Between the Devil and the Dee...

By MoskaYPaula

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AVISO: SEXO EXPLÍCITO, VIOLENCIA. +18. Español (España). Canon divergence desde la destitución de Brown. AU d... More

Capítulo 1 - Resistance
Capítulo 2 - Saturn
Capítulo 3 - I'll Still Fall
Capítulo 4 - Moondust
Capítulo 6 - Eternal Love Story
Capítulo 7 - Bonfires
Capítulo 8 - Everything I wanted
Capítulo 9 - End Transmission
Capítulo 10 - Anything
Capítulo 11 - Beautiful Crime
Capítulo 12 - Bury a friend
Capítulo 13 - Alone made of ice
Capítulo 14 - Chasing Ghosts
Capítulo 15 - The Garden
Capítulo 16 - Someone to stay
Capítulo 17 - I'll be good
Capítulo 18 - Back to you

Capítulo 5 - Falling Down

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By MoskaYPaula

Tres patrullas custodian la entrada del banco. Dentro, cuatro atracadores intentan negociar las condiciones de su huida. Tienen a ocho rehenes y uno de ellos ya está herido. Después de tantos atentados, esto casi les supone un día tranquilo.

Conway encabeza la negociación pero el cabecilla del grupo se lo está poniendo difícil. No parece tener ninguna prisa por salir de allí. Más bien parece estar disfrutando del tira y afloja que el CNP le está ofreciendo.

Volkov le mira desde el otro extremo de la entrada negando con la cabeza. Con un rehén herido y unos atracadores que buscan cualquier excusa para disparar, lo mejor es acabar con esto cuanto antes. La mirada del comisario le reafirma lo que ya estaba considerando. Tienen que cortar negociaciones e intervenir.

Con un gesto, Conway le pide al Inspector Dan que se acerque. Y le comunica al oído que van a entrar. Dan y Fred estarán a cargo de rodear el edificio para entrar por detrás mientras que el Comisario y él se abrirán camino por la puerta principal.

Horacio retoma su posición junto a Gustabo y, unos segundos más tarde, ambos desaparecen del campo de visión.

Mientras rodean el edificio, se aseguran de que sus chalecos están bien ajustados y desenfundan sus armas cuando encuentran la puerta de atrás.

Por radio, Volkov les da la señal mientras Conway trata de captar su atención para que Fred y Dan les puedan pillar por sorpresa.

Con la autorización del comisario, Gustabo revienta la cerradura de una patada y Horacio entra primero.

"Estamos dentro" susurra Horacio por radio tras comprobar que la primera sala está vacía.

"Bien" le responde la voz de Volkov. "Avancen con cuidado. Hemos perdido visual de uno de ellos"

Horacio camina por uno de los pasillos hacia la entrada, seguido de Gustabo, que gira sobre sí mismo cada ciertos metros, asegurándose de que nadie les sorprende por la espalda. Las luces son bastante tenues y especialmente en esta zona del banco. Ya era prácticamente la hora de cerrar. Seguramente, han aprovechado que no hubiese muchos clientes para proceder con más calma, y pese a ello, se las habían apañado para dejar heridos.

Las voces de los atracadores se escuchan como un eco a través de los pasillos, señal de que se están acercando, pero de que todavía tienen tiempo para prepararse. Sin embargo, a escasos metros de Horacio, un hombre que viste como el resto de los atracadores que habían podido observar desde el exterior, aparece por la puerta del baño para empleados. Debe ser del que habían perdido visual unos minutos antes.

"¡Manos arriba!" dice Horacio encañonando al sujeto. Gustabo hace lo mismo, pero el susto inicial empuja al atracador a sacar su arma con torpeza y disparar sin pensar. La bala impacta de lleno en el hombro de Horacio y hace que su cuerpo se resienta en favor de ese lado, pero aun así, Horacio consigue utilizar la mano contraria para devolver el tiro, pero-- pero no dispara. La bala se ha atascado de nuevo.

Dándose cuenta al instante de lo que sucede, Gustabo dispara una vez al atracador en la pierna, con intención de reducirlo antes de que aparezcan más, guiados por el alboroto. El atracador recibe el disparo, pero no está dispuesto a caer todavía. Vuelve a levantar el arma, y Horacio está demasiado cerca, demasiado expuesto, así que actúa de la única manera que se le ocurre. Se lanza contra él en combate cuerpo a cuerpo para intentar que pierda el arma, porque la otra opción es coserlo a tiros pero Horacio cree que no será necesario.

