RWANDA®

By zeyvolkova

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Sheyla Bonheur es una joven doctora recién licenciada que llega a un pequeño país africano, con el fin de hac... More

Advertencia
Dedicatoria
Booktrailer + Personajes
Capítulo 1 - Bienvenida al país de las mil colinas
Capítulo 2 - El soldado que no habla demasiado
Capítulo 3 - Ni en el confín del mundo
Capítulo 4 - Lo que pudo ser se acabó
Capítulo 5 - Desafiar a la adversidad
Capítulo 6 - No hacer nada no cambiará nada
Capítulo 7 - La vida que se escapa ante mis ojos
Capítulo 8 - La desconocida Madeleine
Capítulo 9 - Verdades que duelen
Capítulo 10 - Decisiones y consecuencias
Capítulo 11 - Hacerte invencible significa conocerte a ti mismo
Capítulo 12 - La decepción llega cuando ves la realidad con tus propios ojos
Capítulo 13 - Juzgar desde la distancia
Capítulo 14 - Cuando calla la razón hablan las armas
Capítulo 15 - Para llegar al objetivo es preciso aproximarse
Capítulo 17 - Hacer de tripas corazón
Capítulo 18 - Poderoso caballero es Don Dinero
Capítulo 19 - Victorias y reconocimientos
Capítulo 20 - El hombre de las mil soluciones
Capítulo 21 - La sonrisa de Blaime
Capítulo 22 - A la única persona que nunca superarás es a la que no se rinde
Capítulo 23 - No existe la guerra inevitable. Si llega, es por fallo del hombre
Capítulo 24 - Adaptarse al medio
Capítulo 25 - Sentido del deber
Capítulo 26 - Sonrisas y réplicas
Capítulo 27 - Seré abnegado, cumpliré con ejemplaridad mi deber
Capítulo 28 - Dejar ir
Capítulo 29 - Objetor de conciencia
Capítulo 30 - Ser león o ser gacela
Capítulo 31 - El amor vence batallas
Capítulo 32 - Soldado que huye vale para otra batalla
Capítulo 33 - Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra
EXTRA - La batalla más cruel es aquella cuya victoria no depende de ti
Capítulo 34 - Las actitudes son más importantes que las aptitudes
Capítulo 35 - Como el ratón y el gato
Capítulo 36 - Hacia lo salvaje
Capítulo 37 - La maldad humana no conoce límites
Capítulo 38 -Si no acaba con la guerra, no es una victoria
Capítulo 39 - Mihi spes omne in memet
Sketch Concept

Capítulo 16 - Mariposas y otros insectos

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By zeyvolkova

Una sensación inigualable de felicidad y emoción me embarga de pies a cabeza ¿Esto de verdad está pasando?¡Me está besando! Los dulces labios de Blaime me transportan a otra dimensión, calmando todos mis miedos, con besos dulces al principio, que se vuelven más profundos poco a poco. Es su tacto, es su aroma, es el roce de su boca, tan potente, tan intenso que me arrolla, despertando sentimientos que creía ya extintos en mi maltrecho corazón.

Y sin pensarlo me entrego a él, a sus poderosos brazos que me envuelven, a sus besos tan ardientes, expresando un millón de sentimientos sin palabras ¡Es como un sueño! Un sueño que se antojaba imposible hasta hace un instante, con él, el motivo de que vuelva a sentir mariposas en el estómago.

Me dejo llevar por la emoción, por esta exaltación que me embarga, deslizando mis manos por su piel, tensando cada uno de sus músculos a su paso, intentando memorizar su anatomía perfecta con mi tacto. ¡Es tan increíble!

Pero de pronto, siento como su cuerpo da un respingo a mi contacto, y un gemido de dolor se escapa de su boca, provocando que sus labios se separen de los míos.

