Capítulo III: Las fotografías en la cabaña

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Salimos del cuarto con más dudas que respuestas

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Salimos del cuarto con más dudas que respuestas. Había intentado que las palabras de los profesores no se infiltraran en mi mente y había fallado de manera vergonzosa. No podía parar de repetir cada una de ellas en voz baja. Para mi suerte, Alex y Dora no me juzgaban por eso y, si lo hacían, lo disimulaban muy bien.

En el camino al patio, lugar donde se celebraban todos los actos, nos escondimos de varios profesores que vigilaban los pasillos. Sin embargo, todo nuestro esfuerzo fue en vano. Cuando llegamos a las puertas que daban con el lugar de la conmemoración, el director justo estaba saliendo. Y ninguno de los tres reaccionó a tiempo para esconderse.

—Jennings, Mayer y Suárez, a ustedes los estábamos buscando —dijo el hombre con rostro serio.

Me mordí el labio con fuerza, frustrada, y mis acompañantes se removieron en sus lugares, incómodos. Ninguno de los tres estaba acostumbrado a meterse en problemas, mucho menos a que el director fuera quien nos descubriera.

—Jennings, me gustaría que habláramos en mi despacho —anunció antes de comenzar a caminar.

Alex me dedicó una mirada de apoyo y Dora me dio un suave empujón para que avanzara. Suspiré y caminé unos pasos por detrás del director. El hombre no era conocido por su paciencia, aunque quería creer que no me regañaría dadas las circunstancias.

Llegamos a su oficina, abrió la puerta y me dejó pasar primero. El lugar contaba con pocos muebles, las paredes estaban pintadas de un gris aburrido y la decoración era pobre, deprimente. Me senté en el asiento que el hombre me indicó y esperé a que hablara. Él se acomodó su encanecido cabello castaño y sus ojos se posaron en mi rostro inexpresivo.

—Sé que su situación es difícil, su historia familiar es complicada...

Abrí mi boca para protestar, no obstante, el hombre se apresuró en seguir, sin darle importancia a mis gestos. Bufé.

—Sé que su madre murió cuando su hermana y usted eran tan solo unas bebés, que nunca conocieron a sus abuelos, mucho menos a su padre, ni al de sus primas, pero eso no significa que ustedes... perdón, que usted deba saltearse las normas de la escuela, tampoco debe incitar a otros alumnos a que lo hagan, Jennings.

»No quiero ser estricto con usted luego de lo sucedido, sin embargo, tampoco le voy a permitir que crea que tiene algún derecho especial que le permite saltearse las reglas...

A partir de ese punto, dejé de escucharlo. Ada siempre había tenido razón, el director era un idiota. Yo misma había visto como permitía que su hijo y sus amigos se saltearan las clases. Y ahora me venía a criticar por no querer asistir al patético acto que había organizado para no parecer un insensible ante los ojos del resto de los padres.

Él ni siquiera era capaz de disfrazar su tono de voz despectivo. No le importaba que Ada estuviera muerta. Lo único que quería al mandarme a la dirección era mostrarse como alguien firme, que no iba a permitir que la pobre niñita que había perdido a su hermana ahora también perdiera su camino.

Noche de tormenta (completa)Where stories live. Discover now