Noche de tormenta (completa)

Από yosoyunodos

159K 13.9K 2.1K

Ela soñó que un extraño de ojos verdes asesinaba a su hermana gemela y, al despertar, descubrió que no había... Περισσότερα

Advertencias + Mapa de la ciudad
Prólogo: La cabaña en el bosque
Capítulo I: El asesinato
Capítulo II: La nueva vida sin Ada
Capítulo III: Las fotografías en la cabaña
Capítulo IV: La ropa de la cabaña
Capítulo V: Los archivos del pueblo
Capítulo VI: No paso solo en Lontford
Capítulo VII: El patrón de las muertes
Capítulo IX: ¿Noche de miedo?
Capítulo X: Más cerca
Capítulo XI: Desaparecido
Capítulo XII: Conversaciones clandestinas
Capítulo XIII: El estudio de Norman
Capítulo XIV: La verdad de los demonios
Capítulo XV: Diario olvidado
Capítulo XVI: Cómo vencerlo
Capítulo XVII: La verdad sobre Caleb
Capítulo XVIII: Confrontaciones
Capítulo XIX: La historia de Ludo
Capítulo XX: La utilidad de los cuerpos
Capítulo XXI: La desaparición de Pandora
Capítulo XXII: Muertos
Capítulo XXIII: Plazo final
Epílogo: Las próximas en la lista
Extra
Extra 2: Dejarlo ir, dejarlos ir
Segundo libro
Extra 3: Familia

Capítulo VIII: Precauciones absurdas

3.6K 448 69
Από yosoyunodos

—¡No digas eso! —exclamó Alex.

—¡Tú fuiste el primero en decirlo! —replicó Dora.

Y volvían a comenzar. Me masajeé las sienes con las puntas de los dedos. La cabeza me dolía como nunca antes y sus chillidos no ayudaban en nada.

—¡Ya cállense los dos! —estallé.

Primero me enteraba de que en un mes y medio iba a morir y después los dos idiotas comenzaban a discutir al respecto. Mi noche no podía empeorar.

—Lo siento, Ela, creo que el sueño ya comienza a afectarme —se disculpó Alex.

Dora puso los ojos en blanco y susurró algo que no llegué a escuchar.

—No importa, solo... —Me mordí el labio. Ya no sabía qué era lo que les quería decir—, ayúdenme a guardar las cosas, me quiero ir a casa —casi les rogué.

Ellos, en completo silencio, se levantaron de sus lugares y comenzaron a recoger cada uno de los diarios y archivos que habíamos utilizado. Yo guardé los que eran más recientes; Dora los que Alex había buscado a último momento y lo de los años que estaban entre las crónicas y los periódicos que tenía en mi mano; y Alex se llevó las hojas sueltas directo a sus cajones.

—No olviden que tienen que dejar todo acomodado por fecha, no queremos que mis padres se enteren de que estuvimos aquí —aconsejó Pandora.

Y así lo hicimos. Cada diario regresó a su lugar exacto. Al terminar, buscamos las lapiceras y hojas que utilizamos para anotar, acomodamos las sillas, apagamos las luces y salimos del sótano. Una vez arriba, los tres nos detuvimos frente a las computadoras, sin saber qué hacer.

—Guárdense sus anotaciones, yo voy a regresar todo esto a su lugar —dijo la castaña, con los papeles vacíos y las biromes elevados para que los viéramos.

Doblé en cuatro la hoja con mis apuntes y la dejé, junto con la nota de la muerte de Ada, en el bolsillo trasero de mis jeans negros. Alex hizo lo mismo.

—Creo que podríamos averiguar, solo por las dudas, diferentes formas de espantar a un demonio —sugirió el chico.

La idea no me convencía. Después de todo, las muertes ocurrían desde hace más de un siglo, así que, cualquier cosa que los habitantes de Lontford probablemente habían intentado, no había servido. Sin embargo, no se lo mencioné a Alex. Lo conocía demasiado bien como para saber que él no se iba a quedar tranquilo hasta que supiera que yo estaría a salvo. Él necesitaba la certeza de que había hecho todo lo posible para protegerme.

—No creo que perder más horas de sueño nos afecte mucho, total, ya son las... —Miré la pantalla de mi celular— ...dos y media de la mañana.

Había calculado muy mal el tiempo que habíamos pasado mientras leíamos.

—Es muy tarde.

—Ya lo sé, Alex, es lo que acabo de decir —mascullé. Odiaba que repitieran las cosas.

—No quería decir eso, me refería a que es muy tarde para regresar como si nada a casa. Mi padre a esta hora se levanta y se queda despierto por lo menos una hora, siempre —me explicó, a lo que yo no le encontré sentido.

—¿Por qué?

—¿Quién sabe? Cada vez que le pregunto, me dice que no es mi asunto y no me vuelve a hablar por horas —suspiró—. No le digas esto a Dora, pero tiene razón, mi papá y yo somos un poco raros.

—Todo el mundo es raro en su medida —repetí la frase que Ada me había dicho cientos de veces cuando en la escuela se burlaban de mí por mi forma de vestir.

