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By rae-narry

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En dónde Harry, un estudiante en su último año de universidad, consigue una pasantía en uno de los laboratori... More

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By rae-narry

—¿No deberías irte ya? —preguntó Harry, con los ojos cerrados.

Niall se separó momentáneamente, entre jadeos, solo para recorrer con su legua la comisura de los labios abiertos de Harry. Sus piernas temblaron y su agarre se reafirmó en su cintura.

—¿Acaso quieres que me vaya? —Harry negó, y continuó besándolo.

Con sus manos, grandes y firmes, acunaba las suaves mejillas de Niall, mientras sentía su mandíbula moverse debajo de sus palmas, disfrutando el tacto cálido y húmedo de sus labios, mezclado con la colonia de Hugo Boss y su aliento mentolado. Casi lo hacía olvidarse de que estaban encerrados en los baños del último piso, a los que nadie nunca iba, porque corría el rumor de que habían cometido un crimen atroz en la última caseta, asesinando a un conserje a sangre fría. Pero el único crimen que atormentaba a Harry en ese momento, era disfrutar las demandantes caricias de Niall sobre su espalda, aferrándose a su camisa como garras. No debería gustarle tanto su tacto, sobre todo si hace un par de semanas no hacía más que despotricar contra el engreído hijo del jefe.

Ahora no parecía poder apartarse de él.

—Es tarde —suspiró Harry, sobre sus labios rojos e hinchados —¿no tienes un avión que tomar?

—Oh Dios, déjame descargar un poco de energía ¿no crees? Es un vuelo de ocho horas.

—¿Para qué necesitas descargar energía?

—Para poder dormir todo el tramo, obviamente. ¿Acaso nunca has estado en un vuelo así de largo?

—No he estado en ningún vuelo, punto. —A pesar del intercambio acalorado de ideas, Harry continuaba apoyado en el lavabo, con las piernas estiradas y con Niall entre ellas, mientras que sostenía sus caderas.

—Aww. —Niall apretó su mejilla con fuerza, arrancando de Harry una mueca. —Tal vez te lleve de paseo un día de estos, a Gales o a Escocia.

—Ugh, solo vete.

Pero Niall no tuvo nada de eso. En cambio, tomó las solapas de la camisa de Harry, y con una sonrisa traviesa que atrapaba su labio inferior entre los dientes, Niall tiró de él hasta sentir su nariz rozar contra la suya, y robó un beso rápido y casto de sus labios.

Harry acarició las caderas de Niall con sus pulgares, antes de enderezarse y acomodarse el nudo de su corbata.

—Es bastante fea —dijo Niall, enrollándosela en el dedo.

—Da igual, es solo una corbata —respondió Harry, mirando su pecho. Niall rodó los ojos, bufando—. Además, me la obsequió Piper cuando obtuve la pasantía aquí, dijo que necesitaría ropa elegante si quería causar una buena impresión.

—Si sabía que necesitabas ropa elegante ¿por qué decidió darte un trozo de las bermudas de mi abuelo?

—Aunque quisiera usar otra cosa, no puedo —comentó Harry—. Esta es la única corbata que tengo.

—Ya veremos —Niall apretó más el nudo alrededor del cuello de Harry y palpó su hombro, con una sonrisa desdentada—. Tengo que irme, nos vemos.

—¿Cuándo regresas? —preguntó Harry, sin soltar su mano.

—Cinco de enero, si todo va bien. Febrero si papá se retrasa.

Ambos se separaron, y Niall no notó la manera en la que Harry lo miró cuando salió del baño, arreglándose el cuello de la sudadera que le había dado la mañana siguiente a navidad, para cubrir los moratones en su cuello.

En eso se habían basado esos últimos dos días. Sesiones de besos encendidas en lugares discretos del edificio, siempre escabulléndose del señor Horan, Louis o Víctor, y a pesar de que habían tratado de ser sumamente cuidadosos, había resultado ser un dolor de cabeza tratar de deshacerse del último.

Aparentemente Víctor había notado una conducta extraña en el comportamiento de su colega desde que habían regresado de las vacaciones de navidad, y había mantenido más que un ojo encima sobre Harry. Al parecer, solo buscaba una razón para dejar mal a Harry frente al señor Horan, pues no podía concebir que alguien más tomara su lugar como el favorito, y Harry simplemente no podía darle una. Pero, por otra parte, no parecía poder despegarse ni un segundo de los jugosos, suaves, rojos, cálidos y brillantes labios de Niall. Cada vez que el más joven lo llamaba con una mirada sugestiva y una sonrisa maliciosa, Harry no podía evitar correr hacia él agitando la cola como un cachorro a punto de recibir un premio.

