El Rostro de una Mentira

By darlis_steff

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En un país multicultural cómo Australia, en un día puedes toparte con más de mil rostros y diversas personali... More

El Rostro de una Mentira
El día que nací
Prefaccio
Capítulo Uno: Hola, Leonid
Expediente abierto
Capítulo Dos: Gracias por tu compra
El Caso de Carolie Cox
Capítulo Tres: Espíritu, tumor o locura
Mensajes enviados entre Shaina y Azhar
Capítulo Cuatro: Cocodrilo
El caso de Lane Cove
Capítulo Cinco: ¿Quién es Rebecca?
Capítulo Seis: Crocodrile Woman
Capítulo Siete: Dos opciones
Capítulo Ocho: Hola, Traviesa
Capítulo Diez: Tres no son multitud (+)
Capítulo Once: Tentar
Encontrado cuerpo a las afueras de Ryde
Capítulo Doce: Ser mala
Capítulo Trece: Rara Vs. Normal
Capítulo Catorce: Miedo
Capítulo Quince: La niña
Capítulo Dieciséis: ¡Bienvenida al mundo de los raros!
Capítulo Diecisiete: Las voces
Capítulo dieciocho: Dependencia
Capítulo Diecinueve: El loco mundo de Azhar
Capítulo Veinte: ¿Demasiado?
Capítulo Veintiuno: alucinación vs realidad
Capítulo Veintidós: El despertar de Shaina
Sydney amanece con hallazgos escalofriantes
Capítulo Veintitrés: El beso de la muerte
Capítulo veinticuatro: el eslabón débil
La niña que ya no quiso creer en la ciencia (+)
Capítulo Veinticinco: Libre albedrío (+)
Capítulo Veintiséis: ¿Me crees? (+)
Capítulo veintisiete: La liberación de Shaina (Parte I)
Capítulo Veintisiete: La liberación de Shaina (+) (Parte II)
Capítulo veintiocho: Víctima
Capítulo veintinueve: No una víctima
Capítulo Treinta: Los cocodrilos tienen hambre
Annie ya no será la chica mala.
Capítulo Treinta y Uno: Soy Azhar Beckett
Capítulo treinta y Dos: Ya no hay grietas, está roto (+)
Capítulo Treinta y Tres: Hola ¿...?
Capítulo Treinta y Cuatro: Odette(+)
Capítulo treinta y cinco: De cuando Odette le sonrío a André
Capítulo Treinta y Seis: La fiesta del pecado
Capítulo Treinta y Siete: La fiesta del orgullo
Capítulo treinta y ocho: la fiesta de la revelación
Capítulo treinta y nueve: Ser superior
Capítulo Cuarenta: ¿Familia?
Capítulo Cuarenta y uno: Reuniones
Capítulo Cuarenta y Dos: Los amantes trágicos
Capítulo Cuarenta y tres: No uno ni dos, son tres (+)
Capítulo Cuarenta y Cuatro: Fiesta de sangre
Capítulo Cuarenta y Cinco: Una víctima, una victimaria
Capítulo Cuarenta y Seis: bajarse del barco
Capítulo Cuarenta y Siete: «Crocodrile Woman & Fire Woman dejan huella» (Final)
Epílogo

Capítulo Nueve: Primer paso

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By darlis_steff




Capítulo Nueve: Primer paso.

Shaina.


Él no me abandonó ¿Cierto? Dijo que volvería y por muy estúpida que me haga ser tan confiada: le creo.

Me dedico a ver el cielo y agradezco traer un suéter, porque pese a que el comienzo del día fue un tanto caluroso, la temperatura ha bajado considerablemente para que sea más consciente del frío. Hay muy pocas estrellas en el cielo y no lucen tan brillantes por lo que no me intereso en verlas o decaer en algún pensamiento profundo sobre ellas.

Meto las manos en el bolsillo de mi pantalón y camino hasta el borde de la azotea, el muro separándome del vacío de unos veinte pisos no es tan alto, apenas llega a mis rodillas. Miro hacia abajo, todo ese vacío que termina en un callejón abandonado o eso creo, no veo a ninguna persona transitar por el.

