La Piedra del Matrimonio

alseidetao द्वारा

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Para evitar las maquinaciones del Ministerio, Harry debe casarse con el reacio Severus Snape. Pero el matrimo... अधिक

Capítulo 1: La piedra del matrimonio
Capítulo 2: Con Este Anillo
Capítulo 3: Habitantes de la mazmorra
Capítulo 5: Marcas oscuras
Capítulo 6: Vivir con Snape
Capítulo 7: Lazos que unen
Capítulo 8: Todos los hombres del Rey
Capítulo 9: La estrella del perro
Capítulo 10: Espadas y flechas
Capítulo 11: Enfrentándose a Gryffindors
Capítulo 12: Emplazando culpas
Capítulo 13: Entendiendo a los hombres lobo
Capítulo 14: Volviendo a la normalidad
Capítulo 15: Modales
Capítulo 16: Conociendo a los cuñados
Capítulo 17: Espinas
Capítulo 18: El corazón del laberinto
Capítulo 19: Vínculos
Capítulo 20: Sinistra
Capítulo 21: Serpientes
Capítulo 22: Familia
Capítulo 23: Lobos
Capítulo 24: Lecciones de Historia
Capítulo 25: Nochebuena
Capítulo 26: Regalos de Navidad
Capítulo 27: Antes de la tormenta
Capítulo 28: Vikingos
Capítulo 29: Entender el deber
Capítulo 30: Persecución
Capítulo 31: Acortando distancias
Capítulo 32: El dolor de crecer
Capítulo 33: Largas historias
Capítulo 34: A dormir
Capítulo 35: Al abismo
Capítulo 36: Cargando la piedra
Capítulo 37: El otro lado
Capítulo 38: Política
Capítulo 39: Honor familiar
Capítulo 40: La locura del lobo
Capítulo 41: Salvaje
Capítulo 42: Caramelos de limón
Capítulo 43: Para eso están los amigos
Capítulo 44: Cierra los ojos
Capítulo 45: Amaestrando al dragón
Capítulo 46: Viendo rojo
Capítulo 47: Cedo
Capítulo 48: El Lobo en la puerta
Capítulo 49: Bailando
Capítulo 50: La materia de los sueños
Capítulo 51: Grandes gestos románticos
Capítulo 52: San Valentín
Capítulo 53: Afecto de cortesía
Capítulo 54: Despertando a Lunático
Capítulo 55: Maniobras legales
Capítulo 56: Peones
Capítulo 57: Obviedades
Capítulo 58: El significado de las cosas
Capítulo 59: Algo maligno
Capítulo 60: La voz del Rey
Capítulo 61: La llamada
Capítulo 62: Stonehenge
Capítulo 63: El corazón sangrante
Capítulo 64: El resto del mundo
Capítulo 65: En la luna
Capítulo 66: Sinestesia
Capítulo 67: Cantos afilados
Capítulo 68: La búsqueda del poder
Capítulo 69: Al final de este camino
Capítulo 70: El precio del valor
Capítulo 71: Lo que importa
Capítulo 72: Yendo hacia delante
Capítulo 73: Así es como el mundo acaba
Capítulo 74: El sol moribundo
Capítulo 75: Valeroso mundo nuevo
Capítulo 76: Los indignos
Capítulo 77: Historia antigua
Capítulo 78: Regresando a casa
Capítulo 79: Solucionando
Capítulo 80: Decisiones y Progreso
Capítulo 81: El amanecer de un nuevo día
Capítulo 82: Echando una mano a las cosas
Capítulo 83: Sorpresas en todas partes
Capítulo 84: Extraños compañeros de cama
Capítulo 85: Borrones
Capítulo 86: Furia
Capítulo 87: Pasiones
Capítulo 88: De vuelta al negocio
Capítulo 89: Idas y Venidas
Capítulo 90: Maniobras Legales II
Capítulo 91: Rosas
Capítulo 92: Educación continua
Capítulo 93: Los recién llegados
Capítulo 94: Experiencias de aprendizaje
Capítulo 95: Encuentros cercanos
Capítulo 96: En desacuerdo
Capítulo 97: Hacer las Paces
Capítulo 98: ¿Quién sabe?
Capítulo 99: La paz se desmorona
Capítulo 100: Comienzan las hostilidades
Capítulo 101: Primeras señales del futuro
Capítulo 102: Lecciones desplegadas
Capítulo 103: El fin de los vampiros
Capítulo 104: Reconocimiento y premonición
Capítulo 105: Verdadera naturaleza
Capítulo 106: Exámenes finales
Capítulo 107: Explicaciones
Capítulo 108: La calma antes de la tormenta
Capítulo 109: Reescribiendo la historia
Capítulo 110: La fuerza del vínculo
Capítulo 111: Magia salvaje
Capítulo 112: Consecuencias del ataque
Capítulo 113: Últimos días de tranquilidad
Capítulo 114: Rudos Despertares
Capítulo 115: Primeras Impresiones
Capítulo 116: Desquitarse
Capítulo 117: Nuevos comienzos
Capítulo 118: Tiempos felices
Capítulo 119: Tiempos de fiesta
Capítulo 120: Favor de Merlín
Capítulo 121: Fin del verano, parte 1
Capítulo 122: Fin del verano, parte 2
Capítulo 123: Una falta cercana
Capítulo 124: Retrasar lo inevitable
Capítulo 125: Las formas de la primera ola
Capítulo 126: Compañeros de cama más extraños
Capítulo 127: Planificación de la Operación Castillo Mágico
Capítulo 128: Revelaciones
Capítulo 129: La primera ola se rompe
Capítulo 130: Limpiando
Capítulo 131: Padrinos
Capítulo 132: Percepciones erróneas
Capítulo 133: Zona de conflicto
Capítulo 134: Visitantes
Capítulo 135: Pez fuera del agua
Capítulo 136: La segunda ola
Capítulo 137: La batalla de Hogsmeade
Capítulo 138: Algunas explicaciones que hacer
Capítulo 139: Decir adios
Capítulo 140: Faltas de comunicación
Capítulo 141: Las formas de la tercera ola
Capítulo 142: El Campeón del Rey
Capítulo 143: La batalla de Hogwarts
Capítulo 144: La gratitud del rey
Capítulo 145: Los Comienzos del Rey
Capítulo 146: La Vida del Rey