—¡Esa es la frase de Ada! —reveló Dora, detrás de mí— ¿Y ahora qué?, ¿ya nos podemos ir a dormir? —inquirió ansiosa y me abrazó por arriba de los hombros.

—No, primero vamos a buscar alguna manera de mantener al demonio alejado de Ela.

—En eso sí vamos a estar toda la vida, internet tiene demasiadas páginas que hablan sobre demonios y cómo ahuyentarlos —se quejó.

Y yo coincidía totalmente. No había forma de que termináramos rápido con eso.

—Algo tenemos que buscar, no podemos permitir que Ela quede sin protección, por muy absurdo que suene. —Alex volvía a estar irritable.

Frené a Dora con un gesto de la mano antes de que pudiera siquiera pensar en una respuesta. No necesitábamos más discusiones.

—Bien, hagámoslo —se resignó la chica.

Los tres nos volvimos a sentar frente a las mismas computadoras de antes e iniciamos nuestra búsqueda. Al momento en que googleé «Cómo espantar demonios», saltaron cientos de opciones, algunas incluso eran tutoriales de cómo armar un pentagrama para retenerlos allí dentro. No sabía si reírme o espantarme por toda la información que tenía para leer. Solté un suspiro y comencé.

Había varias páginas que mencionaban los peligros de un demonio, los daños que causaban y cómo reconocer a una persona poseída, sin embargo, nada de eso me convencía.

Alex lo había dicho, yo lo había soñado: el demonio siempre tenía los mismos ojos verdes y eso provocaba que fuera improbable que estuviera utilizando el cuerpo de una sola persona por tanto tiempo. De ser así, sería fácil reconocerlo.

—Ok, esto ya es suficiente, ni mi cerebro ni mis ojos pueden continuar —declaré luego de una hora sin parar de leer.

Dora se giró en su asiento enseguida, sin que tuviera que pedírselo, en cambio, Alex permaneció leyendo.

—Yo en serio disfruto leer, Ela, pero en verdad no entiendo cómo él puede continuar —mencionó Dora con sus ojos café clavados en mi amigo.

—Así es Alex, una vez que se le mete algo en la cabeza, se dedica de lleno a eso. Y, en este caso, es encontrar una manera de protegerme —le revelé, también con la vista depositada sobre el susodicho.

—Intenso.

—Dedicado —la corregí enseguida.

No entendía qué era lo que Pandora tenía en contra de Alex, pero comenzaba a irritarme. Él había sido mi amigo de toda la vida, no iba a dejar que lo molestaran así como si nada. Después de Ada, Alex y mi tía era las personas más cercanas a mí. Y ahora que mi tía parecía ignorarme bajo cualquier término, Alex era lo único que me quedaba como familia, porque las gemelas no contaban. Mis primas eran aterradoras y siempre intentaban espantarme. Creo que, si fuera por ellas, yo ya estaría viviendo en la calle.

—Bien, ya creo que terminé —indicó Alex y le dio una última ojeada a la página que tenía abierta—. ¿Qué fue lo que encontraron?

A simple vista, parecía que no había escuchado nuestra conversación, no obstante, sus mejillas coloradas y que no fuera capaz de sostenernos la mirada indicaba todo lo contrario.

—No mucho, trampas para demonios, que no creo que nos sirvan, algo de tierra de tumbas o algo así, no sé, realmente era todo muy confuso —admití.

—Las mismas trampas de siempre, cruces, agua bendita, rezar, mencionar a dios, todo eso, como en las pelis —enumeró Dora, lanzándole una mirada aburrida.

—No es mucho, pero creo que tenemos lo básico. —Alex se acercó más a mí—. Cuando llegues a tu casa, o mañana, sí mejor mañana. Mañana vamos a ir a ayudarte, tenemos que poner sal en todas las ventanas y puertas, chimeneas, grietas, en todas partes por donde pueda entrar el demonio —propuso en primera instancia.

—Alex, te recuerdo que vivo con mi tía y mis primas, y que tenemos un gato que se va a devorar todo lo comestible que pongas a su alcance, la sal está incluida.

—No terminé —se quejó—. Eso es el primer paso, después vamos a ir a la iglesia a recolectar agua bendita para que siempre la lleves contigo, en caso de emergencias, también vamos a llevarle un par de cruces y ramas al cura para que las bendiga, así las colgamos sobre las puertas y ventanas, por último, encontré estos símbolos extraños que supuestamente impiden que los demonios entren a las habitaciones que los tienen pintados —dijo y señaló la pantalla de la computadora—. Ya me envié un mail con los dibujos. También vamos a pintarlos en tu cuarto y en las paredes de afuera de tu casa.

—Mi tía no nos va a dejar hacer eso —negué con obviedad.

Ya me estaba arrepintiendo de haber corregido a Dora. Alex sí estaba siendo muy intenso.

—Vamos a taparlos con algo, lo que sea... —Alex no pudo terminar la frase, un ruido en la entrada principal lo interrumpió.

Los tres nos observamos con pánico. De manera simultánea, nos giramos hacia las computadoras, cerramos las páginas abiertas y apagamos los monitores. Agradecí internamente que la iluminación fuera tan mala, porque eso nos servía para pasar desapercibidos al escondernos debajo de las mesas. Acomodamos las sillas en frente de nosotros, para aparentar que no estábamos ocultos allí y aguantamos la respiración, o por lo menos yo lo hice.

