Compañeros | Completa

By NonoHache

2.5K 202 257

Tras sobrevivir a su propia ejecución y al ataque de un dragón, Ahrin descubre un emocionante secreto sobre s... More

~ Nota de la autora ~
Capítulo 1: Carrera Blanca
Capítulo 2: Jorrvaskr
Capítulo 3: Sangre de Dragón
~ Paréntesis #1 ~
Capítulo 4: Cachorro
Capítulo 6: La Forja Inferior
~ Paréntesis #2 ~
Capítulo 7: La Mano de Plata
Capítulo 8: La maldición de Hircine
Capítulo 9: Las brujas de Glenmoril
~ Paréntesis #3 ~
Capítulo 10: Venganza
Capítulo 11: La tumba de Ysgramor
Capítulo 12: Compañeros
~ Impresiones y comentarios ~

Capítulo 5: Túmulo del Hombre Polvoriento

121 13 2
By NonoHache


Cuando le conocí, Farkas me dijo que no era buen conversador, y ahora veo por qué. El camino transcurre en silencio, a excepción de unas pocas explicaciones por parte de mi hermano de escudo. Me dice que nos dirigimos a un lugar llamado "Túmulo del Hombro Polvoriento". Como su propio nombre indica, se trata de una antigua tumba nórdica, y me advierte que probablemente esté llena de esqueletos y draugrs. He luchado contra esqueletos antes, en mi viaje a Alto Hrothgar, pero nunca he visto a un draugr, aunque he oído hablar de ellos: muertos vivientes, cadáveres andantes. Peligrosos y letales. Agradezco a los Ocho que Farkas esté conmigo. En ocasiones, cuando le miro de soslayo, tengo la sensación de ver a Vilkas, solo que con el pelo más largo y otra armadura. Pero sé que no es él. Lo sé, porque la sensación que tengo cuando le miro no es la misma.

El túmulo no está muy lejos de Carrera Blanca, apenas a medio día de camino. Únicamente nos paramos a comer un poco, pero ni siquiera encendemos un fuego. Aprovecho el momento para intentar entablar una conversación con Farkas.

- Farkas...

- ¿Mm? - Él sigue comiendo.

- ¿Por qué te uniste a los Compañeros?

Farkas sigue comiendo. Por un instante, temo que no me vaya a contestar, y estoy a punto de volver a centrarme en mi comida cuando su respuesta me detiene.

- Vilkas y yo hemos vivido en el Llano desde pequeños. Nuestro padre, Jergen, nos crió como guerreros. Partió a luchar en la Gran Guerra. Nunca volvió. Kodlak nos acogió. Entramos en el Círculo siendo muy jóvenes. Los Compañeros son mi familia. Me preguntas por qué me uní. Para luchar, y que otros no tengan que hacerlo por mí.

Miro a Farkas. Alguna vez he oído decir por Jorrvaskr que Farkas no es muy inteligente, pero sus palabras sí me lo parecen. Es alguien honorable, sincero y bueno. Me gusta y me siento cómoda con él. Más cómoda que con Ría. Siento una presión en el pecho al acordarme de ella.

Farkas se pone de pie.

- Debemos continuar.

Me apresuro a terminarme mi bocadillo, me sacudo las migas y yo también me pongo en marcha.

Cuando llegamos al túmulo, apenas hay luz. El sol ya se ha puesto, y el cielo tiene la tonalidad ambarina previa a la noche. La tumba es subterránea. Una cavidad redonda excavada en la tierra y una pequeña escalera de caracol llevan a una puerta de hierro.

- Entremos – dice Farkas, bajando por la escalera.

Sin decir nada, le sigo, y ambos atravesamos las puertas.

Nada más entrar, me doy cuenta de que algo no va bien. Farkas se pone en tensión, y se lleva la mano a la empuñadura de su mandoble, aunque no lo desenvaina.

- ¿Qué ocurre? - pregunto.

- Alguien se nos ha adelantado.

