Cuatro de agosto © [MEMORIAS...

By EstLeRue

43.3K 4.4K 2.4K

[GANADORA DE LOS WATTYS 2021] El zoológico de Saint James, en Nueva York, abre sus puertas a todos los jóvene... More

Daniel Avery (18)
Lauren Jones (20)
Lena Higgins (24)
George Monroe (38)
Tyler Shrike (18)
David Bike (18)
Lara Benson (17)
Grace Stevens (27)
Mía Ramírez (17)
Richard Cole (45)
Jeremiah Sawyers (18)
Lista de fallecidos
Disculpas públicas

Noah Walker (19)

1.4K 257 93
By EstLeRue

Si esta mañana alguien me hubiera dicho que terminaría refugiado en la tienda del zoológico junto con algunos de mis compañeros y una maestra con su grupo de niños, escondiéndonos de un pistolero enloquecido que busca algo que desconocemos y no le importa arrancar vida tras vida para conseguirlo, con seguridad me hubiera reído mucho y hubiera pensado que me estaba citando la historia de alguna película de suspenso o de algún videojuego.

Lauren vuelve a pedirme que no vaya. Yo vuelvo a ignorarla. Siento que si la miro una vez más mi corazón terminará de romperse.

No entiendo cómo las cosas han podido cambiar de forma tan drástica en el corto lapso de unas horas. Esta mañana yo salía de mi casa habiéndome levantado con el pie derecho, camino a convertirme en un hombre comprometido, y próximamente en el esposo de la chica más increíble de todo el universo.

Y ahora estoy aquí. Sudoroso, aterrorizado, teniendo que fingir fortaleza para proteger a mis amigos, tomado de la pequeña mano de una hermosísima niña asiática que tampoco tiene la culpa de nada y que lo único que quiere en este momento es ir al baño.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —me pregunta Tyler con seriedad.

Ya comprendo por qué todo el mundo me está preguntando si estoy seguro. Todos me ven así, después de todo: como el tipo que tiene la vida perfecta. El tipo que tiene unos padres orgullosos, una carrera muy buena en la universidad, una novia hermosa que, de hecho, está aquí presente.

No me preguntan en realidad si quiero hacer esto. Lo que me están preguntando es si estoy dispuesto a correr el riesgo de perderlo todo.

—Sí —respondo a Tyler.

Todos los chicos nos rodean con aire solemne, como si estuvieran despidiéndose de nosotros, viéndonos partir a un viaje sin retorno.

Eso no es muy alentador. Ni es de mucha ayuda tampoco.

—Ten mucho cuidado, cielo —suplica Grace a Lian. La pequeña le dedica una sonrisa consoladora que me hace preguntarme quién está protegiendo a quién

Tyler, Lian y yo nos acercamos a la puerta. Miro atrás por última vez, al rostro contrariado e incrédulo de Lauren. Luego veo hacia adelante y Tyler abre la puerta para que los tres podamos salir.

A primera vista la luz me lastima los ojos, y a mis compañeros también, ya que hacen el mismo gesto de cubrirse la vista con la palma de la mano. Acto seguido, Tyler me susurra el plan una vez más.

—Vamos juntos hasta la casa de los reptiles y ahí nos separamos. Voy al aviario y tú al baño de hombres, que es el que está más cerca. Si podemos nos encontramos. Si no, nos vemos aquí en un rato.

Asiento con la cabeza. Caminamos en silencio, cuidando incluso que nuestros pies no hagan sonido alguno al chocar contra el suelo en cada uno de nuestros pasos.

El zoológico luce desierto. Es como si lo hubieran cerrado mucho antes de la hora.

Lian observa todo con calma y parsimonia. Esta niña es tan curiosa.

Ni siquiera pienso en el destino hacia el que me estoy dirigiendo. En lo único que puedo pensar es en la pequeña cajita que aún hace un peso insignificante dentro de mi bolsillo, con su contenido intacto, como si nada hubiera pasado.

¿Por qué Lauren no quiere casarse conmigo?