Alarmada por su queja, me alejo de él, volviendo a la realidad, al comprender que le acabo de hacer daño. Es tan grande mi entusiasmo al sentir esta oleada de sensaciones en las que me siento flotar, que me he olvidado de todo, incluso del motivo por el que está aquí.

—Lo siento...— Me disculpo, arrepentida por haberlo lastimado ¿Por qué tengo que ser tan torpe? acabo de romper el encanto de este momento único.

—No importa...— Responde en un suspiro, con los ojos entornados fijos en mis labios. Y el tono suena tan suave, tan seductor, que me hace temblar. Sin palabras. Estoy sin palabras ahora mismo, quieta como una estatua, abrumada por esta agradable sensación, dándole tiempo a mi cerebro de asimilar lo ocurrido, de memorizar cada detalle de él, su olor, el tacto de su piel, el sabor de su boca y su calor, sintiéndolo como si no fuera real. Porque nunca pensé que tras esa rudeza que lo caracteriza, esa contundencia a la hora de expresarse, esa severidad y ese comportamiento taciturno, ocultara algo tan dulce, tan apasionado e intenso como lo que me acaba de mostrar.

Me siento flotar en un mar agradables sensaciones que ahora mismo me inundan, ante esa demostración de pasión arrebatadora que hasta hace un momento nos consumía a los dos, contemplando embelesada esos ojos verdes que me miran con tanto deseo y tanta confusión como los debo estar mirando yo ahora mismo.

Y entonces, intentando volver a mi faceta profesional, retomo lo que verdaderamente importa ahora, que es ese golpe de su costado, pero todavía me tiemblan las piernas de la emoción.

—Voy a darte algo para calmar el dolor y que puedas dormir— Le informo antes de ir en busca del medicamento, y de paso ocultar el rubor que todavía sonrojan mis mejillas. Pero cuando estoy a punto de alejarme, me detiene, tomándome de la mano para acercarme a él.

—Espera...— Murmura suplicante, sujetando mis manos que se entrelazan con las suyas en un gesto de unión. Cualquiera diría en este instante que se trata del mismo soldado que se enfrentó a cuatro asesinos hace apenas unas horas. Me quedo sin palabras ante su súplica adorable, ante el tacto áspero de sus manos entrelazadas con las mías, ante esa mirada dulce, tan atípica en él—No me vuelvas a hacer esto...— Declara en un susurro con la voz entrecortada, como estrangulada por una mano invisible, al tiempo que apoya su frente contra la mía. Y suena tan intenso, tan cautivador y contenido, que a punto estoy de lanzarme a sus brazos para besarlo de nuevo, poseída por esta sensación maravillosa y única que sólo el amor te da.

Porque hacía mucho que no sentía esto por nadie, esta atracción tan poderosa, tan intensa e irrefrenable. Hacía mucho que ningún hombre me hacía sentir así de bien, así de única y especial. Desde Mark, no hubo ningún otro que consiguiera traspasar mis barreras para llegar a mi corazón, blindado ante la posibilidad de ser engañada de nuevo. Hasta que llegó él. Con esa mirada triste de la que me enamoré la primera vez que lo vi.

Y en estos momentos ya no me parece tan fiero, tan inhumano y cruel como cuando me dedicaba aquellos sermones cargados de significado que sentía como un ataque, sino que aquellas palabras ahora cobran sentido al entender que aquella era su forma de hacerme despertar, de volverme más fuerte, de que esa era su particular manera de protegerme, y puede que incluso, de protegerse a sí mismo de algo contra lo que no puede luchar: su corazón. Porque de no ser así, de no sentir él también algo por mi, no creo que se atreviera a traspasar sus propios límites para besarme con tal pasión, que con sólo recordarlo me hace temblar.

Pero de pronto, el sonido de la puerta al abrirse me sobresalta, provocando que me aleje de él como si acabaran de descubrirme perpetrando un delito. Tras la puerta aparece Mark, que al vernos a los dos solos, a Blaime con el torso desnudo, y a mi tan cerca de él, se queda bloqueado con una mueca de confusión en su rostro.

