All You Are It's On Your Back...

By Braveisfree

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Gracias al orden alfabético Harry Styles, uno de los chicos más populares del instituto y Louis Tomlinson, un... More

All You Are It's On Your Back || Larry Stylinson
Capítulo 1: A New Beginning.
Capítulo 3: I am One Of Them.
Capítulo 4: Crazy/Beautiful/Love/Sex/Death.
Capítulo 5: The Notebook.
Capítulo 6: Liquid Night.
Capítulo 7: Just Five Seconds Away.
Epílogo.

Capítulo 2: Every Act Has It's Consequences.

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By Braveisfree

Pí, pí, pí, pí  

El despertador se calla por culpa de un puñetazo. Si suena una vez más, lo tiras por la ventana.  

Son las seis y 15 de la mañana y tu día empieza. Tienes los ojos tan pegados como si hubieras llorado cemento, y el pelo apunta a más sitios que una brújula que se ha olvidado de donde está el norte, pero tienes que levantarte, poner un pie al lado del otro en la alfombra suave y esperar a despertarte del todo.  

Te vistes y desayunas solo, a pesar de la hora. No es porque mamá y papá estén durmiendo, es porque no están en casa. Te dejaron una nota en el frigorífico, Viaje de negocios, cariño, hay comida de sobra. Tienes dinero en el cajón, y ale, arréglatelas solito Harry Styles.  

No es que te hagan mucha falta, después de todo estás acostumbrado a estar solo.  

Bien pensado, siempre podías invitar a Amanda a pasar la noche allí, si es que para el final del día aun te quedaban fuerzas para ser persona.  

Sales de casa con el macuto al hombro y las llaves del coche en la mano, el viejo Chevy esperándote donde lo habías aparcado la noche anterior.  

Apenas son las 7:00 cuando llegas al instituto y ves las primeras luces del día, el cielo encapotado y gris porque vives en Yorkshire y a esa hora, eso es todo lo que se puede pedir. Aparcas y bajas con desgana, porque la práctica de rugby a esta hora no es lo que los médicos recomiendan para una vida larga y saludable.  

Y si lo era, tú te negabas a creerlo.  

Cuando llegas al gimnasio, después de haber dejado el equipo en el vestuario, te das cuenta de que hoy sólo toca sesión de entrenamiento para la resistencia. Cintas, saltos, correr. Más de lo mismo.  

Pero es lo de menos.  

Lo que realmente te molesta es que han metido a Kevin en el equipo. Kevin, el mismo jugador que el año pasado faltó a todos los entrenamientos y los dejo tirados en la final. Kevin, el gilipollas que casi le parte la ceja a Niall en uno de los entrenamientos solo porque le había chocado accidentalmente.  

Gruñes interiormente, y lo ignoras lo máximo posible, yendo para donde está Niall y Liam. Al menos esa sería zona segura. Dudabas que el mamonazo se atreviera a soplar si quiera al lado de tus amigos.  

—Buenos días, nenazas —el discurso del entrenador, tan atento como siempre— ya saben de que va esto. Los quiero con las camisetas tan sudadas que esto parezca un anuncio de nadadores olímpicos. Vamos, vamos, vamos —da palmadas y silba, animándolos a correr, a saltar o a lo que sea que quieras hacer esa mañana, mientras tus piernas aún no han decidido que saben como moverse.  

El chándal pica un poco y la camiseta de manga corta te está demasiado estrecha. Quieres dormir y apoyar la cara en tu almohada calentita, pero todo lo que haces es cogerte un tobillo por detrás de la espalda y estirar bien los músculos.  

Vas a empezar por correr un poco, y no quieres acabar agarrotado.  

****  

Una hora y una ducha después, los músculos te arden y te sientes hinchado debajo de los vaqueros y la sudadera, pero estás bastante más despierto.  

El instituto aún está desierto porque falta como media hora para que empiecen las clases, así que te paseas solo por el pasillo, el macuto pesando en tu hombro, el pelo mojado, pensando en todo y en nada, y en que Kevin les va a hacer la vida imposible en el equipo. En los ejercicios de álgebra que te has olvidado de hacer y en…  

Louis.  