Ese vacío extendiéndose sorprendentemente no me asusta. Las alturas son algo a lo que nunca le he temido, lo que es raro teniendo en cuenta que parece que cualquier cosa tonta me genera incertidumbre y terror. Ese vacío hacia un callejón oscuro se siente un poco cómo un reflejo de mi interior.

Me agacho apoyando las manos en el muro mientras inclino la cabeza hacia abajo y siento la sangre comenzar a acumularse en ella y un cosquilleo en la frente. Estar de esta manera debería aterrarme, si mis manos se soltaran o perdiera el equilibrio, caería en una muerte rápida en donde mi cráneo y tal vez cada uno de mis huesos se rompería. Una muerte instantánea, si eso sucediera ¿Quién me extrañaría? Tal vez mi madre y mis tíos, ya no tendrían a quien controlar.

Inclino la cabeza un poco más y saboreo la idea de dejarme ir. No creo que tenga instintos suicidas, pero supongo que el pensamiento de dejarse ir no resulta tan aterrador.

Y ahí está, escucho mi nombre en un murmuro y me tenso casi perdiendo el equilibrio. Se siente cómo si las palabras flotaran en el aire:

«No lo hagas»

«Es un buen lugar»

Veo el vacío debajo de mí y por el momento más breve siento algo extraño recorrerme, pero es tan rápido que no logro registrarlo. Me siento observada una vez más.

—No tienes planes de saltar ¿Verdad? —Pregunta su voz ronca detrás de mí—. Porque no es exactamente la reunión que planeaba y no deseo tampoco un momento incómodo en donde saltes al vacío, eso tal vez me perturbaría un poco.

Me incorporo con tanta rapidez que siento un mareo, pero por suerte mantengo el equilibrio. Aun agachada giro y me dejo caer sobre mis rodillas. Él tiene consigo dos bolsas marrones de McDonald, lo que luce como una manta sobre sus hombros y en su otra mano un paquete de seis de cervezas, las cuales deja en el suelo. Señala su nariz, en un principio no lo entiendo, pero cuando llevo mis propios dedos a los orificios de mi nariz, noto humedad debajo del izquierdo y al bajarlos veo que mis dedos están carmesí.

Acercándose se agacha frente a mí, saca una servilleta de la bolsa de comida y la presiona contra mi nariz.

— ¿Estás enferma? —Su pregunta es directa mientras me mira fijamente a los ojos.

—No, es por haber estado boca abajo.

—Sostenlo  —Me pide y lo hago para detener el flujo de sangre.

Deja las bolsas y la manta, va por las cervezas y regresa. Se deja caer sobre su trasero y retira la servilleta de mi nariz antes de decirme que ya no hay sangrado. Me dejo caer sentada frente a él, con el vacío a mi espalda.

—Pensé que cenaríamos un poco más lejos del vacío, pero viendo que cómo a mí no te asusta, este parece ser un buen punto para sentarnos ¿No? —Me da una pequeña sonrisa.

Me doy cuenta de que estoy sonriendo cuando su dedo toca una de las comisuras de mi boca antes de guiñarme un ojo. Hace a un lado la servilleta con mi sangre y me ofrece la manta, la tomo con sorpresa.

—Tuve la impresión de que en esta altura tu suéter no te protegería lo suficiente.

—Gracias, pero ¿Qué hay de ti? —pregunto mientras la dejo sobre mi regazo.

—Estoy acostumbrado, aun no tengo frío y si llegara a sentir demasiado, te ves cómo una persona que comparte —Sonríe de forma ladeada—. No me dejarías pasar frío ¿Cierto?

—Supongo que no.

Saca una hamburguesa de pollo y me la entrega junto a unas papas grandes, también hay Nuggets de pollo que creo son para compartir, me ofrece una cerveza y toma su propia hamburguesa de doble carne. Alza la cerveza hacia mí en un brindis silencioso.