—¡Oh! Perdón— Se excusa mostrando una sonrisa fingida, tratando de ocultar un destello de celos en sus ojos que miran a Blaime con displicencia. Casi puedo oír el mecanismo de su cerebro encajando las piezas de este rompecabezas, hasta llegar a la conclusión más obvia.

Pero en lugar de retirarse y dejarnos solos, se aproxima aparentando cordialidad, sin apartar la vista de Blaime.

—Vaya, el héroe de la jornada— Y lejos de sonar halagador, su comentario resulta molesto por el tono irónico que emplea. En la cara de Blaime se dibuja una mueca de desagrado que trata de ocultar bajo una máscara de modestia.

—Si hay algún héroe aquí es ella— Responde mirándome directamente, con esos ojos verdes que van perdiendo el brillo de emoción para dar paso a la ira contenida. La respuesta parece sorprender a Mark que alza las cejas en un gesto incrédulo desviando su mirada de Blaime para centrarse en mi.

—Si, mi Sheyla es una heroína, lo sé— ¿Cómo? ¿Mi Sheyla? Me quedo atónita ante su respuesta. No me puedo creer el alarde de hipocresía del que acaba de hacer gala con el fin de mostrarse superior ante Blaime, como si de verdad se creyera con ventaja sobre él.

Inconscientemente desvío mi mirada hacia el soldado, que mantiene sus ojos fijos en Mark con una expresión dura y desafiante, pero no dice nada. No abre la boca para contradecirlo o soltar algún comentario sarcástico tan habitual en él. Tan solo guarda silencio, tenso, en guarda, desconfiando de sus intenciones. Por la contra Mark continúa mostrándose seguro de sí mismo, con su aire petulante haciéndose el macho alfa de la sala, y en un alarde de prepotencia se acerca a él para interesarse por su lesión

—¿Cómo va ese golpe? Tiene mala pinta— Inquiere extendiendo sus manos hacia el costado dañado de Blaime, provocando una reacción de rechazo en él, que evita su contacto como si le repugnara.

—Estoy bien, no es nada— Replica cortante, mostrando una mirada amenazadora imposible de encubrir. La tensión entre ambos es patente, y tengo la incómoda certeza de ser yo el motivo de esta silenciosa lucha de egos masculinos. La situación es de lo más incómoda, por lo que intento calmar el ambiente, volviendo al tema puramente profesional.

—Sólo es una contusión, me parecía que la 9 y la 10 pudieran estar fracturadas, pero no es así— Trato de mostrarme lo más técnica posible a pesar de tener a mi ex supervisando el examen médico de Blaime, al que acabo de besar. Como si fuera una metáfora de mi pasado y mi presente, en la misma habitación. Pero Mark no se da por vencido. Pretende continuar con su dominio de la situación, a pesar de lo que yo le diga, porque para él, Blaime es una amenaza.

—En cualquier caso deberías ir al hospital de Kigali y que te hagan una radiografía, si al final tienes dos costillas rotas, eso puede agravarse y derivar en una neumonía. Y ya sabes que aquí los recursos son limitados— Argumenta con esos aires de superioridad que me ponen enferma. Siempre mostrándose mejor que los demás, siempre tan seguro de sí mismo. Pero en este punto Blaime lo interrumpe con su tono seco y cortante.

—Te repito que estoy bien, me fío del criterio de la doctora— Contesta molesto, lanzándole una mirada pendenciera a Mark, que levanta la cabeza ante su gesto para dedicarle una mueca de suficiencia.

—Vale, cálmate soldado, yo solo te informo, como médico que soy— Replica con despotismo, como si buscara provocarlo. La tensión entre ambos va en aumento. Por la rigidez de Blaime y la mirada soberbia de Mark, parece que bastara sólo una chispa para desatar el enfrentamiento entre ellos.

