Compañeros | Completa

By NonoHache

2.5K 202 257

Tras sobrevivir a su propia ejecución y al ataque de un dragón, Ahrin descubre un emocionante secreto sobre s... More

~ Nota de la autora ~
Capítulo 1: Carrera Blanca
Capítulo 2: Jorrvaskr
Capítulo 3: Sangre de Dragón
~ Paréntesis #1 ~
Capítulo 4: Cachorro
Capítulo 5: Túmulo del Hombre Polvoriento
Capítulo 6: La Forja Inferior
~ Paréntesis #2 ~
Capítulo 7: La Mano de Plata
Capítulo 8: La maldición de Hircine
Capítulo 9: Las brujas de Glenmoril
~ Paréntesis #3 ~
Capítulo 10: Venganza
Capítulo 11: La tumba de Ysgramor
~ Impresiones y comentarios ~

Capítulo 12: Compañeros

171 13 10
By NonoHache

Los días en Carrera Blanca son aburridos. Prácticamente los paso entrenando con Ría, Njada, Athis y Torvar. Cuando llegué, sola, tuve que explicarles lo ocurrido. Todos se sorprendieron de mi nombramiento como nuevo Heraldo por parte del fantasma de Kodlak, pero recibieron la noticia con alegría y respeto, y prometieron seguirme. Pero no hay ningún sitio al que puedan hacerlo.

Los días pasan largos y monótonos, y dan paso a los meses. En ocasiones parto en alguna misión por orden del Jarl, a acabar con algunos bandidos del Llano o con las bestias que asolan los paisajes, y de vez en cuando me llevo a alguno de mis compañeros. Algunas tardes me paso por el Templo de Kynareth y ayudo a la sacerdotisa, Danica Manantial Puro, con los enfermos. Doy limosna a los mendigos. Ayudo a Eorlund en la Forja. Juego con los niños de la ciudad. Estudio sobre los anteriores Heraldos. En una ocasión, mato a otro dragón. Trato de mantenerme ocupada, para que mi mente evite pensar en Vilkas. Pero todas las noches acabo sola, en La Yegua Abanderada, oyendo historias sobre el Sangre de Dragón, Los Compañeros y la Gran Guerra, con un vaso de aguamiel en la mano, y recordando todo lo sucedido desde que entré a Jorrvaskr por primera vez y desde que volví de la Tumba de Ysgramor.

Al principio, Torvar venía conmigo. Pero llegó el día en que conseguí alentarle lo suficiente como para que le confesara sus sentimientos a Ría. No sé si ella habrá olvidado a Vilkas o no pero, desde entonces, ellos dos pasan más tiempo juntos. Los que tampoco se suelen separar son Njada y Athis, y en muchas ocasiones me pregunto si tendrán algo.

Eorlund me forja una nueva armadura, más ligera, parecida a la que llevaba Aela. La pruebo en una de mis misiones, y es maravillosa. Tiene la espalda al aire, cruzada por unas correas de cuero que la sujetan al cuerpo. Me permite moverme mucho más ágilmente, y también es más silenciosa, por lo que puedo pasar desapercibida entre los enemigos. 

Pasan los meses. El cabello me crece, igual que cuando estuve en Alto Hrothgar. Pero esta vez no tengo ganas de cortármelo. Tampoco es que vaya a necesitarlo. Las cicatrices que me hicieron las brujas de Glenmoril hace tiempo que no me duelen. Lucen blancas y limpias en el lado izquierdo de mi mandíbula.

Gracias al dinero que he conseguido cumpliendo los encargos del Jarl, me he comprado una pequeña casa, el Hogar de la Brisa, junto a La Doncella Guerrera. Es pequeña, de dos pisos, pero suficiente para mí. En Jorrvaskr, Eorlund y Telma insistían en que, como nuevo Heraldo, me instalara en las dependencias de Kodlak. Al principio me negué, pero Ría y los demás se pusieron de su lado, por lo que acabé aceptando. Sin embargo, era extraño estar ahí. Me invadía una sensación de ausencia. No solo por dormir en la cama de mi maestro muerto, si no por ver la habitación vacía de Vilkas cada vez que salía por la puerta. Al cabo de unos días, me di cuenta de que no podía conciliar el sueño, por lo que decidí comprar mi propia casa.

