Compañeros de delitos

Bởi LanaCMaddox

500K 52.9K 57.7K

Sin nadie en quien poder confiar, amenazados y utilizados como marionetas por una red de criminales, Jayden y... Xem Thêm

Sinopsis
Capítulo 1 - Un año sin retos
Capítulo 2 - Los Ilsen
Capítulo 3 - Una ciudad de víctimas
Capítulo 4 - Entrando en razón
Capítulo 5 - Excursión al zoo
Capítulo 6 - Familia
Capítulo 7 - Un virus
Capítulo 8 - Regalos
Capítulo 9 - Jayden Bremen
Capítulo 10 - La oscuridad siempre sale a la luz
Capítulo 11 - Parque de las Ánimas
Capítulo 12 - Domingo entre amigos
Capítulo 13 - Primera entrega
Capítulo 14 - Vuelta a la normalidad
Capítulo 15 - Segunda entrega
Capítulo 16 - Halloween [I]
Capítulo 17 - Halloween [II]
Capítulo 18 - Cena en casa de los Bremen
Capítulo 19 - Problemas de equipo
Capítulo 20 - Nivel
Capítulo 21 - Invitaciones y favores
Capítulo 22 - Tarde sobre ruedas
Capítulo 23 - Entregas peligrosas
Capítulo 24 - Golpes de orgullo
Capítulo extra - El corazón de Jayden Bremen
Capítulo 25 - Malos momentos
Capítulo 26 - Amistad
Capítulo 27 - Días de instituto
Capítulo 28 - La vida amorosa de Danielle Ilsen
Capítulo 29 - Parque de atracciones
Capítulo 30 - Keagan
Capítulo 31 - Acción de Gracias [I]
Capítulo 31.2 - Acción de Gracias [II]
Capítulo 32 - Citas y bolos
Capítulo 33 - En lo que dura un pestañeo
Capítulo 34 - Límite
Capítulo 35 - Atrapados
Capítulo 36 - Emociones encontradas
Capítulo 37 - Chicos de instituto
Capítulo 38 - Pequeña felicidad
Capítulo 39 - Discusiones y verdades
Capítulo 40 - Recuerdos y salidas
Capítulo 41 - Secretos
Capítulo 42 - Quién es Jayden Bremen
Capítulo 43 - Fractura
Capítulo 44 - Ockham
Capítulo 45 - Compañeros y promesas.
Capítulo 46 - Los planes de Jayden Bremen
Capítulo 47 - Zugzwang
Capítulo 48 - Breathe
Capítulo 49 - Mal presentimiento
Capítulo 50 - Intentos de normalidad
Capítulo 51 - Punto de no retorno.
Capítulo 52 - Sentimientos
Capítulo 53 - Simmons.
Capítulo 54 - Las intenciones de Jayden Bremen
Capítulo 55 - Conversaciones y confesiones
Capítulo 56 - Año nuevo
Capítulo 57 - C. Nowak
Capítulo 58 - Síndrome del superviviente
Capítulo 59 - Culpables
Capítulo 61 - Final
Epílogo
Edits + Asher

Capítulo 60 - Demonios.

6.3K 741 2.1K
Bởi LanaCMaddox

Feliz día del libro

Canción en multimedia: You Broke Me First [Tate McRae]

Capítulo sesenta: Demonios.

Lunes, 14  de enero

Danielle Ilsen:

    Ver cómo se llevan a Simmons, esposado, es algo que nunca había esperado ver, claro que tampoco me habían quedado muchas imágenes agradables después de tantas semanas de horrores. Mi vida, como la conocía, terminó el día en el que mi antiguo profesor de química, decidió que el mío sería el nombre que pronunciaría, ahora sólo me quedan sus escombros.

    Me siento de nuevo, con el peso levantándose de mis hombros, pero no de forma positiva. Una vez me dijeron que la razón por la que tantas personas enferman después de la época de exámenes, es porque, mientras estás en ella, tienes tanta tensión encima que, literalmente, tu cerebro está manteniendo todo a raya. Me reí cuando me lo contaron y recuerdo que Charlie, que daba psicología conmigo por esa época, rodó los ojos y dijo: "Claro, porque tu cuerpo puede decirles a las enfermedades que esperen a que terminen exámenes." No fue algo que yo me creyera, si soy sincera, me parecía ilógico que la tensión pudiera parar eso y que, por ello, tantas otras personas enfermaban en cuanto entraban en vacaciones, porque su cuerpo se relajaba y ya no les protegía.

    Me reí de ello, como Charlie, como nuestros compañeros.

    Ahora recibo una prueba de ello cuando la tensión se va de mis hombros. Simmons está esposado, mi familia está bien, las familias de tantas víctimas tendrán una explicación y, maldita sea, ¡Jayden está vivo! Ya no tendré que reunirme más con Simmons, no tendré que proteger a mis hermanos, no tendré que vivir con la tensión que crea saber que, si cometes el más mínimo desliz, lo pagarás con tu vida y con la de tus seres queridos. Esa tensión se va con una exhalación y, todo lo que me había mantenido en pie, se va también.

    Dejo el aire ir y mi cabeza empieza a dar vueltas, las voces se vuelven más apagadas, mi cuerpo más débil. Lo he hecho, no tengo nada más que hacer. He terminado. He terminado y estoy tan, pero tan cansada que no consigo hacer más que clavar la mirada en la puerta por la que se han llevado a Simmons.

    Recuerdo su tranquilidad y la tensión vuelve por un segundo a mí. Mientras Gibbs recoge sus cosas, tiro de su brazo con una confianza que sé que no es apropiada. Él no parece cómodo con el gesto, pero me atiende igualmente.

    —¿Adónde se lo llevan? —le pregunto.

    —Eso, señorita Ilsen, no es algo que deba preocuparme.

    Mantenerme despierta exige demasiado esfuerzo, moverme, es todavía peor. ¿Pensar? Eso me está consumiendo.

    —¿Y si se escapa? —pregunto—. ¿Y si intenta algo? ¿Y si los que estaban con él intentan terminar su trabajo? ¿Y si...

    —Señorita Ilsen —interrumpe. Me mira por unos segundos, pero finalmente opta por terminar de recoger y hacerme una seña para que me ponga en pie—. Si es tan amable de acompañarme, le hablaré de los siguientes pasos a seguir.

    "Los siguientes pasos", esa referencia a una tarea, a algo que ocupe mi mente, a una estructura que pueda mantenerme en pie, me hace recuperar las fuerzas suficientes como para levantarme y, mientras que el ajetreo de la sala empieza a bajar de nivel lentamente, Gibbs me guía por el pasillo, a través de unas largas escaleras y, finalmente, por un par de pasillos más hasta llegar a una puerta de madera oscura.

    La desconfianza se lleva lo mejor de mí.

    Me mantengo a una distancia prudente de la puerta, quedándome todo el tiempo a la vista para cualquier persona que pase por el pasillo sólo por si acaso. He pasado por mucho y todo lo que veo es una mala señal así que no, ni siquiera con todo lo que Gibbs ha hecho por mí, confío en él.

    —Debo confesarle que, aunque vine en nombre de Nowak&Aldrich, sólo una de las partes estaba implicada y, mi jefe, insistió en que usted debía terminar en libertad. —Apoya una mano contra la puerta—. Es un hombre supersticioso, y, lo que sea que vio en usted, le hizo creer que le debía algo así que acepte el pago y, con eso en mente, espero que entienda que permitirle hacer ciertas elecciones no estaba en mi mano.