Gustabo no parece opinar lo mismo y, en medio del caos, intenta apuntar al atracador. Pero éste, comprendiendo sus intenciones, procura ponerse lo más detrás de Horacio posible, para imposibilitar un disparo claro y limpio contra él.

Al mismo tiempo, escucha al CNP entrar con todo por la puerta principal, lo que les quita un peso de encima. El resto de atracadores no vendrán en su ayuda. Así que finalmente, decide correr y embestir el amasijo de extremidades que forman Horacio y el atracador, en un forcejeo a tres bandas.

Sus armas caen al suelo, tanto la de Gustabo como la de Horacio, mientras intentan librarse del subfusil que carga el criminal.

A lo lejos, se escucha un disparo y la voz de Conway en la radio.

"Uno abatido"

Otro disparo.

"Otro abatido"

Y por último la voz de Volkov. "Uno más abatido"

Escuchan unos pasos aproximarse mientras continúan el forcejeo, pero sabiendo que eran cuatro atracadores y que tres de ellos ya han sido abatidos, no tienen razones para estar alerta.

Confirmando su razonamiento, Conway aparece en su visión periférica y aparta a Horacio del forcejeo cuando se percata de que está sangrando.

El atracador, aunque está en clara desventaja, todavía estira el brazo e intenta alcanzar alguna de las armas tiradas en el suelo para hacer el máximo daño posible antes de que lo consigan reducir por completo.

Conway le pisa el brazo para evitarlo, pensando que ya ha acabado, que ya solo queda esposarlo. Pero entonces Gustabo le propina al sujeto el primer puñetazo, seguido de otro, y de otro, y de otro más.

Gustabo golpea al atracador hasta que la sangre traspasa el pasamontañas que éste lleva puesto y se le impregna a los nudillos. Conway deja entonces su posición, apartando las armas con el pie, y le agarra como puede, rodeando su cuello con el brazo intentando apartarle, pero Gustabo ejerce toda la fuerza posible para continuar golpeando al hombre, que a estas alturas despierta la compasión del mismísimo Superintendente.

Todo ocurre tan rápido que no es capaz de procesar cuándo ha empezado la paliza y cuando ha conseguido arrastrar a Gustabo, con el brazo alrededor de su cuello cortándole la respiración, lejos del pobre delincuente que yace en el suelo inconsciente.

Gustabo intenta soltarse entre gruñidos hasta que, finalmente, Conway lo libera. El Inspector mira a su alrededor, al hombre, a Horacio, a Conway. Nervioso, confuso, como un animal acorralado que sólo busca una salida.

"No sé qué me ha pasado, no sé-- no he sido yo, no sé por qué he hecho eso-- necesito aire" balbucea.

Volkov aparece por el mismo lugar que lo ha hecho Conway hace escasos segundos. Contempla la escena ante él.

"¿Se puede saber qué coño ha pasado?" dice, mientras su mirada pasa de Gustabo al atracador inconsciente y finalmente se posa sobre el cuerpo de Horacio, cuya espalda está apoyada contra la pared y cuya mano manchada de sangre presiona contra su hombro. "¿Qué le ha pasado?" dice el comisario con un tono más elevado. "¿Le han disparado?"

Horacio presiona su mano más fuerte contra su hombro para frenar la hemorragia. "Sólo es el hombro, no se preocupe" responde, intentando levantarse con dificultad, deslizándose hacia arriba con el apoyo de la pared.

Volkov acorta la distancia en un par de zancadas y le rodea con un brazo para ayudarle a levantarse.

"Solo el hombro..." musita, y elevando el tono para hablar por radio añade. "Necesito un EMS aquí ya"

Gustabo recoge un arma del suelo y se la guarda en su cinturón, evitando mirar a Conway, y anda rápido hacia la puerta trasera por la que entraron, en busca de una bocanada de aire fresco. Todo le da vueltas y no entiende qué ha pasado.

"Volkov" le llama Conway. "Ahora vuelvo. Encárgate tú de esto."

El comisario asiente y Conway sigue con determinación los pasos de Gustabo. Cuando sale al exterior, lo ve de pie con la espalda descansando contra la fachada.

"¿Qué cojones ha pasado ahí dentro?" dice posicionándose justo delante de él. Le sangra un poco la nariz, Conway deduce que es producto del forcejeo.

