Las Rosas También Florecen En...

By DarkRoom098

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"Eres un beta, eres invisible y nadie nunca te amara porque no hay destinados para ti" Katsuki es un alfa pur... More

Capítulo: Ten un poco de piedad con mi corazón
Capítulo: ¿Por qué nos enfrentando al infierno?
Capítulo: ¿Tomarás mi alma en la lluvia a media noche?
Capítulo: Lo que fue otorgado, no será olvidado
Capítulo: Mi corazón se rompe con cada paso que doy
Capítulo: Adagio per archi e organo in G minor
Capítulo: Me gustaría culpar de todo a la vida
Capítulo: Apenas estamos aguantando
Capítulo: Ahora que me tienes, ¿todavía me quieres?
Capítulo: Quisiera un lugar para adorarte
Capítulo: Pero quiero soñar, déjame soñar
Capítulo: Los sueños no se hacen realidad
Capítulo: Falling
Capítulo: ¿Puedes oír cuando te llamo?
Epílogo: Para el chico del faro y su ángel en lo alto

Prólogo: Somos destino y enfermedad

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By DarkRoom098

Una tos por culpa del clima cambiante.

Así era como le decía a su enfermedad y ese sentimiento que sobrecogía a su corazón cada vez que veía el horizonte. Izuku no sabía muy bien cómo abordar el tema con las personas, era el número uno y todos lo adoraban como si fuera un ídolo intocable. ¿Cómo explicarle a sus fans que moriría vomitando flores color sangre, y que probablemente lo haría antes que cante año nuevo? Difícil, es mejor una mentira fácil de digerir. Porque él entiende el dolor de perder una figura a seguir. Allmight lo dejó hace unos años, su muerte rompió su corazón pero su sacrificio fue la llave de cambio para muchos héroes y vigilantes. La tasa de criminalidad organizada descendió exponencialmente con el tiempo, aún así, siempre estaban aquellos presumidos que usaban sus poderes para intimidar a la ciudadanía. 
Deku, el gran héroe de Japón, los condenaba y atrapaba. Izuku, el beta solitario, les suplicaba por la muerte. 

Irónico, aunque daba igual, no había nadie esperándolo en casa. 

Porque la mayoría de sus ex compañeros de la UA estaban casados, con hijos y familias hermosas. Inclusive el huraño de Katsuki, teniendo dos hijas con la grandiosa Uravity.

Izuku aún lo recordaba, fue el padrino de bodas hace unos meses, llevó los anillos hasta el altar cuando su amor pronunció el acepto frente a una persona que no era él. Pero ese era el precio de ser un beta, de no tener nada para ofrecer a un alfa. Sin destino... Uraraka era una linda Omega, su destinada de hecho, Izuku los vio por primera vez durante un entrenamiento especial en la UA. Un solo beso que selló su destino mortal. Ahora, con veinticinco años. Su departamento es más grande de lo que alguna vez deseó, casi desierto y frío.

Desafortunadamente, los lujos que la vida de un héroe le podrían entregar no son lo suficientemente capaces de luchar contra el dolor, no aplacaban nada cuando los veía felices siendo una familia perfecta. Porque cada lágrima que había llorado en el pasado por tristeza fue confundida por alegría. Estaba cansado, y el doctor le explicó que su agonía se iba a extender por dos meses más. Y luego nada, la muerte no se puede explicar y tiene que hallar una persona que herede el OFA antes de eso. Vaya vida más corta y miserable. Por lo menos Allmight alcanzó suficiente edad para despedirse de sus más allegados. Izuku no tenía a nadie. La única persona que le importaba además de Katsuki era su madre. 

Y no, ella no podía saber, no quería seguir haciéndole daño con sus irresponsabilidades. 

Desde su ventana podía ver el verano irse, y lo deprimía. Esa noche se acostó sin comer, no podía hacerlo sin tener la necesidad imperiosa de vomitar. Así que su dieta básicamente se trataba de bebidas energéticas y barras de proteína. Lo suficientemente llenas de energía para moverlo. Pero no eran suficientes para mantenerlo, las costillas se estaban notando en su piel. Sus dedos seguían chuecos pero mucho más huesudos que antes, y su corazón era una hoja de otoño. Seca y a punto de romperse en cientos de pedazos. Uno tras otro, cayendo al vacío y volando con el viento. 