Capítulo 4: Enfrentándose al mundo

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Harry huyó de la mazmorra rogando por no encontrarse a ningún Slytherin de camino al comedor. Estaba seguro de que la mayoría de los alumnos ya estarían despiertos y en marcha, siendo el primer día de clase. Generalmente la mayoría estaba demasiado emocionado para dormir. No estaba muy convencido de desear encararse a sus amigos, sin saber cuál sería la reacción que tendrían. Había demasiadas variables. Aún no había aceptado el hecho de haberse casado, con un hombre para más señas... Por mucho que dijera Hermione de que en el mundo de los magos no había los mismos prejuicios que en el de los muggles, el tema le dejaba en blanco. Y para colmo, el hombre en cuestión era nada menos que el profesor más odiado, Severus Snape. Lo más seguro era que los demás le estuviesen poniendo verde.

Como había supuesto, el comedor estaba ya atestado, y tal y como Harry se dirigió a la mesa de Gryffindor, casi todo el mundo se giró para mirarle con fijeza, mientras los murmullos brotaban a su paso. Sintió que su rostro enrojecía. De golpe, el pequeño anillo de oro en su diestra parecía una enorme cadena.

Ron y Hermione le estaban esperando y ambos se levantaron de un salto para saludarle cuando se acercó. Ron le tomó del brazo y le empujó hacia un asiento, mientras que Hermione se movía para hacerle sitio entre los dos. Se sintió agradecido por su consideración debido a las miradas que estaba recibiendo por parte de Seamus, Dean y Neville. Sobre todo la de Neville. El chico parecía a punto de estallar.

– ¿Todo bien, Harry? –preguntó Ron, echándole un vistazo de advertencia a los demás.

– Estupendo –le aseguró Harry. Seamus y Dean no apartaban los ojos del anillo. Los de séptimo año a un lado y quinto al otro tampoco lo hacían. Varias copias del Profeta pasaban de mano en mano por la mesa. Cada vez que alguno de los presentes le echaba un vistazo inmediatamente alzaba la vista para mirar a Harry con incredulidad. Ginny Weasley le contemplaba como a punto de romper a llorar. Harry se removió en el asiento, incómodo.

– ¿Estás bien? –le susurró Hermione.

–Estupendo –repitió. Hermione y Ron intercambiaron una mirada algo extraña.

–Quiero decir, estás... Snape no...

