Montserrat
Soy incapaz de mantenerme quieta, golpeo mi pie contra el piso de la sala en la que me encuentro y retuerzo mis manos sobre mi regazo evidenciando lo nerviosa que estoy. Nos encontrábamos en la sala de espera del consultorio de la doctora que me atendería durante mi embarazo y a pesar de haber ya estado aquí antes con Anna, se siente como si fuese la primera vez.
Dave me lanza una mirada tranquilizadora mientras deja un suave apretón en una de mis manos cuando se da cuenta de mi estado. Por más que lo he intentado no he sido capaz de hacer que el nerviosismo que me recorre ahora mismo de pies a cabeza disminuya tan solo un poco.
Mi madre se encuentra sentada justo enfrente de nosotros, mirándonos de forma sospechosa a pesar de haberle repetido hasta el cansancio que Dave no era ni por cerca el padre de mi hijo, ella no terminaba de creérselo.
Creo que el fondo esperaba que Dave lo fuera, pero para su gran decepción, no fue así.
—Siento que tú madre me está asesinando con la mirada —murmura Dave. —¿Debo preocuparme? —inquiere. Suelto una risa y niego, le lanzo una rápida mirada a mi madre para después mirar a Dave.
—No lo creo —Respondo—. Lo que sucede es que aún no termina de convencerse respecto a que tú no eres el padre de mi bebé —murmuro rodando los ojos. —Tal vez deberías de preocuparte cuando Caleb y Luke se enteren y piensen que tú igual eres el padre —bromeo haciendo referencia a mis dos hermanos.
La expresión de pánico que Dave coloca en rostro me hace soltar una carcajada.
—¿Por qué yo tengo que sufrir esto? —Cuestiona con pesa. —¿No sería mejor que les dijeras quien realmente es el padre y así lo asesinamos entre todos? —dice esto último en un tono más bajo y yo no puedo evitar volver a reír.
Niego ante su pregunta, sonriendo con ligereza. Lo cierto era que prefería que las cosas se quedaran así, si Jack no quería involucrarse en nuestras vidas yo no iba a tratar de hacerlo. Y estaba consciente en que si mis padres o hermanos se enterasen de quien era el padre de mi hijo no dudarían en intentar obligarlo a hacerse responsable.
Y al final yo no estaba dispuesta a aceptar en mi vida a alguien a quien están obligando a estar en ella.
Dave está por decir algo más cuando la chica de la recepción pronuncia mi nombre y nos indica que podemos pasar.
Me cuelgo mi bolso en el hombro mientras me incorporo para encaminarme hacia la habitación en donde la doctora se encuentra. Cuando me encuentro frente a la puerta correspondiente, toco un par de veces.
Un "pase" se escucha desde el interior de la habitación y giro el pomo de la puerta para poder entrar.
La doctora nos recibe con una sonrisa en cuanto nos ve y hace un movimiento con una de sus manos para invitar a sentarnos.
—Hola Montserrat ¿Cómo te encuentras? —saluda amablemente.
—Bastante bien, gracias —Le dedico una sonrisa mientras ella termina de escribir algo en el pequeño block de hojas que sostiene entre sus manos.
—¿Cómo te has sentido? ¿Has tenido algún malestar? —cuestiona.
—No, los mareos y las náuseas han disminuido desde la última vez que vine—. La doctora asiente.
—Bien ¿Puedes acompañarme? Veamos cómo se está desarrollando ese bebé—. Mis dos acompañantes han permanecido callados, le lanzo una mirada a mi madre y ella me dedica una sonrisa tranquilizadora antes de comenzar a caminar detrás de mí.
Por algún motivo, las ecografías me ponían más nerviosa de lo que deberían, nos toma apenas unos minutos prepararme y cuando está listo, centro mi completa atención en la pantalla de mi costado.
—Bien Montse ahora te encuentras de unas diez semanas aproximadamente —Comienza a explicar la doctora. Ella aprieta unas cuantas teclas de la computadora y unas líneas punteadas revelan una pequeña figura. —Es muy pequeño aún, mide aproximadamente entre cuatro y seis centímetros.
—Oh, es tan pequeño—murmuro sintiendo mi corazón acelerarse.
—Se ha completado la fase embrionaria y con ello se han formado los órganos más importantes —comienza a explicar la doctora—. La cabeza ya se ha desarrollado, y el corazón y el cerebro ya han pasado las fases críticas.
No soy capaz de retener la sonrisa en mis labios, la doctora continúa hablando y explicando e intento prestar tanta atención como me es posible. Cuando se asegura que todo está en orden, la ecografía acaba.
— ¿Entonces está todo en orden? —Cuestiona mi madre.
