Ruleta Rusa.- [ Wigetta / Fan...

By dai002299

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Guillermo, estando al cuidado de sus tíos, decide escapar de casa para sumergirse a las oscuras calles de Mad... More

ATENCIÓN
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21 (SIN EDITAR)
Capítulo 22 (SIN EDITAR)
Capítulo 23 (SIN EDITAR)
Capítulo 24 (SIN EDITAR)
Capítulo 25 (SIN EDITAR)
Capítulo 26 (SIN EDITAR)
Capítulo 27 (SIN EDITAR)
Capítulo 28 (SIN EDITAR)
Capítulo 29 (SIN EDITAR)
Capítulo 30 (SIN EDITAR)
Capítulo 31 (SIN EDITAR)
Capítulo 32 (SIN EDITAR)
Capítulo 33 (SIN EDITAR)
Capítulo 34 (SIN EDITAR)
Capítulo 35 (SIN EDITAR)
Capítulo 36 (SIN EDITAR)
Capítulo 37 (SIN EDITAR)
Capítulo 38 (SIN EDITAR)
Capítulo 39 (SIN EDITAR)
Capítulo 40 (SIN EDITAR)
Capítulo 41 (SIN EDITAR)
Capítulo 42 (SIN EDITAR)
Capítulo 43 (SIN EDITAR)
Capítulo 44 (SIN EDITAR)
Capítulo 45 (SIN EDITAR)
Capítulo 46 (SIN EDITAR)
Capítulo 47 (SIN EDITAR)
Capítulo 48 (SIN EDITAR)
Capítulo FINAL. (SIN EDITAR)
Epílogo (SIN EDITAR)
Extra (SIN EDITAR)
Extra 2 (SIN EDITAR)

Capítulo 8

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By dai002299

Un reflejo del pasado.

Guillermo no sabía bien lo que estaba haciendo. La mirada del chico que estaba a centímetros de él no proyectaba susto o sorpresa, únicamente le miraba expectante y un poco molesto, no tanto por la acción que tomó, sino por él mismo que no pudo ser más rápido a causa de la distracción producto de aquella llamada de la cual mantenía en espera.

La situación se tornó interesante. El castaño nunca pensó que ese debilucho muchacho daría el paso de por fin defenderse, pero cosas así no son tan fáciles ¿Podría alguien invadido por el miedo y la confusión disparar antes de que el arma se caiga del notable temblor que no dominaba?

La mano de Guille oscilaba mas no apaciguaba su confrontación, en sus manos estaba pendiente la vida de alguien ¿Se convertiría en un asesino para librarse de él? Esto era imposible y lo sabía muy bien ya que no estaban solos, detrás de aquella puerta, a unos metros, se hallaban los demás miembros del grupo. Escuchar un disparo significaría que ellos ingresarían y si encontraban al cuerpo de su líder yacido en el suelo lo más probable derivaría en medidas extremas como acabar con su vida también. Entonces, ¿qué debería hacer? Tarde o temprano esa posición debía cambiar.

Vegetta retrocedió un paso sin quitar su seria mirada. Solo había silencio en esa habitación y los segundos transcurrían con un peso que atormentaba al menor. La mente del asustado chico pensaba y pensaba en algún plan que le sirviera a que todo esto no haya sido en vano...

—¿Entonces? —Cuando decidió hablar el intimidante chico la llamada se cortó.

Los ojos de Guillermo proyectaban confusión ¿Entonces? Si... ¿Entonces qué iba a hacer? ¿Quedarse allí con el arma en mano hasta que uno se cansara?

—No te muevas. —Trató de sonar calmado y comunicar en que no dudaría en disparar si el otro realizaba algún movimiento extraño.

—Claro... —conservaba su tranquilidad sin tomarse con seriedad lo que ocurría— ¿Vas a dispararme o no? Ya perdí una llamada.

El móvil volvió a sonar.

—Ves, me vuelven a llamar ¿Puedo contestar?—Elevó el móvil esperando su "permiso".

