EUREKA / Un Verano para Encon...

By JustPaolaMolina

1M 80.6K 20.3K

Dinero, placer, fiestas, y mi pasión: las apuestas. En eso se resume la «mundana» vida que llevo en Miami. Un... More

S I N O P S I S
B O O K T R A I L E R
P L A Y L I S T
A D V E R T E N C I A
P R E F A C I O
P R Ó L O G O
Capítulo 1. «Nunca convoques a los Dioses Griegos»
Capítulo 2. «Eres un ligón de primera clase»
Capítulo 3. «Como en un clásico cliché»
Capítulo 4. «Pueblo chico, infierno grande»
Capítulo 5. «Prometo firmemente no volver a pecar»
Capítulo 6. «¿Tienes idea de cuantas pelirrojas hay en el pueblo?»
Capítulo 7. «El peligro siempre será real cuando se trata de nosotros»
Capítulo 8. «La piedra filosofal que deberás proteger»
Capítulo 9. «Un poco de tu historia con la salvaje»
Capítulo 10. «Lo único que te falta es la escoba y salir volando»
Capítulo 11. «La tregua solo aplica por esta noche»
Capítulo 12. «Para ella soy el diablo»
Capítulo 13. «El hijo recién llegado de un político corrupto»
Capítulo 14. «¿Apostarías por ello, princesa?»
Capítulo 15. ««Un par de jóvenes enamorados»
Capítulo 16. «Mi único problema eres tú»
Capítulo 17. «¿Cómo puedo querer cuando temo tanto caer?»
Capítulo 18. «Un culebrón de pueblo... y un par de corazones rotos»
Capítulo 19. «¿Te gustan las flores salvajes?»
Capítulo 20. «Lo único que tú necesitas es probar»
Capítulo 21. «Déjame convertirme en tu buen cliché»
Capítulo 22. «¿Esto siquiera es legal?»
Capítulo 23. «Me he fijado en ti»
Capítulo 24. «Al chico le gusta el misterio»
Capítulo 25. «¿Qué clase de brujería es esta?»
Capítulo 27. «Con amigas como tú quien necesita enemigas»
Capítulo 28. «Lo siento jodidamente todo»
Capítulo 29. «Tengo una adivinanza para ti»
Capítulo 30. «Recuérdame por qué debo confiar en ti»
Capítulo 31. «Solo tú magia me hace real»
Capítulo 32. «No me dejes»
Capítulo 33. «Solo te amo ti»
Capítulo 34. «No creo merecerte lo suficiente»
Capítulo 35. «Sin comentarios»
Capítulo 36. «Lo único que quiero de ti son respuestas»
Capítulo 37. «Yo siempre cumplo mis promesas»
Capítulo 38. «Todos guardamos secretos por diferentes motivos»
Capítulo 39. «Te amaré por siempre»
Capítulo 40. «El mundo tiene razón al decir que eres gilipollas»
Capítulo 41. «Malditos paparazzi»
Capítulo 42. «Voy a disfrutar viéndote sufrir»
Capítulo Final. «Así es como termina mi verano»
E P Í L O G O
Capítulo Extra: «¿Qué tan malo podría llegar a ser?»
¡Firma de libros + Noticia IMPORTANTE!

Capítulo 26. «Sin amor, no hay dolor»

13.1K 1.4K 188
By JustPaolaMolina


Música: I hate you, I love you de Gnash.

«Sin amor, no hay dolor»

________________________

OLIVER

La casa está en completo silencio cuando cierro la puerta del salón.

Me asomo en la cocina aun cargando con la mochila que preparé esta mañana para mi día entero de playa con la salvaje y descubro que, para variar, Ed no se encuentra de cabeza en el refri buscando algo que preparar para la cena.

Subo las escaleras y toco a su puerta, no me fio de entrar sin más después de descubrir esta mañana que Lisa había pasado la noche anterior con él. Después de varios segundos sin respuesta mando a la mierda su derecho a la privacidad y me encuentro con una habitación de invitados oscura y vacía.

Le escribo para saber en dónde se ha metido antes de dirigirme a la habitación que llevo ocupando desde que llegué al pueblo. Enciendo el interruptor y veo un bulto cubierto con una manta encima de la cama. Mi primera impresión es que se trata del imbécil de Ed, pero la cabellera larga y azabache que cae por un costado del colchón me hace descartar la idea con rapidez.

