NARRADOR.
Edmund se encontraba en el calabozo con los pies esposados al suelo. Le habían dado comida pero está era demasiado asquerosa como para comerla y el pobre se estaba muriendo de hambre.
Tumnus: Si tú no quieres eso...
Un fauno estaba en el calabozo de junto, sus patas también habían sido esposadas al suelo. Ed tomó su comida y se acercó hacía el fauno para dársela.
Tumnus: Me acercaría más -dijo débil- pero mis piernas...
Tomó la comida de manos de Edmund y comenzó a devorarlas. Ed lo miró con detenimiento intentando descifrar que criatura era.
Edmund: Señor Tumnus -dijo seguro.
Tumnus: Lo que queda de mí -miró a Ed un segundo- Eres hermano de Lucy Pevensie.
Edmund: Soy Edmund.
Tumnus: Si, su nariz se parece. ¿En dónde está Lucy? ¿Ella está bien?
Edmund: No lo sé.
La puerta de los calabozos se abrió, por lo que tuvieron que interrumpir su charla. Jadis entró seguida por Ginarrbrik.
Jadis: Mi policía destrozó toda la presa. Tu linda familia no se encontraba ahí -tomó a Edmund por la camisa y lo levantó- ¿En dónde están?
Edmund: No lo sé.
Jadis: Entonces ya no me sirves -lo lanzó al suelo y le apuntó con su lanza.
Edmund: Espere -Jadis se detuvo- Escuché al castor hablando sobre Aslan.
Jadis: ¿Aslan? ¿Dónde?
Tumnus: Él no es de aquí Majestad, no sabe lo que dice -interrumpió para evitar que Ed lo arruinará más, pero solo recibió un golpe por parte de Ginarrbrik.
Jadis: ¿Dónde está Aslan? -insistió.
Edmund miró a Tumnus antes de volver a hablar.
Edmund: Yo no lo sé. Es que me salí antes de que lo dijeran. Quería estar con usted.
Jadis: ¡Guardia!
De inmediato un ogro entró a los calabozos.
Jadis: Suelte al fauno.
El ogro golpeó las esposas hasta que estás se rompieron y arrastró a Tumnus delante de Jadis.
Jadis: ¿Entiendes por qué estás aquí, fauno?
Tumnus: Porque quiero ver libre a Narnia.
Jadis: Estás aquí porque él -señaló a Ed- te delató, por golosinas.
Tumnus miró a Edmund y este solo bajó la mirada. El ogro se llevó al señor Tumnus.
Jadis: Ten listo mi trineo -le dijo a Ginarrbrik- Edmund extraña a su familia.
Jadis se fue dejando solo a Edmund. Ed abrazó sus piernas contra su pecho y escondió su cabeza entre estas. Se sentía de lo peor.
Pasó un par de minutos antes de que Ginarrbrik entrará nuevamente al calabozo. Le quitó las esposas a Edmund y lo guío hasta el exterior del castillo. Pasaron por el pasillo de las estatuas de piedra, Ed quedó inmóvil cuando vio la estatua del señor Tumnus frente a él.
Jadis: Cuando quieras, hijo de Adán -dijo desde arriba de su trineo.
Ginarrbrik lo empujó hasta el trineo, lo hizo subir y partieron.
ASTRID.
Ya había perdido la cuenta del tiempo que llevábamos caminando. A pesar de llevar puesto un abrigo bastante largo y abrigador, mis piernas se estaban congelando un poco a causa de la estúpida falda.
Estábamos en la cima de un risco. Siempre le he temido a las alturas, por lo que me aferré al brazo de Peter.
Sr. Castor: El campamento de Aslan está cerca de la Mesa de Piedra -dijo mirando un punto a lo lejos- Cruzando el río congelado.
Peter: ¿Río?
Sra. Castor: Si, hace cien años que está totalmente congelado.
Astrid: Está demasiado lejos -dije mirando a Peter.
Sra. Castor: Así es el mundo, querida. ¿Esperabas que fuera pequeño?
Susan: Más pequeño -dijo mirando mal a Peter.
Comenzamos a caminar hacía donde el castor había dicho que Aslan estaría. Sería un largo camino. Los castores iban a la cabeza, después Susan y yo y al final Peter y Lucy.
Susan: ¿Se lo dirás algún día?
Astrid: ¿Decirle qué? ¿A quién?
Susan: No finjas conmigo Astrid, se nota que te gusta Peter y me duele que, siendo tu mejor amiga, no me hayas dicho nada.
Astrid: No me gusta Peter.
