se jactó con su tono de juego.

—Como te acerques un paso más, lo quemamos todo —amenazó Alex cuando el demonio avanzó un paso hacia mí.

Jason rio con esa carcajada que me ponía los pelos de punta. Sus ojos verdes se posaron sobre mi mejor amigo. Sopló un mechón de su cabello rubio para despejar su vista y le sonrió al castaño. Algo estaba tramando. Desapareció y yo empujé lejos a Alex. Conocía ese movimiento. Como había adivinado, Jason apareció justo detrás de donde había estado mi amigo.

—Veo que aprendes rápido, bonita, pero es una lástima que no seas más lista que yo —soltó, inclinándose en mi dirección.

En mi estómago comenzó a abrirse el tajo, pero de manera más lenta que en las pesadillas y mucho más doloroso. Mis piernas flaquearon y Alex me cargó justo a tiempo antes de que callera al suelo. De mi boca escapaban pequeños lamentos que intentaba reprimir, por mucho que estaba sufriendo, no deseaba darle el placer de ver cómo el suplicio se apoderaba de mí.

Alex corrió en dirección a las escaleras y frenó unos segundos para arrojar un fósforo encendido a las manchas de combustible que bañaban el lugar. Las llamaradas estallaron, pero Jason no se veía preocupado. Puede observar entre mis lágrimas como él caminaba en medio del fuego mientras que Alex nos subía a la primera planta. El castaño nos llevó hacia la puerta de salida y el demonio se apareció en medio del camino. En sus ojos verdes se podía apreciar el placer de haber conseguido lo que deseaba.

—¿Pensaban que no iba a esperar que destruyeran mis preciados cuerpos? Creí que sabías que todo lo que hago tiene un propósito, bonita, por algo te mostré esa pesadilla en específico y te dije cuando aparecía la entrada al sótano —se burló.

Las laceraciones en mis muslos me hicieron pegar un grito. Mi cabeza daba vueltas, estaba perdiendo mucha sangre, tanta que el dolor ya no era tan intenso.

Alex retrocedió un paso y se detuvo justo al inicio de las escaleras. Estábamos acorralados. El castaño no tuvo más opción que subir y correr hacia la puerta del final del pasillo. No tardó mucho en llegar al cuarto donde todo siempre acababa. A duras penas podía ver con claridad y aun así pude distinguir el pánico en su rostro, él también sentía que no lo íbamos a lograr. Me dejó sobre el escritorio y se volteó hacia la puerta. Jason ya estaba allí. Alex volvió a girarse hacia mí y noté que su remera estaba completamente roja, empapada de mi sangre. Sus ojos verdes coincidieron con los míos y resplandecieron con un sentimiento que no pude identificar.

—Faltan cinco minutos para que todo esto acabe, Ela —susurró y se inclinó para besar mi frente antes de voltearse hacia el demonio.

De la misma forma en que lo había hecho su padre, Alex arremetió contra el demonio. Ambos cayeron al suelo y rodaron tratando de librarse del otro. El castaño se posicionó arriba y comenzó a golpear a Jason en el rostro. Él no parecía tener la intención de defenderse, permitía que los puños del castaño se estrellaran en su rostro una y otra vez. Y no paraba de reír, se estaba divirtiendo.

El castaño siguió atacándolo hasta que de un segundo a otro se quedó quieto. El demonio se sentó y lo tiró al suelo, luego se arrodilló a su lado. Del estómago de Alex sobresalía un pedazo enorme de hueso amarillento. Él lo había hecho devuelta.

Solté un agudo chillido y los sollozos no tardaron en trepar mi garganta. Intenté levantarme para ir en su ayuda, pero el dolor y la falta de sangre me lo impidieron. No podía estar pasando eso, Alex no debía estar así, esa debía ser yo.

Jason le arrancó la remera y la enroscó hasta que logró que la sangre de esta se escurriera en su boca. Yo me removí una vez más sobre el escritorio, debía llegar hasta Alex. Grité y sus ojos aterradores se posaron sobre mí, mas no me importó, solo deseaba llegar hasta mi amigo.

Cuando creí que el demonio iba a acercarse a mí para terminar su ritual, la alarma en mi teléfono sonó. El plazo se había acabado, no obstante, Jason parecía tranquilo, conforme con lo que había sucedido. Y él tan solo desapareció con una sonrisa moldeándose en su rostro manchado de sangre, sus ojos nunca resplandecieron.

Pasaron varios minutos que me resultaron eternos hasta que logré acércame a mi amigo. Debajo de él se estaba formando un enorme charco de sangre. Alex se encontraba peor que yo.