– ¡No! –exclamó, mirándoles horrorizado. Le pareció particularmente extraño ver a Ron curiosamente aliviado por su respuesta­. No habréis pensado realmente que...

– No me fío ni un pelo de ese bastardo grasiento –señaló Ron– Es capaz de cualquier cosa.

Seamus, al que acababan de pasar el Profeta, lanzó el periódico delante de Harry.

– ¿Es eso cierto? –exigió saber. Harry le echó una mirada a la primera página. En brillantes letras rojas se leía: "¡Golpe social del siglo! ¡Severus Snape desposa al Chico que vivió!"

Los ojos de Harry se desorbitaron: no era precisamente el tipo de artículo que hubiese esperado. Se había figurado que insinuarían toda clase de calumnias sobre su vida privada y su súbita relación con uno de sus profesores. Pero de nuevo el mundo mágico le sorprendía: el artículo se centraba en cómo el profesor Snape parecía haber conseguido algún tipo de triunfo social espectacular. Mencionaba el que su familia había perdido su buen nombre a causa de rumores de asociaciones con Magos Oscuros tanto por parte de Severus Snape como por parte de su padre Octavius Snape. Al casarse con Harry Potter, parecía que Snape había conseguido lo inesperado, limpiar su buen nombre y restaurar una de las familias más antiguas del mundo Mágico en su previo estatus de respetabilidad, puesto que obviamente ni Harry Potter ni el Director Dumbledore (sospechoso de haber ejercido de mediador en el matrimonio) hubiesen aceptado semejante unión de haber sido ciertos alguno de los rumores que acusaban a Snape de sentir simpatías por los Mortífagos.

El artículo a partir de ahí continuaba hablando de diversas reacciones de familias de alto copete, y como algunas de ellas deberían encontrar mejor manera de probar sus propias lealtades, no fuera que se encontrasen con el Ministerio investigando los rumores que corrían sobre ellas. Terminaba con citas de varios candidatos a Ministro que Harry jamás había llegado a conocer explicando su implicación en las jubilosas nupcias. No había ni una sola referencia a sus géneros o la diferencia de edad. Harry contempló a Hermione completamente obnubilado. Ella se encogió de hombros.

–Te lo dije.

– ¿Entonces es verdad? –repitió Seamus.

Harry asintió mientras le devolvía el periódico. El anillo de su mano resplandeció en la luz matutina. Neville jadeó sorprendido.

– ¡Harry! –Agitó la cabeza– ¿Por qué no nos lo dijiste?

– ¿Deciros el qué?

– ¡Que estabas planeando casarte con Snape! –Exclamó Seamus– No es por lo que dije ayer de su dinero, ¿verdad? Dime que no fue por eso...

– ¡Por supuesto que no! –Harry casi se atragantó al pensarlo.

– ¡Pero con Snape, Harry! –Casi sollozó Neville– ¡El profesor Snape! ¿Cómo lo soportas?

Harry no supo muy bien cómo contestar a esto.

– ¡Por Dios, Harry! –Se estremeció Dean– Puedo entender un matrimonio concertado por buenos motivos, pero eres la última persona que necesitaría hacer algo así. ¡Y elegir a alguien como Snape!

Una vez más Harry tuvo la sensación de que había algo en la sociedad de los magos que no estaba comprendiendo. Se giró hacia Hermione, esperando una explicación. Estaba bastante pensativa:

–No es tan inusual que las familias más antiguas concierten matrimonios de conveniencia entre sus herederos –explicó– Normalmente se hace para mejorar el estatus social o aumentar las riquezas. Y como puedes ver, por parte de Snape ha sido un enlace brillante, pero tú no necesitabas aumentar tu estatus. No puedes ser más famoso.

– ¿Así que todos están asumiendo que me he casado con él por su dinero? –preguntó Harry con incredulidad.

–Eso me temo –asintió ella– Obviamente no te casaste con él por amor. O lujuria –y añadió tras una breve consideración– O afecto. O vaga apatía.

– ¡Pobre, pobre Harry! –exclamó Neville– ¡Oh, Dios! ¡Casado con ese horrible monstruo!

– ¡Neville! –Siseó Harry– ¡Déjalo ya!

Seamus le dio una suave palmada en la espalda a Neville:

–Sí, venga, Neville, es al compañero vinculado de Harry al que estás insultando ahora...

La cara de Neville se retorció miserablemente y contempló a Harry horrorizado.