De nuevo me sorprende el sabor amargo de la cerveza, no menciono que este es mi segundo encuentro con bebidas alcohólicas, porque no me lo está preguntando y dudo que quiera saberlo. Doy un pequeño mordisco a la hamburguesa cohibida por comer frente a él.

—Entonces, ésta mimada de la librería ¿Siempre te habla con esa condescendencia y siempre te quedas callada?

Estoy suponiendo que habla de Annie, doy otro mordisco a la hamburguesa sin responder y viendo hacia un lado, no es algo de lo que quiera hablar.

—Bien, cambio la pregunta ¿Qué se sintió hoy responderle y hacerle saber que tienes poder? —Pregunta y me encojo de hombros, suelta un bufido y llevo mi mirada a él—. Vamos, sé que puedes usar tu voz, una muy bonita, por cierto.

Decido que si vine a este encuentro no fue para ser una escurridiza y temerosa. Vine porque me gusta cómo se siente romper las reglas, porque hay algo en Anders que me hace querer luchar contra mis inhibiciones.

Hoy no quiero ser silenciosa, quiero darle un buen uso a mi voz. Y supongo que nunca está de más ser escuchada.

—Se sintió más que bien —digo y él me mira, creo que no esperaba que respondiera—. Siempre quise decirle "no" pero me sentía intimidada de cuál podría ser su reacción, no me gustan las confrontaciones.

»Cuando me dijiste que le dijera lo que pensaba —Hago una pausa y tomo una papa—, no sé, pensarás que estoy loca.

—Hay algo ardiente sobre la locura —Es lo que dice con una pequeña sonrisa, alentándome a decirlo.

—El que estuvieras al teléfono me hizo pensar que no estaba sola, que alguien cuidaba mi espalda —Veo a mi hamburguesa y me siento sonreír—. Ver su cara de sorpresa se sintió bien, cómo un pequeño triunfo.

—Una batalla ganada —Lo miro—. Cuando me necesites nuevamente cómo soldado entre tu tropa, con gusto te apoyo, Traviesa.

Continuamos comiendo en unos minutos de silencio en donde él parece muy cómodo, pero que a mí amenaza con enloquecerme. Hago una cuenta regresiva en mi cabeza desde el cien y cuando llego a uno, él se mantiene masticando con lentitud mientras me observa, parece que no planea volver a hablar.

—Así qué —comienzo y enarca una ceja—, sobre este dibujo que me diste...

La forma en la que la sonrisa pequeña aparece de nuevo me hace darme cuenta de que era su juego, estaba dejando en mis manos la conversación, obligándome a tomar la iniciativa. Podría haberse mantenido en silencio por horas esperando a que no lo soportara. Era su plan y funcionó. Da un largo trago a su cerveza y también obtengo un sorbo de la mía.

— ¿Qué hay sobre el dibujo?

— ¿Por qué lo hiciste?

—Eres intrigante —Es lo que dice—. Tienes toda esta envoltura cautivante que te esfuerzas por esconder. Eres cómo una bibliotecaria sexy intentando esconderse para no sobresalir. Me intrigas, Shaina, me haces desear hacerte cometer travesuras...Conmigo.

Bajo la vista a la hamburguesa y me muerdo el labio inferior. Sus palabras se sienten cómo algo cálido en mi estómago y mucho más abajo. Puede que tengan un montón de complejos y sea tímida, pero estoy familiarizada con la sensación de excitarse; lo sé por los libros que leo y por un chico con el que salí y obtuve experiencia o al menos eso creo.

Anders despierta mucho en mí. Me tienta. Él es la clase de peligro de la que mamá me ha estado protegiendo y sin embargo, aquí estoy.

Alzo la vista hacia él y me encuentro con sus ojos, su mirada va a mi boca y dejo de morderme el labio para lamerlo, porque se sienten repentinamente resecos. Una vez más, bajo la mirada, pero esta vez no es por timidez, se trata de reprimir la intensidad que compartimos con una simple mirada.

