Pasados Corrompidos

By Jonathan-Black

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Dos turnos. Dos chicos. James Lancaster y Darren Madison. Ambos con problemas y dificultades que se remontan... More

Antes de leer...
LIBRO PRIMERO
PARTE 1
CAPITULO 1
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
PARTE 2
CAPITULO 11
CAPITULO 12
CAPITULO 13
CAPITULO 14
CAPITULO 15
CAPITULO 16
CAPITULO 17
CAPITULO 18
CAPITULO 19
CAPITULO 20
CAPITULO 21
CAPITULO 22
CAPITULO 23
CAPITULO 24
CAPITULO 25
CAPITULO 26
CAPITULO 27
CAPITULO 28
PARTE 3
CAPITULO 29
CAPITULO 30
CAPITULO 31
CAPITULO 32
CAPÍTULO 33
CAPITULO 34
CAPITULO 35
CAPITULO 36
CAPITULO 37
CAPITULO 38
CAPITULO 39
LIBRO SEGUNDO
PARTE 4
CAPITULO 40
CAPITULO 41
CAPITULO 42
CAPITULO 43
CAPITULO 44
CAPITULO 45
CAPITULO 46
CAPITULO 47
CAPITULO 48
CAPITULO 49
CAPITULO 50
CAPITULO 51
CAPITULO 52
CAPITULO 54
CAPITULO 55
CAPITULO 56
CAPITULO 57
CAPITULO 58
CAPITULO 59
CAPITULO 60
CAPITULO 61
CAPITULO 62
CAPITULO 63
CAPITULO 64
CAPITULO 65
CAPITULO 66
PARTE 5
CAPITULO 67
CAPITULO 68
CAPITULO 69
CAPITULO 70
CAPITULO 71
CAPITULO 72
CAPITULO 73
CAPITULO 74
CAPITULO 75
CAPITULO 76 (FINAL)
NOTA DEL AUTOR

CAPITULO 53

16 2 0
By Jonathan-Black

Kate caminaba de lado a lado en la habitación y Hazel, en su casa, se exasperaba al no saber a quién contactar para saber dónde diablos estaba su hermano.

¿Dónde te has metido, Darren?

Anoche hizo sus tareas hasta medianoche y su hermano aún no había vuelto a casa. Se estaba preocupando más que su madre. Y a pesar de que fue a su habitación para decirle que Darren no regresaba todavía del instituto, ella le dijo que no molestara mientras dormía.

Eso era preocupante.

Ya no sabía a quién llamar.

Se asustó con el timbrazo de su celular. Miró la pantalla, esperanzada de que fuese Darren. Sin embargo, se dio cuenta que el número era desconocido y pensó que quizás era equivocado. Contestó.

—Aló... ¿con quién hablo? —inquirió Hazel, dubitativa.

—¿Aló? ¿Estoy hablando con Hazel Madison?

Hazel frunció el ceño. La voz, el número, no le daban una idea de quien era la persona que estaba llamando.

—Sí... soy yo...

—¡Perfecto! Déjame decirte quién soy. Mi nombre es Kate Morton... tengo a tu hermano en mi hab...

—¿Tienes a mi hermano? —exclamó Hazel gritando—. ¿Lo has secuestrado o qué?

—No, tranquila. No es nada de eso. Tu hermano está aquí. Anoche estuvo bebiendo y lo encontré en las calles, moribundo— Kate se volvió a Darren y él, por un instante le dirigió una mueca de disgusto—. Él está en mi habitación, sano y salvo.

Hazel se encogió de hombros, suspirando. El alivio acabó con la desesperación, ya podía estar calmada.

—Gracias por haberlo recogido, señora...

—¿Señora? —Aquello le era divertido a Kate, ni siquiera era demasiado mayor como para que le dijeran así, tampoco su voz acreditaba que fuera mayor—. Soy una chica del instituto. También te reconozco, fue por eso que decidí llamarte.

—Ah, perdón...

—No hay porque disculparse, Hazel.

—¿Por qué mi hermano está en tu habitación?

Kate silenció de repente y dejó de caminar en la habitación. Podría quedarse charlando con ella de lo divertido que fue cargar a Darren, para así poder llevarlo a la habitación. Pero en cierta parte, pensó que Hazel tendría vergüenza ajena por su hermano.

—No tenía otro lugar dónde esconderlo—explicó sin mucho detalle—. Él volverá a tu casa a medianoche.

—¿Por qué? —esta vez no solo preguntó Hazel, sino Darren también mientras estaba en la silla. Escuchó la misma pregunta por parte de los dos hermanos Madison al mismo tiempo.