La mañana siguiente estaba más helada de lo común, los dedos de sus pies seguían rígidos y el calor no llegó a calentar todo su cuerpo. El tatami bajo su cuerpo tampoco ayudaba, nada lo hacía. Su sangre no era eficiente y su sistema tampoco. Sería tan fácil operarse y seguir viviendo, ¿podría vivir sin sentirse una miseria por amarlo? Era sinónimo de morir, el resultado seguía siendo el mismo. Muerte y más muerte. Suspiró y las náuseas subieron por su esófago hasta quemar su garganta, la sangre se acomodó en su lengua y llegar al baño resultó más fácil de lo que imaginó. Cada día era asi, enfermedad consumiendo sus energías. 

Miles de pétalos rojos, negros y blancos se acumularon en el inodoro junto a la sangre y el montón de saliva. Era horrible, su cuerpo destruía las flores que nunca pudo identificar y le quitaban belleza a lo que alguna vez fue admirable. Las flores en un inicio salieron sanas, decorando los baños de la UA con colores vivos. Ahora, en su departamento personal, podridas caían por sus labios. Quizás el amor que tanto había desperdiciado en Katsuki lo estaba castigando más de lo común. Ahora no solamente la muerte lo seguía, sino también la putrefacción de la misma. Tan miserable. 

Se lavó los dientes después de dejar ir los pétalos sucios, era el quinto cepillo en el mes. Todos adquirían un olor tan horrible después de unos días, un hedor tan fuerte que su boca se sumía en putrefacción. No le agradaba, prefería gastarse todo su generoso sueldo en ocultar su enfermedad. 

Eijirou llamando. 

Se sobresaltó por culpa del sonido. Se había olvidado de la única persona que lo seguía llamando después de faltar a la última junta de curso. Algunos de sus compañeros empezaron a sospechar que a Izuku se le habían subido los humos a cabeza después de ser nombrado el número uno. Esa noche no fue porque su estómago había empeorado y durante horas vomitó sangre tras pétalos. Prefería que lo odiaran antes que el dolor embargará sus corazones. Inclusive si Katsuki era el de los más crueles. Con comentarios sarcásticos y llenos de burla.

—Eijirou, ¿cómo has estado?—su voz salió rota. El alfa al otro lado de la línea lo notó inmediatamente, la última vez que lo llamó fue más enérgico, como solía ser en antaño.

—Bien, tú no suenas muy bien. ¿Ocurrió algo malo?

—No, lo siento. Estoy recién despertando. Mi voz ya no es tan suave en las mañanas. Ya sabes, gajes del oficio. 

—Ya veo... Bueno, te estoy llamando porque Katsuki me informó que trabajará contigo esta semana—Izuku casi se atoró con su lengua, su corazón comenzó a doler y la energía que había ganado con las horas de sueño lo abandonaron por completo. 

—Gracias por avisarme. Trataré de evitarlo. 

—¿Por qué lo haces? Izuku, ¿por qué lo odias tanto si eran tan amigos antes de alcanzar el puesto número uno?—la pregunta fue abrupta. Casi como un cuchillo en su garganta. 

No, no lo hago. De hecho lo amo. 

—No, Eijirou es solo que...—guardó silencio, su boca se rompió en un hilo de sangre saliendo por la comisura. Dejó el celular a un lado para vomitar en el lavamanos, su estómago se contrajo y toda la fuerza se acumuló en la cabeza. Las lágrimas salieron junto al calor. Sangre, mucha sangre para ser un día normal. 

—¡¿Izuku estás bien?!—Eijirou al otro lado de la línea no podía hacer más que escuchar como su ex compañero sollozaba mientras su estómago se retorcía. Era desesperante, cortó la llamada y juró visitarlo después de su turno. 

