Campamento Rousseau [Larry St...

By geburtsfehler

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×Todos los derechos de autor reservados×. Cuando se ve a punto de ser enviada a un exótico Campamento todo u... More

Vista rápida al mundo de Campamento Rousseau.
Capítulo Uno.
Capítulo Dos.
Capítulo Tres.
Capítulo Cuatro.
Capítulo Cinco.
Capítulo Siete.
Capítulo Ocho.
"Del diario secreto de Pauliena Moliniers".
Capítulo Nueve.
Capítulo Diez.
Capítulo Once.
Capítulo Doce.
Capítulo Trece.
Capítulo Catorce.
Capítulo Quince.
Capítulo Dieciséis.
|AVISO|
Capítulo Dieciséis: Pt. Dos.
Capítulo Diecisiete.
|Despistada se nace, no se hace|
Capítulo Dieciocho.
Capítulo Diecinueve.
Capítulo Veinte.
Capítulo Veintiuno.
Capítulo Veintidós.
Capítulo Veintitrés.
Capítulo Veinticuatro.
Sorry not sorry.
Capítulo Veinticinco.
Capítulo Veintiséis.
Capitulo Veintisiete.
Capítulo Veintiocho.
Capítulo Veintinueve
DESPEDIDA
F i n a l

Capítulo Seis.

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By geburtsfehler

Tripolar”

Praga, 2034.

— ¿Verdad, Harry? —dijo Louis, codeando al rizado, cuyo gesto denotaba el trance en el que había estado sumido los últimos minutos.

La mente humana era una de las cosas más fantásticas del universo. Capaz de recordar meses enteros en segundos. Años en minutos. E imaginarse cantidad de infinitos en microsegundos. Ciertamente, el humano era la máquina perfecta.

— ¿Ah? —Harry se volvió hacia él, luciendo tremendamente desprolijo. Su mirada se tornó seria y sus labios una línea tensa—. Me has interrumpido. ¡Incluso me interrumpes mientras recuerdo!

—A veces me pregunto si algún día vas a madurar —se quejó el mayor, mirándole con cierta carga de desdén.

Harry soltó un suspiro, mientras se acomodaba en su asiento—: Luego recuerdas que estás enamorado de mi inmadurez y se te pasa la mariconería.

—Señor… —Louis levantó la cabeza al techo, mientras dejaba salir una risa cansada—. Le estaba contando a Julie del día que fuiste un idiota estrella.

— ¿San Valentín del año pasado? —preguntó el menor, entre risas.

—Vale, uno de los días que fuiste un idiota estrella —aclaró el castaño—. “Eres asqueroso, viejo”

—Sí, te pasaste, pa —Julietta negó con la cabeza repetidas veces y Harry notó un brillo extraño en sus ojos de esmeralda—. Hasta ahora, no entiendo cómo fue que papá pudo enamorarse de ti.

Su hija parecía estar reprendiéndole por haber sido un idiota grosero en su juventud. Y con toda razón lo hacía. Julietta le miraba, seriamente decepcionada.

Pero, no hizo más que despertarle un raro sentimiento que mezclaba el orgullo y la risa—: ¿Cómo es que de repente estás de su lado?

— ¡No estoy de su lado! —exclamó la pelirroja.

—Deberías —sugirió Louis, fulminando con la mirada a su esposo—. Y en cuanto a la parte de… enamorarse… Huh, aún no estoy seguro. No sé si alguna vez lo hice.

— ¡Oh, cállate! —Harry le dio un empujón. Jovial, alegre, vacilando en lo coqueto. Como en los viejos tiempos. Louis sonrió por lo bajo, dejando que un ligero rubor tiñera sus mejillas y avergonzándose más por el hecho de encontrarse frente a su hija—. Sí te enamoraste. Mírale, Julietta. Está sonrojado y todo.

—Harry, eres un gilipollas, ¿lo sabes?

—Y tú un capullo cobarde… ¿no es así?

—Ajá, luego pueden seguir peleando, ¿qué pasó luego de que él te insultara? —atajó Julietta, lo que podría convertirse en algo más intenso.

Ella siempre había admirado esa habilidad que tenían sus padres de pasar de querer asesinarse a lanzarse a los brazos del otro.