Un día, el Jarl Balgruuf me llama a Cuenca del Dragón. Imagino que me encargará otra misión, pero el motivo de su llamada es muy distinto. Quiere hacerme thane, un miembro oficial de su corte. Eso me da privilegios ante los guardias, y me hace conocida en toda la comarca. Como si no lo fuera ya. El título en sí me da un poco igual, pero todos en Cuenca del Dragón se ven entusiasmados, así que acepto.

Farengar Fuego Secreto, el hechicero del Jarl, empieza a enseñarme un poco de magia. Me dice que tengo talento, y que podría inscribirme en el colegio de magos de Hibernalia si quisiera perfeccionarla. Lo sopeso. Sería abandonar Carrera Blanca y Jorrvaskr, y pasar una buena temporada lejos. Eso me mantendría ocupada, está claro. Pero podría ser que Vilkas volviera en ese tiempo, conmigo fuera. Y, si se diera el caso, las cosas podrían ser diferentes. Sin embargo, han pasado casi siete meses desde que liberamos a Kodlak de su maldición. Siete meses desde que vi a Vilkas por última vez. Y puede que, tal vez, cuando vuelva, sus sentimientos hayan cambiado. Si vuelve.

Jugueteo con el último trago de aguamiel de mi vaso, dándole vueltas a la proposición de Farengar, sentada a la barra de La Yegua Abanderada. Hulda, la posadera, se acerca a mí secando un pichel con un trapo.

- ¿Quieres otro trago, Ahrin?

Niego.

- Aún no.

- Avísame si necesitas algo.

Asiento. Han pasado muchos días, muchos meses. Me pregunto si, durante su tiempo de meditación, Vilkas se habrá olvidado de mí y de los sentimientos que sentía hacia mí. Ha sido mucho tiempo, sin ningún mensaje, sin ninguna carta, sola con la incertidumbre y el recuerdo. Sola, con mi amor hacia él en medio del vacío.

Escucho cómo se abren de golpe las puertas de la posada. Unas pisadas apresuradas se acercan mí y noto una respiración acalorada.

- ¡Ahrin!

Me giro, aunque he reconocido perfectamente la voz de Njada.

- Son ellos. Han vuelto.

Mi corazón da un brinco. Dejo el vaso encima de la barra, me bajo del taburete y echo a correr hacia Jorrvaskr.

Atravieso las puertas del Salón del Aguamiel con el corazón en un puño y la respiración agitada. Los recién llegados están rodeados de gente, por lo que casi no puedo verlos, a pesar de su altura. Apenas distingo la rojiza cabellera de Aela entre los brazos de Telma. Incluso Eorlund ha abandonado la Forja de Cielo y se ha unido a la bienvenida. Estoy tan contenta, pero al mismo tiempo tan nerviosa, que ni siquiera me molesto en pedir permiso para hablar con ellos.

Pero tampoco necesito hacerlo, porque Njada habla por mí.

- Abrid paso al Heraldo.

La miro, al igual que hacen todos, y me pongo colorada. Casi hubiera preferido pasar desapercibida. Eorlund, Telma, Ría, Athis y Torvar se apartan, y entonces veo a los recién llegados. Lucen sucios y cansados. Aela es la primera en avanzar hacia mí.

- Me alegro de volver a verte, Heraldo – me saluda.

Después de tanto tiempo y de todo lo ocurrido entre nosotras, y aunque acordamos que no habría rencores, siento como si Aela fuera una desconocida para mí. Intentaré que eso cambie.

- Bienvenida, Aela. Espero que tu comunión en la tumba de Ysgramor te haya dado fuerzas para volver a la caza.

- Nunca me faltan las fuerzas – responde ella.

Sonrío y ella me sonríe de vuelta. Se aparta y veo un rostro de ojos grises avanzar hacia mí. Se me atasca un latido, pero entonces compruebo que es Farkas. Da dos grandes pasos hacia mí y, antes de que pueda hacer nada, me rodea con sus poderosos brazos y me alza casi medio metro en el aire.

- ¡Que ganas tenía de verte, Hermana de Escudo! - exclama.

- ¡Farkas! - lo riñe Njada. - Es el Heraldo. Bájala ahora mismo.

Me río y miro a Njada.

- No, no...

Pero es tarde. Farkas me baja y mira a Njada.

- Ahrin me dijo que podía abrazarla siempre que quisiera.

Njada me mira y yo asiento, sonriente. Ella se encoge de hombros y miro a Farkas.

