El lado rosa de la vida

By Natamarsol

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Constantine Clermont está decidido a enderezar la vida de su hermano menor, aunque eso implique encargarse... More

Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
capítulo 7
Capítulo 8 (minicapítulo)
Capítulo 9
Capítulo 10 ( minicapítulo)
Capítulo 11
Capítulo 12-Final

Capítulo 1

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By Natamarsol

Será una historia corta, eso creo...

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Constantine Clermont maldijo en voz alta apenas su chófer estacionó.

Su hermano menor siempre se había metido en problemas, pero esto ya era demasiado. Al menos si iba a dejar embarazada a alguien debió haber elegido mejor, y ahora él debía encargarse del problema. No porque Elliot se lo hubiese pedido, de hecho estaba seguro que su hermano odiaría que él interviniera, pero era su deber, siempre lo había sido. Incluso ni siquiera sabía que él estaba al tanto, pero siempre lo estaba, jamás se perdía ningún detalle, así había hecho que la empresa familiar fuera una de las mejores, y así había mantenido al pequeño Clermont a salvo.

Volvió a mirar por la ventanilla del auto sin poder contener su disgusto

"¿Debía ser alguien como ella?"

La mujer se veía mayor que Elliot, tenía el cabello de color rosa, vestía minifalda y una camiseta negra, y estaba abriendo el bar del que era propietaria. Si hubiera tenido que describir a una cazafortunas, esa hubiera sido la imagen que habría imaginado. Su hermano siempre había sido demasiado inocente, y había caído en la trampa de una encantadora de serpientes. Pero él se encargaría de ponerla en su lugar.

Se bajó del auto y caminó hacia el local, había ido a propósito en aquel horario, no había clientes aún y podrían hablar a solas. Además contaba con el factor sorpresa, eso siempre jugaba a su favor. Estaba enfadado consigo mismo, debió sospechar cuando su hermano empezó a frecuentar tanto aquel lugar, pero creyó que sólo iba a pasar el rato, no que estaba teniendo un amorío con la dueña y menos aún que tendría que hacerse cargo de un hijo cuando ni siquiera era capaz de hacerse cargo de su vida. Elliot tenía veinticuatro años y aún no había logrado finalizar una carrera universitaria, aunque había empezado y abandonado varias. Tampoco había logrado incorporarlo a la empresa, ese solía ser el tema más álgido de discusión entre ambos, Constantine quería que su hermano ocupara la posición que le correspondía como heredero del imperio Clermont pero él se negaba, y habían chocado por eso desde que Elliot era adolescente.

"Solo hazte cargo tú" había declarado cada vez que lo hablaban y todo terminaba en pelea.

Y ahora esto.

Constantine respiró profundo y entró.

-Aún no abrimos – dijo la mujer que estaba barriendo el suelo y se volvió a mirarlo, debió elevar la cabeza pues era pequeña en comparación con él.

-No soy un cliente- respondió y la recorrió con la mirada, si estaba embarazada como decía, aún no se le notaba.

-Si no eres un cliente, ¿quién eres? – preguntó ella.

-Soy el hermano mayor de Elliot y vine a hablar contigo – dijo él con el tono que usaba para dar órdenes a diario, pero ella no se inmutó, incluso sonrió levemente.

-Ahhh, "ese hermano" – dijo mientras se movía para ir detrás de la barra.

-¿Ese? Soy el único hermano de Elliot.

-Sí, lo sé ¿Qué te gustaría beber? – preguntó.

-No viene a beber, quiero que hablemos.

-Llámalo deformación personal, pero a menos que seas un amigo, y no lo eres, me resulta incómodo hablar con alguien sin que haya una bebida de por medio. Así que dime qué te sirvo.

-Solo dame agua – insistió.

-Aburrido, hubiera jurado que eras más de whisky o vodka. Aunque quizás no- dijo y le alcanzó un vaso con refresco de limón, ella se sirvió otro - ¿Y no deberíamos presentarnos primero?

-Constantine Clermont – dijo escuetamente.

-¿Cómo el detective infernal? – preguntó y rió al notar que él no captaba la referencia- Soy Madeleine .

-¿Podemos hablar ahora, o tienes más rituales?

-Son buenos modales, los básicos, y parece que a ti se te han olvidado.

-Quiero hablar del embarazo.

-¿No deberías hablar con tu hermano?

-No, quiero discutirlo contigo, Elliot es demasiado inocente. No sé qué te haya prometido, pero primero necesito pruebas de que es verdad.

-¿Pruebas? ¿Te traigo un test de embarazo o algo?

-No me gusta el sarcasmo, ni que jueguen conmigo.