¿Pero qué demonios le pasaba a este tipo? ¿No tenía miedo en llegar a morir? Pensó Guillermo. Quizás era porque percibía la posibilidad de que el asustado muchacho no se animara a matarlo. Sin embargo, con el temblor de esas manos y el pánico que tomaban control de él, cualquier desenlace era probable, hasta que llegase a apretar el gatillo por error. La posibilidad de que la bala no salga caía en un porcentaje, había seis posibilidades de que tocara y podría tener la mala suerte de que sea en el primer disparo, todo podía pasar.

—Dije que no te muevas—apuntó mucho más decidido. El sudor de su frente se hacía más abundante— ¿Qué pasa contigo? Podría dispararte y ni siquiera te importa.

—¿Lo harás? 

De nuevo hubo silencio. Pensar en hacerlo era más fácil que proceder a animarse a cometerlo. Esa pregunta lo deprimió porque sabía bien que no poseía el valor necesario. Se sentía mal pero no porque no tuviese el valor, sino porque a pesar de todo  sabía bien que no lograría asesinarle, hiciera lo que le hiciera. No era un asesino. Nunca se mancharía sus manos con sangre ajena, apreciaba la vida humana fuera la persona que fuera, muy diferente al punto de vista que poseía el chico frente a sus ojos.

—Lo haré si no me sacas de aquí. Llévame hasta afuera.  —Prosiguió con su actuación esperando a que le crea su papel.

La llamada se volvió a cortar y Vegetta suspiró.

—¡Si, pero por favor no dispares! —levantó ambas manos en desesperación, de una manera muy forzada. Luego agachó su cabeza y se escuchó una discreta risa— ¿En serio piensas que voy a creer eso? —Reafirmó su seria mirada, esta vez demostrándose realmente molesto.

El corazón de Guillermo sufrió un salto.

—Si vas a apuntar a alguien que sea con el motivo de estar seguro de lo que vas a hacer, si tienes intensiones de matarme deja de poner ese patético rostro de miedo. Tranquilamente puedo sacarte ese arma en un segundo y ni cuenta te darías, podrías dispararme pero estás tan asustado que no te animarás. Eres patético. —Bajó sus manos.

—¿Patético dices? —Presionó sus dientes con fuerza—. Si, tienes razón, posiblemente no te dispararía. —Balbuceó y frunció sus cejas, temeroso.

Vegetta relajó su rostro, ahora estaba curioso.

—Pero no por ser patético. Yo no soy como tú, yo no puedo matar a alguien tan fácil, porque aprecio la vida. Sé bien que esto no tiene sentido, pero pensé: si tan solo puedo demostrar que puedo asesinar a esta persona quizás podría salir de aquí. Pero no es fácil ¡¿Qué hay de malo en apreciar la vida!? —levantó su rostro con lagrimas en sus ojos—  ¡¿Acaso tu nunca sentiste pena por acabar con la vida alguien!? 

Esa última pregunta, que sonó en un grito ahogado, dejó a Vegetta pasmado. Esa mirada tan desesperada de aquel chico le traía cierta angustia que detestaba, odiaba esa mirada y no soportaba verla. Contemplar a ese muchacho sobre el escritorio con aquel arma en sus manos y ojos temblorosos llenos de lágrimas... Sentía que podía verse a él mismo reflejado, a un yo del pasado, a una persona que hoy en día desconocía.

...

Doce años atrás...

—¡Deja de temblar! —Un gran hombre se encontraba de pie junto a un chico de unos doce o trece años.

El menor traía un arma en sus manos y era incapaz de no temblar, apuntaba a otro hombre arrodillado a varios pasos lejos de él. Ese hombre poseía sus pies y manos atadas con una cinta, otra que cubría su boca; en sus ojos se captaba el miedo intenso que acarreaba, lloraba desesperado por su vida, no quería morir.

—No quiero hacer esto. —Lucía incluso tan asustado como ese hombre, estaba a punto de llorar.

—¡Déjate de tonterías y hazlo! —Le dirigió un fuerte golpe sobre su cabeza con el puño.

El chico perdió ligeramente el equilibrio pero se repuso al minuto sin interrumpir la dirección de la mira. Su respiración se agitó y sentía una ansiedad que producía que la habitación diera vueltas, en una desrealización a causa de la experiencia aterradora . Sus latidos golpeaban fuerte contra su pecho, un golpe que se extendía hasta sus oídos, ensordecedor.

