Sueños de Cristal

By LunnaDF

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HISTORIA PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL - SEPTIEMBRE 2017 Se dice que todos tenemos un ángel de la guarda... More

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Booktrailer
Sinopsis
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Epígrafe
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Epílogo

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By LunnaDF

Elisa sintió cómo la calma invadía todo su cuerpo al saberse en brazos de su ángel. A pesar del frío que caracterizaba a su cuerpo, ella sintió calidez. Se preguntó cómo eran capaces de vivir las demás personas sin ser conscientes de la presencia de su ángel protector, ella simplemente no podría hacerlo. Sintió entonces el tacto de Caliel acariciando con suavidad su espalda y se estremeció, de nuevo aquella sensación extraña se colaba bajo su piel, pero esta vez no quiso apartarse, solo cerró sus ojos y suspiró.

Caliel se sentía preocupado, quería saber con más detalles de qué se había tratado aquella pesadilla pero no le pareció el momento para preguntárselo, no quería alterar la tranquilidad que había conseguido y pensó que en la mañana podrían hablar de aquello. Los sueños eran el primer sitio que los demonios utilizaban para atormentar a los humanos que —por supuesto— eran incapaces de diferenciar entre una pesadilla común o una con intervención de aquellas almas perdidas.

Permanecieron así por un buen rato hasta que Elisa decidió volver a dormir. No dijo nada, solo se apartó con suavidad de los brazos de su ángel y le sonrió antes de meterse de nuevo bajo su manta y cerrar los ojos.

—Solo recuerda que sigo aquí —dijo Caliel para infundirle paz y deseando con todas sus fuerzas que las pesadillas no volvieran esa noche. Ella sonrió asintiendo con un mínimo movimiento de cabeza antes de girarse sobre sí misma.

Pero no pudo dormirse de forma instantánea, no a causa del mal sueño sino debido a esa extraña e intensa necesidad que estaba empezando a sentir por saberse cerca de Caliel. Se preguntó si aquello sería normal y trató de recordar cómo era antes. No llegó a ninguna conclusión y se limitó a intentar convencerse de que se debía a la cantidad de problemas que la rodeaban en ese momento asociados a la tranquilidad que le brindaba estar cerca de él. Entonces se durmió.

Cuando despertó a la mañana siguiente lo primero que hizo fue buscar con su mirada el sitio donde solía estar Caliel, allí lo encontró y él le regaló una sonrisa. Se levantó sin decir palabras, se dirigió al baño a asearse y cambiarse, y cuando salió se sentó en la cama para calzarse.

—Necesito desayunar o moriré desnutrida. —Caliel rio al darse cuenta que había amanecido de buen humor y con el apetito de siempre. Se levantaron y fueron al comedor.

Elisa esperaba ver allí a sus padres, como siempre, pero no había nadie. La mesa estaba preparada, había fruta, pan y mantequilla, una taza y abajo de la misma una pequeña nota. Elisa la tomó y la leyó curiosa.

«Elisa:

Tuvimos que salir temprano para llegar al trabajo pues nos han llamado a una reunión importante, tu madre viene conmigo porque la calle está peligrosa para que ande sola. Te dejamos el desayuno listo. Tú cuídate y no salgas de la casa.

Cariños,

Papá».

—Solos de nuevo —dijo Caliel mientras se sentaba en uno de los lugares de la mesa. Elisa sonrió asintiendo, estaba preocupada por su padre y su situación laboral. Suspiró y se sirvió de comer.

—Ojalá no suceda nada malo en el trabajo de papá —añadió mirando a Caliel. Quedaron un rato en silencio y luego el ángel se animó a hablar.

—¿Qué fue lo que soñaste anoche? —preguntó.

—No quiero hablar de eso, fue un sueño muy... vívido. Me da miedo el solo recordarlo —agregó Elisa negando con la cabeza.

—Es importante que me digas lo que soñaste, Elisa —insistió Caliel. La chica dejó de masticar aquel pedazo de pan que se había llevado a la boca y lo miró rodando los ojos.

—A ver... ¿Por qué es importante que te hable de mis sueños? —preguntó con voz cansina.

—Solo dímelo, ¿sí? —pidió Caliel sonriéndole con ternura, Elisa suspiró y supo que no podría negarse a aquel gesto y a aquella sonrisa que le acababan de cambiar el estado de ánimo.

—Estaba mirando por la ventana, el cielo se había puesto rojizo y Bigotino estaba afuera. Me asusté porque me rodeaba una sensación inexplicable de peligro inminente, pero no quería dejar a mi gato a la intemperie así que salí por él. Entonces unas sombras empezaron a aparecer, salían del suelo, eran horribles y se acercaban a mí como si quisieran llevarme a algún sitio sin mi consentimiento. Te busqué por todas partes y podía escuchar tu voz pidiéndome que corriera, pero no estabas por ningún lado y yo no podía escapar... Pude incluso sentir el agarre de una de esas sombras y pensé que moriría, de hecho tuve la certeza de que ese era mi final... y entonces desperté. Fue muy... desesperante —agregó y luego suspiró—. No debiste haberme dejado. —La extraña sensación que la había invadido la noche anterior volvió a apoderarse de ella. Aun sabiendo que era un sueño, Elisa sentía que Caliel la había abandonado.

—Escucha, lo que voy a decirte ahora te sonará un poco extraño... pero tienes que saber que muy pronto empezarán a suceder cosas que no necesariamente tienen una explicación lógica. —Caliel hizo silencio mientras buscaba las palabras exactas para no alterar a Elisa.

—¿Qué estás diciendo? ¿Más cosas? —preguntó asustada.