Izuku, al acabar, se lavó nuevamente los dientes. La sangre tiñó sus encías y el color combinó perfectamente con sus labios pálidos. Lucía enfermo, estaba enfermo pero no quería preocupar a los demás. Se echó un poco de maquillaje y se vistió para ir a la agencia. El día apenas comenzaba y su estómago no estaba listo para aquello. Caminando por las calles, con las oscuridad en las esquinas, vislumbró dos siluetas en la distancia. Ella estaba ahí, besándolo como si nadie más estuviera mirándolos. Ignoró a ambos, un mareo se alojó en su cabeza. Desearía ser ella, desearía que tocara sus labios, desearía tener sus hijos y ser protagonista de todas sus noches. 

"Eres un beta, eres invisible y nadie nunca te amara porque no hay destinados para ti"

Esas palabras no fueron para él, pero se sentían así cuando las escuchó en el tren directo a su casa cuando tenía quince años. Lo entendía, su piel no poseía aroma, su cuerpo no sentía el mismo placer que los Omegas, no le gustaban las mujeres y nadie quería acostarse con un beta porque era molesto. Preparar el cuerpo de una persona que no estaba destinada a sentir placer por el ano es horrible, ningún alfa deseaba algo así. Izuku se dió cuenta que ellos deseaban un agujero húmedo, cálido y dispuesto a soportar la pasión abrupta del acto. 

—Hey, pedazo de imbécil, ¿no vas a saludar al número dos? ¿La cima te congeló el culo o qué mierda?—Ground Zero, como se había puesto Katsuki, lo observó altivo cuando traspasó el pórtico de la agencia. En sus ojos rojos podía ver el mismo color de los pétalos. Claro, en sus días sanos. 

—Katsuki basta, déjalo en paz—susurró Ochako al ver el semblante cansado de Izuku—. ¿Estás bien, Izuku? No luces bien. 

—Sí, estoy bien Ochako, gracias por preguntar—sonrió cuando se estaba muriendo por dentro—. Y no, lo siento Kacchan, no volverá a suceder. Lo prometo.

Después de eso se marchó, fue hasta el interior de la agencia y le presentó su plan del día a su superior. Después de una breve conversación sobre su comportamiento con Ground Zero, finalmente pudo ir hasta los vestidores. Se quitó el abrigo que estaba usando y se dirigió hasta su casillero para vestirse con el traje de héroe. Al momento de quitarse la ropa, la puerta del lugar fue prácticamente echada abajo. Katsuki estaba en el umbral, analizando su físico. Se sintió observado, se sintió cálido y a la vez muy enfermo. 

—Te ves como la mierda, ¿por qué estás tan delgado? Todos en la última reunión pensamos que estabas disfrutando la cima, nunca pensé que estabas así—el tono de preocupación de Katsuki lo enfermó, la sangre se estaba asomando por sus papilas gustativas. No quería vomitar enfrente de él, no quería darle más poder del que ya poseía en su vida. 

—No estoy enfermo—espetó limpiándose la boca con su antebrazo. 

—Luces así, casi muerto—Katsuki se cruzó de brazos. Izuku sintió su mirada más penetrante que antes, no sabía cómo interpretar todo eso. No tenía la capacidad de olfatear sus feromonas e identificar sus verdaderos sentimientos. ¿Se estaba burlando? 

—Da igual, ¿cómo está Eri y Hana?—las dos niñas de Katsuki y Ochako eran un verdadero encanto. Mellizas, una de ellas poseía el cabello blanco y los ojos rojos. La otra tenía su melena rubia y unos hermosos ojos castaños. Eran iguales a ella con un toque de él. 

Él hubiera deseado darle bebés. Ser su Omega. 

—Bien, crecen cada día más rápido que el anterior. Y cada vez se parecen más a Ochako. Es un jodido alivio, si se parecerían a mi, serían horribles—ese nombre en sus labios se oía tan doloroso, él nunca lo había nombrado por su primer nombre desde que tenían cinco años. Veinte años después, y seguían ahí. Siendo algo menos que amigos. 

—Tú no eres horrible. Tienes buenos genes—y eres hermoso. Izuku terminó de vestirse, subiendo el zip en su pecho. 

—Como sea, vamos antes que una de ellas necesite otra jodida niñera. 

