Cuatro de agosto © [MEMORIAS...

By EstLeRue

42.8K 4.4K 2.4K

[GANADORA DE LOS WATTYS 2021] El zoológico de Saint James, en Nueva York, abre sus puertas a todos los jóvene... More

Daniel Avery (18)
Lauren Jones (20)
Lena Higgins (24)
George Monroe (38)
David Bike (18)
Lara Benson (17)
Grace Stevens (27)
Mía Ramírez (17)
Noah Walker (19)
Richard Cole (45)
Jeremiah Sawyers (18)
Lista de fallecidos
Disculpas públicas

Tyler Shrike (18)

2.2K 314 134
By EstLeRue

Me gusta saberlo todo y llegué tarde al reparto de los puestos en el zoológico.

Tal vez deba corregir mi presentación inicial y decir que tengo cierta tendencia por el chisme. No me avergüenza. O por lo menos no mucho. Estar bien informado la mayoría del tiempo a uno le trae varias ventajas.

En la escuela, por ejemplo. Cada vez que alguien quería enterarse de algo, su primera opción era obvia: debía buscar a Shrike. "¿Algún chisme que quieras confirmar? Yo lo tengo. ¿Algún secreto del que quieras enterarte? Los sé todos. ¿Alguna persona cuya vida entera quieras conocer? Te consigo datos, anécdotas, su pasado y hasta su historial clínico, si quieres". No es difícil en el sentido estricto de la palabra conseguir la información. Es algo que sé hacer bien.

Llegué al zoológico en busca de un lugar en el que pudiera pasar la mayor parte del verano. Ya que mi hermanita Mahia se fue a un campamento de verano con algunas de sus amiguitas del curso, hubiera sido muy aburrido pasar todo el tiempo en casa con mis padres. Aquí por lo menos me entretengo. Además, los animales me gustan mucho.

Aquí me encontré con varios compañeros de la escuela al principio, pero a algunos no los aceptaron y otros se retiraron por sí solos. Al final solo quedaron unos cuantos, entre ellos Daniel Avery y David Bike.

Es gracioso. Yo lo sé todo sobre David Bike y lo sé, precisamente, porque tuve que conseguir la información para Danny. Loco, ¿no?

Danny nunca me dijo para qué quería saber sobre David y yo tampoco se lo pregunté, aunque lo sé. Él nunca me lo ha dicho como tal (no por miedo, porque sé muy bien que no le avergüenza), pero yo sé que le gustan los chicos. Por mí está bien, Dan es mi amigo, lo quiero mucho, y es tan auténtico que no cambiaría aún si sintiera atracción por los moluscos.

También será un poco extraño que diga que fueron ellos quienes me ganaron el puesto que yo quería elegir. Soy amante de las aves, pero llegué tarde. Solo había cuatro puestos para eso, dos de ellos los eligieron Lauren y Noah, luego David y por último Danny. Pero no hay rencores. De hecho, cuando no estoy haciendo mi trabajo, voy a veces a ver a las aves y a hablar con los chicos. Todo bien.

Cuando supe bien quiénes serían mis compañeros de trabajo, me decidí a investigarlos a todos a fondo. No es que haya sido una necesidad imperante para mí, pero en el verano es usual que me quede sin cosas por hacer, y estaba aburrido en mi cuarto la noche en que se me ocurrió, así que me hice la misma pregunta que siempre me hago cuando me interesa investigar algo: ¿por qué no?

No me costó mucho. Ahora mismo podría recitar sus vidas si alguien me lo pidiera.

Dato curioso (por si alguien tiene interés en hacer esto y hacerlo bien): lo primero que hago yo para investigar a alguien es observar y conocerle físicamente. Empecé por Lena Higgins, la mayor. Tiene veinticuatro años, y los aparenta a la perfección. Es alta, pálida, de largo cabello oscuro que le cae sobre los hombros con mechas de color violeta. Siempre viste de cuero negro, lo único que varía en su atuendo diario son las camisetas de bandas que, para ser sincero, no conozco. Por lo demás, igual: el piercing en la nariz, el maquillaje violáceo negruzco, los labios pintados de un púrpura muy oscuro. Es amable contigo si lo eres con ella. Es como una madre. O más bien como una hermana mayor.