– ¡No quería decir eso! –Añadió Harry rápidamente– Simplemente quiero decir que... ¡Diablos! –miró a Ron– ¿No les has contado nada?

Ron se encogió levemente de hombros.

–Tampoco sé muy bien qué les podría contar...

Harry suspiró. Imaginaba que no iba a servir de mucho dar detalles sobre el retorcido plan de Fudge, pero tampoco tenía ganas de dejar que todos los otros Gryffindor creyeran que se había casado con Snape por su dinero, o que Snape le había engañado de alguna forma para recuperar su buen nombre.

–Fue por mi seguridad –les dijo– Por Voldemort –al decir el nombre fue coreado por gemidos y estremecimientos de horror– Por Ya­sabéis­quién –se corrigió– Porque Snape puede ayudarme a protegerme.

Seamus se le aproximó.

–Harry, ¿estás seguro que es de fiar? Quiero decir, seguro que hay alguien mejor que Snape. Incluso es posible que él mismo sea Mortífago. Es muy amigo de Lucius Malfoy, y todos sabemos que ese tipo es un manipulador retorcido, ¡hasta en el Ministerio lo dicen!

Harry frunció el ceño. Aquello era demasiado: podía no gustarle el hombre, pero confiaba en él. Admiraba su valor. Snape había arriesgado su vida más veces que nadie espiando a Voldemort para mantenerles a todos a salvo, y ese era todo el agradecimiento que recibía. Casi podía entender por qué el hombre disfrutaba tanto atormentándole a propósito de su popularidad.

–Sí, estoy seguro –insistió Harry– Tal vez no lo sepáis, pero me salvó la vida varias veces los últimos cinco años.

– ¿¡Snape!? –Preguntaron Neville y Dean al unísono– ¡Pero Harry, si te odia!

Harry no tenía respuesta a esto. Tenían toda la razón, Snape le odiaba.

–Bueno, mucha gente me odia –señaló– Eso no significa que automáticamente sean todos malvados.

–Sí, lo hace –insistió Seamus.

–Pues a Snape, no –repuso Harry– Dumbledore confía en él.

Esto pareció convencerles un poco más, pero las miradas de simpatía no disminuyeron un ápice.

–Por Dios, Harry –se estremeció Dean– no quiero ni imaginar cómo vas a aguantarlo. Vivir con ese... ese... tipejo.

–Nada de volver a salir fuera de horas –señaló Seamus– Te pillará seguro.

–Será como una detención permanente –exclamó Neville.

­– ¡Ya es suficiente! –les regañó Hermione– Estáis hablando de la vida de Harry. ¿Cómo os sentiríais vosotros en su lugar?

– ¡Fatal! –Exclamaron al unísono– ¡Ahí está!

Harry suspiró. Aquel iba a ser un año muy largo.

Las preguntas no terminaron ahí: el resto de Gryffindors querían sus propias respuestas y unos cuantos Ravenclaws y Hufflepuffs se les unieron para intentar descubrir qué sucedía. Únicamente los Slytherin mantenían sus distancias, lanzando miradas que cortarían la leche. Sin embargo, aunque Harry sintió tanta presión de preguntas y susurros que creyó que iba a ahogarse, la llegada de Snape fue aún más espectacular: un silencio de muerte le siguió, cada par de ojos de la sala fijo en él como tratando de descubrir algo distinto, algo nuevo en él, algo que había pasado desapercibido hasta ahora y que podía haber lanzado al Chico­que­vivió a sus brazos.

Snape se sentó a la mesa de profesores, saludó a sus compañeros con un gesto de cabeza, y entonces lanzó sobre todos y cada uno de los alumnos su mirada más punzante y helada. Tuvo su efecto habitual: todo el mundo miró a otro lado y volvió a sus susurros y especulaciones.

Harry lanzó un vistazo nervioso a Snape, fijándose en cómo éste estaba leyendo el artículo de portada del Profeta. Al parecer, no le había gustado lo más mínimo. Harry no podía adivinar qué motivo podía tener para estar tan furioso: todo el mundo parecía pensar que había hecho algo maravilloso. En cambio, Harry parecía un mercenario que se vendía por dinero. No podía imaginarse nada que le viniese más cuesta arriba que el resto del día.