Miro la estancia. Es amplia, con paredes de piedra y una mesa de madera en el centro con varios platos de madera. Un par de urnas de oro a los lados de un arco que da a un oscuro pasillo iluminado por antorchas. Nada da a entender que haya gente dentro, pero supongo que el instinto de batalla de alguien como Farkas es bastante más agudo que el mío.

- Mantente alerta – me aconseja.

Asiento y ambos avanzamos por el túmulo. Sorprendentemente, no nos sale al paso ningún esqueleto ni ningún draugr. Todas las lápidas están cerradas, y en las que están abiertas descansan los esqueletos inertes de quienes las ocupaban. Los miro con desconfianza, temerosa de que vayan a levantarse. Seguimos caminando por un par de estancias más, pero solo encontramos herramientas de embalsamar, libros viejos y estropeados y alguna que otra urna vacía.

Finalmente, llegamos a una estancia un poco más amplia. Al fondo, hay una verja de hierro oxidado que cierra el único acceso posible.

- Mira a ver si encuentras alguna palanca o alguna cadena que abra la puerta – dice Farkas. - Ve por ese lado, yo iré por este.

Asiento y empiezo a inspeccionar la pared oeste, pero no veo nada. La estancia se abre a lo que parece otra pequeña sala, en la que hay un tablero de alquimia abandonado. Sigo inspeccionando la pared hasta que doy con la palanca. Sin pensarlo, la acciono. Escucho el ruido de la verja metálica, pero suena mucho más cerca de lo que realmente está. Me doy la vuelta y contemplo, para mi sorpresa, que una nueva verja metálica ha bajado y me ha encerrado en esa pequeña sala. Vuelvo a accionar la palanca, pero la verja no se abre. Estoy atrapada.

Farkas aparece al otro lado.

- Mira en el lío que te has metido.

- Yo... - empiezo, avergonzada. 

No puedo creer que haya caído en una trampa tan tonta.

- Tranquila, buscaré la forma de sacarte de ahí.

Entonces, de repente y sin previo aviso, unas figuras aparecen en la estancia y rodean a Farkas. Llevan armaduras, escudos y espadas.

- ¡Farkas! - lo aviso.

Él se da la vuelta, raudo.

- Sabíamos que vendríais – dice una voz masculina.

Farkas desenvaina su mandoble y retrocede hacia la verja, rodeado.

- No hay duda, es uno de ellos – dice otra voz.

- Ha llegado tu hora – amenaza un tercero.

Corro de nuevo hacia la palanca para abrir la verja, pero sigue sin funcionar. Cojo mi arco, pero el hueco entre las rejas es muy pequeño. Podría darle a Farkas, dado que está prácticamente pegado a ella. Da igual lo buen guerrero que sea, los otros le superan en número. ¿Qué son? ¿Bandidos? ¿Ladrones? ¿Asesinos?

- Cuando te matemos, escribiremos una gran historia – se burla una cuarta voz, esta vez de mujer.

Me siento impotente. Quiero ayudar a Farkas, pero me es imposible. Va a morir. Va a morir por mi culpa. Y yo moriré después. Pero entonces, escucho una suave risa proveniente de Farkas:

- Ninguno de vosotros vivirá para contarla.

Entonces, sin motivo aparente, Farkas suelta su mandoble. Estira los brazos a ambos lados, y luego se dobla sobre sí mismo y escucho un gruñido. De repente, de su espalda empieza a brotar pelo negro. Al tiempo que esta se desencorva, su cuerpo se agranda, sus brazos se hacen más fuertes y también se recubren de pelo, y sus manos se convierten en unas poderosas y afiladas garras. Contemplo, estupefacta, cómo Farkas se transforma en un hombre lobo delante de mis narices. La bestia se alza y ruge, furiosa. Está tan cerca de mí, que retrocedo asustada, y caigo sobre mis cuartos traseros.

- ¡Matadlo! - grita uno de los guerreros.

