[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AM...

By desirealba

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La granja West no era dónde las hermanas Haley planeaban pasar un caluroso verano. Su madre había conocido al... More

PRIMERA PARTE
1. Bambi
2. Leo
4. Leo
5. Bambi
6. Leo
7. Bambi
8. Leo
9. Bambi
10. Leo
11; Bambi
12; Leo
13; Bambi
14; Leo
15; Bambi
16; Leo
17; Bambi
18; Leo
19; Bambi
20; Leo
21; Bambi
22; Leo
23; Bambi
24; Leo
25; Bambi
26; Leo
27; Bambi
28; Leo
29; Bambi
30; Leo
31; Bambi
32; Leo
33; Bambi
34; Leo
35; Bambi
SEGUNDA PARTE
1; Leo
Me tienes, B.
2; Bambi
3; Leo
4; Bambi
5; Leo
6; Bambi
7; Leo
8; Bambi
9; Leo
10; Bambi
11; Leo
12; Bambi
13; Leo
14; Bambi
15; Leo
16; Bambi
17; Leo
18; Bambi
19; Leo
20; Bambi
21; Leo
22; Bambi
23; Leo
24; Bambi
25; Leo
Epílogo; Bambi.
Historia de Diego West.
RAMÉ EN FÍSICO

3. Bambi

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By desirealba

Esᴛᴀ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Nɪᴀʟʟ Hᴏʀᴀɴ ﹣ Nᴏ Jᴜᴅɢᴇᴍᴇɴᴛ

Hago una mueca al ver a las gallinas en el corral. Son las ocho de la mañana y no creo que esté totalmente despierta. Me he llevado meses levantándome temprano y ahora no puedo ni dormir hasta las diez porque hay que darle de comer a las malditas gallinas.

Leo sujeta un cubo con su comida y esto me recuerda a Cenicienta, pero yo no soy ella. Bárbara se ha ido con Diego a darle de comer a las cabras. Fui rápida en elegir a Leo y no tardé en estar a su lado dispuesta a acompañarlo.

— ¿Estás preparada? —Pregunta abriendo el seguro de la puerta.

— No —murmuro.

— Bien.

Leo abre la puerta y nos apresuramos a entrar. Las gallinas se vuelven locas cuando Leo empieza a caminar hacia el comedero.

— ¿Me van a picar? —Le pregunto agarrándome a su brazo.

— No, toma, coge, voy a coger los utensilios.

Cojo el cubo y echo la comida con manos temblorosas. Leo se aparta de mí y odio cada momento en el que estoy sola. Sé que todos los animales huelen el miedo y ahora mismo estarán todos empapándose del mío.

— ¿Cuánta comida les tengo que echar Leo? —Pregunto en voz alta.

Leo está concentrado y no se entera. Yo estoy parada, sin echar comida porque no sé si ya tienen suficiente.

Una gallina vuela, no muy alto, casi por mi hombro y grito porque me asusto. Estoy rodeada de gallinas y ni siquiera puedo andar a otro sitio o salir corriendo.

— ¡Leo! —Lloriqueo y les tiro comida más allá del círculo que han formado a mí alrededor para que se vayan pero no lo hacen.

— Dame un momento, Bambi —Mi hermanastro se ríe a carcajadas y lo veo terminando.

Nunca me ha gustado el campo, ni siquiera me fui de acampada con el colegio porque los animales y los bichos me superan. Ni siquiera soy capaz de acariciar a un perro, por el amor de Dios. A veces pienso que estoy fracasando como humano.

Vuelvo a gritar cuando otra vuela y me quejo. Leo viene riéndose y empieza a quitarme gallinas de en medio, es más, se apartan cuando él va pasando.

— Venga, suelta el cubo de comida, ya ha sido suficiente, ahora vamos a limpiar el gallinero.

Me da unos guantes y me los pongo. Me agarro a su brazo mientras salimos del círculo de gallinas y hay alguna que nos persigue, pero la mayoría ahora empieza a ir a su bola.

Llevo mi pelo recogido en una coleta alta y unos pantalones vaqueros, pero esta vez no son ajustados para tener mejor movilidad.

Tengo que decir que la mayoría de mi ropa es ajustada y apenas tengo ropa holgada, por lo que hoy llevo mi única camiseta holgada color mostaza de mangas cortas.

Veo el gallinero y hago una mueca mientras me tiende una mascarilla y me la pongo. Por suerte, me han dado unas botas para este momento, aunque me quedan un poco grandes, no me quejo, prefiero no ensuciar mis deportivas.

— Toma —me da una espátula—. Vamos a sacar las tablas y a limpiarlas de excremento.