Tal vez hice algo malo y no lo recuerdo. Aunque, pensándolo bien, últimamente hemos estado mucho mejor que nunca juntos. Esa fue la razón por la que decidí arriesgarme y cometer la mayor locura de mi vida.

¿De verdad fue una pregunta demasiado precipitada? En realidad, no pongo en tela de juicio el argumento. Es mucho más que válido. Sé que tengo diecinueve años y ni siquiera he empezado mi segunda década, solo que... bien, tal vez fue estúpido pensar que yo era una de esas raras personas sabias que tienen la suerte de acertar en tomar una decisión así de loca a una edad tan temprana.

Suspiro. Lian me mira y me sonríe. Por un momento me da miedo que tenga la capacidad de leerme la mente.

Llegamos a la casa de los reptiles en menos de lo que canta un gallo. Solo en este punto me doy cuenta de que hemos caminado demasiado rápido.

—Me voy al aviario —me dice Tyler—. Suerte, Noah.

—Suerte —le devuelvo.

Se aleja en línea recta. Siento en él la precaución natural de una gacela.

—¿Te vas a casar? —pregunta Lian.

La miro. Ella me devuelve la mirada con ternura y curiosidad. Por un momento olvidé que ella aún estaba ahí, tomada de mi mano.

—Creo que no —le sonrío.

—Pero te quieres casar con ella —me dice—. Con la chica bonita de la voz rara.

Río suavemente. Me arrodillo hasta quedar a su altura y la miro a los ojos. Las penumbras nos cubren y me hacen sentir seguro.

—Su voz es muy bonita en realidad —le digo—. Solo que tuvo un accidente.

—¿Se asustó porque el hombre malo vino y ya no pudo respirar?

Respiro, sintiendo cómo mi corazón se marchita.

—Sí, algo como eso.

—Es muy bonita. Pero está muy triste. ¿Te portaste mal con ella?

—No lo hice. Solo tuvimos problemas de adultos. Los problemas de adultos a veces son muy tontos.

—Oh. ¿Pero entonces sí se casarán?

—Quizás en unos años.

—Ella dijo que eran muy jóvenes, ¿no?

—Sí, eso dijo —admito, casi fingiendo que no me duele.

—Papá y mamá se casaron cuando tenían dieciocho años en China. Y luego vinieron aquí porque no había dinero. Ahora viven mejor y son muy felices.

—¿Tú naciste aquí?

—Sí.

—¿Y... tus padres...?

No quiero preguntar. Es la peor pregunta que podría hacerle a una niña de cuatro años. ¿Cómo le pregunto a una criatura por qué a este punto, y habiéndose casado tan jóvenes, sus padres no se odian, y en cambio tienen una hija hermosa, una economía estable y una relación floreciente?

—Mis padres se aman mucho, porque su hilo rojo era visible —me suelta de sopetón.

—¿Cómo? —pregunto.

—¿Has oído de la leyenda del hilo rojo?

—Por supuesto, es muy famosa —sonrío.

—Mis padres siempre me decían cuando era más chica que ellos supieron que su destino era estar juntos porque a diferencia de los hilos rojos de los demás, su hilo rojo era grueso, fuerte y muy difícil de ignorar. Yo nunca lo he visto, pero ellos sí pueden verlo. Supongo que solo lo ven ellos porque están enamorados. Así que por eso se casaron.

Me quedo tan impresionado con esta pequeña tan extrañamente madura que apenas tengo tiempo para pensar en cuántas interpretaciones distintas y certeras puede tener esa metáfora. Como sea, no tengo mucho tiempo para analizarlo tampoco, porque la pequeña Lian hace un extraño baile que me recuerda que nos dirigíamos al baño.

—Vamos, pequeña —le digo, volviendo a tomar su cálida manita—. Hay que darnos prisa.

Es un alivio que el baño de hombres esté justo junto a la casa de los reptiles. A lo mejor a la damita le incomoda la idea de entrar ahí, pero sé que explicándole que está vacío y muy limpio lograré convencerla de que es una buena idea.