"¡Nada! ¡No lo sé! ¡No-- No lo sé! ¡No sé qué me ha pasado, ha sido rarísimo, como ver algo desde dentro de ti pero sin ser tú quien se mueve! Todo estaba borroso, no oía bien, me ha dado como-- como un chute de adrenalina y no podía parar--" las palabras abandonan sus labios, rápidas y aturulladas; y retira la sangre de la nariz con la mano, limpiándose en el pantalón. La reacción parece lo suficientemente real como para que Conway le crea. No hay sarcasmo, ironía o broma en su tono, solo sorpresa y confusión genuina.

Ya ha visto esto antes y si es lo que cree, tiene nombre: enajenación mental.

Gustabo deja vagar la mirada por el parking del banco. "Oía como una música de circo..."

'Eso es nuevo' piensa Conway. 'No encaja'. Se parece más a...

"Gustabo, espabila" masculla el Superintendente, pero se arrepiente al instante. Gustabo no se encuentra en el estado mental correcto para responder a ese tono como siempre lo hace.

Puede ver cómo se le hincha el pecho cada vez que intenta respirar y no puede hacerlo, así que Conway coloca las manos sobre sus hombros y suaviza el tono, pero sigue siendo firme. "Tranquilo" dice y le busca con la mirada para que sus ojos se encuentren. Si es lo que cree que es, sabe que necesita concentrarse en un punto, que eso le hará calmarse y recuperar el control. A él le solía funcionar cuando volvía Jack. "Ya está. Tranquilo. No pasa nada."

Los ojos de Gustabo encuentran los suyos y comienza a respirar al mismo ritmo que Conway le impone, subconscientemente, en silencio. No puede sentir el calor de las manos sobre sus hombros por culpa del chaleco, pero los penetrantes ojos oscuros del Superintendente le mantienen fijado contra la pared. Y mientras empieza a conseguir calmar el ataque de ansiedad, sus ojos le traicionan y se permiten un vistazo a sus labios. Muy breve, casi imperceptible.

"¿Mejor?" pregunta el Superintendente, con un hilo de voz. No puede evitar fijarse en la manera en que su pecho sube y baja a medida que trata de estabilizar su respiración y Conway siente el impulso de deslizar su mano hasta su brazo o hasta su nuca o... hasta cualquier otro punto en el que pueda entrar en contacto con él en vez de hacerlo a través del chaleco. Pero se contiene. Conway siempre se contiene.

"Sí... espero que encima no me denuncie ese tío por brutalidad policial, ya lo que me faltaba" responde con su habitual tono sarcástico, pero sin aliento, distraído.

Al otro lado del edificio, hay una hilera de patrullas aparcados, pero aquí detrás están solos.

Gustabo se sorprende a sí mismo inclinándose hacia él, levantando ligeramente la barbilla, y acortando la distancia entre ellos con una expresión indescifrable para Conway tras el pasamontañas.

Pero el Superintendente, en sus ojos, que no confrontan los suyos, cree que puede ver... anhelo.

"Bien" dice en un susurro, decidiendo ignorar el comentario jocoso, y una de sus manos desciende hasta su bíceps, esta vez, sí, sintiendo el calor de su piel bajo la palma de su mano a través de la tela. "Me alegro" añade dejando que su pulgar acaricie brevemente. "Hay que volver al trabajo, tienes que... procesar a esos anormales"

Pero ninguno se mueve. Se sostienen la mirada, y es más que evidente que está pasando algo. Y es más que evidente que Conway quiere saber más sobre esto que está pasando.

Ninguno de ellos ha dicho nada sobre lo que ocurrió aquel día. Fue impulsivo e incómodo, y Conway no estaba seguro de que significase nada. Y si Gustabo prefería fingir que no había pasado, Conway podía amoldarse a eso, pero-- pero esto... esta tensión indicaba todo lo contrario.

La voz de Volkov se escucha a través de la radio y les saca de su pequeña burbuja. "¿Conway?"

El Superintendente reacciona apartándose con rapidez, rompiendo el contacto de inmediato, y carraspea antes de hablar.

"Dime, Volkov"

"Han atendido al Inspector Dan. Está todo bien. Solo queda procesar a los detenidos"

"Voy para allá" dice, y entonces se dirige a Gustabo, pero lo hace sin mirarle directamente a los ojos. "Vamos" y con eso, comienza a andar.

Gustabo traga saliva pero le sigue sin decir nada, caminando tras él a una distancia prudencial. Y Conway escucha sus pasos, rápidos, y siente la distancia entre sus cuerpos como un abismo.

Está empezando a sentir el deseo irrefrenable de saltar.


***


Volkov no celebra su cumpleaños.

Es un hecho tan objetivo como que el sol sale por las mañanas y se esconde por las noches. Algo tan incuestionable como que el vodka lo bebe solo y el café tan negro como el cielo en una noche sin luna.