—Solo tienes curiosidad de mí.

— ¿Y qué hay de malo sobre ser curioso? —Pregunta luego de unos segundos de silencio— ¿Es la curiosidad algo malo?

—Por supuesto que no.

—Tú también tiene curiosidad sobre mí ¿No es cierto?

La verdad es que mucha. Todo lo que sé es que compra libros con títulos cuestionables, que por alguna razón puso sus ojos en mí y algunas otras cosas triviales, más nada y aun así aquí estoy: en una azotea, a solas, sin que nadie sepa de mi paradero.

Coqueteo con el peligro.

Me mordisqueo el labio otro poco más y alzo la vista para encontrarlo comiendo, asiente hacia mí y lo imito pese a que mi apetito no es muy grande y que me encuentro nerviosa. No acabo mi hamburguesa, como menos de la mitad, pero me encargo de devorar las papas. Él por el contrario come tanto cómo puede y estoy imaginando que se ejercita, porque en la motocicleta todo lo que sentí en su abdomen fue dureza, no grasa.

Cuando terminamos de comer, miro en tranquilidad cómo se sienta a horcajadas en el muro que nos separa del vacío, ve hacia el cielo y luego de regreso a mí.

—Vi que no le temes a las alturas, eso ha sido toda una sorpresa, Traviesa.

—Hay cosas más tenebrosas que ver al vacío —Me escucho responder.

— ¿Cómo cuáles?

Cómo uno mismo, cómo los recuerdos, las incertidumbres, incluso tu familia. Pero eso no es lo que respondo.

—Cómo ir a una azotea con un desconocido del que no sé su apellido, edad o qué hace.

—Me gusta cuando usas tu voz —Saca una cajetilla de cigarros de su chaqueta junto a un encendedor.

Lo veo encender el cigarrillo y luego dar un par de profundas caladas, mira hacia al frente, no abajo a la oscuridad sino a toda esa extensión de luces frente nosotros en una ciudad donde todos son ajenos de estos dos desconocidos reunidos.

—Tengo veintisiete años, los cumplí hace dos días —dice sin voltear a verme.

—Feliz cumpleaños —digo de manera torpe y voltea a verme con una sonrisa divertida—. Ya sabes...Te ves más joven.

—Eso dicen, que podría tener la fuente de la juventud —bromea—. También escuché que parezco un vampiro, me lo tomo cómo halago.

Un vampiro, hombre lobo, mago, cualquier ser místico congenia a la perfección con su rostro.

—Un día fui a la librería, no estabas, y una mujer con una clara resaca y posiblemente drogada, me dijo que podía ser la portada de su libro.

—Los vampiros en el mundo literario suelen ser hermosos, perfectos, cautivantes, seductores y peligrosos —describo—. Los Ángeles caídos resultan igual, cuando lees libros sobre ellos, deseas tener uno.

Ríe por lo bajo y da otra profunda calada al cigarrillo, veo en trance cómo inclina la cabeza hacia atrás y lentamente deja escapar el humo entre sus labios.

—Así que tengo veintisiete años y vivo en ciudad Liverpool, manejo una sexy motocicleta, pero también tengo un auto y me atrae mucho una sexy mujer que trabaja en una librería.

»Ella parece ajena a los efectos que trae consigo y aunque parece que le atraigo, en la misma medida mantiene un muro para alejarme ¿Qué te parece eso?

Me acomodo los lentes sobre el puente de la nariz mientras nos vemos, su sonrisa se hace más completa. No dice a qué se dedica, su apellido o algo más, pero en este momento parece que a mi cerebro esos datos no les importan.

— ¿Me encuentras sexy? —Me escucho preguntar mientras me acerco.

Me arrodillo frente al muro y dejo caer mi trasero contra los talones de mis zapatos, mi brazo se roza contra su pierna y mientras que él mira hacia el interminable mar de luces, yo miro hacia el vacío oscuro. Tal vez eso digo algo sobre nosotros.