Todos se lanzan a grito de guerra contra Farkas, pero él se deshace de ellos fácilmente a zarpazos. Los gritos de dolor y de muerte de los guerreros es lo único que oigo, pues todo ocurre tan rápido que casi no puedo fijarme. Para cuando quiero darme cuenta, no queda nadie con vida. El hombre lobo se gira hacia mí, y veo, con horror, su rostro lobuno. Un hocico alargado, con unos largos y afilados dientes manchados de sangre, y unos ojos amarillos como el sol que dan auténtico miedo. Pero, pese a todo, no tengo miedo. Esa bestia es Farkas. El bueno de Farkas.

Entonces, la bestia echa a correr, y sale de mi campo de visión. El corazón se me acelera. Estoy a punto de gritar que espere cuando, de repente, la puerta de rejas se abre. Me quedo quieta un instante, debatiéndome entre salir o no, cuando reaparece Farkas. Gracias a Dios, vuelve a tener su forma humana. Al llegar frente a mí, parece algo avergonzado.

- Espero no haberte asustado.

Todavía sigo sin creérmelo.

- ¿Qué ha sido eso? - pregunto, con un hilo de voz.

- Es algo que se nos concede a algunos. Podemos ser como bestias salvajes. Temibles. Letales. Puede ser una bendición, o una maldición.

- ¡Eres un hombre lobo! - exclamo.

- Sí. No te asustes.

Sacudo la cabeza.

- ¿Tu hermano lo sabe?

- Sí. Él también lo es.

Siento cómo si el corazón se me subiera a la garganta. Las piernas me fallan y necesito sentarme. Todo ha sucedido demasiado rápido. Ahora resulta que Farkas es un hombre lobo. Y no solo eso, Vilkas también.

- ¿Kodlak lo sabe? - pregunto.

- Es un don que posee todo el Círculo: Kodlak, Skjor, Aela, Vilkas y yo.

Incluso sentada, siento cómo sigo temblando.

- Los demás no saben que lo sabes - continúa Farkas. Confío en que guardes el secreto.

Trago saliva y respiro por la nariz, tratando de tranquilizarme y digerir toda esta nueva información.

- Debemos continuar.

- Farkas, yo... - empiezo.

Él me mira.

- Dame un minuto, por favor. Tengo que... recuperarme.

- Oh. Claro. Perdona.

Farkas se va aparte, junto a la verja principal, ya abierta, y me deja sola. Trato que todo lo que acaba de pasar y de lo que acabo de enterarme me entre en la cabeza. El Círculo... son licántropos. Con razón son unos guerreros tan poderosos. Me pregunto si alguno de ellos pensaba contármelo..., si Vilkas pensaba contármelo. También me pregunto qué pensarían Njada, Ría, Athis y Torvar si se enteraran de la verdad. Trato de calmarme, acompaso mi respiración lentamente. Al cabo de un par de minutos, me levanto y voy junto a Farkas.

- Nunca te haríamos daño, Hermana de Escudo – me asegura Farkas.

Por su semblante, sé que está preocupado por mí. Trato de tranquilizarlo con una mirada.

- Está bien. Terminemos este trabajo.

Farkas asiente y desenvaina su mandoble.

- Ten cuidado. Esos tipos que has visto antes eran La Mano de Plata. Odian a los hombres lobo. No dudarán en matarnos.

Asiento y desenvaino el mío. A una señal suya, avanzamos por el pasillo. Nos salen al encuentro varios miembros más de La Mano de Plata, aunque logramos acabar con ellos. Sé que he podido con ellos gracias al entrenamiento de Vilkas. Y también sé que él lo sabía, que sabía que me iba a topar con ellos.

Seguimos avanzando, parándonos a descansar de vez en cuando. Tantos enfrentamientos con La Mano de Plata nos cansan y nos obligan a tomar aliento. Estamos sentados junto a un montón de urnas rotas cuando de repente escuchamos algo. Son como pisadas, pero muy ligeras para tratarse de humanas. Tampoco se escuchan armas, por lo que tampoco se trata de draugrs o esqueletos. Nos ponemos de pie, cargamos nuestros arcos y tensamos las cuerdas, a la espera. Entonces de repente, algo cae del techo. Algo grande, peludo, con muchas patas y unas potentes mandíbulas. Es una araña gigante.