La chica que está ocupando la mitad de mi cama se da la vuelta en mi dirección. Su ceño se frunce y parpadea un par de veces para acostumbrarse a la repentina claridad. La manta cae sobre su regazo cuando se incorpora, todavía desorientada. Y cuando sus ojos oscuros finalmente se fijan en los míos, una sonrisa radiante aparece en su rostro.

—Hasta que por fin apareces, capullo.

—¿Qué coño estás haciendo aquí, Alessa?

—¿Es así como recibes tu regalo de cumpleaños? —Se pone de pie, y el albornoz de encaje negro que lleva atado a su cintura no deja mucho a la imaginación.

Un «joder» se escapa de mi boca, y contrario a la forma en la que ella parece interpretar mi reacción, no lo digo porque la sorpresa me perezca necesariamente grata.

—¿Cómo conseguiste llegar aquí? ¿Cómo entraste en la casa?

Ella se ríe, ajena a toda mi turbación.

—Ed me dejó entrar antes de largarse a la feria con «Risitos de oro» —dice con una risita, muy consciente del estado en la vida amorosa de nuestro amigo—. Y con respecto a la casa, no se me hizo muy difícil dar con ella. ¿Recuerdas las fotos de tus padres que descubrí una vez en tu habitación? Fue tomada en el jardín frontal, ¿no? — Asiento como un autómata—. Pues solo le di las características básicas al conductor del taxi y él me trajo directo a este vecindario.

—¿Taxi? —repito, cayendo en cuenta que auto no se encontraba frente a la propiedad cuando llegué—. ¿En qué has venido hasta acá?

—En autobús.

—¿Pero qué coño...? —La miro como si le hubiera crecido una segunda cabeza—. ¿Se puede saber por qué no has venido en tu auto?

Se muerde el labio, cosa que solo hace cuando se siente culpable por algo.

—Papá no sabe que estoy aquí, no quería que lo supiera. Y ya sabes que mi auto tiene activo el GPS.

—Joder —mascullo por segunda vez en menos de un minuto—. No puedes estar aquí, Alessa.

Sus labios forman una pequeña mueca, pero sus ojos no pierden la determinación.

—¿Por qué? —Da otro paso en mi dirección—. ¿Está pasando algo malo?

—No se trata de eso, Alessa. Es que... —Me revuelvo el cabello—. Es solo que... no puedes estar aquí. No tienes nada que hacer aquí.

—¿No tengo nada que hacer aquí? —repite, y algo en ella parece quebrarse—. ¿Visitar a mi amigo tras su cumpleaños no cuenta como algo?

Me río con ironía.

—Tú y yo sabemos que no es solo eso a lo que has venido. —Paso por su lado y dejo caer mi mochila sobre el escritorio de la esquina, donde reposa un pequeño bolso viajero que reconozco como suyo.

Me trago un gruñido y luego tomo asiento en la esquina del colchón.

—¿Qué quieres decir exactamente con eso? —Parece indignada cuando se gira para mirarme—. ¿Te crees que solo he venido hasta aquí porque quiero follar contigo?

Apoyo los codos sobre mis muslos y dejo que mis ojos recorran la poca ropa que cubre su cuerpo.

—No lo creo, Alessa, estoy seguro.

—Ya veo que esa mierda de encontrarte a ti mismo no te ha quitado lo gilipollas, eh.

—Alessa, no empieces con...

—¿Por qué te molesta que haya venido? —inquiere, dando un paso en mi dirección—. Dime la verdad.

Nos miramos, y por primera vez desde que nos conocemos, dejo de ser totalmente franco con ella.

—No es que me moleste —le digo—. Es que este no es un lugar para ti, Alessa.

—¿Y sí lo es para ti? —Enarca las cejas y se cruza de brazos, recorriendo la habitación de mi padre con la mirada—. Porque de nada esto se parece a lo que tienes en la ciudad.

A una parte de mí le molesta ese comentario. Otra reconoce que es la verdad. Puede que la antigua habitación de mi papá luzca demasiado humilde en comparación a la gris e impoluta que tiene en nuestra mansión, pero en los diez metros cuadrados que hay aquí adentro, se esconden toda una vida de recuerdos. Las repisas siguen albergando los trofeos que ganó siendo el capitán del equipo de futbol americano en su instituto, y los certificados de promoción demuestran que además era un estudiante de diez. Puede parecer una chorrada, pero estar aquí me hace sentir mucho más cerca de él de lo que me he sentido en años. Es como encontrarme con el chico que fue antes de romperse en mil pedazos tras la muerte de mi madre, y eso es suficiente para ponerme a la defensiva cuando ella agrega:

—Este pueblo tampoco es para ti, Oliver.

