Compañeros | Completa

By NonoHache

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Tras sobrevivir a su propia ejecución y al ataque de un dragón, Ahrin descubre un emocionante secreto sobre s... More

~ Nota de la autora ~
Capítulo 2: Jorrvaskr
Capítulo 3: Sangre de Dragón
~ Paréntesis #1 ~
Capítulo 4: Cachorro
Capítulo 5: Túmulo del Hombre Polvoriento
Capítulo 6: La Forja Inferior
~ Paréntesis #2 ~
Capítulo 7: La Mano de Plata
Capítulo 8: La maldición de Hircine
Capítulo 9: Las brujas de Glenmoril
~ Paréntesis #3 ~
Capítulo 10: Venganza
Capítulo 11: La tumba de Ysgramor
Capítulo 12: Compañeros
~ Impresiones y comentarios ~

Capítulo 1: Carrera Blanca

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By NonoHache


Han pasado dos días desde que dejé Cauce Boscoso. Sigo llevando la sucia armadura de hierro que me dio el herrero. Es pesada, pero es mejor que los harapos de prisionera que llevaba cuando su sobrino, Hadvar, me ayudó a escapar de Helgen durante el ataque del dragón. Todavía no me lo creo, haber sobrevivido a mi propia -e injusta- ejecución y al ataque de un dragón en el mismo día. Todo gracias a Hadvar, un soldado imperial. Me acompañó hasta Cauce Boscoso, a casa de su tío, el herrero, donde pude descansar y reunir provisiones para mi viaje. Me pidió que fuera a Carrera Blanca para hablar con su gobernador, el Jarl Balgruuf, ya que el dragón parecía dirigirse hacia allí. Él partió hacia Soledad, capital de Skyrim y sede del Imperio. Y aquí me encuentro, sola, sucia y cansada, siguiendo las indicaciones de unos caminos desconocidos, enfrentándome a lobos y saqueadores, a los cuales puedo derrotar gracias al martillo de guerra que me dio Hadvar, aunque no sin cierta dificultad, rumbo a la ciudad comercial de Skyrim.

Cuando ya empieza a atardecer, distingo la ciudad a los lejos, que se construye a lo largo de la ladera de una montaña. Carrera Blanca. Apresuro mi paso. No quisiera que se hiciera de noche, cerraran las puertas y tuviera que hacer noche a los pies de sus murallas. Pero el cansancio y la pesadez de la armadura no me deja ir muy rápido y, cuando llego a las puertas de la ciudad, prácticamente ya ha anochecido.

Un grupo de mercaderes khajiitas acampa a las puertas. Tienen armaduras más ligeras a la venta, pero no tengo suficiente oro como para pagarles. Me acerco al portón de la ciudad, custodiado por un par de guardas que portan antorchas, sin muchas esperanzas. Ambos visten la armadura de Carrera Blanca, con escudos de color dorado con el dibujo de un león de perfil y cascos que ocultan su rostro.

- Alto – dice uno de ellos cuando aún estoy a varios metros. - Las puertas de la ciudad no se abrirán hasta el alba.

- Necesito entrar, es urgente – respondo.

- Si fuera tan urgente, te habrías dado más prisa en llegar – responde a su vez el guardia.

Aprieto los puños.

- ¡Un dragón ha atacado Helgen y se dirige hacia aquí! - exclamo.

No sé si esa información era confidencial o específica para el Jarl, pero no se me ocurre otra forma de que me abran la puerta. Los guardias se miran a través de sus cascos un instante.

- Está bien, pasa – me dice el guardia, abriendo el portón. - Avisa al Jarl Balgruuf, en el castillo de Cuenca del Dragón. Sigue el camino pasando por el Distrito de las Llanuras, sube las escaleras, cruza el Distrito del Viento y sigue subiendo pasados los pozos hasta el Distrito de las Nubes.

No me queda muy clara la distribución de los lugares que me ha dicho, solo sé que tengo que subir escaleras y buscar un castillo. Cuando las puertas se abren, me encuentro ante una ciudad bonita, de pequeñas casas de madera de tejados bajos. Varios guardias patrullan con antorchas. Algo me dice que, de día, la ciudad estará de lo más viva. Avanzo por el camino al trote hasta llegar a lo que parece la plaza del mercado. Hay varios establecimientos y puestos, aunque están cerrados y vacíos. El único edificio abierto es la posada, La Yegua Abanderada. Es bueno tenerla ubicada ya que deduzco que tendré que alquilar una habitación esta noche.

Encuentro las escaleras que deben llevar al llamado Distrito del Viento. Ahí me encuentro con otra plaza, con un gran árbol en el centro. A mi izquierda hay un templo y, a la derecha, unas escaleras que llevan a un gran edificio alargado con forma ovalada. Debe de ser Cuenca del Dragón. Empiezo a subir las escaleras, pero un guardia me llama la atención.