Pero el llanto de Hate, desde el pabellón donde descansa, alerta a Blaime, sacándolo de esta guerra fría que mantienen. Abandona la sala sin decir nada para ver qué le ocurre a la pequeña, dejándome a solas con Mark, que no pierde su oportunidad para demostrar que sigue siendo un cretino.

—Qué colorada estás— Comenta con un tono irónico que me sienta como una patada—¿Interrumpí algo?— Se planta delante de mí, mirándome con escrutinio, como si aún le debiera explicaciones después de todo. Molesta con su insinuación, no puedo evitar replicarle.

—Eso a ti no te importa ¿Vale? Hace mucho que no tengo porqué darte explicaciones de nada de lo que hago con mi vida. Asúmelo Mark, lo que hubo entre nosotros, lo mataste tú— No puedo contener la rabia en mis palabras, viendo su expresión prepotente y arrogante, así como él no puede reprimir un gesto de molestia que se dibuja en su cara ante mi reproche.

—No me debes explicaciones. Pero todavía me importas Sheyla— Responde con firmeza mientras sus ojos azules me contemplan con rotundidad. Los mismos ojos en los que me perdía durante horas cuando lo amaba más que a mi misma. Continúa con su diatriba para añadir —Y me importa tu bienestar aunque a ti no te lo parezca.

Su posesividad oculta tras esa falsa preocupación me enerva. Tuvo mucho tiempo para preocuparse por mi antes, pero no lo hizo, sólo se preocupó de sí mismo y de sus necesidades, aunque eso significa pasar por encima de mi bienestar, así que ahora no le voy a seguir permitiendo ejercer de salvador cuando no lo necesito.

—¡No quiero tu preocupación, Mark!— Le increpo, sin poder ocultar la rabia ante ese afán por controlar mi vida aunque ya no forme parte de ella. Pero él no se da por vencido. Tratando de llevarme a su terreno, alega:

—Sheyla, te mereces algo mejor que ese... que ese miserable— Lo dice con tanto desprecio hacia Blaime que no puedo evitar ofenderme. Parece que intenta recurrir a la persuasión con el fin de sacarme de la cabeza cualquier intento de acercarme a Blaime. Pero no le voy a consentir su intromisión ni un minuto más.

—Lo que yo merezca no es asunto tuyo Mark. Déjame en paz— Intento alejarme de él, tratando de zanjar este desagradable asunto, que lo único que está consiguiendo es remover los escombros que un día dejé atrás para poder ser la persona que soy ahora, libre de sus ataduras, de sus engaños, de sus traiciones, pero me detiene agarrándome de un brazo, mostrando su autoridad.

—No tienes ni idea de cómo es ese tío, sólo piensa con la entrepierna— Refuta con rabia. Pero las afirmaciones que hace sobre Blaime, envenenado por los celos, empiezan a enojarme de verdad. Llegados a este punto, no soy capaz de contener mi enfado, ya no lo soporto más. De un tirón consigo librarme de su agarre mientras le replico sin poder ocultar el rencor que todavía siento por él.

—Qué sabrás tú— Respondo furiosa.

—Te va a hacer sufrir— Argumenta convencido.

—¡Pues como tú entonces!— Le recrimino con rabia, enajenada, al límite de mi paciencia, deseando que por fin se rinda y me deje en paz. Pero su orgullo puede más que él.

—¡Si se ha follado a medio pueblo! Por todos es sabido— Me espeta con rabia. No me lo puedo creer, es que no puede caer más bajo al recurrir a este vil argumento con el fin de convencerme. Sus palabras me sientan como una bofetada, y por un momento consigue hacerme dudar de todo, del honor de Blaime, de sus intenciones, sobre todo de que lo que acaba de pasar entre nosotros fuera algo puro y verdadero. No contento con su acusación, finaliza su desagradable argumento, añadiendo —Y si no me crees, pregúntaselo a Cristi... ella podrá darte más detalles—Insinúa con perversidad, pretendiendo sembrar la duda en mí, que por un momento, ya no sé qué creer —Solo eres una muesca más en la culata de su pistola, un juguete para él. A mi me dejaste porque según tú no podías confiar en mi. ¿Pero crees que puedes confiar en él?— Afirma con rotundidad.