Es la segunda de tres hermanos. Vive con sus padres, su abuela materna y sus dos hermanos varones: Piere, de veintinueve años y Nicholas, de trece. Estudia Artes Plásticas en la Universidad de California, pero nunca habla de eso. Tal parece que no quiere dar muchos detalles sobre sí misma a cualquiera. Está aquí solo por el verano y luego volverá a la universidad. Vino a ganar un dinero extra para aligerar un poco la carga de sus padres.

Después está Harry Wheler, con diecisiete años recién cumplidos. Luego del verano cursará su último año escolar. Harry es alto, delgado, con una nariz respingada y frágil que no hace más que acentuar la delicadeza de sus facciones. Su cabello es rizado y castaño al igual que sus ojos. Yo diría que tiene cara de niño rico, la típica cara de despreocupación y suficiencia.

Harry es el menor de cuatro hermanos, dos de ellos mellizos. Su padre es abogado y su madre es cirujana cardiotorácica. Los Wheler son una familia muy influyente que no tiene nada que envidiarle a ninguna otra.

Harry es, además, el fallido intento de los Wheler por tener una niña. He visto casos como ese varias veces. Por lo tanto, a pesar de no conocerlo, sé que no es con exactitud el hijo predilecto, aunque sí el consentido, como todo hijo menor. Sé que cada vez que lo miran, los esposos Wheler deben ver en realidad a Sarah, la niña a la que ellos esperaban en lugar de otro varón más. En mi opinión, es totalmente comprensible. Luego de mellizos varones como primogénitos, y un varón adicional por segundo—tercer hijo, nadie podía culparlos por querer algo de variedad.

A leguas de distancia se nota que a Harry le gusta Lena. Pero no de esa manera bonita que a todo el mundo le conmueve (o por lo menos no lo demuestra). Más bien la desea, y apesta a feromonas adolescentes cada vez que la mira. Eso no es algo que su perfume de marca pueda ocultar.

Investigar a Harry Wheler culminó en tantos trapos sucios expuestos ante mí, tanto suyos como de su familia, que me quedé con un sabor amargo en el paladar. Por lo general me siento bastante bien cada vez que llego a completar un informe perfecto y profundo sobre alguien, pero terminar con él me hizo sentir vacío y un poco incómodo. Como si hubiera sido una completa pérdida de tiempo (yo odio perder el tiempo con todas mis fuerzas). Por eso fue que ni un segundo después de haber terminado con el expediente Harry-Wheler, pasé a Lara Benson.

Esa chica me intrigó desde que la vi. La primera vez que lo hice recuerdo que pensé que ella debía ser la encarnación humana de un personaje animado de una película de Disney.

¿Han visto "Intensamente"? Pues ella es idéntica a Alegría.

Tiene el cabello azul, corto, desordenado, inusual. Es delgada y pequeña, usa aretes de argolla todo el tiempo, lleva casacas holgadas (y las manos permanentemente metidas en los bolsillos) y sería el personaje al cien por ciento si fuera por lo menos un poco alegre. No miento cuando digo que puedo contar con los dedos las veces que la he visto sonreír. No lo hace tan seguido como los que la rodean.

Lo divertido de ella es que su cabello combina con sus ojos. La mayoría de gente nace con esa característica (castaño con castaño, negro con negro, y así), pero en su caso fue por completo su decisión, un glorioso y tremendo azul con azul.

Es hija adoptiva de una pareja afroamericana que no podía tener hijos. Ellos han sido sus padres desde que tenía seis meses, y son su adoración. Lara ha tenido que pasar por duras situaciones de prejuicio y rechazo, no contra ella, sino contra sus padres. Sé que debió ser difícil y eso me pone furioso. Pero se me pasa cada vez que recuerdo la forma en la que, según sé, han superado cada obstáculo como lo que son: una familia linda, cálida y unida.

Lara Benson es, además de bonita, muy inteligente. Yo diría que una genio. Ha tenido un promedio perfecto, prolijo, impecable desde el kínder. Va a graduarse como la mejor de la escuela, y yo sé que cuando vaya a la universidad terminará graduándose como la mejor de la generación.

Pero continuando, cómo olvidar, por supuesto, a Carah Vermont y Mía Ramírez. Y a ellas dos las investigué juntas porque desde que las conocí supe que eran algo así como siamesas.