Y era en partes iguales: incómodo y adorable.

—Eres tan lento…—bufó el rizado—. Yo, en mi mente, ya estaba en el Baile de Halloween.

Louis, repentinamente, soltó una carcajada alegre, fuerte, estridente y tintineante, como sería la risa de un ángel si los mismos existieran. Julietta le miró ceñuda—: No entiendo cómo puedes ceder ante el enemigo con tanta facilidad.

Ante las palabras de su hija, Louis no pudo si no soltar una risotada más fuerte. Que, acompañada de una mirada llena de sorna por parte de Harry, la chica decodificó como un “Te gané”.

—Es porque el enemigo está como un tren —fanfarroneó pa divertido. Julietta suspiró, cediendo ante el enemigo, igual que su padre.

—Vale, como sea, ¿Baile de Halloween?

—Ah, sí —Louis, que se recuperaba de una fuerte sesión de carcajadas, limpiando sus lágrimas dijo—: Un baile de Halloween.

— ¿Y qué es tan gracioso al respecto?

El semblante de Harry palideció por un segundo y el rizado se cubrió el rostro con las manos. Louis soltó una risita—: Harry siendo terriblemente adorable.

— ¿Adorable? —Casi gritó su hija—. ¡Por favor! Venga, ya están flirteando de nuevo. Tú… vuelve a sumirte en esa… meditación rara en la que estabas y deja que él continúe explicándome.

—Ajá, ajá —Harry dejó caer sus manos y se hizo hacia atrás en el sofá, para tener una mejor vista de las dos obras maestras que él mismo tenía la suerte de poseer.

Aquella voluptuosa pelirroja de ojos de esmeralda, con unas cejas tan finas y delicadas como sus labios de carmín. Con proporciones justas, desde las finas manos hasta los tobillos delicados. Julietta era hermosa.

Y Louis…

Louis era el modelo de perfección humana. Harry se encontró a sí mismo observándole con admiración, una vez más. Aquellos finos labios rosa pálido. Harry recordó la grata sensación al pasar sus dientes sobre aquellas comisuras, enrojecidas, húmedas, el movimiento de su lengua contra su paladar, enrojecida, húmeda, con el sabor natural de un humano, otro cuerpo vivo, tembloroso, caliente, enrojecido, húmedo, suave, un contacto real, contra su cuerpo.

Respiró forzosamente, intentando volver en sí. Y se estiró para coger, disimuladamente, uno de los cojines del sofá y situarlo en su regazo, como un gesto normal. Pero más bien para ocultar el resultado de los recuerdos que se habían reproducido en su mente ante la silueta pequeña y abrazable de su pareja.

No, ésos recuerdos no, Harry.

Ni siquiera había llegado a esa parte de la cronología.

Había quedado en…

Octubre, 31. 2014.

— ¿Qué es lo divertido de un baile, si no bailas? —pregunté, llevándome a los labios otra copa de vino.

Louis cabeceó, como si estuviera planteándose las opciones de alguna respuesta favorable—: Podrías estar observando a la gente. Quién está bueno y quién no.

—Si quisiera hacer eso me quedaría en la habitación —dije, seguro. Y ante la mirada de Louis, entendí que de nuevo, había dicho algo con doble sentido—…y me miraría en el espejo —agregué, asesinando exitosamente la sorna en los ojos azules de mi nuevo amigo.

Louis, que ya había bebido seis de las copas de vino que estaban en el mesón, caminó torpe hacia mí, y me señaló acusadoramente—: ¿Crees que el vino sea un afrodisíaco?

—Lo es, amigo —respondí, dándole unas palmadas en el brazo izquierdo, Louis frunció la nariz y se apoyó sobre la mesa. Como si le faltara el equilibrio—. Y a juzgar porque has tomado vino, y comido chocolate, apuesto a que debes estar cachondo.

Él se estremeció, volviéndose hacia mí, fugazmente. Su pequeño dedo volvió a señalarme y entre dientes, musitó—: No digas esa palabra… es tan horrible…

—Vale, vale. Estás… caliente.

—Estás matando el aura —ahora parecía más atolondrado que la mismísima Lola. Louis levantó sus manos, señalando el entorno y esbozó una sonrisa descabellada—. Todo esto… todo el romanticismo. Lo asesinas cuando utilizas ése vocabulario tan vulgar y soez.