Las preguntas no cesaron. Harry tuvo que repetir una y otra vez las mismas respuestas durante todo el día. Y pese a sentirse bastante acorde a lo que le decían, empezaba a cansarse de las expresiones de simpatía de sus compañeros. Lo cierto era que, por mucho que le disgustase Snape, no era ni mucho menos tan malo como los Dursleys. Al parecer no tenía intención de golpearle o dejarle sin comer, ni tampoco esperaba ninguna clase de servicio de él. Y le había agradecido realmente la taza de café de aquella mañana, para gran sorpresa de Harry. De todos modos estaba preocupado por la clase de Pociones. Siempre se le había dado mal, aunque no entendía por qué. Lo intentaba con todas sus fuerzas, pero no parecía que eso marcase ninguna diferencia, y Snape se aseguraba de que su disgusto ante esto fuese patente y bien conocido de todos. Para colmo, era clase compartida con Slytherin. Harry odiaba aquella clase. Si no fuese por la ayuda de Hermione, nunca habría conseguido su TIMO del año pasado.

Para cuando la clase de Pociones comenzó, la última del día, Harry ya estaba agotado y más que dispuesto a gritarle a cualquiera que le dijese media palabra de más. Afortunadamente, la mayoría de Gryffindors se lo habían figurado... además de que ellos también odiaban aquella clase. Sin embargo, aún había que soportar las miraditas y risillas que provenían del otro lado del aula, del sector de los Slytherin. Se preguntó cómo habría hecho Snape para soportar aquel día sin matar a nadie.

Al parecer, se contenía a duras penas, se dijo al ver la expresión granítica del hombre al entrar como un vendaval en la sala, con la túnica negra aleteando a su alrededor. Todo el mundo calló al instante, incluyendo a los Slytherin.

–En esta clase vamos a estudiar pociones avanzadas para que se preparen para sus finales. Eso significa que la mayoría de pociones que tratarán durante este año serán volátiles –anunció Snape cortando el denso silencio– Para aquellos cuyo vocabulario es escaso, esta palabra significa que son peligrosas, inestables y, en gran parte, explosivas –esta frase fue dirigida al lado de los Gryffindor– Debido a este hecho espero de ustedes una concentración excelsa y atención minuciosa al detalle. Me gustaría mantener al mínimo los índices de muerte y desmembramiento, así que si encuentro a algún estudiante, ¡CUALQUIER estudiante! –Lanzó una mirada iracunda a los Slytherin, que se encogieron sorprendidos– haciendo algo que yo pueda considerar un peligro, una jugada maliciosa o incluso un despiste involuntario, ¡adquirirá automáticamente la categoría de voluntario para probar las pociones de mis estudiantes de primer año! –la amenaza era bastante aterradora, puesto que todos recordaban algunos de los desastres que habían creado durante su propio primer curso. Todos se removieron en los asientos, incómodos– Encontrarán una caja en sus mesas llena de ingredientes altamente tóxicos. ¡Tomen pluma y pergamino y procedan a catalogarlos todos!

Harry se emparejó con Ron, y ambos empezaron a trabajar. Hermione les identificó los más peligrosos antes de que pudiesen herirse con ellos. Snape no había bromeado al decir que el contenido de la caja era tóxico: muchos de los ingredientes eran venenosos al tacto. Harry se percató de que Snape pasó la mayoría de la clase inspeccionando, con una botella sin etiqueta en la mano. Probablemente un curalotodo, se dijo.

Casi logró pasar la clase entera sin un paso en falso, hasta que los Slytherin decidieron que aquello estaba demasiado tranquilo. Mientras Snape estaba distraído con Dean Thomas, Pansy Parkinson tomó uno de sus ingredientes con un par de pinzas de hierro y lo lanzó a través de la habitación de lleno hacia Harry. Adivinando que, fuese lo que fuese, era peligroso, Ron y Harry esquivaron con rapidez y la cosa aterrizó con un sonido húmedo sobre su pupitre. La silla de Harry cayó a un lado con un ruido escandaloso.

– ¡Señor Potter! –aulló Snape. Harry se quedó helado al ver cómo Snape avanzaba hacia él– ¿Hay alguna razón por la cual tienen ustedes una hoja de Fuego dragón sobre la mesa pese al hecho de que les he dicho específicamente que no deben sacarlo de su contenedor de seguridad?

