Sin ver atrás ✔ (EN LIBRERÍAS)

By CMStrongville

8.9M 570K 110K

Está historia se encuentra publicada con Nova Casa Editorial. --- Kara tiene un pasado del que no se siente m... More

Publicación con editorial
SINOPSIS
_EPÍGRAFE_
PRÓLOGO
01 [Inédito]
02 [Inédito]
03 [Editado]
04 [Editado]
05 [Editado]
06 [Editado]
07 [Editado]
08 [Editado]
09 [Editado]
10 [Editado]
12 [Editado]
13 [Editado]
14 [Editado]
15 [Editado]
16 [Editado]
17 [Editado]
18 [Editado]
18 [Plus]
19 [Editado]
20 [Editado]
21 [Editado]
22 [Editado]
23 [Editado]
24 [Editado]
25 [Editado]
26 [Editado]
27 [Editado]
28 [Editado]
29 [Editado]
30 [Editado]
31 [Editado]
32 [Editado]
33 [Editado]
Epílogo
EXTRA

11 [Editado]

251K 18K 2.6K
By CMStrongville

KARA

Después de hablar con la rectora y explicarle el motivo por el que había solicitado una reunión, un mal sabor se instaló en la boca de mi estómago. Su mirada seria y su manera brusca al decirme que resolvería ese asunto fue lo que me puso los nervios de punta. ¿En qué demonios me había metido? O peor aún, ¿por qué no podía aceptar el acuerdo de paz que Owen me había ofrecido? Me había pedido perdón frente a Dan y admitió que había mentido frente a todo el gimnasio. Incluso se ofreció a ser mi oyente cuando necesitara desahogarme.

Entonces, ¿por qué no podía dejar las cosas como estaban? Todo sería mil veces más sencillo así. Pero, como siempre, me gustaba complicar las cosas; incluso cuando una salida fácil se presentaba ante mí, como en esta ocasión, yo tomaba el camino más complejo.

Me sentía tan mal por haber actuado así, tan culpable porque sabía lo que venía, que decidí saltarme su clase ese día. No podía soportar verlo durante dos horas y hacer como si nada. Así que, en lugar de asistir a Economía, tomé las llaves que Dan me había entregado y me dirigí al gimnasio. A la piscina para ser exacta. Necesitaba liberar un poco de estrés, sacar un poco de energía acumulada y meditar en lo que estaba haciendo. Lo que más quería era estar en paz. Requería de la estabilidad que no había tenido durante los últimos años de mi vida. No necesitaba más problemas con nadie, ya suficientes tenía con el gran agujero en mi cuenta bancaria.

Me estaba quedando sin dinero y en lugar de pensar en alguna manera de salir de ese embrollo, en vez de buscar alguna alternativa, me encontraba metiéndome en otro pleito con ese nerd de ojos azules. Ese sexi nerd con increíbles ojos azules. Ese alto, guapo, sexi nerd de...

«Concéntrate, Kara», me regañé. Debía enfocarme en mi bienestar económico y en los estudios. Solo en esas cosas. No quería, no podía ni debía desviar mi atención a otro problema por más apuesto que este fuera.

Cuando llegué al gimnasio y entré, lo primero que noté fue que solo había un par de chicos demasiado concentrados en sus rutinas como para haberme visto llegar. Eso era bueno. Me gustaba pasar un poco desapercibida, aunque no muchas veces lo lograba; mi casi metro ochenta no me ayudaba para nada —uno con setenta y siete para ser más precisa—. Y mi piel pálida tampoco contribuía.

Casi sentía que cuando saliera a la calle y el sol me diera de lleno, me pondría a brillar como los vampiros de aquella película. Era por eso que había comenzado a usar bronceador en lata, así no corría el riesgo de conseguir cáncer de piel, y eso solo hacía que mis ojos azules resaltaran más. No tenía queja por ello, creía que eran mi mejor atributo y era mejor que me miraran a los ojos durante una conversación que a cualquier otro lugar por debajo de mi cuello. Era incómodo cuando pasaba eso.

«Hola, mis ojos están acá».

Caminé por el estrecho pasillo que guiaba al área de la alberca y una vez dentro cerré con llave. No quería que nadie me interrumpiera. Fui al casillero que me había adjudicado y saqué mi traje de baño negro. Un sencillo, aburrido e insípido traje de baño de una sola pieza. Odiaba los bikinis. Fui al baño a cambiarme y luego salí de nuevo, tomé impulso y me tiré un clavado a la piscina para empezar a patalear una vez en el fondo de esta.