Es curiosa la distribución de estos ambientes. La casa de los reptiles es como una caverna oscura y fría junto a la cual está el baño de hombres. A unos veinte metros se encuentra el baño de mujeres y junto a este el establo de los auquénidos y camélidos exóticos.

Lian y yo caminamos con tranquilidad. En su expresión apenas se ha podido definir por completo la incomodidad por ver que es el baño de varones al que nos estamos dirigiendo cuando mi mano se ve obligada a cubrir por completo su boca para impedir que un agudo grito de espanto escape de ella. Tomo a la niña por la cintura, la levanto del suelo y me escondo junto a ella en un rincón muy cerca a la jaula de reptiles pequeños que nos observan de la manera más fija e inquietante.

Acabamos de ver al atacante entrando al baño de hombres.

Lian tiembla en mis brazos.

—Tranquila, pequeña... —susurro a su oído— te voy a soltar ahora, pero muy callada, ¿de acuerdo?

Asiente con la cabeza. La libero, y se aferra aún más a mí.

Me asomo muy cuidadosamente de nuestro escondite para descubrir que la puerta del baño de varones, la que estaba abierta de par en par, está cerrada por completo. Es indudable. Ha entrado y está ahí ahora mismo.

Debemos regresar. No podemos correr el riesgo de que por alguna razón venga aquí y nos encuentre. Si estuviera solo no me importaría demasiado. Pero Lian está conmigo. Y Lian merece toda la protección que yo pueda darle.

—Noah... —me susurra con el tono tan angustioso que lo encuentro desgarrador— ya no resisto...

—Resiste, Lian... —suplico— tal vez tengamos que volver a donde estábamos...

—No, por favor...— implora ella— por favor, necesito ir...

Me vuelvo a asomar, pero esta vez diviso con desesperación el baño de mujeres. Tratar de cruzarlo aún sabiendo que en el camino está el agresor, es como recorrer a voluntad un campo minado.

Miro a Lian de nuevo. Siento que podría tragármela con tal de protegerla de todo.

—Escucha, cariño, este es el plan —le digo luego de pensarlo no demasiado—. Esto va a ser peligroso, pero lo tenemos que hacer. Voy a cargarte y pasaremos caminando lo más rápido posible, en silencio, sin hacer ni un solo sonido hasta el baño de mujeres. ¿Entendiste, Lian?

—Sí —me dice.

Respiro hondo. Muy en el fondo hubiera preferido que le atemorizara la idea y diera marcha atrás para así poder regresar a la seguridad de nuestro refugio en la tienda.

A lo mejor Lauren tiene razón. Todavía soy un niño.

—Está bien, hagamos esto.

Tomo a la pequeña Lian entre mis brazos. Sus delgadas piernas de niña se aferran a mi cintura y sus brazos rodean mi cuello. Puedo sentir el aroma a nueces de un shampoo que me resulta familiar. Frunce con fuerza los labios. Es su manera de contenerse. No tengo ni idea de cuál es la mía.

Sin darme la oportunidad de dudarlo, camino a paso apresurado hacia el baño. Mi corazón envía descargas a todo mi cuerpo cuando pasamos justo junto a la puerta del baño de hombres, pero solo dura unos segundos. Me alejo lo más rápido posible de ahí. Casi cuento los segundos hasta llegar a mi destino y sudo frío cuando por fin tengo el placer de abrir la puerta, entrar con la niña y cerrarla detrás de nosotros, dejando que nos volvamos a sumergir en una cómoda oscuridad.

Lo hemos logrado. Ahora el resto del camino será mucho más sencillo.

—No veo casi nada —me susurra Lian.

—Déjame encender la luz —susurro amablemente.

Me doy la vuelta y presiono el interruptor junto a la puerta.

—¡Noah! —exclama la niña, y es fácil distinguir el horror en su tono de voz.

Me vuelvo con brusquedad hacia ella, encontrándola con los ojos muy abiertos, el rostro pálido, los labios entreabiertos, las manos colgando inertes a los lados de su cuerpo, las rodillas temblando, casi distingo la piel de gallina por sus inocentes pantorrillas.

El color del suelo casi no se distingue por la marea de sangre casi coagulada que lo inunda.