    Abre la puerta y hace una seña, lentamente, doy un paso más cerca. Mi corazón se acelera, dándole vueltas a todo lo que podría encontrarme ahí. Los latidos son más fuertes, más rápidos. No dejan de incrementarse sobre todo cuando llego a asomarme y lo veo. Le veo.

    —¿Tim?

    Mi hermano, que está sentado junto a una alta mesa de madera, levanta la cabeza y me ve. De pie cerca suyo, espera el señor Bremen. Mi hermano aprovecha ese momento de confusión para correr hacia mí y rodear mi cintura con sus brazos.

    ¿Es Tim?

    Apoyo una mano contra su cabeza sabiendo que, desde que tenía cuatro o cinco años, las caricias en el pelo era algo que le encantaba, le relajaba. Por eso, cada vez que tenía que ir a verle, hacía eso, pasarle la mano por el pelo para tranquilizarle. Ahora me sale solo, pero, aun así, no puedo sentirme cómoda, no cuando no entiendo nada.

    —¿Qué hace aquí? —pregunto hacia Gibbs.

    De reojo puedo ver como el señor Bremen se mueve dentro de la sala.

    —Su hermano vino a testificar, señorita Ilsen.

    —No —No ha pisado la sala del juicio, me he asegurado de eso.

    —Hay más de una forma de hacerlo, especialmente para cualquier testigo que pueda poner en riesgo su vida de hacerlo. Además, debido a su edad, no tuvieron...

    —¿Lo saben? —corto. No quiero entenderlo, no me interesa, lo único que necesito saber es una cosa y Gibbs no parece entenderlo—. Simmons y sus abogados, ¿lo saben?

    —Era necesario, la presencia de su abog...

    —¿Que era necesario? —interrumpo una vez más, cabreada—. ¡Dije que no! ¡Dije que no quería que lo hiciera! ¡No tenías derecho!

    Gibbs se mantiene en silencio unos segundos, luego lo intenta calmadamente.

    —Como le he dicho, mi jefe tenía un interés personal en que el resultado fuera favorable. Tuve que tomarme ciertas libertades.

    Libertades.

    Traer a Tim no es una "libertad" y ahí recuerdo ese cambio de juez que vino con la reestructuración del caso. Ahí no lo pensé, pero ahora lo hago, quizás, el juez, fuera también un conocido "amigable" de Caleb. Interés personal. Eso me deja un mal sabor de boca. "Lo que sea que vio en usted, le hizo creer que le debía algo", mis recuerdos son claros en eso, jamás olvidaré esa noche. La forma en la que traté de protegerme de la única forma que se me ocurrió, de proteger a mi familia dándome otro nombre y cómo, al pronunciarlo, juré que algo había cambiado en Caleb Nowak. El nombre, no soy capaz de recordarlo, pero tuvo que ser eso, no hubo nada más. El nombre, o puede que el color de mi vestido, o del pelo, o incluso el uso de palabras, no sé hasta dónde llegará su superstición o por qué, pero una cosa sí sé, y eso es que es tan descorazonado como Simmons. ¿Quién pone en riesgo a un niño, haciéndole testificar contra las personas que tanto daño le han hecho y dándoles algo de lo que vengarse? ¿Y si Simmons sale? ¿Y si sus "secuaces" siguen cerca?

    —No me odies por haber roto la promesa —ruega Tim—. Él me dijo que podía ayudarte, quería ayudarte. Dani, no me odies.

    Eso me rompe el corazón y, alejándole un poco, levanto su rostro para poder mirarle. Llora, y su angustia es tan profunda que se siente como una puñalada.

    —No tienes que hacer nada por mí, y, no me mires así, sabes que nunca podría odiarte. —Dejo el aire ir—. Anda ven.

    Le abrazo, dejando que mi corazón suavice sus latidos con la presencia de mi hermano. Tenerle de nuevo entre mis brazos es como una cura a tantas heridas. Por él, me he tenido que convertir en una persona a la que odio, pero, verle bien, hace que haberlo hecho duela un poco menos.

    El señor Bremen, que estaba cerca de la puerta esperando, da un paso fuera.

    —Danielle —llama.

Mirarle es dejar que mi mente salte en la dirección de Jayden. Sus hermanos, Asher y Lily, tienen el cabello rubio, rasgos angelicales y ojos azules de su madre. Jayden, en cambio, tiene ese pelo castaño algo más claro que el de su padre y los mismos ojos marrones. Verle es doloroso, sobre todo por la culpa que siento al no haber podido hacer nada para evitar ese daño. Miro al señor Bremen y todo lo que puedo ver es al hombre que golpeó el cuaderno contra la mesa en busca de explicaciones que no pude darle.

Aun así, no tengo problemas en bajar la cabeza y tragarme el orgullo con él porque sé que ha estado aquí con Tim, haciéndole compañía.

—Gracias, por haberse quedado con Tim. —Trago en seco—. Siento todo el daño que he causado a su familia, no era mi... —Se me cierran los pulmones por un momento— intención.

En el fondo, sigo esperando a que me grite o me golpee. Me lo merezco, lo tendría bien merecido. No lo hace, pero tampoco dice nada por largos segundos. Gibbs es quien habla, él cambia el maletín de mano y me mira.

    —Señorita Ilsen, ha sido un placer trabajar con usted, Nowak&Aldrich recibirá de forma oficial su ficha mañana a primera hora así que pronto se pondrán en contacto con usted para hablar del seguimiento. Por mi parte, me despido aquí, y, como supongo que entenderá, a mi jefe le gustaría que mantuviera cierto cuidado al hablar del caso. —Mira al señor Bremen para calcular cómo advertirme—. No le gustan los agradecimientos o ser el centro de atención.

    Me lo advirtió antes del juicio, me respondió más bien, cuando le pregunté qué hacer si Simmons mencionaba a Caleb o si su equipo lo hacía. Gibbs me dijo que no me preocupara, que, en el caso, sólo dijera no recordar ningún nombre ni distinguir rostro alguno o, si no podía, que alterara las facciones. Aun así, añadió que nadie me preguntaría por él, si a Simmons le quedaba algo de cabeza, sabría que ese sería un grave error.

    No le mencionaron, ahora me recuerda que, como en mi versión, Caleb Nowak debe quedar completamente fuera de esta historia. Casi como un fantasma, justo como lo ha sido todo este tiempo.

    Para mí, todo esto fue un accidente, un mal juego del destino, pero, mientras, Simmons rascaba en busca de más poder y Caleb le despachaba una y otra vez. En lo que yo me movía por su tablero, ellos tenían una partida en marcha que cierra hoy. Es curiosa la forma en la que, encerrada en este tira y afloja por decisiones que nunca me pertenecieron, no pude ver que nunca se había tratado de nosotros.

Simmons estaba construyéndolo todo, nos tenía para sus trapos sucios, nos encargábamos de los alimentos para los niños cuyos órganos terminarían en el mercado negro, para los suministros médicos, para obtener datos policiales y, a mí, me hizo conseguir esos planos del subsuelo donde, cuando acusaron a Byron, encontraron la base que estaba montando en una de esas zonas. Simmons estaba creando su sede.