Izuku siguió a Katsuki por los pasillos de la agencia, viendo el tamaño de su espalda y como de cierta manera agradeció no tener la capacidad de sentir el aroma de Ochako en su cuerpo. Los celos cada vez eran peor, la sensación de no pertenecer y el odio que crecía en su interior al sentirse igual que el primer día lo consumía. Y ahí estaba la agonía con sabor a sangre. Dándole un perspectiva cruel de la vida. Pero, trabajar con él era terapéutico. No hablaban más que lo puntual, el silencio lo ayudaba a pensar cuando no podía dejar ir sus propias dolencias. Sin embargo, la última vez que trabajaron junto fue poco después de la boda y ahora las cosas habían cambiado mucho. La enfermedad progresó más de lo común, como si un anillo frío alrededor del dedo esquivado adelantara el destino fatal. 

Se pararon en un edificio, sobre la cornisa para ver la ciudad bajo sus ojos. Al verlo tan tranquilo se preguntó si él debería tener el OFA, quizás no era el candidato más adecuado pero tenía que escoger, era la persona que poseía toda su confianza. Además el también sabía sobre el origen y todos los pequeños detalles que llegarían a ser incómodos de explicar a un desconocido. 

—Kacchan, si pudieras tener el OFA. ¿Lo aceptarías sin hacer preguntas?—la pregunta hizo que el alfa le dirigiera la mirada, serio, sin nada más que preocupación. Fue como un balde de agua fría. 

—¿Por qué haces una pregunta tan estúpida? ¿Se te quemó el cerebro al ser el número uno? Deku, responde—Izuku quería creer que estaba preocupándose por él. Solo es burla, se dijo a sí mismo.

—Por nada—sonrió, la enfermedad le estaba entregando más náuseas de las comunes. 

—Estás más pálido que antes, deberías regresar a la agencia. Búscate un jodido doctor que te ayude—Katsuki ignoró su sonrisa y observo el horizonte ante de percibir el calor. Izuku guardó silencio. 

Quizá demasiado.

Dirigió su vista hasta el pecoso, él no estaba ahí. ¿Cuando se había marchado para dejarlo hablando solo? Lo ignoró como lo había hecho desde que se enteró que era un beta hace nueve años, debía seguir ignorando ese sentimiento oculto en su corazón. Ahora estaba casado, su esposa era hermosa. Sus increíbles hijas cada día lo despertaban para ir al colegio. No podía pedir más. Pero no lo tienes a él...

Dijo una voz.

—Cállate, solo cállate maldita sea—Izuku no era el único que agonizaba en una mentira. 

(...)

Kirishima llegó hasta el departamento de Izuku, la luz no estaba encendida pero su aroma a piel estaba ahí. Tocó suavemente para alterarlo de su presencia, el departamento estaba abierto y la luz del baño sobresalía de la puerta semicerrada. Se acercó hasta ahí y vio como Izuku se había desplomado en el inodoro. 

—Dios mío—miles de pétalos estaban atascados en la losa del baño, la sangre corría de sus labios tibios y el cansancio en sus ojos lo hacía ver como un cadáver fresco. Se apresuró en tocar su frente, tenía fiebre y una leve capa de sudor frío lo cubría de pies a cabeza. 

Eijirou lo tomó en brazos, sintiendo el grave descenso en su peso. Lo desvistió y vio las cicatrices en su piel, pero también notó el contundente hueso contra la cadera. Izuku no era así, poseía músculos formidables en la UA. ¿Qué lo había orillado a estar así de desnutrido? No quiso moverlo mucho hasta un hospital, limpió el baño y llenó la bañera con agua tibia. Llevó a Izuku hasta el agua y limpió su cuerpo mientras la fiebre bajaba. Aprovechó ese momento para llamar a un doctor, no era normal ese tipo de afección. Como si una flor se hubiera alojado en su pecho, destruyéndolo desde adentro. Tan extraño... 

Izuku comenzó a toser en la bañera. Eijirou rápidamente fue hasta su lado para ayudarlo en algo. El beta estaba inconsciente pero seguía botando sangre por los labios, y de ellos mismos, palabras rotas. 

—Kacchan, por favor no me dejes. Sé que soy un beta pero...—guardó silencio por momentos hasta que los labios lo dijeron claro—. Yo te amo, haremos que funcione de alguna manera.