—¿Qué sabe tú lo que es o no es para mí, Alessa?

Ella se ríe. Y lo hace sin nada de gracia.

—¿Los dos años que llevo conociéndote te parecen poco, Oliver? —Da un paso más en mi dirección—. Tu vida es un puto desmadre. Vives de las fiestas, las carreras, y cualquier cosa que lleve por nombre «problemas». Aquí tardaste un par de semanas en conseguir esto último cuando allá te habría tomado solo un par horas. Así que tú dime si no tengo razón al decir que este lugar no es para ti.

—¿Te has puesto a pensar que eso es precisamente lo que estoy intentando hacer aquí? Alejarme de los putos problemas, Alessa.

—¿Y yo soy uno de ellos? —inquiere, deteniéndose frente al espacio que dejan mis piernas abiertas—. Porque de mí también te estás alejando al quedarte aquí.

—No recuerdo que alguna vez nos hayamos considerado inseparables.

—Hay cosas que no necesitan decirse en voz alta para que sean un hecho —murmura ella—. Llevamos dos años siendo inseparables, así que no me culpes por extrañarte, capullo.

Alzo la mirada y me encuentro con sus ojos oscuros llenos de un sentimiento que no había demostrado jamás estando conmigo. Y no me gusta nada.

—No fuimos inseparables cuando te pasaste meses colgada del baterista ese.

—De eso hace más de un año. Y él... él no tenía idea de cómo complacerme.

Exhalo con fuerza.

—Estoy seguro de que hay muchos tíos en la ciudad dispuestos a matarte las ganas.

—El problema —dice acercándose lo suficiente para colocar sus manos sobre mis hombros—... es que ahora mismo solo quiero matar mis ganas contigo.

—Alessa, joder. —Intento marcar una distancia que ella se encarga de reducir a la nada cuando se sienta a horcajadas sobre mi regazo y sus brazos rodean mi cuello.

La familiaridad de su tacto es inmediata pese a no ser capaz de sentir nada de esto como algo familiar. Ya no. Y eso me acojona muchísimo. Puede que mientras estaba en el hospital no sintiera la necesidad de hundirme en ella si lo pensaba, pero en ese momento no la tenía abierta sobre mi regazo y sin ningún trozo de tele absorbiendo toda su humedad.

Ahora, sin embargo...

—Dime que tú no lo has extrañado también —susurra contra mi oído, deslizándose por mi entrepierna con un vaivén de caderas que me hace cerrar los ojos con fuerza—. Dime que no has extrañado hundirte en mi coño durante las últimas semanas.

Sus labios recorren mi cuello con besos húmedos que van ascendiendo por la línea de mi barbilla y se detienen en mi comisura derecha. Contengo el aliento cuando su lengua decide recorrer mi labio inferior, separándolos ligeramente para profundizar.

La costumbre por un momento casi me deja caer, pero el miedo a perder todo por lo que he estado trabajando las últimas semanas me basta para poner las manos sobre sus hombros y separarla de mi boca.

—Alessa, necesito que te detengas —la voz me sale pastosa y no es por la excitación.

—¿Por qué? —Me mira con una confusión que me resulta fácil de interpretar después de haberme pasado dos años sin negarme ni una sola vez a un polvo con ella.

Hasta yo me encuentro confuso.

—Porque... —Maldigo para mis adentros, buscando unas palabras que no revelen la verdad—. Porque estoy agotado y vengo hecho un asco. Necesito tomar una ducha.

Alessa luce completamente descolocada cuando me pongo de pie y la dejo en el suelo frente a mí.

—Puedo acompañarte si quie...

—No hace falta. Sé enjabonarme yo solo.

Me doy media vuelta y entro en el cuarto de baño sintiéndome un completo cabrón.

🌴🌴🌴

Media hora después salgo de nuevo a la habitación con una toalla enrollada en mi cintura y la esperanza de que Alessa se encuentre dormida, pero lo cierto es que parece más despierta que nunca. Alza la vista de su celular y recorre mi cuerpo con esos ojos oscuros que me hacen temblar cada que sus rodillas buscan el suelo junto a mis pies.

