EL REY LOCO

By RobinsonCutipa

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La siguiente es una historia como nunca la viste, escuchaste o leído jamás. Contiene todo queridos amigos y q... More

Capítulo I: EL OJO DE MAMBIRI
Parte II: LAS TRES TORMENTAS
Parte III: UN ERRANTE EN EL FIN DEL MUNDO
Parte IV: TEOCRIS, UNA NAVE DE LEYENDA
Parte V: KALABRAX, EL GUARDÍAN AUSTRAL
Capítulo VII: EPHIFIS, EL SEÑOR DE LOS HUESOS
Capítulo VIII: YATIRI
Parte IX: EL OJO DE MAMBIRI
Parte X: UN REY CONVERTIDO EN DIOS

Capítulo VI: UN NÓMADA Y UNA PIEDRA

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By RobinsonCutipa

Después de meses de dura travesía el vigía oteaba el horizonte cuando de pronto, sobresaltado, se puso de pie y después de frotarse los ojos, gritó:

- ¡Tierra a la vista!

El Sol todavía ardía fuerte cuando Teocris arribó a unas costas escabrosas que según el entender de Gilgas, eran las lindes del reino de Yatiri. Una gran expectación cundió entre los hombres y las Tormentas ordenaron el desembarco a tierra.

- Hoy no avanzamos -Sentenció Ye'hema- Mañana nos espera una jornada dura y pasaremos la noche aquí ¡Levanten las tiendas!

Horas después se habían desembarcado las armas, las monturas y el alimento, y los soldados, acomodados en sus tiendas, se encomendaron a la memoria de sus familias, pues desde el momento en que abandonaron las costas de su hogar comprendieron que de aquella misión no saldrían con vida. Morirían por su Emperador si esa era su voluntad.

Mientras evocaban con nostalgia alguna caricia maternal, el beso de una amante secreta o el tierno abrazo de un hijo, afuera en la oscuridad, una amenaza parecía cernirse sobre la tierra yerma cubierta de calzadas y torres quebradas de alguna perdida civilización de antaño. Pero había algo más en aquel paisaje siniestro que ponía a prueba el coraje de la tropa: unas murallas de proporciones demenciales que se elevaban tierra adentro y a donde marcharían con las primeras luces del alba.

- ¿Es posible que se construyan murallas así? –Se preguntó un soldado que escrutaba los muros desde la entrada de su tienda, incapaz de ocultar su asombro- ¿En verdad hubo quien construyera una obra semejante? ¿Es eso humanamente posible?

Entonces, uno de sus compañeros que lo había escuchado involuntariamente avanzó hasta su costado y mirando las murallas, dijo:

- ¿Y quién te dijo a ti, amigo de la infancia, que fueron nuestras manos las que las construyeron?

El primer soldado no respondió, se quedó en silencio como tratando de organizar las ideas sueltas de su cabeza.

- Yo no tengo la mente grande como Gilgas o Bak'Ujim -Replicó- y lo único que sé es que Épsilon es la Primera ciudad-imperio de todas ¡La Primera! Pero desde que llegué aquí supe que estas tierras y esos muros de allá son aterradoramente más antiguas que nuestro hogar ¿Quiénes, pues, las construyeron?

Su amigo no respondió. Se llevó a la boca un odre de cuero y sorbió un largo trago. Se estremeció, y luego respondió:

- Tú y yo, amigo mío, no hemos nacido para los grandes acontecimientos de la historia. Solo seremos otros soldados sin nombre y sin pasado que engrandecieron la gloria de Bak'Ujin, y jamás se sabrá que aquí, en una tierra abandonada al amparo de una tienda rudimentaria, dos amigos charlaron por última vez –El hombre volvió a embrocarse otro trago- Olvidas que Épsilon fue engendrada como la primera ciudad-imperio construida por hombres como tú y yo -Entonces el soldado se volvió hacia su amigo y lo miró fijamente- ¡Hombres como tú y yo, Rema! Dime, hermano de espada ¿Tú crees que fuimos la única especie que anduvo por el mundo levantando piedras y ciudades?

No hubo respuesta. Volvieron la mirada a las murallas amenazantes y vaciaron el odre de cuero. Nadie pudo dormir aquella noche.

- Es éste un mundo extraño.

Al despuntar los primeros rayos de la mañana, la tropa comenzó la marcha hacia los muros grises que, según Gilgas, eran las murallas de una antigua Civilización que para la primitiva sabiduría constituía la primera de todas en el ancho mundo, y cuya antigüedad no era posible estimar en magnitudes humanas.

- Gilgas -Dijo Tlitras con tono imperioso- La hora se acerca, si tienes algo que decir hazlo aquí y ahora, o calla, si nuestro destino es enfrentarnos a lo desconocido.

