Las Rosas También Florecen En...

By DarkRoom098

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"Eres un beta, eres invisible y nadie nunca te amara porque no hay destinados para ti" Katsuki es un alfa pur... More

Prólogo: Somos destino y enfermedad
Capítulo: ¿Por qué nos enfrentando al infierno?
Capítulo: ¿Tomarás mi alma en la lluvia a media noche?
Capítulo: Lo que fue otorgado, no será olvidado
Capítulo: Mi corazón se rompe con cada paso que doy
Capítulo: Adagio per archi e organo in G minor
Capítulo: Me gustaría culpar de todo a la vida
Capítulo: Apenas estamos aguantando
Capítulo: Ahora que me tienes, ¿todavía me quieres?
Capítulo: Quisiera un lugar para adorarte
Capítulo: Pero quiero soñar, déjame soñar
Capítulo: Los sueños no se hacen realidad
Capítulo: Falling
Capítulo: ¿Puedes oír cuando te llamo?
Epílogo: Para el chico del faro y su ángel en lo alto

Capítulo: Ten un poco de piedad con mi corazón

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By DarkRoom098

Estoy cansado, eso es todo.

Su madre lo había estado llamando más de la cuenta últimamente. Tal vez se dió cuenta de su destino fatal, imposible. Ella estaría día y noche en su casa si fuera así. Probablemente era culpa de su padre. Hisashi Midoriya no había sido uno de los hombres más presentes, cuando Izuku era pequeño apenas conocía su rostro. Su madre siempre le recordaba que su cabello era celeste, ondulado y perfecto con las pecas que ascendían por sus mejillas huesudas. Él trabajaba año tras año en el extranjero, traía sin falta a casa el dinero que le faltaban para pagar las cuentas, pero solo eran números en una cuenta bancaria. Sin calor, sin abrazos, sin amor.

Inko le decía que eran sacrificios. Una forma de demostrar su amor, porque existían muchas formas de hacerlo. Cómo por ejemplo, una llamada todos los días. Después del tono, ella le confesó que había perdido peso y que su padre estaría ahí para navidad. Finalmente para siempre. Eso hizo que el corazón de Izuku se fuera haciendo cada vez más pequeño y pesado. Habían pasado unos días desde que Kirishima había dejado las pastillas en el departamento, se sentía mejor y la sangre ya no estaba presente en los vómitos. No había dolor, solo un ardor que empeoraba cada vez que oía el nombre de Katsuki. Estaba mejor, si fingía que él no se encontraba a su alrededor, podía comer cosas más contundentes.

—Izuku, realmente me gustaría que vinieras a casa unos días—el beta sintió como su cabeza era llenada con imágenes nobles, de su infancia cuando jugaba con su madre y fingía que era Allmight. Ahora lo que parecía similar en ambos era la sangre en los labios, el estado deplorable de salud y la búsqueda de un heredero.

—Mamá, me encantaría pero ya sabes cómo son las cosas aquí. Trabajo, personas que necesitan ser salvadas de sus abusadores y muchas cosas más. La vida de un héroe para variar.

—¿Entonces vendrás para cantar año nuevo?—Izuku casi sollozó con el teléfono en sus manos, casi de plomo. No podía ser para año nuevo, su cuerpo no alcanzaría el año nuevo.

—Sí, definitivamente estaré ahí para año nuevo, lo prometo—Inko sonrió débilmente.

—Sabes hijo, una de las vecinas ha estado hablándome de ella y su linda hija. Una linda beta de ojos azules que tiene una particularidad llamativa—Izuku sintió cómo su estómago se hundía. Su madre no tenía malas intenciones, ella quería algo mejor para su hijo. Como una familia íntegra, con niños y nietos que cuidar en las tardes. No obstante, Izuku nunca había comentado su deseo por ser Omega. Aún así, Inko lo sabía bien. Conocía el deseo que corría por la sangre de su hijo, ese deseo de ser parte de Katsuki.

—Mamá, ya sabes que yo…

—Sí, lo sé Izuku. Amas al hijo de Mitsuki. Pero deberías seguir adelante como él lo hizo, comenzar una nueva vida lejos de todo ese dolor. Te sentirás mucho mejor, llorar cada día por algo que nunca será concreto no es bueno mi niño. Solo deseó lo mejor para ti, quiero verte feliz.