—¿Pero por qué hay que hacer las cosas de esta manera, padre?—Una lágrima recorrió por su mejilla.

—¡Sabes bien que este drogadicto ha matado a dos de nuestros hombres, castígalo como se merece o tomarás su lugar! —con voz dominante, le amenazó— ¡Es hora de que dejes de apreciar la vida de basuras como estas, basuras que no sirven en esta sociedad. Es hora de que años de entrenamiento rindan frutos contigo, este es tu primer trabajo y tienes que terminarlo como se debe!

—No quiero hacerlo —agitaba su cabeza de un lado a otro negando mientras que su llanto desbordaba sin control—. Sé que personas así no se merecen vivir pero...

—¡Que lo hagas! 

Este último grito provocó un sobresalto de miedo al menor y por consecuencia presionó el gatillo del arma sin notarlo. El disparo impactó al centro del pecho del hombre y este cayó en seco al suelo. El cuerpo se comenzó a impregnar sobre un gran charco de sangre.

—Bien hecho.  —El intimidante hombre le arrebató el arma y caminó hasta la puerta.  

 El niño observaba en completo shock, con sus manos levantadas aunque ya no poseyera arma. Aún no reaccionaba en lo que había hecho. Su mente y realidad no ocupaban mismo mundo, tardaría en distinguir la diferencia entre el mundo real y las pesadillas, pese a ser tan parecidas solo a uno sus pies caminarían.

—Deja que los demás limpien este desastre, ve a practicar defensa personal ahora —abrió la puerta—.  Ya te acostumbrarás, empezarás encargándote de personas ilegales, más adelante podrás tomar trabajos de sicario en donde no importa si la persona es peligrosa o inocente. Es hora de que elijas un apodo, tu nombre real no será utilizado más. —Con una desagradable sonrisa de malicia, abandonó la habitación.

El chico cayó de rodillas con su vista clavada a sus manos que tiritaban sin parar.

—Si.

...

Años después...

—¿Es esa casa? 

Vegetta y Staxx se encontraban dentro de un auto estacionado frente a una gran casa y observaban a través del vidrio polarizado de la ventanilla.

—Si —Staxx sujetó un papel en sus manos y comenzó a leer—.  María Aguirre, treinta años, peluquera, madre de un niño de cinco años, bla bla bla... Es allí. Supuestamente está sola, su hijo se quedó a dormir en lo de un amigo así que termina el trabajo rápido y nos marchamos.

—Entendido —Revisó dentro de un bolso, sacó un arma que guardó en el interior de su abrigo, un cuchillo y un llavero que poseía colgando diferentes utensilios filosos que servían de corte, abrir puertas y demás utilidades—. Volveré enseguida.

Preparado, miró hacia todo rincón de la calle, cerciorándose de que no haya personas cerca y abrió la puerta para salir del coche. Con mucho silencio y cuidado caminó rodeando la casa hasta llegar a la puerta trasera. La noche se fundía en silencio. Observó por el vidrio de la puerta hacia el interior, del cual toda luz estaba apagada. Al parecer, la mujer estaba durmiendo.

 No podía perder más tiempo. Tomó una de las herramientas de su llavero, unas ganzúas para ser exactos, y las introdujo por la cerradura cuya técnico logró abrirla. Antes de entrar se aseguró de cubrir su rostro por cualquier inconveniente y con suma lentitud ingresó a la propiedad en búsqueda de aquella mujer.

Pasos lentos observando por cada rincón... Silencioso como la niebla. Subió unas escaleras y llegó hasta una habitación donde la puerta entre abierta permitía divisar lo que ocupaba. Adentro, una cama del cual la tenue luz de la ventana iluminaba, allí apacible se encontraba el objetivo descansando como ni nada lograse poder despertarla por la paz que le envolvía. Sólo un disparo bastaba y podría marcharse con su trabajo cumplido. Estaba acostumbrado a cosas de esta índole.

