Linaje Negro: DESTINO (Serie...

By Maleja_Arenas

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El Fatum o destino es aquel que guía nuestras vidas hacia un fin escogido. Según las leyendas más antiguas... More

Sinopsis
Glosario
La historia del Hombre Lobo
Prefacio
Capítulo 1
Extracto del Diario de Kellan Brahms
Extracto Diario de Kellan Brahms
Capítulo 3
Extracto Diario de Kellan Brahms
Capítulo 4
Extracto del Diario de Kellam Brahms
Capítulo 5
Extracto del diario de Kellan Brahms
Capítulo 6
Extracto diario de Kellan Brahms
Capítulo 7
Extracto Diario de Kellan Brahms
Capítulo 8
Extracto Diario de Kellan Brahms
Capítulo 9
Extracto Diario Kellan Brahms
Capítulo 10
Extracto Diario de Kellan Brahms
Capítulo 11
Extracto Diario de Kellan Brahms
Capítulo 12
Extracto Diario de Kellan Brahms
Capítulo 13
Kellan
Extracto Diario de Kellan Brahms
Capítulo 14
Extracto Diario de Kellan Brahms
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23

Capítulo 2

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By Maleja_Arenas


—¿Qué mierda? —gruño cuando el pastel de fresa cae de mis manos debido al golpe que me acaba de dar mi prima por debajo de la mesa—. ¿Por qué carajos me golpeas?

—Actúa normal —dice entre dientes. La fulmino con la mirada y recojo el pastel para comerlo, pero Bea me lo arrebata y lo tira a su plato. Gruño.

—¿Acaso comer no es normal para mí?

—No cuando pareces un cerdo en días de ayuno.

—Auch. Eso no fue agradable. No sabes lo difícil que fue vivir seis meses sin estos placeres culposos. Y no le digas a mi tía que estoy traicionándola, comiendo los dulces de Fátima.

—Cállate y sonríe. —Tomo otro pedazo de lo poco que queda del pastel, pero Bea me lo arrebata—. Compórtate.

—¡Bea! No estoy haciendo nada.

—Aquí vienen —sisea y me da una mirada de advertencia.

Frunzo el ceño no comprendiendo de qué demonios habla ni por qué tenía que privarme de los pasteles de Fátima. He estado de regreso a mi pueblo por dos días, más los seis meses en Alcázar... es una eternidad sin poder comer sin regordimientos.

Resoplo al notar como Bea baja el escote de su blusa y se muerde el labio inferior para hacerlo más voluminoso y que su sonrisa de "cómeme" se vea más sexy. Esas son sus técnicas de seducción de emergencia, como ella las llama. Alguna posible víctima se acerca.

Bea no respeta ningún lugar para seducir, ni siquiera el pequeño restaurante familiar de Fátima se salva de ser una zona de cacería para ella. Espero que el señor Fonseca no se ahogue con su tostada por estar viendo el escote de Bea.

—¿Cuál es el blanco? —Miro por encima de mi hombro para reconocer al pobre desgraciado que caerá en las garras de la fiera de mi prima. Siempre caen.

—Ahí vienen los "K" —Suspira—. No todos, pero al menos Killiam y Keyner sí, suficiente carne jugosa para hacerme babear de arriba y de abajo. —Menea sus cejas y me estremezco.

—Ascoooo, Bea. Eres una puerca.

—Ya me vieron, sé una buena chica.

—Eso debería decirte yo a ti, pervertida y asquerosa mujer.

Muerdo mi labio cuando vuelve a golpearme bajo la mesa. Maldita sea mi prima. Le siseo, pero ella ya está con la vista de águila sobre su objetivo, pega su estúpida y sexy sonrisa, pestañeando como si le acabaran de aplicar gotas para ojos.

—Pero si son los chicos súperpoderosos —Maulla como gata en celo. Vuelvo a resoplar y trato de alcanzar el pastel justo cuando dos sombras caen sobre mí. Inmediatamente siento un peso en mi pecho y un escalofrío que me recorre.

—Beatriz —dice una voz profunda a mi espalda, pero con ese raro acento suena más como "Biatriex"— ¿Cómo está la rosa más hermosa de este pueblo?

—Del mundo, diría yo —dice la otra persona. Bea tiene razón, tienen un acento extraño, como del viejo mundo.

La sonrisa de mi prima crece y yo ruedo los ojos.

—Yo muy bien, como pueden ver, y si quieren también pueden comprobarlo. —Me burlo, ganándome otro golpe bajo la mesa.