Sabía que tenía que parar, pero no hallaba en sí mismo la fuerza de voluntad para acabarlo, no cuando Niall lo miraba con ese brillo en los ojos y esa sonrisa malévola. Siempre terminaba arrastrándose de vuelta.

Harry finalmente salió de baño cuando esperó el tiempo suficiente, agitando la cabeza para deshacerse de los turbios pensamientos que lo abrumaban.

Ahí estaba Niall, sentado en su escritorio mientras que jugueteaba con un marco de madera oscura entre los dedos. Su ceño estaba fruncido y sus pestañas caían sobre sus mejillas mientras examinaba la foto.

—Creí que ya te ibas —dijo Harry, sentándose en la silla giratoria.

—Papá está hablando con Víctor, delegándole responsabilidades o algo así —dijo, dejando el marco en su lugar— ¿de dónde sacaste eso?

—Piper me lo regaló en navidad. La foto es de hace unos meses, cuando terminé los últimos parciales de la carreara.

Entre el marco, resplandecían los rostros sonrientes de Liam, Harry y Piper. Los tres se abrazaban por los hombros frente a la universidad, con el sol brillando sobre sus cabezas y sus cuerpos unidos como cadenas.

—¡Harry! —la ponderosa voz del señor Horan resonó en cuanto dobló la esquina. En un momento, ya estaba en el cubículo de Harry, mirando a Niall con expresión confusa— ¿no estarás molestando a Harry, verdad Niall?

—Para nada, estaba simplemente curioseando por aquí.

—Pues ve a curiosear tus maletas, nuestro vuelo sale en tres horas y tenemos que estar en Heathrow ya.

Niall bufó, pero finalmente obedeció, empuñando un marcador negro indeleble.

—¿Me lo prestas? —preguntó hacia Harry, quien confuso solo se limitó a asentir con la cabeza.

—¿Para qué necesitas eso? —cuestionó su padre.

—Para rotular mis cosas, papá. Obviamente no usaré un rotulador para engrapar.

—El sarcasmo está demás. Corre, salimos en quince minutos. —Niall salió del cubículo sin rechistar, con sus manos entre los bolsillos de su pantalón y el mismo porte altanero de siempre. —Acompáñame Harry.

Harry se levantó de su silla y siguió al señor Horan por el pasillo en su corto trayecto a la oficina.

—Nuestro viaje a Nueva York se extenderá por un par de semanas, quizá hasta febrero, así que necesito que cambies nuestros boletos de retorno. También, como no estaré aquí, Víctor me ayudará a controlar todo en el edificio, así que lo asistirás a él. Tú me informarás de todas las decisiones que tome, y si hace algo fuera de lugar, me lo dirás a mí.

—Entendido, señor.

—Bien. También necesito que hagas algo por mí —dijo el señor Horan entre susurros, acercándose a Harry sigilosamente, como si estuviera a punto de revelarle un secreto de estado—. No podré estar con Niall durante el viaje, Louis estará asistiéndome en casi todo momento, y ya sabes cómo se pone de testarudo con respecto a la seguridad.

—¿A qué viene todo esto señor?

—Tengo entendido que estarás quedándote en casa de Louis mientras estamos fuera.

—Para cuidar a su perro, sí.

—Bien. Él dejará su computador de escritorio pues no podemos llevarlo, claramente. Hay un programa ahí, que necesitaré que uses.

—¿Y qué es lo que hace ese programa? —cuestionó Harry, viéndose cada vez más intrigado.

—Hace un par de años activé un rastreador en el teléfono de Niall, después de un desastroso incidente. Louis no será capaz de revisar a donde va Niall si viene conmigo, así que necesito que lo hagas tú.

—¿Un rastreador? ¿Es eso legal señor Horan?

—Es mi hijo, claro que es legal.

—No estoy muy convencido...

—Solo hazlo. Necesito que me informes si hace o va a algún lugar indebido.

—Pero...

—Te daré su número.

—E-está bien.

—Gracias Harry —con dos palmadas en su hombro, el señor Horan excusó a Harry de su oficina, quien con rostro que expresaba malestar, se dirigió de nuevo a su cubículo y se dejó caer en su silla, tirando de su cabello hacia atrás.