—Lo entendí, amigo, no asesinaré el aura —reí, mofándome de aquel Louis ebrio que parecía desmoronarse contra el mesón. Di un trago profundo a la copa, acabando el líquido. Y la devolví al lugar del que la había tomado.

— ¿Cómo es que… ¡Ah, jajaja! —aplastó su rostro con sus propias manos y soltó una carcajada limpia y estridente—. Pero qué cosas…

— ¿De qué estás hablando, Louis?

—Oh, me dijiste “Louis” —sus manos se estiraron hacia mí, desde abajo. Como un pequeño bebé que aclama ser tomado en brazos. Pero… Louis no parecía un bebé. Tenía una ligera capa de sangre irritando sus ojos y los labios increíblemente húmedos y enrojecidos. Combinación mala, mhm, parecía casi irresistible… Digo… si fuese una chica, claro…—. Vamos, dame un abrazo, amigo.

—Seguro…—murmuré, inclinándome hacia él. Y ahora parecía increíblemente pequeño, y fino.  De nuevo, sentí aquello gratificante que era sentir un cuerpo cálido contra el mío, sin que amenazara mi estado de salud. Incluso aunque tuviera que encorvarme, se sentía reconfortantemente cómodo. Pero… se vería muy raro si continuase cinco segundos después.

Entonces, cuando intenté alejarme, Louis soltó un quejido—: ¡Oye! Eso es trampa…

— ¿Qué mierda? Lou…—él se aferró más a mi cuello y, parándose en las puntas de sus pies, comenzó a balancearse—…is… ¿qué estás haciendo?

—Estamos bailando, ¿no ves? —soltó una risita, apoyando su cabeza en mi cuello.

—Pero están reproduciendo electrónica —murmuré.

Louis suspiró—: Tienes una voz profunda, Harry, ¿te lo han dicho?

—No…—respondí, por lo bajo—. Louis, suficiente

Había sido demasiado abrupto, tal vez, pero el roce de su cuerpo contra el mío estaba causando cierta fricción indebida. Y no iba a consentir tal acto.

Al menos no entre tantos…

No. De ninguna manera.

—Vale…—Louis saltó hacia atrás, tropezándose con el mesón. Y llamando la atención de la gente—. Oh, vida cruel… ¿Por qué has de tomar el regaliz más dulce y remojarlo en el cianuro de la cruda ironía? Oh, vida cruel… ¡Oh, vida cruel! ¿Por qué has de encerrar al alma más pura en el cuerpo de un boxeador sanguinario?

— ¡Ya, Louis! —Musité entre dientes, avanzando hacia él, que seguía recitando un poema salido de nosédónde—. Amigos, no es un circo… vuelvan a sus asuntos…

Louis me miró ceñudo, casi enojado, y tiré de su brazo para obligarle a salir del Gran Salón. Y a pesar de que les había dicho que dejasen de mirar, sentía los ojos de cada uno de los campistas justo en mi nuca.

— ¿Tú de qué vas? —exclamó, zafándose de un tirón, mientras me disponía a empujarle escaleras arriba—. ¡El baile no había acabado!

—Sí, para ti —sentencié, acarreándole hacia la habitación.

Louis seguía protestando inútilmente. Pero no me importaba.

Estaba ebrio, caliente, y además casi había soltado el asunto de que aún boxeaba. Y no podía permitir eso.

Le di un empujón, adentrándole en la habitación a la fuerza y se volvió hacia mí, de brazos cruzados—: No soy un niñito de cinco años, ¿sabes? Así que… voy a volver ahí, no importa lo que digas…

Maldición, incluso estaba hablando como un jodido mendigo.

Me recosté contra la puerta, impidiendo cualquier intento de salida y, contrario a lo que yo pensé que él haría, Louis volvió a abrazarme. Ésta vez sin pararse sobre sus puntillas, no, así justo como era. Bajito, enterrando su cabeza en el centro de mi pecho, dejando salir un suspiro.

Santa mierda, era un chico… un chico vestido de payaso, ¿por qué no estaba dándole el empujón del año?

—Oye, Louis… creo que deberías ir a dor…

—Shh…—murmuró, y soltó otra risa atolondrada—. Estoy oyendo tu corazón… Estás vivo, Harry.