Gilgas, quien avanzaba a lomo de bestia, no respondió. En la profundidad de su mente comenzó a medir las palabras de su respuesta. Nadie en la compañía tenía potestad sobre él; bien podía responder o callar; pero, lo mismo que el resto de la tropa, Gilgas sabía que muchos de los hombres que iban con él no volverían a su hogar. Por eso, después de algunos minutos de sepulcral mutismo, estimó que por un mínimo de respeto a la vida de aquellos hombres debía decirles a qué se enfrentaban. El corcel andó unos pasos más y tomando un hondo respiro, Gilgas habló:

- Las murallas de allá esconden a Saom -Su voz resonó grave y los hombres se agolparon para oírlo mejor- Saom, que fue y será por siempre la Primera, la Madre y Emperatriz de todas las ciudades... y un día será la última. Se cuenta que fueron las propios Dioses -Gilgas señaló el cielo con el índice descarnado- los que la crearon a su imagen y semejanza en un ciclo de tiempo anterior al nuestro. Así nació la primera morada de los hijos del Cielo.

Hasta ese momento nadie, excepto Bak'Ujim, había oído a Gilgas hablar por tanto tiempo:

- Pero es sabido que en la Tierra como en el Cielo nada perdura para siempre, y un día Saom, la Incorruptible, se corrompió, y los Padres del Cielo abandonaron este mundo después de castigarlo por sus pecados. Llovió fuego, cayó ceniza, el viento se hizo polvo, el grano sal y los mares se marchitaron... Nadie debió sobrevivir a la ira de nuestros Creadores, pero hubo algunos, los más fuertes, que sobrevivieron. Antiguas canciones tribales se refieren a esos supervivientes como los Primeros, los que le devolvieron la vida al mundo. Pero con el paso del tiempo y las centurias ellos fueron muriendo, dejando como único legado una descendencia que hoy gobierna el mundo.

Gilgas calló unos momentos como para recuperar el aliento; era un hombre bastante viejo y respirar ya le costaba bastante trabajo. Sorbió un poco de agua del odre atado a la montura del caballo y prosiguió:

- Todos venimos de los Primeros, algo de ellos está en nosotros y por eso su antiguo poder se ha disgregado en las innumerables generaciones que hoy pueblan el ancho mundo. Pero a veces uno de sus descendientes nace con el poder de los Primeros, convirtiéndose en un poderoso guerrero... y ustedes, oh poderosos Tormentas, son la prueba de lo que digo. Pero hay quienes nacen con más poder que que otros. Y ustedes orgullosas Tormentas saben de quien hablo - Gilgas miró de soslayo a los tres hermanos- Hablo del único hombre que pudo vencerlos ¡Nuestro amado y todopoderoso Bak'Ujim Emperador! De cuyo verdadero poder no sabe nadie.

- ¿Dices -Irrumpió Ye'Hema con voz torva- que el Señor Bak'Ujim heredó el poder de esos a quienes llamas Originales?

- Así lo he dicho, Tormenta.

- ¿Significa que nadie podría desafiar el poder de nuestro Señor y Emperador?

- Lamento decir que en el mundo habitan poderes capaces de desafiarlo.

- ¿Y quién es ése que podría desafiar el inmenso poder de Bak'Ujim? -Preguntó Odras.

Una especie de sombra veló el rostro de Gilgas quien quedó unos segundos en silencio:

- Que nunca se olvide que en el tejido incognoscible del Universo... existen anomalías; ciertos individuos que por razones que van más allá de todo entendimiento, se rehúsan a seguir el curso natural del Cosmos y viven cuando deben de morir. La sabiduría antigua cuenta que los Primeros murieron hace muchísimo tiempo, pero hay ciertos mitos que dicen otra cosa -Las Murallas grises se hacían más grandes paso a paso- mitos que nos cuentan que algunos de los Primeros que sobrevivieron a la ira de los Dioses... todavía viven, venciendo al tiempo y a la muerte aún caminan por el mundo y Yatiri es uno de ellos. No tengo que decir cuan poderoso ha de ser además de haber alcanzado la sabiduría total de los Celestiales gracias al Ojo de Mambiri.

Entonces el mismo velo que ensombrecía el rostro de Gilgas veló el de todos los que lo oyeron ¿Cómo podría un puñado de hombres simples vencer a uno de los Primeros?

- Y por eso les digo ¡Tormentas, no podrán vencer a Yatiri! Su poder va más allá del mundano filo de un arma –Entonces Gilgas miró al Nómada que iba por delante- Pero con él, talvez se pueda. No sé quién es ni de dónde viene, pero veo en él algo más que un hombre común.

Hasta ese momento el nómada no había sido más que un lastre para la tropa. Pero ahora que Gilgas se refería a él como alguien extraordinario, un cierto temor se enraizó en los corazones de los soldados que miraron tímidamente al Nómada que iba por delante, despreocupado con el bastón apoyado en la base de su cuello y con los brazos colgando de los extremos.

- Pero... ¿Cómo hicieron para traerlo? -Preguntó el más atrevido y joven de los soldados.

- Eso te lo puede responder Tlitras mejor que yo -Respondió Gilgas- Él fue el único de entre nosotros que vio antes al Nómada.

Entonces los hombres volvieron su atención hacia Tlitras quien iba a caballo junto a sus hermanos. Y aunque la Tormenta no era de naturaleza complaciente, creyó sensato aliviar la curiosidad de los hombres narrándoles su encuentro con el Nómada.

