Compañeros de delitos

By LanaCMaddox

500K 52.9K 57.7K

Sin nadie en quien poder confiar, amenazados y utilizados como marionetas por una red de criminales, Jayden y... More

Sinopsis
Capítulo 1 - Un año sin retos
Capítulo 2 - Los Ilsen
Capítulo 3 - Una ciudad de víctimas
Capítulo 4 - Entrando en razón
Capítulo 5 - Excursión al zoo
Capítulo 6 - Familia
Capítulo 7 - Un virus
Capítulo 8 - Regalos
Capítulo 9 - Jayden Bremen
Capítulo 10 - La oscuridad siempre sale a la luz
Capítulo 11 - Parque de las Ánimas
Capítulo 12 - Domingo entre amigos
Capítulo 13 - Primera entrega
Capítulo 14 - Vuelta a la normalidad
Capítulo 15 - Segunda entrega
Capítulo 16 - Halloween [I]
Capítulo 17 - Halloween [II]
Capítulo 18 - Cena en casa de los Bremen
Capítulo 19 - Problemas de equipo
Capítulo 20 - Nivel
Capítulo 21 - Invitaciones y favores
Capítulo 22 - Tarde sobre ruedas
Capítulo 23 - Entregas peligrosas
Capítulo 24 - Golpes de orgullo
Capítulo extra - El corazón de Jayden Bremen
Capítulo 25 - Malos momentos
Capítulo 26 - Amistad
Capítulo 27 - Días de instituto
Capítulo 28 - La vida amorosa de Danielle Ilsen
Capítulo 29 - Parque de atracciones
Capítulo 30 - Keagan
Capítulo 31 - Acción de Gracias [I]
Capítulo 31.2 - Acción de Gracias [II]
Capítulo 32 - Citas y bolos
Capítulo 33 - En lo que dura un pestañeo
Capítulo 34 - Límite
Capítulo 35 - Atrapados
Capítulo 36 - Emociones encontradas
Capítulo 37 - Chicos de instituto
Capítulo 38 - Pequeña felicidad
Capítulo 39 - Discusiones y verdades
Capítulo 40 - Recuerdos y salidas
Capítulo 42 - Quién es Jayden Bremen
Capítulo 43 - Fractura
Capítulo 44 - Ockham
Capítulo 45 - Compañeros y promesas.
Capítulo 46 - Los planes de Jayden Bremen
Capítulo 47 - Zugzwang
Capítulo 48 - Breathe
Capítulo 49 - Mal presentimiento
Capítulo 50 - Intentos de normalidad
Capítulo 51 - Punto de no retorno.
Capítulo 52 - Sentimientos
Capítulo 53 - Simmons.
Capítulo 54 - Las intenciones de Jayden Bremen
Capítulo 55 - Conversaciones y confesiones
Capítulo 56 - Año nuevo
Capítulo 57 - C. Nowak
Capítulo 58 - Síndrome del superviviente
Capítulo 59 - Culpables
Capítulo 60 - Demonios.
Capítulo 61 - Final
Epílogo
Edits + Asher

Capítulo 41 - Secretos

5.8K 725 546
By LanaCMaddox

Nota importante al final del capítulo.

Canción en multimedia: Cemetery [AViVA]

Capítulo cuarenta  y uno: secretos.

Lunes, 10 de diciembre.

Danielle Ilsen:

—¿Y así termina? —pregunta Tim.

—Sí.

—¿Y no han dicho nada sobre qué pasará después?

Paso una mano por su pelo, tratando de no llorar. Hoy, cuando he llegado, le he visto tan delgado, tan apagado que por un momento he creído que ni siquiera estaba respirando. Él estaba inmóvil, dormido sobre el suelo porque no le dan nada ni trasladan nada de lo que yo dejo con él. Cada vez que vengo, un jersey mío, suyo o manta se queda con él y, cada vez que me dan una nueva localización, él no tiene nada de eso. Verle, con una mano atada a la pared como siempre, pero tumbado incómodo contra el suelo, con su pequeña figura tan empequeñecida al hacerse una bola, me ha destrozado.