—Calma... Mira, los problemas del mundo no serán solo a nivel físico, es decir no se tratará solo de guerras y desastres... también habrán grandes luchas espirituales, porque la tierra está pasando por un momento en el cual sus habitantes están siendo puestos a prueba. No quiero asustarte, pero necesito que sepas que hay almas, espíritus... entidades malignas en busca de almas buenas, puras. Digamos que el mal necesita aliados, así como también precisan hacer flaquear a las fuerzas del bien, y creen que mortificando almas limpias, lo lograrán. Eso que tuviste no fue una pesadilla... fueron en verdad espíritus negativos intentando atemorizarte —informó el ángel apesadumbrado por asustarla de esa forma. Elisa lo miraba sorprendida y con los ojos muy abiertos.

—¿Lo dices en serio? —preguntó y Caliel solo asintió—. Y ¿qué debo hacer? —inquirió angustiada—. ¿Tengo a esos demonios metidos en mi cabeza? ¿Cómo me deshago de ellos? —agregó tomándose la cabeza entre las manos y sacudiéndola con fuerza. Caliel sonrió ante aquel acto tan histriónico en medio de una conversación que pensó la asustaría, pero luego negó con la cabeza y continuó con su explicación. De todas formas le gustaba que ella lo tomara de esa forma.

—Si te vuelven a atacar en sueños intenta llamarme con fuerza, normalmente puedo velar tus sueños e ingresar a ellos cuando tienes pesadillas, sin embargo, cuando ellos ingresan primero truncan mi entrada y entonces me cuesta mucho llegar al sitio. No puedo explicártelo bien pero es como si me quedara buscándote en alguna realidad paralela. Nos escuchamos pero no nos vemos, y si tú me llamas mucho yo podré seguir el sonido y encontrarte.

—¿Quieres decir que volverá a suceder? —preguntó Elisa ahora alterada levantándose y dando algunos pasos desorientados. Caliel se levantó tras de ella y colocó su mano en uno de sus hombros para sosegarla.

—No lo sé, pero si sucede tienes que saber lo que debes hacer. Solo llámame... ¿Está bien?

—Está bien, pero ¿cómo sabré si son esos demonios que dices o si se trata de una simple pesadilla? —preguntó Elisa luego de meditar un poco acerca de las palabras de Caliel. El ángel la observó pensando en alguna respuesta a esa pregunta y entonces vio el dije que ella traía siempre colgado al cuello.

—Allí tienes la respuesta —dijo señalando al pequeño angelito de oro—. Ese dije tiene una bendición especial pues ha sido sumergido en el agua con el cual has sido bautizada.

—¿Este? —preguntó Elisa tocándolo, ese era el dije que siempre la hacía sentir protegida, el que su abuelo le había regalado cuando la bautizaron.

—Así es, cuando estés en un mal sueño debes fijarte si lo traes. Si no lo traes o si lo ves de un color oscuro es porque no es una pesadilla común, ¿me explico?

Elisa no respondió, solo asintió recordando que había buscado el dije en aquel sueño y no lo había hallado. Se volteó entonces de forma brusca y se encontró frente al torso robusto y brillante de Caliel, sin pensarlo lo abrazó y él la rodeó con sus brazos. Últimamente esos contactos se estaban haciendo cada vez más frecuentes y aunque ambos se daban cuenta de aquello ninguno de los dos quiso mencionarlo en ese momento.

De inmediato Elisa pudo respirar la calma y la sonrisa se pintó en sus labios, Caliel enredó sus manos en sus cabellos y la observó a los ojos. Pensó que su mirada era hermosa, profunda y tan pura como su alma, miró entonces sus oscuros cabellos enrollados entre sus dedos y una vez más deseó saber cómo se sentían, a qué olían. Elisa percibió a Caliel perdido en sus pensamientos y una extraña intimidad los envolvió, ella posó sus manos en sus brazos, aquellos que parecían fuertes y que se sentían fríos y por un momento deseó quedarse allí hasta que todo acabara.

Caliel siguió observándola y sus ojos se posaron en sus labios, se veían rosados, carnosos y suaves, quiso poder pasar sus dedos por él y sentir su textura, se preguntó qué sentirían los humanos cuando se besaban en ellos. Esa era una costumbre que los ángeles no tenían, ellos eran seres puramente espirituales y el contacto físico no existía entre ellos, bastaba con que uno experimentara la fuerza de la energía del otro para saber lo que sentía. Pero Caliel entendía que para los humanos no funcionaba así, pues ellos no podían experimentar lo que sentían los demás, y necesitaban de los actos físicos para demostrarse afecto.

Elisa se sintió observada y cuando levantó la mirada se encontró con la de Caliel que la observaba de forma intensa. Algo la hizo terminar el abrazo y una risita nerviosa se escapó de sus labios.

—Entonces... ¿quiere decir que ahora sucederá como en esos dibujos animados que veía cuando era pequeña? —Caliel sacudió la cabeza sin entender, aún confundido por la situación anterior—. Sí, como cuando al personaje se le ponía el ángel en un hombro y el demonio en el otro y le hablaban al mismo tiempo contradiciéndose entre ellos. —Elisa bromeó sabiéndose demasiado nerviosa y buscando aligerar la tensión que se había creado.

—Ojalá fuera así —respondió Caliel volviendo en sí ante la broma de la joven—. Recuerdo que cuando eso sucedía era cuestión de darle con alguna sartén o algo y uno de los dos desaparecía... Mientras no me golpees a mí, todo estará bien —añadió.

Ambos sonrieron ante aquella broma intentando que la normalidad los envolviera de nuevo y Elisa se sentó de nuevo para acabar con su desayuno sintiéndose aún agobiada.

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