La frescura del agua contra mi piel me relajaba a un nivel que no muchas cosas podían. Ni pastillas ni tés ni hipnosis; nada podía relajarme más que el agua rodeándome. Era por eso que a veces podía pasar más de una hora en la tina, solo escuchando el chapoteo y sintiendo las pequeñas olas que mis movimientos creaban. Solo yo, el agua y mi respiración.

Hasta Owen.

«Joder, Kara, ya deja de pensar en él». Era mi consciencia la que me traicionaba. Me recordaba que podía haberlo metido en problemas y por eso mis pensamientos regresaban constantemente hacia él, ¿verdad? Eso era lo que quería creer, era lo más saludable.

Cuando mis pulmones quemaron por sostener la respiración durante mucho tiempo, saqué la cabeza del agua y tomé una profunda bocanada de necesario oxígeno. Restregué mis ojos para quitar las gotas de mis pestañas y exprimí mi cabello, solo para comenzar a bracear de una punta de la alberca a la otra. No sé cuántas vueltas di o cuánto tiempo pasé nadando, pero luego mis músculos comenzaron a protestar y, cuando saqué mi mano, noté que mis dedos estaban arrugados como pasitas.

Decidí que había sido suficiente. Fui a una orilla y coloqué una pierna en el borde, después de haber tomado impulso para poder salir. Cogí la toalla que había dejado cerca y me sequé con prisa para después ponerme mi blusa roja y un pantalón corto negro. Me calcé mis zapatillas y luego, con la toalla en mano, salí del lugar cerrándolo de nuevo bajo llave.

Solo quería salir de ahí e ir a dormir una larga, larga siesta; me encontraba exhausta. Dudaba seriamente de poder caminar hasta la salida sin caer dormida, mucho menos iba a poder conducir. Estaba tan concentrada pensando en alguna manera rápida de espantar el sueño, que no me di cuenta de que alguien me hablaba hasta que se plantó frente a mí y, sin poder evitarlo, choqué contra su cuerpo.

—Ay, lo sien... ¡Oh! Hola, Dan —saludé algo más animada. Una gran sonrisa se plantó en su rostro al verme y yo le correspondí el gesto.

—Kara. Hola.

Recargué mi hombro en la pared del pasillo cuando sentí un ligero mareo. Si no lo hacía era probable que cayera sentada. Mis piernas temblaban del cansancio y mis ojos casi se cerraban por sí solos, sin hablar del tremendo dolor de cabeza que podía sentir acercándose.

Kara «Mala Suerte» Rosseau. Así es como debieron haberme nombrado mis padres.

—Yo... no te vi —dije reprimiendo un bostezo que, al final de cuentas, salió a flote. Traté de tapar mi boca con mi mano, pero estaba demasiado cansada para siquiera intentar levantar el brazo. ¿Qué estaba sucediendo conmigo?

—Sí, lo noté... Oye, ¿te encuentras bien? Te ves algo cansada —resoplé. Eso era el eufemismo del siglo. Cansada no se acercaba a cómo me sentía en ese momento en realidad. Me sentía desfallecer en cualquier instante. Quise decirle algo, pero no pude abrir la boca. Joder, qué cansancio—. ¿Kara? —vi cómo los ojos de Dan se tornaban oscuros por la preocupación y, dos segundos después, todo se volvió negro.

***

«Ah, mi cabeza».

Ese fue el primer pensamiento que tuve cuando abrí los ojos e intenté incorporarme. Un intenso dolor me taladraba la sien y me hizo reposar la cabeza nuevamente sobre la almohada donde se había encontrado descansando. No tenía claro dónde estaba ni cómo había llegado ahí.

«¿Qué ha pasado?».

Varias preguntas y algunos recuerdos acudieron a mi mente. Solo pude hacer una mueca y soltar un quejido lastimero. En definitiva, me había llevado un buen golpe. Soltando el aire entre dientes por el dolor, me incorporé un poco y me di cuenta de que estaba recostada en una pequeña cama blanca frente a una estantería llena de... ¿medicamentos? ¿Acaso estaba en el hospital o algo así?

Con mucho esfuerzo me levanté del duro colchón y planté mis pies descalzos en el piso fresco. ¿Dónde estaban mis zapatos?

Llevé una mano a mi frente cuando sentí un rayo de dolor lacerando mi cerebro y me encontré con una enorme bola sobresaliendo de ella, justo en el lugar donde suponía que me había golpeado.

—Auch —me quejé, sobando con delicadeza el lugar magullado. Si antes tenía alguna duda sobre mi asquerosa suerte, ahora se había disipado. Yo tenía la peor del mundo.