Nacieron en el mismo hospital con dos días de diferencia. Carah es hija de un maestro de Filosofía y una enfermera, y Mía es hija de un empresario y una contadora, matrimonio mexicano migrante.

Carah es alta, pelirroja, de melena ensortijada y vivaces ojos verdes. Mía es más bien bajita, de piel cobriza y cabello y ojos negros. De las dos, la más bonita siempre me pareció Mía. Carah será una esmeralda brillante, pero Mía, madre mía, ella es fuego. A pesar de lo distintas que ambas puedan ser en muchos sentidos, han sido mejores amigas prácticamente desde que nacieron. Uña y mugre, son vecinas, asisten a la misma escuela e irán a la misma universidad a estudiar la misma carrera. Es como si fueran una sola persona.

¿Mencioné que tengo la sospecha de que a Lara le gusta Mía? Yo siempre lo sé todo, pero eso es solo una sospecha. Tal vez por eso de manera inconsciente mencioné que creo que una destaca sobre la otra.

En fin, Carah tiene una hermana mayor llamada Emily que ya va a la universidad, y su madre está embarazada. Eso quiere decir que su padre debe trabajar el doble para que ella no tenga que hacerlo durante el embarazo. Mía ya tiene cinco hermanos, ella es la penúltima y la única mujer. Vaya paciencia la que debe cargarse la pobre.

Carah y Mía aquí son reconocidas por un sencillo detalle: sus estridentes chillidos. Juro que nunca había escuchado ruido semejante, ni siquiera los loros y guacamayos juntos logran la magnitud catastrófica del sonido de sus gritos. Esas chicas son el tipo de persona que lleva muchos lazos en el cabello, el aura brillante y gritos de emoción. Son supersticiosas. Creen en la buena y mala suerte. Nunca derraman sal, ni rompen espejos, ni pasan debajo de escaleras, y patearían lejos gatos negros si se les ocurriera pasar por su camino. Son tan alegres, bulliciosas y efusivas que uno no puede evitar sentirse bien y mal estando cerca de ellas. Es bastante contradictorio... pero no es terrible.

Danny es uno de mis favoritos, ¿será porque es como mi mejor amigo? No, no es como mi mejor amigo, es mi mejor amigo. Es alto, delgado, cabello marrón desordenado, un bonito lunar negro junto a los labios y los ojazos todo el tiempo abiertos cercados por pestañas negras. Es como un muñequito. No es que me atraiga, ni nada, pero, vamos, todo el que lo vea tiene que admitir que tiene su gracia.

No necesité investigarlo. Todo lo que sé de él lo descubrí poco a poco en los años en los que me dediqué a conocerlo. Vive solo con su madre. Ella es todo para él, y él todo para ella. Nunca ha salido abiertamente del clóset, pero los que lo conocemos lo sabemos en silencio. Siempre me dijo que su padre no vivía con él por un desacuerdo que habían tenido (aunque se ven con frecuencia y mantienen una relación bastante buena), y supe casi desde el inicio que el desacuerdo había sido la orientación sexual de Dan.

Sé que le gusta David Bike. Sé incluso que son algo así como novios. Sé que se han besado. Sé que lo han hecho. De las cosas que me tengo que enterar, ¿no?

¿Cómo lo sé? Danny me lo ha contado. No, no me estoy contradiciendo. Dan me pidió un día, de buenas a primeras, información sobre Dave. No pregunté, pero comprendí la razón al momento. Luego de graduarnos, estando ambos en el zoológico como empleados, cada vez que Danny iba a mi casa o yo a la suya, platicábamos bastante. Durante una cierta ocasión me habló de alguien a quien de ahí en adelante denominaría "Esa persona". Así, sin género ni nada, dejando abierta la posibilidad de que fuera hombre o mujer como si yo no supiera que estaba loco por David.

Aun así, le seguí el juego, porque es mi amigo y lo quiero. Y pasé las siguientes semanas escuchando sobre lo genial que era Esa persona, sobre lo mucho que le gustaba, sobre su primer beso, sobre las caricias, sobre su primera vez y sobre absolutamente todo. Aunque yo no conocía a David en persona tanto como Dan, lo idolatré. Danny es un buen tipo, una gran persona, creo que uno de los mejores. Se merece toda la felicidad del mundo y Dave se la da.