Esta no es una de esas ocasiones, claro.

—Está muy bonita —dice—. La foto que subiste hace un rato a tu Instagram.

—Gracias —la palabra me sale con sequedad.

—¿Gracias? —Su carcajada me hace cerrar los ojos por un segundo—. ¿Eso es todo lo que tienes para decir? ¿En serio?

Me acerco al cajón de la ropa interior.

—No sé qué quieres que te diga. —Dejo caer la toalla en el suelo y me pongo el primer bóxer que encuentro antes de girarme hacia a ella—. No creo que tenga que darte alguna explicación sobre las fotos que subo en mis redes, ¿o sí?

Su mandíbula se tensa y sus ojos parecen capaces de atravesarme.

—Creí que no te gustaba la idea de hacerte fotos con cada una de las chicas con las que follas.

—Y no lo hago.

Su mirada ahora se tiñe de incredulidad.

—¿Me estás diciendo entonces que no has follado con ella?

—No —respondo cortante, dándome la vuelta para buscar unos pantalones de pijama en el armario—. Pero, aunque lo hiciera, no creo deberte ninguna explicación.

—¿Te estás quedando conmigo? —inquiere, y puedo sentir la irritación que bulle de esas palabras—. Dos años, Oliver, llevamos dos años follando y ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que te negaste a sacarte una foto conmigo, pero no llevas ni un mes en este pueblucho de mierda y ya estás publicando fotos con una fulana cualquiera.

—Ella no es una «fulana cualquiera» —replico, y siento un músculo en mi mandíbula palpitar—. Es mi amiga.

—¿Tú amiga? —inquiere, más indignada que antes—. ¿Y qué coño soy yo entonces? Porque hasta ahora creía que para ti también lo era, y nunca has querido subido una foto conmigo para «evitar» que nos asocien de forma romántica.

—Tampoco quiero que lo hagan con ella.

—¡¿Pero tú te estás escuchando?! Acabas de postear una jodida foto con la frase: «Usted me ha hechizado en cuerpo y alma». ¿Tú de qué vas, tío?

—¿De qué vas tú, Alessa? —le devuelvo, terminando de ajustarme el pantalón de chándal—. No sé a qué coño viene esta escenita, pero te recuerdo que los reclamos nunca han formado parte de nuestro acuerdo.

—Nuestro acuerdo... —repite con una carcajada amarga. Luego se pone de pie—. A ver, Oliver, por qué no me refrescas la memoria respecto a eso. No recuerdo que alguna vez hayamos acordado algo distinto a tus necesidades.

—Nuestras necesidades —la corrijo—. Y esas siempre han estado relacionadas con el sexo.

—¿Estás seguro? —Da un paso en mi dirección—. O solo te has convencido de eso para evadir el compromiso de lo que tú y yo hemos sido durante los últimos años.

—¿Y qué coño hemos sido, Alessa? ¡Ilumíname! Porque al parecer yo no lo tengo muy claro.

—Yo, por lo visto, una idiota, y tú un gilipollas. —Sus ojos se llenan de lágrimas y algo dentro de mí se contrae.

Puede que no sea el chico más comprometido del mundo cuando a chicas se refiere, pero no me gusta ser el cabrón que las hace llorar. Sobre todo, porque estoy convencido de que no voy a quedarme para consolar a alguien que no sea ella.

—Mierda, Alessa, —Me revuelvo el cabello, agobiado—. ¿Por qué coño tienes que complicarlo todo justo ahora que...?

—¿Justo ahora que qué? — Ella sonríe, y el gesto resulta demasiado triste para alguien que siempre parece feliz—. ¿Justo ahora que has encontrado a alguien con quien no te avergüenza sacarte una foto y colgarla en tus redes sociales junto a una declaración de amor?

—No se trata de eso, joder.

—¿Entonces de qué, Oliver? —Abre los brazos, a la espera de una respuesta.

Presiono mis labios, porque no creo tener una. O sí. Pero no soy capaz de decirle que solo se trata de la estúpida apuesta que hice con Ed cuando, sinceramente, ni siquiera estoy seguro que solo se trate de eso ya. Y es una mierda. Estoy confuso, cabreado, y cansado, aunque no sé exactamente a qué se deba esto último. Supongo que estoy cansado de luchar contra esto. Contra mí. Contra todo.