Volkov no celebra su cumpleaños desde los quince años, cuando una sucesión de eventos desafortunados - siendo muy generosos con la elección de palabras - acabó con toda su familia.

En los años posteriores, una vez dejó atrás su Rusia natal, Volkov ha hecho todo lo que estaba en su mano para que la gente de su entorno ni siquiera conociera la fecha en que nació. Conway la conoce, pero Conway es lo más parecido a familia que ha tenido en todos estos años. Ivanov la conocía, pero ahora está enterrado a dos metros bajo tierra.

La cuestión es que Volkov no celebra su cumpleaños y es por eso que cuando Conway se entera de lo que Sloane se trae entre manos, no duda en decirle: 'Volkov no celebra su cumpleaños'. Pero Sloane le quita peso a las palabras del Superintendente y sigue adelante con su plan igualmente. Y es por esa razón por la que Volkov ha llegado a deducir que hoy, 13 de agosto, le esperaba una fiesta de cumpleaños sorpresa.

Los agentes más cercanos habían sido invitados y todos habían solicitado los cambios de turno necesarios para poder asistir. Conway se había asegurado de que, sutilmente, las fichas en las que figuraban esas solicitudes de cambio pasasen por la mesa del comisario. Porque habiendo sido incapaz de convencer a Sloane de echarse atrás, Conway había ido dejándole pistas que hicieran que el comisario uniese los puntos y tuviese la oportunidad de tomar una decisión.

Volkov no celebra su cumpleaños y es por eso que ahora está en un coche haciendo una vigilancia con Horacio, que ocupa el asiento de copiloto. Eran los únicos dos agentes de alto rango y con conocimiento sobre el caso de los atentados que estaban disponibles aquella noche.

Para ser justos, Volkov no estaba disponible. Sloane le había pedido que fuera a su casa tras acabar el turno bajo un falso pretexto y Volkov había aceptado antes de saber la razón. Pero tras haber conocido sus intenciones y queriendo evitar la confrontación - especialmente por el hecho de que Sloane hubiese utilizado sus privilegios como EMS para obtener la información sobre su cumpleaños - Volkov había decidido no acudir a la cita y, en su lugar, doblar su turno ese día.

Horacio se encuentra relajado contra el respaldo. Las luces internas del coche están apagadas y, evidentemente, poner la radio no es una opción. El silencio invade el interior del coche.

El coche se encuentra en un polígono industrial que figuraba en los registros que Conway y Gustabo encontraron en la casa de aquel pirado. Habían averiguado que se trataba de la mafia de los Dvali, de origen georgiano. Desconocían el nombre del líder, pero Volkov había reconocido al tipo grande en la foto que Gustabo les había proporcionado: Viktor Marchenko.

Un hombre bastante grande, de mediana edad, con un ojo de cristal y un brazo amputado sustituido por una prótesis. De origen ucraniano, había formado parte de varias mafias rusas durante muchos años. Aunque apenas se conoce su pasado, se sabe que es un mercenario actualmente, aunque en el pasado tuviese alguna causa política detrás de sus acciones criminales.

Volkov había oído hablar de él durante su estancia en el ejército, pero nunca se habría imaginado que acabaría teniendo que enfrentarse a él. En la foto parecía medir más de 2 metros, y Volkov no es bajito, pero según sus cálculos, Marchenko debe sacarle como 2-3 cabezas a Horacio.

"Parece que está la cosa tranquila" dice Volkov en un fútil intento de ocupar el silencio.

Horacio suspira. "Ya... pero según los itinerarios de los papeles hoy tienen que venir. ¿Qué se supone que tenemos que hacer?¿Detenerles?¿Usted y yo solos? Nos van a reventar, nos van a coser a tiros..." dice mientras se frota la cara con las manos. Aún no se ha puesto el pasamontañas en lo que va de noche, pero Volkov deduce que debe tenerlo en el bolsillo.

"Conway me ha dicho que podemos pedir refuerzos, pero la vigilancia la tenemos que hacer solos para mantener un perfil bajo. Si alguno sospecha que la localización se ha filtrado, no vendrán"

Horacio asiente un par de veces comprensivamente, y luego mueve la cabeza en círculos intentando que deje de dolerle el cuello. Llevan una hora ahí sentados en relativo silencio, pendientes de la puerta del hangar y sus alrededores, pero los únicos vehículos que han pasado por la zona son los que cruzan la autopista.

"¿Cómo está su hombro?" pregunta Volkov después de unos segundos.