En medio del baño de mujeres, una junto a la otra en posiciones ridículas, se encuentran Carah y Mía, mis jóvenes compañeras de empleo. Una tiene un agujero ennegrecido en medio de la frente, y la otra ha perdido la mayor parte de lo que alguna vez tuvo que haber sido su cráneo. La única razón por la que he podido reconocerla es por la camiseta rosa que vi que traía puesta esta mañana.

Están muertas, muertas y destrozadas en el suelo del baño.

—¡Lian, por favor, no veas eso! —suplico.

Atraigo a la niña hacia mí mismo y sostengo su cabeza en la dirección opuesta a la macabra escena. Lian empieza a llorar y me abraza con fuerza, cosa que yo hago también. La siento moverse con vehemencia.

Esta niña aún quiere ir al baño.

—Tienes que entrar, bonita... —le digo.

Niega desesperadamente con la cabeza.

—Lian, por favor, debes entrar y así nos podremos ir de aquí...

—No quiero mirar, Noah —implora—. ¡Por favor, no!

—Escucha... escucha, preciosa —urjo. Acto seguido me doy la vuelta y vuelvo a apagar la luz—. Ya no está. No hay nada. No podemos ver nada.

—Pero...

—Hazlo por mí, pequeña... —pido— tú... ¿cómo era esa canción que cantaban esta mañana? Lo recuerdas, ¿no? La canción de tu maestra... la canción, ¿cómo era?

Todo permanece en silencio por un momento. Estoy a punto de hablar de nuevo cuando ella lo hace antes que yo.

Despierta el señor sol... —solloza.

—Eso es, cielo —la aliento, llevándola a ciegas hacia uno de los cubículos del baño—. Así es, continúa.

Buenos días señor sol... hoy será un lindo día... junto con su calor... señora primavera... saluda al señor sol... trabajarán unidos, unidos... con amor...

Cierro la puerta a tientas y espero, solo espero.

—No te detengas, Lian —pido suavemente.

Cada paso nuestro es un chasquido, un pequeño pero nítido ruido de chapoteo que comienza a volverse repugnante.

Quiero salir de aquí. Quiero tomarla entre mis brazos y que nos vayamos de aquí cuanto antes.

—Las flores y las nubes... despiertan a la vez... el césped es tan verde y tan suave en mis pies... las avecillas cantan y el cielo es tan azul... bonita primavera, me gusta tu calor...

Sé que ha terminado cuando oigo el agua correr por el inodoro. La puerta se abre.

A tientas busco a la niña y la tomo en mis brazos. Siento cómo mi ropa se humedece, y sé que es por la sangre, pero para nada quiero que Lian la vea una vez que salgamos de aquí.

—Quiero que cierres los ojos ahora, ¿sí? —le susurro.

Asiente.

La saco del baño y el resto del camino es una mancha borrosa que culmina en el momento en el que me encuentro llamando a la puerta de la tienda para hallar consuelo en ella una vez más.

La puerta se abre y entro inmediatamente sin importarme casi derribar a Harry. Me parece que ya había olvidado lo oscura que estaba.

Lian baja de mis brazos y corre en dirección a los de Grace.

—¡Niña mía! —exclama esta. Se separa de ella y la contempla de pies a cabeza—. Estás... sangrando...

Su cara de estupefacción no inmuta a la pequeña Lian. Ella sigue mirando inexpresiva a un punto fijo en el espacio.

—Cariño, ¿estás herida? —pregunta Grace con angustia.

Me siento en una silla y recupero el aliento. Recupero también el alma.

Lian niega con la cabeza, dispersa.

—¿Entonces? —la niña no responde. Grace la zarandea un poco—. ¡Lian, responde!

—Grace —intervengo con firmeza. Capto su mirada y la observo con severidad—. Es suficiente. Es demasiado para ella.

Abre la boca para preguntar a qué me refiero, pero la cierra cuando mis ojos le dicen que lo haga.

Grace entonces se sienta en una silla y acuna a Lian en su regazo sin decir una sola palabra. Con la mitad de mi atención escucho que le susurra una canción suave y dulce al oído.