—Lo siento.

Me sobresalté ante el sonido inesperado. Mis ojos viajaron hasta donde Dan se encontraba de pie con una mano sosteniendo la perilla de la puerta. Ni siquiera había escuchado cuando la abrió.

—¿Por qué te disculpas? —pregunté en voz baja. Los sonidos fuertes solo hacían que mi cabeza punzara más.

—No alcancé a... —Hizo un gesto con sus manos señalando el piso—. No lo vi venir y no pude detener tu caída. —Hizo una mueca de dolor y yo lo imité.

—¿Fue muy feo? —quise saber.

—Solo abollaste el piso.

Chasqueó la lengua y yo sacudí la cabeza, incrédula.

—¿De verdad? —Si eso en verdad había ocurrido, entonces había sido un golpe demasiado feo. Me alegraba de haber estado inconsciente en ese momento.

—Nah, aterrizaste sobre la toalla que llevabas. Pero digamos que jamás volverá a ser la misma. —Negó con la cabeza fingiendo tristeza y una risa escapó de mí. Me miró al escuchar el sonido y una esquina de sus labios se elevó—. Le dimos una digna despedida.

Fruncí el ceño, notando que no se había referido solo a él.

—¿Dimos?

—Sí. El golpe resonó por todo el lugar y los chicos vinieron a ver lo que ocurría. Matt y Noah me ayudaron a limpiar la escena del crimen mientras yo te traía acá. —Hizo un gesto señalando la habitación y mi mirada estudió el entorno. Cuatro paredes blancas me rodeaban y el único mobiliario era una cama, un estante y un banquito. Me recordaba a la enfermería de la secundaria.

—¿Mi propio hospital? —pregunté divertida.

—Y tu propio enfermero. —Subió y bajó sus cejas repetidamente en un gesto pícaro, por lo que solté una carcajada, de la cual me arrepentí al instante en que mil luces explotaron tras mis parpados. Solté una maldición y Dan rio—. Vaya boquita tienes. —Escuché sus pasos acercándose a mí y luego sentí su mano sobre mi espalda—. ¿Qué fue lo que pasó, Kara? Me asustaste bastante.

—Yo... no lo sé, solo recuerdo sentirme débil y mareada después de haber nadado un poco. —Fruncí el ceño intentando pensar en cualquier razón que pudiera haber causado mi primer desmayo, pero nada se me ocurría.

—¿Mareos? ¿Crees que sea posible que...? Bueno, que tú...

Parecía incómodo tratando de encontrar la manera de decir lo que estaba pensando.

—Solo dilo, Dan. Que esté embarazada. —Su rostro cayó avergonzado y puse los ojos en blanco—. No, no hay ninguna posibilidad.

—¿Segura?

—Doscientos por ciento segura.

No iba a decirle que hacía un par de años que no tenía nada de nada, ni siquiera un beso de pico. Eso era deprimente. Ya podía verme como una solterona con veinte plantas, porque incluso los gatos me abandonarían, lo podía sentir.

Pero... no era como si yo hubiera estado buscando tener algo de acción. No importaba lo que se había dicho de mí durante la preparatoria, yo no había dejado de ser virgen sino hasta los diecisiete años con mi primer novio formal. No me gustaba acostarme con alguien por quien no sintiera cariño. Los rollos de una noche no me iban. Ni los de amigos con derechos.

—Me alegra saberlo. —Lo miré de reojo y me sonrió con tanta dulzura que me hizo sentir cálida y en casa por primera vez en mucho tiempo—. ¿Desayunaste antes de venir aquí? —inquirió mientras abría una de las puertas del estante frente a mí.

—No —confesé. Ante mi respuesta se giró y me dio una mirada de reproche.

—No deberías saltártelo.

—Lo sé, es solo que no tenía hambre.

Ni comida en casa, pero eso no se lo iba a decir. Al escuchar aquello me miró con los ojos entornados y se cruzó de brazos, su cadera recargada en la pared.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —preguntó con lentitud y, por un momento, consideré mentirle. Pero Dan se estaba ganando mi confianza muy rápido, demasiado, y no quería alejarlo, no quería mentirle. Quería... quedarme cerca. Que él se quedara cerca.

—Ayer —dije sin dudar, pero sin dar más detalles. Él se dio cuenta de que ocultaba algo porque se acercó más a mí.

—¿Ayer a qué hora?

«Joder».

Mordí mi labio inferior y bajé la mirada, como si estuviera tratando de recordar.

—Creo que... como a las nueve.

—¿De la noche?

«¡Ya deja de preguntar, maldita sea!».

