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By itsrame

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❝El maleducado granjero Harry Cox quería aprender buenos modales para así enamorar a... ¿una mujer?; y Louis... More

Sumario.
II.
III.
IV.
V.
VI.
VII.
VIII.
IX.
X.
XI.
XII.
XIII.
XIV.
XV.
XVI.
XVII.
XVIII.
XIX.
XX.
XXI.
XXII.
XXIII.
Nota.
Epílogo.
Nuevas historias.

I.

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By itsrame

• •

Al principio, Louis pensó que los golpes sonaban en el interior de su cabeza, ya que se había ido a la cama con una fuerte jaqueca.

Pero cuando los golpes en la puerta se hicieron más fuertes, se sentó en la cama y miró la hora en el reloj de pared.

Era la una de la madrugada, y no podía imaginarse que nadie en el rancho quisiera despertarlo a esa hora, por ninguna causa.

Se levantó de un salto y se puso una bata sobre el camisón. Sus ojos azules reflejaban la preocupación que lo embargaba mientras atravesaba la casa para abrir la puerta.

La casa era como la de todos los ranchos de la región y, desde donde estaba enclavada, podían contemplarse las Montañas Chiricahuas, al sureste de Arizona.

—¿Quién es?— preguntó él con el clásico acento de Charleston, donde había nacido.

—Jake Wells, joven— le respondió una voz al otro lado de la puerta.

Era el capataz de Harry Cox.

Sin que fuera necesaria una sola palabra de explicación, Louis supo lo que iba mal y la razón por la que lo habían despertado.

Abrió la puerta y recibió al alto y rubio hombre con una sonrisa preocupada.

—¿Dónde está?— le preguntó.

El hombre se quitó el sombrero suspirando.
—En la ciudad, en el bar Rodeo.

—¿Está borracho?— El capataz dudó un instante.

—Sí, joven—dijo por fin. —Ésta es la segunda vez en los últimos dos meses— Jake se encogió de hombros —y han sido de su familia desde la guerra civil.

—¡Tiene miles de hectáreas!— explotó Louis-—¡No me diga que va a echar a faltar ese trozo de tierra precisamente!

—Bueno, es que es ahí donde está la casa familiar.

—Pues ahora no parece que la esté usando mucho— Jake se limitó a encogerse de hombros como respuesta al comentario de Louis.

Algunos minutos más tarde, vestido con unos vaqueros, un jersey amarillo y una chaqueta de piel, Louis estaba sentado al lado de Jake en la furgoneta con las marcas del rancho de Harry Cox pintadas de rojo en las puertas.

—¿Y por qué no vas a pedirle a otra gente que le ayude?— le preguntó Louis molesto.

—Porque usted es la única persona en el valle que no está enfadado con él.

—¿Es que no le pueden llevar a casa los chicos y tú?

—Lo intentamos una vez, pero la factura del médico fue demasiado cara. Él no se atreverá a golpearle a usted.

Eso era bastante cierto.

Harry era un hombre fiero y rudo, que vivía en un edificio ruinoso que él llamaba casa como si fuera un ermitaño.

Odiaba a sus vecinos y era el hombre más violento que Louis había conocido en su vida.

Pero, después del primer momento, Louis le había caído bien.

La gente decía que eso era porque Tomlinson era todo un joven de Charleston, Carolina del Sur, y el rizado se sentía en la necesidad de protegerlo.

Pero eso era verdad sólo a medias.

Louis también sabía que le gustaba porque tenían el mismo carácter, porque se enfrentaba a él sin miedo.

Había sido así desde el principio.

Salieron de la carretera del rancho y se metieron en la autopista.

Había luz suficiente como para ver los gigantescos cactus levantando sus brazos al cielo y las oscuras montañas recortándose contra el horizonte.

Arizona le parecía tan bonita, hacía que se le cortara la respiración, a pesar de que ya llevaba ocho años viviendo allí.

