Tres meses

Od JoanaMarcus

55.4M 3M 14.3M

TERCER LIBRO Jack Ross y el compromiso nunca se habían llevado bien. Cosa que, siendo sinceros, le había faci... Více

Nota :D
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24 - Final

Capítulo 11

1.4M 108K 378K
Od JoanaMarcus

—Levanta, Ross. ¡Ahora!

Abrí los ojos torpemente y solté un gruñido cuando noté que alguien me sacudía el hombro y, automáticamente, me caía al suelo. Tardé unos segundos —incluso al abrir los ojos—, en darme cuenta de dónde estaba. En casa. En el sofá.

Y Will estaba de brazos cruzados, mirándome fijamente.

—¿Qué...? —empecé, con la garganta seca.

—¿Se puede saber qué coño te pasa?

Dejé de frotarme la cara al instante, sorprendido.

¿Will diciendo palabrotas?

Vale, no sabía qué había hecho, pero definitivamente era algo grave.

—No me mires así —me espetó, y me lanzó algo al pecho.

Lo recogí impulsivamente y no necesité mirar abajo para darme cuenta de qué era. Una de mis bolsitas.

Mierda.

—¿Otra vez? —me espetó, y realmente estaba furioso—. ¿Cuándo empezaste otra vez, Ross? ¿En Francia?

Suspiré y negué con la cabeza. Todavía estaba sentado en el suelo como un idiota. Y me dolía la cabeza.

Bueno, ahora también me dolía el culo por haberme caído al suelo.

—No —murmuré cuando vi que no reaccionaba.

—¿Entonces? —insistió bruscamente.

—Yo... eh... hace poco.

—¿Cuándo? —repitió.

—En... en mi cumpleaños.

Hubo un momento de silencio.

La verdad es que odiaba que Will se enfadara. Era siempre tan tranquilo que enfadarlo significaba que realmente habías sobrepasado el límite.

—Eso son varios meses, Ross —me dijo en voz baja.

—¿Y qué? ¿Te hubieras puesto más contento si te lo hubiera dicho al instante?

—¡Si me lo hubieras dicho al instante, sería más fácil dejarlo!

—¿Y qué te hace pensar que quiero dejarlo?

Supe que había dicho justo lo contrario a lo que quería oír en cuanto vi su cara.

En realidad, no había visto enfadado a Will muchas veces en mi vida. Como mucho, irritado, pero enfadado... bueno, era difícil conseguirlo.

Aunque, claro, yo tenía un don para sacar de quicio a la gente.

Se acercó a mí y se puso en cuclillas, mirándome fijamente. Apreté los labios cuando me quitó la bolsita de las manos y me al enseñó.

Will tenía un verdadero don para hacerme sentir como un niño pequeño que se había metido en un problema.

—¿Te acuerdas de la última vez que tomaste esto? —me preguntó bruscamente—. Porque yo sí me acuerdo, Ross.

—No eres mi padre, Will. No te comportes como si lo fueras.

—No, soy tu amigo. Y ya va siendo hora de que alguien te diga las cosas como son.

Eso, eso.

Genial, incluso mi conciencia estaba de parte del maldito listillo de Will.

Lo aparté y me puse de pie torpemente. La cabeza me seguía dando vueltas y estaba empezando a sentir el característico dolor en la parte trasera de la cabeza que sabía que solo sentía cuando necesitaba otra de esas bolsitas. 

Intenté no centrarme en ello cuando Will también se puso de pie, mirándome.

—¿Por qué te haces esto? —preguntó, frunciendo el ceño—. ¿Es por Jenna? ¿Todavía es por ella?

—No me hables de...

—Voy a hablar de lo que quiera, y quiero hablar de Jenna.

El pequeño Willy Wonka se nos ha descontrolado.

Aparté la mirada, molesto.

—Sé que la querías —relajó el tono—. Sé que ella... también te quería... a su forma. Y sé que la echas de menos.

—Yo no la echo de menos.

—¿Y esto no es por ella?

—¿Te crees que solo puedo pensar en ella? ¿Que no tengo más preocupaciones en la vida?

—¿Y por qué es? ¿Por la película? ¿Te estás agobiando? ¿Es eso?