Sus ojos verdes a penas se encontraban abiertos, su piel morena se encontraba demasiado pálida. Me negaba a ver su estómago, no soportaba ver la herida, así que posé mis ojos en la pequeña sonrisa agónica en sus labios.

—¡No, no, no, no! ¡Alex, por favor no hagas esto! —sollocé contra su cuerpo. Su pecho apenas subía y bajaba con dificultad.

—Preferiría que me agradecieras —susurró y sus ojos intentaron cerrarse.

—No cierres los ojos, Alex, por favor no los cierres —seguí llorando.

—Esto me hace recordar a una película —intentó reír. Sin embargo, yo no pude imitarlo. Las lágrimas fluían con libertad por mis mejillas y el dolor se apoderaba de mi pecho, sentía que en cualquier momento mi corazón se detendría.

—Te quiero, Ela, no... —Comenzó a toser y de su boca salió un hilo de sangre.

—Yo... yo también te quiero —susurré con voz temblorosa—. Ya va a llegar la ayuda, ¿sí? Lo prometo, solo tienes que esperar un poco más —rogué.

Intentó ampliar su sonrisa y falló.

—No... no puedo —murmuró con esfuerzo.

—Alex, por favor... —su respiración era cada vez más lenta—. No me hagas esto, eres lo único que me queda, ¿recuerdas? No puedes dejarme —insistía en vano. Sus ojos ya se habían cerrado.

Tomé su pulso, desesperada, y dejé escapar un grito que desgarró mi garganta al no encontrarlo. Sujeté su rostro entre mis manos y lo llamé una y otra vez, aun sabiendo que no iba a reaccionar. Luego solo me abracé como pude a su cuello y lloré con todas mis fuerzas. Él se había ido y el suplicio en mi pecho no hacía más que aumentar.

Pasaron varios minutos más en los que yo no dejé de llorar sobre su pecho. No comprendía cómo no me había desangrado también, eso era lo que deseaba, era lo justo. Alex no debía morir, ese era mi destino, no el de él.

—¡Alex! —gritó Norman al entrar al cuarto.

Ya era muy tarde, su hijo había muerto hacia varios minutos.

Mi tía ingresó detrás de él y corrió hacia mí, separándome del cuerpo de mi mejor amigo. Yo ya no comprendía nada. Podía escuchar cómo ella me hablaba, cómo Norman sollozaba sobre el cuerpo cada vez más frío de su hijo, mas mi mente no estaba allí, se había esfumado a algún lugar del que no encontraba camino de regreso.

Para cuando volví a mí, estaba sentada en la camilla del camión de bomberos, los tajos en mis piernas y muslos habían desaparecido, y unos policías intentaban interrogarme. No sabía que responderles, todo había sucedido tan rápido, en tan solo unos segundos. De la nada, estallé en llanto, viendo como subían el cierre de la bolsa negra donde se encontraba Alex. Me negaba a creer que eso estaba pasando.

Pasaron los días y ni siquiera fui capaz de asistir a su funeral. Me dolía el corazón de solo pensar en su nombre. Me sentía tan culpable. Estaba destrozada, al igual que Norman que, después de enterrarlo, desapareció del pueblo. Luego pasaron meses y el suplicio de recordarlo siguió presente. Un año después, Norman apareció en la puerta de nuestra casa, venía del cementerio, lugar que yo no me atrevía a pisar.

—No fue en vano... —susurró sin querer ingresar—. Alex no murió en vano, Ela, ya pasó la temporada de tormentas y nadie murió, ni aquí ni en los pueblos vecinos —mencionó antes de volver a desaparecer.

Eso no disminuyó mi culpa, pero logró sacarme una pequeña sonrisa. Alex lo había conseguido.

Un pequeño aviso, si no les gustó el final de la historia, les recomiendo que no lean el epílogo, mucho menos si se encariñaron con Alex.

En fin, eso era todo.

Pokračovať v čítaní

You'll Also Like

421K 37.6K 62
GANADORA EN 2º LUGAR CON CATEGORÍA MÁS LEÍDA EN LOS DAN AWARDS Él, el chico del super. Ella, la chica de la Nutella. Una carta semanal, una carta por...
2K 216 11
El dibujo de la portada no es mio. faltas de ortografía Los pareja principal será Splendid y Fliqpy. Fliqpy es hermano de Flippy. Habrá otra parej...
15.2M 1.3M 37
TRILOGÍA DEMON #1 ¡A LA VENTA EN LIBRERÍAS! "El infierno está vacío. Todos los demonios están aquí." -William Shakespeare.
291K 24.5K 39
🌟FINALISTA EN LA LISTA CORTA "THE WATTYS 2021" Los nombres atribuyen identidad, otorgan poder, potestad que muchas veces define quienes somos, qué s...