Sabía que estaba mal, y si Niall descubría que su padre ha estado rastreándolo por quien sabe cuántos años iba a enfadarse. Estaba más que seguro de que Louis encubría sus escapadas nocturnas, pues si tenía un rastreador puesto en el teléfono, no había manera de que el su padre no se enterara de cada movimiento.  Ya hablaría con Tomlinson para saber cómo manejaba esa responsabilidad.

Soltó un suspiro cansino y dejó caer sus codos sobre el escritorio, escondiendo su rostro entre sus manos. De reojo vio el cuadro que Piper le había obsequiado en navidad, junto con un par de calcetines, notando algo extraño. El cristal ya no era más brillante y traslucido, ahora marcas negras de marcador indeleble dibujaban los rastros de un bigote, verrugas y uniceja en la cara de Piper.

Lo tomó entre sus manos y miró la fotografía horrorizado, tratando de correr la tinta con su pulgar, pero era imposible.

—Que hijo de puta —masculló.

Si cubrir las escapadas de Niall en Nueva York le había pasado por su cabeza, aunque fuera un momento, ahora no era más una opción.

• • •

—Harry, ¿tan siquiera estás viendo la película? —preguntó Liam a su lado, pero Harry ni siquiera se inmutó.

Su dedo se deslizaba por la pantalla de su móvil, con la mirada clavada en el mapa de la ciudad de Nueva York. Su mejor amigo suspiró, tomando el control de la mesita y pausando la película. Piper se quejó, pero Liam la ignoró, echando una mirada sobre el hombro de Harry hacia su teléfono.

Era treinta y uno de diciembre, y Liam y Piper se habían dado una vuelta para asegurarse de que le estuviera yendo bien en el departamento de su colega, antes de regresar a casa a pasar el año nuevo.

—¿Qué tanto haces ahí? —preguntó en su oído, haciéndolo saltar en su lugar.

—¿Qué te importa?

Liam lo miró con ojos entornados y bufó. Negando con la cabeza se cruzó de brazos y miró las figuras congeladas en el televisor de plasma, mientras Harry continuaba sumergido en lo que fuera que estuviera viendo en el celular.

—¿Qué le pasa ahora? —masculló Piper.

—No lo sé, ha estado así toda la tarde —respondió Liam.

—Harry, ¿qué es lo que estás haciendo?

—Solo un trabajo que mi jefe me delegó.

—¿Y se podría saber qué es lo que tienes que hacer? —preguntó Piper.

—Nada importante.

—Mira, amigo —Liam se volvió sobre el sofá, enfrentando a Harry—. Si ibas a estar metido en el teléfono toda la tarde, no nos hubieras invitado en primer lugar.

—Yo no los invité —respondió mordaz, sin apartar la mirada de lo que estaba haciendo—, ustedes se invitaron solos cuando les dije que estaría quedándome en un departamento en la zona linda.

—¿Y puedes culparnos? ¡Tiene una tina en la terraza! Y lo más importante, podrías vivir aquí si el dueño acepta compartirlo contigo, imagina todas las fiestas animales que podríamos hacer...

—Sabes que ya no hago fiestas, Liam.

—Pff, aburrido —bufó el castaño.

Pero Liam simplemente no pudo dejar el tema ahí, pues justo cuando estaba por rendirse, por el rabillo del ojo vislumbro un nombre que le resultó vagamente conocido. Niall, decía el mensaje que había recibido Harry.

—¿Qué ese no es el hijo de tu jefe? —preguntó, llamando la atención de Piper.

—¿Ahora te mensajeas con él? Harry, ya hablamos de esto, lo que ustedes dos tienen no es correcto.

—No tenemos nada, Piper.

—Pero quieres tener algo.

—¡¿Qué?! ¿de dónde sacas eso?

—No lo negó, quiere algo con él —asegura Liam, asintiendo con la cabeza con los labios fruncidos.

—¿Desde cuándo eres gay?

—¡Dios! ¡que no tengo nada con el hijo de mi jefe! ¿saben lo aterrador que es ese niño?

—Ni que lo digas —dijo Piper.

—De verdad, nada pasa entre nosotros, así que pueden dejar ese tema de una vez.

—Bien, bien. Como tú digas —dijo Liam, levantando las manos a la defensiva.

Los tres se callaron por un momento, mientras Harry continuaba tecleando en su teléfono, Liam lo miraba de reojo. Rapidamente, tomó el móvil entre sus manos y saltó por el respaldo del sofá, escapando de Harry.

—¡Piper, sujétalo! —exclamó Liam.