Debió darse cuenta de que había dado en el clavo, porque dejó de fruncir el ceño y se pasó una mano por la cara, suspirando.

—Mira, si no quieres hablar de ello... lo entiendo. Pero esto —levantó la bolsita otra vez— no es la solución, Ross.

No volví a mirarlo hasta que noté que me devolvía la bolsita, negando con la cabeza. Le puse una mueca, sorprendido.

—¿No te desharás de ella?

—¿Para qué? Podrías conseguir otra en cuanto quisieras. 

—Pero...

—Mira, tienes razón, yo no puedo exigirte nada, pero... lo que estás haciendo no te aportará nada. Solo te perjudicará. Y algún día te darás cuenta y te arrepentirás de haber tirado a la basura todo el tiempo que has dedicado a esta mierda.

Se dio la vuelta y volvió al pasillo. Al cabo de unos segundos, escuché que cerraba bruscamente la puerta de su habitación.

Yo miré la bolsita unos segundos antes de metérmela en el bolsillo, frustrado.

No sabía ni qué hora era. Miré mi móvil y puse los ojos en blanco al ver más de diez llamadas perdidas de Joey y dos de Vivian. Seguramente había faltado a alguna entrevista. Me daba igual. Apenas hablaba con ninguna de las dos.

Con la primera, porque era una pesada y me ponía de los nervios. Con la segunda, porque había sido incapaz de seguir siendo su amigo después de lo que pasó entre nosotros.

Ni siquiera entablaba una conversación con ella cuando nos obligaban a interactuar en las entrevistas. Me limitaba a asentir y negar con la cabeza mientras ella trataba con ganas de acercarse a mí. Pero ya no lo quería. Ya no podía volver a ser lo mismo.

Además, ella... había cambiado desde el estreno. Cada vez se parecía menos a la Vivian que había conocido en Francia.

Por lo poco que sabía, había comprado una casa gigante a sus padres y ahora les mantenía ella, que tenía un piso moderno en el centro de la ciudad. Ahora, ya no se preocupaba por pasárselo bien imaginando guiones o viendo películas. Solo quería ir de fiesta con la gente más popular de la ciudad para emborracharse y colocarse cada día.

Y yo no podía acercarme a eso. Si quería dejar esta mierda, era lo último que necesitaba. Solo había ido a dos de sus fiestas y había sido más que suficiente como para no querer volver.

Además, ahora tenía otro problema. Uno que desearía no tener; solo me quedaba media bolsa.

Mierda, necesitaba más que eso. Apreté los dientes cuando vi que todavía era de día. No podía comprarla hasta la noche. Y no podría aguantar todo el día sin ella.

Tras dudar unos segundos, alcancé mi camiseta y me la puse otra vez junto a mi chaqueta. Solo me quedaba una alternativa.

No dejé de conducir hasta llegar a casa de mis padres. Dejé el coche fuera del garaje y saqué las llaves por el camino. Esperaba que no hubiera nadie, porque no había hablado con ninguno de los dos desde que había llegado. Solo con mi abuela, y porque me la había cruzado subiendo a casa.

Además, mi abuela era mucho mejor que esos dos.

Cerré la puerta principal a mi espalda y me asomé a la casa. Parecía vacía. Sin hacer ruido, crucé el salón y vi luz en el estudio de mamá. Vale, ella estaba en casa, pero podía evitarla. Subí las escaleras y llegué al pasillo de las habitaciones. Ni un solo ruido. Lo crucé algo nervioso y llegué por fin a la habitación de Mike.

Estaba hecha un desastre. Seguramente había estado aquí hacía muy poco tiempo. No me extrañaba, porque apenas lo había visto por casa.

Revisé su cuarto con los ojos y me acerqué directamente a su cómoda. Lo pensé un momento antes de abrir el cuarto cajón y dejar a un lado las camisetas que tenía en él. Después, metí la mano al fondo y tanteé hacia arriba en el interior de la cómoda.

Y... bingo. Ahí estaba.

Esbocé media sonrisa cuando encontré las pocas bolsas que todavía no había tirado de cuando la consumía él no hace tanto tiempo. Él ya no las necesitaría.

Me lo metí todo en el bolsillo y volví a colocarlo todo tal y como estaba. Después, cerré el cajón de nuevo.