- Debería llamarte Heraldo, – dice él - pero me he acostumbrado a que seas mi Hermana de Escudo.

- Está bien – le digo, feliz de verlo. Su abrazo me ha calmado un poco los nervios.

Pero la calma no me dura mucho, pues Farkas se hace a un lado para dejar sitio a su hermano. Cuando veo a Vilkas frente a mí..., es entonces cuando mi corazón se para por un segundo. Tantos días, tantos meses pensando en este momento, tantas noches esperándolo... y ahora que lo tengo delante no sé cómo actuar, no sé qué decir. Noto cómo me tiemblan las rodillas. Espero que no lo note. Su rostro sigue tan bello como lo recordaba. Tiene algo más de barba, pero sus ojos grises como las nubes de nieve me encandilan como el primer día. Vilkas avanza hasta mí y, cuando estamos frente a frente, solo hay silencio. Quiero hablar, pero tengo miedo de que me tiemble la voz si lo hago primero.

- Hola – dice él, finalmente.

- Hola – respondo.

De nuevo, silencio. Miro detrás de Vilkas, donde Ría me contempla con mirada estupefacta, y señala a Vilkas de forma poco sutil. Está claro que esta situación estúpida la desespera. Sacude los brazos, animándome a que siga hablando.

- ¿Qué tal el viaje? - pregunto.

Ría se lleva una mano a la cara. No necesito ver ese gesto para sentirme estúpida.

- Cansado – responde Vilkas. - Nos gustaría descansar.

- Claro, por supuesto – afirmo rápidamente, y me giro hacia el resto de compañeros. - Telma, prepara los baños. Athis, ve al Cazador Ebrio y compra la mejor carne. Torvar, tú ve a la Yegua Abanderada y que te den el mejor aguamiel que tengan. Esta noche haremos una fiesta en honor a los grandes guerreros de Jorrvaskr que han vuelto a casa.

Vilkas asiente. Me lanza una mirada que no logro descifrar y se da la vuelta hacia las habitaciones. Aela y Farkas le siguen. Telma, Athis y Torvar se dirigen a cumplir las tareas que les he encargado y, cuando Eorlund se marcha y me quedo a solas con Njada y Ría, las chicas se vuelven hacia mí.

- Eres muy tonta, Ahrin – me dice Ría.

- No le hables así al Heraldo – la riñe Njada, y luego se vuelve hacia mí. - Pero sí, eres muy tonta.

Agacho el cuello.

- Llevas ocho meses sumida en la depresión – habla Ría - y ahora que por fin vuelves a verlo, ¿lo único que se te ocurre decirle es "qué tal el viaje"?

- No me machaques – le pido.

- Te machaco, – responde ella – porque no he renunciado a Vilkas para que ahora tú te hagas la vergonzosa.

- No es tan fácil, Ría. Han pasado muchas cosas – murmuro.

- Pero le sigues amando. Eso no ha cambiado.

- La pregunta es si él me sigue amando a mí.

- ¡Por Dios, Ahrin! - exclama Ría. - Eres lo primero por lo que ha preguntado nada más llegar. ¿No has visto cómo te miraba cuando Farkas te ha abrazado? Estaba deseando hacer lo mismo. Y antes de irse... quería que le detuvieras. Quería quedarse.

Escucho sus palabras, bebo de ellas, y noto cómo los rayos de sol inundan mi corazón después de ocho meses de penumbra.

- Más te vale hablar con él esta noche – me dice Ría – si no quieres que lo haga yo por ti.

- No amenaces al Heraldo – Njada riñe a Ría, y se vuelve hacia mí. - Pero estoy de acuerdo con ella, debes hablar con Vilkas.

Esbozo una triste sonrisa y asiento, cansada.

- Está bien – acepto, y luego adopto mi actitud de Heraldo. – Pero ahora vosotras me vais a ayudar a prepararlo todo para la fiesta de esta noche. Andando.

- ¿No prefieres espiar a Vilkas en la bañera? - pregunta Ría con picardía.

Mi mente se esfuma un segundo, y por un instante me imagino a Vilkas en las termas, rodeado por los vahos, con las puntas de su cabello goteando y mirándome con sus ojos de lobo. Noto el rubor que emana de mis mejillas.

- Si quieres hacerlo, nosotras podemos encargarnos de la fiesta – me dice Njada, como si la proposición de Ría fuera lo más normal del mundo.

Sacudo la cabeza.

