Capítulo 6: Vivir con Snape

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Para gran sorpresa de Snape, Harry volvió a prepararle una taza de café a la mañana siguiente, esta vez haciéndose una para él mientras se sentaba para revisar una carta que estaba preparando para enviar. Severus se lo agradeció, un poco descolocado por su comportamiento.

–De nada –repuso el chico simplemente mientras tomaba un sorbo de su propio café. Hizo una mueca ante el sabor, frunció el ceño, se encogió de hombros y bebió un poco más.

–Tengo té si lo prefiere –le señaló Severus.

–Mañana –consintió Harry– Esta porquería es repugnante.

Severus tuvo que morderse la lengua para contener el impulso de quitarle puntos por ese comentario. En vez de ello se dirigió a su oficina para preparar las clases del día. Le detuvo el repentino borrón de plumas que llegó a través de uno de las entradas de lechuzas. Al alzar la mirada hacia el lechucero vio numerosas aves volando al interior de la habitación, todas ellas sobrecargadas con envoltorios y paquetes. Harry se sorprendió al ver una segunda oleada de lechuzas, y luego una tercera.

– ¿Algún envío pendiente? –preguntó el chico.

Severus sacudió la cabeza un poco anonadado ante aquella mansalva de cartas. ¡Era imposible que todas fuesen reprimendas de Black! Se acercó a una de las aves, tomó la carta que el pájaro dejó caer a sus pies. Para su gran sorpresa, estaba dirigida a Severus y Harry Potter­Snape. No reconoció el sello.

– ¿Potter­Snape? –inquirió Harry, y Severus alzó la vista rápidamente. Harry había cogido un puñado de cartas y estaba mirando los envoltorios. Parecía entre disgustado y molesto– ¿De qué va todo esto?

–Regalos de boda, si no me equivoco –le informó Severus, abriendo la primera carta para leer el contenido– Aparentemente unos tales señores Hardcastle nos desean una larga vida y mucha felicidad y nos han enviado un servicio de té de catorce siglos en plata a la Mansión Snape para conmemorar tan dichosa ocasión.

– ¿A la Mansión Snape? –Preguntó Harry con curiosidad– ¿Así que realmente hay una mansión Snape? ¿De qué color es?

Severus le dirigió una mirada negra. A veces los Gryffindors decían cosas sin ningún sentido.

– ¿Se da cuenta de que, por supuesto, vamos a tener que enviar cartas de agradecimiento a todos estos idiotas, no es cierto? –Inquirió secamente– Sin duda todas las familias de magos del mundo enviarán al Chico­que­vivió un regalo de bodas y vamos a tener que contestar a cada una de ellas.

Harry contempló la creciente pila de cartas y paquetes.

– ¿No habrá alguna maldita? –comentó cauteloso.

A Severus se le fueron los colores: sin duda algunos regalos procederían de Mortífagos...

– ¡Maldita sea! ¡No las toques!

Conjuró una caja que inmediatamente empezó a rellenar de cartas, levitándolas a su interior, y llamando durante el proceso a un par de elfos domésticos para que redirigieran todo su correo al Ministerio, donde podría ser debidamente analizado y etiquetado. Echando más y más misivas a la caja, se dio cuenta de golpe que la escritura que adornaba uno de los envoltorios era curiosamente familiar. Se quedó helado y la giró, mirando con fijeza el sello que la cerraba: una rosa roja con una serpiente entrelazada alrededor. Casi la dejó caer de la sorpresa.

Se felicitó in mente al notar que sus manos no temblaban al romper el sello y abrir la carta. Leyó la breve nota que contenía conteniendo firmemente sus emociones, obligándose a no sentir amargura, rabia o dolor. Su mirada se quedó rondando la invitación que orlaba el final, y la firma que había a continuación.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now