Campamento Rousseau [Larry St...

By geburtsfehler

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×Todos los derechos de autor reservados×. Cuando se ve a punto de ser enviada a un exótico Campamento todo u... More

Vista rápida al mundo de Campamento Rousseau.
Capítulo Uno.
Capítulo Dos.
Capítulo Tres.
Capítulo Cuatro.
Capítulo Cinco.
Capítulo Seis.
Capítulo Siete.
Capítulo Ocho.
"Del diario secreto de Pauliena Moliniers".
Capítulo Nueve.
Capítulo Diez.
Capítulo Once.
Capítulo Doce.
Capítulo Trece.
Capítulo Catorce.
Capítulo Dieciséis.
|AVISO|
Capítulo Dieciséis: Pt. Dos.
Capítulo Diecisiete.
|Despistada se nace, no se hace|
Capítulo Dieciocho.
Capítulo Diecinueve.
Capítulo Veinte.
Capítulo Veintiuno.
Capítulo Veintidós.
Capítulo Veintitrés.
Capítulo Veinticuatro.
Sorry not sorry.
Capítulo Veinticinco.
Capítulo Veintiséis.
Capitulo Veintisiete.
Capítulo Veintiocho.
Capítulo Veintinueve
DESPEDIDA
F i n a l

Capítulo Quince.

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By geburtsfehler

Capítulo Quince.

“¡¿Más hermanos?!”

 Detuvo el taxi justo frente al gran portón negro. Observando los acabados y la fachada de la casa. Al tope de las 8:30 PM, la mansión era un tanto tétrica.

Bajó, posicionándose de tal manera que el guardia pudiera verle. Aquel hombre se acercó con aire sospechoso al portón, pero tras mirarle a la cara, abrió las puertas rápidamente.

— ¿Qué hacías afuera a estas horas? —preguntó, amable—. ¡Con este clima! ¡Podría avecinarse una tormenta!

—Uh… sí, hm… tuve algo que hacer —respondió él, apresurándose a entrar a la estancia.

Nunca había sido un delincuente. El peor delito que había cometido había sido beber antes de los dieciocho, y sin embargo, ahora se encontraba entrando de incógnito en un campamento.

Conforme se acercaba, pudo notar que las luces del interior aún estaban encendidas, y pensó que tal vez, aún estarían despiertos, haciendo alguna actividad, o lo que sea.

Subió las escaleras del porche, adentrándose en la construcción victoriana, encarando a un hombre canoso que no reconocía.

— ¿Bostwick, qué haces afuera? —inquirió el hombre, extrañado. Sonrió, hacía años que la gente no le llamaba por su propio apellido.

—Estaba buscando a Louis… —dijo, confundido.

—Uh, Tomlinson debe estar en la habitación a esta hora —aseguró Antoine, despreocupado, y Adam avanzó rápidamente, a buscar alguien  que le indicara la habitación de Louis—. Uh, por cierto, ¿para qué le buscas a esta hora?

—Un… proyecto —contestó, dudoso. Antoine entrecerró los ojos, y continuó caminando hacia afuera.

A medida que el cobrizo avanzaba, divisó una cartelera con los nombres de todos los campistas. Y ahí, rápidamente, leyó Louis Tomlinson. Corriendo escaleras arriba, al piso de los escritores, en la habitación que señalaba.

Pero, no había reparado a mirar en el nombre del compañero de cuarto.

Subió, casi desesperado, intentando planear en su cabeza el discurso perfecto. Oh, las palabras nunca habían sido lo suyo, ése era el tema de Lou, su querido Lou. Por él, debía esforzarse, por él, debía hacerlo, debía tomar sus manos, sonreírle y decirle todo aquello que pensaba.

No importaba nadie más. No importaba su familia.

Adam estaría con Louis, y serían felices.

Para siempre, eso nadie podría evitarlo.

Allí se hallaba, frente a la habitación, y sin dudarlo, tocó a la puerta. Dentro, unas voces murmuraron por lo bajo, y se preguntó si estaría durmiendo, ¿habría atormentado los sueños de su dulce Louis?

Estaba tan nervioso, hablaría puras estupideces, pero ya era demasiado tarde como para arrepentirse.

— ¿Adam? —preguntó Louis, incrédulo, al abrir la puerta. El castaño bendijo internamente que Harry hubiese sido lo suficientemente perezoso como para enviarle a él a atender, porque si no, aquello tomaría un camino distinto y desagradable—. ¿Qué… haces aquí?