Louis que acaba de aparecer por el pasillo.  

Con su pelo largo descuidado, la sudadera remangada. Los tatuajes de los brazos al aire y la sonrisa retorcida en la boca.  

A veces no sabes si lo hace adrede, lo de parecer un psicópata cabrón y retorcido, o simplemente lo es, pero con los vaqueros rotos, las botas de motero y la chaqueta que normalmente lleva grita por todo lo alto “Meh, meh, meh, peligro, inflamable”  

Te sonríe cuando lo ves y tú solo ruedas los ojos, porque ¿con Louis? El mismo rollo de siempre, apenas te habla, o te mira. Pero siempre está dispuesto a joderte la vida.  

Te apartas hacia la izquierda para tener el camino despejado, pero él se mueve hacia el mismo lado, como si estuviesen jugando con espejos y él intentara imitarte.  

Quiere cabrearte.  

Pero esta mañana ya has hecho tu dosis de ejercicio suficiente y los brazos te duelen de levantar pesas, no tienes ganas de pegarle ningún puñetazo a nadie ni mucho menos de empezar una trifulca.  

Cambias a la derecha y él te imita. Apenas están a tres pasos y te ha bloqueado el camino.  

Te mira desde abajo, es como un palmo más bajo que tú, pero es más amenazante. Es raro. No es más alto que tú, y no es más corpulento. Y desde luego no es por los tatuajes ni las pintas de gamberro.  

Es algo más.  

Es como un aura amenazante que avisa de que está en el límite recomendable de lo que sea que le moleste de la vida. Que está apunto de estallar y sin saber por qué, te vas a cargar los platos rotos.  

Es eso, o quizá solo es la mirada perdida en los ojos azules, irónica y socarrona. Todo junto y solo para ti, porque normalmente pasa de mirar a nadie.  

Está tan cerca de ti que lo puedes oler, y quieres pasar pero te corta el paso de verdad, casi amenazante, con su cuerpo. Abres la boca para decir algo y él solo alza las dejas, riéndose, esperando a ver que tienes que decir.  

Tratándote como a un niño pequeño que está asustado del monstruo bajo su cama.  

—Estás haciéndome perder tiempo, Tomlinson.  

Se aproxima un poco más a ti, y acerca su cara a tu cuello, como olisqueándote. No sabes qué está buscando e instintivamente te echas un poco para atrás.  

Se ríe en la garganta, y sabes que era eso lo que quería.  

Asustarte.  

Justo cuando vas a empujarlo y quitártelo de encima, se aleja, siguiendo su camino, hacia donde quiera que vaya, sin mirar atrás. La mochila al hombro, con más chapas de las que hay en la tienda, el logo de los Misfits es el más repetido.  

Quieres llamarlo gilipollas e ir a por él, después de todo no es tan grande.  

Y sin embargo te quedas ahí de pie como un pasmarote, viéndolo desaparecer.  

   

***  

(Flashforward)  

Ya en el salón de casa, con la compra en la cocina y el teléfono en la mano, buscas en tu anuario.  

Hace siglos que no lo sacabas y ha costado encontrarlo, entre el armario de la ropa que ya no usabas y esto-va-a-la-basura. Estaba debajo de unas cajas con tu antiguo uniforme de rugby, el casco y los protectores.  

Lo abres casi con cariño, los dedos acariciando las tapas mientras buscas algunos de los apellidos de tus compañeros de clase.  

Buscas y buscas durante algunos minutos hasta que das con él.  

Zayn Malik.  

Coges el teléfono y marcas a información, esperando a que la señorita amable/ robot te ponga con alguien que te pueda dar su número.  

Tardas un poco, pero al final consigues tenerlo al otro lado de la línea, con la misma voz cantarina a pesar de los años y una sonrisa que intuyes aunque no ves. Ese chaval siempre había sido así.  

—¿Zayn, Zayn Malik?  

—Sí, ¿Quién lo pregunta?  