Me dedica una mirada cargada de resentimiento antes de abandonar la sala para dejarme sola con una tormenta de dudas sacudiendo mi mente. Y las mariposas dejan de revolotear en mi estómago, aniquiladas por las sucias palabras de Mark. ¿Cómo puede ser tan ruin, tan rastrero de recurrir a estas tácticas con el propósito de evitar que rehaga mi vida al lado de otro hombre, después de lo que me ha hecho pasar, del infierno en el que convirtió mi vida, de haberme despojado de mi dignidad, mi amor propio y mi valía, hasta reducirme a cenizas? Tal vez no pueda fiarme de Blaime, por el momento. Todavía es pronto como para confiarle ciegamente mi corazón y entregarme a él sin reservas. Pero desde luego en Mark tampoco puedo confiar.

Haciendo un esfuerzo por dejar atrás las palabras de Mark, decido centrar mis energías en algo más productivo ahora, como buscar el analgésico que Blaime necesita. Y una vez lo tengo, salgo a buscarlo.

Lo encuentro en el pabellón, acunando a Hate entre sus brazos que llora con la cabeza sobre su hombro con un quejido monótono y apagado, como si estuviera fatigada. Pero por un momento, la tierna imagen de la niña entre los brazos del soldado consigue apartar la amarga sensación que me dejó Mark tras sus detestables argumentos.

—Blaime... Perdona por lo de Mark, es un idiota— Me disculpo sin saber cómo justificar el lamentable comportamiento de mi ex al tratar de intimidarlo con sus feas tretas. Así que finalizo este intento de disculpa extendiéndole una caja de analgésicos en señal de buena voluntad—Ten. tómate dos ahora, te sentirás mejor— Pero él, lejos de hacerme caso, separa su cara de la niña para mirarla y manifestar.

—Está sudando, tiene fiebre— Y en su tono de voz puedo percibir la preocupación. Sorprendida por su respuesta, me acerco a ellos para verificarlo.

—¿Estás seguro? Los niños sudan por cualquier cosa y aquí hace mucho calor— Intento calmar esa preocupación paternal que muestra por la niña tratando de restarle importancia. Pero lo que consigo es una de sus cortantes respuestas.

—Tengo una hija, sé cuando un crío suda por fiebre— Replica.

Perpleja por su réplica, poso mi mano sobre la frente de Hate para comprobar que lo que dice es cierto. La niña tiene fiebre, y parece bastante alta. Inmediatamente voy en busca de un termómetro para tomarle la temperatura y efectivamente, la cifra que marca me sorprende. 38 y medio.

—Sí, tiene fiebre— Respondo algo alterada. La mirada de Blaime se fija en mí con temor ante la noticia.

—¿Qué hacemos? ¿Le damos un baño de agua fría?— Inquiere nervioso.

Y en estos momentos me pregunto qué haría Chel en esta situación. Mi cabeza trabaja a marchas forzadas para buscar una solución a este problema, pero lo más inmediato que se me ocurre es:

—Hay que dar con el motivo de esa fiebre— Tomando la manta de la cama de la niña, se la pongo por encima y le indico a Blaime que me siga hasta otra sala para poder realizar un diagnóstico más preciso.

En un entorno más privado, Blaime tumba a la niña en una cama mientras organizo todo lo necesario para llevar a cabo una revisión pediátrica. Tengo mis sospechas de cuál debe ser el motivo por el que Hate tiene una fiebre tan alta, pero debo asegurarme.

