Capítulo 71: Lo que importa

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Harry suspiró sentidamente mientras miraba lo que ocurría ante él. La sala de tratados internacionales estaba repleta de gente de todo el mundo, y si había pensado que una reunión del Wizengamot era caótica, no era nada comparado con lo que veía ahora. La sala estaba distribuida de forma similar a la sala de justicia del Wizengamot, excepto por la falta de plataforma elevada. Había el mismo tipo de galerías a los lados para observar, pero la mayoría de delegados se reunían en torno a una inmensa mesa que había en el centro de la sala. A excepción de Harry, Diana y Alrik, muy pocos permanecían sentados.

Los delegados extranjeros discutían, algunos a voz en grito, la mayoría de ellos gesticulando notoriamente. Harry escuchaba al menos una docena de lenguajes diferentes, así como el murmullo constante de los hechizos de traducción. Mientras que Harry se había quedado en la galería junto a Diana y Alrik, sentados cada uno a un lado de él, Dumbledore, la señora Bones y Lucius Malfoy estaban en la zona principal, en medio de aquella locura. Shacklebolt, Stark, Darmut y numerosos otros aurores se habían quedado con Harry, rodeándole y desanimando a los que desearían acercarse a él.

Y en cuanto a las conversaciones que escuchaba... decir que Harry estaba apabullado sería suave. Las discusiones más agitadas parecían versar sobre qué nación estaba en mayor riesgo de ataque... lo que conllevaba decidir en qué país debía residir Harry para protegerlo de posibles ataques demoníacos. Algunas disputas habían llegado al punto de sugerir que algunas naciones eran más importantes de cara al mundo, y su gente más merecedora de vivir, como argumento. Pero también había temas de comercio, ya que al parecer muchos creían que Harry podría mejorar su economía. También había estados que pasaban por tiempos de inseguridad civil, y una docena de pequeñas naciones asiáticas que habían estado en guerra más o menos encubierta durante siglos, y Harry presuntamente debía arreglar aquello así mismo.

Pese a aquellas declaraciones insensatas, era casi gracioso ver a Dumbledore, Malfoy y la señora Bones trataban a la gente. La señora Bones, como Ministro interino, trataba de tranquilizar los ánimos de los que se exaltaban en exceso. En cambio, Dumbledore y Malfoy se habían decidido por una estrategia distinta: mantenían a los dignatarios gritándose unos a otros para que no prestaran demasiada atención al propio Harry. Lo cierto es que estaban haciendo un trabajo en equipo fabuloso, manipulando a todos los presentes y relevándose el uno al otro. Harry se preguntó, no por primera vez, si Dumbledore no habría sido Slytherin en el colegio.

Era extraño, pero en aquel ambiente tan desconocido no pudo menos que recordar a los Dursleys. Las discusiones eran similares: ¿qué iba a hacer Harry, dónde iba a ir, cómo le iban a hacer trabajar para ellos...? También resultaba parecido el hecho de que no importaba qué hiciera o cómo lo hiciera, no iba a satisfacer a nadie. Lo que pedían todos ellos era imposible.

– ¿Siempre es así? –preguntó Alrik, inclinándose hacia Harry para que le pudiese oír pese al ruido ambiente. Estaban ahora contemplando cómo un príncipe alemán y un embajador español discutían sobre qué castillo ocuparía Harry durante el verano. Aparentemente, preguntar la opinión al propio Harry era un tema secundario.

–Más o menos –asintió Harry.

–Empiezo a creer que las Tierras de Invierno estarían mejor si nos aisláramos por completo del mundo –comentó Alrik con gesto de incredulidad.

–Ya somos dos entonces –suspiró Harry. Dudaba que hubiese disputas o intrigas políticas en las Tierras de Invierno que no pudiesen solventarse a puñetazos, mientras que todos aquellos tejemanejes, las mentiras y manipulaciones, los planes y negociaciones resultaban incomprensibles para Harry. No tenía ningún deseo de verse inmerso en ello.

Se preguntó cómo les iría a Severus, Sirius y Remus. Sabía que Sirius y Remus habían ido al departamento de herencias para cambiar el Conscriptus de los Black; esperaba oír pronto el anuncio de una boda entre ellos dos. Con suerte, Sirius encontraría la forma de pedirle la mano a Remus de forma romántica. Remus se merecía algo bonito, tras tanto que había sufrido. O quizás fuese Remus quien se declarara... Harry no estaba muy seguro de cómo funcionaba aquello. Suponía que tendría que ver con sus posiciones respectivas en la sociedad, pero dado que Remus acababa de convertirse en miembro del Wizengamot e iba a ser declarado heredero de la casa Volpine, su estatus debía de haber mejorado considerablemente. ¿Se haría Remus un tatuaje de heredero, como el que tenía Severus? Tenía que acordarse de preguntar al respecto...

La Piedra del MatrimonioWo Geschichten leben. Entdecke jetzt