Esto no puede estar pasando.

Le ayudo a sacar las tablas y me dice que me encargue de raspar mientras él coge un rastrillo para sacar los lechos, la suciedad y los excrementos. Ambos llevamos mascarillas puestas y ya he tenido varias arcadas y solo han pasado dos minutos. No me quiero imaginar ir a las cabras, pobre Barb.

— Ahora desinfecta —dice dejándome los productos y los estropajos.

Me tengo que poner de pie porque me canso al estar de cuclillas y cuando me echo un poco hacia atrás con las manos puestas en mis riñones, miro hacia la puerta, donde Jack está apoyado.

Me sonríe y me saluda con la mano y yo solo lo miro porque he intentado esquivarlo todo lo que he podido.

Vuelvo a agacharme y empiezo a limpiar todos los nichos mientras Leo está por otra parte. Intento no pensar en las gallinas y canto una canción, pero en mi mente, claro, no canto bien.

— Esto ya está, Leo —pongo mis manos en mi cintura y él me mira, dejando el rastrillo a un lado cuando el gallinero está despejado.

Se va a la manguera y deslia la goma para dirigirse hacia el gallinero. Observo como limpia el gallinero moviendo la manguera de arriba abajo y limpio el sudor de mi frente con mi antebrazo.

El agua fría da en mi rostro y parte de mi cuerpo y grito. No puedo ver la sonrisa divertida de Leo en su rostro, pero sí en sus ojos.

— ¡Leo!

— Pensé que tenías calor —vuelve a apuntar hacia mí y me giro. Vuelve a reírse.

— ¡No juegues! Quiero terminar ya.

— Tocan las cuadras.

— Dura todo lo que quieras entonces.

Lo escucho reírse de nuevo y cuando termina, ambos nos ponemos a raspar lo que está en el suelo. No tengo ropa ideal para esto. Nadie me había avisado que iba a hacer estas tareas, que íbamos a vivir en una granja.

Quiero apoyar mis rodillas en el suelo como está Leo pero no quiero mancharse los pantalones.

— ¿Por qué no me habíais dicho que venía a una granja? —Tiro la espátula al suelo y me pongo de pie.

Leo alza la mirada y se endereza, estando aún sobre sus rodillas.

— Tu madre dijo que no vendríais.

— Fue astuta, sí, pero no tengo ropa para esto —me señalo—. Tengo tres pantalones vaqueros en mi armario. Tres —utilizo mis dedos para enumerarlos— No puedo destrozar ningunos.

— ¿Y no tienes ropa de deporte?

— No, y la que tengo está en casa y es bonita. No tengo ningún pantalón feo que pueda utilizar.

— De acuerdo, yo terminaré esto y te dejaremos algo de ropa, ¿vale?

— Gracias.

Pero me agacho de nuevo para ayudarlo ignorando el dolor en mis piernas porque yo no soy así. No voy a dejar que el termine solo.

Ahora, cuando terminamos, solo son las once y media de la mañana y suspiro porque aún quedan muchas horas en el día. Acompaño a Leo a la casa y entramos en la cocina a beber un poco de agua fría.

Leo me tiende una botella y le doy un largo trago, casi bebiéndome la botella entera.

— ¿Tienes algo de ropa para Bambi?

— Hmmm... Mira en mi armario, o incluso en el de Jack. El suele tener camisetas viejas.

Leo asiente y me quedo de pie a su lado mientras mira en el armario de Betty. Me siento en el suelo mientras lo hace y coge unos pantalones. Mira la anchura que tienen y se los pone él por encima para ver qué son demasiado grandes para mí.

— Te daré algo mío —dice guardando los pantalones y cerrando el armario.

Me levanto y me dirijo a la habitación que comparte con su hermano. Abre el armario y saca unos pantalones vaqueros gastados e incluso con alguna rotura por la parte de la rodilla y una camiseta blanca.

— Gracias.

— No hay de qué. Te espero abajo.

Suspiro pesadamente de nuevo cuando me deja sola y me quito la ropa, dejándola encima de su cama, o eso creo, podría ser la de Diego.

Me coloco su camiseta y los pantalones me siguen quedando grande. Me pongo de nuevo las botas y camino agarrando los pantalones para no quedarme en ropa interior.

— Ahora vas perfecta para el trabajo —dice la abuela.

Le sonrío y salgo al porche trasero donde Leo aprovecha para fumarse un cigarrillo. Me mira de arriba abajo y expulsa el humo.

— Levántate la camiseta.

La levanto hasta debajo de mis pechos y se acerca a mí con una cuerda fina en su mano.