—Nunca cambiarás, ¿verdad?

Noté que me tensaba de pies a cabeza cuando me di la vuelta y vi a mi padre de pie en la puerta, mirándome con media sonrisa condescendiente.

Oh, oh. Yo ya empezaba a estar alterado por estar tantas horas sin consumir nada y él parecía tener ganas de discutir. Era una muy mala combinación.

—¿Qué te crees que miras? —le espeté.

—A ti —se apoyó en el marco de la puerta con un hombro, ajustándose las gafas—. Así que ya has vuelto a caer, ¿eh?

No dije nada. Solo salí de la habitación, frustrado, y noté que mantenía su mirada clavada en mi nuca cuando crucé el pasillo.

—Siempre has sido el más débil de esta casa —lo escuché murmurar mientras bajaba las escaleras.

Empecé a notar la rabia líquida que solo él sabía sacarme empezando a latir por todo mi cuerpo y las ganas de darme la vuelta e ir a darle un puñetazo empezaron a ser preocupantes, pero no quise hacerlo. No lo golpearía. Yo no era así. No quería ser como él.

Solo quería irme de ahí.

Pero, claro, mi madre tuvo que salir del estudio en ese momento.

Ella estaba limpiándose las manos con un trapo tranquilamente. Seguramente había estado pintando. Levantó la cabeza distraídamente, pero abrió mucho los ojos al verme, sorprendida.

—¡Jackie! —exclamó, dejando el trapo a un lado—. Hijo, ¿qué...?

Apreté los labios cuando su sonrisa empezó a desaparecer.

Por poco apegado que estuviera a mi madre... no dejaba de ser mi madre. Y me conocía mejor que nadie. Y sabía cuál era mi expresión cuando volvía a cometer una estupidez.

Ella se acercó a mí y vi que una oleada de pánico le invadía la expresión.

—¿Qué llevas en el bolsillo?

Cuando hizo un ademán de meter la mano en mi bolsillo, me aparté instintivamente y ella empezó a negar con la cabeza.

—Jack, enséñamelo —exigió con la voz temblorosa—. Ahora mismo.

—¿Para qué? —espeté, mordaz—. Ya sabes qué hay.

Noté que se me partía el corazón cuando a ella se le llenaron los ojos de lágrimas. Respiré hondo y aparté la mirada.

—No empieces —murmuré.

—¿Que no empiece? —repitió, acercándose a mí—. Otra vez, no, por favor...

—¿Otra vez? —repetí, incrédulo, mirándola—. ¿Y qué sabes tú de la otra vez?

—Soy tu madre, Jack. Sé perfectamente qué...

—¡Mi madre! —repetí, con una risa amarga—. ¿Y dónde estaba mi madre la otra vez? ¿Eh? Porque no recuerdo que estuvieras ni un solo día conmigo, mamá.

Esta vez fue ella quien apartó la mirada.

—Yo... sabes que intenté estar contigo, Jackie.

—No, no me llames Jackie. Y no me digas que intentaste estar conmigo, porque los dos sabemos que no es verdad. Me diste por perdido y te olvidaste de mí.

—Eso no es cierto.

—¡Sí, sí lo es! ¡Si no hubiera sido por Will, ahora seguiría igual! ¡Porque ni tú, ni Mike, ni papá estabais conmigo cuando más os necesité!

—¡Intentamos dejarte tu espacio!

—¡No quería mi espacio! ¡Quería una madre!

—Jack...

—¡Igual que la quería cuando tenía diez años y ese gilipollas con el que te casaste venía cada puta noche a darme una paliza y tú nunca hacías nada! ¡Nunca!

No supe muy bien por qué sacaba eso ahora, pero de pronto me sentí como si me quitara un peso de encima. Y noté que empezaba a temblarme la voz.

Nunca le había hablado a mi madre de esos años. Ni a mi hermano. Mi abuela ni siquiera lo sabía. No lo había hablado jamás con nadie.

Pero, de pronto, sentí que necesitaba echárselo en cara a alguien. Especialmente a alguien que supuestamente me quería por aquel entonces.

A ella se le llenaron los ojos de lágrimas, pero no dijo nada. Ambos sabíamos que era verdad.