—Dije que vendría a verte —murmuró Adam, suspirando, al sentir un extraño mareo nervioso—. Lou, ¿podemos hablar?

Louis se giró lentamente, para comprobar que Harry permanecía mirando el techo de madera de la recámara y terminó de cerrar la puerta, para avanzar hacia la biblioteca.

—Tienes que ser rápido. —advirtió, adentrándose en la oscura habitación. Adam fue tras él, y Louis pensó que la ironía del asunto no era, para nada, divertida. Estaba ahí, con su ex novio, en el lugar en el que habían terminado—. ¿Qué sucede?

—Te extraño —soltó Adam, rascándose la nuca—. Yo… siento haberte lastimado antes. Estaba… estaba confundido y, no sabía lo que quería.

— ¿Viniste todo el camino hasta Suiza para decirme las cosas que sé desde hace… hm… un mes? —gritó Louis en un susurro, estaba tentado a tomar uno de los libros y lanzarlo al boxeador frente a él, pero pensó que sería demasiado. Después de todo, no se perdonaría lastimarle.

Adam avanzó, tomando sus manos, y Louis sintió sus piernas flaquear—: Vine todo el camino hasta Suiza, para pedirte que vuelvas conmigo.

No se esperaba aquello.

Louis sólo se había cerrado a la posibilidad de recuperar el noviazgo con Adam, se había forzado a olvidar que Adam había sido el mejor chico en su momento, y que estaba enamorado de él. Y no podía olvidar eso de la noche a la mañana.

Así que, teniéndole ahí, frente a él, real, dispuesto a amarle, Louis dejó caer su cabeza hacia adelante, suspirando profundamente.

—Louis… te quiero… tanto —susurró, abrazándole por la cintura, atrayéndole a su cuerpo—. ¿Volverías a ser mi…novio?

—S-Sí…

 

Harry, definitivamente debió quedarse en la habitación y dejar que Louis hiciera lo que le viniera en gana. Ahora pensaba eso. ¿Por qué había ido a buscarle? Maldito enano, pensó, cerrando la puerta de la biblioteca bruscamente, y dirigiéndose a la habitación.

Louis levantó la mirada, a pesar de que ya no veía nada. Habían cerrado el paso a la única luz que entraba la habitación, y el castaño sentía el aire dejando sus pulmones.

No sabía qué le atormentaba más: la oscuridad… o la idea de alguien viéndoles.

La idea de Harry viéndoles.

— ¿Sí? —repitió Adam, suspirando, abrazándole fuertemente. Louis soltó un gimoteo de desesperación y se aclaró la voz.

—Sí… sí… ahora, hm… tú… móvil, no lo sé, alumbra algo. Necesitamos salir de aquí, rápido —habló, comenzando en un ritmo dudoso y titubeante, y finalizando en un farfullo nervioso y rápido.

Adam lo hizo, alcanzaron la salida, y así, Louis entró a la habitación y su novio se escabulló de vuelta a la salida.

Una vez más, Stinkler había conseguido arrebatar algo que pertenecía a Harry por excelencia.

Lo que Adam ignoraba, y Harold sabía a la perfección, era que las cosas entre ellos nunca quedaban así. Siempre, el último round lo ganaba Styles, y Louis no sería la excepción.

Aunque… podría serlo, tan sólo si Harry decidía tirar la toalla.

Dejar de luchar.

Dentro de la habitación, Louis se encontró con un Harry envuelto entre las mantas de su cama, con la vista fija en la ventana, y una expresión neutral que le daba miedo. Así, el rizado conseguía parecerse aún más a su padre. Louis supo, hasta entonces, que acababa de cometer el primero de sus grandes errores.

—Harry… Hm… tú… ¿viste… ya sabes… eso?

—Sí. —Respondió, a secas, deslizando su vista de pistacho a los ojos del mayor—. Digo, no es como que haya irrumpido en mi casa a mitad de la noche y se haya escondido en mi biblioteca, para reconciliarse con mi roomate —dijo, esbozando una sonrisa sarcástica. Un mohín sorprendido se apoderó de su rostro, y Harry llevó su mano hasta su boca—. Oh, espera, sí fue así.

— ¿Estás… molesto?

— ¿Por qué habría de estarlo? —La sonrisa de Harry se amplió, marcando los adorables hoyuelos en sus mejillas, y se removió en la cama, para cubrirse mejor con las mantas—. Sólo fueron un par de besos, Louis. El hecho de que te haya besado no significa que me gustes.