Pone el cigarro entre sus labios y empieza a meter la cuerda por las trabillas de mi pantalón, rodeando mi cuerpo con sus brazos en el proceso.

Le quito el cigarrillo de los labios porque terminará ahogándose y él levanta la cabeza para expulsar el humo. Observo su cuello ancho y me sorprendo a mí misma tragando saliva.

Sus manos están a ambos lados de la cuerda que rodea el pantalón y tira de ellas haciendo que mi cuerpo avance hacia él.

Mi corazón empieza a bombear con fuerza por su cercanía y le hace un nudo y otro mientras su frente está casi pegada a la mía. Quiero mirar el color de sus ojos y cuando él levanta su mirada, se encuentra con la mía.

Son azules, pero tienen un toque de verde alrededor. Hace calor, huelo a él y su sonrisa hace que observe su perfecta dentadura de cerca, muy cerca.

Se incorpora y me quita el cigarrillo de entre mis dedos. Le da una última calada y gira su tronco un poco para tirarlo a la arena.

— Ya puedes bajar tu camiseta, Bambi —Recuerdo que aún la sujeto con una mano y lo hago— ¿Se te caen?

Mete la mano por debajo de la camiseta y mueve el borde de los pantalones haciendo que mi cuerpo se mueva un poco.

— No, por ahora está bien.

— Genial —se aleja un poco y me mira de arriba abajo—. Estás... Graciosa.

— Luzco como un payaso.

— Más bien como una rapera de campo. Venga, vamos —me hace una seña y lo sigo de nuevo.

— ¡Leo! —La voz de Betty nos hace girarnos— ¡Coge algunas naranjas!

Él le hace una seña con la mano y lo sigo por el camino hasta llegar a los naranjos. No me importaría poner una manta aquí y tenderme a la sombra con una garrafa de cerveza y dormirme cuando esté borracha.

Leo coge unas escaleras y cuando va a subirse, hablo: —Puedo hacerlo yo, si quieres.

— ¿Quieres hacerlo tú?

No, pero esto me lo guardo para cuando haya que hacer algo que no me guste; aunque no sé si servirá.

Leo aguanta la escalera y me subo hasta que llego perfectamente al árbol. Mi hermanastro me da unas tijeras y las miro.

— Tienes que cortar el tallo a ras de la naranja —me informa.

— ¿No se tira de ellas?

— No, porque dañas el tejido y pueden salir hongos.

— Ah.

Cojo la naranja entre mis manos y pongo la tijera en el tallo, justo pegado a la naranja y lo corto. Le doy la naranja a Leo y él la pone con suavidad en la cesta.

— ¿Por qué Criminología? —Le pregunto después de cortar varias naranjas para tener un tema de conversación.

— Me gusta. Es interesante conocer la mente de los delincuentes, saber por qué lo hicieron, que les motivó a ello.

— ¿Y qué harás cuando acabes la carrera?

— Quiero entrar en el FBI.

Wow. Miro hacia abajo y le doy la otra naranja. Nuestros dedos rozan y me agarro a la escalera cuando tengo las manos libres.

— Eso es difícil.

— Pero no imposible. Es lo que quiero desde que era un niño y lo voy a conseguir.

— Está bien que tengas tanta autoestima.

— ¿Tú no la tienes? ¿No quieres entrar en la NASA?

— Sí —vuelvo a cortar naranjas—, pero sé que tengo 1% de probabilidades. Estaré haciendo hamburguesas en McDonald's si no consigo trabajo en alguna empresa privada que se dedique a eso.

— Si piensas así, no lo conseguirás.

— Leo, no soy una chica inteligente, no soy un genio, solo estudio quince horas diarias todos los días para conseguir matrícula de honor, pero es difícil —le doy otra naranja.

— Imagino entonces que no tienes novio.

— Y tampoco amigas, solo las del instituto y apenas las veo —bajo los brazos porque estoy cansada—. A veces pienso que me estoy perdiendo mi adolescencia.

— Sí, pero piensa que la recompensa es buena. Baja, seguiré yo.

Me bajo de las escaleras y cuando él sube, pongo un pie en el primer escalón.
Leo las corta más rápido que yo. Pronto tendremos que estar en casa si no quiere que me un golpe de calor. Necesito una gorra y una botella de agua siempre a mi lado.

Leo solo corta unas cuantas naranjas más y se baja de la escalera. La pongo en su sitio y cuando me giro, veo a mi hermano cargando la cesta de naranjas.

— ¿Quieres que te ayude?

— Yo puedo.

Bárbara y Diego aparecen y mi hermana pone sus dedos como si fuera una pistola y la pone en su cabeza para hacer como si se disparara.