Hoja de Fuego dragón. Harry se estremeció: si aquello les hubiese dado a Ron o a él, les hubiese devorado la piel. Por un momento se debatió en la duda de si decir o no a Snape que Pansy se lo había lanzado, pero decidió que lo más probable era que no le creyese. Snape nunca tomaba partido por Gryffindor en contra de sus Slytherins.

–No, profesor –dijo en voz baja.

La mirada de Snape ardió con furia.

–Diez puntos menos para Gryffindor, Potter –siseó– ¡Y limpie este desastre!

Las expresiones triunfantes de los Slytherin fueron casi suficientes para que Harry mandase su prudencia a hacer puñetas y les devolviese aquella hoja venenosa con un buen saque, pese a la vigilancia de Snape, pero lo que menos quería ahora era perder aún más puntos. Era el primer día de clase y ya tenía ese tema cubierto... Ron lanzó a la espalda de Snape una mirada de incredulidad y resentimiento mientras ayudaba a Harry a retirar la peligrosa sustancia de la mesa.

–Toma lealtad familiar –murmuró por lo bajo Ron.

– ¿Acaso esperabas otra cosa? –preguntó Harry en el mismo tono.

–No realmente –admitió el pelirrojo– Al menos no te ha castigado con detención. ¡Qué horror! Recibir detención de tu compañero vinculado... Como si no tuvieses que pasar ya bastante tiempo con él tal y como están las cosas.

Limpiaron aquel desastre para acabar justo al tiempo que la clase. Snape les dejó salir a todos. Harry se encontró a los Slytherin esperándole en el pasillo, con miradas de alegre malicia que le revolvieron el estómago.

–Diez puntos menos para Gryffindor –se burló Malfoy– No sabes ganar, ¿verdad, Potter? Debes ser realmente malo en ello si sigues perdiendo puntos después de tirarte encima del profesor.

La insinuación sexual fue la proverbial gota que colma el vaso. Harry ni siquiera se molestó en sacar la varita, simplemente golpeó a Draco con todas sus fuerzas dándole justo en medio de la mandíbula y lanzándole al suelo, sobre sus posaderas. Los gritos de ultraje y diversión de los otros Slytherin y Gryffindor fueron seguidos de las varitas al ser alzadas por ambos bandos. Hubo una pausa cargada de tensión. Draco parecía anonadado, mirando a Harry desde el suelo con los labios partidos y ensangrentados, como si no pudiese creer que Harry le hubiese dado realmente un puñetazo. Pero antes de que nadie pudiese lanzar ni una sola maldición, la silueta oscura de Severus Snape se cernió sobre todos, congelándoles en su sitio.

– ¡Potter! –Gruñó Snape– ¿Acaba usted de golpear a Malfoy?

Considerando que aún tenía el puño cerrado, Harry consideró que la respuesta era bastante obvia. Se estremeció al captar la ira en los ojos de Snape.

–Sí, señor –admitió nerviosamente.

– ¿Por qué?

Harry se sonrojó. Ni muerto iba a repetir lo que había dicho Draco, y todos los presentes lo sabían, incluyendo a Malfoy. El Slytherin se incorporó, desafiándole a decir media palabra. Pese a los labios sangrantes, sonrió burlonamente.

–No puedo dar ningún motivo, señor –Harry habló entre dientes apretados. Un silencio de muerte siguió a sus palabras y todo el mundo miró a Snape. El hombre estaba tan inexpresivo como una estatua.

–Detención esta noche, señor Potter –su voz era helada– Ahora, márchense todos –con estas palabras, se dio la vuelta y desapareció de nuevo en el aula. Los Slytherins rieron por lo bajo, con los Gryffindor mirándoles furiosamente.

– ¡Pérdida de puntos y detención! –Se burló Malfoy– No te preocupes, Potter. Seguro que puedes hacer la detención más llevadera si te pones a cuatro patas para él.

Harry casi volvió a golpearle. Lo hubiese hecho si Snape no hubiese resurgido de la puerta, aferrado a Malfoy por la garganta y le hubiese lanzado contra una de las paredes de piedra del corredor, sosteniéndole todavía como si fuese una marioneta, con los ojos fulgurantes de ira.

– ¡Señor Malfoy! ¡Si le oigo decir un solo insulto más a mi compañero vinculado, le arrastraré por todo el campus y le destrozaré con mis propias manos! ¿¡Lo ha entendido!?