Caleb sí acertó en algo cuando nos conocimos, él dijo que yo era un peón, lo que no imaginé era que mi papel fuera tan literal. Un peón movido por Simmons en la partida que él y Caleb mantenían. Uno quería más poder, más protección, y lo arriesgó todo. El otro sólo decidió que ni las amenazas ni las personas molestas eran merecedoras de su tiempo.

Ahora, Gibbs se inclina un poco a modo de despedida, y se va.

Tengo que bajar la mirada para recordar que Tim está conmigo, al mirarme, le sonrío.

    —¿Estás bien? —pregunto, paso los dedos por su mejilla, con miedo de encontrar cualquier cosa fuera de lugar. Tim asiente un poco—. Bien, eso está bien.

    Le atraigo de nuevo hacia mí para poder abrazarle una vez más. No sé si seré capaz de separarme de él de nuevo, estoy demasiado cansada para eso, demasiado cansada de todo. Sólo quiero un minuto tranquilo, un día en el que pueda respirar, un día en el que no tenga que temer que todo se tuerza a cada minuto.

    —Será mejor que esperemos dentro a que se despeje un poco todo fuera del juzgado —dice el señor Bremen. ¿Va a llevárselo, a Tim? Debe de notar mi reacción tan fuera de lugar, porque se aleja de la puerta para invitarnos a entrar a la sala y se explica—. Voy a llevaros a casa. A los dos.

    A los dos.

    A casa.

    ¿Cómo puede seguir mirándome?

    No quiero que lo haga, no quiero que nadie lo haga.

    Ahí entiendo algo más, y es que mis padres no están aquí. Tim está, pero ellos no y, aunque ellos supieran que el señor Bremen venía porque, por lo que me contó Corinne, ella parecía visitar a menudo a mis padres, no dejarían a Tim fuera de su vista ni estando con el señor Bremen. Sobre todo mamá. Cuando yo seguía en casa, a ella le costaba incluso estar en habitaciones separadas, tenía que verle todo el tiempo. Vendría por Tim, así que, si no están, es que no estaba solo en mi cabeza, ellos realmente no pueden soportar verme a mí. Si pudieran, habrían venido al juicio.

    Les he hecho daño, les he hecho demasiado daño.

    Eso es lo único que causo a las personas que me rodean. Ruby, Byron y Brianna han muerto, yo terminé siendo la única superviviente del círculo interno de Simmons. Es más, antes de eso, cuando Simmons puso a Margueritte como la mujer de su grupo que se encargaría de mí, ella también murió. A Tim se lo llevaron para amenazarme a mí y Jayden terminó herido por seguir a mi alrededor. Toda persona que se acerca a mí, sufre. Soy yo, yo soy ese patrón que se repite.

    —¿Dani?

    No puedo con mis pensamientos, aun así, intento sonreír hacia mi hermano.

    —Espera en la sala —le pido.

Tim duda, pero lo hace, pero yo me mantengo unos segundo más fuera. No quiero que Tim me vea mal, no quiero que nada de esto le pase factura a él así que cierro un poco la puerta y soy directa con el señor Bremen. Hay una cosa por la que siempre me tragaría el orgullo, una por la que soportaría cualquier odio que él tuviera que lanzarme, y esa es Jayden.

    —¿Cómo está Jayden? —le pregunto.

    Al señor Bremen parece costarle sostenerme la mirada.

    —No ha habido avances —responde—. Supongo que Corinne ya te lo contó.

    Cierro las manos a mis costados, con unos segundos de margen para recomponerme antes de que la siguiente ola de culpa me golpee. Antes, no tenía tiempo para permitirme estar mal, ahora el mundo me está devolviendo todo lo que contuve. Como puedo, lo mantengo un poco más a raya.

    —No me contó mucho. ¿Cómo de... —Aparto la mirada unos instantes para que mi vista vuelve a la normalidad, quiero saber, no llorar—. ¿Cómo de mal está?

    El señor Bremen tiene que pensárselo.

    —Yo estaba en la sala cuando el psiquiatra habló de tu caso, no creo que sea recomendable que hablemos de esto por ahora.

    —Señor Bremen, con todo respeto, esto es lo único que quiero saber. Por favor, necesito la verdad.

    Sé que la señora Bremen hablaba de la forma más positiva en la que era capaz, pero lo notaba, ese dolor de fondo, esa angustia. Eso es lo que no me ha permitido sentir alivio sino más angustia hacia todo esto.

    Para bien o para mal, el señor Bremen sí es sincero conmigo.

    —No creen que vaya a aguantar mucho —dice.

    Las palabras se traban en mi garganta, pero no dejo que eso cale hondo en mí, no todavía. La señora Bremen siempre ha tenido razón en algo y es en que Jayden es demasiado testarudo para absolutamente todo. Él aguantará, de todas las personas a las que he conocido, sé que él podría. Él tiene que hacerlo.

    —Pero iban a operarle, ¿no?

    —Es complicado. —El señor Bremen pasa una mano por su barbilla, incómodo y en busca de tiempo—. Intentaron operarle en cuanto llegó, pero no pudieron terminar porque no estaba suficientemente bien como para sobrevivir a una operación así y casi no lo hace. Hicieron lo que pudieron y, como creo que ya te contó Corinne, le indujeron un coma para ver si podían ganar algo de tiempo. Ahora sigue igual y cada día que pasa hay más posibilidades de que no pase la noche. Si no le operan, no creen que aguante otra semana más pero, si le operan, hay todavía demasiado riesgo.

    No, eso no puede pasar. No puedo pasar por eso dos veces, no quiero hacerlo. Jayden aguantará, tiene que haber una forma. Siempre hay una forma.

    —Entonces, ¿van a operarle? —pregunto.

    —Este jueves, ya están firmados los papeles.

    Omite algo ahí, pero lo veo en su mirada y lo entiendo entre sus palabras. "Este jueves, si es que sobrevive hasta ese día." Lo ha dicho, cada día que sigue vivo es un milagro, y están intentando darle todo el margen que puede para que gane fuerzas antes de meterle de nuevo en quirófano.

    Sé el dolor que me ha causado y, definitivamente, puedo ver el daño que debe de estar causando en su familia, sobre todo con las posibilidades de las que me habla. Pienso en su madre, que, pese a ello, tanto ha intentado llegar a mí para decirme que me apoyaban. En el señor Bremen, que ha testificado a mi favor. Pienso en su hermano, que la señora Bremen me contó cuánto imitaba a Jayden y, en definitiva, que le veía como a ese ejemplo a seguir.

    Y pienso en Lily, en cómo esto va a afectarla.

    Jayden tiene que recuperarse, tiene que sobrevivir a esa operación, porque no es justo, porque no se merece esto, porque él es la persona más pura a la que he llegado a conocer. Él tiene un corazón de oro, y no es justo que alguien que cuida tanto de todos no salga. Si yo merezco un castigo, él merece la salvación.

    Siento las lágrimas arder.

    —Lamento no haber podido hacer más —consigo decir. Él ha oído mi versión, ha estado en el juicio y, ahora, no parece molesto, aunque sí algo incómodo con mi presencia. Tampoco le culpo. De todas formas, tengo que decirlo, necesito que me escuche y creo que, en el fondo, necesito que ellos me perdonen para poder hacerlo yo—. Si me hubiera dado cuenta antes, si hubiera sabido que intentaría seguirme yo...