Alzo la vista para verlo, esperando una respuesta, deseando que me dé una. Queriendo escucharlo decirlo una vez más para ver si de alguna sorprendente manera consigo creerlo.

—Tienes todo un repertorio de bibliotecaria sexy, Shaina. La mordida de labio, cuando los lames, verme desde abajo con esos lentes, los pequeños jadeos, ese cabello largo y abundante, la picardía brillando en tus ojos —Da la última calada al cigarrillo y arroja la colilla hacia abajo—. Eres innegablemente sexy, Traviesa.

No puedo luchar contra la manera en la que mis labios se estiran en una sonrisa y él lo nota, me da una pequeña sonrisa y se inclina hacia mí.

—También eres sexy cuando sonríes.

Tomo un profundo respiro cuando él baja del muro y se arrodilla a mi lado, me giro y estamos frente a frente en la misma posición. Su mano se posa en mi hombro y luego sus dedos acarician mi cuello, me estremezco y dejo ir la respiración por entre los labios. Su mirada va a mi boca antes de que su pulgar me acaricie el labio inferior, luego vuelve a subirla para encontrarse con la mía.

—No haré el primer movimiento. Tú decides —murmura alejando el toque de su dedo en mis labios.

Me hago hacia atrás y lo veo, odio la molesta voz de en mi cabeza diciéndome "¿Por qué tú?" "¿Por qué creerle?" "¿Por qué te escogería?" "eres nadie", soy mi peor enemiga. Él debe intuir que soy un caso perdido porque comienza a moverse con la intención de retroceder.

No quiero que se aleje. No quiero perder estas sensaciones ante su cercanía.

Tomo un puñado de su camisa a la altura de su abdomen para evitar que se aleje y él enarca una de sus cejas a la espera de mi próximo movimiento.

Me inclino hacia adelante con lentitud y él espera mientras me acerco cada vez más. Nuestra cercanía es cada vez más corta a tal punto que me pierdo en lo cautivantes y misteriosos que son sus ojos grises. Aplano la mano en su abdomen y subo poco a poco hasta su cuello, tanteando músculos en mi recorrido con mi mano temblorosa.

Él despierta una curiosidad en mí que podría enloquecerme.

Él me tienta a ser mala.

Me hace dejar inhibiciones atrás y querer atreverme a más...

Me inclino un poco más y siento su respiración contra mis labios. Se mantiene imperturbable, inafectado, paciente, a la espera mientras bajo una vez más la vista hacia sus labios muy bien formados ¿Quiero hacer esto?

Conozco la respuesta y no puedo ocultarla.

Pero entonces un teléfono suena, el suyo y salgo de la burbuja haciéndome hacia atrás y alejando mi mano cómo si su piel  me quemara. Hace una mueca y saca el teléfono de su pantalón, mira la pantalla y se pone de pie para alejarse mientras contesta.

Tomo rápidas respiraciones ¿Qué estaba a punto de hacer? Besarlo, lo deseé tanto que da miedo.

Me pongo de pie y me lamo los labios resecos. Espero que él vuelva y me pregunto ¿Ahora qué? No sé qué hacer conmigo y las ansias que se mantienen en mí por algo que no sucedió.

—Debo irme —anuncia al regresar—. Vamos, te llevaré a casa.

No hay manera en la que lo deje llevarme al apartamento, no correría el riesgo de que alguien lo viera y le dijera a mi mamá, así que supongo que le dará alguna dirección cercana. Asiento y lo ayudo a recoger nuestras basuras.

—Una lástima que ni siquiera las terminamos —Alza las cuatro cervezas restantes—, será para la próxima.

Bajamos por las escaleras laterales del edificio siendo capaz de ver por varias de las ventanas de los habitantes al hacerlo. Noto que los hombros de Anders están un tanto tensos, pero no pregunto, solo lo sigo en silencio. Una vez estamos abajo, me hace esperarlo mientras bota las bolsas de basura y deja las cervezas abandonadas ¿No le importa desperdiciar su dinero? Sea cual sea el caso, no tarda en volver y caminamos en silencio hacia el lugar en donde descansa su motocicleta.