Así terminé conociendo todo acerca de mis compañeros. Ni siquiera me molesté en googlear a David. No había nada que no supiera sobre él por la experiencia previa.

Creo que no he hablado sobre mi puesto. Ya que fui uno de los últimos en llegar, había muy pocos disponibles. De hecho, tuve que inventarme uno, ya que no quería supervisar ninguna de las atracciones para niños. De pequeño siempre me dijeron que ser el encargado de garantizar la seguridad de bebés y niños es cosa seria, así que no me meto con eso.

Me gusta dibujar. Así que a eso me dedico, hago retratos de las familias que me lo piden. Se me da muy bien el dibujo realista a lápiz, no me va nada mal. Además, tengo tiempo para visitar animales "buscando clientes" y hablar con mis amigos. De vez en cuando me voy a la puerta a jugar cartas con George. Él me ha enseñado varios trucos que nunca fallan. Es un maestro.

Y aquí estoy, sentado bajo mi sombrilla hasta que llega una chica pidiéndome que la retrate junto a su perro. El can es un pequeño schnauzer diabólico que no deja de moverse a cada segundo, lo cual aumenta un poco la dificultad de mi trabajo. Pero luego de un rato lleno de pequeños "perdón" por parte de la chica y "no te preocupes" de mi parte, he concluido y la muchacha se aleja con su retrato en la mano y una expresión satisfecha en el rostro.

Hay unos cuantos trabajos más luego de ese, al cabo de los cuales decido tomar un descanso. Después de todo me duele mucho la mano y mis dedos están rojos y llenos de ampollas. Creo que no había mencionado que la velocidad es un factor determinante en el trabajo si no quiero que el cliente pierda interés, por eso las ampollas.

El sol es radiante hoy, no sé si me gusta o no. A veces abriga, pero a veces ahoga. Camino en línea recta hasta llegar a la casa de los reptiles. Recuerdo que esa fue la referencia que me dio Lena cuando quise buscar a Daniel en el trabajo y le pregunté cómo llegar al aviario. Ahora me sé el camino de memoria, pero igual me detengo a ver a las serpientes.

Todos los días, de hecho, hago mi parada aquí con un solo propósito: ver moverse a la boa constrictor. Hasta ahora no había tenido éxito, siempre la encontraba en la misma posición: tiesa, dormida, perezosa.

Pero parece que hoy es mi día de suerte. Apenas entro, la encuentro erguida, digna, mirando fijamente al frente y siseando de una forma muy inquietante. Impresionado, boquiabierto, embelesado por completo, tomo fotos con mi teléfono para no olvidar este suceso, memorizo cada detalle para poder dibujarlo después y luego doy media vuelta para irme.

Tengo que contarle esto a Dan. Vaya que se lo tengo que contar. No lo voy a poder creer y lamentará habérselo perdido.

Al llegar al aviario, no encuentro a nadie. Miro a un lado y luego al otro, pero no puedo hallar a ninguno de los cuatro chicos. Se supone que es turno de Noah y Lauren, aunque a lo mejor todavía no vuelven de almorzar.

Estoy a punto de irme cuando mi visión periférica capta a alguien.

Lo primero en lo que pienso es que se trata de David, ya que está vistiendo de negro. Pero los rizos del color del cobre me dicen otra cosa. No es Dave. No tengo idea de quién es.

Lo segundo que se me ocurre es un tanto más grave. Es el supervisor.

Dan siempre decía que el supervisor era un méndigo cascarrabias que buscaba la razón más insignificante para armarles el pleito. A lo mejor ha venido para hacerles una inspección sorpresa y no ha encontrado a nadie. Desastre.

Va a ser peor si me encuentra a mí aquí, así que me oculto tras una maceta grande. Podría irme, pero ya lo dije: me gusta el chisme. Lo veo husmear entre las jaulas de las aves. Ellas comienzan a gorgotear de una manera alarmante, y dudo cada vez más de que se trate del supervisor.

También dije que me gustan los animales, sé bastante acerca de ellos. He pasado noches enteras viendo documentales en Animal Planet con mi hermana. Los animales siempre saben algo que nosotros no. Ellos perciben. Y el sonido que están haciendo ahora significa peligro.