Ya todos le decían lo mismo y su corazón se había vuelto tan pesado de sobrellevar. Era como caminar en una llanura costera, con el tibio y húmedo viento en su rostro. Cegando sus ojos y llenando sus pulmones con pesadez.
Si hubiera nacido como un Omega, todo sería tan diferente. Tendría a Katsuki para sí mismo y nada los separaría de la vida perfecta que habían idealizado desde niños. Sus hijos se llamarían de una forma simbólica, su pastel de bodas sería con sabor picante y su noche de bodas… No, no servía de nada soñar despierto, lo había hecho miles de veces antes y nada había cambiado a su alrededor. Se despidió de su madre, cortó la llamada y se tendió en la cama. Tan grande como sus deseos de obtenerlo todo en sus pequeñas manos. Era su día libre, podía hacer lo que quería, podía ser feliz con una serie, con un amigo, con un amante pero... Eso también significaba que era el día libre de Katsuki y Uraraka. No, no quería pensar en lo que ellos dos podrían estar haciendo en una cama.

Fue tarde, las náuseas subieron por su garganta hasta acabar en el baño. Se desplomó entre sentimientos y dolor mientras sus ojos se llenaban con lágrimas, tan gruesas como sus cabellos cayendo. Después de todo era un día más en su vida, solo tenía que dormir. Descansar de su mente cruel y el destino que le deparaba su propia decisión. Tan cruel que podía tomarlo como una tragedia con precedentes.

...

La silueta a su lado no era masculina, no poseía cabello verde y tampoco pecas adornando su piel blanca. Katsuki siempre que abría los ojos en las mañanas, veía una persona que no amaba en lo absoluto. La responsabilidad de ser padre lo hizo sonreír cuando una de las bebas se intentó acostar en su pecho, pero nada más le entregaba alegría. Estaba acompañado. "Pero él sigue solo en esa enorme casa que nunca podrá compartir contigo, miserable egoísta". La voz castigándolo, recordándole cada día que había sido un cobarde por no intentarlo a pesar de que su corazón le pertenecía a él. A un beta. "Los betas y los alfas no pueden estar juntos, él nunca te amará como lo haría un Omega". Su madre era cruel al decirle esas palabras pero le hizo caso; formó una familia con una Omega. Aún así, desde que se casó, sentía cada día más vacío el corazón.

Su pecho buscaba un solo nombre y no era Ochako.

—Buenos días Eri, mi hermosa bebé—Ochako se despertó y tomó entre sus brazos enguantados a la pequeña niña de cuatro años. Se la acomodó en el pecho y le sonrió a su marido.

Katsuki se levantó, ignorando la joyería en su mano izquierda. Se metió al baño y la ducha fría lo ayudó a pensar mejor. No le gustaba tener días libres, no le gustaba ser un alfa y calentarse con las feromonas de su destinada. No le gustaba su naturaleza. Vio con disgusto la erección en su entrepierna, luego sintió la mano en su espalda y cerró los ojos para apagar su cabeza. El sexo nunca había sido de su agrado, su cuerpo respondía mientras que su mente se remontaba a unos veranos calurosos. En donde el calor no entregaba piedad y todo lo que podía ver era una maraña de cabellos verdes. Frente a un ventilador, con una sandía en las manos y escuchando las cigarras en lo lejano. Era algo que extrañaba, la sensación de estar juntos, su libertad y la falta de responsabilidades.

Pero, él no fue un omega.

Katsuki cuando se enteró que Izuku era un beta, todos los planes que había hecho en antaño se desplomaron frente a sus ojos con un examen de sangre. Era un quirkless, podía soportar eso, él sería capaz de entregarle el mundo con tal de hacerlo un héroe, pero un beta… No era algo que dejara ir, la naturaleza estaba en contra, su madre nunca lo aceptaría, los medios no lo harían y sus fans. ¿Qué persona aceptaría a un alfa gay como héroe? Era pánico destilando por sus poros en forma de sudor, Izuku le pertenecía en el pasado. Ahora nada los ataba, solo la responsabilidad por enorgullecer a Allmight. Y eso, acabó mucho antes de tiempo. Mucho antes de poseer una excusa coherente para mantenerse a su lado.

Cuando se enteró que Ochako era su destinada, no durmió por días y recordó esas ocasiones en donde Izuku le había dicho que sería su Omega cuando fueran grandes. Era un juego de niños, Katsuki sabía bien que esas promesas seguían en su corazón frágil. Con solo ver sus ojos vidriosos, lo sabía. Un verde inundado en la tristeza del desamparo. De alguna forma terminó dentro de Ochako, anudando. Las feromonas de la Omega se adentraron en su cuerpo, pero su cabeza seguía teniendo la imagen enferma de Izuku. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Por qué le preguntó sobre el OFA? ¿Lo iba a abandonar? Ya no lo tendría más...