Louis asintió, de nuevo, esa usual sensación de asfixia. La misma que había sentido en la fogata, luego, en los baños, luego en el Lago, cuando Harry besaba a Katya. Así. Justo así se sentía el rechazo, y Louis sabía que lo merecía.

—Claro. —Convino, sonriendo forzadamente, y caminó hasta acostarse en su cama—. Buenas noches, Harry.

—Mhm.

Ahora, Louis no estaba tan seguro de que Adam le trajese su felicidad.

— ¿Harry? —preguntó el castaño, una vez más, antes de dormir.

— ¿Qué?

— ¿Todavía somos amigos, no es así?

—Claro, somos amigos.

Al menos, mientras Harry le ignorara, no podría ser feliz.

La luz celestial que tenía Ginebra al tope de las cinco de la mañana se filtró por las ventanas del auto de Zac, tras pasar el puente. Y suspiró, tarareando la canción que sonaba en la radio. No recordaba el nombre, pero sí la melodía, y eso era suficiente para llenar el silencio que tanto odiaba.

— ¿Ya le llamaste? —preguntó Alondra, frunciendo el ceño. Odiaba la idea que Zac había tenido, pero aun así, no le era fácil aplastar ese resplandeciente brillo en sus ojos castaños.

— ¡Santa mierda! —El castaño soltó, tomando su móvil del bolsillo delantero de sus pantalones, apartando la vista de la carretera por un segundo.

— ¡Zac! —chilló la mujer, arrebatándole el aparato de las manos. El hombre sonrió, volviendo a conducir, y deteniéndose en el semáforo de la calle Montblanc, tuvo su móvil de vuelta y marcó el fulano número por el que su novia lloriqueaba.

— ¿Zachary? —La voz se oyó al otro lado de la línea y Zac sostuvo el móvil con su hombro, contra su oreja.

— ¡Hola, papá! —saludó, fingiendo alegría—. Hm… sólo llamaba para avisarte… voy a la casa de los abuelos.

— ¿Qué? —El otro hombre sonaba desconcertado, y suspiró lentamente—. Zachary, te lo he dicho millones de veces. Cada cuatro años, la utilizamos para el Campamento. No puedes venir ahora.

— ¡Papá! —Exclamó, intentando suavizar el carácter del hombre que, sabía, podía explotar en cualquier momento—. ¡Pero, ya voy en camino!

Alondra le miró disgustada. Jo, ella se lo había dicho. ¡Ella sabía que estarían en el Campamento!

—Sí, ¿y cuántas chicas traes esta vez? —preguntó, con el tono fastidiado que siempre utilizaba antes de comenzar a sermonearlo.

—Oh, aquí está la buena noticia… ¡Sólo una! —soltó una risotada alegre. Y no comprendió el porqué del silencio de su padre, pero aun así, continuó—. Iré. Con mayor razón, pues tengo algo que decirte. Y tengo mucho tiempo sin ver a Harry y Alex.

Antoine suspiró, y chasqueó la lengua mientras pensaba—: Está bien, hijo. Ven.

—Nos vemos, pa —rió, esperando a que ‘su viejo’ cortara la llamada. Y lanzó el móvil hacia su novia en el asiento del copiloto.

— ¡Te lo dije! —Soltó la muchacha, tomando el aparato para guardarlo en su bolso—. Sabía que este año estarían en el Campamento… lo sabía.

—Ya, ya… Así podremos matar dos pájaros de un solo tiro —dijo Zachary Rousseau, conduciendo sin mucho apuro por las pacíficas calles suizas—. Te presentaré a mis padres, a mis hermanos y, pasaremos unas vacaciones navideñas encantadoras.

—Me odiarán. —aseguró Alondra, recostando su cabeza en el vidrio de la ventana.

—Claro que no, tonta. Eres guionista, hermosa y, además, una buena cristiana. —bromeó el castaño en un intento por tranquilizar a su novia. Le miró de soslayo, esbozando una sonrisita—. Hey, estará bien. Ya verás. Grace y papá te amarán.

—Eso espero…—murmuró la muchacha, tomando una profunda bocanada de aire, comenzando a asimilar la idea de que estaba a punto de conocer al padre y a la madrastra del sujeto que podría ser el amor de su vida. Agregándole todo el drama que siempre solía agregarle, y multiplicándolo por el sonido del motor averiándose, Alondra encontraba la situación sobrecogedora.   

  Oh, sólo quedaba prepararse e ir a por ello.

Dan se levantó, aclarándose la voz mientras le hacía un guiño a la morena que a sus ojos resaltaba en el grupo, y se dispuso a comenzar la clase de aquel día—: Muy bien, chicos… hoy… quiero oírles cantar.