—Soy Harry Styles, íbamos juntos al instituto… —un silencio incomodo y oyes como masca chicle así que optas por añadir— ¿Tú eras amigo de Louis Tomlinson verdad? 

—¿Tomlinson? Sí, nos conocíamos, ¿por qué?  

—Me preguntaba si sabías algo de él últimamente. He oído que tuvo un accidente y...  

—Ah sí. Fue el mes pasado. Se mató saltando por el acantilado que había junto a la casa de campo. 

—Sí, eso me han dicho —se te encoge algo dentro del pecho, aún después de tanto tiempo, pero no puedes evitarlo—. Pero no han encontrado el cuerpo ¿Verdad? 

Zayn sopla al otro lado de la línea.  

—Rara vez lo hacen. La corriente los suele arrastrar. No es el primero que se mata ahí, Styles.  

Murmuras un gracias, casi sin decirlo, porque tienes la voz atascada y las cuerdas vocales en huelga. Porque no te crees que esté muerto, porque sabes que todo esto es un juego.  

Porque una vez, hace mucho tiempo te lo dijo, y casi te crees las palabras.  

No vas a rendirte tan fácilmente.  

(Fin del flashforward)  

***  

El agua está fría, pero no te importa.  

El sol aun está alto en el cielo y es sábado, así que los chicos han montado una fiesta frente al lago, en la casa de campo de Liam. Todo el mundo estaba invitado y no era ningún secreto que las fiestas se sucedían fin de semana tras fin de semana.  

Todo el mundo está bañándose, pero hace demasiado frío para tu gusto y pasas de meterte en el río o tirarte por el desfiladero, así que simplemente te has quedado en la orilla, las bermudas negras mas abajo de la rodilla, Amanda riendo con Jade dentro del río, las voces familiares y el olor a hierba.  

Tienes un vaso de plástico en la mano y estás intentando cazar peces. Ya has cazado un par y quieres ver si puedes cazar un tercero.  

—Ey, nene, ¿vienes a bañarte? —grita Amanda, un poco más adentro.  

—Eso, Hazza, que el agua está buenísima —Jade ríe, y tira a Amanda de su flotador.  

Tú arrugas la nariz.  

—Luego, estoy cazando peces.  

—¡SOSO! —gritan las dos a la vez, entre risas, pero tu solo les enseñas en dedo corazón y sigues a lo tuyo.  

   

*****  

Ya es de noche cuando entras a la casa, la sudadera puesta y aún con las bermudas, descalzo. Todo el mundo está tirado en el salón, comiendo patatas fritas y bebiendo cerveza. El partido puesto en la tele y la música sonando de fondo.  

La gente va llegando poco a poco pero tú te escabulles a la cocina.  

Buscas entre los armarios vacíos, hasta que das con un bol de cristal para echar los pececillos que habías conseguido atrapar. Colocas unas cuantas piedras que has cogido del río y después viertes el agua, observando como nadan y se adaptan a su nuevo hogar.  

No sabes porque, pero te gusta verlos nadar.  

Como si fueran más libres que tú, incluso a pesar de que ellos vivan en una pecera.  

Como si el hecho de que no tuvieran memoria no los hiciera esclavos de sus recuerdos.  

Sacudes la cabeza y coges una cerveza del frigorífico.  

Harry Styles, estás perdiendo la cabeza.  

****  

Algunas horas y unas cervezas después, estás besando a Amanda en el suelo del comedor, tumbados contra los sofás, mirando la tele sin mirar mientras ella te besa el cuello y tú piensas que no necesitas más cerveza.  

Necesitas una habitación.  

Tienes el pelo pegado a la nuca de sudar y la falda de Amanda es demasiado corta y ahí hay demasiada gente. Quieres decirles que se vayan y los dejen tranquilos, hasta que caes en la cuenta de que no estás en tu casa, y eres tú el que debería irse a un lugar más cómodo.  

Vas a decírselo a Amanda, de hecho abres los ojos y la boca, pero cuando lo haces, sabes que ha sido un error.  