No tiene heridas, no a la vista al menos, pero su moral no está en el punto más alto, así que trato de distraerle con algo diferente cada día, hoy he querido resumir el último capítulo de su programa de lucha libre favorito, ese que vi con Arthur, tratando de memorizar cada nombre para poder narrarlo bien.

—No, pero en cuanto vea el siguiente te cuento, ¿vale?

Tim asiente. Después se queda en silencio y yo no puedo contenerlo. Aprovechando que no me mira, lloro, en silencio, por no poder llevarle conmigo, por no poder sacarle de aquí.

—Dani —llama con un hilo de voz.

Tomo aire, trato de sonar estable, y le pregunto qué quiere.

—¿Eres una de ellos?

Por segunda vez en los últimos diez minutos, se me cae el alma a los pies. Siento mi corazón rompiéndose por el horror.

—No —lanzo con más fuerza de la necesaria—. Nunca. ¿Crees que yo apoyaría esto?

—No, pero Simmons siempre dice que eres de los suyos.

—¿Simmons habla contigo?

—No sabe que le oigo —murmura—. No vas a decírselo, ¿no?

—No. —Dejo un beso contra su cabeza, abrazándole con más fuerza—. Tampoco se lo digas tú, cuando menos sepas, más fácil será que te dejen ir. Ni siquiera les mires, ¿entiendes? No les dejes saber que sabes sus nombres o que reconoces sus caras.

He estado investigando, y sé que esto no pinta bien. Han retenido a Tim, pero le han dejado ver quiénes son, eso me aterra porque, ¿cómo soltarle cuando puede delatarles? Por lo que he visto, por los porcentajes, tienen más posibilidades de sobrevivir a robos o secuestros aquellas personas donde los ladrones están enmascarados, protegidos, porque pocos dejan testigos. Quiero resguardarme en que ya han soltado a una niña antes, pero también es verdad que ella era muy pequeña para entender lo que pasaba. Tim tiene doce años, Tim lo sabe. Sé que los números están en nuestra contra, pero no quiero creérmelo, no mientras estoy con él.

Sólo quiero que vuelva conmigo a casa.

—¿Por qué? —pregunta.

—Confía en mí.

De nuevo, se queda unos segundos en silencio, como si tratara de poner en orden sus frases. Me estiro un poco para alcanzar el bocadillo que le he traído, todavía está a medio comer, pero Tim le ha puesto de nuevo el papel de aluminio para poder dejarlo en el suelo.

—¿No quieres comer más? —Intento pasárselo, pero Tim ni siquiera me mira, sigue resguardado bajo mi agarre. No hace ni el mínimo amago de agarrarlo así que vuelvo a dejarlo. Nunca le hago las preguntas importantes, ni él a mí. Cuando estamos aquí, fingimos que estamos bien. Él me usa para olvidar dónde está y yo hago lo mismo, pero siento culpa. Siento la necesidad de saber, porque vivir en la oscuridad no me ha hecho ningún bien, pero saber tampoco—. ¿Te dan de comer aquí, Tim?

—Me traen comida dos veces al día —responde.

—¿Te dan suficiente?

Como me digan que sólo le dan migajas no sé si podré contenerme y no hablar con Simmons. Sé que sólo empeoraría las cosas, pero no dejo de ver cómo Tim pierde más y más grasa corporal. Han pasado trece días, la diferencia es grande.

—Son barritas y batidos, dicen que es todo lo que necesitamos, pero no me llena.

Las barritas nutritivas que me hicieron traer. ¿Era para esto, para ellos?

Supongo que es más fácil algo que sustituya una comida y ocupe poco que preparar platos completos. Voy a seguir trayéndole comida cada vez que venga, eso lo tengo claro.

—¿Te quitan lo que te traigo? —pregunto.

—No.

—¿Seguro?

—Sí, pero no me dejan llevarme nada cuando nos vamos.

Vale, al menos puede comer tranquilamente, puedo traerle más cosas, dejar que las aproveche mientras tanto. Puedo hacerle esto más fácil.