—Oh, no —se oyó una voz en el fondo. Alexia podía jurar que aquella era Amelia, quejándose.

— ¡Oh, sí! —Animó el guía, y con un ademán divertido, invitó al chico punk que Harry había visto la primera semana—. ¡Ven, adelante! Muéstranos lo que tienes.

El muchacho le miró por un segundo, y se encogió de hombros, caminando hacia él. En esta ocasión, llevaba unos pantalones rasgados, un suéter negro, con una llamativa calavera blanca pintada en él. El cabello ya no lo llevaba flechudo y completamente negro en distintas direcciones, si no, lacio sobre la frente, dejando ver las raíces pelirrojas y había retirado el piercing de la nariz. Ahora, por fin, podía mirarse a través del maquillaje, y era, francamente atractivo.

Aquella niña fresa era una suertuda, pensó Harry para sus adentros, y se mordió la lengua, al encontrarse mirando a otro hombre.

— ¿Cómo es tu nombre? —preguntó Dan, cediéndole el espacio frente a los alumnos.

—Ed. —respondió, de mala gana. Dan frunció el entrecejo.

— ¿Ed?

—Sí. —El guía asintió, encogiéndose de hombros, y finalmente se apartó, para dejarle cantar.

Honestamente, Harry esperaba encontrarse con una canción punk rock, screamo, o hardcore, pero Ed comenzó a cantar una suave canción de su tocayo, Ed Sheeran, cuyas frases penetraron la mente del rizado.

 

We're not, no we're not friends, nor have we ever been.

We just try to keep those secrets in a lie,

And if they find out, will it all go wrong?

And Heaven knows, no one wants it to.

 

Louis pensó que el universo debía estarle jugando una broma.

Todo lo que Ed cantaba, se asentaba en su cabeza como un pesado ladrillo de conciencia. Cada pequeña cosa, le sacaba de su zona de comodidad, le hacía pensar en aquello que quería evitar.

So I could take the back road, but your eyes will lead me straight back home…

 

Oh, aquella frase amenazó con tirar a Louis a un espiral de lágrimas, depresión y arrepentimiento. Sí, él podía tomar el camino de vuelta, pero al mirar a Harry, sabía que no pertenecía al pasado, que aquello no era correcto, que debían intentarlo; que Harry le conocía, como él le conocía, y que debían saberlo.

Como si una fuerza superior hubiera intervenido, sus miradas se cruzaron, y Harry tragó en seco, apartando la vista inmediatamente. Sabía que si miraba esos ojos índigos, comenzaría a sentirse estúpido de nuevo, estúpido, por estar molesto. Bah, sabía que Louis volvería con Adam. Su conciencia se lo había dicho, Alexia se lo había dicho. Oh, Louis era como un adolescente con baja autoestima atrapado en el cuerpo de un ángel bellísimo, y a Harry le sacaba de quicio ser un daño colateral de su búsqueda interpersonal.

Estaba harto de que Ed, un chico punk que no conocía, le diera lecciones de vida, y de que Louis, su estúpido y maricón roomate, le impidiera vivir cómodamente, así que se levantó de su lugar y se adentró en los interiores de la casa.

Sin saber que, Louis tomaría esto más como una invitación que como otra cosa.

—Harry…—llamó el castaño, atrayendo la atención del otro hacia sí mismo—. Creo que necesitamos hablar.

— ¡No! —exclamó, sarcástico—. ¡No, para nada! ¡Porque estoy perfectamente bien con el hecho de que me hayas utilizado como una zorrita cualquiera, Louis! ¡No seré ése adolescente inocente que cualquier homosexual frustrado seduce para satisfacerse!

Louis se detuvo en seco por un momento, tomando entre sus manos el rostro de Harry y uniendo sus labios en un beso forzado. Harry intentó apartarle por un momento, pero sus manos temblaron, y entendió que era inútil.

El castaño se separó, y con la respiración agitada, se cubrió la boca.

¿Qué mierda estaba haciendo?

— ¿Cuál es tu jodido problema, Louis? ¡Maldita sea! ¡Deja de hacer eso de repente! —Harry ahogó un grito en un gruñido, estampando su puño contra la pared del pasillo—. ¡Alguien podría pasar y vernos!

— ¿Y qué? ¿Te avergonzarías?

— ¿De besar a alguien que está comprometido? ¡Sí! —pitó Harry bajo su respiración, Louis entornó los ojos.

— ¡Lo dices como si fuera a casarme! ¡No es así!