Louis acaba de llegar con un par de amigos suyos, ese con el pelo negro y pestañas largas que siempre sonríe presionando la lengua contra los dientes y un flaco alto con cara de malas pulgas. Lo miras sin querer porque no puedes no mirarlo y Louis te hace el gesto internacional de la mamada con las manos y la boca.  

Tiene la lengua más roja que has visto nunca, pero eso no se lo vas a decir a él.  

No sabes si lo dice por él, o por Amanda, pero en todo caso ruedas los ojos y pasas de él.  

No vas a dejar que Tomlinson te arruine la noche.  

O a lo mejor sí.  

Porque no pasan ni 15 minutos desde que ha llegado, cuando todo el mundo empieza a corear su nombre y la gente empieza a agolparse en la cocina.  

Los gritos y abucheos de la gente se juntan con las exclamaciones de “Puaj, asqueroso” y “Tio, déjalo”. Jade debe de estar en la cocina porque oyes como grita “Harry” y es entonces cuando te levantas.  

Cuesta más de lo que costó sentarse y los pantalones te están más ajustados que hace un rato. Amanda te mira con los ojos líquidos y la boca mordida. “Ahora vengo” le murmuras entre un beso rápido.  

Vas hasta la cocina casi a la carrera, para ver como Louis se está comiendo uno de tus peces. Se lo mete en la boca con un poco de agua, y juega con él, asqueando al personal, enseñando la cola del pez entre sus labios y como aletea.  

—Eh, tú, imbécil —gritas, enfadado, porque el alcohol está haciendo efecto, estás caliente de más y porque te has tirado dos putas horas cogiendo esos peces—. ¿Qué cojones haces? 

Louis se limita a sonreír, con la boca llena, y a sacar la lengua, con el pez aleteando y saltando, suplicando por un poco de oxigeno. Te mira y después se lo traga, retándote silenciosamente.  

—¿Qué coño te pasa? ¿Es que estás loco? ¿Por qué tienes que hacer cosas asquerosas siempre? ¿Es que te gusta vernos vomitar o que? —lo vas diciendo mientras te acercas a él y Louis solo hace ademán de coger el siguiente pez.  

—Para —lo empujas, fuerte, en el pecho, y aun así Louis no quita la mano—. Te he dicho que pares, ostias —te tiras hacia él, listo para pegarle un puñetazo, pero Louis te esquiva fácilmente echándose para atrás.  

—Eh, eh, tranquilo, vamos, Hazza, déjalo.  

Niall y Liam te agarran por detrás y te sacan a rastras de allí, antes de que le pegues de verdad.  

Por el rabillo del ojo ves como se limpia la boca con el dorso de la mano y sonríe misteriosamente.  

***  

El fin de semana pasa con rapidez después de eso, y el lunes estás en tu silla de clase de Escritura Creativa, casi durmiendo porque es a primera hora y has tenido pesadillas toda la noche.  

Louis está detrás de ti, sentado en su asiento correspondiente, molestándote con el pie, dándole a la pata de la silla.  

—Para —murmuras.  

—Párame —te contesta. Y tiene la voz ronca y rota, como si se acabara de levantar.  

—He dicho que pa…  

—¿Pasa algo, señores? —el profesor Rusko se acerca, con cara de cortar-lo-que-quiera-que-este-pasando-capullos.  

—Nah, profe. Solo quería asegurarme de que no se quedaba dormido —sonríe Louis, cara de niño bueno y el pelo metido detrás de las orejas.  

—Muy gracioso, señor To…  

Pero en ese momento, cuando tú estas rezando para que lo saquen de clase y se lo lleven al despacho del director, la puerta se abre y una chica entra.  

Perlo rojo teñido, botas de motera, y una falda de cuero. Lleva cadenas para remolcar un camión y te sorprende que no tintinee.  

El profesor Rusko se acerca a ella y la hace presentarse. Es Shannon, es nueva y la acaban de trasladar directamente desde Escocia.  

—Muy bien, Shannon. Puedes sentarte en el asiento libre, al lado de Louis.  

Éste sonríe y la mira como quien se acuerda de lo buena que está su tarta favorita pensando en las 12 formas distintas en las que se la va a comer la próxima vez que la haga.  