—Dani —llama, levanta la cabeza y puedo saber que es demasiado tarde para esconder las lágrimas. Intento ser fuerte cada vez que vengo, trato de mantener la compostura hasta salir de la sala en la que le tengan, pero es duro, hoy no tengo fuerzas y, por muy culpable que me sienta, es tarde. Tim me ha visto. Trato de sonreírle. Paso la mano de nuevo por su pelo, queriendo hacerle saber que todo estará bien aunque realmente nada vaya a estarlo—. ¿Por qué haces esto?

—¿Por qué hago qué?

—¿Por qué les ayudas?

Lo pregunta como si en algún momento yo hubiera tenido alguna opción. Tengo miedo de que eso sea lo que él piense, de que crea que lo hago por voluntad propia, porque les apoyo o, peor, que por mi culpa él está aquí.

Trago saliva, me borro las lágrimas con una mano e intento explicarme antes de que alguien entre a la habitación para decirme que mi tiempo de hoy ha terminado.

—No lo hago por gusto, Tim. Me encontraron, consiguieron datos económicos de la familia, accedieron a las cuentas de papá y mamá, y me amenazaron diciendo que, si no hacía lo que pedían, lo pagarían ellos y vosotros. No quería que os hicieran daño.

Tim frunce el ceño y la culpa me consume.

—No hice nada mal. —Ruego que me crea porque no podría soportar que él me odiara tanto como me odio yo ahora mismo—. Hice todo lo que me pidieron, traté de protegeros, ellos sólo... Ellos no deberían haber ido a por ti, no cometí ningún error. Yo... Lo siento, debería haber sido mejor. Me esforcé, lo juro. Yo sólo...

Tim se apoya de nuevo contra mí y lloro con fuerza, abrazando a mi hermano pequeño con miedo de que esta pueda ser la última vez.

—Te quiero, Tim —le digo, rogando una disculpa que ni yo misma puedo darme—. Te quiero y voy a hacer lo que sea necesario para sacarte de aquí. ¿Lo entiendes? Te sacaré de aquí.

La puerta se abre.

Por desgracia para ambos, mis quince minutos con él han terminado.

—Lo siento, tengo que irme —murmuro.

Es agonizante despedirse, aunque él raramente dice algo. Suele apartarse, quedarse contra la pared y bajar la mirada. Hoy hace lo mismo. Dejo la botella de agua y el bocadillo a medio comer cerca de él para asegurarme de que pueda alcanzarlo y miro una vez más la sudadera abierta suya que le he traído para que esté algo abrigado, con suerte, teniéndola puesta, podrá llevársela. Aunque eso no es algo que haya servido hasta ahora.

Me pongo en pie, evito mirar a mi hermano para no correr a él y patear a cualquiera que trate de separarnos y salgo. Salgo porque si no lo pagarán con Tim, salgo porque no tengo otra forma de protegerle.

Me da miedo estar aprendiendo los nombres de los más cercanos a Simmons, como el hombre que me ha hecho salir, Richard, delgado, callado, y siempre en las sombras, pero tan descorazonado como el resto. Hasta donde escuché, la chica que escupió a Simmons, era pupila suya, y no puso la mano en el fuego ni mostró el más mínimo reconocimiento cuando se la llevaron, tampoco mostró algo, lo que sea, cuando mataron a la hermana pequeña de ella. Es más, lo hizo de nuevo. Oí, por los pasillos, ese rumor, y a él ya le había encontrado ensangrentado una vez. Mató de nuevo. No sé a quién y no sé por qué, pero su silencio y apariencia vulnerable no tienen nada de debilidad.

Él me acompaña hasta la puerta y, ahí, no tarda en cerrar en cuanto doy un paso fuera.

Salgo del callejón en el que he aparecido esta vez, protegida entre las sombras porque ya hay poco que tema después de esto. Paso por la escalera de incendios, tentada a entrar de nuevo, a colarme por una ventana y buscar a Tim. Sería un error, sólo haría más daño. Así que me obligo a seguir andando, a ser lo que esperan de mí. Doy un paso. Y otro. Y otro. Pero, antes de salir del callejón, tiran de mí de vuelta a la oscuridad.

Mi espalda golpea la pared, con ladrillos irregulares que me hieren por la fuerza que usan, una fuerza desproporcionada teniendo en cuenta que, a quien encuentro frente a mí, es a la chica que nos dio las instrucciones en el parque de las Ánimas a Jayden y a mí por primera vez. Ella, a quien si no recuerdo mal Simmons llamó Ruby, tiene la capucha de su sudadera puesta, con una gorra por debajo y un abrigo grueso por encima. Aunque tapa su cuerpo, su rostro muestra esas mejillas con tan poca grasa que los pómulos marcan su piel. Su pelo, desaliñado, se escapa de la capucha.

—Te vi el otro día, te llevaste su coche. —Su voz es baja y desaparece con cada palabra, como si los gritos se la hubieran robado. Me pregunto si es lo que ha pasado.

—Ellos me lo dieron —defiendo, temiendo que me delate cuando todo lo que he hecho ha sido seguir instrucciones de Simmons. Él me dejó uno de sus coches no una sino dos veces ya, me lo dejó cuando tuve que hacer de intermediaria con Jayden y para uno de los traslados en los que participé.

Ruby mantiene una mano temblorosa afianzada contra el cuello de mi jersey, aun así, con la otra roza mi hombro, sus uñas raspan mi piel de forma dolorosa. Sus ojos muestran un color rojizo, con las pequeñas venas marcadas al mirarme.

—Escúchame, todavía estás a tiempo, así que escúchame. Lo controlan todo. Todo. No confíes en nada de lo que digan, no confíes en nada de lo que te ofrezcan. Ellos juegan contigo, te prueban. No confíes en ellos.

Trago saliva.

—¿Por qué me estás diciendo esto?

Ella aprieta el agarre y por empieza a incomodarme para respirar. Mi espalda se queja del dolor con el aumento de la presión. Si fuera yo, no diría nada, si fuera yo sólo cumpliría y esquivaría al resto, eso es lo que hago, pero ella no. La he visto pocas veces, pero siempre con esa mirada, siempre con esa postura. Lo sé. Se arriesga porque no le queda nada que perder. Ha llegado al punto en el que el cansancio y la situación han roto con su capacidad de protegerse. En el fondo creo que lo supe desde la primera vez que la vi. Lo peor es que yo estoy siguiendo el mismo camino, puede que por eso trate de advertirme, porque le recuerdo a sí misma. No lo sé.

—Porque tú todavía tienes una oportunidad.

—¿Oportunidad? —quiero reír, estoy con las manos al cuello, no tengo una oportunidad. No más.

—Mataron a mi hermanita porque me oyeron llamar a la policía. Estuve meses buscando una oportunidad y, cuando me dejaron trasladarla, cuando me dejaron uno de sus coches para cambiarla de localización... Yo la saqué de ahí. —Su rostro se crispa—. Tenían micros y localizadores en su coche, tenían a gente en la policía. La mataron. No te dan ventaja, nunca, sólo te ponen a prueba. Sé que tienen a tu hermano. No dejes que te hagan lo que a mí. No dejes que te lo quiten.

Con un último empujón, se aparta. Sus hombros caen y se sumerge en el callejón. Por miedo a que alguien nos vea juntas o nos haya visto ya, salgo de ahí. Puede que mienta o puede que realmente quisiera advertirme. Puede que haya sido cosa suya o puede que alguien le haya pedido que lo haga. ¿Y si Simmons quiere saber si delataría su extraño comportamiento? ¿Y si Tim paga si no lo hago? ¿Y si ha sido sincera y la estoy condenado a ella?

Sus palabras calan hondo en mí, pero más lo hacen las dudas que eso crea. Ojalá alguien pudiera decirme lo que hacer, ojalá alguien pudiera decirme qué hacer para salvar a Tim.

No pasa.

Y yo vuelvo a casa como hago cada noche, cansada, emocionalmente sobrepasada y tratando de esquivar a mis padres desde que cruzo la puerta. El problema es que esta vez, mi padre me está esperando en la entrada, ha debido de escuchar la puerta y le encuentro, nada más entro, con el pijama puesto, los brazos cruzados y una dura mirada.

Espero, inmóvil, a procesar la situación.