Malfoy se quedó blanco como la tiza, los ojos desorbitados de terror. Asintió fervorosamente, tratando de hablar pese al puño de acero que le oprimía la garganta. Satisfecho con la respuesta gimoteante y entrecortada que había obtenido, Snape le lanzó a un lado, haciendo que el chico diese de nuevo con sus huesos en el suelo. Los otros Slytherin se habían quedado muy quietos, con rostros pálidos y miradas de incredulidad fijas en Snape, como si no le reconociesen. Los Gryffindor parecían igualmente inmóviles, con expresión maravillada. Snape les lanzó su peor mirada negra.

– ¡Fuera todos, AHORA!

Todos salieron a la carrera, Slytherins en una dirección, Gryffindors en otra.

Harry había sido arrastrado junto a los otros Gryffindors por Ron y Hermione. Estaba sin palabras. No podía creer lo ocurrido: Snape había atacado a Malfoy para defender no ya su vida... sino su honor. Lo que él había dicho se repetía en su cabeza como un mantra. Mi compañero vinculado. Quizás Arthur Weasley tenía razón al decir que Snape estaba obligado por el honor a protegerle.

Harry se encontró en la sala común de los Gryffindor antes de que pudiese darse cuenta, sin recordar hasta haber puesto el pie en ella que ya no vivía allí. Los Gryffindors estaban diciendo al resto de estudiantes lo que acababan de presenciar. Harry supuso que para cuando llegase la hora de la cena, todo el mundo estaría enterado.

– ¡No puedo creer lo que ha ocurrido! –exclamó Seamus– ¡Oh, Dios mío! ¿¡Visteis la cara de Malfoy!?

– ¡No puedo creer que Snape te haya defendido! –repuso Neville, mirando a Harry con algo parecido a admiración– ¡Hasta ahora nunca había defendido a nadie!

Ron parecía tan sin palabras como Harry. En cambio, Hermione no parecía nada sorprendida.

–Bueno, ¿y qué esperabais? –Les espetó– Por raro que os parezca, están casados. Cualquier insulto que reciba Harry es un insulto a la familia Snape. Si quiere mantener su buen nombre, tiene que defender el honor de Harry. Están ligados ahora.

–Lo sé –repuso Seamus– Sencillamente, ni se me ocurrió que Snape lo supiese. O que le importase. Nunca parecía preocuparse por nada o nadie. ¡Y ver al cabeza de Slytherin defendiendo a Gryffindor! –Sacudió la cabeza– Es increíble.

– ¡Merlín, quién iba a decir que ese bastardo las tenía así de cuadradas! –Añadió Dean con entusiasmo– ¡Pensé que Malfoy se iba a mear encima!

–Es raro –asintió Ron– ¿Tenías idea de que iba a hacer algo así, Harry?

Harry le miró incrédulo.

– ¿Y cómo lo iba a saber? ¡Si me acababa de castigar! ¿Por qué iba a esperar que defendiese mi honor?

–Sí, ¿cuánto más raro puede volverse esto? –Exclamó Seamus– ¡Te quita puntos, te da detención y luego amenaza con pegarle una paliza a Malfoy por decir la misma basura que siempre ha dicho!

–Mi vida es un circo de tres pistas –asintió Harry.

– ¿Qué crees que te hará hacer durante la detención? –preguntó Dean.

Harry miró con sorpresa y furia a su compañero. Una cosa que había conseguido evitar de todos los Gryffindor, Ravenclaws y Hufflepuffs era cualquier clase de insinuación sexual. Oír aquello después de lo que Malfoy había dicho era demasiado. Dean se quedó helado un segundo y luego alzó las manos, como defendiéndose.

– ¡No pretendía que sonase así! –Masculló– ¡Lo juro! Es sólo que suena tan raro que tu propio compañero vinculado te dé detención... Eso difumina demasiado las líneas entre vida privada y pública.

Harry, apaciguado, se reclinó en el asiento.

–Me imagino que no dármela las difuminaría lo mismo –miró a Hermione– Me imagino que no habrá un libro de reglas al respecto, ¿verdad? McGonagall insinuó que había ciertas costumbres al respecto, lo cual me sugiere que el hecho de que haya estudiantes casados ya ha ocurrido en otras ocasiones.

–No es muy común –respondió Hermione– pero sí que ha pasado, aunque lo habitual son matrimonios entre dos estudiantes, no un estudiante y un profesor. Ha habido casos, sí, de matrimonios concertados que eran muy similares, pero no creo que haya un libro de reglas. Tendréis que iros figurando cómo llevarlo los dos.