Susan: Bueno, haré como que te creo -le enseñé la lengua y ella río- ¿Sabías que le gustas a Peter?
Astrid: No es verdad.
Susan: Claro que lo es. Se le nota en la forma en que te mira y te protege, además, él me lo dijo una vez.
Miré hacía atrás y vi a Peter mirándome. Cuando se topo con mirada noté que se sonrojo. Le sonreí y me devolvió la sonrisa.
Susan: Te lo dije.
Sr. Castor: ¡Rápido humanos! Me estoy haciendo viejo.
Peter: Si se le ocurre decir otra vez eso, me voy a tener que hacer un peludo sombrero de castor.
Susan y yo sonreímos. Peter cargó a Lucy en su espalda y seguimos caminando.
Sr. Castor: ¡Rápido! ¿Qué pasa?
Lucy: Le está gustando ser el que manda.
Sra. Castor: ¡Es ella! -gritó señalando detrás de nosotros.
Peter bajó a Lucy y de su espalda y la tomó de la mano para comenzar a correr. Un trineo se acercaba a toda velocidad. Corrimos hasta entrar en el bosque. Encontramos una pequeña cueva donde nos refugiamos. El sonido del trineo dejó de escucharse. Unos segundos después todo estaba en completo silencio.
Astrid: ¿Ya se habrá ido?
Peter: Yo voy a revisar.
Sr. Castor: No, si mueres no ayudarás a Narnia.
Sra. Castor: Tampoco tú, mi cielo.
El Sr. Castor le sonrió antes de salir de la cueva. Fueron los segundo más largos de mi vida.
Sr. Castor: No hay peligro, salgan -dijo asomando la cabeza y pegándonos un buen susto a todos- Espero que se hayan portado bien, porque vino a verlos alguien.
Salimos de la cueva y vimos un trineo con un hombre de larga barba junto a este.
Lucy: Feliz Navidad, señor -dijo acercándose a él.
Santa Claus: Si que lo es, Lucy, desde que ustedes vinieron.
Susan: Oye -le dijo a Peter- He soportado mucho desde que llegué, pero esto...
Peter: Creímos que era la Bruja -dijo interrumpiéndola.
Santa Claus: Me disculpo por eso pero, solo puedo decir que yo conducía uno de estos desde antes que ella.
Astrid: Creí que no había Navidad en Narnia.
Santa Claus: No, hace muchos años. Pero al esperanza que han brindado, Majestades, al fin ha hecho que se debilite el poder de la Bruja. Creo que, aún así esto les ayudará.
Puso su saco de regalos en el suelo y comenzó a sacar cosas.
Lucy: ¡Regalos!
Santa Claus: El jugo de la flor del fuego -dijo extendiéndole una pequeña botella- Solo una gota basta para curar cualquier herida -Lucy la tomó y Santa le extendió una pequeña daga- Y espero que jamás tengas que usar esto.
Lucy: Gracias, señor -dijo tomando la daga- Pero yo pienso que puedo ser muy valiente.
Santa Claus: Apuesto a que sí. Las batalla son algo repugnante.
Lucy le sonrió y se alejó.
Santa Claus: Susan, Astrid -ambas nos acercamos, sacó un par de arcos con su correspondiente carcaj- Este arco nunca falla si tienen confianza en él -ambas los tomamos. En el carcaj de Susan estaban sus iniciales, "SP", y el mío tenía las mías, "AE".
Susan: Pensé que las batallas eran algo repugnante -Santa sólo sonrió.
Santa Claus: Y, aunque no tienes problemas para hacer que te escuchen -le dijo a Susan- Sopla en esto, y donde quiera que estés recibirás apoyo -dijo entregándole un cuerno.
Susan: Gracias.
Susan se alejó y yo también iba a hacerlo.
Santa Claus: Astrid, espera. Peter -él se acercó y se colocó a mi lado. Santa sacó un par de espadas- El tiempo de usar esto quizá llegue pronto -dijo entregándonos las espadas y un escudo a Peter, ambos las desenvainamos y las admiramos.
A & P: Gracias, señor -dijimos al unísono.
Santa Claus: Son herramientas, no juguetes. Las deben usar con sabiduría. Ahora debo irme, el invierno casi llega a su fin y las cosas se acumulan cuando te ausentas cien años -subió su saco al trineo y luego el subió a este- ¡Larga vida a Aslan! ¡Y Feliz Navidad!
Y se perdió entre la nieve.
Lucy: Te dije que si existía -le dijo a Susan y ambas reímos.