- ¡Andando! - repito, intentando mantener mi rubor a raya y borrando la fantasía de mi mente.

Njada y Ría se miran, se encogen de hombros y me siguen.

***

La fiesta es un éxito. Todos se lo pasan de maravilla, están felices de estar juntos otra vez y estoy segura de que Kodlak nos contempla sonriendo desde Sovngarde. La única que no se lo está pasando bien soy yo. Voy de un lado a otro, asegurándome de que todo el mundo está bien, que nadie necesita nada. Cenamos, escuchamos los relatos de las grandes hazañas de los Compañeros de labios de uno de los bardos de La Yegua Abanderada, bebemos cerveza y aguamiel, cantamos, hablamos y reímos. Pero es todo una fachada. Por dentro, no veo la hora de poder tener un momento a solas con Vilkas.

Es pasada la medianoche cuando doy por terminadas mis labores como anfitriona y como Heraldo y me decido por fin, empujada por las insistentes miradas de Ría, a hablar con Vilkas. Lo busco con la mirada por el Salón, pero no lo encuentro. Bajo a las habitaciones, pero la suya está vacía, y tampoco está en la de Kodlak. Frunzo el ceño, confundida y preocupada, y vuelvo arriba. Me dirijo hacia Farkas, que está hablando con Athis. Cuando llego a su lado, mi Hermano de Escudo sonríe.

- Es una fiesta excelente, Ahrin. Estoy muy contento.

Le sonrío de vuelta, pero lanzo una mirada a Athis. El elfo oscuro la entiende y se aparta un poco.

- Farkas, ¿sabes dónde está tu hermano? - le pregunto en voz baja.

La actitud de Farkas cambia un poco. Su rostro se torna nostálgico.

- No lo sé. Dijo que quería estar solo.

- ¿Está bien? - le pregunto, preocupada.

- Deberías preguntárselo tú. La última vez que lo vi estaba saliendo en dirección al patio.

- Gracias.

Le doy un beso en la mejilla y me apresuro a salir al patio de entrenamiento. Pero no hay nadie. Subo a la Forja de Cielo, solo para encontrármela vacía también. La pira de Kodlak hace tiempo que se convirtió en cenizas, y esas cenizas alimentan los fuegos de Los Compañeros. Me tomo un momento para pensar dónde puede estar Vilkas y entonces, como una iluminación, lo veo claro. Bajo corriendo las escaleras de la Forja de Cielo hacia la Forja Inferior. Empujo con fuerza la puerta de piedra y entro. Y ahí está Vilkas.

Al oírme entrar, se gira.

- Has tardado – me dice.

- Hubiera sido más rápido si hubieras dicho adónde ibas – le replico, avanzando hacia él.

Sin embargo, cuando me paro enfrente suyo y nos miramos a los ojos, el clima de broma se acaba. De nuevo, no sé qué decir, ni qué hacer, y parece que él está en la misma situación que yo. Pero no puedo volver a meter la pata como antes. Hay cosas que tienen que quedar claras.

- ¿Encontraste tu perdón? - le pregunto con suavidad.

Lentamente, él asiente, y una parte de mí se relaja.

- No fue fácil. Los recuerdos de mi locura me atormentaban todos los días - me cuenta. - Tiempo después de que te marcharas, conseguí hallar el valor para entrar en la cámara funeraria. Vi el fuego fatuo, y los fantasmas de los Heraldos. Y también vi a Kodlak.

Se me ilumina la mirada.

- ¿Viste a Kodlak? - repito, sonriendo.

Mi sonrisa y mi alegría parecen contagiarle, pues él también esboza una pequeña sonrisa.

- Sí. Fue maravilloso. Poder hablar con él como cuando estaba vivo, poder contarle mis inquietudes y mis pesares, escuchar su voz, recibir sus consejos... Fue un regalo que no creía merecer.

Bajo las cejas, en una expresión triste. Vilkas se castiga demasiado.

- Le conté sobre nuestro viaje a Sombra Errática, - sigue contando Vilkas - cómo prácticamente te arrastré conmigo en mi locura, que la venganza me nubló el juicio... Que todo en lo que creía, todo lo que te había echado en cara, se esfumó. Todo el daño que hice, que te hice, que me hice a mí mismo... Todo se lo confesé.

Le contemplo, a la espera, con el rostro salpicado por la emoción.

- Pero Kodlak me perdonó – termina Vilkas. - Él y todos los Heraldos. Incluído el último.