Cuando salieron del baño, Eri seguía en la cama. Viendo caricaturas en la televisión, unas que hablaban de la importancia de los destinados. Katsuki no le prestó atención y terminó de vestirse. Su celular vibró y la notificación de un mensaje proveniente de Kirishima lo hizo abrir el buzón. "Tenemos que hablar, es importante. Es sobre Izuku. Te estaré esperando en la cafetería preferida de Mina". ¿Desde cuándo lo llama por su primer nombre? El alfa intentó no ser celoso, pero su corazón no lo evitó. Las feromonas salieron dispersas. Ochako las percibió y bajó la cabeza con un poco de angustia. Si no lo necesitara tanto, si las niñas no fueran suyas, si no fueran destinados, lo dejaría ir libre.

—¿Vas a salir?—preguntó la Omega mordiéndose su mejilla interna, en ocasiones poseía heridas profundas por ello. Por callar sus palabras, el sabor de la sangre era algo común últimamente.

—Sí, pelos de mierda quiere hablar sobre algo en una cafetería cercana al centro. Cuando vuelva traeré pastel para las niñas y mochi para tí—ella sonrió complacida, escondiendo una preocupación en su estómago. Katsuki le besó la coronilla y luego tomó a Eri en brazos para jugar un poco con ella antes de ir a despedirse de Hana, su pequeña dormilona.

La casa se sintió helada cuando Katsuki se fue, Ochako tenía un mal presentimiento y su estómago no le daba tregua. Tener una relación con Katsuki era sinónimo de tranquilidad, según la naturaleza, pero era así. Pocos besos honestos en los labios, miradas distantes en casa y un cuello sin marca; casi desolado. Todoroki siempre le preguntaba el porqué, ser compañera de un alfa que no conocía los filtros de conversación era incómodo. Más cuando casi todos a su alrededor murmuraban que ella no era suficiente para el número dos. Le dolía, todo su corazón le pertenecía a él y sin duda lo dejaría ir si no fuera porque no podría sobrellevar la maternidad sola.

No era tan fuerte, no era como Izuku.

Sonrió nostálgicamente cuando recordó que hubo un tiempo en que su corazón latía desbocado por el beta. La UA escondía muchas cosas de las cuales nadie quería hablar, muchos secretos y sentimientos que no hallaban la luz de la verdad. Y probablemente nunca lo harían, porque no hay nada como un secreto, tan profundo como el cuerpo de un muerto en lo hondo de la tierra.

Katsuki cruzó la calle mirando ambos lados, la época lluviosa en Japón era un infierno para los débiles de salud. Él solo se sentía mosqueado porque su ropa preferida quedaba empapada hasta la piel, aunque la sombrilla fuera capaz de cubrir todo su cuerpo. Era como si las lágrimas de alguien más estuvieran regadas en su cuerpo. Las lágrimas cayendo por unas mejillas pecosas, las mejillas de Izuku; sacudió su cabeza para dispersar la imagen en su cabeza. Se adentró en la cafetería y vio la cabellera roja en una esquina. Había pasado un tiempo desde que habían hablado personalmente, Eijirou trabajaba en la zona norte de la ciudad, mientras que Katsuki e Izuku lo hacían en la zona sur. Era un lío pero funcionaba para mantener la ciudad más grande de Japón en orden.

Se sentó en la silla y dejó su sombrilla a un lado, secándose con el caluroso interior de la cafetería. Al ver el semblante casando del alfa, su corazón se apretó con una sensación desagradable, siendo encerrado por sus costillas. Era demasiado obvio, Izuku no se hallaba bien. Lo vio con sus ojos, ambos tan sanos para notarlo. Pero no estaba preparado para las palabras que salieron de su boca.

—Izuku está muriendo—su sangre se heló tan rápido como dejó de respirar, el sentimiento casi llegó hasta su conciencia. Congelando cada sensación relativamente natural—. El otro día fui a verlo, estaba solo en su departamento y se había desmayado en el baño. Sus labios tenían sangre y entre en pánico, llame a un doctor y él lo examinó… Me comentó cosas extrañas, no las entendí. Lo único real es que le queda poco tiempo, es un enfermedad rápida y no tiene cura.

Eijirou no era capaz de decirle que era su culpa, tenía las agallas de hablarle frente a frente y faltar a su palabra con Izuku, pero no quería verlo a él sintiéndose nervioso por algo evitable. Perdiendo su confianza cuando su corazón lo amaba de una manera que cada vez que sentía algo, todo era él.

—¿Qué mierda me estás diciendo? ¿Te drogaste o qué? Es imposible, él es fuerte, casi invencible, es el número uno. Es casi el símbolo de la paz, es como Allmight...—Allmight también había caído. Katsuki no quería creer, era imposible que su héroe, la persona que salvaba más personas que nadie, fuera a morir a sus veinticinco años. Era una broma horrible, muy cruel para hacerla tan temprano por la mañana.