No sé qué hacer. No sé quién es, ni qué está haciendo aquí, acariciando el candado de la jaula de los guacamayos con la yema de los dedos. Solo espero que, pase lo que pase, ninguno de mis cuatro compañeros esté en camino.

El extraño desaparece de mi campo de visión por unos minutos. Estoy a punto de salir de mi escondite cuando regresa, ahora con una herramienta de buen tamaño entre sus manos.

Es impresionante con qué facilidad el candado cede y cae al suelo con un estrepitoso ruido metálico.

Me quedo totalmente quieto.

El tipo entra a la jaula, en medio de un revuelo de chillidos de ave. Se acerca con lentitud a la gran pared de vidrio de al fondo en el momento en que la puerta del depósito se abre.

No. No, por favor, no.

Aparecen Dave y Danny. Los dos. Los dos ahí con él.

—¡No puede estar aquí, señor! —grita David.

Y entonces el loco le dispara a Danny con un arma salida de la nada. Mi amigo, mi mejor amigo, mi único amigo, cae al suelo, seguido por Dave. Ya no los veo.

Cubro mi boca con fuerza para no gritar. Quiero correr hacia ellos, pero mis pies se han quedado pegados al suelo. Veo al desconocido asomarse por el vidrio de la jaula y echar un vistazo. Luego acomoda la bufanda que le cubre nariz y boca y se retira despacio.

Me convierto en la planta detrás de la que estoy oculto y me quedo estático hasta que estoy seguro de que se ha ido. Entonces me incorporo y corro hacia donde vi que estaban los chicos.

Cuando los encuentro, Danny está de espaldas sobre el suelo con un gesto de confusión en el rostro y Dave lo cubre casi en su totalidad con su propio cuerpo. Solo veo su espalda, está tan agazapado. Su respiración es veloz y entrecortada.

Al encontrarme con su mirada, las lágrimas se me escapan. Dan abre la boca con dificultad para hablarme.

—No, no hables, amigo —prevengo.

Dave voltea bruscamente, como si hubiera recibido una descarga. Al encontrarse conmigo, su expresión se llena de angustioso alivio.

—Yo... —titubea—. Yo no debí gritarle... no debí... no debí abrir la puerta...

—Tranquilo, Dave —insto mientras me arrodillo junto a ellos—. Déjame ver.

Dave se aparta con lentitud. La mano de Danny yace ensangrentada sobre su costado izquierdo, cubriendo lo que debe ser una perforación de la que brota un manantial de líquido escarlata. Ni siquiera sé para qué pedí ver. Como si pudiera hacer algo. Como si mi presencia hiciera la maldita diferencia para ayudar a mi amigo.

—Tú... tú puedes hacer algo, ¿no? —Dave habla muy rápido y en un tono chillón—. Puedes ayudarlo, ¿verdad?

—Yo...

Recorro todos los datos acumulados en mi cabeza. Amo estar con mi hermana, y ella ama que veamos juntos la televisión. No solo vemos animales, hemos visto de todo. Vamos, primeros auxilios, maniobra de Hemlich, rápido, férulas, traqueotomías de emergencia, compresiones reanimación cardíaca... torniquetes.

—Ayúdame, Dave —pido.

Ni siquiera sé bien lo que estoy haciendo, pero David se pone a mi plena disposición. Le ordeno que me ayude a arrastrar a Dan de vuelta al depósito. Es lo primordial. Mantenerlo a salvo de cualquier ataque.

Una vez ahí dentro, cerramos la puerta. Danny se queja de dolor.

—Necesito tela, mucha tela —digo—. Algo que sirva como una venda.

Oh, Dios mío. ¿Qué estoy haciendo? Sé que esto no se llama torniquete, pero prefiero ponerle ese nombre porque no sé cómo se le llama y eso es lo que más se le parece. Las manos me tiemblan tanto que instantáneamente aprieto mis rodillas con ellas. Es la única forma de que los dos no se den cuenta de que en realidad estoy tan aterrado como ellos.

Dave me alcanza camisetas del zoológico extras que encuentra en una caja. Rasgo una hasta hacerla nada más que tiras de tela. Levanto un poco su propia camiseta para exponer la herida.

—Bien, Dan, escucha —no continúo hasta asegurarme de que me está poniendo atención—. Esto te va a doler. Va a doler mucho, pero tienes que resistir, ¿de acuerdo?