—¡¿De dónde?! ¡Mide como dos metros!

—¡Liam, dame eso!

En una correteada interminable, Liam y Harry corrieron alrededor del sofá, mientras Piper miraba a ambos sin saber qué hacer. Harry se lanzó sobre su amigo, cayendo de bruces en el suelo, pero ni siquiera eso bastó para hacer que Liam soltará el teléfono.

—¡Le envías emoticones! —exclamó, con la boca abierta como un perfecto círculo— ¡esto va en serio!

—¡Déjame ver!

—No, dame eso —demandó Harry, arrancando el móvil de los ya flojos dedos de Liam.

Se levantó del suelo, sacudiendo el polvo de sus pantalones de chándal.

—Son unos imbéciles —masculló.

—Cielos Harry, podrías perder tu trabajo.

—¿Crees que no lo sé, Liam? Pero...

—Pero ¿qué?  —inquirió Piper, con una ceja rubia arqueada. Se sentó en el sofá junto a Harry, buscando desesperadamente la mirada que su amigo escondía entre las sombras, con la cabeza agachada.

—No lo sé.

—Estás jodido —dijo Liam, arrojándose al sillón reclinable.

—Mierda, lo sé. Lo peor de todo, es que no puedo detenerme. Es como si este niño pudiera obligarme a hacer lo que él comande con tan solo un chasquido de sus dedos, y es verdaderamente frustrante.

—¿Y por qué no tomas el control tú? ¿Lo has intentado alguna vez?

Harry asintió, mordiendo su labio inferior.

—Espera, ¿te refieres a tomarlo el control en el sentido...

—¡No en el aspecto sexual, por Dios, Harry! —exclamó Liam— hablo de tomar el control de la situación. ¿Él sabe ya la manera en la que piensas de él?

Harry traga saliva, jugando con sus dedos sobre su regazo.

—No me digas que ya lo sabe. ¡Va a usar eso en tu contra!

—No solo lo sabe, también... —quiso decir Harry, pero sus palabras parecían no poder atravesar su garganta. Liam entonces abrió los ojos brillantes, como de cristal.

—Te sigue el juego ¿verdad?

—Espera —intervino Piper por primera vez en la discusión— ¿lo has besado ya? —Harry no respondió— ¡Dios! ¡¿Cuántas veces?!

—No lo sé, muchas.

La habitación se enfrascó en un lúgubre silencio, que solo logró poner más ansioso a Harry. Estaba claro que sus amigos no estaban felices, o al menos Piper no lo estaba, pues después de un rato, solo se levantó, alisándose la falda, y dijo:

—¿Puedo usar el baño?

Harry solo la miró desde abajo, con sus brillosos ojos verdes y sus manos entrelazadas frente a su barbilla, cada codo sobre sus rodillas.

—Al fondo del corredor —dijo después de un rato—, usa el de la habitación de huéspedes, no entres a la habitación de Louis o Ruffus te morderá.

Ella solo asintió, y caminó por el salón, con sus botas resonando contra el alfombrado y su falda meneándose sobre sus medias negras.

—¿Crees que esté enojada?

—Probablemente —respondió Liam—. Ella siempre se ha preocupado mucho por ti, incluso cuando éramos niños. Me atrevería a decir que tiene alguna especie de enamoramiento hacia ti, algo así como un amor platónico.

—No seas tonto Liam, solo somos amigos —masculló Harry, mirando hacia la nada con el ceño fruncido.

—Lo que digas, eso no es lo que me preocupa. Sé que bromeo mucho con el asunto, pero espero que sepas lo que haces, Harry. Es tu futuro trabajo del que hablamos aquí, tienes una familia en deudas y tienes que asegurarte de no arruinarlo, al menos no por un poco de adrenalina.

—No es solo por la adrenalina, o tal vez sí, no lo sé...

—No tienes que darme explicaciones, no puedo decirte con quien salir, solo espero que realmente quieras esto.

Harry dio un tenue asentimiento, con la sombra de una sonrisa en el rostro, y como si hubiera sido invocado, su teléfono se iluminó en su regazo, mostrando el nombre de Niall en la pantalla.

—Hablando del rey de Roma.

—Más bien del diablo en persona —bromeó Harry, tomando el móvil.

—Tú habla con tu terrón de azúcar, yo estaré aquí, siendo ignorado mientras veo televisión —Liam se recostó en el sillón, dejando sus piernas caer sobre el reposabrazos y su espalda apoyada en el otro.