—Deja de patearme, Rosa, o terminarás pisoteada. —Gruño y sé que me he ganado la atención de los dos hombres al sentir sus ojos en mi espalda.

—Killiam, Keyner —murmura seductoramente mi prima—, la gruñona aquí es mi prima Aryam, disculpen su comportamiento, estuvo en una especie de ayuno animal estos últimos días.

Le estrecho mis ojos a mi prima y me vuelvo totalmente para saludar a los dos chicos que tienen a mi prima comportándose como una gatita.

—¡Guau! —se me escapa de los labios al ver a estos dos hombres que, sin razón alguna, pierden la sonrisa al verme.

¡Son hermosos!

Como, realmente hermosos.

De ese tipo de hombres hermosos que te hacen querer arrodillarte y agradecerle a Dios por la vida y por ponerte en el camino tan inmaculada imagen.

Tan hermosos que tienes que pellizcarte fuertemente el brazo para comprobar que no estás teniendo visiones de dioses griegos, ángeles o qué sé yo. Tanta perfección debería ser un pecado, algo ilegal, deberían de tener pico y placa para salir, no puedo ni imaginar el caos que cinco de ellos traen a mi pueblo. Ahora entiendo el por qué he visto a casi todas las mujeres del pueblo super maquilladas y usando sus mejores ropas o apestando a perfume.

—¿Tú? —dice el hombre más grande, extiende su mano y la acerca a mi rostro. Inmediatamente me espabilo y me retiro hacia atrás, pero sus dedos alcanzan a rozar mi mejilla. Otro estremecimiento me recorre.

—¡Oye! —golpeo su mano—, ver y no tocar, se llama respetar. Puede que mi prima dé pruebas gratis, pero yo soy producto sellado y reservado.

Bea da un grito ahogado y me mira como si acabara de golpear a su cachorro, ambos hombres permanecen mirándome sorprendidos, como si acabaran de ver un fantasma, sus ojos, verdes en ambos, recorren mi rostro incomodándome.

—Umm, mejor me adelanto. Te espero fuera, Bea.

Rápidamente me levanto de la mesa y camino hacia la salida despidiéndome de Fátima y el resto de los comensales. Me detengo junto a la camioneta de la clínica y espero a Bea, observando como habla ahora con Killiam y Keyner mientras ambos me señalan.

Ese hombre iba a tocarme el rostro, podrá ser muy hermoso y todo, pero de verdad que se pasó al tratar de ponerme una mano encima. Estará más bueno que una tarta de manzana caliente, pero de ahí a que me toque. Probablemente Bea esté disculpándose por mi comportamiento, y esté un poco celosa, si el chico hubiera tocado su rostro, ¡ja! Tendría una semana de tortura con todos los detalles de ese toque.

—¡Aryam! —Me vuelvo hacia la voz de la señora Bolesa—. Cariño, que bueno verte de regreso.

—Señora Bolesa —acepto su abrazo y le sonrío—. Me alegra verla a usted también. ¿Cómo están las crías?

—Ah querida, creciendo y comiendo como si mis dos yeguas hubieran parido cinco elefantes. —Me rio y niego con la cabeza—. Pero están saludables que es lo importante. Mi pobre bolsillo y mis alcancías deberán aguantar.

—Aún son muy pequeños, pero tenga cuidado de no sobrealimentarlos.

—Claro querida. Estoy siendo muy precavida. ¿Y tú? Chica sí que bajaste de peso.

Ruedo los ojos, he escuchado lo mismo desde que llegué.

Fueron sólo tres kilos, por amor de Dios.

Pero al parecer por como lo ven las señoras del pueblo, perdí ochenta. Le sonrío y le cambio de tema preguntándole por la cosecha y por el señor Richie, veo por el rabillo del ojo que Bea se acerca así que me despido de la señora Bolesa y me subo a la camioneta.

Al ver hacia el restaurante me percato que los "K" están observándome a mí desde el pórtico del restaurante. La fiereza de sus miradas hace que la piel se me ponga de gallina.

—Eso fue muy grosero de tu parte —reprende mi prima una vez se adentra en la camioneta.

Me vuelvo con la boca abierta hacia ella, tratando de ignorar la constante sensación de ese par de ojos verdes sobre mí.

—¿Estás hablando en serio? Ese hombre, al que ni siquiera conozco, trató de poner sus manos sobre mí.

—Fue sólo una mano, y podrías conocerlo si quisieras, además, él sólo estaba actuando inconscientemente, dice que te pareces a una vieja amiga y por eso se sorprendió al verte.