—¡Te pasas el día diciendo que me quieres, que estás orgullosa de mí y todas esas mierdas, pero cuando las cosas se tuercen un poco desapareces de mi vida! Solo estás conmigo en los buenos momentos, porque cuando algo me va mal solo eres capaz de apartarte y dejarme solo, ¿verdad?

—Yo no...

—¡Cuando iba al instituto sabías que tenía un problema y nunca hiciste nada por ayudarme!

—¿Y qué querías que hiciera? —dio un paso hacia mí, apretando los labios—. Intenté que entraras en una clínica de desintoxicación, pero...

—¡No quería una puta clínica! —le grité, incapaz de entender cómo no podía comprenderlo—. ¡Quería que no permitieras que él me tratara como una mierda! ¡Quería que me defendieras!

—¡Si me hubiera metido, habría sido peor!

—¡No, lo peor fue cómo me trató! ¡Durante toda mi infancia y toda mi adolescencia me hizo creer que no valía nada y que nadie me querría nunca! ¡Y tú nunca fuiste capaz de acercarte y decirme que no era verdad! ¡Nunca!

—Jack...

—¡No, no quiero escuchar excusas de mierda!

Señalé las escaleras. Ya tenía la respiración agitada y seguía temblándome la voz, pero me daba igual.

—¿Cuántas veces me dejó inconsciente y tú no hiciste nada al respecto? ¿Cuántas?

—Jack...

—¿Sabes lo que le pasa a un niño que le repites una y otra vez que no vale nada y que nunca van a quererlo? ¡Que termina creyéndoselo! ¡Y lo sigue creyendo por el resto de su vida!

Hice una pausa, intentando controlar el temblor en mi voz. Tras unos segundos, saqué las bolsas de cocaína y se las enseñé. Ella apartó la mirada. Le caían lágrimas por las mejillas, pero no dijo nada.

—¿Qué? ¿No querías verlo?

—Jack, estás siendo muy injusto.

—¿Injusto? —repetí, casi riendo.

Me volví a meter las bolsitas en el bolsillo y fui hacia la puerta principal.

—Ya nos veremos cuando todo vuelva a estar bien, ¿no?

—Jack, no te vayas, por favor, yo...

—No te preocupes, mamá, estoy acostumbrado a no verte en mis peores momentos.

***

No me lo había tomado.

No sé por qué, pero no lo había hecho.

Me acomodé en la sillita de la azotea y terminé de fumarme el cigarrillo. La imagen de mi madre llorando me venía a la mente una y otra vez. Y me sentía como una mierda.

—Mira a quién tenemos aquí... ¡el mejor director de la ciudad! ¿Podemos hacernos una foto? ¿O mejor me firmas una teta?

Me giré, confuso, hacia Sue. Ella me dedicó media sonrisa antes de dejarse caer en la silla vacía que tenía al lado y robarme una cerveza.

No pareció darse cuenta de que la estaba mirando fijamente hasta que pasó un minuto entero.

—¿Qué? —preguntó.

—¿Qué haces aquí, Sue?

—Beber cerveza y verte la cara de amargado.

—Me refiero a aquí arriba. Nunca subes.

—Lo hago en las ocasiones especiales.

—¿Y se puede saber qué tiene esta ocasión de especial?

No respondió. Solo se cruzó de piernas y se acomodó mejor en la silla. Suspiré y miré al frente. La verdad es que no estaba de humor para hablar con nadie.

—Además —murmuró ella—, te recuerdo que lo de subir estas sillas aquí arriba fue idea mía.

Esta vez reaccioné y sonreí un poco.

—Sí. Pero ya han pasado casi tres años desde eso.

—Lo hice cuando llegué.

—Todavía me acuerdo —la miré de reojo—. Estabas menos amargada que ahora.

—Es que el motivo de mi amargura sois vosotros y todavía no sois conscientes de ello.

—Si tanto te amargáramos, ya te habrías ido.

Se encogió de hombros.

—Vine aquí porque, en todos los anuncios del tablón de la universidad, era el piso que estaba más cerca.

—Oh... ¿y no fue por mi encantadora compañía?

—Te recuerdo, querido Ross, que solo dijiste que sí porque no querías vivir con alguien que te atrajera sexualmente.