Vegetta se acercó con cuidado y se detuvo a un lado de la cama, sacó el arma del abrigo y profesional apuntó a la cabeza de la dormida mujer. Ese era su trabajo y su prioridad era la obediencia sin pautas que saltear. Sin embargo, sucedió algo que no esperaba. Alguien le vigilaba, a pesar de que la luz de la ventana no iluminaba demasiado, podía notarse unos ojos que le observaban confundido. Había un niño entre los brazos de la mujer, ese niño estaba despierto y no quitaba su mirada de esa extraña persona del cual no comprendía quién era. No entendía porqué ese hombre le apuntaba con un objeto desconocido a su madre, el niño no movía ningún músculo y no conseguía pronunciar ninguna palabra porque las mismas no se expulsaban de su boca.

 El intruso sintió que esa mirada se clavó en su alma y su mano comenzó a vibrar, ¿Qué hacía ese niño aquí? ¿Acaso no era que el hijo de esa mujer no estaba en casa? Todo se complicó en un giro de eventos. La presencia de ese chico realmente no importaba, porque trabajo era trabajo, solo debía disparar y marcharse; si le provocaba un trauma al pobre muchacho no tenía relación con él.

Conociendo las reglas, de todas formas, no pudo hacerlo. No consiguió disparar.

Abandonó la habitación tan rápido le fue posible y circuló el mismo camino de vuelta. Seguro al día siguiente si el chico le contaba lo que vio a su madre, ésta le explicaría que solo fue una pesadilla o algo similar.

Acelerando sus pasos, el castaño llegó de nuevo al auto e ingresó muy exaltado. Se descubrió el rostro y guardó las cosas en el bolso con mucho coraje. Respiraba de forma frenética y su cabeza comenzó a doler horrores.

Staxx encendió el motor y aceleró el coche para escapar del lugar. Creyó que la misión fue concluida con éxito.

—¿Lo hiciste? —Preguntó preocupado porque la mirada de su compañero denotaba angustia.

—No lo hice, la dejé con vida.

—¡¿Qué cosa?! —por poco perdió el control del volante pero lo recuperó al instante—.  Espera, ¿no la mataste? ¿Por qué? ¡Su esposo pagó una gran suma de dinero por ello!

—¡Me importa una mierda! —Exclamó enojado— ¿Matarla solo porque pidió el divorcio y seguramente saldría perdiendo él? Realmente iba a matar a esa mujer por esa maldita excusa—golpeó con fuerza el vidrio de la puerta con el puño, si no lo logró romper era por su resistencia a prueba de balas—. Además su niño estaba allí viendo todo, si no fuese por ese niño...

—No importa la razón, si se nos paga por ello hay que hacerlo y lo sabes bien. El niño, algo se habrá presentado por lo que se quedó en casa. Juraría que no estaba pero eso lo de menos.  —sonaba cruel pero esas palabras eran más lógicas que las de Vegetta porque para esto vivían, de esta manera conseguían dinero.

—Quien tiene que morir es su marido no ella, personas que piden cosas como estas por intensiones egoístas y malditas son las que tienen que morir. Habrá cambios de planes, el objetivo será su marido, estoy seguro que si no lo hacíamos nosotros le pedirá a alguien más que haga el trabajo sucio.

—¿Qué?  —Trataba de seguirlo con la mirada al mismo tiempo de no perder la vista de la carretera—. Espera, no puedes hacer eso ¿Qué te pasa? No puedes inventar tus reglas, no eres el líder. Tu padre va a matarte. 

—Que lo intente —Su decisión no cambiaría ni su pensamiento—. Estoy cansado de ser su títere,  a partir de hoy solo me encargaré de trabajos donde no involucren inocentes.

—Entiendo —Suspiró—. Sabía que tarde o temprano este día llegaría.

El ambiente tenso se disipó con el pasar de las calles. Sean todos los años que haya sido entrenado para desarrollar su labor, aquella mirada de ese niño le bastó al sicario para detenerse. En realidad, esa situación fue la gota que derramó el vaso porque nunca se sintió conforme en desasearse de cualquier objetivo que su contratista indicara, siempre estuvo en contra de esto ante su padre.

—Si eso quieres, voy a seguirte, tomamos trabajos en conjunto. Los demás chicos no creo que cambien esto, no son tan sentimentales como tú. De todas formas están más involucrados en divertirse y encargarse de las basuras de siempre que es tu mismo objetivo.