—¿Y sólo por parecerme a una de sus "viejas" amigas tiene el derecho de tocarme? —Bea se cruza de brazos y resopla—. Estás loca, definitivamente a ti un hombre atractivo te quita el sentido común y la razón.

—De hombres como ellos yo me dejaría quitar cualquier cosa.

Niego y enciendo el auto, dando una última mirada a los dos hombres que persisten en observarme como si fuera una extraña aparición.

"Vieja amiga" mi culo.

Me abstengo de darles el dedo medio, qué groseros, primero tratan de tocarme sin mi permiso y luego se quedan viéndome como tontos. Arranco la camioneta y dando una última mirada por el retrovisor dejo a los dos tontos atrás y a su incómodo escrutinio.

***

—Es un absceso, vamos a drenarlo. Lo limpiaremos y enviaremos a casa bajo cuidados y algunos antibióticos para combatir una posible infección.

—¿Pero no va a morir?

Miro el rostro preocupado de Aitana y niego. —No, no es tan grave, sólo debes tener más cuidado. Tu cachorro va a estar muy bien. Hiciste bien en traerlo apenas encontraste la bola en su cuello. No presenta fiebre ni hipersalivación, además, nos comentas ha comido perfectamente bien. Con los medicamentos y las recomendaciones que te daremos, Hero estará perfecto en unos días.

—Gracias —suspira la chica y abraza a su mascota. Le sonrío y asiento. Me retiro los guantes y le doy las indicaciones a John para que le brinde toda la información a Aitana mientras voy al siguiente consultorio para revisar a otro de mis peludos pacientes.

La tarde se me pasa de consulta en consulta. Mi tío Ancizar me asiste en los casos más complicados como la cirugía que debemos programar de un conejo que tiene un cuerpo extraño en sus pulmones o el caballo que presenta una arritmia. Para las siete, mi turno ha terminado y Víctor, un técnico veterinario y dos de nuestras asistentes, se quedan en la clínica por posibles emergencias en la noche. Teniendo la clínica y la casa cerca, podemos asistir en un abrir y cerrar de ojos al consultorio si somos requeridos.

—Lo hiciste muy bien, cariño. —Mi tío me abraza y besa mi frente.

—Gracias tío. Poder volver aquí y ayudarlos a todos es... gratificante. Me siento increíble.

—Tus padres estarían muy orgullosos, no, ya lo están, nos impresionas cada día.

Asiento, dejando que el nudo en mi garganta que se formó a la mención de mis padres baje lentamente. Los extraño demasiado, pero la vida es así, y debo continuar mi camino por ellos y tratar de cada día ser mejor para que donde quiera que estén siempre se encuentren satisfechos de la mujer a la que dieron la vida y criaron.

—Ve y límpiate para la cena, sabes que la tía Monse nos mutilaría si nos presentamos en el uniforme.

Me rio y entro a la casa subiendo rápidamente las escaleras hacia mi cuarto. Suspiro cuando la fresca brisa se cuela por mis ventanas, beso mi mano y la llevo hasta la foto que reposa en mi tocador, son mis padres, sonriendo ante la cámara que yo sostenía.

—Los amo —susurro. Una pequeña lágrima se escapa de mi ojo derecho y la dejo caer. Les prometí no llorarlos por siempre, no sufrir por su ausencia, así que esa lágrima es lo único que me permitiré por ahora.

Suspirando, me dirijo al baño y me despojo del extenuante día de trabajo para prepararme para la deliciosa cena que logré divisar cuando pasé por el comedor.

***

Mi tía Monse realmente quiere hacerme recuperar mis tres kilos y agregarme otros tres más... eso indica la cantidad de comida que deposita en mi plato una vez que estoy en la mesa. Mi abuelo me sonríe por la desconcertada mirada en mi rostro. Bea se ríe, ya la rabieta de esta mañana por mi supuesto mal comportamiento ha sido olvidada. Mis primos Breiner y Castian contemplan mi plato con anhelo, mi tío Ancizar niega con la cabeza y mi tía Monse sigue pasándome más recipientes con aderezos y carbohidratos.

—¿Quieres hacerme rodar verdad? —murmuro ante el siguiente recipiente que contiene arroz y papa.

—Quiero que te alimentes bien.

—Alimentarse bien no tiene nada que ver con las cantidades tía. Si acaso podré comer una cuarta parte de todo lo que me has servido. No puedo agregar nada más.