—¡No lo dije así!

Ah, bueno —imitó mi voz—, eres una chica, pero eres un poco rara y no eres mi tipo, así que puedes quedarte.

—¿Ves? ¡No lo dije tan mal!

—Es horrible y lo sabes.

—¿Y qué? ¿Te pusiste a llorar por mi culpa? ¿Compusiste una canción triste en mi honor?

—No. Vas a necesitar mucho más que eso para acabar con mi autoestima.

Hizo una pausa y se giró hacia mí. Esta vez no pareció tan relajada como antes. De hecho, se puso seria.

—Anoche escuché la discusión que tuviste con Will.

No dije nada, incómodo. 

La verdad es que no esperaba tener esta conversación con Sue.

—¿Has venido decirme que me estoy arruinando la vida y que debería dejar las drogas? —enarqué una ceja—. Lo siento. Llegas tarde. Ya me lo han dicho la mitad de las personas que conozco.

—¿Yo? —repitió, señalándose con un dedo—. ¿Tengo cara de ser tu mami y querer cuidarte?

Sonreí irónicamente.

—¿Y qué quieres?

—Nada. Solo quería hablar contigo. Últimamente te noto algo... tenso.

—El eufemismo del año...

—¿Es por la película?

Fue la primera persona que sentí que me lo preguntaba como si realmente fuera a importarle mi respuesta. Aparté la mirada al frente y lo pensé un momento antes de responder.

—En gran parte, sí.

—¿No te gusta cómo ha quedado?

—No. No es eso. La película está bien... supongo.

—¿Entonces?

Suspiré, pensándolo por unos segundos.

—Siempre he querido esto —murmuré—. Quería grabar una película, hacerme famoso y que la gente la viera y pudiera decirme, sinceramente, que les había gustado.

—Y lo has conseguido.

—Sí, pero...

Negué con la cabeza. Era como si tuviera las palabras en la boca y a la vez fuera incapaz de encontrarlas.

—He estado soñando en este momento durante años... y ahora siento que no es lo que esperaba.

No dije nada más, solo jugué con mis dedos, algo incómodo.

—Las cosas casi nunca son como esperamos que sean —me dijo ella suavemente.

—Ya lo sé, pero... todo esto... ¿de qué me ha servido? Tengo una película que he conseguido grabar con una productora importante, pero siento que solo me lo han pedido porque sabían que tendrían ciertas ventas aseguradas por el morbo de si es una historia real o no, no porque les gustara la idea. Solo han comprado... las ventas aseguradas, no la historia.

Negué con la cabeza.

—Y ahora soy algo así como famoso, sí, pero... la gente que se cruza conmigo por la calle y me pide una foto no me conoce. En el fondo, no les importo una mierda. Solo quieren una foto conmigo porque soy el famoso del momento. Pero ¿cuántos de ellos son realmente mis seguidores? ¿Cuántos me apoyan por lo que hago?

—Más de los que crees.

—Además, me siento tan... vacío.

No esperé una respuesta. Solo suspiré.

—Es como si nada de esto hubiera valido la pena —murmuré—. ¿Qué tengo ahora que no tuviera antes? ¿Un poco de dinero y algunos seguidores? ¿De qué me va a servir eso cuando esté solo? ¿O cuando necesite... un abrazo? ¿De qué demonios sirve todo esto si no... si no puedes compartirlo con nadie?

Dios, eso había sonado patético. Me erguí en la silla, incómodo. Todavía notaba la mirada de Sue en mi perfil, pero no se la devolví. Ni siquiera estaba muy seguro de por qué se lo estaba contando. Probablemente ni siquiera le importaba.

—Y encima estoy pagando mi frustración con la gente que se supone que me quiere. Mi madre, Will... bueno, no se merecen que los trate como los estoy tratando.

—Eso no tienes que decírmelo a mí, Ross, sino a ellos.

—Ya lo sé, pero... no sé cómo hacerlo.

—Como quieras. Te aseguro que lo único que quieren es que estés mejor. Has estado muy perdido desde que se fue Jenna.

Al menos, cuando escuché su nombre fui capaz de no evocar ni un solo recuerdo de ella. Solo me encogí de hombros.