Lo primero que se le vino a la cabeza fue un rechazo. Y lo era, Izuku se le había confesado a Katsuki durante su estadía en la UA. A finales del primer año, era un día nublado y la azotea era golpeada por vientos fríos. Estuvieron ahí por media hora hablando de los entrenamientos hasta que el beta se congeló en sus pensamientos y susurró. 

"Te amo Kacchan". El alfa no dijo nada más que "No puedo amar a un beta, es antinatural. Yo le pertenezco a un Omega". Entonces hubo súplicas por momentos hasta que él lo entendió. Solamente eran rivales, nada más que eso. 

Los meses pasaron y toda la UA se enteró que Katsuki era destinado de Ochako. Mineta estaba afectado, Shoto se unió a la causa diciendo que él y Momo también eran destinados a pesar de ser alfas. Y así todos consiguieron parejas. Menos él, el único beta de la clase. Los últimos días en la UA fueron horribles, todos hablaban de un baile. Que en América tenían una tradición y ellos querían hacerla. Esa noche de graduación, en donde todos vistieron trajes de etiqueta, Izuku movió apenas la cabeza con la música mientras que en el pecho de Katsuki descansaba una cabellera castaña. 

Fue doloroso, incluso más cuando empezó a vomitar pétalos poco antes de eso. 

No se sentía humano, se sentía como un tacho de basura. Donde todos dejaban sus restos, sus palabras y esas peligrosas oraciones de suerte. Él no tenía suerte, los Omegas eran suertudos por poseer la capacidad de tener hijos. Los alfas también, ya que eran la cúspide de la sociedad. Tenían poder sobre todos sus compañeros y en ese grupo también estaban los Omegas. Los betas, sin embargo, no eran nada. Se emparejaban entre ellos para limitar las complicaciones biológicas entre las razas. Para limitar el abuso transparente.

Mientras Eijirou seguía ayudándolo, el doctor llegó. Para ese entonces Izuku estaba tendido en un futón y la ropa apenas cubría su piel. El hombre lo examinó meticulosamente hasta obtener un diagnóstico que el mismo Izuku sabía de hace años. 

—Se llama Hanahaki disease, es una horrible enfermedad que se produce por una angustia horrible. Es en base a problemas hormonales directamente tratados en la glándula tiroidea, son hormonas extrañas que hacen que flores crezca en su cuerpo. Es casi mágico. Llegando hasta un diagnóstico mortal. La enfermedad del muchacho está muy avanzada, unas cuantas pastillas podrían ayudarlo con el dolor pero la única forma de salvarlo es operando su cuerpo. Quitándole la planta del pecho.

Eijirou estaba atónito, en ninguno de sus años siendo héroe había oído de ello. 

—¿Cómo se ocasiona? Es decir, ¿es contagioso?

—No, no hay peligro de contagio. Se produce por desamor, él fue rechazado y el dolor le ocasionó este desequilibrio hormonal grave. 

La boca del estómago de Eijirou se apretó, un nudo en su garganta se acomodó como si fuera un viejo amigo. Suspiró y tomó entre sus dedos la mano derecha de Izuku, ¿por qué nunca había dicho algo así? ¿Por qué no luchaba y se quitaba esa planta de su interior? ¿Qué lo retenía? "Kacchan". Era claro, él lo retenía. Siempre había admirado al alfa como si fuera un ídolo, y le molestaba. Katsuki no se merecía esa veneración. 

—¿Eres su pareja?—preguntó el doctor escribiendo un receta. 

Ya desearía que fuera así...

—No, soy solo un amigo. Ni siquiera sabía de su enfermedad. 

—Bueno, se nota que él es fuerte. Háblale sobre la operación y que tome estas pastillas cada ocho horas. Aliviará mucho el dolor de su pecho, y la sangre disminuirá con los vómitos—Kirishima le agradeció al doctor, dejó a Izuku acostado de lado por si comenzaba a vomitar para que no se ahogara y fue hasta una farmacia a comprar las preciadas pastillas. Cuando llegó al departamento, Izuku ya estaba despierto, mirando la ventana con su pijama azul pálido. Había cierta alegría nostálgica en sus facciones cansadas. 