—Oh, ¿en serio?

Louis asintió, y creo que fue la cosa más infantil que había hecho hasta ese momento. Aunque… todos los días, hacía algo nuevo. Como sus gestos cada vez que impedía que se cayera, molesto por ser más débil y frágil que cualquier otro chico en el campamento, e impotente porque probablemente estaba agradecido de que yo no lo fuera.

—Tu corazón es gracioso —puntualizó, alejándose de mí, para lanzarse de cabeza en su cama—. Parece el corazón de un conejo.

—Sí… seguro.

— ¿Crees que se aceleró porque te abracé?  —preguntó, cubriendo su cuerpo con el edredón.

—Hm, no… creo que no —murmuré, desconcertado, por el divertido libertinaje del ebrio Louis.

—Está bien —aceptó, comenzando a cerrar los ojos, para intentar dormir—. Por cierto, te queda bien el rubor. Buenas noches.

Y entonces, se giró, dándome la espalda.

¿Qué mierda? ¿Qué jodido rubor?

Llevé mis manos hacia mis mejillas, que estaban a punto de hervir y tanteé los erizados y escasos vellos de mi rostro.

Santísima y jodida mierda.

—Buenas noches…

~

Asombroso.

Como si ser el hijo rebelde del fundador fuera poca cosa, ahora era una celebridad en el Campamento. La cereza que adornaba el pastel era aquel rumor que había comenzado a surgir en el maldito baile de Halloween.

Dios, si es que existes, ¿por qué no te apiadas de mí?

— ¿Hablas en serio, Paula? —pregunté, atónito. Mientras caminábamos hacia el patio trasero, seguidos de Evan, Liam y Zayn.

—Habla en serio, hombre. Es lo que todos están diciendo —afirmó Liam, y un ápice de diversión iluminaba sus ojos castaños.

—Pero, calma, Alexandria se encargó de apaciguar el rumor —dijo Zayn, y aunque su tono fuese tranquilizador, el nombre de mi hermana en la oración, no me tranquilizaba para nada.

— ¿Alexandria? ¿Ése es su nombre? —Se mofó Evan—. ¿Ni siquiera tiene un segundo nombre aceptable?

—En casa, le llamábamos Andrea, a veces. Pero cuando creció, comenzó a pedir que le llamaran Alexia. Es su segundo nombre —siseé. Suspiré profundamente, preparándome para preguntar aquello cuya respuesta sabía que iba cabrearme—. ¿Qué mierda inventó para apaciguar el rumor?

—Oh, pues… —Evan soltó una risita—. Ella…

—Ella dijo que eran un bromance —dijo Paula, encogiéndose de hombros. Repentinamente, luciendo más sensata que todos nosotros—. Y antes de que te pongas histérico y vayas a pelear con ella, Alexia hizo bien. Porque… sabía que te ibas a poner mal si todos creían que estabas en algo con Louis.

—La cosa es que… Amelia, la chica que ganó el reto de Halloween, afirmó haberlos visto bailando, ¿entiendes? Y de repente, todos lo sabían. Y llegaron a la conclusión de que estaban en algo…—comenzó Liam, como si fuese la historia más graciosa del mundo—…entonces, Alex se levantó y dijo algo como…

— “¿Acaso no saben lo que es un bromance, cavernícolas ineptos?” —completó Zayn, dedicándole una mirada cómplice a su novio. Juro que casi vomito, pero fue un tanto agradable, porque Liam se estaba mofando de mí, y Zayn hablaba en un tono más calmado.

—Así que… ahora tengo un bromance con Louis Tomlinson…—murmuré, saboreando las palabras con cierto gusto. Tal vez no fuera algo tan malo. Era una broma después de todo, ¿no?

—Sí, hm… los llamaron Larry —acotó Paula.

Solté una carcajada fuerte y estridente, haciendo que Dan se volviera a mirarme apenas llegamos al patio. El resto de los campistas, sin embargo, me saludaron como si fuera una estrella de cine.

¿Qué tanto podían inventar los chismosos en tan sólo una noche?

Larry…—musité—. Sí, puedo trabajar con ello.