Me mira. Noto cómo me empiezan a temblar las piernas.

- Ahora ya estás en paz – le digo.

- Aún no – responde él.

Le miro. ¿Qué más necesita?

- Cuando te fuiste, – habla Vilkas, y noto como su tono de voz cambia, como si tuviera miedo de pronunciar las palabras – dijiste que me esperarías. Sé que...- Se detiene un instante. Nunca le había visto tan... ¿nervioso? ¿Agobiado? Toma aire y sigue hablando. - Sé que ha pasado mucho tiempo, y entendería si tus sentimientos hubieran cambiado.

El corazón se me acelera.

- ¿Recuerdas lo que te dije en la Tumba de Ysgramor? - me pregunta.

Claro que lo recuerdo. Todas y cada una de sus palabras, de sus miradas, de sus gestos. Dijo que estaba enamorado de mí. Que me amaba.

- Sí.

- Nada ha cambiado. - Me da un vuelco el corazón. - Te amo, Ahrin. Te he amado todos los días de mi penitencia, todos los días de mi regreso, te he amado hoy y te amaré hasta el día en el que me siente con Kodlak en Sovngarde.

Me quedo parada en el sitio, sin poder asimilarlo. Sus palabras me llenan el corazón, lo llenan de luz, calor y amor, y borran de mi mente todas las preocupaciones y todos los pensamientos negativos de estos últimos meses. Después de todo este tiempo, después de todo lo que ha pasado, Vilkas me sigue amando.

- Tú... - empieza Vilkas, entre avergonzado y temeroso, pero con ese temple característico suyo. - ¿Tú todavía me amas?

Sin decir nada, sin dejar de mirarlo, avanzo hacia él, me alzo sobre las puntas de mis pies, rodeo su cuello con mis brazos y le beso en los labios. Esta vez no es un beso suave y casto como el de la Tumba de Ysgramor. No. En este beso le entrego todo mi ser, mis sentimientos, mi amor. Casi al instante siento sus brazos rodear mi espalda y apretarme junto a él, en un abrazo, y Vilkas corresponde a mi beso.

Separo mis labios de los suyos, apenas unos centímetros, para que no me suelte, lo justo para poder ver su rostro de cerca. Acaricio su mejilla con mis dedos, mirándole totalmente enamorada.

- Te amo - le susurro.

Y vuelvo a besarle.

Y nos dejamos llevar. La Forja Inferior se convierte en cómplice de nuestro amor. Nuestra ropa pronto queda esparcida por el suelo de piedra, la luz mágica ilumina nuestros cuerpos desnudos. Nuestras respiraciones se convierten en una, al igual que nuestra piel. Entrego mi cuerpo, mi alma y mi amor a Vilkas, y la noche se vuelve corta.

No sé qué hora es. Solo sé que estoy tumbada junto a Vilkas, desnuda igual que él, que no tengo frío y que no puedo dejar de mirarle. Se nos escapan las sonrisas, las caricias, los besos. La felicidad que nos inunda es eterna.

- Ahrin – me llama Vilkas.

Me tiene abrazada por los hombros, que me acaricia.

- ¿Mm? - digo únicamente, mientras le acaricio el torso.

- Casémonos.

Me incorporo un poco y le miro, esperando ver algún atisbo de broma en sus ojos. Pero no veo ninguno. Veo decisión y amor infinito.

- ¿Estás seguro? - le pregunto.

- Más que nunca. Te amo y, si tu me dejas, quisiera pasar el resto de mis días contigo, hasta que los Divinos nos lleven.

Únicamente puedo mirarle. Siento como si el corazón me fuera a estallar de felicidad. No tengo palabras para expresar la dicha que me inunda. Solo puedo besarle.

- Sí – respondo, entre besos y risas. - Sí, sí, sí.

Él también ríe, me rodea con los brazos, me abraza y vuelve a besarme.

La noticia de nuestro compromiso corre como la pólvora por Carrera Blanca. No tardan ni tres días en llegarme cartas. El Jarl Balgruuf y Farengar Fuego Secreto me felicitan por mi compromiso, igual que Danica Manantial Puro y Hulda, la posadera. Incluso recibo una carta de Hadvar desde Soledad, en la que me felicita por todos mis logros. Me dice que se enteró de que yo era el Sangre de Dragón, y de mi nombramiento como Heraldo, y al mismo tiempo me confiesa que tuvo sentimientos hacia mí, pero se los guardó para él. Me siento algo confundida. Hadvar, el soldado que me rescató de la muerte en Helgen, tenía sentimientos por mí. Supongo que, de haberme quedado en Cauce Boscoso con él, yo también hubiera terminado teniéndolos. Pero ahora ya es tarde. Le escribo de vuelta, agradeciendo sus palabras y prometiéndole que pronto nos veríamos. Le deseo toda la felicidad del mundo.

