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A pesar de que la música sonaba con fuerza, Elisa podía escuchar el latido de su corazón apresurado dentro de sus oídos; podía sentirlo debajo de la piel, dentro de la cabeza. Gabriel no dejaba de verla y ella se sentía halagada; le parecía un chico muy bien parecido. Había pasado ya mucho tiempo que no se ponía tan nerviosa en presencia del sexo opuesto, pero la mirada de aquel chico sobre ella estaba causando que no pudiera pensar con claridad, que su respiración se acelerase y sus rodillas fallasen. Y no era solo por su atractivo, sino que, al igual que ella, no parecía pertenecer a ese lugar.

Con su cabello bien peinado, su piel libre de tinta o perforaciones y esa sonrisa que le hacía imaginarlo un buen chico, Elisa estaba emocionada; encontrar a alguien que valiera la pena siempre había sido una lucha para ella. Con atención lo observó acercarse a ella y se regañó para sus adentros por no haberse arreglado un poco más; quizá puesto un vestido y algo de maquillaje.

—¿Quieres bailar? —preguntó el chico una vez junto a ella, luciendo una sonrisa que a Elisa le pareció muy bonita y sincera. No pudo evitar devolverle el gesto... hasta que cayó en la cuenta de lo que preguntaba. Entonces la sonrisa de la chica cayó.

—Mmm... La verdad es que no bailo —respondió ella desganada.

No tenía ánimos de bailar y no era porque se sintiera cansada o algo parecido, sino porque si trataba de hacerlo la situación podría resultar muy bochornosa. Elisa consideraba que tenía dos pies izquierdos para el baile. No tenía ritmo y era muy descoordinada. Algo así como una jirafa con patines.

—Bueno, si quieres podríamos ir a algún sitio más tranquilo a charlar —insistió el chico. Parecía ansioso por saberse a su lado y Elisa se mordió el labio inferior dudando por unos segundos; no le resultaba fácil entablar conversación con desconocidos y mucho menos con chicos.

—Dile que no tienes ganas —susurró Caliel y ella volvió a dar un respingo. En ese momento tampoco había estado consciente de la presencia a su lado.

—Iré por algo para tomar y regreso, espérame aquí —añadió el muchacho ante la duda de la chica y desapareció caminando hacia la mesa de bebidas.

—No es un buen chico, aléjate... No trae buenas intenciones —sentenció Caliel viendo al muchacho perderse entre los demás. Elisa resopló en desacuerdo.

—Es muy lindo, me agrada —replicó—. Además, solo voy a charlar un rato, ¿qué tiene de malo? Es mejor que estar sola y aburrida en una fiesta llena de desconocidos.

—Solo no lo sigas si te invita a salir de aquí —agregó Caliel suspirando.

Él podía ver el aura de las personas y no le agradaban los colores oscuros que rodeaban a Gabriel. De todas formas no podía hacer mucho más que advertir a Elisa de un posible peligro.

—¡Listo! Sígueme por aquí —dijo Gabriel regresando y haciendo un gesto con la cabeza para que la chica lo siguiera. Ella lo hizo y caminaron hasta un sitio un poco más alejado del ruido de la gente y de la música, entonces Gabriel le pasó un vaso y se llevó el otro a la boca.

—¿Qué es? —preguntó la chica desconfiada, oliendo la bebida y arrugando la nariz.

—Cerveza.

—Ah... Bueno, yo no tomo. Además, no tengo edad —se excusó.

—Un poco no hace nada —interrumpió el chico sonriendo. Elisa pensó que su sonrisa era encantadora y asintió algo embobada.

—Solo finge que tomas, pero no lo hagas —susurró Caliel junto a ella.

—Entonces eres la prima de Marina —quiso entablar conversación el chico—. ¿Se llevan bien?

Sueños de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora