Compañeros de delitos

LanaCMaddox tarafından

500K 52.9K 57.7K

Sin nadie en quien poder confiar, amenazados y utilizados como marionetas por una red de criminales, Jayden y... Daha Fazla

Sinopsis
Capítulo 1 - Un año sin retos
Capítulo 2 - Los Ilsen
Capítulo 3 - Una ciudad de víctimas
Capítulo 4 - Entrando en razón
Capítulo 5 - Excursión al zoo
Capítulo 6 - Familia
Capítulo 7 - Un virus
Capítulo 8 - Regalos
Capítulo 9 - Jayden Bremen
Capítulo 10 - La oscuridad siempre sale a la luz
Capítulo 11 - Parque de las Ánimas
Capítulo 12 - Domingo entre amigos
Capítulo 13 - Primera entrega
Capítulo 14 - Vuelta a la normalidad
Capítulo 15 - Segunda entrega
Capítulo 16 - Halloween [I]
Capítulo 17 - Halloween [II]
Capítulo 18 - Cena en casa de los Bremen
Capítulo 19 - Problemas de equipo
Capítulo 20 - Nivel
Capítulo 21 - Invitaciones y favores
Capítulo 22 - Tarde sobre ruedas
Capítulo 23 - Entregas peligrosas
Capítulo 24 - Golpes de orgullo
Capítulo extra - El corazón de Jayden Bremen
Capítulo 25 - Malos momentos
Capítulo 26 - Amistad
Capítulo 28 - La vida amorosa de Danielle Ilsen
Capítulo 29 - Parque de atracciones
Capítulo 30 - Keagan
Capítulo 31 - Acción de Gracias [I]
Capítulo 31.2 - Acción de Gracias [II]
Capítulo 32 - Citas y bolos
Capítulo 33 - En lo que dura un pestañeo
Capítulo 34 - Límite
Capítulo 35 - Atrapados
Capítulo 36 - Emociones encontradas
Capítulo 37 - Chicos de instituto
Capítulo 38 - Pequeña felicidad
Capítulo 39 - Discusiones y verdades
Capítulo 40 - Recuerdos y salidas
Capítulo 41 - Secretos
Capítulo 42 - Quién es Jayden Bremen
Capítulo 43 - Fractura
Capítulo 44 - Ockham
Capítulo 45 - Compañeros y promesas.
Capítulo 46 - Los planes de Jayden Bremen
Capítulo 47 - Zugzwang
Capítulo 48 - Breathe
Capítulo 49 - Mal presentimiento
Capítulo 50 - Intentos de normalidad
Capítulo 51 - Punto de no retorno.
Capítulo 52 - Sentimientos
Capítulo 53 - Simmons.
Capítulo 54 - Las intenciones de Jayden Bremen
Capítulo 55 - Conversaciones y confesiones
Capítulo 56 - Año nuevo
Capítulo 57 - C. Nowak
Capítulo 58 - Síndrome del superviviente
Capítulo 59 - Culpables
Capítulo 60 - Demonios.
Capítulo 61 - Final
Epílogo
Edits + Asher

Capítulo 27 - Días de instituto

6.4K 780 396
LanaCMaddox tarafından

Canción en multimedia: This is the last time [The National]

"Y, entre tanta oscuridad,

me perdí a mí misma."

Capítulo veintisiete: Días de instituto

Viernes, 16 de noviembre

    Danielle Ilsen:

Me gustaría poder decir que las cosas están bien o que, al menos, hay algo de luz al final del túnel, que veo atisbos de esperanza brillando en la oscuridad. Mentiría si lo dijera. No la veo, no pude hacerlo cuando me sumergí en un mar de pesadillas nada más dormirme ni cuando me desperté entre gritos y sudor hasta el punto de aterrorizar a mi padre. Él llegó a mi habitación como un huracán, sin tiempo de haber agarrado nada y por poco tirando la puerta abajo. Mis gritos despertaron a toda la casa y, después, entre lágrimas, oí la voz de mi madre y mis hermanos en el pasillo. Mientras, mi padre me sostuvo, me repitió que sólo había sido una pesadilla, pero esa pesadilla, tan vívida, se sentía como algo más.

Eran las tres de la mañana cuando me di una ducha para borrar el rastro del sudor, al salir, mi madre me esperaba en la habitación con una infusión. Podía escuchar, todavía, las voces de mi hermano preguntando a nuestro padre qué había pasado mientras que él les repetía que todo estaba bien y que tenían que irse a dormir.

Ella se quedó conmigo cuando volví a tratar de dormir, pasando la mano por mi pelo y, después, tomando mi mano. Sé, aunque no estuvo ahí cuando desperté, que se quedó hasta que tuvo que prepararse para ir a trabajar. No lo mencionó, pero pude notar que estaba preocupada, preocupada por si los terrores nocturnos que sufrí de niña habían vuelto. Tuve una fase, a los seis años, donde los sufrí. No lo recuerdo, pero mis padres me contaron que me despertaba gritando y que, muchas veces, les costaba despertarme sólo para dar después con que no conseguían hacerme reaccionar. Incluso despierta, era como si nunca me hubieran sacado de las pesadillas. Una de las veces, los vecinos llamaron a la policía pensando que había pasado algo. Eso fue antes de mudarnos.

No se supo qué los causó, los médicos dijeron que, aunque no era algo común, habían bastantes casos, que no había por qué preocuparse y que solía pasar en los niños. Tuve tres o cuatro episodios antes de que desaparecieran. Mi madre estaba segura de que, lo que los causó, fue la muerte de mi abuela materna. La veíamos cada dos días y, de un día para otro, dejamos de ir. Fue la primera vez que tuvieron que explicarme lo que era la muerte y cree que fue eso lo que me afectó de esa forma. Yo ni siquiera lo recuerdo.

    Lo que sé, es que esto no es lo mismo. Ha sido una pesadilla, siempre son pesadillas. El problema es que las pesadillas siempre tienen algo detrás y me preocupa no poder ocultarlo por mucho más tiempo porque, ¿qué excusa puedo dar para esto? ¿Cómo puedo justificar despertarme bruscamente porque el terror era tal que no podía mantenerme en el sueño por más tiempo?

    Por suerte, aún no me han pedido explicaciones, claro que no saben que no es la primera vez que pasa. Sólo espero que, las siguientes, no vuelva a despertarme gritando, no quiero que ellos lo sepan.

    Distraída, muevo mi bandeja en la línea de la cafetería. Charlie me ha adelantado en el pasillo diciendo que se moría de hambre y me ha tomado la delantera. Rob estaba distraído con una chica cuando le he visto así que he preferido no interrumpirle. Sin ellos, no tardo en perderme en mis pensamientos de nuevo. Como todo el tiempo.

    Pongo una ensalada en mi bandeja, recordando que tengo que volver a traer comida de casa porque la idea de las mezclas que hay aquí no es agradable ni siquiera a la vista. Las ensaladas, al menos, están cerradas.

    Me deslizo en la fila sin hacer demasiado caso a la comida que hay, así es como llego hasta el final donde, dudos, agarro una lata de refresco y termino leyendo los ingredientes. Las letras se difuminan ante mis ojos.

    El instituto es lo único que me salva últimamente. Mi casa es un infierno, por mi familia y no por ellos. Ver a mis hermanos es sentir la tensión ya la ansiedad de vuelta. Ver a mis padres es sentirme impotente por no poder decirles lo que está pasando. Llegar a mi habitación es recordar que no podré dormir porque eso sólo abre paso a las pesadillas y, estar sola, no me ayuda a pensar en otra cosa. Estar en casa es despertar con ganas de vomitar y no poder comer nada hasta horas después. Llegar después de clase es tener esa incomodidad de vuelta y que mi cuerpo reaccione como si enfermara de sólo cruzar el umbral. El instituto, en cambio, me permite respirar. Aquí puedo fingir que nada de lo que estoy viviendo es real. Aquí puedo hablar con Charlie y Rob como si no pasara nada, tengo las clases para distraerme y esos rumores absurdos que tanto me divierten. Aquí recupero el apetito y puedo, hasta que suena el timbre y la jornada termina, sentirme bien.

    Dejo a mis demonios tras la puerta de mi casa cada mañana y ellos me saludan de vuelta en cuanto me ven llegar, pero, mientras tanto, mientras estoy lejos, esperan pacientes en su lugar.

    —¿Preocupada por las calorías que tiene eso?

    Estoy en la fila de la cafetería. Reacciono. ¿Cuánto llevo mirando esta lata? Mis compañeros me ignoran mientras se estiran a por lo que ellos quieren de beber y se van. Ahora, a mi lado y después del paso del que supongo que ha sido un gran número de personas, Jayden me quita la lata y la deja sobre mi bandeja.

    Al mi bandeja, niega.

    —Esto —Se hace con un trozo de tarta de chocolate que sé por experiencia que no está demasiado buena, y la deja en mi bandeja—, va ahí y, esto —agarra mi ensalada como si tocarla le repugnara, busca la zona de la que la he sacado, pero está demasiado lejos como para poder volver. Deja la ensalada en su bandeja y me la cambia por lo que él había escogido: macarrones a la boloñesa—. Mejor. Eso sí es comida.

    Estiro la mano para volver a cambiar los platos, pero Jayden es más rápido y levanta su bandeja, apartándose de la fila.

    —Más te vale aprovechar eso, no me estoy sacrificando para que tú luego desperdicies el cambio. —Escucho esas palabras antes de verle marchar. Me deja con los macarrones, la tarta, y el refresco que no quería en mi bandeja. Lo ha cambiado todo cuando lo único que me apetecía tomar era una ensalada y agua.

    Sus palabras se repiten en mi cabeza. Él se va a comer esa ensalada tan simple que había entre las opciones y la idea me es entre graciosa y agradable. Él ha sido agradable. Hago caso de sus palabras y me voy a mi mesa recordando, al fin, qué ha cambiado para que ahora él sea capaz de cruzar frases conmigo aquí, con el horror de esta noche me había olvidado por completo de que hemos acordado ser amigos.

    Charlie está saboreando la magdalena de chocolate que tiene como postre cuando llego. Todavía no ha probado el resto, como es costumbre, el orden a la hora de comer no es algo que le importe. Cuando sus ojos caen sobre mí, frunce el ceño.   

    —¿Eso es chocolate? —pregunta confusa.

    Saco la tarta de mi bandeja y la dejo junto a la de ella.

    —Para ti.

    —Ya decía yo que era demasiado raro que tú comieras algo con chocolate. —Charlie se termina la magdalena y hunde la cucharilla en ella. Se lleva cerca de la mitad en un sólo bocado—. Esto está de muerte. ¿Seguro que no quieres?

    —Ni soy de comer cosas de chocolate ni me gusta esa tarta así que todo para ti.

    —Te doy dos segundos para cambiar de idea, si no ya no podrás recuperarla. —dice. Cuenta en bajo hasta que, después del dos, hunde de nuevo la cucharilla en el trozo y se lo lleva una vez más a la boca. No tarda ni un minuto en terminarlo—. Por cierto, hoy pelis en mi casa. Va a llover así que no hay mucho más que hacer. —Al fin, traga, volviendo sus palabras más claras—. También podemos pedir pizza, es hora de que salgamos de dudas sobre si el pizzero está soltero. Si no lo quieres tú, me lo quedo yo, no me quejo.

    —No está interesado en mí —repito, ¿cuántas veces me va a hacer decírselo hasta aceptarlo?—. Sólo es amable.

    —"Hay un festival de películas clásicas este fin de semana, estaba pensando en ir, ¿has oído hablar de él?" —imita.

    Todavía se aferra a esa conversación como si su vida dependiera en ello. Fue el día que convencí a Charlie -y sólo porque Rob no estaba presente para quejarse cada dos segundos-, de ver Sabrina, protagonizada por Audrey Hepburn y de 1954. Es una de mis películas favoritas y llevaba tiempo tratando de que alguien más la viera conmigo, ese día, Charlie aceptó y, después de, como siempre que nos quedábamos en su casa, pedir pizza a domicilio, me empujó a la puerta.

    Ahí estaba el repartidor de siempre, ese hacia quien Charlie me empuja cada vez. Tras espiar un rato, ella se asomó para hablar de cómo me gustaban las películas clásicas y que estábamos viendo una. El repartidor, amablemente, me habló sobre ese evento. No era la primera vez que hablábamos durante un par de minutos y no me sorprendió su gentileza. A Charlie, en cambio, le pareció algo del otro mundo porque, cuando le dije que no había escuchado hablar de ello, me dio el nombre del evento, le di las gracias y me despedí, ella me reprendió durante largos minutos. Su monólogo sobre cómo yo había dado con la puerta en las narices a un "sexy universitario" que me había "invitado a salir" duró tanto que no terminamos de ver la película. Todavía no quiere aceptar que sólo estaba siendo amable y que no había ninguna invitación ahí. Ella cree que sí.

    —No empieces de nuevo —pido.

    —¿Por qué no le invitas tú a salir y comprobamos quién de las dos tiene razón? Si te dice que no, tú ganas y te dejaré en paz con el tema. Y, si te dice que sí, tú ganas y tienes una cita o lo que surja con él.

    Ahí vamos de nuevo.

    Abro mi refresco, tomando un par de tragos mientras trato de buscar una forma de hacerle entender a Charlie que está en un error aunque, si soy sincera, quitarle algo de la cabeza es realmente difícil.

    —Ya veremos —digo al fin.

    —Entonces, ¿películas en mi casa hoy? Rob ha dicho que se apuntaba —propone.

    —Claro, ¿quién elige esta vez?

    —Me toca a mí así que, y como sé que Rob odia esa película, veremos El Diablo Viste de Prada —sonríe.

    La mitad del tiempo, ella elige musicales de los que se conoce toda la letra y, la otra mitad películas que estén relacionadas con empresas, moda o con similitudes a un cuento de hadas actual, así que no me sorprende su elección. Tampoco lo que le divierte aprovechar que estará Rob para usar la película que no le gusta. Después de que a Charlie le diera un bajón cuando rompió con su ex el año pasado, nos hizo ver la película con ella tres veces seguidas. Rob terminó harto.

    —Suena bien —admito.

A ambas nos encanta molestar a Rob, sobre todo cuando se desentiende un poco por estar saliendo con alguna nueva conquista. Pasado tanto tiempo, él empieza a sospechar, cada vez que está con alguien, de que va a pasar algo por nuestra parte. Está inmunizado a todo esto. No es con mala intención, sólo que le vemos más distanciado y nos gusta molestarle un poco cada vez que eso pasa. Es nuestra forma de demostrar cariño.

Apenas como la mitad de mi plato antes de dejar caer el tenedor. Siento un sabor amargo en mi paladar. No me gusta la comida de aquí, siempre me sabe a plástico o pasa del extremo de ser soso al de tener una base de un kilo de sal. Otras veces me parece que estoy masticando algo que lleva horas en el suelo. Mi estómago no es tan tolerable como antes así que no me fuerzo a meter más.

He venido preparada para esto y, en mi mochila, he traído tres barritas para aguantar el día. Una es de cereales con algo de chocolate blanco por encima, la otra es de avena con miel y una base de caramelo y, la última, una proteica simple que compré en la farmacia hace un par de semanas. Cuando empezó a costarme mantener algo en mi estómago por las noches y meter algo por las mañanas, decidí hacer algo antes de que fuera a mal, y ese algo fue comprar barritas nutritivas y un par de botes de nutrición que, con disolver el polvo que trae en agua o leche, sustituyen una comida. Es menos cantidad y, sobre todo los batidos, me es más fácil de tolerar, así que trato de obligarme a mezclarlo con mi dieta para no tener problemas serios después de esto.

Ahora desenvuelvo la barrita de avena y le doy un mordisco.

    —¿De nuevo con eso? —pregunta Charlie.

    —Están ricas. —Extrañamente, su sabor se me hace más llevadero que el del resto de comidas que pruebo. No sé por qué, pero ahora ni las recetas de mi madre pueden abrirme el apetito.

    Charlie ríe.

    —Dónde esté una buena napolitana, que se quite el resto —comenta.

    Termino mi barrita, metiéndome de vuelta en una conversación con Charlie. Rob no se presenta en la cafetería hoy y ninguna preguntamos dónde puede estar porque lo sabemos. Si está en medio de uno de sus momentos de Casanova, debe de haber ido a comer a las gradas o quizás ha conseguido la llave de la azotea, no sería la primera vez que va allí, es más, fui yo quien le consiguió una copia. Fui yo quien se hizo con la original una de las veces que me colé en el instituto después de clase para una de mis venganzas hacia Jayden. Si no recuerdo mal fue la vez que llené su taquilla de confeti, tardé horas en meter todo a través de las rejillas.

    Espera, ¿o fue la vez que colgué los carteles sobre el anuncio en el que salía Jayden  con un uniforme de doncella que añadí con photoshop y el texto de "Todo tuyo por sólo 10 céntimos la hora, llámame" y su número real colgando del final de la página y, por si alguien arrancaba todos, garabateado por todas partes del papel también?

    No estoy segura de cuándo, pero lo importante es que conseguí tres copias de esa llave, una para Rob, otra para Charlie y otra, que todavía tengo guardada por alguno de mis cajones, para mí.

    El recuerdo sobre mis venganzas hace que me invada un inconfundible sentimiento de felicidad y nervios. Lo echo de menos. Aún puedo recordar con claridad lo que fue la semana después de colgar esos carteles. Escuché a Jayden decir, más de una vez y parado en medio de los pasillos o aulas, que le dejaran de enviar mensajes. Se cambió de número después de eso. Yo disfruté de cada comentario divertido hacia eso, de cada comentario hacia él y de cada vez que veía la frustración crecer en él. Es más, yo misma le llegue a escribir más de una vez aprovechando que no tenía guardado mi número para hacer la gracia.

    Claro que su venganza no tardó en llegar y de sacarme de ese momento de triunfo, pero incluso esa parte la disfrutaba. Ante la comprensión de que eso terminó, mi sonrisa cae y los sentimientos de felicidad se apagan. Vuelvo a la conversación con Charlie y, durante el resto del día, me centro de nuevo en mis clases para no tener que pensar.

    A última hora, no siento ganas de volver a casa y, teniendo en cuenta que hoy iba a ir papá a recoger a los gemelos, tampoco tengo prisa. Eso me hace vagar por los pasillos hasta que se quedan vacíos. Si salgo, lo sentiré como estar un paso más cerca de llegar a casa y el malestar empezará, es más, ya está empezando. Tampoco puedo quedarme por aquí.

Hurgo en mi mochila para comprobar que la barrita con chocolate blanco sigo ahí y tengo mi excusa lista. Son cereales y chocolate, está rica así que será mi forma de darle las gracias a Jayden y asegurarme de que estamos en paz por lo de antes. Sí, eso haré.

    Sé cuándo y dónde entrenan porque no pude resistirme a buscar sus horarios a principio de curso porque, aunque sabía que yo había cortado el juego, dudaba poder aguantar mucho tiempo y definitivamente la pista de hielo era un buen punto para molestar a Jayden. Los viernes tenían la última hora allí los que tenían el Hockey como asignatura y, después, se quedaban ellos y aparecían también quienes sólo lo habían seleccionado como extraescolar, así que durante una hora más van a seguir por ahí.

    No están exactamente dentro del instituto, la pista es externa, sólo que la tienen reservada durante un determinado horario en el que está cerrada al público. Así que, sin ganas de andar, me meto en el coche y llego al aparcamiento frente a ese edificio en menos de tres minutos. Aparco de nuevo y subo las largas escaleras hasta el edificio. Ahí ya me conozco el camino para llegar a las gradas.

    Aunque esté cerrado al público para patinar, no pueden cerrarlo por completo, así que es posible quedarse por los alrededores o parar en las gradas para verles entrenar. No sería la primera vez que un amigo de ellos, familiares o personas de la ciudad se pasan. Lo sé porque tampoco es la primera vez que yo lo hago. Entro en silencio, a tiempo de ver cómo un par de chicos se meten en la pista para unirse a los que ya están ahí. En las gradas, hay un par de personas. Tres o cuatro extendidas alrededor de la pista. Una de ellas, la más cercana, me es fácil de reconocer, es Abigail Gibis, la chica del consejo escolar y novia de Chuck Neumann, el amor frustrado de Charlie.

    Ella está sentada en primera fila, garabateando en un cuaderno. Me siento lejos, pero puedo ver perfectamente cómo ella levanta la mirada de su cuaderno cada par de minutos y busca a alguien en la pista, no dudo que a Chuck. Después, se queda mirando un rato o le dedica una sonrisa antes de volver a los suyo.

    Verlo me hace querer decirle de nuevo a Charlie que debería dejar la idea de estar con Chuck a un lado. No he hablado mucho con Abigail, pero sé cómo se comporta con la gente, sé que el año pasado consiguió que atrasaran los exámenes y ayudaran inflando un poco la nota a un chico que perdió a su padre una semana antes de los finales. También que gracias a ella la comida de la cafetería es más equilibrada y decente, por poco que me guste a mí lo que hay. Se metió en el consejo estudiantil y es la única persona que realmente trata de hacer algo para mejorar las cosas aquí. Tiene un año menos y, aun así, ha hecho más y sigue haciendo más que cualquiera de nosotros o de los que nos han precedido. Charlie sigue odiándola sólo porque es Abigail, y no ella, quien está saliendo con Chuck y, sí, sé que él lleva tiempo siendo el amor platónico de Charlie, es sólo que, viéndolo así, me parece mal que quiera intentar tener algo con él.

    Alcanzo a escuchar cómo Abigail ríe, gesticulando algo hacia la pista mientras un chico patina hacia el borde y frena cerca del cristal que suma algo de altura al muro. No sé qué dicen, pero, finalmente, ella le despacha con unos gestos de la mano, divertida.

    Realmente espero que Charlie no se meta en eso, después de todo, se les ve felices.

    Me acomodo y me siento con las piernas cruzadas mientras espero. No tardo en sacar mi móvil y auriculares para distraerme y, de paso, no quedarme sorda con los gritos que quien supongo que es el entrenador, lanza a través de un megáfono.   

    Paso la siguiente ahora sin mucho que hacer. Primero, trato de identificar a Jayden, pero entre sus uniformes y la distancia, no estoy segura de poder hacerlo así que dejo de fijarme. Luego simplemente espero a que terminen y, cuando les veo salir de la pista y sentarse un momento a quitarse los patines, aprovecho para acercarme.

    Abigail hace lo mismo. Deja su cuaderno abierto sobre la mochila y baja hasta recibir a uno de los chicos entre sus brazos. Detrás de ellos, un chico rubio les lanza alguna que otra pulla por ser empalagosos y Chuck rueda los ojos, llamándole envidioso.

    Voy reconociendo caras, les conozco sólo de vista, pero no consigo centrar a Jayden. Frunzo el ceño, empezando de nuevo. ¿Quizás se ha ido ya al vestuario y no me he dado cuenta? Hay dos chicos que han ido directamente al vestuario, aunque juraría que no era él, ¿puedo haberme equivocado?

    Cuando mi mirada vuelve a la parte del grupo más cercana a la pareja, siento que hay un par de ojos puestos en mí. No conozco todos sus nombres, pero sé que uno de ellos se llama Matthew, Rob tuvo que hacer un trabajo con él a principio de curso y no ha dejado de quejarse de lo poco que trabaja hasta ahora. Con ellos sí que no he cruzado ninguna palabra, pero, al parecer, ellos deben de haberlo hecho conmigo en algún momento, porque, de no ser así, no me explico por qué me miran como si les hubiera insultado. Definitivamente ellos sí se ven como si quisieran insultarme.

    ¿Qué diablos?