Me río, pero ella se ríe más al ver mi ropa. — ¿De qué vas vestida?

— Voy disfrazada de Leo, ¿te gusta? No quería mancharme los pantalones.

— Estás muy bien.

— Pareces una indigente —se burla Diego con una sonrisa.

— Huelo a mierda —Barbara me pone el brazo por los hombros y me aparto de ella en cuanto la huelo.

— ¡Bárbara!

Me alejo un poco de ella y Diego corre hacia mí con sus brazos abiertos. Huyo de él, directa a la casa y me caigo. Siento el golpe como si me hubiera caído de un segundo piso y muchas manos se ponen en mis brazos para levantarme.

No me da tiempo a sentir el dolor cuando tengo a Diego, Jack y mi hermana a mi lado preguntando si me he hecho daño.

— Joder, me duele —pongo mi mano en la barbilla y Bárbara suelta una carcajada.

— La llevaré a casa —dice Jack—. Daos con la manguera antes de entrar —les dice.

Jack camina a mi lado con su mano en mi brazo y me duelen las rodillas, pero no tanto como mis antebrazos.

— ¿Estás bien?

— Sí, no es la primera vez que me caigo —murmuro.

Entro en casa y Leo ya está sentado en una silla bebiéndose una fría cerveza.

— ¡Pero Bambi! —Exclama la abuela desde su sillón— ¿Qué te ha pasado?

— Se ha caído.

— Tienes que tener cuidado —dice el abuelo entrando en casa— Quitale los zapatos.

Me quito las botas y Jack las pone en la entrada. Quiero mirar qué me he hecho, así que, voy al baño y me miro en el pequeño espejo.

Tengo mi barbilla arañada, y ni qué decir de mis brazos. Me quito el nudo que me ha hecho en los pantalones y los bajo para ver si tengo alguna herida en mis rodillas.

La puerta se abre y miro sorprendida hacia ella. Jack está ahí, con un botiquín en sus manos. Por suerte, no se me ve nada porque la camiseta que me ha prestado Leo me cubre hasta debajo de mi trasero.

— Voy a curarte esas heridas.

Pone el botiquín en la tapa del inodoro y arrugo la camiseta entre mis dedos, esperando.

Me aparto un poco para que él se lave las manos con jabón y cuando las tiene limpias y secas, lava mis heridas.

— No puedes correr con esas botas si te quedan grandes —me dice.

— Ya me he dado cuenta.

Sus dedos ásperos tocan mi piel junto al agua y el jabón y seca la herida con una gasa.

— ¿Y el alcohol y algodón? —Pregunto.

— No sirve de nada —me mira y sonríe—. Solo reseca la piel.

La boca se me seca y tengo que lamer mis labios varias veces, sobre todo cuando arrastra la gasa por mi barbilla.

— ¿De qué esta cicatriz? —Me pregunta.

— Me caí de una bicicleta.

— Tu nombre es como el del ciervo, ese de Disney donde la madre muere. ¿Por qué te puso tu madre ese nombre?

Miro hacia el techo con una ceja alzada y escuchamos una carcajada. Leo está apoyado en el quicio de la puerta aún con su cerveza. Se disculpa con la mano y vuelve a ponerse serio.

— El nombre de Bambi significa que es extremadamente sexy y sensual —digo.

— ¿Y dónde pone eso? —Pregunta.

— En internet. Además, el ejemplo lo tienes delante —señalo mi cuerpo—. Soy la ingeniera más sensual de mi clase.

— Apuesto que sí —Jack se aparta y cierra el botiquín.

Alzo mis cejas mirando a Leo porque soy jodidamente sexy y lo sé, no hace falta que nadie me lo diga. Soy genial, en serio, soy la caña.

Si no me quiero yo, ¿quién lo va a hacer?

— De acuerdo, sensual Bambi —Leo hace una reverencia— Súbete los pantalones antes de bajar a comer.

— Intentaré conseguirte unas botas de tu número de pie —me dice Jack antes de salir.

— Gracias.

Me sonríe y me subo los pantalones.

••

Tercer capítulo. Ya sabemos qué quiere hacer cada uno con su vida.

También sabemos que a Bambi no se le dan bien los animales.

Y que Leo es genial con ella y le ha dejado hasta su ropa.

Y que Jack le ha curado las heridas.

Y ya sabemos que significa el nombre de Bambi, aunque no por qué su madre decidió ponérselo.

El gif me hace mucha gracia. 😂

Pronto, más 🖤

Twitter: @redmoonlightxx
Instagram: @redmoonlightx

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