—Esto no va sobre ella —murmuré.

—Sí va sobre ella. No completamente, pero sí una pequeña parte. Estabas enamorado.

—No estaba enamorado, estaba obsesionado —mascullé—. Y no con ella, sino con la idea que tenía de ella, porque está claro que no era como yo creía.

Sue suspiró antes de terminarse la cerveza e inclinarse hacia mí para ponerme una mano en el hombro.

—Si alguna vez vuelves a verla y no sientes nada... sabrás que era una pequeña obsesión. Si vuelves a verla y sigues sintiendo algo... bueno, ya sabes.

—La cosa es que no volveré a verla —murmuré, esbozando media sonrisa—. Tu teoría se desmorona por momentos.

—Pues también es verdad —se puso de pie y se estiró—. Bueno, Ross, esta conversación ha sido muy interesante, pero creo que ahora deberías ir a disculparte con tu madre por lo que sea que le dijeras.

—Probablemente —murmuré.

—Pues eso —me dio una palmadita en la espalda—. Después será el turno de Will.

Escuché sus pasos hacia la escalera de incendios y me giré, extrañado, cuando escuché que se detenía. Para mi sorpresa, parecía algo incómoda.

—Si te sirve de algo... a mí me gusta muy poca gente en el mundo. Realmente poca, créeme, pero... mhm... tú siempre me has parecido un buen chico, Ross.

Estaba tan sorprendido que no fui capaz de responder hasta que ella enarcó una ceja.

—Eh... gracias. Creo.

—Además, tener un mal día no significa que tengas una mala vida. Recuérdalo, ¿eh? Que estoy harta de verte así. Tu amargura absorbe mis pocas ganas de vivir.

Vi que bajaba las escaleras de nuevo y volví a girarme hacia el frente, sonriendo un poco.

Sin embargo, la sonrisa no tardó en desaparecer cuando mi móvil empezó a vibrar. Joey otra vez. La ignoré y siguió llamando por casi veinte minutos en los que seguí ignorándola. Seguro que tenía que ir a alguna estúpida fiesta o cena. No iba a hacerlo.

Dios, me dolía mucho la cabeza. Era como si alguien estuviera martilleándola. Y sabía cuál era la solución fácil a ese maldito dolor. Estaba en mi bolsillo, pero estaba intentando no recurrir a eso.

Ya había pasado casi una hora desde que Sue se había ido cuando decidí que era mejor no ir a ver a mi madre en esas condiciones. Estaba de muy mal humor. No era el mejor momento para disculparse con alguien cuando lo único que quería era darle un puñetazo a alguien.

Bajé las escaleras y abrí la puerta de casa, malhumorado, lanzando las llaves a la barra de la cocina.

No presté mucha atención a los demás mientras me quitaba la chaqueta y la dejaba a un lado.

—¡Ross! —escuché que chillaba Naya.

Dios, normalmente no me costaba aguantar la voz aguda de Naya, pero en ese momento era como si me estuviera aporreando los tímpanos. Puse una mueca, molesto.

—¿Qué? —pregunté algo más bruscamente de lo que pretendía.

Estaban todos en silencio, mirándome fijamente. Quizá Will les había contado lo que había encontrado entre mis cosas y querían decirme algo al respecto. Pero por ahora no lo estaban haciendo. Solo me miraban fijamente. Odiaba que hicieran eso.

—Eh... —ni siquiera me había dado cuenta de que Lana estaba ahí—. Hemos compr...

—¿Qué haces tú aquí?

—Naya me ha invitado —enarcó una ceja—. Por si te había olvidado, ella también vive aquí.

—Hablando de invitaciones... —Naya soltó una risita nerviosa.

Vi que echaba una ojeada al pasillo que tenía detrás e hice un ademán de girarme hacia él, confuso, pero ella volvió a hablar enseguida.

—Em... hay algo que deberías saber.

Genial. Justo lo que necesitaba con el maldito dolor de cabeza que tenía. Me crucé de brazos.

—Más te vale que no sea una de tus tonterías.

Y, por supuesto, a Will no le gustó en absoluto que le hablara así.

—Relájate —me advirtió.

