Sueños de Cristal

Von LunnaDF

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HISTORIA PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL - SEPTIEMBRE 2017 Se dice que todos tenemos un ángel de la guarda... Mehr

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Booktrailer
Sinopsis
*** Puntos de Venta ***
Epígrafe
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Epílogo

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Von LunnaDF

Elisa estaba en una habitación vacía de paredes blancas e impolutas sin ninguna puerta ni ventana. No sabía cómo había llegado hasta ahí. Buscó a Caliel pero no lo encontró a la vista. Se volteó de un lado al otro intentando reconocer la estancia, pero por más que lo intentaba no lograba saber dónde se encontraba. Buscó alguna salida pero era obvio que no había ninguna y se preguntó a sí misma cómo había llegado hasta allí. Sus manos comenzaron a sudar a la par que su corazón se agitaba al darse cuenta de que no había escape, la desesperación empezó a inundar todo su sistema y su respiración se volvió inestable y errática.

—Elisa, estoy aquí —escuchó que decían. Era la inconfundible voz de su padre.

—¿Papá? ¿Dónde estás? —habló ella atemorizada.

—Aquí, atrás —dijo su padre y Elisa volteó. La figura de su progenitor apareció justo a un par de pasos de ella y la muchacha sintió que el alivio la llenaba de nuevo.

—¡Papá! —exclamó antes de lanzarse a sus brazos, el hombre la rodeó en un abrazo y entonces Elisa se largó a llorar—. ¡Te extrañamos tanto, papá! Mamá y yo... ¿Estás bien? —preguntó alejándose un poco para verlo a los ojos.

—Estoy bien, hija. ¿Y ustedes? Tienen que cuidarse mucho, Elisa.

—Sí, papá. Estamos bien. ¿Acaso... esto es el cielo? —preguntó Elisa observando a su alrededor.

—No... Escucha, Elisa. Necesito que le digas a tu madre que no pierda las esperanzas. La he visto llorar, está deprimida y temo que se deje vencer —comentó su padre con preocupación en la voz—. Dile que pronto todo estará bien... pero debe aguantar solo un poco más. Y tú, chiquita —dijo mientras la tomaba de la mano y la observaba con ternura—, ahora puedo entender muchas cosas. Necesito que seas fuerte y que recuerdes que siempre habrá una salida y que nunca estarás sola —añadió. Elisa se quebró ante aquellas palabras y sus lágrimas comenzaron a caer en cascada.

—Todo es tan difícil desde que te fuiste, papá —susurró mientras buscaba con su mano aquella cadenita que siempre la tranquilizaba.

—Lo sé, hija. Lo sé. —Su padre la abrazó de nuevo y plantó un suave beso en su frente, Elisa cerró los ojos intentando que ese momento fuera eterno.

Un frío intenso acompañado de una bruma blanca empezó a subir entonces por sus pies. Elisa intentó moverse pero no pudo, su cuerpo no le respondía. Levantó la vista en busca de la mirada tranquilizadora de su padre pero entonces se percató de que él ya no estaba, había desaparecido y otra vez se encontraba sola.

—¿Papá? ¿Dónde estás? —preguntó.

—Sólo cuídate mucho, chiquita. —La voz sonó lejana y se esfumó de la misma forma que lo había hecho su figura.

Elisa intentó una vez más moverse pero no pudo, la bruma blanquecina que había estado subiendo en pequeños círculos alrededor de sus piernas era ahora grisácea y el frío se hacía cada vez más intenso. Sus dientes empezaron a castañetear como primer síntoma de la hipotermia y al bajar la vista pudo ver que sus manos tenían un ligero tono purpúreo. Quiso gritar pidiendo ayuda, sus pensamientos llamaban a Caliel, pero sus labios aunque se movían no producían ningún sonido.

La niebla se hizo más y más espesa tornándose cada vez más oscura. En algún punto alcanzó el nivel de su hombro y tomó la forma de una mano negra de dedos largos y puntiagudos. Los dedos intentaron colarse por su boca y sus fosas nasales mientras ella intentaba zafarse moviendo la cabeza —que era la única parte del cuerpo que podía mover— de un lado para el otro con vehemencia. El grito se le ahogaba en la garganta y por algún motivo presentía que si esos dedos de humo llegaban a colarse en sus fosas nasales, moriría.

—C-Caliel. —Aquello sonó más como un carraspeo que como un grito, sentía que tenía la garganta cerrada.

Cerró los ojos con fuerza intentando moverse y librarse del agarre de la sombra pero no tuvo éxito. Entonces volvió a abrirlos y observó que más sombras iban saliendo de todos los rincones de la habitación. Ahora eran varias manos negras intentando tocarla. Aquellas sombras giraban sobre ella mientras que Elisa intentaba con todas sus fuerzas no abrir la boca ni respirar para que no pudieran ingresar a su sistema. En algún punto una de las paredes se abrió dejando a la vista un hermoso cielo nocturno. Elisa quiso correr hasta la abertura para pedir ayuda y por fin sus pies le respondieron. Mientras se dirigía al sitio llevó su mano hasta su cuello para percatarse que su medallita ya no estaba allí, fue allí donde se percató que aquello no era solo una pesadilla; las sombras eran en verdad los demonios intentando tomarla. Se acercó entonces a la abertura en la pared y se preparó para gritar a su ángel con todas sus fuerzas, algo dentro de ella le decía que esa sería su única oportunidad de llamarlo.