—No lo entiendo. —Sacude la cabeza y deja caer los hombros—. No entiendo una mierda de lo que este pueblo y esa chica a la que recién conoces están haciendo contigo.

—No es cierto —le digo. Y me encuentro de nuevo con sus ojos brillantes—. No es cierto que recién la conozco. Lo hago desde que era un bebé. Desde siempre.

Ella asiente despacio, retrocediendo hasta que su espalda choca contra el cristal de la ventana. Ahora nos encontramos en lados opuestos de la habitación, y los metros que nos separan no pueden compararse con la distancia que se está abriendo paso entre nosotros. Una grieta que representa un abismo.

—¿Recuerdas aquella noche en tu piscina cuando jugamos a tomarnos un shot de tequila por cada confesión vergonzosa que el otro hacía? —Asiento, apenas sonriendo. No tengo idea a dónde quiere llegar con eso—. Casi nos habíamos acabado la botella y nos dolía la tripa de tanto reír cuando llegamos a la parte seria de las confesiones.

Vuelvo a asentir, aunque no estoy seguro de recordar todo de aquella noche. Ocurrió hace más de un año, poco después de que ella rompiera con el baterista. Desde entonces, Alessa y yo solemos hacer eso bastante seguido. Cuando alguno de los dos no es capaz de dormir, nos enviamos un mensaje y luego nos encontrarnos en la piscina con una botella, música y cigarrillos. Casi siempre bebemos y fumamos en silencio, esperando que llegue el momento de quitarnos la ropa. Pero en excepciones como aquella, hablamos de todo y de nada a la vez. De cosas sin sentido y de otras que termino olvidando a la mañana siguiente.

—Esa noche me contaste algo —continúa, mirando el suelo de parqué que hay bajo sus pies descalzos—. Pensé que estaba demasiado borracha para recordarlo a la mañana siguiente, ¿sabes? Pero extrañamente, cuando desperté en mi cama, fue lo primero en lo que pensé. Supongo que mi subconsciente estaba tan seguro como yo de que algo como eso no era sencillo de conseguir viviendo de ti. Y llevo atesorando esa confesión desde entonces. —Se ríe, y casi parece estar haciéndolo de sí misma—. Me hablaste de tu madre.

Sus ojos se posan en los míos esta vez, y juro que puedo sentir cómo se corta mi respiración.

—¿Qué te dije? —Mi propia voz me resulta lejana.

—Me confesaste cómo murió —dice, tragando saliva. Todo mi cuerpo entra en tensión—. Me hablaste de lo culpable que te habías sentido después de enterarte y todas las veces que habías estado visitando su tumba desde entonces.

—Yo... no recuerdo haberte hablado de... eso.

—Lo sé. —Me mira con una compasión que no me gusta nada—. Por eso no te hice comentario alguno al día siguiente. Respetaba que no quisieras hablar sobre el tema. Y la verdad, tenía miedo de que te arrepintieras de habérmelo contado.

—No lo habría hecho, Alessa. No lo hago ahora.

Y esa es una verdad. No suelo hablar de mi madre con nadie, pero la idea de haberlo hecho con Alessa no consigue mortificarme hasta que agrega:

—Hay algo más.

—¿Algo más? —Cruzo los brazos como si fueran mi escudo.

—Esa noche, me confesaste algo más, Oliver. Esa noche me confesaste que no pensabas enamorarte jamás. Cuando te pregunté por qué, tú me respondiste... —Sacude la cabeza y una carcajada hilarante se escapa de sus labios—. Joder, que idiota me siendo al admitir que hasta lo memoricé.

—¿Qué te respondí, Alessa?

Ella suspira antes de clavar sus ojos de nuevo en los míos.

—«Papá perdió al amor de su vida por culpa mía, y se enfrenta a ese dolor cada día cuando me ve. Yo no creo ser tan fuerte como él. Yo no sería capaz de enamorarme sabiendo que algún día alguien, o algo, como una maldita tensión arterial elevada, podrían dejarme en la miseria en la que él ahora se encuentra. Si tengo que correr un riesgo en mi vida, prefiero que sea en una mesa de póker o en el puto asfalto durante una carrera. Sin amor, no hay dolor, ¿no es así?». Y después de eso te tomaste el último shot que quedaba.