— ¡No seré tu zorrita, Louis! ¡Ya lo he dicho!

El más bajo se cruzó de brazos, sintiendo como el rubor de la rabia le agregaba color a sus facciones—: No pensé que fueras una persona de moral tan impecable.

—Pues, lo siento si no estoy tan desesperado como alguien —recriminó, procediendo a alborotarse el cabello involuntariamente.

— ¿A qué te refieres? —desafió Louis, alzando el mentón con coraje. Esa imagen era ridícula. Harry pensaba, que Louis no podría ser intimidante, ni enfundado en un traje de vikingo. Más bien, sería una ternurita en él.

—No lo sé, oí por ahí que un chico volvió con su ex luego de que éste le fuera infiel y le ocultase de su familia —canturreó Harry, en tono acusador. Louis gruñó, conteniendo sus puños. Sabía que cada vez que golpeaba a Harry, salía perdiendo, así que sólo se cruzó de brazos y dejó salir una bocanada de aire—. Y… sí, ése es el mismo chico comprometido que quiere usarme como su zorrita.

— ¡Nadie va a casarse, joder! —exclamó Louis, tensando los músculos de su mandíbula, en un berrinche infantil.

—Yo sí.

Ambos chicos se volvieron de golpe hacia el lugar del que provino la voz masculina que les había sacado del altercado que llevaban. Harry no podía creerlo. Aquello era demasiado para procesar. La imagen, más el sonido, más sus propios pensamientos.

Ése… era Zac… y había dicho que se casaría… y les había oído hablar.

— ¡Zachary! —exclamó Harry en un grito desgastado, caminando hacia su hermano mayor para envolverle en un abrazo.

—Oh, Harold. Es bueno verte. —aseguró el castaño, dándole palmadas en la espalda—. Hm, mucho gusto, Zachary Rousseau.

—Louis Tomlinson. —respondió el más bajo entre los labios.

— ¿Cómo es eso de que vas a casarte? —inquirió Harry, con una sonrisa excitada. Más bien, aliviado estaba. La llegada de su hermano le había salvado de lo que, probablemente, terminaría con él aceptando ser la zorrita de Louis. Que, por cierto, estaba caminando de vuelta al patio trasero.   

Harry sabía que no podía evitarlo por mucho tiempo, pero lo intentaría.

—Sí, pequeño. —Respondió Zachary, entusiasta—. ¡Ali, adelante, ven!

Dicho esto, una chica inclinó la mitad de su cuerpo desde la curva del pasillo. Sonrió tímida. Bueno, Harry recordaba que a su hermano le gustaban las sonrisas grandes: ésta chica, probablemente, tuviera la sonrisa más grande de todas. Las mejillas surcadas con delicados hoyuelos, y ojos y cabello castaño fuerte, marrón oscuro.

—Bueno, ¡hola! —Exclamó Harry, frotando sus manos, para extender una en dirección a la chica—. Mi nombre es…—titubeó antes de decirlo, dispuesto a decir Harry Styles, pero pensó que aquella era una noticia demasiado encantadora como para estropearla con un seudónimo—…Harold Rousseau, es un placer conocerte.

—Mucho gusto, Harold —respondió, estrechando la mano del rizado, y continuó, con respiración agitada—. Yo… soy Alondra Schönbrunn.

Harry miró a Zac de soslayo y le guiñó un ojo, asintiendo divertido. Alondra no estaba nada mal. Era una chica linda. El rizado se preguntaba, ¿qué había de diferente esta vez? ¿Por qué, al fin, el hombre de las mil musas había sentado cabeza?

— ¿Sabes dónde está Alex? —preguntó Zac. Los ojos de Alondra casi se salían de sus orbitas. Oh, le habían hablado muy bien de Alex.

—Uh… —Harry frunció los labios, encogiéndose de hombros—. Estamos en una clase.

— ¡Muy bien, entonces estaremos en el despacho de papá! —declaró su hermano mayor, tomando a la mujer por la muñeca, y tirando de ella hacia adelante. Alondra rió y entrelazó sus dedos. Y, entonces, Harry volvió al patio trasero.

Ed yacía sentado frente a Dan, que le daba un buen repertorio de halagos, mientras animaba a otro campista a pasar adelante. El viento sopló fuertemente, enviando algunos copos de nieve que habían caído la noche anterior, al cabello de los jóvenes. Y Harry maldijo: odiaba sentir la nieve en su cabello.