- Hace mucho tiempo, volvía de las regiones del Norte en misión de asesinato por encomienda de Bak'Ujim Emperador. La víctima había sido un jefe tribal que rehusó sometérsele llamado Iurkaux; un asesino jamás olvida el nombre de sus víctimas. Murió con dignidad. La tarea no fue sencilla, sabida es la destreza de los muosinos del Norte, temibles guerreros de la tundra nevada. Pero cumplí la encomienda y al volver, cruzando por un cañón sinuoso oí unas extrañas voces que llegaron hasta mí resonando por las paredes de la quebrada. Me puse a cubierto tras una roca y esperé largo rato hasta que por una curva vi asomar a un puñado de hombres. Estaban vestidos a la manera de los habitantes del norte, ya saben, con burdas pieles de gigantes celotes, trenzas gruesas y miembros robustos; estaban armados con sables tan largos como ellos y pequeñas hachas colgaban de sus cinturones de cuero y bronce. Iban lento, vociferando, porque arrastraban, o más bien hacían rodar con mucho esfuerzo, una enorme roca que solo podría describir como maravillosa. Pero lo que llamó mi atención fue la premura con la que hablaban y las rápidas miradas que echaban hacia atrás. Comprendí entonces que habían robado esa enorme piedra y cuando me dispuse a salir de mi escondite para escarmentarlos por su delito, algo cayó del cielo justo frente a ellos. Yo estaba lo suficientemente lejos para que no me vieran y lo suficientemente cerca como para ver lo que pasaba. El que había caído desde el cielo era el Nómada y no lucía como ahora; su rostro estaba atravesado por una cólera tan salvaje que involuntariamente me hizo poner la mano sobre el mango de la espada. Cuando los ladrones salieron de su estupor, desplegaron sus armas y presentaron batalla -Tlitras suspiró- Entonces vi como cada uno de esos hombres, fuertes y robustos como cualquier guerrero norteño, de poderosos brazos y cuerpos cicatrizados por cientos de batallas, fueron cayendo muertos con pasmosa facilidad... no podría decir cómo; los golpes del Nómada eran terriblemente más rápidos que la velocidad del mejor guerrero con el que he luchado y mortalmente precisos como el ataque de la víbora. No ocultaré que en ese momento el Nómada me recordó al único hombre que me venció a mí y a mis hermanos: Bak'Ujim. Cuando el Nómada hubo acabado con casi todos, el último de ellos, poseído por el pánico, echó a correr atropelladamente por el llano de la quebrada. Pero el Nómada no lo persiguió, se quedó ahí de pie con el bastón apoyado en el suelo. Y entonces, cuando el ladrón no era más que un punto negro en lo profundo de la quebrada, el Nómada alzó el brazo y lanzó su báculo hacia el cielo. Varios minutos después, el viento y los muros de la quebrada trajeron hasta mí el lejano y agónico grito del desdichado, que sin lugar a duda, había sido alcanzado y muerto por el bastón del Nómada.

Tlitras calló unos instantes. Las murallas de Saom ahora se rebelaban enormes y parecían inclinarse sobre la tropa. Faltaba poco para llegar.

- Después de salir del asombro comprendí dos cosas: que en este mundo habitan seres de gran poder, mucho más que el mío o el de mis hermanos, como ese Nómada que obviamente es algo más que un simple nómada; o Yatiri, el nefasto brujo del fin del mundo. Es éste un mundo extraño y peligroso. Lo segundo que entendí es que no importa cuán poderoso seas todos tenemos un punto vulnerable. Por razones que talvez nunca lleguemos a comprender el Nómada está unido a esa extraña piedra; y por eso... se la robamos.

Un rumor de terror cundió entre los hombres de la compañía.

- Si el Nómada no nos ayuda contra Yatiri, destruiremos su tesoro. –Sentenció Ye'hema con feroz severidad.

- ¿Pero mi Señor, qué pasará cuando volvamos a Épsilon? -Preguntó Poleo, uno de los capitanes de los hombres- El Nómada es peligroso ¿Qué evitará que su cólera nos destruya, cuando le devolvamos su Piedra?

- Si es que llega ese momento –Prosiguió Tlitras- ustedes orgullosos guerreros de Épsilon no podrán hacer nada; ni siquiera nosotros las Tormentas podremos contra él... Pero Bak'Ujim si podrá, solamente él y nadie más que él contra el Nómada, contra Yatiri o contra cualquier amenaza. Porque si en el mundo debe quedar un solo poder regente ese debe ser nuestro amado Señor. Por eso, crean en él como nosotros las Tormentas lo hacemos, y ustedes y sus familias y sus tierras vivirán por el poder de su Emperador.

- Aquí se disputa algo más que el orgullo de un Emperador –Agregó Gilgas- Algo que ustedes pequeños hombres no comprenderían; pero las palabras de Tlitras son sabias: Confiad en su Señor y ningún poder atentará contra sus hogares y sus amados... aunque ustedes talvez mueran.

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