Después de aquello decidí irme a casa, Kyouka insistió en acompañarme pero no quería ser una molestia, además, necesitaba hablar con Mina, contarle todo lo que había sucedido.
Alargué mi dedo hasta mis labios y sonreí, parecía un sueño, un sueño de aquellos que despiertas con una sonrisa dibujada en los labios, un sueño de esos que parecen irreales.
—¡YaoMomo! Ya me estás contando que tal ha ido vuestra "cita"—sonreí de lado.
—Fuimos a merendar a un sitio, comimos batidos con patatas fritas—reí—Estuvo realmente bien, hablar con ella es maravilloso.
—¿Luego?
—Me llevó a la playa y nos sentamos en la arena, fue precioso Mina. Era como si todas mis preocupaciones se marcharan.
—Me alegro tanto por ti YaoMomo.
—Además...—estaba nerviosa—Nos besamos.
—¿Qué? ¡Tendrías que haber empezado por ahí!
—B-Bueno—reí nerviosa.
—Entonces...eso significa que a ella también le gustas.
—No sé, estoy algo confundida, nunca había sentido nada igual.
—Tu solo confía en ti, en lo que te dice tu corazón. Lucha contra tus inseguridades.
—Gracias Mina— sonreí agradecida—Estoy a punto de llegar a casa ¿Luego hablamos?
—¡Claro! Nos vemos Momo.
Colgué para abrir la puerta de la mansión. Crucé por el camino de árboles verdosos hasta llegar a la entrada, abrí sin hacer mucho ruido. Mi padre estaba apoyado en la pared, mirándome seriamente.
—Momo ¿Dónde estabas?
Tragué saliva y desvié la mirada.
—Con una amiga.
—El lunes acabas los exámenes finales, es un día muy importante ¿Lo sabes, no?
Agaché la mirada. No quería quería hablar de exámenes, quería hablar de otras cosas con él.
—Papá ¿Podemos dejar de hablar de exámenes o estudios durante unos minutos, por favor?
Él pareció sorprenderse ante mi pregunta, frunció el ceño y me miró con severidad.
—Momo, eres un genio, has de aprovechar tus cualidades para llegar a lo más alto, para tener un buen futuro.
—No quiero ser un genio, no quiero llegar a lo más alto, papá.
Apreté los puños, él me miró sorprendido, ajustándose sus gafas en el puente de su nariz.
—¿Qué quieres decir?
—No quiero ser como vosotros. Quiero ser libre, tener otras oportunidades— le miré fijamente tragando saliva—Quiero volver a tocar el piano, quiero estudiar música.
Desde que vi a Kyouka por primera vez la música cambió mi forma de ver las cosas. Recordaba su pelo moviéndose, sus ojos brillar y finas gotas de sudor cayendo por su rostro.
Mi padre soltó una carcajada, una carcajada desagradable y sarcástica.
—Debes estar bromeando, Momo.
—No bromeo, papá ¿Nunca te has preguntado si todos estos años he sido feliz?
—Momo, tienes de todo. Dinero, ropa, amigas, una mansión...¿Qué más quieres?
—¡No es eso papá!
Sus facciones cambiaron, parecía enfadado pero a la vez disgustado, como si en el fondo le preocupara mi estado. Él suspiró, cerró los ojos y volvió a mirarme.
—Los Yaoyorozu somos perfectos ¿Lo entiendes?— me miró fijamente— No tienes derecho a pringar a esta familia con tus aspiraciones absurdas y tus inseguridades.
Aquellas palabras me dolieron más de lo que pude imaginar en ese momento. Solo necesitaba un abrazo, necesitaba llorar.
—Ojalá no ser una Yaoyorozu.
Dije esas palabras sin pensarlo demasiado. Siempre había sido la hija perfecta, la hija que amaba a sus padres y seguía todas sus decisiones. Siempre había sido la hija de una familia rica.
En ese momento, no vi venir la mano de mi padre impactar sobre mí mejilla. Me había quedado inmóvil, sentía como mi mejilla ardía y como las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos.
—Vete a tu cuarto.
Quería gritar, quería contestarle pero no pude. Solo asentí y subí las escaleras tirándome sobre la cama. Lloré, no sé cuánto tiempo, pero el necesario para que mi madre viniera a ver cómo estaba.
—Momo...
Ni siquiera la miré, solo mantenía mi cabeza escondida en la almohada. Noté como ella se sentó a mi lado y acarició mi espalda suavemente, como hacia cuando era pequeña.
—Tu padre está arrepentido—suspiró—Él solo quiere lo mejor para ti.
—Lo que él quiere no es lo mejor para mí, mamá. Estoy harta. Todos me juzgan.
Decidí recomponerme para poder mirarla. Ella me miró entristecida. Su cabello negro caía por su espalda y sus ojos grisáceos me miraban con angustia.
—Le costará aceptar tu decisión, pero lo conseguiremos ¿De acuerdo?—la miré—Ahora, tu solo sigue con tus estudios, y cuando los acabes decidirás que hacer cariño. Yo te apoyaré—noté como algunas lágrimas caían de sus ojos—Siento haberte presionado estos años, lo siento, lo siento...
—Mamá...
—¿Sabes? Cuando era joven yo estaba dentro de un grupo de música—rió—Solo fue un tiempo, ya que tuve que dejarlo, pero ese tiempo fue muy especial para mí.
La miré sorprendida sin poder evitar abrazarla con todas mis fuerzas sin poder contener las lágrimas. Sus palabras me habían ayudado más de lo que ella pensaba. Necesitaba su apoyo y ella me lo había dado.
—Yo tampoco soy perfecta. Ya sabes que soy muy despistada, suelo confundir las cosas muchas veces al cocinar, por ejemplo.
Yo le sonreí. Desde pequeña la había admirado mucho como mujer y sabía que no me había equivocado.
—Tengo algo para ti.
—¿Uh?
Ella alargó su mano hacia su bolsillo y sacó un papel arrugado, me lo entregó, parecía una partitura.
—Es la partitura que me pediste que te dejara tocar aquel día. Te la dejaste en el piano uno de los días que tocaste. Supongo que pensaste que no estaba en casa, pero te escuché—me sonrió—No la pierdas, no sé quién te la dio pero es preciosa. No cabe duda de que es tu partitura.
Volví a abrazarla, estuvimos unos minutos más hasta que ella se separó, necesitaba estar sola. Vi como se iba, para coger mi teléfono.
Kyouka
Gracias por lo de hoy YaoMomo. Me preguntaba si quisieras venir el lunes a la tienda antes del concierto en el festival.
Momo
Claro, Kyouka ¡Gracias a ti!
Kyouka
Qué pases una buena noche <3
Suspiré dejando el móvil sobre mí mesita de noche.
Ese emoticono de corazón fue lo que me dejó dormir aquel día. Tal vez podría dejar de tener pesadillas y recuperar mi confianza con Kyouka a mi lado, tal vez, podría ser feliz de nuevo, como cuando era pequeña.
Aunque muy en el fondo sentía que estaba siendo una niña egoísta e ilusa.