—¡Caliel! —gritó desesperada y fue en ese mismo instante en que sintió que una fuerza sobrenatural la levantaba por los aires y la expulsaba por la abertura. Lo siguiente que percibió fue el viento, el frío, la oscuridad y el vértigo de ir en caída libre hasta... quién sabe dónde.

Elisa supo entonces que era el final y cerró los ojos esperando el impacto.

—¡Elisa! ¡Elisa! —La oscuridad se tornó claridad y Elisa abrió los ojos. Estaba volando, ya no era de noche, el cielo estaba celeste claro y ella iba sintiendo la calma cálida invadiendo su alma.

Se encontró entonces con un par de brazos fornidos sujetándola y fue allí cuando levantó la vista para encontrarse a Caliel sonriéndole. Su corto cabello se movía con el viento y de fondo el brillante sol hacía que su piel se tornara aún más brillante que de costumbre. Elisa pudo ver entonces un par de enormes alas blancas, brillantes y algo transparentes moviéndose en sincronía. Aquella visión era maravillosa. Caliel la estaba llevando cargada y estaban volando. Elisa sonrió al saberse segura y protegida.

—Te dije que solo debías llamarme. Te dije que volaría hasta ti cuando me necesitaras —sonrió el ángel y Elisa suspiró aliviada.

—Siempre sí tienes alas, Chispita —bromeó sabiéndose a salvo. Entonces volvió a cerrar los ojos para sentir el viento golpear su rostro y la calidez de los brazos de Caliel sujetándola—. No me sueltes, por favor —susurró.

—No te soltaré jamás.

Aquella voz tan cerca de sus oídos sacudió todos sus sentidos y la obligó a abrir los ojos de forma brusca. Allí estaba ella, en su cama, arropada hasta el cuello con sus mantas y observando a Caliel muy cerca de su rostro con los ojos cerrados susurrándole al oído que no la soltaría una y otra vez.

—Caliel —lo llamó y el ángel abrió los ojos para observarla.

—¿Estás bien? Te empezaste a poner muy fría, temblabas y tu piel estaba pálida. Me asusté mucho. Supuse que era una pesadilla pero entonces me llamaste desde el sueño y pude ingresar. Caías... Tuve que...

—Lo sé —susurró Elisa mirándolo con agradecimiento.

No sabía hasta qué punto esos sueños podían ser reales; no sabía si en realidad los vivía como en alguna realidad paralela o si se sucedían solo en su mente. No sabía si podía morir en ellos. Pero en ese momento sintió que si él no la hubiera rescatado ella no habría vuelto de aquella pesadilla.

—¿Estás bien? —repitió Caliel mirándola fijamente a los ojos, buscaba en ellos alguna señal de miedo, desasosiego, angustia. Sabía que había estado muy cerca de aquellos demonios.

—Estoy bien —susurró Elisa llevando una mano a la mejilla fría de Caliel y acariciándolo. Algo en su mirada preocupada la enternecía—. Tú me salvaste... Tus alas... Brillabas más que de costumbre —añadió Elisa con ternura.

Caliel sonrió al verla tranquila y Elisa se incorporó.

—No todo fue malo, soñé con papá —agregó—. Me abrazó y me dijo cosas bonitas. —Caliel quedó pensativo ante aquella afirmación, eso quería decir que los demonios se metieron en un sueño positivo y lo convirtieron en algo malo. Y eso no era bueno, eso significaba que se estaban haciendo cada vez más poderosos.

Las ánimas malignas se alimentaban de los sentimientos negativos —rabia, tristeza y dolor, entre otros—, de corromper almas inocentes y envenenar corazones puros. Cada vez que lograban descarriar a otro humano y llevarlo por el camino de la destrucción, su poder incrementaba y eso les permitía hacer cosas que no deberían poder;por ejemplo colarse en los sueños positivos y transformarlos en algo abrumador. Se preguntó si también podrían apoderarse de un cuerpo mientras este dormía.

Se suponía que en un principio los demonios moraban o rondaban por donde se practicaban cosas inmorales, pero desde que todo el mundo estaba contaminado, los demonios vagaban con libertad y era imposible decir con precisión dónde podrían encontrarse. Por eso no era inverosímil creer que podrían estar rondando a su protegida también.

El ángel sintió entonces la necesidad de abrazar a Elisa y se acercó para poder hacerlo. Ella instintivamente reaccionó al gesto recostándose sobre su pecho y cerrando de nuevo los ojos. Permanecieron en esa posición por largo rato.