Me coloca el casco, sube y yo también lo hago. Le doy una dirección cercana a la mía y con mis manos en su abdomen, se pone en marcha. Siento que llegamos demasiado pronto y él parece tener prisa por irse.

Bajo y le entrego el casco, alza la visera de vidrio del suyo y me sonríe.

— ¿Me llamarás de nuevo? —pregunta.

— ¿Por qué no lo haces tú?

—Te enseño a tomar la iniciativa —Me guiña un ojo.

Mete la mano en su chaqueta y pienso que sacará su cajetilla de cigarros, pero en su lugar saca una hoja doblada y me la entrega. Una vez más me guiña uno de sus ojos y pone en marcha la motocicleta alejándose.

Lo veo irse y suspiro, mis dedos se aferran a la hoja mientras camino con prisa las cuadras necesarias para llegar al apartamento. Soy consciente que son pasadas de las once de la noche y no suelo estar en las calles a esta hora, mucho menos sola, pero la adrenalina de esa salida con Anders hace que mi miedo sea solo un eco lejano.

Al llegar al apartamento confirmo Azhar no está y que la luz en la habitación de Priscila está encendida y alguna música en bajo volumen está sonando. Me encierro en mi habitación y me dejo caer acostada sobre la cama desdoblando finalmente la hoja, sonrío.

¿Simple mortal? Sí, claro, en todo caso en esta novela gráfica él tendría que ser el especial y extraordinario. Giro la hoja encontrando un mensaje de él: espero tu próxima llamada, Traviesa.

Sonrío y me pongo de pie, voy hacia mi armario y abro el cajón con mi ropa interior, rebusco hasta encontrar el sobre manila en donde guardé el dibujo anterior y este se suma. Se sienten cómo pequeños secretos especiales que espero sigan llegando.

***

Él habla, no puedo ver su rostro.

Mi consciencia es la de alguien de veintitrés años, pero mi cuerpo el de una niña.

Bajo mi vista viendo mis pies moverse en pequeños zapatos rosados mientras estoy sentada sobre sus rodillas. Alzo mi vista a su rostro y solo veo barba oscura en unos dientes que me sonríen. Mi pequeña mano alisa mi vestido y no estoy sonriendo.

Me siento triste.

Siento miedo.

— ¿Sabes que te quiero? —dice con voz gutural y mi pequeño cuerpo tiembla.

—No eres papá —dice mi voz infantil.

Tiemblo.

Miro mis pequeños zapatos.

—Puedo ser tu papá, si quieres. ¿Me dejas jugar contigo?

Sacudo mi cabeza en negación, pero él ríe con tranquilidad mientras posa su enorme mano en mi pequeña rodilla.

—Será divertido...Shaina.

Abro los ojos y todo se ve borroso, mi cuerpo está sudado y mi corazón late deprisa. Estiro mi mano en busca de los lentes y me los pongo mientras mi cuerpo se estremece. La pesadilla es borrosa, pero deja un sabor amargo.

Mi estómago se revuelve y siento tantas ganas de llorar que las lágrimas comienzan a caer mientras me acurruco en posición fetal y dejo ir sollozos. Hay una sensación desgarradora en mi interior, una de dolor y asco  que no entiendo.

La pesadilla es borrosa, mis recuerdos lo son, pero el dolor es tan nítido que siento que me contamina en mi interior. Siento un dolor del que no tengo control.

Y sobre todo: siento miedo.





Holissss, aquí otro capítulo. Lamento la tardanza, pero regresaré pronto con otro capítulo sabrocito.

Una vez más gracias a la talentosa Evelin por prestarle su talento a Anders. ¡Se vienen muchos dibujos más! Pueden seguir a esta talentosa chica en instagram: Yamiigomez94 y aquí en wattpad como @evelingomez57 ❤

Espero les guste.

Un beso.🐊

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