Danny asiente con la cabeza.

—Aquí voy —digo.

Y antes de que se pueda prevenir, presiono su herida con fuerza con la tela y mis manos, arrancándole a él un alarido. David toma su mano de inmediato y veo cómo ambas se tensan dejando ver los tendones sobresaliendo de la piel, como una lucha de fuerza.

No quiero prolongar su dolor, así que con otra de las camisetas rodeo su cintura y la ajusto para que la herida quede bien presionada por mi improvisado apósito.

—Es mejor que presiones ahí por un momento —le digo a Dave, y obedece al instante.

Tengo que hacer algo. Debo reportarlo, y pronto, antes de que ese tipo le haga daño a alguien más.

Le mando un mensaje a George, pero aparece como no enviado. Lo intento de nuevo, pero sin éxito. Reviso la señal y está bien. Algo le debe haber pasado al teléfono de George. Justo-ahora.

—Tengo que ir por ayuda —informo.

Dave se vuelve con brusquedad hacia mí.

—No —dice.

—David, tengo que ir.

—No.

—¡Dave, no va a resistir solo con eso!

—¡No! —chilla, mientras sus ojos enrojecen—. ¡No puedes dejarnos solos, no puedes dejarlo a él!

—Estará aquí contigo, mientras mantengan la puerta cerrada...

—Tú no entiendes... —solloza—. Le fallé... nunca he podido cuidar de nada en mi maldita vida... he arruinado la vida de todos los que me rodean, y... y luego aparece él... y realmente me importa, y lo amo en serio, y abrí esa puta puerta, es como si yo mismo le hubiera disparado...

—No, Dave —aseguro. Me arrodillo a su lado—. Escucha. Si alguien puede proteger a Dan ahora eres tú. Eres el único. Solo tienes que quedarte con él. Yo volveré.

Me vuelvo a levantar y doy media vuelta.

—Prométeme que él va a estar bien —me dice.

Apenas me vuelvo.

—Lo prometo, Dave. Danny va a estar bien.

Sin esperar alguna réplica, corro de vuelta al exterior. El silencio me impresiona, me da la sensación de estar haciendo algo que no debo hacer.

No sé cuánto tiempo llevo corriendo cuando, de la nada, tropiezo con un bulto en el suelo (un bulto que pega un alarido de dolor en cuanto mi pie lo toca) y caigo estrepitosamente al suelo torciéndome una muñeca y raspándome las palmas de las manos.

Me incorporo con rapidez a pesar de las punzadas, cuando me encuentro con el bulto con el que tropecé. Un perrito, uno pequeño. Reconozco al schnauzer que retraté hace solo unas horas.

—Oh... eres tú —murmuro con alivio.

Cuando me le acerco trata de apartarse, pero está tan asustado que termina aceptando que lo tome entre mis brazos. ¿Cómo es que he encontrado a este perrito y no a alguna persona, siquiera a su dueña, quien no se separaba de él esta mañana?

De ese momento en adelante no voy corriendo, sino caminando. Sé que debería darme prisa, pero después de todo literalmente pateé a este perro, lo menos que le debo es un poco de tranquilidad. Camino con cautela, preparado para esconderme a la primera señal de peligro. En mi camino no encuentro a nadie y no sé por qué. Me da cada vez más miedo. Es como estar caminando por una ciudadela en ruinas, por un pueblo fantasma. Es como si el resto de la humanidad hubiera desaparecido.

Debo llegar a la puerta y reportar a George lo que pasó. Él sabrá qué hacer.

El sonido de un siseo me hace detener mi marcha. Se me viene a la mente la descabellada idea de que la boa constrictor se ha escapado, pero el siseo viene en realidad de la puerta entreabierta de un baño. Un par de ojos verdes vidriosos se asoman de ahí.

—Ven —me susurra.

Con sigilo, obedezco. Me acerco, y una mano tira de mí hasta que me veo sumergido en la penumbra del baño de mujeres. Mi corazón se salta un latido.

—Tyler —dice.

Mis latidos retoman su frecuencia ordinaria cuando reconozco a Carah y Mía. Mía está aferrada con fuerza al brazo de su amiga y Carah tiene los ojos tan llorosos que no comprendo cómo es que puede ver bien.