–Bueno, no parece que nadie vaya a poder acusar a Snape de favoritismo –infirió Ron.

–Me consideraré afortunado si apruebo Pociones, al paso que voy –asintió Harry. De repente le dio un acceso de risa– ¡Esa sí que sería una primera página interesante! ¡El Chicoque­vivió, compañero vinculado del profesor de Pociones, suspende Pociones!

Hermione bufó con disgusto.

–No creo que suspendas Pociones, Harry –le informó– No pienso dejarte. Y dudo que Snape te dejara tampoco. Aunque sólo fuera para evitar semejante titular.

La puerta de la sala común se abrió y McGonagall asomó por ella.

–Señor Potter, desearía hablar con usted un momento.

–Sí, profesora –respondió Harry, echando un vistazo curioso a sus amigos. Luego siguió a McGonagall al pasillo, corredor abajo, hacia su oficina privada en la base de la torre de Gryffindor. Una vez dentro, le hizo gesto a Harry de que tomase asiento frente a su despacho.

–Harry –empezó a decir– Revisando los informes de hoy, me he percatado de que no sólo has perdido puntos sino que, además, has recibido detención. Todo ello el primer día de clase –señaló el indicador que adornaba una de las paredes, donde los puntos de las casas eran sumados y restados mágicamente. Harry vio su nombre escrito en letras chillonas en dos sitios.

–Sí, señora –suspiró– Lo siento...

–Harry –le interrumpió ella– No son los puntos o la detención lo que me preocupa. Muchos otros perderán los mismos durante el año. Lo que me llama la atención es que en ambas ocasiones, el castigo vino del profesor Snape.

Harry asintió. No creía que ella pensase que era demasiado inusual. Nadie quitaba más puntos de Gryffindor que el profesor Snape. McGonagall suspiró.

–Harry, ¿no se te ha ocurrido la difícil posición en la que está Severus ahora mismo? Eres su compañero vinculado. Pese a que ambos estuvieseis obligados a contraer matrimonio, sigue siendo legalmente vinculante. Cualquier cosa que hagas tú le afecta a él. Y tener que sacarte puntos o darte detención debe ser terriblemente humillante para él. Me doy perfecta cuenta de que esta situación es nueva para ti, pero el hecho de tener que mantener una relación profesional contigo durante las horas de clase recae de lleno en sus espaldas, puesto que él es la figura de autoridad en esta situación. Eso no significa que tú no tengas la misma responsabilidad hacia él, ayudándole a mantener la propiedad y el decoro. No puede permitirse ser acusado de nepotismo o favoritismo, algo que estoy segura que evitará con su habitual buen hacer, pero es extremadamente injusto por tu parte empujarle al extremo contrario.

Harry se sintió enrojecer ante sus palabras. No había ni pensado lo difícil que debía ser para Snape mantener su relación de profesor con normalidad. Probablemente fuese mucho más extraño para él estar casado con un chico de dieciséis de lo que era para sí mismo estar casado con un profesor de treinta y seis.

–Lo siento, profesora –se disculpó– es sólo que hay situaciones que se me escapan de las manos –no podía hacer gran cosa contra los Slytherins determinados a causarle problemas. Tenían años de práctica, y Snape lo sabía a la perfección.

–Me percato de que habrá otros estudiantes dispuestos a crear situaciones embarazosas –asintió McGonagall– Sólo sugiero que dé lo mejor de sí para no dar a Severus motivo alguno de queja. Por el bien de los dos.

–Sí, señora –accedió Harry.

–Y para que no haya ni la más mínima posibilidad de que se dé una situación impropia, cualquier detención que reciba del profesor Snape tendrá lugar conmigo –había una leve insinuación de sonrojo en las mejillas de la mujer, y Harry sospechó que había oído algo sobre lo que Draco dijera. Se preguntó cómo era posible que la historia se hubiese expandido tan rápido.

– ¿Fue idea suya, señora? –preguntó con curiosidad. McGonagall sacudió la cabeza.

–No, hablé con Severus hace unos minutos. Fue idea suya. Parece que le preocupaban ciertos rumores sucios que ha oído.

Harry se sonrojó, sinsaber muy bien qué decir en aquella situación.        

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ya saben la petición de todas las partes, 5 estrellitas o comentarios :3


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