    —No es el momento de buscar culpables —interrumpe.

    —Sólo quiero decir que...

    —Danielle, Corinne ya lo habló contigo, queremos lo mejor para ti, sobre todo porque es lo que Jayden querría, pero es demasiado pronto. No es el momento.

    El pero resuena con fuerza en mi cabeza. No quiere mis disculpas, pero no porque piense que no debo darlas, sino porque no quiere aceptar que, en el fondo, una parte de él sí me culpa. Intenta protegerme de eso. Lo acepto, entro en la sala y me siento en la silla más cercana a mi hermano para luego dejar que él se apoye contra mi costado.

    Me quedo con él, en silencio, hasta que el señor Bremen nos lleva a casa una hora después, esperamos aquí hasta que, como el dice, "Se calman las cosas fuera."

    El viaje en coche es silencioso y, para cuanto aparca frente a casa, ya han abierto la puerta de casa. Aun así, he tenido tiempo para verlo, las pintadas en la puerta, la suciedad en las paredes. Alguien ha decidido exponer mis actos con crueldad contra mi familia. Eso me acelera el corazón, lo entiendo, lo sabía, el linchamiento social. Esa es la razón principal por la que Gibbs fue claro en cuanto a decir que no respondería ninguna pregunta que le hiciera sobre lo que se decía en los medios del tema, él quería que mi cordura siguiera manteniéndome, sabía lo delicado que mi estado mental era. Al salir del coche, eso me llega, ese odio colectivo y merecido.

    Un jurado me ha perdonado, pero, ¿lo harán tantos afectados? ¿Lo harán tantas otras familias? ¿Lo harán mis propios amigos? Rob y Charlie, ¿qué deben de estar pensando ellos de mí?

    Tim sale del coche y me da la mano.

    Por el camino que cruza nuestro jardín delantero, mamá avanza con su bata de satén bien atada y el pelo cayendo desordenado sobre sus hombros. No tengo tiempo a asimilarlo, por ella me abraza con todas sus fuerzas y rompe a llorar en cuanto me tiene. Ella... me abraza.

    Mamá llora abrazándome.

    ¿Por qué me cuesta tanto comprenderlo?

    No consigo quitarme la incomodidad encima y, cuanto más entiendo, más empeora. Hay frío entre nosotras, frío entre mi mente y cualquier persona que intente tocarme. Supongo que me asquea tanto la idea de mi propia persona, que no puedo entender que cualquiera pueda estar cerca. Con Tim puedo, con Tim he vivido demasiado como para que ahora pueda sentir cualquier clase de rechazo. En cuanto a mamá, lo noto.

    He tenido muchas pesadillas sobre este momento, he soñado demasiadas veces con palabras de odio por parte de mis padres y merecidas acusaciones. No le dije a mamá que yo sabía que Tim seguía vivo o dónde estaba. No les dije nada. Ni siquiera el peligro en el que todos estaban. No protegí a mis hermanos lo suficiente, pudieron haberles matado y, aun así, mamá me abraza como hizo con Tim.

    El problema es que eso no se siente como debería. Fantaseé con un regreso agradable, me concedí ese pequeño momento, en el piso, en el que soñaba despierta con el cariño de mis padres, con ese calor y cuidado que tanto necesitaba. Lo imaginé, fue mi mayor sueño y, al recibirlo, sólo me hace sentir más ganas de apartarles de mí. Es un impulso, como si el contacto hiciera que mi piel se rasgara.

    No se siente bien y, lo peor, es que no sé por qué.

    No la veo venir, pero reconozco a Charlie, ella se une al abrazo sin dudarlo y ahí es cuando lloro porque sé que ella ha estado aquí, con mi familia, esperando. Debí haberlo sabido. Ella nunca se creería lo que los medios decían y, desde siempre, es una más de la familia. Compró un billete de avión para intentar venir a darme apoyo cuando Tim volvió a casa, ahora, parece haber estado con mis padres para dárselo a ellos. Es parte de esta familia y más sentimental que cualquiera.

    Mamá llega a soltarme, y Charlie aprovecha el momento para abrazarme ella sola con más fuerza.

    —Casi me muero cuando lo vi —dice.

    Lloro con más fuerza y, su abrazo, sí se siente bien. Charlie es esa hermana de otra familia quien, generalmente distraída, nunca ha sabido bien cómo ayudar, aunque lo intenta. Siempre lo intenta.

    Con ella no guardo las preguntas que tanto me cuesta hacer a mi familia.

    —¿No me odias? —sollozo.

    —¿Odiarte? Sólo quiero meterte en una caja y no dejar que te hagan daño. Me moriría si te pasara algo, eres mi mejor amiga. ¿Por qué no me lo dijiste? Te hubiera ayudado, hubiera pasado por todo eso contigo.

    —Lo sé.

    Ella sí, ella lo hubiera hecho.    

    Tal y como Jayden hizo, y eso no dejaba un final que quisiera para nadie.

    Mamá pasa una mano por mi mejilla. No quiero soltar a Charlie, pero termino haciéndolo cuando veo a papá.  Papá me da un abrazo en cuanto Charlie se da cuenta de que él está aquí y le cede el lugar. No dice nada, pero noto su alivio. De nuevo, no se siente correcto.

    Al único al que no veo aquí es a Arthur, y eso me devuelve un mal presentimiento, el miedo de siempre. Busco a mi alrededor y es algo que ellos notan. Charlie al menos.

    —Rob está con Arthur dentro, no te preocupes, está bien —me dice.

    Eso me hace soltar todo el aire que estaba conteniendo y, a la vez, me incomoda. Arthur es a quien más miedo me da enfrentar, porque a él le vi sufrir por Tim, él vino a mi cuarto muchas noches y nunca le dije que yo sabía que Tim seguía vivo, nunca quité ese peso de sus hombros aunque sabía, aunque sospechaba, que se sentía culpable por haber entrado a casa antes que Tim el día que se lo llevaron.

    —Gracias por traerles, por todo —escucho que papá le dice al señor Bremen.

    —No te preocupes —responde el señor Bremen—. Sé que ya tenéis a patrullas por la zona, pero, si pasa lo que sea, llamadme, mandaré a alguien de confianza rápidamente.

    —Lo haremos —le dice mamá—. Si vosotros necesitáis algo, si necesitáis que cuidemos de Lily unos días o lo que sea, sabéis que podéis hacerlo.

    Lily, ¿estará yendo al hospital? Porque dudo que sus padres se separen mucho de Jayden, yo no sería capaz. ¿Y Asher, su hermano? ¿Irá a visitarle? ¿Seguirá en el internado? Dudo que se haya quedado lejos.

    —Estaremos en contacto y, Charlie, deja de subirte al capó de los coches, podrías tener un accidente —dice el señor Bremen.

    —Haberme dejado ir al juicio —se queja ella.

    ¿Se subió al capó del coche del señor Bremen porque no querían dejarla ir allí? Eso me hace soltar una corta carcajada sin apenas fuerzas. Ella, que sigue a mi lado, hace una mueca de tristeza hacia mí y pasa un brazo sobre mis hombros.

    El señor Bremen se va y mamá nos lleva hacia casa, Charlie y Tim no llegan a soltarme en ningún momento y, al entrar a casa, se me revuelve el estómago. Ya no sólo por el miedo de enfrentar a mi propia familia, sino por los recuerdos que guarda. Mis pensamientos gritan por ayuda.