—Sí, el embarazo está desarrollándose de forma normal y sin ningún problema aparente. Montserrat es posible que aún continúes con síntomas leves del cambio hormonal, como nauseas o vómitos. Es completamente normal. —Asiento ante todo lo que la doctora dice—. Te voy a recetar unas vitaminas y algunos medicamentos que son esenciales para que tu embarazo continúe tan bien como lo está haciendo ahora.
—De acuerdo —respondo. La doctora escribe en una receta los nombres de los medicamentos que tendré que tomar y luego me tiende la pequeña hoja de papel. —Gracias —Agradezco
—De nada —Me dedica una sonrisa y cuando nos incorporamos ella imita nuestra acción, extiende una de sus manos la cual no dudo en tomar. —Nos vemos en el próximo mes Montse, cuídate.
—Gracias doctora—. Tras despedirnos de ella los tres salimos del consultorio, luego de pagar el costo de la consulta en recepción nos encaminamos hacia el auto.
—Dave ¿Vienes a comer a la casa? —inquiere mi madre mirando con curiosidad a mi amigo. Él me lanza una mirada antes de centrar su atención en mi madre.
—Me encantaría señora Lewis, pero ahora tengo que ir al trabajo, dejé algunas cosas pendientes—. Mi madre asiente y se acerca para poder despedirse de él.
—Adiós—. Él me envuelve en sus brazos y deja un sonoro beso en mi mejilla para después dedicarme una sonrisa.
—Nos vemos —hago un ademán de adiós y pronto él se ha adentrado a su auto. Permanezco unos segundos más ahí antes de girarme y adentrarme a nuestro auto, cuando nos encontramos dentro mi madre me observa por algunos segundos.
—Montserrat ¿Estás segura que Dave no es el padre? —cuestiona —Yo lo veo muy pendiente de ti y del bebé cielo.
—¿Cómo debo tomar eso? —inquiero—. Créeme, mamá. Sé perfectamente con quien me acosté. Y ese definitivamente no es Dave.
Escucho a mi madre soltar una risa antes de encender el motor.
—De acuerdo —responde—. ¿Has hablado con tus hermanos?
Suspiro. Sabía que tenía que hacerlo, pero era demasiado cobarde como para enfrentarme a los dos chicos que habían cuidado de mí toda la vida como si no fuese capaz de defenderme sola.
Ser la menor, tiene sus desventajas.
—No. Debo hacerlo pronto, pero los conoces bien.
—Si algo sé, es que ambos te adoran con todo su corazón. Y estarán más que encantados con darse su apoyo.
No le doy una respuesta, mamá tenía razón, nuestra relación era la mejor que pudiera existir, pero eso no quitaba el hecho de que me sintiera tan nerviosa con el solo hecho de considerar darles la noticia.
Tal vez pueda esconderme por los nueve meses siguientes y luego presentarles a mi hijo o hija, no parece ser tan mala idea.
Cuando ya me encuentro en la comodidad de mi habitación me siento verdaderamente aliviada, en las últimas semanas me había sentido tan cansada como nunca.
El sonido de mi celular anunciando una llamada hace que tenga que incorporarme para ir por él, cuando lo tengo en mis manos la tranquilidad de la que gozaba hace unos momentos se esfuma.
El nombre de Jack se lee en la pantalla, durante los primeros segundos el pensamiento de cortar la llamada se adueña de mi mente, y estoy por hacerlo cuando la duda me embarga y termino haciendo lo contrario.
— ¿Qué es lo que quieres? —cuestiono a penas respondo la llamada. Intento que mi voz salga estable y no demostrar que él aún tiene un efecto en mí.
—Dios Montserrat, al fin me respondes—. El sonido de su voz se cuela por mis oídos, dejando una sensación dolorosa. Es increíble que aún después de varias semanas, el solo hecho de escucharlo produzca algo en mí.
— ¿Qué es lo que quieres Jack? —insisto.
—Solo quiero hablar contigo Montse, linda yo...
—No tengo nada que hablar contigo, dejaste muy claro todo lo que pensabas la última vez que estuvimos frente a frente. Simplemente déjame en paz —intento sonar firme, pero el temblor en mi voz me delata.
—No —cierro los ojos en cuanto lo escucho responder. —No voy a dejarte en paz porque no puedo hacerlo Montse, sé que me comporté como un idiota contigo, pero necesito que me perdones. —No soy capaz de responder nada. —Montserrat quiero estar contigo en esto.
—Demasiado tarde Jack —mascullo sintiendo mis ojos quemar por las lágrimas acumuladas y que me niego a derramar—. Mi hijo y yo no te necesitamos.
—Montse por favor...—A pesar del tono suplicante que emplea no quiero seguir escuchándolo. Cuelgo la llamada sin esperar un minuto más y cuando lo he hecho, me rompo por completo otra vez. El dolor en mi pecho aumenta y me quema con más intensidad a cada segundo.
—Demasiado tarde Jack, demasiado tarde —sollozo sintiendo que mi corazón se ha roto un poco más si eso es posible.
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