Había llegado de Carolina del Sur cuando tenía dieciocho años, destrozado por una tragedia personal y esperando encontrar en esa desnuda tierra una perfecta expresión de su propia desolación.

Pero se olvidó de todo eso cuando vio las Montañas Chiricahuas por primera vez.
Desde entonces, había aprendido a apreciar aquellos paisajes y los verdes tonos de la región donde había nacido, estos se iban haciendo cada vez más difusos en su memoria.

Todavía se le notaba el lugar del que procedía, sobre todo en el acento y en su forma de comportarse; pero en ese momento se sentía tan de Arizona como un personaje de Zane Grey.

—¿Por qué lo ha hecho?— le preguntó Louis al capataz cuando entraban en el pequeño pueblo de Sweetwater.

—Eso es algo que no me incumbe. Pero es un hombre solitario y se siente ya viejo.

—Pero si solamente tiene treinta y ocho años—replicó el castaño. —No está precisamente como para el asilo.

Jake lo miró escéptico.
—Está solo, joven Tomlinson. Los problemas no parecen tan grandes cuando los puedes compartir.

Louis suspiró. Eso lo sabía él demasiado bien.

Desde que murió su tío, hacía ya cuatro años, no tenía a nadie con quien compartir su soledad.

Sino hubiera sido por la agencia inmobiliaria y el estar afiliado a media docena de organizaciones, se habría tenido que marchar dé Sweetwater desesperado.

Jake aparcó delante del bar Rodeo y salió de la furgoneta. Louis estaba ya en tierra antes de que Jack pudiera acercarse a ayudarlo.

El camarero les estaba esperando en la puerta, la calva le brillaba al contra luz.

—¡Gracias a Dios! Louis, acaba de dejar inconsciente a un vaquero Y se ha aliado a bofetadas con otros tres más.

—¿Qué?

—Era uno del rancho Lazy X. Le dijo algo que no le gustó, sabe Dios qué. Él estaba sentado tranquilamente, terminándose otra botella de whisky, sin meterse con nadie cuando ese estúpido vaquero...— se detuvo y suspiro. —Me han vuelto a romper el espejo, además de una docena de botellas. Al vaquero se lo han tenido que llevar al hospital a que le recompongan la mandíbula y a dos de los otros va a haber que hacerles lo mismo cuando se despierten. El último está ahí detrás, subido a un árbol, con Harry sentado en el suelo debajo suyo, esperando a que baje o se caiga riéndose como un loco.

Harry no se reía nunca. Por lo menos hasta que no se ponía realmente como un loco sediento de sangre.

—¿Y qué pasa con el sheriff?—preguntó Louis suspirando.

—Como haría la mayor parte de los hombres en su sano juicio, pensó que lo mejor era mandar a su ayudante para que le convenciera.

—¿Y?— preguntó Louis arqueando las cejas.

—Pues que ese señor está en el cuarto trasero pidiendo a voces que le saquen de allí.

—¿Y por qué no le sacan?

—Porque la llave la tiene Harry.

Jake se echó el sombrero sobre los ojos.
—Creo que lo mejor es que me vaya a sentar en la furgoneta.

—Sí, pero ve antes a sacar de la cama a la autoridad, Jake— le dijo el camarero angustiado.

—¿Por qué?— preguntó Jake. —El sheriff Wilson no se va a levantar para arrestar al jefe y como Danny está encerrado en el trastero, creo que todo está en orden. El único problema son los gritos.

—Verás, es por los destrozos. Hasta hace poco, esto sucedía de vez en cuando, y era normal, no pasa nada porque alguien rompa el espejo y unas cuantas botellas una vez al año. ¡Pero es que ahora es todos los meses! ¿Qué es lo que pasa?

—Me gustaría saberlo— suspiró Louis—.
Bueno, creo que es mejor que vaya a verle.

—Suerte. Ojo, puede tener una pistola— le dijo el camarero.