Elisa pensó acerca de que Caliel era lo único que permanecía estable en su vida en aquellos momentos en los que todo lo demás había cambiado. Hacía casi nueve meses que su padre había fallecido y en ese tiempo todo parecía haber mudado de forma y significado. El mundo se había vuelto un lugar inseguro donde no se podía confiar en nadie, ni siquiera en la naturaleza que a cada rato parecía ponerse en contra de los hombres con tornados, tsunamis, terremotos y diversas catástrofes. Además había guerrillas en diferentes lugares, o secuestros y actos terroristas, enfermedades desconocidas y amenazas de bombas atómicas. Parecía que la humanidad estuviera cayendo en picada y que el mundo había perdido el control.

Sin embargo allí en el silencio de su habitación, ella se sentía a salvo... más a salvo que nunca luego de haber sido rescatada por los fuertes brazos de su ángel de la guarda. Más a salvo que nunca al poder mirar su propio reflejo en sus ojos y saber que no estaba sola. Y nunca antes se sintió tan afortunada de poder verlo y sentirlo.

Pensó entonces en su madre y en las palabras de su padre. Le había abierto los ojos ante una situación a la que ella no había prestado demasiada atención. Sabía y entendía su tristeza, la sensación de soledad que debería estar experimentando. Sin embargo no había pensado que fuera para alertarse o que estuviera cayendo en depresión, ella creía que era el proceso de duelo.

—Papá dijo que mamá está muy triste y está preocupada por ella... Piensa que está entrando en depresión. —Caliel solo asintió, eso era algo de lo que ya habían hablado con Aniel. Se debía en parte a la pérdida, pero también a que en esas circunstancias, cuando el alma de una persona se hallaba debilitada por el dolor, los demonios aprovechaban para sembrarle aún más tristeza y desesperanza.

—Lo sé... Pensaremos en algo para ayudarla, no te preocupes —susurró besándola en la frente. Elisa sintió que todo su cuerpo reaccionaba a ese beso y a la cercanía de aquel chico que en ese momento le pareció tan normal. Aquello la asustó, las cosas no eran lo que parecían y ella no debería estar pensando ni sintiendo eso que sabía despertaba cada vez con más fuerza en su interior.

—Caliel... ¿Los ángeles aman? —preguntó entonces luego de un pequeño momento de silencio.

—Claro, Elisa... todas las criaturas creadas por Dios somos capaces de amar, recuerda que Dios es amor —añadió. Elisa quiso ahondar en aquella pregunta pero pensó las palabras que utilizaría.

—Pero... me refiero... a si aman como los humanos amamos... —añadió sin saber si se había explicado de forma correcta.

—Quizá de una forma más intensa —explicó Caliel—. Porque los ángeles no experimentamos sentimientos negativos como la envidia, el enojo... Cosas que alejan a las personas del amor de verdad, ¿me explico?

—Lo entiendo, pero... ¿Experimentan un amor del tipo más universal? ¿Como si simplemente fueran capaces de amar a todas las criaturas? ¿O es un amor más dirigido? Es decir... como una madre ama a un hijo, un hermano a una hermana... o ¿cómo un hombre a una mujer? —preguntó finalmente.

—El amor es amor, Elisa... en todas sus formas posibles. Y los ángeles amamos como dices a todas las criaturas, pues somos seres divinos. Pero también podemos amar a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros seres cercanos de una forma más intensa —explicó Caliel.

—¿Tienes familia en el cielo? —preguntó Elisa con curiosidad.

—Sí, tengo madre, padre y hermanos. Pero las familias no se constituyen como una familia humana, los ángeles no pueden tener uniones físicas... Es una unión espiritual, una elección de almas, por así decirlo. Es difícil de explicarlo —agregó frunciendo el ceño confundido mientras buscaba las palabras correctas.

—¿Y los hijos y hermanos? —preguntó Elisa.

—Es como si hubieran ángeles más novatos, almas más puras que necesitan conocimientos y sabiduría. Las parejas de ángeles que han decidido unir sus almas en santo matrimonio se anotan en una lista y se les asigna esos pequeños ángeles. Así se forman las familias.

—Lo entiendo... no pueden tener sexo porque no tienen cuerpos —dijo Elisa pensativa y Caliel rio. Había leído todo acerca de aquel acto tan importante para la reproducción de la raza humana y que según sus libros también causaba placer y gozo a las personas.

—Supongo —afirmó.

—No sabría decir si eso es bueno o malo... —pensó Elisa en voz alta—. Ya que dicen que el sexo puede ser muy bueno... —agregó.

—Supongo que ya me contarás cómo se siente eso cuando te toque el turno —dijo Caliel pues era ella la que siempre le contaba cómo se sentían las experiencias humanas. Sin embargo apenas lo dijo se sintió incómodo, un extraño sentimiento de angustia lo invadió al pensarla de esa forma con algún hombre.

—No creo que suceda por el momento —sonrió Elisa y luego lo miró a los ojos—. Caliel... hay algo que yo... Que me gustaría decirte...

—Dime —sonrió Caliel observándola.

—Yo... te quiero, Caliel... como queremos los humanos... No de una forma tan perfecta como los ángeles quizá... pero lo hago —añadió con timidez. Decirle aquello le causaba un aleteo en el estómago que no podía controlar.

—Lo sé... y yo también a ti —susurró el ángel.

«Aunque aún no entiendo bien de qué forma», pensó para sí.

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