    Siento ese fuerte mareo que suele acompañarme y, al ver mi casa, empeora. Tantos recuerdos, tanta angustia. Todo aquí. Lo siguiente que sé es que estoy en el salón y que Rob me tiene entre sus brazos ahora. Vuelvo en mí a tiempo de ver cómo, sobre su hombro, Arthur no me mira con buenos ojos. No parece enfadado, pero tampoco da señales de querer verme o acercarse. Ahora, papá está junto a él tratando de decirle algo. "Lo entiendo", me digo. Sabía que Arthur necesitaría tiempo, tal y como esperaba que mis padres también lo hicieran. Ese es el problema, que, con todas las razones que conozco por las que deberían guardarme rencor, que no lo suelten, me hace sentir que esto es falso. Un momento de idealismo antes de que todo estalle. No termino de estar cómoda con sus reacciones, por mucho que sepan, no puedo estarlo.

    Rob me abraza por largos segundos.

    —Pensaba que no eras un chico de abrazos —le digo.

    —Y mañana dejaré de serlo, pero nos has dado un maldito ataque, idiota —responde.

    Charlie, tan emocional como siempre, también se une a este abrazo.

    Algo me dice, que ellos no lo saben todo, me pregunto cuánto sabrán. Conociendo a Charlie, ella se habrá cerrado en banda nada más oyó algo del tema. Es muy firme para eso, si oyó algo, puso su barrera de "Eso no es cierto" y siguió por esa línea. Rob dudo que preguntase directamente a mis padres y, Charlie, sólo les diría lo ilógico que era todo. Sé que mis padres lo saben, Gibbs les ha mantenido informados. Sé que los Bremen también lo sabrán, pero, ¿cuánto saldrá después del juicio? ¿Cuánto contarán los medios? Porque, definitivamente, no podrán abarcarlo todo. Resumirán mis mayores pesadillas a un párrafo.

    Charlie y Rob no conocen toda la historia y me encuentro deseando que no lo hagan, no porque no quiera recordarla, sino porque hay mucho que no quiero admitir. No sólo lo que hice, sino lo que pensé. Ahí levanto la mirada hacia mi madre recordando la última nota que dejé bajo mi almohada.

    Confesaba parte y contaba, con el corazón destrozado, lo que pasaría esa noche. Les pedí perdón por lo que iba a hacer porque no quería que pensasen que fue su culpa, porque no era capaz de mirarles a los ojos y decirles que sacrificaría una vida para limpiar la memoria de tantos. Para terminar con el dolor de cualquier víctima de Simmons, para encerrarle a él. A estas alturas, han debido de leerla, ellos deben de saber eso, y no me atrevo a mirarles a los ojos aunque sepa que fue justificado.

    Aunque no fui capaz, aunque quise ganar tiempo porque nunca he querido morir, y aunque eso pusiera la vida de Jayden en la cuerda floja.

    Jayden me salvó.

    Jayden salvó mi vida, cuando él apareció, hizo que yo no cumpliera mi idea volviendo a casa, que no sacase el coche de la carretera para que no pudieran culparme o hacer daño a mi familia con las palabras que iban a poner sobre mis labios. Mi confesión sería limpia. Simmons no me podría hacer daño mediante mi familia si yo ya no estaba viva. Iba a hacerlo. No quería, pero lo iba a hacer.

    Luego Jayden apareció y todo cambió.

    Si Jayden no hubiera aparecido, yo no seguiría viva y, si Jayden no hubiera aparecido, no me hubiera quedado a su lado, Simmons no me hubiera acusado, mi caso no saldría en los medios, Caleb no hubiera encontrado una oportunidad ahí y Gibbs nunca hubiera venido. Ahora, Simmons está entre rejas y yo sigo con vida. Sigo con vida aunque haya dejado de sentirme viva.

    Me salvó la vida, y fue la razón por la que mantuve las ganas de vivir incluso en mis peores momentos porque, él, hizo que yo quisiera entender que no todo era culpa mía, hizo que ese odio que sentía hacia mi persona fuera aliviado por cómo me miraba, por cómo me trataba.

    No tiene sentido que él muera, no puede hacerlo, no puede cuando gracias a él ha salido este caso, cuando gracias a lo que hizo todo cayó contra Simmons y cuando fue esa información que recogía la que ayudó a estructurar un caso de peso contra Simmons. No es justo. Él tiene que vivir.

    Durante las siguientes horas, Charlie, Rob, mis padres y mis hermanos, se quedan en el salón conmigo. Nos quedamos despiertos durante la madrugada, traen algo de comer e intenta hacerme sentir mejor. Aunque, durante ese tiempo, Arthur no es capaz de mirarme ni una sola vez. Charlie intenta aliviar el peso de todo con alguna broma y no deja de decir que, si fuera por ella, el otro hombre, el culpable -de quien parece ni conocer el nombre-, estaría muerto. No deja de decir cuánto le gustaría que, de camino a la cárcel, tuviera un accidente. Mi cabeza, poco a poco, va yéndose de esta sala.

    No llego a quedarme dormida, pero tampoco estoy por completo aquí.

    Son las cinco de la mañana cuando Charlie se ha quedado dormida en el sofá, Tim está dormido apoyado contra mí y mi madre ya se ha llevado a Arthur a dormir a su habitación. Ella se ha quedado con él. Ahora, Rob está con los ojos cerrados en el sillón, pero despierto, y papá ha ido a la cocina hace unos minutos.

    Me aseguro de no despertar a Tim y voy a la cocina también. Papá me ve entrar, terminando de prepararse un café.

    Sin poder evitarlo, agotada física y mentalmente, me acerco a él sólo para que me abrace. Él ha sido siempre quien se despertaba por las noches cuando yo tenía terrores nocturnos, quien me llevaba al porche a tomar el aire o quien me llevaba a la cocina a comer helado a las tres de la mañana si tenía otro episodio. Él me ha calmado siempre y, ahora, necesito eso de vuelta.

    —Hola, pequeña —me dice con suavidad—. Deberías intentar dormir algo.

    —No puedo dormir.

    —Pero es importante hacerlo. Estás agotada, Danielle.

    Frota mi espalda antes de apartarse. Luego, sin decir nada, saca una de las infusiones de mamá y se pone a calentar agua para preparármela. Sin fuerzas, me dejo caer en la silla que tengo más cerca.

    —No vinisteis al juicio —digo.

    —Nos avisaron de que no sería buena idea, además, tu madre no estaba en condiciones y no podía dejarla sola. —Mete la bolsita de té negro con canela en la taza y la deja frente a mí—. Esto no ha sido fácil para nadie, sobre todo para tu madre. Ha pasado días encerrada en tu cuarto llorando. —Papá se sienta a mi lado, inclinándose un poco hacia mí, cansado—. Siempre supimos que algo iba mal, pero nunca pensamos que sería algo así.

    —Arthur me odia.

    —No te odia, pero necesita tiempo.

    Me muerdo el labio, sintiendo las lágrimas.

    —Danielle, han sido muchas cosas en poco tiempo, todos necesitamos tiempo para asimilarlo, pero, lo importante ahora, es que estás en casa, que estás bien y que todos lo estamos. Ahora todo eso se ha terminado —dice.