A ti se te retuercen un poco las tripas por eso, pero es solamente porque lo odias.  

Aun así agradeces la llegada de la chica. Mantiene a Louis entretenido el resto de la hora y te deja libre de hacer lo que te venga en gana.  

****  

La siguiente clase es hora de estudio, que siempre parece ir después de escritura, como si la hubieran puesto seguida a conciencia para aumentar tu tortura.  

Llegas y te sientas en silencio en tu sitio, sacando el cuaderno, y haciendo los dichosos deberes de álgebra que llevas atrasados.  

Louis no tarda en sentarse enfrente de ti, sin nada entre las manos más que un cuaderno negro, y un bolígrafo. Soplarías y todo, pero ¿qué puedes esperar de él?  

Te centras en lo tuyo y pasas del resto.  

Poco rato después lo ves garabatear algo en su cuaderno. Letras grandes y descuidadas y arranca la hoja. No es hasta que no la tienes delante de las narices que te das cuenta que era para ti  

“¿Qué tal la chupa tu rubia? Menudo pibonazo te has buscado”  

Y eso ya es el colmo. Una cosa es que se dedique a molestarte a ti y a hacerte la vida imposible. Y otra es que le de por acosar a Amanda. Hasta aquí ibas a llegar.  

Te levantas con la nota en la mano y con paso decidido vas hasta la profesora de guardia.  

—El señor Tomlinson me está molestando —dices mientras le dejas caer la nota en su escritorio para que la lea.  

Te mira por encima de las gafas y después a la nota.  

—Señor Tomlinson, acompáñeme a dirección por favor. 

Louis se levanta silbando y mirándote, sonriendo todo el tiempo, como si todo aquello no fuera más que un juego para él.  

Psicópata.  

   

****  

(POV Louis)  

El día pasa sin mucho que contar, y mientras vuelves a casa caminando, piensas en la tarea que el profesor de Escritura les había asignado. Tenían que llevar una canción, alguna que les llegara por algún motivo, y leerla en clase como si fuera poesía.  

Después de todo, decía Rusko, la música no era más que arte.  

Ibas pensando en qué canción escoger, cuando llegas a casa y ves a tu padre.  

Sentado frente a la tele, las cervezas vacías junto a la mesa y el gesto torcido. Quieres decir algo que lo mejore pero sabes que solo lo haría peor, así que te sientas en la mesa del comedor y te pones a apuntar unos cuantos títulos en tu cuaderno, para después buscar los discos.  

—¿Qué tal tu día, Louis? —gruñe tu padre, sin despegar la mirada de la tele.  

—Bien.  

—¿Todo bien? 

—Sí, papá. El mundo es perfecto, los pájaros cantan, las nubes brillan.  

Sabes que te has pasado pero no levantas la mirada del cuaderno y sigues escribiendo. Por el rabillo del ojo ves como tu padre se levanta, con cara de pocos amigos y los dedos tensos.  

—Entonces si ha sido así, ¿puedes explicarme porque cojones me han llamado del instituto? ¿Otra vez?  

—No he hecho nada, papá, te lo prome…  

—¡John! ¡Ven aquí! —grita tu padre, sin hacer caso de lo que dices. Te levantas rápido de la silla, porque sabes lo que viene a continuación— Tu hermano necesita un escarmiento. 

No te da tiempo a retroceder cuando tu hermano mayor aparece a tus espaldas, sujetándote los brazos, manteniéndote en el sitio. Es más alto que tú, y también más fuerte, pero es más lento y podrías escapar. Si quisieras.  

Estás asustado pero una mierda si lo vas a demostrar.  

—¿Sabes que puedo defenderme verdad? No me costaría nada romperte los dientes, viejo —escupes, pero hay más miedo que ira ahí y él lo sabe.  

Lo sabe y te dejas ganar, porque cuando te da el primer puñetazo en la mandíbula no te quejas ni intentas escapar.  

Solo haces lo que siempre has hecho.  

Asumir los golpes como un hombre.  

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