—Joder, ¿yo dije...? No lo recuerdo en absoluto. —«Pero tampoco tengo dudas de que esas palabras sean mías».

—Lo sé. Y también sé que ahora, sin todo ese alcohol en tus venas, ni siquiera eres capaz de enfrentarte a esa parte de ti. Aun así, yo me aferré a ella, ¿sabes? Quise creer que esa era la única razón que tenías para no hacerlo.

—¿Para no hacer qué?

—Enamorarte de mí.

—Alessa...

—Qué tonta, ¿verdad? Creer que te negabas a tus sentimientos solo por miedo a sufrir. Creer que me querías, pero que solo temías admitirlo en voz alta.

—Alessa, yo nunca te ofrecí algo que no pudiera darte.

—Eso lo sé. Y no te estoy culpando de nada. Aquí la única que se ha engañado a sí misma he sido yo —dice, limpiándose una nueva lágrima—. A veces queremos algo con tanta fuerza que nuestra propia mente se encarga de jugar con nuestras ilusiones. Sin embargo, tienes razón. Todo ha estado muy claro. Tú no estabas escondiendo tus sentimientos simplemente porque un sentimiento tan fuerte como el amor, no se puede ocultar. —Mira de nuevo la pantalla de su celular y luego me enseña la foto que Emma y yo nos sacamos al atardecer—. Parece que finalmente te han pillado, ¿eh?

Sonríe, y no es una sonrisa amarga, tampoco feliz. Luce simplemente... resignada.

—No estoy enamorado de ella —no sé por qué lo digo. Ni siquiera sé si es la verdad. Ahora mismo no tengo idea de nada—. Y tú deberías haberme dicho algo sobre lo que sentías, Alessa. Si lo hubiera sabido antes...

—Habrías dejado de follar conmigo —completa, sacudiendo la cabeza—. Lamento decirte que esa es otra desventaja del amor, Oliver Jackson: dejas de ser un ser racional y te conviertes en un esclavo de tus emociones. De tus miedos. Y por si no lo has notado aún, mi miedo más grande era que no quisieras estar conmigo nunca más.

—Pero tú... tú te hiciste novia del baterista después de haber estado conmigo, Alessa.

—¡Porque ya estaba pillada de ti! ¿No lo ves? —replica—. Lo intenté con él porque sabía que contigo no iba a llegar a ninguna parte, y luego, cuando lo dejamos porque era un capullo infiel, no tardé ni dos minutos en regresar a ti. Sabía que era un error, y que solo me haría daño, pero entonces llegó la noche de confesiones en la piscina, y yo... —Le tiembla la voz—. Yo me aferré a esa estúpida ilusión para justificar mi decisión de dejarte hacer lo que te viniera en gana conmigo. ¡Y mírame ahora aquí, Oliver! Medio desnuda y luciendo patética ante un tío que está enamorado de otra.

—Alessa, yo no... —Alza la mano para cortarme.

—Ni siquiera intentes negarlo, ¿quieres? Ya es suficientemente humillante toda esta situación como para que también me mientas en la cara.

—Perfecto. Se supone que ahora el villano soy yo, ¿no es así? —Abro los brazos con frustración—. ¿Es culpa mía no haberme dado cuenta antes de que no estábamos en la misma sintonía mientras follábamos?

—¡No, por supuesto que no! —exclama ella—. Pero si al menos me hubieras hablado de esa chica de tu pasado, yo habría podido...

—¿Habrías podido qué, Alessa?

—Saber que no era posible que te enamoraras de mí mientras aún lo estuvieras de ella.

—Deja de decir esa mierda, maldita sea.

—¡No veo por qué te molesta tanto cuando acabas de gritárselo al jodido mundo con esa foto! —estalla, tirando el móvil contra el colchón—. ¿Te das cuenta de lo mal que me dejas ante los medios? Desde ahora seré la maldita comidilla de todos.

—¡Nunca hemos confirmado una relación ante nadie!

—¡Pero tampoco la hemos desmentido, joder! Una sonrisa evasiva suele contar como una afirmación para la prensa. Y de esas les hemos regalado bastantes —me recuerda—. Puede que para ti nunca existiera un nosotros, pero tu poco interés por dejar eso claro, me bastaba para dudar. Para creer que era posible. Así que no me culpes por ser una idiota, Oliver.