Me levanto de mi lugar y recorro el ambiente sin demasiada prisa. Lena se me cruza en el camino.

—Noah —me dice. Me abraza con suavidad y el abrazo es cómodo—. Qué bueno que estés aquí.

—Gracias —suspiro.

El abrazo termina y Lena me mira maternalmente. Está a punto de preguntarme algo cuando un par de brazos se aferran con muchísima fuerza a mi cuello. El peso de Lauren debilita mi cuerpo y me tambaleo, pero logro hallar una estabilidad desconcertante.

Lauren se separa de mí para mirarme con los ojos por completo cristalizados.

—¿Qué está...? —comienzo, pero su beso me interrumpe.

No hablo más. Cuando termina, ella vuelve a ocultar su cabeza en mi hombro y de ahí no sale. Siento por sus movimientos intermitentes que está llorando.

—Pensé que habías muerto —solloza.

—¿Yo? —mis manos por fin se deciden a rodearla y estrecharla.

—Sí, tú, idiota —contesta.

—¿Pero por qué?

—Porque te dejé ir.

—¿Tú me dejaste ir?

—Pude haberte detenido. Pude haberte dicho que no fueras.

—Lo hiciste.

—Sí, pero no lo suficiente. Pude haberme casado contigo. Pude...

—A ver, ¿qué estás diciendo? —la aparto de mí con suavidad—. ¿De qué estás hablando ahora?

—De que soy una estúpida. De que pude haber dicho que sí quería casarme contigo y no lo hice.

—Lauren... por favor no digas eso, cariño —le digo. Deslizo mi mano por su mejilla y se regocija—. Entiendo lo que dijiste. Sé que somos muy jóvenes. Tal vez me precipité, tal vez no pensé mucho, me emocioné un poco. Podemos esperar. Podemos esperar y tenemos todo el tiempo del mundo...

—Sí quiero casarme contigo —insiste.

—Lauren, de verdad...

—Noah, has muerto y resucitado en menos de media hora. ¿Crees que eso no es suficiente como para darme cuenta de que quiero estar contigo todo el tiempo, toda la vida? No digo que nos casemos ahora mismo, ni en un mes, ¿qué tal en un año? Uno o menos. Te amo. Te amo tanto que me costaba respirar de tan solo pensar en que ya no ibas a volver.

—Eres asmática, cielo.

—Ese no es el punto, idiota. El asma no es nada comparado con la idea de perderte. Así que... Noah Walker, ¿te gustaría convertirte en mi esposo?

Sonrío, sostengo su cabeza con ambas manos y la beso castamente.

—Acepto— susurro, haciendo chocar su nariz con la mía.

Lauren también sonríe y se pone de puntillas para abrazarme de nuevo. Apenas oigo la voz de Harry diciendo algo como "¿Ves, Len? Esos podríamos ser nosotros" y hasta percibo el ruido seco del codazo que recibe como respuesta.

Llaman a la puerta, Lauren y yo volteamos por instinto.

—Soy yo —dice la voz desde afuera.

Reconozco a Tyler de inmediato. Corro a la puerta antes de que alguien más reaccione y la abro, encontrándome con Tyler, fatigado y Dave, derrotado, sosteniendo en hombros a Daniel que, a propósito, no se mueve.

—No sé por qué sabía que serías tú quien me abriría —sonríe Tyler con tristeza.

Los dejo pasar muy rápido. Tyler y David arrastran a Danny hacia una esquina vacía y ahí lo depositan. Me acerco, esperando que el chico reaccione, pero ni siquiera percibo su respiración, lo cual me inquieta. Busco explicaciones en la mirada de Tyler, él esquiva mis ojos con una expresión de angustia. Miro esta vez a Dave. Mis ojos se encuentran con los suyos.

—Solo está inconsciente —responde a mi interrogante no formulada.

Acto seguido voltea y coloca la cabeza inerte de Dan sobre su regazo para luego deslizar sus dedos por su cabello, susurrándole cosas que yo no alcanzo a comprender.