Él se ve decepcionado.

Sonrío con frialdad. ¿Hay más formas en las que todavía puedo decepcionar a la gente?

—Hemos aguantado mucho porque sabemos que lo estás pasando mal y el psicólogo nos ha dicho que es tu forma de lidiar con todo esto, pero no puedes seguir volviendo a estas horas, Danielle. Es la una y mañana tienes clase.

¿La una?

—Tu madre y yo estamos preocupados —sigue—, y enfadados. Deberíamos castigarte, pero hemos querido darte margen porque eres una chica lista y esperábamos que te dieras cuenta sola. Te hemos dado espacio, Danielle, pero no puedes seguir haciendo esto. Nada de volver a salir después de las diez.

—Lo entiendo.

Pero no podré cumplirlo.

—Sabemos que lo estás pasando mal —repite.

¿Mal? Pasarlo mal es suspender tres exámenes seguidos, es discutir con tu mejor amigo, es que rompan contigo. Pasarlo mal es perder amigos, esto es peor, esto es sentirte tan hundida que preferiría que me arrancaran la piel tira a tira a seguir soportándolo. Esto es no poder dormir por miedo a las pesadillas y no poder estar sola porque mis pensamientos son mi peor enemigo. Esto es estar perdiendo poco a poco las relaciones con mis más cercanos por no poder sincerarme con ellos. Esto es no poder contar nada y ser manipulada, es ver cómo mis valores y acciones entran en conflicto y saber que hay vidas en mis manos. Esto no es estar mal, esto es estar viviendo un infierno.

Delante de mi padre y con las llaves todavía en las manos, rompo a llorar porque tengo demasiado dentro. Tengo tanto presionando que no puedo con una bronca más, con decepcionar a una persona más. De golpe, esa decepción en su mirada, derriba cada muro que tenía puesto.

—Pequeña —llama él.

—Lo siento. Papá, lo siento mucho.

Mis sollozos son fuertes y él no tarda en abrazarme. No dejo de repetirle que lo siento, que es mi culpa, que lo siento. Lo digo tantas veces que dejo de entender mis propias palabras. Él me abraza, me dice palabras que no entiendo ni quiero entender, porque lo único que quiero es que retire lo dicho, es que él también no me odie, es tener el apoyo de mi padre. Lo único que quiero es no decepcionar a más personas, es hacer algo bien.

—No quería decepcionaros, no quería hacer daño a nadie. Lo siento, lo siento tanto.

Me estoy rompiendo por completo y encuentro la preocupación de mi padre y, por lo que veo, de mi madre. Porque ella llega, con su bata puesta sobre el pijama y, con un intercambio de miradas con mi padre, le sustituye.

—Cariño, tranquila —me pide, abrazándome ahora ella.

—Perdón por no ir a Acción de Gracias, y por todo. Siento ser una mala hija, siento no poder hacer nada bien, siento mucho no haber vigilado más a Tim, siento... —Me estoy ahogando con mis propias lágrimas y palabras.

—No eres una mala hija —escucho decir a mi padre.

—Claro que no eres una mala hija, cariño —respalda mi madre.

—Lo siento —repito, no me queda más que decir, pero lo siento. Lo siento por lo que he hecho, por lo que he dicho y por lo que nunca podré llegar a decir—. No quería decepcionaros, no quería decepcionar a nadie.

—No nos has decepcionado, estamos preocupados —trata de explicar mi madre, pero es tarde. Lo he visto, lo he visto en los ojos de papá, he encontrado esa decepción que encuentro cada mañana en el espejo, esa que ahora le pertenece a un rostro que apenas puedo reconocer—. Frank, ¿podrías prepararle una infusión y traer mis valerianas?

—Claro —responde mi padre.

—Cariño, estás temblando, ven, vamos a tu habitación.

—Mamá... yo... —en un momento de debilidad, la confesión roza mis labios, la siento, siento su peso, sus consecuencias, pero mi madre me toma del brazo y me dice que esté tranquila, sus palabras acallan las mías y dejo que me lleve escaleras arriba.