—No puedes seguir —me advierte Carah—. Afuera hay...

—Lo sé —completo—. Lo he visto. Le dispararon a Danny, está herido en el aviario.

Mía solloza con fuerza.

—No puede ser —dice Carah.

—¿Ustedes lo vieron? —pregunto con apremio.

—Estuvimos con él —dice. Nunca la había visto tan seria—. Oímos que le preguntaba algo a nuestra supervisora. Karen estaba de mal humor, no había tenido un buen día... le respondió de una forma grosera, y él... él...

Se detiene por un momento.

—¿Él qué? —urjo.

—Abrió fuego —dice Mía con voz distorsionada—. Le disparó a Karen y a la gente de alrededor.

Me quedo callado. Pero no por mucho.

—¿Cómo salieron de ahí? —digo.

Mía se echa a llorar con fuerza. Carah la abraza y acaricia su cabello.

—Lara nos salvó la vida —dice Carah—. Nos cubrió y nos dio tiempo para escapar.

—¡Y aún así la dejamos ahí! —chilla Mía—. ¡La dejamos en el suelo, no hicimos nada por ella!

—Shhh... —sisea Carah. No lo quiere decir, pero le aterra que el ruido alerte al agresor.

—¿Es por eso que no hay gente afuera? —pregunto.

—Sí —dice Carah—. La mayoría se escondió sola luego del tiroteo, pero a algunos los escondió Lena. Es el único número que tengo, así que solo pude escribirle a ella. Por lo demás no sé qué...

Se escuchan pequeñas pisadas que no vienen desde afuera, sino desde adentro.

—¡Pero qué...! —Carah ahoga un grito.

Solo ahora recuerdo que, en la prisa por entrar, he olvidado totalmente al perrito.

—Esperen... —las tranquilizo, tratando de hallar a ciegas el interruptor de la luz.

Cuando la enciendo, no me cuesta localizar al pequeño.

—Ven aquí, amigo —le sonrío.

Me agacho y vuelvo a tomarlo entre mis brazos. Para cuando regreso a mi posición normal, la expresión de Carah se ha contraído por completo.

—¿Qué? —pregunto.

Pero Carah no me está mirando a mí. Ella está mirando al perro.

—¿Carah? —intento de nuevo.

—Tyler... —titubea—. ¿En dónde... encontraste a ese perro?

—En el camino, ¿por qué?

Carah empieza a sollozar y yo no sé por qué.

—Twyla —llama, con la voz llorosa.

El perrito se retuerce entre mis brazos, queriendo llegar a ella.

—Dime en dónde lo encontraste, por favor —llora.

—Carah, ¿qué está pasando?

—Solo dímelo —suplica.

—Ya te dije, me lo encontré en el camino. En la mañana vino una chica con él, lo reconocí y lo traje.

—¿Una chica? —dice—. ¿Y la chica en dónde está?

—No lo sé, a ella no la volví a ver. Solo me lo encontré a él.

Vuelve a romper en llanto, y a pesar de que un vago entendimiento me invade, no comprendo en su totalidad lo que está sucediendo.

Me agacho y vuelvo a dejar al can en el suelo. Al instante él corre al encuentro de Carah y ella también se agacha a acariciar su peluda cabecita sin dejar de llorar.

—Carah, ¿qué sucede? —pregunto.

No levanta la mirada, su llanto se hace más descontrolado.

—Tyler, este es el perro de mi hermana.

Continue Reading

You'll Also Like

10K 483 8
𝑷𝒓𝒐𝒍𝒐𝒈𝒐: Extrañamente volvía a ser de día, otro día de clases en aquella escuela... Donde habías muerto? Abbie se encuentra con la sorpresa de...
42K 3.7K 44
Amor sobrenatural, segunda temporada. Nuestras parejas Billdip y Ectofeature ya tienen a sus hijos, pero que pasará cuando sus hijos se conozcan?
4.8K 187 7
✦ . - Historia para practicar mi escritura, aun asi sere activo con esta. ✦ . - AU: Spreen hijo del rubegetta ✦ [ PEDIDOS ABIERTOS ] La wea cosmica :...
16.1K 1.1K 52
Una historia alterna en donde Cid y las 7 sombras vencieron al culto de diabolos hace 1 año y detuvieron sus planes sin embargo una nueva amenaza ocu...