—Gracias Staxx. Sé que sus objetivos no difieren sea la persona que sea, el dinero es poderoso. Esto es una decisión personal que de a poco espero que los chicos adopten —se recostó relajado en el asiento—. Aunque no pueda matar a un inocente no dejo de ser la misma mierda. Todos lo somos, apreciar la vida de uno pero menospreciar la de otro cualquiera sea la razón por la que se merezca morir ¿Quiénes somos para decidir el destino de alguien? Pero así fuimos criados. No somos nadie, nuestros nombres ya no existen, no nos queda otra opción que manipular y ser manipulados. Parecemos maquinas asesinas sin sentimientos. Me pregunto si se puede cambiar eso.

—Ser una máquina es algo del cuál uno debe decidir.

Vegetta le miró.

—Si fueses eso, no hubieses dudado en disparar a aquella mujer. Si no nos sentimos cómodos haciendo algo, no debemos hacerlo y ya, para ello hay que ir en contra de cierto sistema. ¿Pero acaso no te sientes bien con el destino de alguien en tus manos? ¿De castigar a una persona que se lo merece? —Sonrió.

—Eso no cambiará, tener el control sobre alguien es divertido —se acopló a su sonrisa—.  ¡Oh, mierda! —se revolvió sus cabellos—. Mi padre se enojará mucho, él sigue las cosas al pie de la letra.

—Creo que se te unirá otra marca a la colección. —Dijo en un tono bromista.

—Ya, cállate —le empujó el hombro mientras se reía—. Ya no soy un niño, me pregunto quién dejará más marcas a quién.

—¡Hey!, estoy al volante, si chocamos será tu culpa. —Quitó una mano del volante y le devolvió el ataque con un golpe en el brazo.

—¡He, he. Ojos al frente y ambas manos en el volante! 

—Idiota. —Susurró sin borrar su sonrisa.

El trayecto continuó con ambos amigos devolviéndose bromas una tras otra.

...

Tiempo actual.

—Aprecia la vida de las personas que valen la pena —Vegetta redujo la distancia hasta Guille y apoyó su mano sobre el arma bajándola a la altura de su pecho—. Nunca dudes en disparar a alguien que sea peligroso.

La expresión del menor dejó visible su desconcierto, aquellas palabras sonaban como si estuviese alentándolo en que le dispare ¿Quién en su sano juicio haría eso?

—Esa mirada que posees ahora no te servirá de nada cuando te enfrentas a alguien que está por hacerte daño —su voz sonaba suave y calmada—. No voy a matarte aún aunque me estés dando razones para hacerlo. En esta vida solo gana el más fuerte, si no puedes deshacerte de un problema entonces sopórtalo. Si yo soy un problema para ti puedes jalar el gatillo ahora o aguantar hasta que decida dejarte ir, si elijes la segunda opción puedes morir y lo sabes. Sabes que si te niegas a mis palabras estaré apuntándote con un revólver y no dudaré en disparar, tu elijes.

—No es justo porque si te mato ahora tus hombres se encargarían de mí.

—No lo harán —rió—. Porque ya te consideran parte del grupo, se tomó esa decisión una vez te adentré a esta habitación. Hay factores de los cuales si me matas no te tocarían.

—No lo entiendo bien, pero estas loco. Suenas como si quisieras que te asesine. —No poseía el mismo temblor que al principio, le decepcionaba el hecho que ni siquiera haya implorado por su vida.

—Solo es pura psicología, sé que no estás mentalmente preparado para hacer algo así.

Guillermo se dio por vencido y soltó el arma.

—Nunca voy a perdonarte, ten en cuenta eso, maldito sádico. Lograré liberarme de ti sin hacer algo tan sucio como tus trabajos, te demostraré que puedo ser fuerte...—Se bajó del escritorio sin cruzar miradas, lucía molesto.

Vegetta guardó su arma, sacó unas llaves de su bolsillo y sujetó las muñecas de Guillermo para abrir el seguro de las esposas.

—Esa es una buena mirada —le liberó de las esposas y procedió en arrimar su boca hasta su oído —. Luces tan molesto cuando hace unos minutos jadeabas de placer con solo tocarte.