—Uh, no.

—¡Kara! —me regañó.

—Dan...

—Ah, Dios mío, Kara. ¿Estás loca o es que eres de esas mujeres tontas que creen que dejando de comer tendrán un mejor cuerpo? No puedes pasar más de un día sin comer, por eso te desmayaste. ¿No comes y luego vienes y haces ejercicio? Dios, sí que eres vanidosa —continuó despotricando furioso y yo solo me quedé en silencio escuchándolo, viéndolo perder los estribos y comenzando a levantar la voz. Manoteaba furioso y los músculos de su cuello se tensaron, pero me quedé en la misma posición durante todo su discurso. No hice ningún gesto... hasta que concluyó con un—: pensé que eras diferente a las demás modelos, Kara. Me decepcionas.

Esas dos últimas palabras hicieron que sintiera algo parecido a un golpe en el estómago.

«Me decepcionas».

Esa era la frase que solían dedicarme mis padres cuando sacaban algún tiempo de sus apretadas agendas para «conversar» conmigo. Solo me recriminaban mis errores y sus discursos siempre terminaban igual. Con esas dos palabras que, de haber sido armas, me habrían matado.

Y es que a veces la gente no se pone a pensar en lo mucho que las palabras lastiman. Yo siempre he sido consciente de ello y es de lo que más me arrepiento; de que mis palabras siempre eran pensadas y dichas para lastimar. Quería que la gente se sintiera menos, como yo; quería que quedaran marcados, así como yo lo estaba. Fui tan tonta. Lastimé a tantas personas con las palabras y al final nunca me sentí mejor, siempre terminé sintiéndome peor que antes de decirlas.

Me puse de pie ignorando el dolor de cabeza y me dirigí a la puerta.

—¿A dónde vas? —preguntó molesto. Lo miré por encima de mi hombro, mi semblante plano. No quería demostrarle ninguna emoción.

—A mi casa.

—Pero...

—No me conoces —lo interrumpí—. No conoces las circunstancias que me están rodeando, por las cuales hago o dejo de hacer las cosas, y en lugar de preguntarme, en vez de querer investigar qué es lo que pasa, me juzgas. Así que no vengas a decirme que yo te decepciono a ti, porque eres tú quien me decepciona a mí; soy yo quien te creía diferente.

Antes de que pudiera decirme algo más, abrí la puerta y salí de ahí como si me llevara el diablo.

No iba a llorar, ya lo había hecho lo suficiente.

***

Llegué a mi departamento, pero no pude llegar a mi cama. Me hice un ovillo frente a la puerta principal y me quedé viendo a la nada, pensando en todo lo que había pasado y en lo que eso me había convertido.

Yo era una mujer fuerte. La vida me había devuelto todo el mal que había hecho a las personas, pero pude superar cada golpe que me lanzaba, lo seguía haciendo, día tras día. No me había desmoronado —aunque había estado a nada de alcanzar ese punto unos años atrás— y no tenía ninguna intención de hacerlo. Si las peores circunstancias no habían acabado conmigo, nada lo haría. Nada. Nadie tenía ese poder porque yo no se los daba.

Pero seguía doliendo. El que no quisiera demostrarlo no significaba que el dolor no estuviera ahí. Había perfeccionado mi máscara durante largos años y ahora nadie era capaz de ver a través de ella si yo no quería, si no los dejaba.

Mis pensamientos regresaron a Dan.

¿Que por qué no le había dicho la verdad para sacarlo de su error? Era sencillo: no quería causar lástima. Mi orgullo era más grande que el Everest y prefería durar una semana sin comer antes que pedir ayuda. Mucha gente lo veía como un defecto, yo lo miraba como una cualidad. Era ese orgullo el que me impulsaba a seguir adelante, a ser mejor, a llegar más lejos; era ese orgullo el que no me había permitido lucir débil frente a las personas, el que había colocado una máscara en mí para que los demás pensaran que nada me afectaba; era ese orgullo el que me impulsaba a demostrarle a todos de lo que era capaz; era ese orgullo el que me iba a sacar del hoyo en el que me encontraba estancada.

Era gracioso cómo había pasado de querer estar cada vez más cerca de Dan a querer estar lo más alejada posible. Odiaba a la gente que juzgaba sin conocer, sin estar bien informada. Yo había sido una de esas personas y fue con el tiempo que aprendí a no criticar antes de conocer todos los lados de la historia. Cuando te azotan tantas desgracias al mismo tiempo y sales completa —no ilesa— de ellas, aprendes bastantes cosas.