—Sabía que eras tú. 

—¿Cómo?—Kirishima tomó una botella de agua del refrigerador y sacó el frasco de pastillas. Se acercó hasta Izuku y le ofreció una de ellas. 

—Dejaste tus crocs en la entrada. 

—Oh, verdad. Lo siento por eso—Izuku sonrió débilmente, Kirishima hizo lo mismo. Casi tratando de imitar su estado de ánimo—. Bueno, tomate estas pastillas cada ocho horas. Servirán.

—¿Para qué son las pastillas?—Izuku observó el frasco extrañado. 

—Para tu enfermedad, la de las flores—las facciones de Izuku se llenaron de pánico.

—¿¡Cómo sabes?! ¿¡Quién te lo dijo?! Yo no se lo he dicho a nadie, es imposible que lo sepas—el pánico también inundó el corazón de Kirishima. Las lágrimas brotaron por los ojos verdes, finas líneas brillantes que limpiaban los restos de energía en su cuerpo.

Se aferró a los antebrazos de su amigo, casi empujándolo para liberarse de las cadenas emocionales. Sin el OFA no era tan fuerte, nada de hecho. Sus brazos seguían débiles y no había comido nada a lo largo del día. Katsuki apenas lo miró durante su jornada laboral, y eso había provocado que su estómago doliera. Dolores tan horribles que nunca pensó sentir más pesar, solo quería llegar al departamento y desechar por el inodoro todos sus sentimientos. 

—Tranquilo, no se lo diré a nadie. Simplemente me preocupe por lo de la mañana y llegué aquí, la puerta principal estaba sin llave. Te hallé inconsciente en el baño. Llamé a un doctor y él después de revisar tu estado me contó sobre la enfermedad. Lo siento si de alguna manera herí tu privacidad pero estaba preocupado, parecía como si estuvieses muerto. Me dió mucho miedo—las feromonas de Kirishima eran honestas, pero Izuku no podía asegurarlo. Una beta no siente esos sentimientos tan profundos a través del aroma. 

—Fue mi culpa, no debí hablarte en la mañana. Ahora deberías irte, no quiero darte más problemas. Mina debe estar preocupada por su alfa—los labios de Kirishima formaron una fina línea blanca. Él ya no estaba con ella, diferencias de horario hicieron que la Omega fuera más intrépida con uno de sus compañeros. Kirishima no quería hacerla sentirse culpable por tomar sentimientos extras, así que la dejo libre para amar a quién fuera. Seguían siendo amigos, pero era algo distante. Considerando que se llamaban unas dos veces a la semana. 

—No importa, ahora lo que importa es tu estado de salud. El doctor me dijo que la enfermedad estaba muy avanzada. La operación es la única manera de salvarte de la muerte—Izuku se corrió. 

Era fácil decirlo, pero había una consecuencia tan oscura como el universo. Todos los sentimientos que sentía por el chico serían nulos. La enfermedad lo dejaría, al igual que todo lo relacionado con Katsuki. No era justo, lo injusto era su cuerpo condenándolo por amarlo en silencio. 

—Kirishima, por favor déjame. Quiero estar solo—Fue una orden. El alfa no quería forzarlo. Tragó en seco y se dirigió a la puerta. Antes de salir, su corazón se estrujo en palabras. 

—Katsuki no es la única persona en el mundo, morir por alguien que nunca te amó es tan egoísta como abandonar tus sueños. No seas egoísta, tienes más personas a tu alrededor de las que crees—Izuku quería decir algo pero—. No mueras por un hombre que nunca ha hecho nada por tí. Miles harían mucho por solo obtener una fracción de tu corazón. No te des por vencido.

La puerta se cerró tras el silencio de sus palabras, lo suficientemente fuerte para provocar náuseas en el estómago de Izuku. El alfa tenía razón, debería dejarlo ir pero... ¿Cómo abandonar lo único que consideró real desde que era un niño? Ni la muerte era un precio tan alto, y estaba dispuesto a pagarlo. Lo haría dos veces sin dudarlo. 

...

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