Había frío. Y tras mirar el empalagoso abrazo de Liam y Zayn, o a Evan quitándose el suéter para dárselo a Paula, Harry se sintió miserable.

Necesitaba a alguien.   

Y a estas alturas, las chicas le parecían, francamente, aburridas.

El rizado miró de nuevo al chico punk y le sonrió ampliamente, disponiéndose a coquetear un poco con éste, de lejos. Pues, si cualquier cosa pasaba, podría confundirle con un simple error.

Una chica pasó, cantando una canción de Ariana Grande. Y Harry intentó fijar su vista en Ed, para no vomitar. Necesitaba concentrarse en algo que no fuera la odiosa melodía, o la letra superficial. Uh. Sentía que aquello era un insulto a la música.

Bueno, al menos logró alcanzar las notas que la chillona alcanzaba en la canción.

— ¡Asombroso, Chasey! —aplaudió Dan, mostrándole ambos pulgares—. ¡Hermoso color, hermoso! Ahora… hm… ¿Louis, vienes tú?

Santa mierda.

Harry sabía que aquello iba a convertirse en una guerra atómica de indirectas, y como él prefería, no lanzar indirectas sobre lo que sentía, sólo se levantó y volvió a caminar lejos de aquello.

Al salir del comedor, Lola atajó a Louis, tomándole por el brazo para obligarle a caminar junto a ella.

—Así que… ¿Nobody Said It Was Easy? —preguntó la morena, el muchacho cabeceó. No podía mentirle a Lola, pero tampoco podía soltarle la verdad de una sola vez.

—Una canción fácil que me gusta… No quería hacer el ridículo —explicó, cuando se disponían a andar al Gran Salón—. ¿Lo hice mal?

—No, por el contrario —comenzó Lola, mirándole entre las pestañas—. Le pusiste corazón.

—De cierta manera…—susurró Louis.

— ¿Cantaste para… Harry? —inquirió ella, buscando ser directa y arrepintiéndose a la mitad del camino. Ella sólo no podía tratar un tema serio así de fácil, le ponía nerviosa la mirada rota de Louis, no importaba cuantas veces la viera.

Louis dudó. No lo sabía. No sabía si cantaba para sí mismo, o si lo hacía para el chico que había huido apenas se levantase—: No…

— ¿Qué ha sucedido?

—Yo… volví con Adam… —musitó Louis, negándose a mirar a su mejor amiga. Ahí, aceptándolo en voz alta, estaba más avergonzado que feliz. Es más, no se encontraba feliz. Se sentía culpable, avergonzado y de cierta forma, arrepentido, pero no feliz en lo absoluto.

Lola bajó la cabeza, dejando salir un suspiro sabihondo. Abrieron las puertas del salón al tiempo que entraban y la morena cabeceó, intentando organizar sus ideas de tal manera que al hablar no empeorara todo—: ¿Por qué lo hiciste?

Ella no hablaba de más, y cuando lo hacía en serio, tenía cierto fundamento, y cierta manía de hacerte cuestionar que Louis apreciaba, y probablemente, fuera esa la causa de su longeva amistad.

—Extrañaba sentirme deseado. —admitió, por lo bajo.

Lola avanzó, hasta alcanzar unas sillas, y obligándole a sentarse a su lado, preguntó—: ¿Ahora te sientes deseado?

A regañadientes, Louis negó.

Debía admitirlo. Sólo era una formalidad. Había cometido un error. Louis ya no quería a Adam, sólo quería que Adam lo quisiera. Y conociéndole como le conocía, Adam sólo quería aquello mismo, que Louis le quisiera.

— ¿Y qué harás, Louis?

Instintivamente, el muchacho subió la mirada, buscando a su compañero de cuarto, para señalarle como su única opción, la única manera de que realmente se sintiera deseado, y al cabo de unos segundos, le encontró, entablando una entretenida conversación con Ed.

Y aquel odioso sentimiento que Louis no recordaba había comenzado a esparcirse por su médula espinal.

—Voy a… esforzarme por mejorar las cosas con él. —aseguró, consiguiendo que Lola estampara su mano contra su propia frente y soltara un gruñido exhausto.

— ¡No, no, no, no! ¡No! ¡Adam es tu Tachibana! ¿No lo entiendes, Louis? ¡Debes deshacerte de ese paraguas! ¡Y aceptar a tu Mio, sin más!*

— ¿Qué es del amor, sin lucha, Lola? —preguntó su romántico amigo, y la muchacha, a sabiendas de que discutir con Louis equivalía a discutir con un alcohólico, giró los ojos y se dispuso a contemplar el recital de música que un par de chicas daban.