Horacio suspira, cansado. "Bien, no era nada, me curo rápido y me sacaron la bala enseguida"

Y esa pregunta le lleva inevitablemente a...

"Habrá cambiado la pistola, ¿no?" su tono suena más autoritario cuando lo pregunta.

Horacio resopla. "Sí, por fín la he cambiado, sí" dice asintiendo, mientras mira al frente. "A la tercera va la vencida, dicen... Aunque es raro porque el tío de la armería me dijo que no le pasaba nada..."

Volkov, que tenía la boca entreabierta con una réplica preparada por si no lo había hecho, la cierra. La primera vez que le falló, la bala solo le rozó y Volkov reaccionó muy rápido. Pero la segunda vez, en el banco, la bala impactó contra su hombro por completo y de no haber estado Gustabo allí... Volkov intenta no pensar en ello. Por lo visto, el enfado que mostró en aquel momento por no haberle hecho caso fue suficiente para que Horacio se diese cuenta de lo importante que era que cambiase el arma ese mismo día.

"Aunque aparentemente no le pase nada, no le quiero paseando por ahí con un arma que ya le ha fallado antes"

Horacio le mira y le dedica una pequeña sonrisa. "No se preocupe, la cambié, no volverá a pasar, ¿vale?"

Volkov asiente y mira al frente. Cuando Horacio sonríe de esa manera - tímido, comedido, inocente -, Volkov siente una necesidad imperiosa de protegerlo. Y, aunque supone que tiene algo que ver con la fragilidad que transmite esa sonrisa, a Volkov le aterra la manera en que Horacio, a menudo, despierta su instinto protector. Por supuesto, no es más que un sentimiento irracional. Horacio no necesita protección de nadie. Lo ha demostrado en muchas ocasiones.

"¡No aguanto más...! No quería preguntar pero es que estoy muy confuso ahora mismo" dice Horacio de repente. "¿Hoy no es su cumpleaños? A lo mejor la estoy cagando pero-- yo creía que iban a hacerle una fiesta sorpresa y está aquí en medio de la nada, ¿nadie le ha avisado a tiempo?"

Volkov coloca las manos sobre el volante y continúa mirando el lugar que deben estar vigilando.

"¿Usted también sabía lo de la fiesta?" dice, y se gira para mirarle con un gesto de confusión. "No le vi solicitando el cambio de turno. ¿No le invitaron?"

Horacio se hunde un poco más en el asiento discretamente y mira por la ventana. "Sí que me invitaron pero... no pensaba ir. Es que era un poco raro. Un poco incómodo. Cambié el turno con Greco, él sí quería ir y eso."

Volkov tiene que confesar que, aunque no le guste celebrarlo, se siente algo dolido porque Horacio hubiese decidido no ir. No quiere una fiesta, no quiere una tarta, no quiere a una docena de personas cantándole, pero si hubiera tenido que lidiar con todas esas cosas, al menos hubiese querido que Horacio hubiese estado allí.

"Bueno, pues mire... Al final ni va usted ni voy yo" dice Volkov con tono ligero, bromeando.

Horacio le mira desde su posición agazapada, que a ojos de Volkov, y teniendo en cuenta el tamaño de Horacio, no puede ser cómoda. "Anda que no ir a su propia fiesta de cumpleaños, ya le vale, ¿eh? También le digo" responde riéndose. "Si llego a saber que íbamos a acabar aquí le hubiese traído un cupcake o algo."

Volkov deja asomar una sonrisa. "No era necesario, pero se lo agradezco"

Tras unos segundos, Horacio añade murmurando: "Creo... que su novia había invitado a toda la comisaría. Y parte del hospital".

Volkov resopla. "No, si al final le tendré que agradecer a la mafia esta de haberme librado."

Horacio se atraganta con su propia saliva. "¿Van... Van mal las cosas?"

Los dedos de Volkov juguetean con el volante. ¿Cómo se supone que tiene que responder a esa pregunta?

"Eh-- bueno" dice dejando caer las manos sobre su regazo. "No sabría... Creo-- Creo que va demasiado rápido" termina admitiendo. "Ni siquiera le dije que era mi cumpleaños y-- y fíjese lo que ha montado."

Horacio vuelve a mirar por la ventana. Ningún coche a la vista. "Demasiado rápido... sí, creo que soy experto en eso" responde sin malicia, casi para sí mismo, pero cuando Volkov se gira discretamente para observar su perfil, sus ojos tienen un cáliz triste.