—Porque... porque...—resopló en el auricular y escrutó la expresión dudosa en la cara de Darren—. Creo que eso será algo que tu hermano deberá explicarte cuando vuelva a casa.

—Está bien... —dijo ella no muy convencida—, ¿puedes pasármelo?

Darren negó con la cabeza. Había tan poco ruido que lograba escuchar la voz de su hermanita en el móvil de Kate. Ella insistía para que hable, pero Darren se negaba. Improvisó una mentira, que más bien parecía calculada minutos antes.

—Aún no está en condiciones para eso... —las palabras de Kate sonaban estrictas mientras miraba enfadada a Darren—, creo que será más tarde...

—Bueno... gracias por decírmelo, Kate. En serio te lo agradezco.

Kate se despidió de Hazel y colgó, se sorprendió un poco cuando ella la llamó por su nombre... como si ya fuesen más cercanas, a pesar de que no Hazel nunca antes había cruzado palabra con Kate. Se cruzó de brazos, aún no apartaba la mirada que ponía en Darren.

—¿Qué? —inquirió Darren, malhumorado.

—Tú hermana es la única persona que te queda. A ella le preocupas, ¿y no tomas el maldito teléfono?

—¿Y eso a ti por qué te importa, Morton? —Gritó Darren, poniéndose de pie—. Lo que me esté pasando es mi vida. Mi puta vida. No debes meterte en lo que no te concierne. Si tú tienes tu manera de vivir, bien, quédate en tu mundo. Porque yo no necesitaba la ayuda de una estúpida como tú para...

La palma de Kate abofeteándolo, calló a Darren para que deje de seguir hablando. El padre de Kate siempre le había dicho: Si un hombre te insulta, no dudes en golpear. Porque hay algunos que no paran de insultar, así que mejor te previenes esos comentarios innecesarios y no te dejas menospreciar por tonterías falsas.

La señora Morton le decía a su esposo que no le recomiende eso. Pero Kate obedeció más a su padre esa vez, no por preferencia, sino porque él tenía razón. Completamente. Darren podía y quería seguir insultado por insultar, ¿por qué? Porque a él le daba la gana y así era él.

Darren tenía la cara hacia un lado, sus ojos se volvieron a ella.

Y ella al ver a Darren así, sintió miedo de que fuera golpeada del mismo modo, pero con más fuerza. Darren ya estaba cerca de decir algo, pero Kate se adelantó.

No con palabras, pero sí con nuevas bofetadas.

Él sacudía la cabeza bruscamente con cada golpe que Kate hacía. Ella intentaba parar, pero no podía, una parte sentía que debía hacerlo. Y esa parte era su mente, diciéndole que siga. Y ya no solo se trataba del insulto que Darren le dijo, sino que ahora era por alguien que él había arruinado.

¡Esto es por todo lo que hiciste pasar a James, bastardo!

Y en un segundo, ella pensó que para eso trajo a Darren a su habitación. Para darle su verdadero merecido.

En total fueron siete bofetadas. Darren se había agachado en la octava para evitar más golpes y lo que hizo después, fue tosco, pero nada doloroso. Se había agachado tanto como para tomar a Kate de la cintura, levantarla (ella soltó un gritito desesperado) y pasó a dejarla caer sobre la cama. Él también cayó con ella, quedaron casi pegados. Aquello parecía más que un movimiento de lucha libre y si Madison padre (fanático de la lucha libre desde más de dos décadas) hubiera estado allí viendo la maniobra de su hijo, diría algo así:

¿Vieron eso, señores? ¿Acaso sus ineptos hijos hacen algo así? No, claro que no, porque son un montón de maricas. Él no luego él señalaría a su hijo, sonriendo gloriosamente¡Ese es mi muchacho! ¡Bien hecho, Darren!

—¿Qué demonios te pasa, Morton? ¿Por qué me golpeas? —gritó Darren entre dientes, estando encima de Kate, mirándola con rabia.

—Lo siento... no... no quise hacerlo...—mentira—. No podía controlarme —verdad.

Ella lo empujó, Darren se separó y volvió a quedarse de pie. Morton se sentó al borde.

—Lo hice porque no esperaba que me dijeras estúpida—lo miró severamente, usando una voz autoritaria—. Yo no lo soy, ¿quedó claro?

—E-está bien...—respondió Darren, titubeando.