— ¿Entonces, Sunburn? —preguntó Ed, animado, esbozando una sonrisa amplia, para acomodarse mejor en el asiento. Harry asintió, sin dudarlo.

—Sunburn, viejo, es la mejor de todas. —aseguró, encogiéndose de hombros.

Ninguno de los dos chicos prestaba atención a la música clásica que tocaban frente a ellos. Ambos estaban muy sumidos en la conversación, escuchando con parsimonia la voz del otro, e intentando llevarlo bien, un flirteo sano y agradable.

Harry había pensado que Ed sería como cualquier chico emo. Depresivo, suicida u homicida, en el peor de los casos. Y, entonces, recordó que la primera vez que le había visto, había reparado a mirar sus muñecas, y la palidez intacta de las mismas le había desconcertado. Ahora, de cerca, sabía que Ed era un chico amable, divertido… entusiasta, y hasta extrovertido, cualidades que nunca imaginó que le interesarían.

—Sunburn es un tanto triste, ¿no lo crees? —inquirió el teñido, mirándole entre sus rojizas pestañas.

—Más bien, le encuentro erótica. —argumentó el rizado, sorprendiendo a su nuevo amigo. El muchacho de ojos ámbar le miró perplejo—. Me transmite esa sensación que tienes cuando acabas de despertar luego de un sueño caliente. Cuando aún estás entre las sábanas, abrigado, y te estiras, y el sólo contacto de la tela te eriza los vellos…

Ed suspiró, entendiendo la idea que Harry le transmitía, y esbozando una amplia sonrisa, le dio un codazo divertido—: Tú, colega, eres un pervertido.

—Puede ser, ¡no descarto nada! —soltó Harry, segundos antes de proferir una carcajada que interrumpió el recital bruscamente.

Antoine se volvió a mirarle cual insecto asqueroso, y la mueca discriminatoria del hombre, no hizo más si no divertir a Ed, que río igual, o más fuerte que Harry, consiguiendo que les sacaran a ambos del salón.

Aquel asunto no le gustaba para nada a Louis. Sin embargo, no podía hacer una cosa al respecto.

Ahora, en el vestíbulo, Ed le sonrió a Harry, encogiéndose de hombros.

— ¿Y ahora qué? —preguntó, despeinándose el cabello de la nuca. Harry tomó una profunda bocanada de aire y le llamó con un movimiento fugaz de la muñeca.

Ed, obediente, caminó hacia él, y dejó caer su cabeza hacia atrás, brindándole una vista plena de sus rojísimos labios.  

¿Debía besarlo? , se preguntó Harry, dando un paso hacia adelante. Un tanto inseguro, puesto que, hasta donde sabía, Ed tenía una relación con la niña rosa. Tomó el mentón roseado de pecas del muchacho frente a él y sonrió, enarcando una ceja, el pelirrojo hizo un mohín, antes de relamerse los labios e inclinarse más cerca de él.

Debía besarlo.

Sin pensarlo más, Harry atrajo el rostro de Ed hacia el suyo y capturando sus labios en un beso brusco, dio comienzo a lo que sería el principio de su fin. Rodeó la cintura del otro muchacho con su brazo libre, y éste le lanzó los brazos al cuello, dándose aires de damisela juguetona. El rizado movió sus labios sobre los del pelirrojo, entreabriéndolos para encargarse de masajear sus comisuras. Se estaban besando, con furor, fuertemente, se succionaban, se probaban, se tocaban, y sin embargo, no se sentía como algo más que un juego.

Ed toqueteó suavemente los labios de Harry con su lengua un segundo antes de separarse, y al hacerlo, le sonrió ampliamente, dejando ver su perfecta y reluciente dentadura.

—Whoa, Harold. Veo que tus juegos se han intensificado a lo largo de los años.  

Harry sonrió, frunciendo el ceño y tras dos segundos largos de contemplar su cara, dio con el por qué aquel rostro pecoso se le hacía tan familiar.

—No me recordabas, ¿cierto? —dedujo, soltando una risita, para bailotear, deslizándose fuera del agarre del rizado—. Creo que Louis tampoco me recuerda, no sé por qué, yo sí los recuerdo a ustedes.

—Sí que te recuerdo, jo —rió, mirándole entre las pestañas—. Es sólo que no he podido reconocerte… ¿Qué es todo este disfraz, Eddie?

—Ah, pues… comencé a escuchar My Chemical Romance…

Rousseau soltó una carcajada estridente, dándole una palmada en el brazo, al tiempo que soltaba un suspiro de cansancio—: Podrás llevar ese disfraz, pero no has cambiado en lo absoluto.