—¡Cállate! —Agitó su mano para dirigir un rápido golpe pero es interceptado sin mucho esfuerzo—.  ¡Aquello fue por esa bebida!

—En parte, pero lo disfrutaste. —Sin soltar su mano, colocó la muñeca cuya herida por fricción resaltaba hasta sus labios y la lamió.

—¡Que no. Suéltame, no hagas eso! —Manifestó una mueca de asco y ejerció fuerza para apartarlo.

De pronto, el móvil sonó ya por tercera vez. Vegetta le soltó sin ningún problema y contestó la llamada. No debía preocuparse por él, por el momento su rebeldía estaba controlada. Guillermo tomó su muñeca y se preocupó en quitar los restos de saliva con su camisa.

—Lana. —Se sentó en el sillón.

—¡¿Pero que estabas haciendo que no contestabas?! —Se escuchó muy furiosa.

—Ocupado con algo, relájate. —Separó el móvil a unos centímetros de su oído para evitar quedar sordo.

—Ya...—dejó su molestia de lado—. Conseguí la información.

Vegetta miró a Guillermo de reojo y continuó escuchando.

—Sus tíos ya avisaron a la policía. Al parecer iban a esperar hasta la noche para ver si aparecía pero ya está por amanecer así que lo más seguro es que andarán investigando un poco a donde es que se pudo haber ido. Sonaban preocupados en la llamada que quedó grabada en la estación de policías ¿Por qué se escapó? 

—No importa la razón. Gracias por informarme.

—Bien. Estaré pasándome un rato en estos días por allí, te seguiré manteniendo informado por cualquier inconveniente. —Cortó la llamada.

El líder abandonó su móvil y se acostó sobre los almohadones del sillón.

—Parece que ya te buscan y tus tíos están preocupados. —Le comunicó al chico que aguardaba de pie frente al escritorio.

—¿En serio? —a Guille le pareció rara esa noticia porque como sus tíos siempre se habían demostrado distantes no podía creer que lo quisieran de vuelta. Se sintió un poco valorado y al mismo tiempo culpable por haberse escapado, sin embargo, las cosas ya no podían ser de otra manera. Cuando lograse regresar a casa tendría que dar una muy buena explicación.

—Por suerte la policía no anda por estos barrios, no hay de que preocuparse. En realidad sí hay algunos corruptos buscando diversión en algunas partes pero aunque te vieran no podrían decir nada porque ellos mismos tendrían que dar sus razones de su presencia en altas horas de la noche en lugares como estos sin uniforme. Más te vale que no te hagas el tonto y quieras ir a la policía para volver a casa, no necesito explicarte esto ¿Verdad? —Se giró hacía un lado y cerró sus ojos con intensión de dormir un rato.

—Ya lo sé —resopló con disgusto— ¡¿Dormirás ahora?! —La oportunidad de escaparse ya no ocupaba su mente. En este momento, lo que pensaba era en qué haría si es que ese hombre dormía ¿Solo esperar? No había otra cosa que podría hacer que le beneficie.

—Qué molesto —se levantó del sillón y lo sujetó del brazo para arrojarlo al sillón. A continuación se recostó a su lado—. Duerme.

Guillermo quedó en una prisión entre el respaldar del sillón y el musculoso muchacho que se acomodó para dormir aún con el agarre de su mano. Seguro si trataba de levantarse, pese a estar dormido no le soltaría, eso imaginaba. Le obedeció y se quedó acostado con vista a su rostro. Con esa paz, entre respiraciones profundas, el líder no proyectaba tanto miedo como cuando estaba despierto. No podía evitar que en su interior le consumiera un impulso de querer empujarle y que cayera al suelo con mucha fuerza, si se hacía daño mejor. Ojalá contara con la valentía de algo tan simple como eso. Era molesto no poder hacer nada y solo convertirse en un mero juguete sin toma de decisiones.

¿Qué cosas le esperarían al despertar? Mantenerse fuerte ante todo era lo ideal. Su angustia terminaría cuando menos se lo esperara, debía aguantar.

Cerró sus ojos y se durmió junto a esa compañía.


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