Ella se derrumba. Cubre el rostro con ambas manos y comienza a llorar. Yo maldigo para mis adentros antes de eliminar la distancia que nos separa y rodear sus hombros con mis brazos. Ella hunde su rostro en mi pecho, empapándome con sus lágrimas.

—Lo siento —murmuro contra su cabello. Huele a lavanda—. Nunca ha sido mi intención hacerte daño, Alessa. Te lo juro. Pensé que los dos queríamos lo mismo.

Me mira, y estamos tan cerca que puedo sentir el calor de su aliento cuando suelta una exhalación.

—Yo solo te quiero a ti. —Sus manos se aferran a la cinturilla de mis pantalones como si necesitara retenerme a su lado—. Siempre te he querido a ti.

—Eso no es verdad, Alessa. —Le aparto un mechón de la cara, sacudiendo ligeramente la cabeza—. Me acusas de no haberte hablado nunca sobre ella, pero tú guardas tus propios secretos.

—¿De qué estás hablando? —Le tiembla la voz.

—Cuando nos conocimos, después de hacerlo en el baño de invitados, me dijiste que yo te recordaba a alguien —le digo—. Nunca me dijiste a quien, pero creo que solo piensas que estás enamorada de mí porque me parezco a él.

Su expresión se ensombrece.

—¿Lo dices en serio?

—Solo piénsalo, Alessa. Tiene mucha lógica.

—No —dice, empujándome lejos—. No voy a pensarlo solo para que tú no te sientas como la mierda por no quererme de la misma forma en la que yo te quiero a ti.

—No lo estoy diciendo por eso.

—Claro —escupe con una carcajada—. Eres un jodido cobarde, Oliver Jackson. No solo no eres capaz de admitir lo que sientes por la pueblerina esa, sino que, además, intentas minimizar mis sentimientos para no tener que enfrentarte a ellos.

—No estás siendo muy justa, Alessa.

—¿Y tú sí? —Sonríe, llena de dolor—. Siento mucha pena por mí, ¿sabes? Por haberme pasado el último año tan cegada. Pero también la siento por ti, porque aun cuando tienes la verdad delante de tus ojos, prefieres hacerte el ciego. —Toma su teléfono de la cama y luego coge su bolso de la mesita—. Esta noche dormiré en la cama de Ed, dudo mucho que vuelva esta noche. Por la mañana volveré a la ciudad. No pienso quedarme aquí y arruinar tu «romance de verano».

—Joder, Alessa, espera... —le digo cuando se dirige a la puerta.

Se detiene con el pomo en la mano y me mira por encima de su hombro.

—¿Qué?

Me revuelvo el cabello. En realidad, no sé qué decirle. Así que pronuncio lo primero que se me ocurre:

—No me dijiste qué era eso de lo que estabas sospechando.

Mis palabras parecen decepcionarla. Y a mí también. Siento que debería haberle dicho algo como «Quiero que te quedes», «Yo te quiero también». Sin embargo, nada de eso es verdad, y eso solo me hace sentir aún más miserable.

—Nada —dice entonces, tirando de la puerta para abrirla—. Puede que mis sospechas solo fueran otra mala jugada de mi imaginación.

A la mañana siguiente no hay rastros de ella en toda la casa. La cama de Ed está hecha y sus cosas han desaparecido.

Lo único que se queda conmigo el resto de la semana es la sensación de que, eso que Alessa se había estado imaginando, es más importante de lo que parece.

______________________

Hola, pecadoras.

¿Qué tal esta situación con Alessa?

A mí me da mucha penita con ella :(

Continue Reading

You'll Also Like

11.5K 839 59
-Es lo mejor que me han regalado. Muchas gracias -digo, abrazándolo, mis ojos se habían llenado de lágrimas. Nos separamos y quedamos muy cerca. Él n...
486 83 2
"Quien diría que Jeon Jungkook, el Bad Boy de la preparatoria sería papá por accidente"
41.5K 7.2K 32
September le ha hecho una cruz a la capital inglesa y para ella es impensable siquiera pisar las calles de Londres. La ciudad que la vio crecer ya no...
12.7K 814 22
Romy, hija de una de las dos familias más poderosas de Verona, regresa a la ciudad que la vio nacer después de terminar la universidad con la intenci...