Nos sentamos junto al árbol de siempre, que ahora estaba totalmente diferente. Sus hojas, verdes a comienzos de la temporada, ahora lucían un hermoso color ocre y una textura seca. Y caían, caían en suaves montones a nuestros alrededores. El otoño estaba en su pleno apogeo. Y junto a la neblina y el Sol brillante, el frío llegaba poco a poco.

—Por cierto, ¿dónde está Louis? —pregunté. Era una oración inofensiva, común y corriente. No obstante, unas cuatro personas se volvieron hacia mí y rieron “discretamente”. Pero no era una clase de risa malvada y burlona. Era más como la clase de risa que compartes con un comediante profesional.

—Él dejó el comedor junto a Lola, Alexia y Niall… dijeron que nos verían aquí —respondió Liam. Yo asentí y me volví hacia Dan, que comenzaba a sacar una guitarra acústica de su bolso.

Mientras el guía interactuaba con los campistas que le prestaban atención, como pidiéndoles que hicieran solos o puntearan ciertas notas en su guitarra, yo me preguntaba por qué luego de que Lola, Alexia y Niall llegaran, Louis no aparecía.

Sin embargo, fue divertido oír a Lola discutir con Dan.

— ¿Siempre te sales así como así del tempo de una canción? —preguntó el guía, luego de pedirle que cantara un estribillo de cualquier cosa.

—Hm… sí, sí… supongo.

— ¿Y tu voz siempre es así de baja? ¿Estás segura de que eres chica?

Dan no estaba siendo malo, sólo estaba bromeando, pero a Lola no le parecía tan divertido.

—Sí, bastante segura.

—Uh… ya veo.

El guía soltó una risa, mientras le daba una palmada en el hombro. La morena le fulminó con la mirada y volvió hacia nosotros.

—Lo odio —gruñó.

—Te gusta —dijo Alex. Lola le miró atónita.

— ¿Estás loca? —exclamó. Obvio que sí, Alex estaba loquísima.

—Hm… Dan no está tan mal —comentó Liam. Zayn le dedicó una mirada fija y tensa—. Acéptalo, está bueno.

—Es muy lindo. Y sólo tiene veintitrés  —dijo Paula, codeando a la morena.

— ¿Pueden callarse? Todos van a oírles —musitó Lola, mirándonos con los marrones ojos cargados de rabia.

Solté una risa seca, mientras negaba con la cabeza—: Te gusta…

—Qué rebelde, huh. Un guía —se mofó Niall. Lola suspiró, y enterró su cabeza en su bitácora, para comenzar a dibujar ojos. Como siempre.

Sí, menudo fetiche tenía. Dibujar ojos.

—Muchachos, mañana… quiero hacer una exposición mañana —dijo el guía, atrayendo nuestra atención—. Es algo rápido. Para medir sus facultades musicales. Quiero una performance acerca de cualquier canción. Sí, bandas. Dúos. Tríos. Lo que sea. Pero quiero ver… interacción, y polifonía.

—Polifonía… —murmuró Evan, mirándome con el cejo fruncido—. ¿Es esa cosa con varias voces, no?

—Sí, Evan —respondió Dan. Dejándole boquiabierto—. “Es esa cosa con varias voces” que les comencé a enseñar hace tres días —el guía se dio la vuelta, para enfundar su guitarra en el bolso y Evan entornó los ojos—. Mañana, a ésta misma hora, en el Gran Salón. Los mejores consiguen créditos para lograr entrar al Santuario Rousseau.

A veces olvidaba que el propósito de todo esto era convertirnos en unos Rousseau juniors.

—Tienen el resto del día para prepararse —puntualizó, para dirigirse de vuelta a la mansión.

Cuando me volví hacia mis amigos, me encontré con la sonrisa macabra de Niall. Mierda. Odiaba cada vez que él hacía eso. Su cara se tornaba tan espeluznante, señor. Niall tenía serios problemas.

—Harold…—canturreó, permanecí inmutable.

— ¿Qué?

—Dúo…—su tono seguía siendo burlón—. Louis y tú. ¿Recuerdas?

—Recuerdo haber dicho que no —respondí. El rubio me fulminó con la mirada.

—Pero… eso fue hace dos meses —chilló, poniéndose en pie junto al resto de los chicos—. Y ahora son amigos, ¿no es así?