Tiene que admitir que las palabras le han atravesado como un puñal, más que por su contenido por la manera en la que las ha pronunciado. Y verle así... decaído, apagado otra vez, le parte el corazón. Piensa que si pudiese volver atrás... rebobinar hasta ese momento y-- y hacer las cosas de diferente manera... Pero no. Aquel no había sido su momento, aunque ahora piense diferente.

En aquel momento, la muerte de Ivanov estaba demasiado reciente y Volkov se negaba a pasar por lo mismo una vez más. Entre Ivanov y él nunca había pasado nada, pero Volkov se había permitido encariñarse más de la cuenta. Algunos dirían que se había enamorado. Era algo platónico, Ivanov nunca le habría correspondido y Volkov no necesitaba que lo hiciera, pero tampoco se había atrevido nunca a decírselo. Había tenido suficiente con apreciarlo desde la distancia y con que formase parte de su vida. De una manera u otra.

Pero cuando ocurrió aquello, cuando mataron a Ivanov, Volkov sintió que había perdido una parte de sí mismo. Y en aquel momento - cuando Horacio pronunció aquellas palabras y Volkov sintió que le daba un vuelco el corazón - se dio cuenta de que estaba ocurriendo de nuevo. De que estaba volviendo a pasar y de que no podía permitirlo.

Pero ahora-- Ahora mira a Horacio y ve las cosas distintas. Nunca tuvo el valor con Ivanov y le perdió de todas maneras. A lo mejor está destinado a perderle a él también, así que... ¿qué sentido tiene privarse? Por mucho que se haya alejado de él para tratar de acabar con cualquier rastro de aprecio que sintiese hacia él, no lo ha conseguido. Lo que siente no va a desaparecer.

De hecho, le mira ahora, en la oscuridad de la noche, parcialmente iluminado por las farolas de la calle, y juraría que nunca antes se ha sentido tan abrumado por nadie.

"Horacio" dice, y su voz es mucho más suave que antes.

Y ve cómo Horacio se tensa, de repente consciente de lo que ha dicho, cómo su mandíbula y su nuez se contraen cuando traga saliva justo después. "Perdón, no quería decir eso. Me ha salido sólo pero no quería decir eso. No--" Horacio se yergue, sentándose mejor en su asiento, incómodo pero sincero.

"Horacio" repite, y esta vez se inclina un poco hacia él para poder rodear su muñeca con los dedos y llamar su atención.

La cabeza de Horacio se gira al instante para mirar la mano de Volkov, pero niega fervientemente, intentando quitarle peso al asunto, porque ha vuelto a enrarecer el ambiente entre ellos sin querer. "De verdad que no quería decir eso, ha sonado mal--"

Pero Volkov ha dejado de escucharle hace un rato. Lleva la otra mano hasta su mejilla para obligarlo a mirarle y cierra el espacio que los separa. Y le besa. Tan despacio y con tanto cuidado que parece que esté hecho de cristal.

Y Horacio cierra los ojos involuntariamente, exhalando todo el aire que tenía en los pulmones.

Es un beso casto, apenas un pico que está durando demasiado. Horacio parece paralizado por la impresión y Volkov siente el corazón en la garganta, incapaz de profundizar el beso sin algún tipo de respuesta por parte del otro. Hasta que el sonido de motores en la distancia hace que Horacio se aparte bruscamente. "¡Coches!" grita, señalando hacia el edificio.

Volkov se gira a tiempo de ver entrar en el recinto a dos camiones, seguidos de un par de coches más.

Parpadea un par de veces, como intentando redirigir sus pensamientos. Necesita ignorar el cosquilleo que siente en los labios y cómo Horacio no ha respondido al beso. No se ha apartado, pero tampoco ha ido más allá. Y necesita centrarse en el operativo.

"Deben ser ellos" dice, y consigue que su tono suene completamente normal. Si hay algo que Volkov sabe hacer es compartimentalizar.

Enciende el pinganillo que lleva en la oreja y se dirige a Horacio. "Voy a pedir refuerzos. No tenemos visual de cuántos son."

Horacio asiente nervioso, y se coloca el pasamontañas para después desenfundar la pistola por si acaso.

El Comisario se pone en contacto con la comisaría y uno de los agentes que está de guardia durante el turno de noche se encarga de enviar efectivos.

Esperan en el coche sin despegar la vista de la entrada y en completo silencio. Los minutos pasan y los refuerzos todavía no han llegado. El agente con el que ha hablado antes insiste en que están de camino, pero que están tardando porque su localización está bastante alejada de la ciudad. Deberían haberlos solicitado antes. Volkov está a punto de enzarzarse en una discusión con el agente cuando ve a Horacio por el rabillo del ojo. Su mirada se desplaza entre la entrada y su reloj, y no para de mover la pierna, impaciente.