La niña permanece inmóvil, llorando con ese quejido lastimero, mientras Blaime trata de calmarla acariciando su cabecita al tiempo que procedo a examinarla. Parece que no hay problemas estomacales por la presencia de algún parásito intestinal que pudiera provocar esta reacción, pero la coloración amarillenta en sus mucosas indica algún problema hepático lo que motivaría esa fiebre. Al auscultarla, percibo que su ritmo cardíaco es estable, pero tiene problemas al respirar. Examino oídos y garganta, descartando así posibles infecciones en esas vías. Todos los síntomas clínicos, teniendo en cuenta la zona en la que nos encontramos, apuntan hacia una malaria. De ser así hay que actuar ya o podría morir. Pero para confirmarlo necesito tomar una muestra de sangre y realizar una prueba en el rudimentario laboratorio. Ese cuartucho minúsculo con un microscopio que jamás he usado desde que llegué aquí. Procedo a extraer la muestra de Hate, mientas Blaime me facilita la labor al sujetar su brazo.

Sin perder un segundo, me voy con la muestra para proceder a realizar la prueba de la gota gruesa en busca de indicios que confirmen la presencia del plasmodium. Sometiendo la sangre de Hate a una tintura especial y tras dejarla secar unos minutos, puedo apreciar a través del microscopio la presencia de trofozoitos, es decir, la enfermedad está en sus primeras fases porque aún no ha tenido lugar la multiplicación del parásito, lo que confirma mi diagnóstico inicial, Hate tiene malaria.

Al volver a la sala donde está Haite, en compañía de Blaime que le profesa muestras de cariño, la expresión de mi cara me delata.

—Qué ocurre... — Inquiere con preocupación, poniéndose en pie para acercarse a mí en busca de respuestas.

—Hate tiene malaria, la presencia del parásito en la sangre lo confirma— Le informo. En los ojos de Blaime se dibuja el terror más absoluto ante la dureza de mi diagnóstico. Llevando el tiempo que lleva aquí, seguro que sabe tan bien como yo, que se trata de una enfermedad peligrosa, potencialmente mortal en niños de la edad de Hate, que forma parte del principal grupo de riesgo. Y en estos momentos echo en falta más que nunca la ayuda de Chel—Quédate aquí, vengo ahora.

No espero a que conteste, salgo del hospital a toda prisa para dirigirme al barracón esperando encontrarla, pero no está. Desesperada, la busco por todos los lugares que se me ocurren, la cantina, el pozo, el cementerio, pero ni rastro de Chel. Es como si se la hubiera tragado la tierra. Me quedo por un momento dando vueltas por el pueblo pensando a dónde habrá podido ir, donde se habrá metido a estas horas, en este lugar, pero no encuentro respuesta. En cualquier caso, tengo que hacer algo, no me puedo quedar de brazos cruzados esperando un milagro.

⭐⭐⭐

__HOLA COOPERANTES__
¿Cómo están? Hoy aprovecho esta nota para hablar un poco de la malaria o paludismo, (muy brevemente porque el tema es amplio) ya que ha hecho aparición en este viaje. Y es que no se puede pasar por África sin tener en cuenta esta enfermedad que se transmite por la picadura de las hembras del mosquito anopheles que habitan principalmente en zonas tropicales. Este mosquito transmite un parásito en su picadura llamado plasmodium, el causante de esta enfermedad que se cobra miles de vidas al día, en especial entre los niños de corta edad. Existen muchos tipos de malaria siendo el Plasmodium falciparum, el parásito de la malaria más mortal a nivel mundial y el más frecuente en África. Actualmente existen programas de prevención de esta enfermedad que van desde el reparto de mosquiteras hasta la fumigación de zonas en las que este mosquito es endémico, acompañado por programas de vacunación, pero que a menudo, son insuficientes.

Si quieren informarse sobre esta enfermedad, les dejo por aquí un enlace sobre el tema

Ojalá podamos hablar pronto de que esta enfermedad ha sido erradicada.

Nos vemos en el próximo capítulo. Gracias por estar ahí ❤️

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