—Necesitas carbohidratos, proteínas, grasas... todo para que tus huesos vuelvan a llevarse.

—Perdí tres kilos, tía, no diez.

—No importa. Estás más delgada, eso quiere decir que perdiste vitaminas y todas esas cosas. Come.

Mi tío me da la mirada de que debo callarme y comer todo lo que mi tía me dé, o de lo contrario la tendremos sobre mí toda la cena. Accedo, rezando a todos los santos porque mi estómago logre dar espacio a todo lo que mi tía quiere que coma y porque sólo una pequeña parte de ello se vaya a mi trasero. Es lo único que no "adelgazó" mientras estuve fuera.

***

Necesito salir a correr o a caminar.

No importa que sean pasadas las once de la noche. Si no salgo y al menos quemo un poco de todas las calorías que mi tía me hizo engullir, creo que voy a explotar en segundos. Me siento super pesada, camino como un jodido pingüino y siento que mi estómago está lo suficiente inflado como para empujar a mis pobres pulmones.

Me pongo unos leggins, una blusa blanca de tiras delgadas y tenis para salir a caminar y tal vez correr un poco. La noche es fresca como casi todo el año por lo que me siento mejor una vez comienzo a recorrer el sendero tras la casa y la clínica.

Llevo una linterna porque no tengo una vista súper poderosa en la oscuridad y para evitar tropezar y terminar en alguna zanja. Los primeros quince minutos los camino tranquilamente, no llevo ningún dispositivo electrónico, prefiero caminar y escuchar el sonido natural de mi entorno, además está esto de querer siempre estar consciente de todo y poder reaccionar a tiempo.

Unos cinco minutos después empiezo un trote suave, poco a poco siento como mi cuerpo se va liberando y la carga de mi estómago va cediendo. Respiro profundamente y acelero, dando una vuelta al lago que se encuentra en la mitad de nuestra propiedad y donde acostumbramos a pescar. Paso cerca de la cabaña de Peter el trabajador más antiguo de la casa, y acelero hasta la pequeña colina donde comienzan las cosechas de maíz y las huertas de vegetales. Saludo a José, Gilbert y Fausto que cuidan las muchas cabezas de ganado y me rio cuando Sasha y Tanque, dos de los diez perros que acompañan al ganado, corren tras de mi moviendo sus colas.

Al fin llego al límite de la propiedad y tomo un descanso, cierro mis ojos y elevo mi rostro ante el cielo oscuro y lleno de estrellas. Esto es libertad, esto es vida. Cada sonido, el aire fresco, el cielo, los árboles, cada susurro que alcanzo a percibir; me siento tranquila, en paz, serena... me siento yo.

¡Crack!

Abro los ojos rápidamente y me vuelvo hacia el sonido que proviene de la arboleda, la oscuridad es densa por lo que enciendo la linterna que había apagado y trato de iluminar en dirección al ruido. Estrecho mis ojos y no logro ver nada claro, sólo unas siluetas que parecen ser perros muy grandes, enormes. Doy un paso tentativo hacia el frente, esperando que sean algunos de los perros de pastoreo o de algún vecino que se ha perdido. Si es otro animal abandonado aquí, juro que voy a tener una seria conversación con la policía. Antes de irme, los casos de abandono habían disminuido, algunas personas inescrupulosas e irresponsables de pueblos aledaños dejan a sus mascotas en nuestras tierras porque saben que aquí amamos y cuidamos de ellos.

—Ven perrito —murmuro, tratando de ver si son perros o no. Una luz de duda me invade al pensar que tal vez pueda ser algún animal salvaje, pero eso es loco, hace mucho tiempo que no se han visto tigres, panteras, pumas o zorros por aquí. Además, nunca entendimos porqué habitaron estas tierras. No es su hábitat natural.

La silueta pasa cerca de donde termina el reflejo de la luz y noto que efectivamente se asemeja a un perro grande y peludo, no traigo nada de comida para engatusarlo a que venga hacia mí, tampoco estoy segura de que sea amigable por lo que vacilo en cuanto a qué hacer. Miro hacia donde está el ganado y me debato en sí ir hasta los chicos y pedir que vengan conmigo a revisar o si hacerlo yo sola.

Soy veterinaria y estudié a los animales, su anatomía, comportamiento, etc. por lo que se supone que debo saber cómo reaccionar a este tipo de situaciones, sólo que la silueta es demasiado grande y no es la única, alcancé a ver antes unas dos. Si son rabiosos, están asustados o ansiosos podrían atacar a quien se acerque pensando que corren peligro, si están enfermos dudo que pueda someterlos y llevarlos yo misma hasta la clínica y si están hambrientos... bueno, ya me percaté que no traigo nada que pueda persuadirlos a seguirme.