    Un chico empuja un poco a Matthew, obligándole a andar y, de mala manera, se lleva al otro chico que también me miraba mal con él. A él sí que puedo reconocer, después de tantos años viéndole cerca de Jayden conozco hasta su nombre: Samuel Higgins. Pronto incluso la pareja se despide. Abigail recoge sus cosas y se va con rapidez. Los chicos terminan desapareciendo para meterse en el vestuario y, después de todo, sigue sin haber rastro de Jayden.

    Saco el móvil, viendo cómo las pocas personas que había observando también se están moviendo para irse. El entrenador entre ellos.

    @Nielleee__: ¿Dónde estás?

    @Jayden.Bremen está escribiendo...

    Además, había algo de lo que también quería hablarle, mis hermanos siguen presionándome cada día para darles una fecha sobre la promesa que les hice acerca de ir al parque de atracciones y, sabiendo que este fin de semana queda demasiado cerca del jueves como para que me contacte, quería proponerle a Jayden ir el sábado. Mañana.

    @Jayden.Bremen ha enviado una imagen.

    En lugar de escribir, me envía una foto donde se ve que está sentado, apoyado contra una pared y con su hermana sonriendo hacia la cámara a su lado.

    No da más explicación y tampoco me sorprende. Él no conversa, él sólo responde.

    ¿No debería de estar en el entrenamiento? Lo último que supe fue que tenían que ir a un mínimo de entrenamientos para poder jugar en torneos. Si no llegaban al mínimo, no les sacaban. Lo sé porque traté de molestarle con eso más de una vez, sólo que nunca conseguí sacar nada. Lo dejo estar.

    @Nielleee__: ¿Tienes algo que hacer mañana?

    @Jayden.Bremen: Sí, pero estoy abierto a otras opciones.

    @Nielleee__: ¿Recuerdas lo que te dije de ir al parque de atracciones? ¿Qué te parece mañana?

    @Jayden.Bremen ha enviado un audio.

    Le doy y lo único que escucho es la voz de Lily decir: "Sí. Claro que quiero ir. ¿Vamos a ir mañana?" Luego paso a escuchar a Jayden reír y decirle que si es lo que ella quiere, vamos. Lily, de nuevo, grita de emoción y dice: "Sí, por favor."

    El audio termina ahí.

    Supongo que ya tengo mi respuesta.

Decidme que no soy la única que ha sentido ternura extrema cuando Jayden se ha preocupado porque Danielle no estaba comiendo mucho.

Ya no sé si es porque es un gesto tierno o porque él literal que tiene un gesto bonito cada siglo así que todo se me hace tierno JAJAJA JURO QUE ES PEOR QUE ETHAN. ETHAN A ESTAS ALTURAS YA SE SENTABA EN LA MISMA MESA QUE EMMA, Jayden ni le dirige la palabra lol

Qué más qué más...

Los compañeros de equipo de Jayden siguen siendo idiotas, peeerrrrooo Sam estaba ahí para salvar el día:

Y DOS COSAS MÁS:

#1 Se nos van al parque de atracciones *guiño* buen sitio para secuestros *guiño*

#2 EL PIZZERO. Le habré mencionado en bastantes ya, sólo lo dejo caer... Recordando que existe... na' ma'

Un beso y nos leemos el próximo sábado ♥

—Lana 🐾

Okumaya devam et

Bunları da Beğeneceksin

1.6K 106 23
Kala Fernández, una chica que estaba consiguiendo al chico que le gustaba pero a la hermana de él no le sentó nada bien. Ella tiene un primer amor fa...
156K 15.1K 85
Son Chaeyoung, una joven que sabía perfectamente lo que era vivir entre la opresión y el temor a mostrarse tal y como era. Siempre que quería enfren...
67.4K 3.8K 148
Valentina una chica con una vida normal hasta que el divorcio de sus padres cambiaría su vida por completo volvería los próximos años en los peores d...
4.4M 391K 58
Noah y Fran no se conocen. No tienen los mismos pasatiempos ni los mismos amigos y, mucho menos, las mismas aspiraciones. Pero hay algo que sí tienen...