Cabeceé, mientras me levantaba. Tomé el cuaderno y golpeé levemente a Alex con él. Mi hermana me dedicó una mirada hostil, que me hizo reír fuertemente—: Está bien, haré un dúo con Louis.

— ¡Fantástico! —exclamó Niall. Entonces, todos comenzaron a caminar de vuelta al comedor, y yo fui por la puerta trasera hacia la planta baja.

Y pensé, que el otoño era mi época favorita del año.

Pensé en lo hermoso de los árboles y el césped. Y pensé en que la neblina era más densa en las montañas, y en que el Sol se estaba poniendo.

Y el otoño era ironía.

La primavera era el nacimiento. El verano era la vida. El otoño era aquello luego de la vida en su máximo apogeo, sin llegar a ser la muerte, que claramente era el invierno.

El otoño era el nirvana.

El perfecto balance de todas las cosas.

Y quizás fuese una tonta ideología, pero al ver lo maravillosa que era la naturaleza, y lo bien que parecía estar todo, me convencí de que todo aquello que pudiese pasar en conjunto con Gea estaría bien.

Una vez en el tercer piso, vacilaba entre ir hacia la contrapuerta de la biblioteca, o entrar a mi habitación. Tenía permiso de faltar el almuerzo si quería, siempre y cuando me mantuviese dentro de la casa. Y la verdad es que no me importaba mucho si a mi padre le cabreaba no verme almorzando junto a él.

Opté por ir a la biblioteca.

Tal vez encontrase algún libro bueno, algo más interesante que aquella porquería sentimentalista que Cordelia siempre nos leía. Estaba bien ser romántico, vale, pero romance sin comedia es como panqueques sin queso fundido.

Exacto, no a todos les gustan las comedias  románticas. Y no a todos les gustan los panqueques con queso fundido. Pero a mí sí.

Entonces, en el marco de ébano del ventanal abierto, Louis balanceaba sus pies.

—Tú no tienes sentido común, ¿verdad? —pregunté, avanzando hacia el rincón. Me apoyé en el muro junto a él, y Louis movió su rostro hacia el lado contrario.

—Vas a matarme de un infarto, Harry —murmuró. Y había sonado justo igual que aquella vez. Salvo que ahora, sí iba a presionarle para hablar. Y ahora sí entendía por qué me llamaba Harry.

—Vas a morir, si no bajas de ahí —repetí, para completar con un deja vú casi planeado. Esta vez fui más amable, tal vez porque se veía más afectado. Y le tendí la mano para ayudarle a bajar. Louis negó, dirigiendo la mirada hacia el horizonte frente a nosotros.  

—Morir sería una de las salidas de emergencia más viables en este momento…

—Vaya, eso ha sido muy cobarde, hombre. ¿Qué te pasa?

Él ni siquiera me miró, sólo hizo una mueca amarga y se encogió de hombros—: Los hombres son una mierda.

— ¿Estás al tanto de que eres un hombre, verdad? —pregunté, soltando una risita.

—Sí —Louis suspiró y cerró los ojos con fuerza—. Sí, yo también soy una mierda.

—No… No lo creo, amigo —dije, despeinándole el cabello suavemente. Podría haberlo empujado, pero entonces caería muerto en el porche de la casa, y eso sería una pena.

—Pues yo sí lo creo —insistió, tomando una bocanada de aire e inclinándose hacia adelante. Sabía que no iba a lanzarse, pero mi reflejo más rápido fue tirar de él hacia atrás.

Justo como la vez anterior, Louis se estampó contra el suelo.

— ¡Maldición, Harry! —a duras penas pudo hablar antes de soltar un sollozo seguido de lágrimas densas mojando su rostro amargo. Las limpió con fuerza, como si desease lastimarse por haber flanqueado.

Louis se levantó y después de soltar un gruñido impotente, estampó su mano contra el muro tapizado de verde. Y fue la primera vez que le vi actuar como un hombre normal. De esos, primitivos y poco pensantes. Más prácticos que cualquier cosa. Volvió a golpear la pared, y se apoyó contra ella, dejando salir bajos sollozos.

Estaba llorando.

Y esta vez, estaba justo frente a mí. Y era mi amigo.