Harry intentaba disimular lo avergonzado que se encontraba ahora. Después de haber coqueteado con Ed toda la tarde para darle celos a Louis, y finalmente, besarlo, no creía poder sobrevivir aquello sin perder la cordura. Quería que la Tierra le tragase.

— ¿Harold? —le llamó Alexia, saliendo del despacho de su padre, acompañada de Alondra y Zac—. ¿Edward?

La chica miró a ambos muchachos, frunciendo el ceño. Habría jurado que su hermano no le reconocería. Después de todo, ella lo había hecho porque él mismo se había animado a hablarle.

— ¿Alexandria? —Ed siguió la corriente, recibiendo una mirada reprendedora por parte de la quinceañera.

—Ed, conoce a Zac y Alondra. Zac, Alondra, éste es Ed, en fin —Alexia suspiró, caminando hacia su hermano—. ¿Ya terminaste tu investigación sobre el conflicto entre Voltaire y Rousseau?

—Ah, ¿el conflicto por el egocentrismo de Voltaire? —preguntó Zac, Alexia asintió, por fin sintiendo que alguien no le miraba como si fuese malo decir algo al respecto.

—No, no lo he comenzado. —admitió Harry, sonriendo.

— ¡Te dije que lo comenzaras ayer! —chilló, combinando el quejido con un gruñido molesto y, tensando su mandíbula, golpeó a Harry en el hombro.

—Ajá, ¿a quién le importa lo que digas?

Alexia se detuvo un momento a mirarle, y le sonrió frívola. Harold había querido mostrar autoridad sobre ella, ¡quiso lucirse! Mostrar su escasa hombría frente a su hermano mayor y un amigo de la infancia, pues, ella podría someterlo a una situación donde podría ser dominante, y lo haría.

—A Louis le importa lo que diga. —soltó. El primogénito de Grace, Harry, le miró con ojos saltones, incrédulo. No lo había dicho—. Ustedes dos, se quedarán todo el día en su habitación, redactando su ensayo. Hablo en serio… Karel no les dejará salir, jo, ¡Hablaré con el cocinero, si es preciso! Pero terminarán eso mañana. Mientras que…—Alex aprovechó la oportunidad de sembrar más sospechas en la mente del mayor completamente, y se estiró para tomar la mano de Ed—. De Secondat y yo, nos ponemos al día. ¿Sí, Edward?

— ¡Seguro!

De nuevo, Alexia le tenía contra la espada y la pared.

En dos minutos que pasara con Ed, podría sacarle hasta a qué sabían sus labios, y encerrarle en una habitación con Louis equivalía a aceptar ser su zorrita que, era, precisamente, lo que Harry quería evitar.

Y ahora, con la suspicaz mirada de su hermano mayor —que no era inocente, y estúpido, mucho menos— sobre su nuca, tendría que irse con cuidado extremo.

De nuevo, Alexia le había ganado.

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Holaa.

No sé, esta es la cosa más horrible que he escrito en mi vida entera. Es corto, es asqueroso, ¡es horrible! Es un capítulo detestable. Estoy tentada a pedirles disculpas por haberles hecho leer algo tan asqueroso, si esperaban algo bueno.

Ugh. En fin, a lo que iba.

El asterisco va, por la mención del personaje del manga Kasa no Shita, futari, Tachibana. Que es, básicamente, el amor platónico del protagonista, con el que mantiene una relación clandestina en secreto, que el otro protagonista descubre. Sigue queriendo a Tachibana, a quien está atado por sus recuerdos, y un paraguas, pero… ah, a lo que me refería en hacer la mención es que, Yugi (Louis) no termina de superar a Tachibana (Adam), y finalmente aceptar el amor de Mio (Harry). Pues, sí. Louis sigue aferrándose al pasado, más por los recuerdos que por la persona, y Harry busca irse de putas y se llevó un buen golpe, jo, porque resultaba ser su viejo amigo Edward de Secondat, sí, el pelirrojo extrovertido del capítulo del laberinto.

Sí… pues, los personajes son Alondra y Zac, cuñada y hermano de los chicos. Zac no es hijo de Grace, sino de Antoine y otra mujer. Y sí, los interpretan Dylan O’Brien y Crystal Reed.

Ahora, sí. Creo que ya he dejado en claro lo que creía que podría confundirles… y… sin nada más que decir que el capítulo es una porquería, me retiro.

Bye, xx.

 

  

 

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