- ¡Qué demonios...! - exclama Farkas, y lanza una flecha.

Yo únicamente puedo hacer lo mismo. Nos retiramos para evitar que la criatura nos aplaste, y volvemos a cargar los arcos. Disparamos dos o tres flechas más, y nos agachamos a tiempo y con suerte de esquivar un escupitajo envenenado. Tras recibir un par de impactos más, la araña por fin muere, pero la estancia empieza a llenarse de otras arañas más pequeñas. Guardamos los arcos y desenvainamos los mandobles, y empezamos a cargar contra las arañas. Son muchas, y son rápidas. Noto cómo una de ellas me agarra con sus pinzas la pantorrilla, y recibo de lleno el impacto de la bilis de otra en la cara. Me quito el pringue del rostro, justo a tiempo de ver como otra araña carga hacia mí. Pero, entonces, empiezo a ver borroso y pierdo el equilibrio. No llego a caer, pero tampoco llego acertarle a la araña con mi ataque. La estancia empieza a desenfocarse. Escucho a Farkas luchando contra las arañas, pero no le veo. Solo atisbo sombras y figuras distorsionadas. Algo oscuro avanza rápido hacia mí, pero otra forma borrosa lo atraviesa desde arriba. Noto cómo se me cierran los ojos, las piernas me fallan y caigo al suelo. Pero no llego a golpearme, unos brazos me sujetan.

- ¡Hermana!

Es la voz de Farkas, mezclada con el ruido que hace mi mandoble al caer al suelo. Farkas me recuesta en el suelo y noto algo frío en los labios.

- Bebe esto, deprisa. Estos bichos te han envenenado.

Con esfuerzo, logro abrir la boca para que Farkas deje caer en ella el antídoto. Cuando lo trago, siento cómo me pasa por el esófago. Es frío y amargo. Toso. Poco a poco, empiezo a recuperar la visión y las fuerzas, y finalmente logro incorporarme.

- Menos mal – respira aliviado Farkas. - Creía que no llegaría a tiempo. Nunca me hubiera perdonado si te hubiera pasado algo.

- Solo soy un cachorro para vosotros – murmuro sin darle importancia.

- Eres mi Hermana de Escudo – dice Farkas.

Le miro con ternura.

- Además, – añade Farkas – le prometí a Vilkas que cuidaría de ti.

Mi mirada cambia a una de sorpresa. Me viene a la mente la despedida en Jorrvaskr y a Farkas diciendo en voz alta "lo haré". Pensaba que Vilkas le había dicho que tuviera cuidado, pero me equivocaba.

- ¿Él te lo pidió? - le pregunto.

- A mi hermano nunca le han gustado los forasteros, pero tú has conseguido caerle bien. Le importas. Hasta alguien como yo se da cuenta de eso.

No puedo evitarlo y una leve sonrisa escapa a mis labios.

- ¿Te sientes con fuerzas para seguir? - pregunta mi Hermano de Escudo.

Por toda respuesta, me pongo de pie de un brinco. El antídoto y esta nueva información me han dado las energías que el túmulo me ha ido drenando. Le importo a Vilkas.

- Vamos – digo.

Farkas me precede por el pasillo. Ningún Mano de Plata nos sale al paso, ni tampoco arañas. Atravesamos una puerta y llegamos a lo que parece la cámara principal. Las paredes y el pasillo están llenas de lápidas. Al fondo hay un muro con inscripciones, y delante de él lo que parece un altar. Encima de él hay varias botellas llenas con líquidos que no quiero saber lo que son y, en un extremo, sobre una pequeña peana, el fragmento de Wuuthrad. Es pequeño, de un hierro oscuro. No puedo evitar pensar en todo lo que hemos pasado por él, pero supongo que es importante.