Los pasos de dos desconocidos se escucharon más cerca. Uno de ellos se paró justo en frente Alex. Yo estaba volteada en su dirección y podía ver como sus ojos se abrían con terror. Los desconocidos se alejaron un par de pasos y, de la nada, el teléfono de Dora comenzó a sonar. Los pies de los extraños regresaron con prisa hasta nuestro lugar y pronto se agacharon para ver abajo del mueble.

Solo eran los padres de Dora.

—Salgan de allí, ahora —dictaminó la madre con un tono que no dejaba lugar para réplicas.

Los tres obedecimos, una vez más, con la cabeza gacha. De reojo, pude apreciar como los rostros de los padres de Dora pasaron de alivio a furia en todo su esplendor.

—¡¿En qué se supone que estaban pensando?! —explotaron los dos—. ¡Primero la cabaña y ahora se escapan de madrugada a la biblioteca!

—Mamá...

—No, Pandora, no quiero escuchar tus excusas —la cortó su padre, luego se giró hacia Alex y hacia mí—. Y ustedes dos, tu padre y tu tía ya vienen en camino, y les advierto que no están felices.

El tono de voz del padre de Dora estaba cargado de veneno. Estaba claro que nosotros no le agradábamos, probablemente nos echaba la culpa del comportamiento errante de su única hija. Aunque en realidad lo dudaba, Dora nunca había sido una niña inocente. Ella había sido la que había logrado que Ada se convirtiera en la chica extrovertida y valiente que había sido.

—Estás castigada, espero que lo sepas —volvió a hablar el padre.

—¡Pero papá...!

—Sin peros, Pandora, creí que habíamos sido claros el otro día. No queremos que deambules en el pueblo a estas horas, no con el asesino de tu amiga suelto —profirió con su voz llena de veneno.

Por un momento, creí que él no sabía que su amiga era mi gemela. Aunque era improbable, compartíamos el mismo rostro, con la única diferencia de que Ada había heredado las pecas de nuestro ausente padre.

La puerta de la biblioteca se abrió una vez más y por ella ingresaron Norman y mi tía. Habían venido juntos. Y ambos se veían tan iracundos como los padres de Dora.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no puedes salir de noche? —arremetió el padre de Alex con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.

—¡Elma Jennings, te dije que no podías salir de casa! —gritó mi tía, al mismo tiempo que corría a abrazarme.

Las cejas se me dispararon hacia arriba, sorprendida por el gesto de mi tutora. Ludovica Beckett nunca había sido del tipo de persona que se lanzaba a por un abrazo, todo lo contrario, esos gestos llenos de cariño la repelían si venían de otra persona que no fueran sus tan amadas hijas. Luego de un par de segundos abrazándome, jaló con fuerza de mi cabello, lo que me arrancó un pequeño grito.

—¡Ay! ¡Eso es maltrato! —me quejé en voz alta, lo que provocó que me ganara otro tirón de cabello—. ¡Ya, entendí! —chillé.

Odiaba que mi tía no tuviera pudor.

—Al auto de Norman, ahora —ordenó al alejarse de mí.

Saludé a Dora y a sus padres de malagana y con un tono de voz bajo, luego me encaminé hacia la puerta donde ya me esperaba Alex. Mi tía y su padre se quedaron hablando con los padres de Dora.

—Creo que nos metimos en más problemas en estos dos días que en todo el año pasado —comentó Alex de camino al auto.

Ambos nos subimos en la parte trasera y esperamos a los adultos.

—Pero eso no quita que mañana voy a ir a tu casa para poder armar todos los repelentes de demonios que podamos —notificó al mismo tiempo que abrochaba su cinturón.

—Bien, porque los voy a necesitar, algo me dice que voy a pasar unos cuantos días encerrada allí —me lamenté con los ojos sobre mi tía que se acercaba al auto.

Cualquier gramo de preocupación ya había desaparecido de su rostro, ahora solo quedaba una inmensa furia que iba a descargar a gritos en la casa, donde no tendría oportunidad de salvarme con ayuda de mis amigos.

Συνέχεια Ανάγνωσης

Θα σας αρέσει επίσης

1.2K 152 13
Ella entraba como la medianoche al castillo solo para robar libros. Él solo quería librar se del fantasma que deambulaba por el castillo. Pero, par...
8.4K 1.4K 34
Cristian está listo. Tiene la propuesta de matrimonio perfecta para la novia perfecta: Eli, su mejor amiga de la infancia. Pero... inesperadamente, c...
421K 37.6K 62
GANADORA EN 2º LUGAR CON CATEGORÍA MÁS LEÍDA EN LOS DAN AWARDS Él, el chico del super. Ella, la chica de la Nutella. Una carta semanal, una carta por...
15.2M 1.3M 37
TRILOGÍA DEMON #1 ¡A LA VENTA EN LIBRERÍAS! "El infierno está vacío. Todos los demonios están aquí." -William Shakespeare.