Antes de llegar a mi puerta, veo a Arthur asomarse. Mamá le hace una seña para que vuelva a dormir y él sale un poco más.

—¿Está bien? —pregunta.

Verle ahora mismo sólo me hace llorar más y mi madre le dice que estoy bien y que, por favor, vuelva a dormir. Después ella me mete en mi habitación, me sienta en la cama y me quita los zapatos mientras, con suavidad, me dedica palabras que poca ayuda pueden ofrecerme ahora mismo.

—Mamá —llamo, buscando en ella seguridad como si hubiera vuelta a mi infancia de golpe. Ella se sienta a mi lado, me rodea con un brazo y me deja apoyar la cabeza sobre su hombro.

—Estoy aquí, cariño, estoy aquí.

—Mamá, yo no quería...

—Lo sé, mi niña, lo sé.

—Siento no ser suficiente —sollozo.

—No. Cariño, nadie piensa eso.

Mis lágrimas siguen cayendo. Yo pienso eso, y eso es suficiente.

Ella usa su mano libre para tomar mis manos temblorosas. Me deja llorar.

Mi padre no tarda en venir también, con una taza y un par de pastillas. Lo deja todo en mi mesilla de noche y se sienta a mi otro lado. Como mamá, apoya una mano sobre las mías.

—Sabemos que esto está siendo muy duro —dice él—, y no queremos echarte la bronca. No has hecho nada mal, sólo queremos asegurarnos de que estés bien.

—No —interrumpo—, os he decepcionado, estoy decepcionando a todos. —No soy suficiente, si lo fuera Tim seguiría así. Esa culpa es tal que no puedo contenerla—. Si fuera suficiente, Tim seguiría en casa. Fue mi culpa. Siempre es mi culpa.

—No —dicen tanto mi padre como mi madre.

—Cariño, no podías saberlo —justifica mamá—, ninguno podía.

—Soy su hermana mayor, tenía que cuidarle.

—Y nosotros somos sus padres —corta papá.

—Frank, la infusión —pide mamá. Él se la pasa y ella la deja entre mis manos—. Tómatelo, te vendrá bien. —Con ello, deja también dos pastillas en mi mano, son las Valerianas que suelo tomar en época de exámenes para poder dormir porque el estrés apenas me deja.

Ya no siento los sollozos, pero las lágrimas no cesan. Apenas veo cuando meto las pastillas en mi boca y lo trago con un largo sorbo de la infusión. Mi garganta arde, pero no me importa.

—¿Quieres que mañana te despertemos para ir a clase o prefieres dormir? —pregunta mamá.

—Voy a clase.

Sin tener que levantar la mirada o enfocarla en algo, sé que ella está mirando a mi padre para que diga algo.

—Igual sería mejor que durmieras y, si quieres, después podrías venir con nosotros a ver al psicólogo —propone. Niego, pero él sigue—. Un psicólogo no quiere decir que haya algo mal contigo, pequeña. Tu madre y yo llevamos yendo todos los días desde la semana pasada, hablar ayuda.

—Además, nos ayuda a saber cómo tratar con vosotros —añade mamá.

—Sabemos que no es fácil y no queremos que sientas que os hemos descuidado —sigue papá.

Mamá pasa un mano por mi pelo.

—Os queremos muchísimo —dice ella—. Vemos que estás cerrándote más con nosotros y estamos preocupados. Cariño, sales hasta muy tarde, apenas hablas con nosotros y ya no sales con tus amigos. Entiende que no queremos castigarte por nada, pero nos gustaría que hablaras con nosotros.

Incluso de secar las lágrimas, no conseguiría borrarlas. Siguen cayendo.

Me termino la infusión y la dejo en las manos de mi padre.

Da igual cuánto lo intenten, que hay cosas que nunca podré decir, que nunca podrán saber. Sin ser capaz de hablar y sin pararme a cambiar mi ropa, me aparto de mis padres y me meto entre mis mantas. Ellos lo entienden.

Mi padre se levanta de la cama, pero mi madre se acerca para arroparme ella. Al terminar, besa mi frente.

—Te queremos muchísimo, cariño, y nunca has sido ni podrías ser una decepción para nosotros —me dice.