Pero había una cosa que aún no aprendía a hacer muy bien. Perdonar y dejar ir. Eso era lo más difícil para mí, por lo que entendía la sed de venganza de Owen. Entendía que quisiera hacerme pagar todo lo que hice. Lamentablemente yo, a diferencia de él, nunca había sido de las que se dejaban hacer sin pelear.

Estaba pensando en eso, cuando tocaron a la puerta. Me encontraba tan cansada y adolorida que no pensé en quién podría ser. Me puse de pie con gran esfuerzo y un ligero mareo me asaltó de nuevo. Sentí girar mi cabeza y luego, otra vez, un golpe a la puerta.

—Ya voy —dije en voz alta. Di los dos escasos pasos que me separaban de la entrada y abrí la puerta para revelar a un muy molesto Owen del otro lado.

—¡¿Me puedes decir qué carajos fue lo que...?! Oh Dios, Kara. ¿Qué te pasó?

Su molestia se evaporó en el instante en que vio mi rostro y eso solo me hizo sentir peor. Sabía que venía a preguntarme por lo que le había dicho a la rectora, pero parecía haberlo olvidado mientras acunaba mi rostro con una de sus manos y lo giraba para ver mejor el golpe. Estaba segura de que lucía horrible. Yo no le había echado ningún vistazo y no quería hacerlo.

—Me caí —dije en voz baja, avergonzada. No me sorprendería si pensaba que era torpe. Me miró a los ojos al escuchar mi murmullo y elevó las cejas sorprendido. Me sentí cohibida ante su colorida mirada.

—¿Te caíste? —repitió incrédulo.

—Sí. —Sonó más como pregunta que como afirmación y me golpeé mentalmente por ello. Owen soltó un suspiro y se adentró a mi lugar sin pedir permiso—. ¿A dónde vas? —quise saber.

—Voy a buscar algo para ponerte ahí, se ve horrible y se va a infectar si no lo lavas. Ven aquí —ordenó. No me moví de mi lugar, por lo que gruñó y regresó por mí. Me tomó de la mano y me llevó al baño. Tuve que hacer un esfuerzo monumental para ignorar el calor de su palma contra la mía—. Primero quiero que me digas cómo pasó todo esto, después tenemos que hablar sobre otro asunto.

Exhalé resignada y me senté en la taza cerrada del baño, dejando que Owen me curara mientras yo ocasionalmente siseaba o soltaba algún quejido por el ardor. Sin embargo, la verdad era que estaba tratando de distraerme de sus cuidados.

No mucha gente se había tomado la molestia de cuidarme así, por lo que un nudo se formó en mi garganta al ver a aquel hombre ser tan cuidadoso conmigo. Owen, a quien yo había lastimado tanto en el pasado y a quien seguía perjudicando en el presente, me estaba cuidando como si de verdad le importara que estuviera bien.

Una lágrima escapó de mi ojo y él la ignoró, seguramente pensando que era por el dolor físico. No lo corregí. No quería que supiera lo mucho que me afectaba ese hermoso gesto que tenía.

—No tienes que hacerlo —susurré. Por un momento pensé que no me había escuchado, pero luego una de las esquinas de sus labios se curvó.

—Lo sé. Es solo que quiero hacerlo —dijo sin dejar de examinar mi herida. Parpadeé sorprendida ante su confesión.

¿Quería cuidar de mí?

—Yo...

—No digas nada, Kara, a menos que sea para contarme lo que pasó. Cómo fue que... Carajo, debió ser un golpe muy feo.

—Lo fue —admití.

Sus brillantes ojos se fijaron en los míos y tragué saliva al verlo sonreír y ladear el rostro con curiosidad.

—Bien, entonces desembucha. Quiero cada detalle.


Instagram: cmstrongville
Twitter: cmstrongville
Grupo en fb: Leyendo a Cee

Continue Reading

You'll Also Like

3.2M 341K 64
Sinónimo de "Luce Webber" 1- Desafortunada. 2- Violenta. 3- Sarcastica. 4- Verborreica. ¿Quien diría que trabajo y diversión no van de la mano? Final...
25.4K 1.6K 38
Sydney se obliga a creer que no siente amor hacía Milo, odiaba la idea de que cayera en su estúpido juego. ➳ historia totalmente mía. ➳ derechos re...
8.6K 915 7
🫐🌪️🥇❙ ❛ cause i don't want you like a best friend. only bought this dress so ...
124K 7.6K 34
Después de haberse conocido en Hogwarts pudieron dar un paso a algo más allá de la amistad, pero todo tenía que ser un secreto ya que la familia de e...