Una de las luces del interior de la nave se apaga y Volkov corta la comunicación. El resto de luces siguen encendidas pero es el primer signo de movimiento que ha habido desde que han entrado.

Uno de los hombres abandona el edificio y sube a uno de los coches.

"¡Se nos va a escapar uno!" susurra Horacio.

Volkov mira al hombre y después a Horacio y entonces al hombre de nuevo. Ha subido al coche y ha encendido el motor. Un par de segundos más tarde, sale de allí y desaparece de su campo de visión. La distancia a la que están no les permite siquiera ver la matrícula, aunque supone que no sería de mucha utilidad. Probablemente sea robado.

Y entonces Horacio sale del coche. Volkov reacciona con rapidez, abre su puerta y también lo hace.

"Horacio" le llama, susurrando para no ser escuchado. "¿Qué está haciendo? ¿A dónde va?"

"¡Ya se ha ido uno, tenemos que pillar a los que quedan! ¡No llegarán a tiempo y la información no valdrá una mierda!" responde, "creo que son 3, podemos hacerlo".

Volkov pone en una balanza sus opciones. Horacio tiene razón, si no llegan los refuerzos ya, hay muchas probabilidades de que esto no haya valido para nada. Pero por otro lado, no tienen manera de saber cuánta gente les espera ahí dentro, y tampoco conocen las instalaciones. Están en desventaja.

El Comisario mira a Horacio, que se gira constantemente para comprobar la entrada. Volkov puede notar los músculos de sus brazos tensándose cuando refuerza el agarre de su arma.

Va a entrar. Con o sin él.

Volkov exhala un suspiro en rendición. "De acuerdo" dice, mientras camina en dirección a la puerta y ya en la entrada, Volkov se coloca las gafas que cubren el hueco que deja sus pasamontañas.

"Entro yo primero" dice en un susurro y Horacio asiente desde el otro lado de la puerta.

El Comisario entra con el arma empuñada y en alto, se gira con rapidez a izquierda y derecha para comprobar que no hay nadie. Han elegido entrar por una pequeña puerta situada en el lateral porque hacerlo por la puerta principal habría sido un suicidio. Horacio le sigue de cerca, cubriéndole las espaldas cuando el pasillo se bifurca y presenta varios caminos. Volkov no conoce la distribución del lugar, pero basándose en la posición desde que los observaban desde el coche y teniendo en cuenta el punto por el que habían entrado, deduce que el camino a seguir es el de la izquierda.

Unos segundos más tarde descubre que está en lo cierto. Una estancia enorme y de techos altísimos les aguarda cuando cruzan la última puerta. Es la nave principal. Hay dos hombres cargando cajas en uno de los camiones y otro está a unos metros hablando por teléfono.

"¡Policía!" anuncia Volkov cuando entra. "¡Manos en alto!"

Horacio permanece en silencio. Sabe que es mejor no hablar, podrían reconocer su voz si luego esos hombres resultan ser socios de su mafia.

Los tres hombres levantan la mirada al mismo tiempo y, de igual manera, los tres sacan sus armas.

Volkov tiene tiempo de disparar un par de veces antes de que los otros también lo hagan.

"¡Cúbrase!" dice mientras se agacha para buscar cobertura tras uno de los palés.

Horacio se mueve con rapidez hasta esconderse detrás de un pilar. No tiene buena visual desde ese punto, por lo que no consigue atinar ninguno de los disparos, pero es suficiente para impedirles disparar de vuelta tanto como querrían.

Volkov, tras recargar el arma, se asoma por encima del palé para disparar, pero cuando lo hace ve a los hombres salir corriendo en dirección al coche que queda.

"¡Están huyendo! ¡Deme fuego de cobertura!" le dice Horacio y no le da tiempo a responder porque ya ha salido de su escondite.

Volkov sigue disparando, pero los hombres ya han conseguido abrirse camino hasta el coche a tiros y se han subido en él.

El Inspector no cesa en su intento. Se expone por completo cuando trata de disparar a las ruedas mientras el coche acelera con tanta fuerza que las ruedas chirrían contra el pavimento.

Desde la posición de Volkov, parece una escena sacada de una película. Horacio continúa allí de pie - estoico, escultural, invencible - apuntando incluso cuando el coche ya está demasiado lejos como para alcanzarle y solo baja el arma cuando lo pierde de vista.