    Sus palabras no podrían estar más equivocadas, lo sé, y también sé que esta casa se siente como un lugar que va a terminar conmigo, con mi cordura. Ha estado al borde de hacerlo demasiadas veces y temo que, ahora, tenga esa oportunidad. Porque sé que no voy a pisar mi instituto de vuelta por un largo tiempo, al igual que sé que la idea de pisar la calle no me hace ninguna gracia porque sospecho lo que debe de pensarse de mí. Vi lo que había escrito en la puerta de casa. No quiero que me vean. No puedo con ser juzgada después de esto, sobre todo porque lo noto, esas olas suaves que van llegando de forma contínua. Ahora, los recuerdos que había mantenido a raya, van cayendo. Ya no tengo esa necesidad de hacer algo, de proteger a alguien o de tener una finalidad. Ahora, mis pesadillas, empiezan a traspasar la barrera del sueño en todos los sentidos. Ya he tenido, en el piso, ataques de pánico y crisis nerviosas en pleno día. Tuve pesadillas pesadillas que me han dejado afónica durante dos días una vez de tanto gritar. Está empezando, esa caída y sé que, cuanto más tiempo pase, más va a empeorar.

    Aparto las lágrimas.

    —Quiero ir al psiquiatra —pido.

    No quiero estar rota, pero, aunque lo intento, aunque sé que pondré de mi parte porque quiero estar bien, porque no quiero darle a Simmons el poder para destrozarme la vida como ha hecho con Brianna, siento que es demasiado tarde para estar bien.

    Papá asiente hacia mí.

    —Todo lo que necesites —me dice.

    Todo lo que necesite, ahora sólo es una cosa.

    —¿Podemos comer helado como cuando tenía un terror nocturno? —pido sin haber podido dejar de llorar.

    La angustia lleva largos minutos saliendo de lo más profundo de mi interior. Ya no es por miedo, ni siquiera por alivio, sólo lloro porque he guardado demasiado dentro. Papá acepta, deja un beso contra mi cabeza y saca una tarrina de helado de pistacho del congelador con dos cucharas.

    Se queda conmigo hasta que amanece.

    (...)

    El primer día en casa es agotador, pero me mantiene despejada porque todo el tiempo tengo algo que hacer. El martes es cuando, como Gibbs me dijo, mandan todo lo necesario desde Nowak&Aldrich para un seguimiento. Charlie y Rob se quedan hasta la hora del almuerzo y luego prometen venir al día siguiente, pero, cuando siento el agobio que eso me crea, les pido que vengan días alternos, ellos lo entienden y se despiden con un "Venimos el miércoles". Arthur sigue sin dirigirme la palabra aunque se mantenga cerca y, junto a mis padres, intento entender lo que han mandado desde la organización.

    Aparece adjuntado algo de lo que el Doctor Hernández, psiquiatra, ya dijo en el juicio. Junto a ello, una suma económica para cubrir los gastos que calculan para mi recuperación, también pone que, además de deber mandarles un justificante del uso de ese dinero, de ser necesario y justificado por la persona que me esté tratando, podrán darnos más dinero. Ellos, según pone ahí, realizarán mi seguimiento durante los próximos siete meses.

    Mamá se queda en blanco cuando lee las observaciones del Doctor Hernández, llega a pedirles a los gemelos que salgan del salón para poder leerlo tranquila. Incluso si el agotamiento me impide poder leer más de una frase sin bloquearme, voy leyendo las palabras subrayadas en el diagnóstico que sacó de esas horas sincerándome con él. Como dijo durante el juicio, son sólo observaciones previas ya que él no ha podido hacerme ninguna clase de seguimiento, pero lo que hay hace que mi madre cubra su boca con la mano y necesite unos segundos.

    Ella ve lo rota que estoy en esas palabras y yo apoyo la cabeza sobre su hombro rogando mentalmente que no me mire de esa forma, que no me mire como si soy algo sin arreglo. No quiero que nadie me mire así porque, entonces, dejaré de poder sacar las fuerzas para fingir que no es así. Hoy, otra noche sin dormir, he fingido ante ellos, he contenido mis pesadillas por ellos, me estoy esforzando para que no sepan, para que no se horroricen. Si lo saben, ¿cómo sacaré fuerzas para fingir?

    Mamá pasa una mano por mi cabeza.

    —Cariño —murmura.

"Desnutrición calórica", leo. Con Tim hablar de desnutrición y deshidratación, yo no tengo eso, como lo que necesito. Sólo que apenas siento hambre, mi estómago se cierra todo el tiempo y, la idea de comer, me provoca ganas de vomitar. No tengo eso.

"Posible TEPT", está en negrita y subrayado poco después. La explicación no soy capaz de leerla porque mi vista falla por el sueño, pero no reconozco lo que significa. El "Posible trastorno del sueño", lo acepto. Eso sí está bien. Aun así, no debería ser tan malo todo como para que mi madre me mire así. ¿Qué más ve ahí?

Llego a el último párrafo, ese que ella no es capaz de leer los veces y donde más han subrayado: "Presenta síntomas que concuerdan con un estado de depresión", "Puede presentar un peligro para su propia persona", "Requiere ayuda profesional urgente", "Se recomienda su ingreso en un centro de salud mental".

    —No pasa nada, cariño, hoy tendrás la primera cita con el psiquiatra y todo se arreglará pronto. Todo va a ir bien —dice, más para sí misma que para mí.

    Intento creerlo.

    Y me esfuerzo.

    Realmente me esfuerzo, pero eso no es suficiente.

    Esta noche, es la primera que cierro los ojos. Duermo en mi habitación, con las duces dadas, las mantas impregnadas de un olor suave por haber sido lavadas hoy y el olor de la colonia de jazmín de mamá por toda mi habitación. Intento dormir a las siete de la tarde, no aguanto mucho.

    A las ocho despierto con un llanto tan profundo que me roba la respiración, con una angustia tan pura que, sin ser capaz de recordar lo que he soñado, me hace sentir que estoy muriendo. Por unos segundos, llego a creérmelo. Después de eso, lo intento de nuevo. Me tumbo, recordándome que la puerta está cerrada y la habitación iluminada, recordándome que estoy en casa. El problema es que el sueño no me lleva consigo y que no puedo contener las imágenes que cruzan por mi mente mientras estoy tumbada. Mi corazón arde de dolor, lloro hasta que me quedo sin lágrimas y mis pulmones se comprimen con demasiada fuerza todo el tiempo. No estoy segura de si llego a dormirme, pero uno de esos recuerdos se vuelve tan vívido que me atrapa. El pasillo bajo la Casa de los Espejos, ensangrentado, está bajo mis pies. Puedo sentirlo, puedo verlo.

    Puedo sentir la angustia de saber lo que va a pasar.

    No hago nada, porque lo sé, porque lo recuerdo, pero el recuerdo sigue acelerándose conmigo en medio de ese pasillo y, al final, todo es demasiado. Abro los ojos envuelta en sudor. Luego los recuerdos siguen, y siguen.

    Me consumen durante horas, me hacen llorar sin poder parar y me acosan incluso despierta. Por la mañana, miento diciendo que he podido dormir algo y, antes de desayunar, he vomitado pese a no tener nada realmente en el estómago porque la noche me ha dejado con un mal cuerpo horrible.