—¿Que me...? —estuve a punto de reírme. ¿Quién era ahora? ¿John Wick?

Sin embargo, no me reí porque la tensión que había en la habitación no era por mí, sino por algo más. 

Algo peor, seguro.

Oh, no... ¿qué demonios había hecho Naya ahora?

—¿Qué? —pregunté—. ¿Qué habéis hecho ahora?

Sue sacó el móvil y empezó a prepararse para grabarme. ¿Qué diablos?

—Yo no quiero saber nada de esto —murmuró, enfocándome mejor.

—¿Qué habéis hecho? —di un paso en su dirección, tneso.

—Tío, relájate —Will se puso de pie para acercarse, pero al final decidió quedarse quieto ahí. Bien hecho.

—No me digas que me relaje y dime ya qué pasa.

—Cuando te relajes...

—¡No quiero relajarme! ¿Qué pasa?

—Hola.

Me quedé congelado al instante en que escuché esa voz detrás de mí.

No.

No, por favor.

No reaccioné al instante. De hecho, tardé varios segundos en conseguir hacerlo. Se me había tensado cada maldito músculo del cuerpo y era incapaz de moverme.

De hecho, solo me di la vuelta cuando Will se acercó a mí, precavido.

Y ahí estaba ella.

La chica a la que ya no estaba muy seguro de si odiaba, amaba... o ambas.

No sabía ni cómo sentirme. Sus ojos castaños no parecían tan brillantes como la primera vez que los había visto. No parecía tan inocente. Pero seguía siendo ella.

Ojalá pudiera decir que lo hice sin querer, pero la verdad es que una parte de mí necesitaba volver a repasarla con los ojos. Y eso hice.

¿Era cosa mía o era incluso más perfecta que la última vez que la había visto?

Mis ojos se clavaron inconscientemente en sus manos. Se estaba retorciendo los dedos. Solo hacía eso cuando estaba nerviosa.

Creo que no fui capaz de reaccionar hasta que dio un paso hacia mí. Fue como si la realidad me diera una bofetada para que me diera cuenta de que la chica que tenía delante era real y no una imaginación. Volvía a estar aquí.

Pero... ¿por qué? ¿Por qué había tenido que volver justo cuando estaba empezando a olvidarme de ella?

Volví a repasarla con los ojos y casi solté una palabrota cuando vi que llevaba los mismos vaqueros que el día que la había conocido. Mierda. ¿Por qué seguía acordándome de esas cosas? ¿Por qué seguía siendo capaz de provocarme reacciones así?

Se suponía que lo que tenía que mostrarle era indiferencia, la que se había ganado. Pero... era incapaz de hacerlo.

Naya se aclaró la garganta en el sofá.

—¿Sor... presa?

Cerré los ojos un momento antes de volver a clavarlos en los de Jen. Ella parecía temerosa, como si dudara en acercarse a mí. Por favor, que no lo hiciera. Necesitaba alejarme de ella. Como fuera.

Necesitaba irme de ahí.

Cerré los ojos de nuevo y recordé las palabras de Sue.

No, no era una obsesión. Ni una tontería. Realmente estaba enamorado de ella. Todavía lo estaba. 

No podía entender el por qué, pero era así. 

Y ni siquiera ella había podido deshacerse de eso.

—Mierda —me escuché decir en voz baja.

No podía mirarme. Me di la vuelta bruscamente y, pese a que todo mi cuerpo me gritara que volviera atrás, hacia Jen... me obligué a no hacerlo.

Y no volví a mirarla. Solo me marché dando un portazo.


Pokračovat ve čtení

Mohlo by se ti líbit

6.3K 964 40
❝ Choi Yeonjun es un Delta aislado socialmente que tiene buenas notas; gracias a su perfecta conducta escolar, es elegido para recibir en su casa a u...
33.4M 4.3M 46
[COMPLETADA] ¿Es posible enamorarse de alguien sin conocerlo? ¿Sin haberlo visto? ¿Es posible desarrollar sentimientos por una persona que solo has e...
3.6K 296 29
por qué me tendría que arrepentir?
12.2K 1.3K 25
¿Como dos almas tan distintas pueden conectar de una manera tan única? como puedes enamorarte de alguien a tal grado de querer protegerlo de todo, ha...