Harry finalmente respondió, siendo un gruñido lo primero que escuchó cuando se llevó el teléfono a la oreja.

—¿Qué ocurre ahora? —preguntó.

—¡¿Por qué los americanos tienen que ser tan asquerosos?! —se quejó, su voz apenas descifrable debido al grueso acento, la interferencia, y el bullicio de fondo.

—¿Dónde estás?

—Coney Island, con Louis.

—¿Y no le parece extraño que me hayas llamado?

—No, el pobre está vomitando su hot-dog después de unas vueltas en las tazas. —Harry rio sobre la bocina.

—¿Y a qué se debe tu despotrico contra los americanos esta vez?

—Un hombre casi embarra su grasosa banderilla llena de mostaza en mi suéter.

—Oh, pobre de ti —dijo Harry, con un falso tono meloso— ¿estás bien? Debió ser traumático.

—¡No te burles! Es un suéter de Dolce & Gabbana.

Harry soltó una risa y abrió la boca para responder, cuando sonoras pisadas llamaron su atención por el corredor. Piper venía refunfuñando, con el ceño fruncido al igual que los labios, y un objeto amaderado entre las manos.

—¿Pipes? —dijo Liam.

—¿Qué es esto Harry? —Ella se plantó frente a él, sosteniendo el marco que le había regalado en navidad en su cara.

Había olvidado que lo guardó en su portafolio para limpiarlo después, debió haber hurgado en sus cosas.

Ahí estaba su rostro, completamente pintado con marcador indeleble. Harry abrió la boca para decir algo, pero nunca salió palabra alguna de sus labios. 

—¿Y bien?

—Juro que no fui yo —se excusó patéticamente. No podía decirle que fue Niall, ¿o sí? Harry no sabía cuáles serían exactamente las consecuencias de esa acción.

—Seguramente fue Liam, ¿cierto Liam? —dijo, recogiendo su bolso mientras Liam negaba vehemente— ¡Oh, entonces Ruffus! Seguro fue él, se nota que no le agradé desde el momento en el que intentó morderme.

Harry rara vez lograba ver a Piper enojada. La mujer siempre conservaba su postura cortes, manteniéndose al margen. Era difícil imaginarse a alguien tan blanda y amable perdiendo los estribos. Piper era todo lo contrario a Niall, y sin embargo ahí estaba, reclamándole como si hubiera cometido un crimen; pero debajo de todo, Harry sabía que estaba dolida.

—Pipes, te juro que yo no lo hice.

—¡¿Entonces quien fue?! —exclamó, con un pie ya en la puerta.

¿Qué haría Piper si le dijera que fue Niall? ¿Iría en contra suya? ¿Le gritaría? ¿Le pegaría o algo así?

—Nos vemos, Harry.

Un portazo se oyó.

• • •

—Creo que ya debería irme —dijo Liam, pero la verdad era que Harry ni siquiera estaba escuchándolo.

Estaba demasiado enfrascado en su conversación con Piper, actualizando una y otra vez su tablero de mensajes en espera de una respuesta, que ni siquiera se molestó en hablarle a Liam el resto de la noche.

—Bien, hem... ¿Te veo mañana? —Harry solo asintió, y Liam se fue.

Y por si no fuera suficiente, apenas Piper azotó la puerta, Harry intentó regresar a su llamada con Niall, preguntarle si debería decirle a Piper lo que él había hecho con la foto, pero Niall ya había cortado. Intentó llamarlo un par de veces más y dejarle un par de mensajes, pero al igual que con Piper, no recibió respuesta alguna.

Revisó la ubicación de Niall en su teléfono, solo para asegurarse de que nada malo estuviera pasando. Se sorprendió de encontrarlo nada más y nada menos que en su habitación de hotel, a pesar de que, hace menos de una hora, se encontraba en Coney Island. Prefirió no cuestionar la rapidez del subterraneo de Nueva York, así que simplemente dejó su móvil en la mesa, lo suficientemente cansado como para seguir esperando una respuesta por parte de cualquiera, y se dejó caer sobre el sofá.

Cerró los ojos, sintiéndolos pesados, y con el atebrazo cubriéndole el rostro, soltó un suspiro. Su tranquilidad no duró mucho tiempo, pues el timbre resonó por el departamento, provocando que el corazón de Harry diera un vuelco.

¿Quién querría algo a esas horas de la noche en víspera de año nuevo?

Entonces los fuegos artificiales comenzaron a centellar en el cielo.

Rae

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