- ¿Adónde vas?

- Tengo que ver al Jarl – respondo.

- Entonces vas por mal camino. Eso es Jorrvaskr, la sede de Los Compañeros.

- ¿Los Compañeros? - repito.

- Son un gremio de guerreros, aunque algunos prefieren llamarlos mercenarios. Es mejor que no les molestes. No les gustan los forasteros.

- ¿Son fuertes? - pregunto.

- Hasta el más inexperto podría enfrentarse a diez de nosotros y salir sin un rasguño.

Me giro para mirar el edificio. Una chispa de interés estalla en mi corazón.

- Cuenca del Dragón está ahí.

Vuelvo la cabeza hacia el guardia, que me señala hacia lo alto. Entonces me fijo que detrás del árbol suben otras escaleras. Muchas escaleras. Y al final de ellas, un enorme castillo de piedra y madera medio escondido entre las montañas.

- Gracias – le digo al guardia.

Él no dice nada, se da la vuelta y sigue su ronda. Doy un último vistazo a Jorrvaskr y echo a correr hacia las escaleras interminables. Cuando llego a lo alto del Distrito de las Nubes, puedo ver todo Carrera Blanca a mis pies. No se distingue mucho, pero las luces quietas de las antorchas de las casas y aquellas en movimiento de los guardias forman un paisaje curioso. No me detengo demasiado y avanzo hacia Cuenca del Dragón. Doy un par de fuertes golpes en la puerta y espero.

Cuando se abre, veo al otro lado un rostro femenino y bastante inquietante. Es una elfa oscura, de ojos rojos y pelo castaño rojizo. Viste una armadura de acero que parece bastante cómoda y bastante más ligera que la mía. Me mira con desconfianza antes de hablar.

- ¿Quién eres? - pregunta.

- Me llamo Ahrin – respondo. - He venido a ver al Jarl. Tengo que avisarle de algo importante.

- Como su edecán, te agradecería que me lo dijeras primero a mí.

- No sé lo que es un edecán, – contesto con todo el respeto que soy capaz, pero con apremio – pero es urgente. Carrera Blanca corre peligro.

La mujer me mira con el ceño fruncido, algo que solo hace que su rostro sea aún más grotesco.

- Está bien, Irileth – escucho una voz lejana y masculina a lo lejos.

La mujer se aparta y me deja pasar. La sala que me recibe es grande y de techos altos. Una enorme mesa en forma de "u" ocupa la primera parte. Está repleta de comida y bebida, restos de una opípara cena que un par de sirvientas están recogiendo. Al fondo, unos pocos escalones la separan de la estancia del trono. Sentado en él, hay un hombre. Viste con ropas elegantes. El pelo rubio le cae sobre los hombros, pero la corona de oro que lleva hace que no le caiga sobre el rostro. Sin embargo, a parte de esto, no luce más galas. Cuando me acerco a él, se incorpora sobre su trono.

- Soy el Jarl Balgruuf el Grande. Parece que tienes algo importante que decirme. ¿Y bien?

Estoy nerviosa. No sé muy bien qué decir, y el tener a la elfa oscura detrás de mí no ayuda mucho.

- Se trata de un dragón. Ha atacado Helgen.

- ¿Un dragón? - pregunta la elfa. - Hace años que se extinguieron.

El Jarl la ignora y se dirige a mí.

- Explícate bien.

- Un dragón atacó Helgen. Conseguí escapar, pero en mi huida vi que se dirigía hacia aquí. Puede que ataque la ciudad.

- ¿Cómo conseguiste sobrevivir? - pregunta el Jarl.

- Con la ayuda de un soldado imperial. Él me dijo que viniera a avisaros.

- ¿No eres de por aquí?

Niego.

- Soy bretona, de Roca Alta.

- ¿Y qué hacías en Helgen? - pregunta Balgruuf.

Me muerdo el labio. Podría decirle la verdad, que me iban a ajusticiar. También podría mentirle, pero algo me dice que tarde o temprano acabaría descubriendo la verdad.

- Me iban a ejecutar – confieso. - Por algo que no cometí – añado.

El Jarl enarca las cejas.

- Sé que parece difícil de creer, pero es la verdad.

- Sea cómo sea, has sobrevivido al ataque de un dragón, y no todo el mundo es capaz de decir lo mismo. Te agradezco tu sinceridad y tu aviso. Enviaré a mis guardias a patrullar el Llano. Puedes marcharte.

Hago una inclinación de cabeza y me marcho.

Bajo las escaleras de vuelta al Distrito del Viento. Me acuerdo de cómo se llegaba a la posada, solo había que bajar un poco más. Pero cuando estoy bordeando el árbol, vuelvo a toparme con el edificio ovalado: Jorrvaskr. Y, empujada por una extraña fuerza, subo las escaleras, golpeo la puerta y entro.




Próximamente... Capítulo 2: Jorrvaskr.

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