—La va a necesitar—. Louis llegó a la parte trasera del bar justo a tiempo para escuchar la última parte de una larga y calurosa serie de tacos lanzados por un hombre alto, vestido con un chaquetón de piel de cordero y que miraba muy serio a otro hombre que estaba encaramado en lo más alto de una encina.

—¡Joven Tomlinson!— le dijo el hombre del árbol. —¡Socorro!

El alto y robusto hombre se volvió y lo miró.

Su barbilla necesitaba un afeitado, por lo menos tanto como su encrespado pelo un paseo por la peluquería.

Llevaba una pistola en la mano y tenía una mirada capaz de atemorizar a cualquiera.

—Adelante, dispara— le retó el ojiazul. —A ver si te atreves.

Él se quedó quieto, respirando lentamente, observándolo.

—Si no vas a utilizar esa pistola. ¿Me la puedes dar?— le preguntó Louis señalando el arma.

Él se quedó quieto durante un largo y tenso instante; entonces, lentamente, agarró la pistola por el cañón y se la ofreció por la culata.

El más bajo la cogió con cuidado, vació el cargador y se guardó en un bolsillo la pistola y en otro las balas.

—¿Qué hace ese hombre en el árbol?

—Pregúntaselo a él.

—Bobby, ¿qué has hecho?— le preguntó al muchacho delgaducho vaquero que estaba subido al árbol.

—Bueno, joven Tomlinson, le di en la espalda con una silla... Él le estaba pegando a Andy y yo temí que le fuera a hacer daño.

—Si se disculpa— le dijo el ojiazul a Harry —¿le dejarás bajarse de ahí?

Él se quedó pensándolo un rato, manteniéndose a duras penas sobre sus pies.

—Supongo— dijo por fin.

—¡Bobby, discúlpate!

—Lo siento, señor Cox— Harry miró hacia arriba.

—De acuerdo, hijo de...— Louis  apretó los dientes ante la sarta de palabras malsonantes que soltó Harry antes de dejar que el vaquero bajara.

—¡Gracias!— dijo Bobby rápidamente y salió corriendo antes de que a Harry se le ocurriera cambiar de opinión.

Louis suspiró y miró a Harry.

Era un hombre alto y de hombros anchos, con un físico que habría atraído a cualquier mujer u hombre.
Pero estaba a medio civilizar y resultaba, inimaginable que ninguna persona quisiera vivir a su lado.

—¿Ha venido Jake contigo?

—Sí, como siempre—. Louis se le acercó y, moviéndose muy lentamente, le cogió de la mano.

Era grande y callosa, además de cálida. Sintió una especie de escalofrío al tocarla.

—Vámonos a casa, Harry.

Harry dejó que le guiara, tan dócil como un corderillo.

No era esa la primera vez que a Louis le sorprendía aquella docilidad.

Harry atacaba a cualquier hombre que se cruzara en su camino pero, por alguna razón, toleraba que Louis le dominara.

Era la única persona a la que sus empleados podían llamar para que les ayudara con él.

—Me avergüenzo de ti— le dijo Louis.

—Cierra el pico. Cuando quiera un sermón, llamaré a un cura.

—Cualquier cura al que se te ocurriera llamar se moriría al oír tus pecados. Y no me des órdenes, no me gustan.

Harry se detuvo repentinamente. Todavía iban de la mano y, con esa acción, hizo que el ojiazul estuviera a punto de caerse.

—Eres como un gato salvaje— le dijo Harry con los ojos brillando en la oscuridad. —Con toda tu cultura y educación, eres tan duro como un hombre de campo.

—Seguramente sí lo soy— contestó Louis. —¡Tengo que serlo para tratar con un salvaje como tú!

Algo oscureció la mirada de Harry.
De repente, hizo que Louis se diera la vuelta, lo abrazó y lo levantó del suelo.