    El miércoles, segundo día en el que visito a quien va a ser mi psiquiatra durante este proceso, no es tan fácil como el día anterior. Sólo puedo verlo, esos recuerdos, esa angustia, veo las consecuencias como un oscuro dominó donde las fichas me señalan acusatorias. Paso el tiempo que tengo sin responder, mirando hacia la ventana de su despacho, atrapada, perdida en mi propia mente. Esa tarde, es la primera vez que me recetan pastillas.

    Todo va en peor después de eso.

    Caigo dormida en todas partes, esos sueños cortos sentada en el sofá donde papá me despierta zarandeándome porque estoy removiéndome o llorando en sueños. O incluso sentada en la mesa de la cocina mientras me doy tiempo para comer una única pieza de fruta que no consigo que mi estómago acepte.

    A cada hora que pasa, mi mente toma más ventaja y todo es una bola que va sumando, empeorando. No duermo, y eso envenena más mis pensamientos, eso evita que pueda mirar a mis padres, que pueda hablar con ellos sin querer vomitar, y, de nuevo, esas ideas que aparecen en mi mente me quitan el sueño. Esa noche, por primera vez desde que era una niña, los terrores nocturnos vuelven en todo su ser.

    Pero eso es bueno porque, aunque mi cuerpo duele al despertar y me quedo casi sin voz, aunque mi padre ha aparecido aterrado al despertarme, rogándome despertar, yo no recuerdo lo que he soñado. Mi mente está tan agotada que no puedo recordar haber soñado, pero, está tan dañada, que esas pesadillas se mantienen en mi cuerpo.

    El jueves, es el peor día de todos.

    Me paso la tarde pegada al teléfono de casa esperando una llamada. Mamá pasa el tiempo a mi lado. El jueves, a primera hora de la mañana, han metido a Jayden a quirófano y mamá, junto a Charlie y Rob, que les pedí que estuvieran conmigo porque no era capaz de pasar por esto, pasan las horas en silencio a mi lado.

    Charlie lo entiende ahí, en mi forma de evadirme y rezar pese a haber dejado de creer en cualquier salvación para nosotros, en que hay alguien que quiera escuchar mis plegarias, entiende lo que nunca le dije y me doy cuenta del momento exacto en el que lo hace porque, de un momento a otro, ella abre la boca como si quisiera decir algo y luego se calla. Dos segundos después, toma una de mis manos, la envuelve entre las suyas y me dice: "Él va a estar bien, pequeñita."

    No tengo que preguntar para adivinar que se ha dado cuenta de que Jayden no significa un simple entretenimiento en el instituto para mí.

    Es muy entrada la tarde cuando llaman.

    Estoy tan paralizada que mamá responde por mí y, ahí, mi cordura queda al borde del abismo. Aprieto la mano de Charlie y siento las lágrimas. No sé qué haré si dicen que no ha sobrevivido. No quiero una respuesta porque temo demasiado eso, porque sé lo bajas que eran las posibilidades.

    Mi cuerpo entero empieza a temblar y el aire se aleja de mí.    

    —Tranquila, tranquila —repite Charlie al notarlo.

    Miro a mi madre intentando leer algo en su mirada.

    —Ahora se lo digo, gracias por llamar, Corinne —oigo decir a mamá.

    ¿Gracias por llamar? ¿Por qué no se despide más? ¿Por qué no se le ve alegre? ¿Por qué no dice nada? Cuelga y me mira. Mi corazón duele, literalmente duele.

    —Todo depende de cómo pase la noche —me dice.

    ¿La noche?

    No puedo formar las palabras, por suerte, Charlie lo hace por mí.

    —Eso es que la operación ha ido bien, ¿no? —pregunta.

    —Significa que han podido operarle, pero estas horas van a ser peligrosas. —Mamá intenta suavizar las palabras, pero no lo consigue—. Corinne llamará si pasa algo, no te preocupes.

    En lugar de relajarme, me agobio durante toda la noche por miedo de oír el teléfono de casa sonar. Esa noche, vuelvo a no dormir, cuando Charlie y Rob se van, me quedo sentada a los pies del sofá, intentando mantenerme despierta aun cuando llego a dormirme minutos sin darme cuenta, porque, durante esas horas, oigo el teléfono sonar muchas veces. Nunca de verdad. Despierto para dar con que esa llamada no ha tenido lugar, me despejo un poco y espero. Mis padres se turnan para quedarse conmigo al entender que no voy a moverme de ahí.

    Si pasa algo malo, llamará y, saberlo, me angustia cada segundo pensando que está marcando el número. Mi corazón no se relaja durante toda la noche.

    Corinne llama sobre las once de la mañana, de nuevo, es mamá quien contesta y, al ver su alivio, la tensión cae un poco. Cuando me mira, lo sé, pero, aun así, lo dice.

    —Está fuera de peligro —me dice.

    Sonrío entre lágrimas, caigo de rodillas en la alfombra y dejo salir la angustia.

    Va a vivir.

    Durante las primeras horas desde que recibo la noticia, parece haber luz al final del túnel, luego la burbuja estalla y mi "final feliz" se convierte en un infierno. Aunque me mantengo alejada de todo tipo de contacto con el exterior porque sé que no estoy lista, oigo murmurar a mis padres el jueves por la tarde, hablan, en la cocina, sobre si deberían contarme algo. Papá dice que no, mamá cree que tendrían que hacerlo. No lo hacen, pero yo les oigo y entiendo más de lo que ellos creerían.

    Mamá habla de que hay algo que me calmará saber, pero, en cuanto lo oigo, no me calma. Por lo que dicen, ha habido algo más en las noticias, una que avisó de que el caso no terminó en ese juzgado.

    Simmons apareció muerto su primera noche en prisión.

    Y todas mis alarmas gritan el nombre de Caleb.

    Mi cabeza ha recreado tantas veces los peores recuerdos que ahora puedo recordar perfectamente algunas de las palabras que pronunciaron y, en aquella discoteca, las de Caleb fueron amenazadoras: "Rezad para no terminar encarcelados, porque ahi a los primeros  a los que se comen es a quienes hacen daño a niños."

    Aunque, siendo sincera, por mis hipótesis sobre el peso de Caleb a la hora de ese cambio de juez, yo diría que lo sabía, que él sabía adónde le llevaban y que le dejó un último regalo. Su partida, que a tantos se ha llevado de por medio, termina entonces y, por la forma de decir de Gibbs que iban a encargarse resto del grupo de Simmons, empiezo a pensar que tendrán el mismo final.

    Si era una partida, tiene un claro ganador: Caleb Nowak. De por medio, las vidas que ha segado, contaminan el terreno y, la mía, se derrumba a mi alrededor en pocos días.

    Son siete los días que finjo poder tener arreglo, siete los que paso en casa, con visitas diarias al psiquiatra y un esfuerzo por mi parte que me agota. Pero nada mejora. En su lugar, pequeños recuerdos que había ido escondiendo, empiezan a salir. Ya no sólo son los días grandes los que me aterran, también los pequeños.

    Poco a poco, me voy adormeciendo, me voy perdiendo en mi mente en busca de un lugar seguro porque no puedo soportar más la realidad. Tardo siete días en que incluso mis pesadillas pasen a ser terrores porque incluso de recordar los sueños trata de protegerme mi mente. Siete días hasta sentirme tan vacía, que no consigo encontrar razones para seguir.