Volkov sale de su escondite por completo y camina hacia él. Ahora que ya se han ido, puede permitirse apreciarle en todo su esplendor. Horacio desprende una energía especial cuando participa en operativos así. Es ágil, preciso, arrollador. Volkov y él forman un equipo perfecto. La combinación perfecta de impulsividad y cautela. El comisario no puede evitar preguntarse si se compenetrarían igual de bien en otros aspectos de su vida.

Horacio guarda el arma y arrea una patada a un barril cercano. "¡Mierda, joder!" masculla arrancándose el pasamontañas y lanzándolo al suelo con rabia.

"Han abandonado los camiones" dice cuando le alcanza, y guarda el arma el también. "Tenemos la mercancía. Fíjese." Y señala con la cabeza el camión mientras se deshace también de su pasamontañas. "Estaban cargando las últimas cajas. Si no hubiéramos entrado se habrían marchado ellos y el material. Tomó una buena decisión. Buen trabajo"

Horacio se gira para mirarle, aún respirando agitadamente. Sus ojos se encuentran y, en un acto impulsivo, Horacio le empuja contra la pared con su propio cuerpo al tiempo que le agarra la cara con las manos para besarle desesperadamente. Su lengua se abre paso en la boca de Volkov, que no opone resistencia, y Horacio profundiza el beso, como si le necesitase para respirar, mientras una de sus manos viaja hacia la nuca de Volkov.

Y el Comisario le responde con todo. Le besa como había querido hacerlo antes, como no había podido hacerlo antes. Pero apenas le toca, sus brazos permanecen inmóviles a ambos lados de su cuerpo, demasiado abrumado por la enorme presencia de Horacio y disfrutando más de lo que esperaba de su dominancia.

Pero entonces, de manera repentina, Horacio se separa de él como si se quemase. "¡No,no,no! ¡¿Qué estoy haciendo?!" Y luego, replantea la pregunta cuando se da cuenta de lo que está pasando realmente: "¡¿Qué hace, qué coño hace?! ¡Que tiene novia, Volkov! ¡¿Qué- Qué cojones--?! ¡Tiene novia, joder!" la expresión de Horacio es de horror absoluto, como si Volkov acabase de caerse del pedestal en el que le tenía. "¡¿Por qué me ha besado antes?! ¡Esto está mal, esto está mal--!"

Volkov boquea un par de veces, todavía con la respiración acelerada y ruborizado. Completamente paralizado en el sitio.

"Horacio-- Yo..." y no cree ser capaz de formar una frase coherente. Sus ojos zizaguean por la estancia, tratando de recomponerse antes de volver a mirar a Horacio "No pude... Y pensaba que-- pensaba que usted... ya sabe, por-- por lo que me dijo..."

Horacio no sabe a dónde mirar por lo que vuelve a mirarle a los ojos y parece tan decepcionado que Volkov siente que se le rompe el corazón.

"¡Me gustaba mucho y me rechazó, y me jodió pero-- pero lo entendí, y pasé página y usted también! Pero ahora viene y me besa como si-- como si por haberme declarado pudiera hacer lo que quisiera conmigo. ¡No es justo...! Tiene una novia guapa, que le quiere y le organiza fiestas de cumpleaños, y-- y usted--"

Volkov observa por la periferia de su visión las luces rojas y azules del techo de los patrullas reflejadas en los cristales de las zonas altas de la nave industrial. Los refuerzos deben estar aparcando, pero él es incapaz de desviar la mirada de Horacio.

"Yo me merezco a alguien que me quiera-- que me quiera de verdad, con todo, y que no se avergüence de mí, tal como soy. No soy segundo plato de nadie y estoy cansado de no dar la talla. No soy algo rápido que hacer cuando otros no miran." Horacio parece agotado y dolorosamente triste. "Yo-- Yo ya no soy ese Horacio, Volkov"

"Horacio, eso no es... No es lo que--"

Pero Horacio niega con la cabeza y recoge el pasamontañas del suelo para ponérselo. Los refuerzos irrumpen en la estancia en ese momento pero Volkov solo puede fijarse en Horacio. Su mirada clavada en él y el corazón latiéndole en los oídos, pero esta vez por el pánico.

Y, mientras lo ve alejarse, incapaz de moverse, solo puede pensar en cómo ha sido capaz una vez más de hacerle daño. Cómo puede haber jugado sus cartas tan mal como para que Horacio piense que no es más que un pasatiempo para él. Es posiblemente en ese momento en el que se da cuenta de algo. No se merece a Horacio y no cree que nunca vaya a hacerlo.


***

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