—Voy a traer algodón con alcohol para ver si reacciona —dice Lauren.

Por un segundo pienso que ella también tiene aún la esperanza de que Danny despierte, pero me lanza una mirada significativa antes de irse, lo que me indica que desgraciadamente está pensando en lo mismo que yo.

—Tyler, ¿podemos hablar un segundo?

Tyler se vuelve hacia mí.

—Claro —responde.

Le echo un vistazo a la lastimosa e histérica expresión de David antes de retirarme a un lugar apartado con mi compañero.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunto.

—¿Sobre qué? —mira a Dan y Dave por un momento, luego vuelve a mirarme a mí—. Sabía que llegarías primero. Me alegro de que estés bien, por cierto.

—Sí, gracias —digo—. ¿Pero qué les pasó a ustedes?

Se queda callado por un momento y después suspira.

—Llegué al aviario y... estaba Danny y David, en el suelo, pensé que dormían... y sí, David estaba dormido, pero cuando les hablé, solo él despertó. Dan no ha despertado ni se ha movido desde que lo encontré, no sé exactamente cuánto tiempo llevará así.

Me quedo callado, consternado, sin saber qué es lo que debería decir. Tengo el impulso de decir "lo siento". Eso sería estúpido. Lo menos que quiere escuchar Tyler ahora (y mucho menos Dave) es mi pésame por algo que todavía no estaría preparado para asimilar.

—Cuéntame qué pasó —dice Tyler, cambiando de tema.

Lo acepto.

—Si te contara, Ty —digo en tono significativo—. Nos encontramos al maldito pistolero entrando al baño de hombres. Tuvimos que correr al de mujeres y...

—No.

—Nosotros...

—No, Noah, ¿cómo pudiste meter a la niña en ese maldito baño? —exclama, desesperado.

—En ese momento eso no estaba en mi cabeza, Tyler, lo juro...

Tyler respira de forma histérica. Se parece mucho a Lauren cuando sufre alguno de sus ataques de asma.

Logra contenerse.

—¿La viste? —dice en voz baja.

—Las vi, sí.

Se vuelve con brusquedad hacia mí.

—¿Las? —inquiere.

—Sí —digo con mucho tacto—. A Carah... y a Mía.

—Entonces... —su mirada se pierde— Mía también...

—Lo lamento mucho —expreso con sinceridad.

—También yo —dice casi imperceptiblemente.

Entonces se me ocurre algo. Se me ocurre una idea que podría ayudarnos mucho a que el agresor no siga avanzando. Pienso en nuestras llamadas hechas a Emergencias, y que no deben tardar demasiado en llegar...

—Tyler —digo—, necesito otro favor.

—¿Cuál?

—Tú puedes... ¿puedes describir al atacante?

—No debe ser mayor que nosotros —escupe al instante—. ¿Lo puedes creer? No es mayor. Es alto, delgado, pálido, el pelo rizado, color castaño... no, castaño no, castaño rojizo. Más alto que yo, desde luego. Cojeaba un poco del pie derecho, si no me equivoco. La nariz respingada, los ojos caídos, estaba encorvado.

—¿Crees que podrías dibujarlo?

Asiente. Y entonces siento que sufro un paro cardiaco cuando llaman por tercera vez en el día a la puerta.

—¡Policía, abran la puerta! 

Continue Reading

You'll Also Like

22.5K 789 100
La soledad es esa fina línea entre un vacío que nos reclama y la calidez del amor propio abrazando nuestra alma. El gris es ese color que describimos...
127 74 8
En el oscuro corazón de una ciudad, un joven solitario llamado Charlie encuentra consuelo en un grupo de jóvenes, donde se enamora de una enigmática...
24.8K 1.7K 11
una auperheroe que recién empieza, pierde su interés amoroso, pero otro llega lamentablemente para ella, aquel chico tiene otros superheroes favoritos
24.8K 1K 29
•>>(DOUSHINO)<<• 🔞 Un infierno llamado amor......... El amor con sentimientos egoístas puede volverse enfermizo Y destrozar las esperanzas. Douma un...