    Siete días para que los miedos y la culpe pasen a un segundo lugar porque todo lo que tengo son los recuerdos que se adhieren a mí. Recuerdos y un profundo vacío que nada puede curar. Ese odio hacia la persona que soy, empeora y, pronto, entiendo que tenía razón en algo: estoy demasiado mal para que puedan vendarme y ponerme de vuelta al juego. Estoy demasiado lejos de poder ser sanada con palabras y pastillas.

    Ni siquiera he sido capaz de ir a visitar a Jayden que, aunque sin haber despertado todavía, está en el hospital. No voy porque dejo de ser capaz de enfrentar al mundo y el asco que siento hacia la persona en la que me convirtieron, me impide aceptar ser vista, me impide estar cómoda con la idea de existir. No me culpo, no tanto cuando tantos me han perdonado, pero odio quién soy.

    Siete días después de llegar a casa y cuatro desde que operaron a Jayden, pienso en todo por lo que he pasado, en lo poco que quiero permitir que Simmons gane y en lo mucho que quiero demostrarle a Jayden que él tenía razón al ver algo bueno en mí. Hago uso de ese momento de lucidez para admitir que he perdido ante mis padres.

    El veintidós de enero, hablo con mis padres y, al final, incluso mi padre entiende lo que les pido. Esa misma mañana, llaman a Nowak&Aldrich y ellos arreglan por mí mi entrada en un centro de salud mental.

Pido que me ingresen porque no puedo con tantas horas en casa, porque me asusta lo que veo y me preocupa lo profundo que he caído. No quiero terminar así, no quiero que mis demonios ganen, no quiero que Jayden despierte y vea en la persona que esto me ha convertido. Tomo la confianza que él puso en mí y hago uso de ella para pedir la ayuda que sé que necesito.

Intento ser la persona que Jayden creía que era, porque esa persona no se dejaría vencer por muy mal que estuviera, y yo no quiero hacerlo. Aunque cada vez es más difícil.

Nowak&Aldrich hace los trámites, se encarga de todo y, un día después mis padres y los gemelos hacen un largo viaje de cinco horas por carretera conmigo para llevarme al centro. Me ingresan esa tarde y, mientras miro una habitación con colores pastel y el objeto personal que he elegido para traer: una manta rosa pequeña de cuando era niña que siempre ha estado doblada en mi armario, me doy cuenta de que mis esperanzas están puestas en esto.

Necesito ayuda urgentemente y estoy demasiado cansada de fingir que puedo llevarlo sola como si no hubiera destrozado mi vida. Como si no he hubiera hecho tantos pedazos que ahora ni siquiera las piezas parecen encajar.

Esa noche, abrazo la manta que ni siquiera es tan grande como para cubrirme y me prometo a mí misma que, cuando salga, seré la persona que Jayden veía en mí.

Porque quiero sanar.

No quiero permitir que mis demonios me maten.

Aun siendo un lugar de sanación, durante las siguientes semanas, ese lugar se convierte en otro infierno. Uno donde, antes de empezar a notar la más mínima mejora, mi cabeza está tan dañada que muchas veces siento que no voy a salir de esa. Ahí, me hacen enfrentar todo lo que he guardado, y nada de eso es bonito.

#Un minuto para procesar el capítulo mirando a la nada.

Sé que hay mucho que asimilar aquí, por eso quiero empezar con lo bueno:

#ByeSimmons. Se lo han cargado AL FIN QUE YA ERA HORA. ¿Quién creéis que ha sido?

#1: Caleb. Avisó a alguien de dentro para que se lo cargara porque no perdona.

#2: Otro preso: Alguien se enteró de porqué de su cadena y, como dijo Caleb, incluso entre presos está mal visto hacer daño a niños así que MUERTEEEEEEE.

#3: Una lectora de esta novela: Alguna de vosotras consiguió meterse en la historia camuflada y mató a Simmons porque estaba harta de él. Luego le dio un beso de buenas noches a Jayden y volvió a su casa.

Así que eso es feliz, pero, como ha aprendido Danielle, "A veces, un final feliz no es más que la puerta de otro infierno" y no las consecuencias psicológicas de todo esto son importantes.

#DanielleNecesitaSanar

Personalmente, desde que empezó todo supe que este era el mejor final al que ella podría llegar, así que, por muy raro que suene, estoy siendo muy buena con ella, todo lo que ha pasado era para asegurarme de que ella viviera. Incluso lo de Jayden porque, como ella dice, él le salvó la vida con eso sin siquiera saberlo.

#JaydenAngelito

LEVANTAD LA MANO LAS QUE SABÍAIS QUE JAYDEN SALDRÍA DE LA ZONA DE PELIGRO PORQUE ES DEMASIADO TESTARUDO COMO PARA NO HACERLO !!

Ahora sólo le queda despertar...

#LíneaParaVelitasPorJayden

#LíneaParaVelitasPorDanielle

Tengo que decirlo, me he sentido orgullosa de nuestra niña cuando en vez de dejarse ganar decidió ser la chica que Jayden decía que era. Like, Danielle tuvo razón en algo, esté o no esté presente: Jayden siempre ha sido su ángel guardián.

Oh y, no olvidemos lo del juicio:

#TimDevolviendoElFavor (¿le adoramos? le adoramos)

#SobreCaleb: Con esto quería cerrar también la referencia a él, si os acordáis, en el capítulo 23 (entregas peligrosas), Danielle se presentó con el nombre de "Emma", y eso pareció hacerle reaccionar. Gibbs dice que es supersticioso y, al parecer, él siente que le debía algo a una Emma y, cuando Danielle se presentó así y se dio cuenta de que, de todos los nombres, había elegido ese -porque la vería en las noticias después- las supersticiones le ganaron y tuvo que devolver eso que debía. Espero que se haya entendido aquí,

#SobreLaNovela: También quería cerrar una cosa y es que, esta novela, nunca ha sido la novela de nuestros niños. Danielle habla de ello en el capítulo: todos han sido peones en una partida entre Simmons y Caleb por conseguir el poder y no querer darlo. Esta historia, no es de Jayden&Danielle, sino de Caleb&Simmons contada desde el punto de vista de sus peones y cómo les ha afectado ♥

Si me leéis debes de saber que soy fan de contar historias de esta forma, no sé, me parece mejor que conocerlo todo. Me gusta ver cómo factores externos van trastocándolo todo. Supongo que, como dicen, una historia es tan buena como es su villano y, para hacer un buen villano, pienso que tiene que moverse libre, no alrededor de los protagonistas así que de esta forma les doy campo libre para que hagan lo suyo

AHORA SÍ

Capítulo final: sábado 25 (en dos días)

Un abrazo y nos leemos pronto ♥

—Lana 🐾

Đọc tiếp

Bạn Cũng Sẽ Thích

1.4K 154 8
La vida de un gobernante incapaz de entender que se puede esperar lo cotidiano con ilusión tras los altibajos de la vida, que las sorpresas existen...
199K 8.2K 19
COMPLETA LIBRO 1 de la entrega JUEGO DE LEGADOS. Summer Hill, una joven adulta, alegre, alocada e indomable se enfrenta a un repentino interés y ama...
71.6K 3.9K 149
Valentina una chica con una vida normal hasta que el divorcio de sus padres cambiaría su vida por completo volvería los próximos años en los peores d...
1.6K 106 23
Kala Fernández, una chica que estaba consiguiendo al chico que le gustaba pero a la hermana de él no le sentó nada bien. Ella tiene un primer amor fa...