Eorlund me forja una corona para la boda. Es de oro, con grandes ópalos y zafiros de un azul intenso. Es preciosa, y va a juego con el amuleto de Mara que me regala su mujer. Telma se encarga de buscarme un vestido de boda bonito, pero no quiero nada excesivo. Ya tengo bastante con la corona y el collar. Finalmente, me pongo un vestido blanco y turquesa, y vuelvo a cortarme el pelo. Vilkas va con su armadura de lobo de Los Compañeros.

La boda es íntima. Tiene lugar en el Templo de Mara, Diosa del Amor. Acuden todos los miembros de Los Compañeros, a excepción de Eorlund y Telma, quienes no podían dejar sus obligaciones. No tengo necesidad de que venga nadie más. Cuando me veo a mí misma caminando por el pasillo, no me lo creo. Durante un instante, echo la mirada atrás y recapitulo todo lo vivido con Vilkas hasta el momento. Cuando al principio no quería que me uniera a Los Compañeros, cuando me sacó al patio para probar mi destreza, sus consejos cuando partí a Alto Hrothgar y la promesa de que me entrenaría, mis celos hacia Ría, su preocupación cuando partí al Túmulo del Hombre Polvoriento con Farkas, sus palabras cuando me uní a los Compañeros, sus miradas en la fiesta, su enojo cuando murió Skjor, su decepción cuando supo que me había convertido en licántropo, su ira cuando murió Kodlak, su silencio en el viaje a Sombra Errática, el abismo que se abrió entre nosotros, la sangre manchando su rostro cuando nos enfrentamos con la Mano de Plata, su posterior arrepentimiento, su confesión en la Tumba de Ysgramor y nuestro amor compartido en la Forja Inferior. Es increíble cómo hemos llegado hasta aquí. Y estoy feliz de haberlo hecho. Feliz de estar aquí y ahora con él.

Llego a su lado y da comienzo la ceremonia. Maramal, el sacerdote, se coloca entre nosotros al otro lado del altar, alza las manos y comienza a hablar.

- Fue Mara la primera que alumbró toda la creación y prometió cuidarnos como a sus hijos. Por su amor hemos aprendido a amarnos los unos a los otros. Es por su amor que aprendimos que una vida solitaria no es vida, en absoluto.

Miro de reojo a Vilkas, y me lo encuentro mirándome. Contengo una risa apretando los labios y vuelvo a mirar a Maramal, aunque de reojo veo a Vilkas haciendo prácticamente lo mismo. Felicidad contagiosa. Me encanta.

- Nos reunimos hoy aquí, – continúa Maramal – bajo la mirada amorosa de Mara, como testigo de la unión de dos almas en eterna compañía. - Vilkas me toma la mano, y yo se la estrecho con fuerza. - Que sigan su viaje juntos en esta vida y en la siguiente, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y el dolor. ¿Aceptáis vosotros, Vilkas y Ahrin, quedar unidos en el amor ahora y por siempre?

- Acepto, - responde Vilkas – ahora y por siempre.

- Acepto, - respondo yo también, mirándole – ahora y por siempre.

Nuestras miradas se encuentran, y nos sonreímos tiernamente.

- Por la autoridad de Mara, Divina del Amor, declaro casada a esta pareja – anuncia Maramal. - Os ofrezco a los dos estas alianzas, – al tiempo que habla, nos da a cada uno una alianza, a mí la de Vilkas y a él la mía, y nos las colocamos el uno al otro en el dedo índice – benditas por la divina gracia de Mara. Que ellas os protejan en vuestra nueva vida juntos. - Nos miramos. - Como marido y mujer, podéis besaros.

Sonrío. Vilkas se acerca y me besa, y todos nuestros amigos aplauden, contentos. Cuando nos separamos, ya se han puesto de pie. Ría corre hacia mí y me abraza, al mismo tiempo que Farkas abraza a su hermano gemelo.

- Me alegro mucho por ti, hermano – oigo que le dice.