Justo cuando estoy a punto de volverme y pedir ayuda, una de las siluetas es iluminada por la luz de mi linterna haciéndome jadear y dejar caer la linterna al suelo. Me congelo tratando de asimilar lo que acabo de ver, lo cual es absolutamente absurdo, loco y...

Mierda, se están acercando. Dos lobos dan pasos lentos hacia mí.

¡Hay lobos en nuestra propiedad!

Y están caminando en mi dirección.

—Oh mierda, esto no es bueno —susurro, presa del pánico.

Jamás en mi vida he tratado con un lobo. Lo que sé de ellos se me olvida totalmente al tener a dos frente a mí. Sus ojos, que brillan en la oscuridad, me paralizan de terror. No me han enseñado sus colmillos, lo cual es bueno, o eso creo.

—Maldita sea, ¿qué demonios es lo que se supone que debo hacer?

Si corro, ellos me perseguirán y soy muy consciente de que eso sólo los alentará a cazarme y por supuesto ellos son más rápidos que yo. Y son dos, dos contra uno, contra mí. Me gusta correr, sí, pero ser una buena corredora no es un título que me he ganado, además, mi estómago todavía se siente como si tuviera piedras.

Maldita sea la hora en que me dio por comer tanta carne hoy.

Probablemente seré una apetitosa cena para ellos ahora que la tía Monse me llenó de proteínas.

—Tranquilos, lindos lobitos. —Doy dos pasos tentativos hacia atrás, no debo hacer movimientos bruscos, no debo gritar, no debo correr, aunque es lo que mi instinto de supervivencia me grita—. Lamento interrumpir lo que sea que estaban haciendo. Vuelvan a correr libres como el viento, yo me regresaré a mi casa y, si no me siguen, prometo que mañana les traeré la vaca más gorda de la finca, aunque el tío Ancizar me cuelgue por regalar a una de sus preciosas.

Ambos lobos se miran entre sí como si realmente me entendieran y estuvieran contemplando mi propuesta. Esto es ridículo.

—Si les gustan más las cabras, bueno, hay algunas muy gorditas y sabrosas, también tenemos unos cuantos terneros, pero vamos, son demasiado pequeños para llenar a una manada. ¿Ustedes tienen una manada verdad?

Mierda, los lobos siempre andan en manadas de al menos seis integrantes. Si todos andan por aquí necesitaré más que una vaca.

Para mi sorpresa, ambos lobos se detienen y se dejan caer en sus traseros todavía mirándome, un estremecimiento me recorre la espalda ya que es la segunda vez que tengo a dos pares de ojos fijos en mí. Sólo falta que estos también sean verdes, aunque la oscuridad no me deja ver exactamente si también lo son. Eso sería totalmente hilarante y ahí si saldría corriendo y gritando como posesa.

Miro a mi alrededor por si veo más siluetas o si viene más lobos, pero realmente no veo nada. La linterna está más cerca de ellos ahora que me he ido alejando lentamente. Y no sé si tal vez están jugando conmigo, esperando que corra para salir detrás de mí o qué carajos, pero siguen sentados, medio iluminados por la linterna, mirándome.

Otro paso, uno más y me alejo lentamente. Me detengo de ipso facto cuando ambos se levantan, elevan sus hocicos al cielo y dándome una última mirada se vuelven hacia la arboleda, dejándome sola. Parpadeo, una, dos y tres veces. Se fueron, no están. Hace unos minutos estaban y ya no.

Ni siquiera lo pienso, ni siquiera regreso por la linterna, mi instinto, al verse con ventaja y con esperanza, le gana a mi razón y salgo corriendo hacia la casa como alma que lleva el diablo, rezando a los santos para que los lobos no me estén siguiendo ni me quieran como cena. Cuando voy llegando a la cerca del ganado es que los escucho, el aullido de los lobos, me detengo asustada y me vuelvo a mirar hacia la arboleda.

A pesar de que no puedo verlos, y que la luz de la linterna se ha hecho un pequeño punto en la distancia, soy muy consciente de que ese punto se mueve y un segundo después, se apaga.

—Mierda sagrada. Corre Aryam, será malditamente mejor que corras ya. Debes decirles a todos que...

Hay jodidos lobos en elpueblo. 

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