—Vamos. —Papá pasa una mano por la cintura de mi madre antes de que ella rompa a llorar también. Veo cómo ella apoya ambas manos contra su rostro unos segundos en lo que trata de contenerse, después me dedica una última sonrisa, me dice que me quieren de nuevo y ambos se van de mi habitación.

No puedo evitar llorar un rato más, oyendo murmullos incomprensibles al otro lado de la pared, en la habitación de mis padres. No lo entiendo, pero sé que están hablando de mí. Por una vez desde que esto empezó, por una vez desde que dí el primer traspié, me siento protegida. Ese es el efecto de los padres, que pueden darme algo que nadie más puede. Me siento abrigada por su cariño porque, pese a no saber, sus palabras y preocupación me ha aliviado un poco. Hace que la noche no se sienta tan fría ni mi casa tan amenazadora.

Estoy consiguiendo calmarme cuando mi puerta vuelve a abrirse, sólo un poco.

—¿Dani, estás despierta?

Arthur.

—Sí.

No sueno demasiado segura, pero sí lo suficiente como para que él me escuche y lo entienda.

—¿Quieres que duerma contigo hoy? —pregunta.

Conmovida, salgo de la cama, me acerco a él y le abrazo. Mi hermano pequeño, que ni siquiera sabe si su gemelo está bien. Mi hermano, que tiene siete años menos y es más vulnerable ante todo esto, es quien se ofrece para consolarme a mí. Mi corazón se hace añicos.

No dice nada, tampoco yo, pero lo toma por un sí y se mete en mi cama. Esta vez agarro mi pijama, me meto al baño para cambiarme y, cuando me meto en la cama de nuevo, escucho a Arthur decir algo que, aunque me hace volver a llorar, me da la misma comodidad que las palabras y cariño de mis padres.

—Eres una buena hermana —dice.

Desearía poder creérmelo.

El próximo capítulo será el 11 de enero (después de navidad) Mientras tanto: felices fiestas y nos vemos con novedades por el grupo de CDD de Facebook.

Ahora sobre el capítulo de hoy: Danielle se ha roto un poco.

La pobre está mal desde hace tiempo y ahora sus muros han caído un poco más. Por suerte, sus padres estaban ahí para llegar a ella a tiempo. Pero, ¿qué pasará cuando ellos no estén?

La recta final de la novela llegará después de navidad y exploraremos un poco ese concepto. Veremos a Danielle en su peor momento, tendremos algo de romance, sabremos al fin por qué Jayden hace lo que hace y tendremos el golpe que probablemente no sólo nos destroce a nosotras sino también al resto de personajes.

Se les acaba el tiempo.

Simmons sabe lo que Jayden está haciendo.

Danielle está demasiado rota.

Tim sigue secuestrado.

Jayden esconde algo.

Simmons tiene un plan en marcha.

Después de navidad, todos jugarán su última carta. La pregunta es, ¿quién sacará la baza ganadora? y, sobre todo, ¿llegarán todos al final?

Felices fiestas y nos leemos el 11 de enero.

Para un capítulo de la novela dedicado: Sólo tienes que subir una escena, frase o momento de la novela que te haya gustado y mencionarme. Hay capítulos pasados sin dedicatoria que estaré sorteando entre quienes participéis durante estos días. ❤️

—Lana 🐾

Continue Reading

You'll Also Like

156K 15.2K 85
Son Chaeyoung, una joven que sabía perfectamente lo que era vivir entre la opresión y el temor a mostrarse tal y como era. Siempre que quería enfren...
4.4M 391K 58
Noah y Fran no se conocen. No tienen los mismos pasatiempos ni los mismos amigos y, mucho menos, las mismas aspiraciones. Pero hay algo que sí tienen...
10.7K 1.1K 45
A él le gustaba verla mientras estaba distraída. A ella le gustaba sentir sus latidos. Él amaba sus dramas, y ella su melancolía. Y los dos al final...
11.9K 908 7
Su vida anterior ya no existe. Nahbi, nombre en clave, ahora forma parte de Avalon Noir, una poderosa organización de espionaje que lucha contra orga...