—No es una broma, él también me lo dijo. Bueno, me pidió que no se lo dijera a nadie pero tú… Vamos, son amigos de la infancia. Podrías hacer algo más que rechazarlo por una estupidez—un sabor amargo se alojó en su estómago. Quizá fue porque salió de casa sin comer nada, quizá fue porque sintió la culpabilidad rascando hasta el desgarro sus entrañas, quizá fue porque su maldita cabeza explotó y no pudo concretar nada más que un malestar. Había tantas opciones pero no, todas se acercaban a una sola concreta. Miedo, uno tan profundo que sus ojos se humedecieron sin siquiera notarlo.

—¿Por qué te lo dijo a ti?—rota, como un cristal rompiéndose en medio del silencio más profundo, así salió su voz. No le creía, pero una parte de su cerebro si lo hacía y esa era la parte más fuerte.

—Tiene miedo, quizás no llegue a año nuevo. Podría morir solo y nosotros no estaríamos enterados, ¿no te has dado cuenta? Es una persona muy solitaria—Katsuki se movió negando sus palabras, fue rápido y olvidó su sombrilla en la cafetería. No pensó en nada, solo verlo y cerciorarse que era una mentira. Que las palabras que había escupido Kirishima eran la mentira más egoísta de su vida.

Corrió por la ciudad usando las explosiones en sus palmas, los movimientos eran torpes y el sudor se corría por culpa de la lluvia. No le importaba verse desesperado y ridículo. En ese momento solo tenía un objetivo en mente, y era llegar hasta el departamento de Izuku para buscar las mentiras. La zona residencial en donde Izuku pasaba sus últimos días era lujosa, la casa de Katsuki también lo era y había sido un regalo de un CEO. Katsuki le había salvado la vida y el hombre lo recompensó con una bonita casa en Japón. Espaciosa y lista para llenarse de niños. El departamento del número uno no era así, no estaba diseñado ni para albergar mascotas. Era algo solitario.

Izuku siempre estaba solo.

Cuando tocó la puerta, el sudor frío que corría sin descanso por su sien derecha e izquierda era confundido con la lluvia. El aroma de sus feromonas llenaba cada espacio del pasillo. Izuku no atendió inmediatamente el llamado, de hecho, se estaba desangrando en el baño por culpa de unas noticias sobre la relación de Katsuki y Ochako. No lo pudo evitar, las palabras del presentador al llamarlos la pareja del año le sembraron en su corazón una sensación pesada. Cómo si la gravedad lo estuviera jalando hasta el piso, hasta el centro de la tierra. Hasta el mismo infierno. El alfa perdió la paciencia y empujó la puerta con una patada.

El estruendoso sonido no lo alertó, simplemente sostuvo su estómago con ambas manos mientras los pétalos negros caían de su garganta desgarrada hasta el inodoro. Le tomó unos momentos ver la silueta de Katsuki en la puerta, mirando con pánico como de su nariz caía sangre y de sus labios la poca vida que le quedaba.

—¿¡Kacchan!? ¿Qué estás haciendo aquí?—tartamudeo de forma áspera, Katsuki se desplomó en el piso al verlo como un cadáver, cayendo como plomo en la madera. Un escalofrío le recorrió la columna, llegando hasta sus ojos y la ropa empapada de lluvia. Izuku un momento después de hablar, jaló la cadena del baño y se limpió la sangre de su mentón, desesperado por ocultar todo rastro de su debilidad. La nariz aún le sangraba pero no lo notaba, era difícil hacerlo cuando su corazón estaba detenido.

—Es verdad, realmente te estás muriendo. Me estás dejando solo—Katsuki ahora estaba murmurando para sí mismo. Sus ojos rojos lucían como dos luces oscuras en medio de la luz más clara—. ¿¡Por qué tú!? ¿Por qué de todas las personas en el mundo tú tenías que estar muriendo? ¿Es una broma del jodido universo por ser una mierda cuando joven?

¿Es porque te rechace cuando más me necesitabas?

—Katsuki, tú...—el celular de Katsuki comenzó a sonar antes que Izuku pudiera hacer un comentario, guardó silencio y deseo saber qué estaba pensando él. Sonido tras insistencia, hasta que la pantalla brilló frente a los ojos rojos.

—Ochako, ¿qué pasó?—Izuku sintió las náuseas subir al oír el nombre en sus labios, sostuvo su estómago mientras cerraba los labios. Fue tarde, hundió su cabeza en el inodoro. Con la sangre cayendo de su nariz y un dolor cegador alojandose en su cabeza. Cada vez era peor. Cada vez perdía más vida.

Se formó un silencio desgastante, Katsuki salió corriendo del departamento y el pequeño beta… Él lloró en el piso sin entender nada. Solo dolor y más dolor del que podía realmente soportar.

...

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