—¡Bájame, Harry!— le dijo empujando sus fuertes hombros. El rizado ignoró sus esfuerzos.

Con una de sus manos lo agarró del pelo e hizo que echara hacia atrás la cabeza.
—Estoy harto de dejarme llevar por ti como si fuera un perrillo faldero. Estoy cansado de que me llames salvaje. Si es eso lo que de verdad piensas de mí, a lo mejor ya es hora de que me gane esa reputación.

Le dolía tanto el tirón de pelo, que apenas pudo oír lo que le estaba diciendo.
Entonces, con una precisión extraña para el estado en que se encontraba, Louis besó fuertemente unos labios.

Louis se puso rígido ante la inesperada intimidad de esa boca que olía a whisky. Tenía los ojos muy abiertos, y en ellos se leía la sorpresa y el miedo.

Harry apretó aún más, hasta que la presión llegó a ser dolorosa. Louis logró dar un penetrante grito de protesta y consiguió que Harry separara un poco la cabeza.

Sus ojos reflejaban tanta confusión como los de Louis y en su rostro había una expresión de severidad que Louis nunca había visto.

Cuando su mirada se posó en la boca del ojiazul, descubrió que con su ardiente furia le había hecho una herida en un labio.

Pareció como si en ese mismo instante se le hubiera pasado la borrachera. Lo volvió a dejar suavemente en el suelo y, como dudando, lo sujetó de los hombros.
—Lo siento— le dijo lentamente.

Louis se tocó los temblorosos labios, todo el afán de lucha había desaparecido.

—Me has hecho una herida— murmuró.
Harry le pasó entonces un dedo por el labio herido mientras su pecho se agitaba nerviosamente.
Louis rechazó ese contacto y Harry dejó caer la mano. 

—No sé por qué he hecho esto.

El castaño nunca se había preocupado antes por cómo sería su vida amorosa o por los hombres que habían pasado por él; pero el contacto con su boca había provocado una inesperada intimidad entre ellos que hizo despertar su curiosidad por el rizado de una forma que llegó incluso a hacerle avergonzarse de sus pensamientos.

—Es mejor que nos vayamos— le dijo. —Jake debe estar preocupado.

El ojiazul se dio la vuelta, dejando que Harry lo siguiera. No quería estar demasiado cerca de él hasta que, por lo menos, no se le pasara un poco la impresión.

Jake abrió la puerta, frunciendo el ceño cuando vio la expresión de su cara.

—¿Está bien?— le preguntó rápidamente.

—Es una herida de guerra— le contestó Louis con un resto de humor. Se metió en la furgoneta, juntando las rodillas cuando Harry se sentó a su lado y cerró la puerta de un golpe.

—¡Vámonos!— le dijo a Jake sin mirarle.

Para Louis, la vuelta a casa fue algo horrible.
Se sentía ultrajado.
Hacía años que le conocía, pero en todo ese tiempo, nunca había pensado en Harry de una forma que pudiera llamarse física.

Harry era demasiado grosero como para considerarle objeto de deseo, demasiado incivilizado y antisocial.
Por otra parte, se había jurado a sí mismo que nunca volvería a enamorarse. Todavía estaba demasiado fresco en su memoria el amor que había perdido hacía años.

Y ahora, Harry lo había sacado de su apatía con un beso brutal.

Le había robado su paz mental.

Esa noche había cambiado las reglas del juego inesperadamente y el castaño sé sentía vacío, herido y asustado.

Cuando Jake tiró de su puerta, Louis esperó nerviosamente a que Harry saliera de la furgoneta.

—Gracias— murmuró Jake.

—La próxima vez no iré—. Louis saltó entonces al suelo, tratando de comprender lo que le había dicho.

Entró a casa sin dirigirle la palabra a Harry y, cuando cerró la puerta, oyó cómo se ponía en marcha otra vez la furgoneta y se marchaba.

Entonces, se puso a llorar.

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