- Deprisa – dice Farkas. - Coge el fragmento y salgamos de aquí.

Obedezco y avanzo por la sala esquivando vasijas rotas y cristales esparcidos hasta el altar. Pero en cuanto cojo el trozo de Wuuthrad, las tapas de las lápidas se desprenden levantando volutas de polvo, y de todas las tumbas emergen los draugrs y esqueletos que hasta entonces habían permanecido dormidos. La estancia se vuelve fría, presa de sus alientos de hielo. Las criaturas avanzan hacia nosotros, con paso lento pero enarbolando sus espadas y hachas antiguas, llenas de telarañas pero igualmente letales. Guardo el fragmento en mi bolsillo y desenvaino el mandoble. Farkas y yo nos ponemos en guardia, espalda contra espalda.

- ¿Lista, Hermana de Escudo? - pregunta Farkas.

- Adelante, Hermano. Acabemos con ellos.

Con un grito, nos lanzamos a por los draugrs. Ellos nos esperan con las armas preparadas, pero sus movimientos son más lentos que los nuestros. Un draugr me sale al paso portando un enorme mandoble antiguo. Lo descarga con fuerza contra mí, pero logro esquivarlo. Hago una finta y le atesto un golpe lateral que lo corta por la mitad. Los huesos hacen un ruido seco al caer sobre el suelo de piedra. Otro draugr se acerca velozmente, armado con una espada. Paro le ataque con mi mandoble y le pego una patada que lo aleja de mí. Escucho una flecha hendir el aire y me agacho a tiempo de esquivarla y esta impacta en el draugr de la espada, que volvía a por mí. En apenas un par de movimientos más me deshago de otro draugr, y Farkas también se encarga de los suyos, entre gritos e improperios propios de un nórdico. Pero, cuando creíamos que habíamos acabado con ellos, el suelo se resquebraja, descubriendo más tumbas subterráneas de las que emergen una treintena de draugrs. De nuevo, nos lanzamos al ataque. Seguimos luchando, esquivando mandoblazos y hachazos, peleando por sobrevivir. Parece que los draugrs son infinitos. Noto como las fuerzas me van mermando, pero pienso pelear hasta mi último aliento. Por mis Hermanos. Por Ría. Por Farkas. Por Vilkas.

Corto la cabeza del último draugr, y jadeo para recuperar el aliento. Dejo caer el mandoble al suelo, sin soltar el mango, para descansar los brazos. Me giro para ver a Farkas, que corta el pecho de su último enemigo. Él también parece cansado, jadea y se pasa la mano por la frente para limpiarse el sudor y el polvo.

- ¿Estás bien? - pregunto.

- Estoy bien – responde.

Se acerca a mí.

- Bien hecho. Eres una gran guerrera. Mi hermano ha hecho un buen trabajo contigo.

Sonrío, sin dejar de jadear.

- Debemos regresar a Carrera Blanca. Seguro que Kodlak y Skjor se alegrarán con nuestro triunfo.

Asiento.

- Pero antes..., - jadeo - ¿podemos descansar un poco?

Vilkas sonríe. Creo que es la primera vez que le veo hacerlo.



Próximamente... Capítulo 6: La Forja Inferior

Continue Reading

You'll Also Like

15.3K 2.9K 29
Mi nombre es Allen Walker. Viví una vida tranquila y sin incidentes hasta que me metí en problemas con el máximo matón de la escuela, Flash Thomson...
127K 13K 129
Comparta esta historia sin fines de lucro todos los derechos reservados al autor Autor: 辞奴 Traductor: Terracota45 ...
72.2K 3.5K 11
Es sobre una sirena que descubre Nunca jamás y a su gran líder Prter Pan.
1.6K 77 18
La vida de Luna era tranquila hasta que llegó aquel día donde su hermana le dice que si la quiere acompañar a su trabajo de arqueóloga en Egipto, el...