-Bueno, estás en mi territorio, nene. Tampoco me gusta tu actitud. Y dime, ¿qué vas a hacer una vez que comprobemos lo del embarazo? ¿Me darás dinero para que no lo tenga?, ¿para que yo desaparezca? ¿Debo partirle el corazón a tu hermano? ¿Lo tengo y te lo doy para que lo críes? ¿Cuál es la idea? – preguntó.

Constantine la miró algo confundido, no estaba muy seguro de qué hacer a continuación, cuando ella había mencionado todas las alternativas que él tenía pensadas, habían sonado demasiado sucias. Ella no era lo que había esperado, se veía delicada con aquel cabello que parecía un copo de algodón de azúcar, pero era demasiado directa y dura, parecía ser una contrincante difícil

-Quiero que encontremos una solución.

-Eso es algo que le concierne a tu hermano, no a ti. Es su vida.

-Él no sabe qué hacer con su vida.

-¿Y tú sí sabes? ¿Lo que es bueno para él, para mí y para todos?

-Sí.

-¿Y para ti Constantine? ¿También sabes lo que es lo mejor para tu vida? Porque si me preguntas, lo estás haciendo todo mal, si la idea es proteger a tu hermano, lo estás haciendo mal. Vas a perderlo definitivamente.

-Dudo que seas la indicada para dar consejos.

-Ahí te equivocas, la gente viene aquí a buscar consejo más que a beber. Soy una experta.

-Ahórrame toda la tontería, pareces inteligente, así que hagamos esto simple ¿Estás embarazada?

-No.

-¿No lo estás?

-No.

-¿Le mentiste a Elliot?

-No, Sherlock, estabas equivocado desde el inicio. No soy la chica de tu hermano, soy su amiga.

-¡Qué diablos es esto! – dijo y golpeó la mano contra la barra, lo que la hizo retroceder y pestañear por un segundo.

-Esto eres tú interfiriendo y metiéndote donde no te llaman, y baja la voz o llamaré a la policía. Creo que hay un interés sincero por tu hermano, por eso te toleré, pero ve con cuidado- le advirtió.

- Tengo gente informándome y sé que una mujer reclamó estar embarazada de él.

-Si te comportas, te contaré la historia. Elliot salía con alguien y le dijo que esperaba un bebé, así que él decidió hacerse cargo, estaba bastante enamorado, ¿sabes?

-¿Entonces?
-Entonces lo convencí de que esperara antes de hacer alguna tontería como casarse, tengo intuición, Sherlock. Así que le dije que la acompañará a una revisión médica para saber cómo estaban ella y el bebé y cuando Elliot insistió, ella terminó confesando que era mentira. Es decir, llegas tarde.

-¿Constantine? ¿Qué haces acá? – preguntó un joven que entraba.

-Creo que deben hablar , pueden ir a alguna de las mesas – dijo Madeleine luego de darle un beso en la mejilla al recién llegado. Después se alejó entrando a la parte posterior del bar, era obvio que necesitaban tiempo a solas.

Elliot se paró junto a su hermano.

-¿Qué haces acá? – insistió

-Quería hablar con ella, con la mujer que te dijo que estaba embarazada.

-¿Qué? ¿Y qué ibas a hacer?

-Ayudarte.

-¿Sin que yo lo supiera? ¡Solo aléjate, déjame vivir mi vida en paz!

-Si supieras como hacerlo no debería preocuparme.

-¡Vete al diablo, Constantine! – dijo y se marchó.

-¡Elliot!- lo llamó su hermano yendo tras él, pero justo al salir a la calle pasaba un taxi y su hermano se subió alejándose antes de que le diera alcance. Sin saber bien qué hacer, pues era ridículo ir tras él como si fuera una persecución de película, entró de nuevo al bar.

Se sentó, estaba cansado. A veces creía que Elliot lo odiaba, quizás así fuera, tal vez creyera que le había robado su lugar, pero jamás había sido su intención, él solo estaba cuidándolo para cuando él estuviera listo para hacerse cargo de todo. Se lo debía a su padre y a la familia que lo había acogido.

Maddy había escuchado la discusión y se quedó observando un instante al hombre desde atrás, su espalda parecía la de alguien derrotado. Estaba acostumbrada a leer la expresión corporal de las personas, solía tener muchos clientes como él, hombres de negocio, atractivos, bien vestidos, poderosos que un día llegaban vencidos, o bien porque sus inversiones habían salido mal o bien porque sus vidas habían perdido sentido.

-Toma- dijo acercándosele y poniendo una taza humeante de café frente a él.

-¿Qué..?

-Un café irlandés, te levantará un poco el ánimo, no te preocupes, es invitación de la casa. Quédate el tiempo que necesites- dijo y se alejó a seguir con sus tareas.

-Lo siento – susurró él, casi como si no quisiera que ella lo escuchara.

-Creo que se lo dices a la persona equivocada.- le respondió y se marchó.

Constantine bebió el café lentamente. Y al terminarlo se marchó.

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