- ¡Por fin! - exclama Ría a mi lado. - Creía que nunca llegaría este día. Ha sido una boda preciosa.

- Espero que pronto pueda acudir a la tuya con Torvar – le digo.

- Espera sentada – responde ella. - Primero tiene que aprender que no pienso compartirlo con una jarra de cerveza.

Me río, y nos abrazamos. Entonces viene Farkas, y Ría va a felicitar a Vilkas. Farkas me da un gran abrazo.

- Estoy feliz. Ahora ya no solo eres mi Hermana de Escudo, ahora eres mi hermana de sangre. De ahora en adelante, te llamaré solo hermana, si te parece bien.

Sonrío.

- Me parece perfecto, hermano.

Y vuelvo a abrazar a mi ahora cuñado.

***

Después de la boda, nos dedicamos a viajar. Recorremos todo Skyrim, viajamos a las ciudades lejanas, como Soledad, Markath, Riften y Ventalia. Incluso cruzamos el mar hasta la lejana isla de Solstheim. Conocemos gente, costumbres, criaturas y plantas desconocidas. Nos enfrentamos a diferentes bestias y enemigos. Hacemos nuevas amistades. Al cabo de tres años, regresamos a Carrera Blanca. Allí, doy a luz a una niña, Sofie, y un año más tarde, a su hermana, Lucie. El Hogar de la Brisa es demasiado pequeño para los cuatro, por lo que decidimos mudarnos a Soledad. Allí vuelvo a encontrarme con Hadvar, que ha sido ascendido a Capitán. Me alegro mucho de volver a verlo. Compramos una casa, la Mansión de la Espira Orgullosa, cerca del Castillo Sombrío, junto al templo de los Divinos. Sofie y Lucie crecen sanas, hermosas y fuertes, y pronto me doy cuenta de que mi vida ha cambiado.

Empecé siendo una rea de muerte para convertirme en el Sangre de Dragón, me uní a los Compañeros con la esperanza de convertirme en una gran guerrera y acabé siendo su Heraldo, conviertiéndome en un licántropo en el proceso. Conocí al amor de mi vida, me casé con él, viajamos por todo el mundo, vivimos todas las experiencias, y ahora soy madre.

- ¿En qué piensas? - me pregunta Vilkas, tumbado a mi lado en la cama, mientras me acaricia suavemente el hombro.

- En todo lo que he vivido desde que escapé de Helgen – le respondo, con la mirada perdida. - Nunca creí que alguien como yo podría vivir tantas aventuras, ni tener una vida tan plena.

- ¿Te arrepientes de algo?

Me giro hacia él.

- Solo de haber tomado el Pacto de Sangre.

Vilkas guarda silencio un instante.

- ¿Aún tienes las cabezas de las brujas de Glenmoril? - pregunta.

- Sí.

- Y sigues siendo el Heraldo.

Arrugo la frente.

- ¿Adónde quieres ir a parar? - pregunto.

- Curaste a Kodlak, aún después de la muerte – responde mi marido. - Quizás... podríamos curarnos nosotros también.

Le miro.

- ¿Es posible? - pregunto.

Vilkas sonríe.

- Contigo, cualquier cosa es posible, cachorro.

Sonrío de vuelta. Y le beso.

Y dos meses más tarde, me encuentro luchando de vueltacontra Hircine en la Tumba de Ysgramor junto a Vilkas, luchando por nuestralibertad, frente al fuego fatuo donde arden dos de las cabezas de las brujas deGlenmoril, con el fantasma de Kodlak y del resto de Heraldos mirándonos. Y loderrotamos. Juntos. Como marido y mujer. Como Compañeros. Como compañeros en lavida.

Continue Reading

You'll Also Like

12.3K 1.1K 22
relatos de todo tipo sobre Bospa
20.1K 1.3K 63
He visto muchas historias de este tipo pero ninguna me convenció entonces decidí hacer mi propia versión de games system en Naruto esta tratará de Na...
Serva By (Ocean's) Blue

Historical Fiction

383K 30K 47
Me creen débil, pero soy fuerte. Soy apenas una niña, pero a la vez, toda una mujer. Soy sierva, pero nací libre. (Novela ambientada en la Antigua Ro...
2.2K 55 10
Nadie sabe lo que es. ¿Es un demonio?, ¿Es un ser diabólico que quiere tomar control de la tierra?, ¿O a caso es el Anticristo?