Eso era algo que no había visto antes en una chica, ni siquiera en Deysi Henderson. La tipa tenía agallas y unas manos pequeñas, pero que golpeaban con fuerza. Él en serio sintió los golpes. La mayoría de las que le daban a Darren accidentalmente al jugar baloncesto, eran casi indoloras, casi como el que James le dio, cuando él arrojó su Cuaderno de Pensamiento a las alcantarillas.

No se dijeron nada, quedaron callados al no saber que más decir.

Aunque fue por unos segundos... Darren rompió el silencio incómodo.

—Lo siento, Morton...

Ella se cruzó de brazos, sin responder a la disculpa de Darren. Él bajó la mirada.

—Mejor debería irme—empezó a decir él y caminó un corto tramo de la habitación.

Ella abrió los ojos de par en par.

—¡No! ¡No te vayas!

Darren se detuvo en seco, casi asustado ante el grito que ella hizo.

—¿Por qué?

Él recordó la parte de la llamada, en la que Kate dijo que se iría a medianoche. Él no tenía pensando quedarse.

—Porque no quiero meterme en problemas, Darren.

—Es obvio que dejarás de tenerlas si me voy—señaló la puerta.

—No... si sales... las vecinas te verán.

—¿Y eso qué?

—Que ellas son un montón de brujas chismosas—explicó Kate—. Si te ven salir, ellas no tardarán en pasar el rumor de que un chico estuvo aquí. Y el rumor, llegará a mi casa... mis padres se enteraran... me harán miles de preguntas que no sabría responder adecuadamente y tendré el castigo más largo de toda la historia.

Darren se lo pensó un momento. Debía admitir que Kate lo ayudó a que no pudiera pasar algo peor mientras estaba dormido. Sólo que, no había mucha diferencia, porque de todos modos le habían robado los zapatos y el celular, sin omitir que ella lo abofeteó en su propia casa. Aunque eso fue culpa suya.

Quedarse ebrio y dormido en plena calle también era su culpa, claro.

Ella lo ayudó a su manera y él, tenía que hacer lo mismo.

—Está bien, me quedaré—sentenció Darren, se puso una mano en el estómago—. Pero no pienso morir de hambre.

Kate se encogió de hombros.

—Sí, tienes razón. Pero si quieres comer, deberás seguir las reglas.

Él puso los ojos en blanco.

—Ya sé que no debo salir...

—Tampoco debes ser curioso con mis cosas—añadió ella—, y no debes hacer ruido.

Darren se cruzó de brazos, esperando más reglas.

—¿Alguna otra cosa, mamá? —bromeó él.

Ella asintió con la cabeza, ignorando lo de mamá.

—Ve a darte una ducha.

—¿Perdón?

—Debes lavarte las orejas, porque no has entendido. Quiero que te bañes—ella vocalizó mejor las cuatro últimas palabras.

—Creo que no te has dado cuenta que no tengo ropa limpia que pueda reemplazar la que traigo...

—Sí, eso lo sé—exclamó Kate—. Tendrás que ponerte la misma. No puedo lavarla y luego ir a colgarla porque mis vecinas me verían y preguntarían: ¿De quién es esa camiseta? Porque de su padre no parece, es demasiado grande para él.

Ella calculó muy bien eso, fue más fácil que la primera pregunta que Darren formuló luego de haber tomado la aspirina.

—Vale, vale, me has convencido con eso—Darren hizo una pausa—. Lo que uno debe hacer para comer—dijo entre dientes y bajo las manos a la cintura, para luego ir levantando su camiseta.

—¿Qué haces? —exclamó Kate.

Darren se había quitado la camiseta y la sostuvo con sus manos, mirando a Kate con el ceño fruncido. Pueda que Darren notará que su delgadez por su mala alimentación lo haya perjudicado, pero aún conservaba una pequeña parte sana (o en otras palabras, su parte atlética). Kate escrutó el torso de Madison, que aún se mantenía en buena forma.

Ella se volvió la mirada a otro lado.

—Pues... dejaré la ropa para irme a bañar—explicó Darren, con la respuesta más obvia.

—Ya... pero no frente a mí...—susurró Kate, sin regresar a ver a Darren—, vete al cuarto de baño.

—A eso iba...

Madison salió y en frente (ni siquiera eran 5 pasos), estaba el cuarto de baño. Él, antes de entrar y cerrar la puerta sin pestillo, ordenó:

—¡Prepara algo para que desayune, Morton!

Ella suspiro, poniendo los ojos en blanco.

—Sí... ya voy...

Se levantó de la cama y fue a la cocina a preparar algo a su huésped temporal.

La madre de Kate llegaría en cuatro minutos.

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