Por primera vez deseé no ser tan malo con las palabras. O saber cómo reaccionar ante esta clase de situaciones.

En otras circunstancias, me habría dado la vuelta y habría seguido con lo mío. Pero… no. Debía hacer algo.

Hm… algo…

Miré a mí alrededor, en busca de cualquier idea.

Libros… en los libros… cuando alguien estaba llorando y su amigo lo veía… hm…

Lo abrazaba.

Exacto, un abrazo.

Observé su silueta, cuyos hombros subían y bajaban irregularmente. Y despeiné mi propio cabello en un acto de clara desesperación.

Louis estaba de espaldas a mí.

A la mierda.

—Louis…—murmuré, cerniéndome sobre sus hombros, rodeando su torso con mis brazos, esperando sentir aquella sensación incómoda de cada vez que abrazaba a alguien por la espalda. Pero no. Nunca llegó.

Él parecía ajustarse a la perfección, como si mi abrazo le hubiera sentado a la talla. Sus músculos entraron en tensión debajo de mí y soltó un sollozo por lo bajo.

—Harry… ¿q-qué…

Su voz se cortó a medida que se daba la vuelta y me encaraba. Su cabello despeinado, cubría su frente, justo debajo de mis labios. Louis enterró su cabeza en mi pecho y dejó salir todo aquello que estaba intentando guardar, todo aquello que le atormentaba, todo aquello que le estaba carcomiendo.

Y he de confesar, que no soportaba ver una imagen tan frágil de él.

Estaba sobrepasando mis límites de tolerancia.

—Dios, qué vergüenza…—murmuró, intentando alejarse.

—No. Hm… está… está bien —siseé, despeinando mi cabello. Maldito tic nervioso en mi carótida. Sí, debía ser un tic nervioso. No podían ser mis pulsaciones.

Louis se alejó tres pasos de mí, y yo me di la vuelta hacia él. Su nariz estaba roja, y sus ojos parecían cansados. Sus mejillas y labios tenían más color de lo usual, y sus manos temblorosas intentaban peinar sus cabellos.

—Ya sé lo que estás pensando. “Louis es un maricón”. Ya lo sé. Ya lo sé… guárdatelo —fue más un susurro nervioso que otra cosa, mientras secaba su rostro con la yema de sus dedos—. Pero es que, maldita sea… a veces sólo no… no puedo, ¿entiendes?

—C-claro… Sí… entiendo.

Santísima mierda, Harry.

—No… claro que no —balbuceó, bajando la cabeza de nuevo—. No, porque a ti en realidad no te importaría. No te afectaría estar en mi situación. Bah. Es absurdo… Qué idiota soy.

—No me conoces demasiado bien como para afirmar qué haría o no —Maldición. Había sonado más desafiante de lo que buscaba. Pero no iba a retractarme.

La expresión de Louis fue casi indescriptible. Sus cejas se unieron por un segundo, y luego sus labios se entreabrieron en un gesto atónito. Fue como si le costara entender por qué yo había dicho tal cosa—: Pero, he visto lo suficiente de ti como para saber que eres un maldito insensible de mierda.

—Whoa, así es… déjalo salir, amigo —si unos minutos atrás me había parecido delicado, volvía a ser el Louis maricón pendejo y debilucho que se cree Sansón de siempre. Ése que merecía todo mi sarcasmo.

—Tú eres demasiado inmaduro como para tener una amistad real con alguien… ¿Sabes? Realmente no somos amigos —Ahora parecía decir cualquier cosa que pasara por su cabeza, con la intención de lastimar.

Pero tal vez tuviera razón.

Tal vez yo era insensible.

— No, gracias a tu hermosa actuación ayer por la noche, somos novios —solté, sintiendo un leve escalofrío en la nuca al decir las últimas dos palabras.

Louis parecía perturbado. Y con aquella expresión cansada, el cabello despeinado, y los tatuajes descubiertos por su playera, aparentaba ser mayor de lo que yo creía—: ¿Qué?

—Bueno… eso fue lo que dijeron… pero luego… bah, un bromance…Toda esa mierda.

— ¿Bromance? —Louis miró la ventana detrás de mí, como si ahora desease lanzarse en serio—. Duvermaldeit idiot…

— ¿Qué dijiste? —murmuré.

— ¡Maldito idiota! —explotó—. ¿Cómo dejaste que algo así pasara?

— ¡Todo fue culpa tuya, gilipollas! ¿O acaso no recuerdas lo cachondo que estabas anoche?

Ante aquella palabra en específico, Louis sí que reaccionó. Hizo exactamente la misma expresión disgustada, y se llevó las manos a la cintura—: No uses esa palabra. Es horrible.

—Maldición, sí la uso. La uso cuantas veces quiera —bramé. Louis acababa de derribar cualquier barrera de paciencia que tuviera. Ya estaba harto de esa repentina manía de bipolaridad. Y esa cosa de mirarme como si todo fuera culpa mía, desde el primer día que le había visto, me exasperaba. Podía golpearlo hasta desmayarlo en ese momento. Pero debía ser justo como él dijo, insensible—. ¡Puedes tomar tu maldita amistad, y tu maldita bipolaridad y juntos, irse todos a la santísima mierda! ¿Me escuchaste? Estoy harto de ser tu amigo.

— ¿Y qué supones? ¿Ser algo más? —Louis, claramente, estaba siendo sarcástico. Pero llegué a esa jodida conclusión de que, siendo yo el más fuerte, yo debía ser quien le incomodara con esta clase de frases. Pero no, él era el maricón que se me insinuaba cada cinco segundos.

—Ya te lo dije, Louis. Vete a la mierda.

Entonces, cuando me disponía a dejar la biblioteca. Un pequeño flash iluminó mi cabeza.

— ¿Sabes? No te vayas a la mierda aún…—agregué, volviendo a mirarle—. Tenemos que cantar algo. Mañana, en el Gran Salón. Y se supone que tú y yo haremos un dueto.

— ¿Y qué tal si no? —sugirió, cruzándose de brazos.   

— ¿Y qué tal si dejas de ser un gilipollas y comienzas a usar esa madurez de la que presumes?

Bingo.

Louis tragó en seco y tensó los músculos de su mandíbula—: ¿Un dueto?

—Sí… una tarea de Dan —instruí—. Y todos tuvieron la fantástica idea de que Larry hiciera un dueto.

— ¿Quién es Lar…—su voz se detuvo en seco, en el momento que entendió lo que acababa de decir. Cerró los ojos con fuerza y dejó salir un quejido—. Por un demonio… ¿en serio? ¿Y tú ahora reemplazas ‘nosotros’ por ‘Larry’? Como si te gustase la cosa.

—Maldición, me da igual. Decir nosotros… o decir Larry… a la final, es lo mismo.

—Vale, vale. Qué amargado estás hoy.

Entonces, me dejó atónito.

¿De verdad se podía cambiar de ánimo tan rápidamente?

Al parecer, Louis sí podía.

Ahí estaba, girando los ojos como una niña fresa. Luciendo increíblemente bien. Como si no hubiese estado al borde de una crisis nerviosa minutos atrás. Louis era peligroso, ya lo he dicho. Si no terminaba loco él, podía llevarme a mí a la locura.

—Mira… Louis Tomlinson… te agradecería eternamente que me avisases cuando estés a punto de cambiar de faceta —dije, alzando la mano con el dedo índice y el pulgar tocándose y los otros tres dedos al aire, copiando el gesto de mi madre cada que iba a regañarnos.

— ¿Crees que pasarás una eternidad recordándome? —preguntó, realmente dubitativo. Estampé mi mano contra mi frente y dejé salir un suspiro cansado—. Vale, está bien… sólo intentaba aligerar la tensión.

—Mejor déjame eso a mí y tú encárgate de ser el maricón debilucho, ¿estamos?

—Vale. Suena a que seremos un grandioso equipo —canturreó, moviendo sus cejas acusadoramente.

—Siempre abusando…—suspiré, negando con la cabeza.

Louis soltó una carcajada infantil, mientras salíamos de la biblioteca, y comenzó a canturrear una canción desconocida. Pero que, en su voz, se oía muy agradable.

¿Qué cantaremos?

Analicé su voz, sin responderle.

Dan dijo que quería una polifonía… Y en definitiva, eso tendría. Con los agudos de Louis y mi voz haciendo las bajas.

Después de todo, tal vez si éramos un grandioso equipo.

  

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