—Aléjate...—le pido, con mi voz entrecortada—. No...me...toques...
El se reincorpora y me observa aún más asombrado. Aún tiene las venas marcadas en su cuello, en las sientes, la frente, el pubis y su pene continúa duro. El potencial de este hombre es bestial. Al pie de la letra y quizá no en el mejor de los sentidos: Nick es una bestia.
—Pero...¡Natalie, estás sangrando!—insiste.
—Lo sé, idiota, no soy ciega.
—Tengo...Tengo que llevarte a un...
—¿Estás...loco? Creerán que me violaste. Además no se trata de una hemorragia, se detendrá.
—Ningún violador lleva a Urgencias a la chica que ha dañado, santo cielo. ¿Qué carajos dices? ¡Vamos!
Intenta hacer el esfuerzo por tomarme en brazos pero mi respuesta instintiva es clavarle las uñas en los brazos apenas siento su tacto.
—¡Te dije que no me toques!—le recuerdo y se aparta—. ¡¿Es que no lo entiendes?! ¡Tú me hiciste esto!
—Yo no... No me di cuenta... Lo juro, jamás tuve la intención de...hacerte daño. Ni siquiera pensaba que terminaríamos cogiendo en este sitio. ¡Mierda, llevo más de un año sin poner un pie en este lugar enfermizo!
Observo los elementos como la capucha y el pantalón de cuero hecho jirones en el suelo. No recuerdo bien en qué momento le quité esos elementos fetichistas pero lo cierto es que él los ha destrozado. ¿Qué hubiese pasado si, para canalizar un poco de tanta ira, me hubiese roto la cadera o el coxis? ¿Y si los pensamientos de Anthony y Jeill no se hubiesen cruzado por mi cabeza? ¿Y si yo hubiese dado mi aceptación a que este enfermo hijo de puta me hiciese daño? Pienso también en Serge... "¿No sabes lo que es el Síndrome de Estocolmo?"
No sé si tenga ese puto síndrome pero no seré yo la que se mate para satisfacer el apetito monstruoso de este hombre.
Poco a poco intento afirmar mis manos en el vidrio que yace a mi espalda y me voy incorporando negada por completo a la ayuda de Nick.
Y quizá sea cierto que él no tiene del todo la culpa.
Quizá sea cierto que gran parte de toda esta mierda sea solamente culpa mía.
Quizá sea demasiado tarde para pensar en todas las advertencias...
Pero mejor tarde que nunca.
—Llamaré a Ken o a Kaneki—me dice Nick—. Tengo colegas de obstetricia que podrían venir a atenderte. Tiene que revisarte un médico.
—¡Estaré bien, Nick! Además, no permitiré que nadie entre a este sitio y me vea en este estado.
Las rodillas me tiemblan en cuanto permanezca de pie.
Ando a duras penas sosteniéndome del vidrio con la perspectiva de poder llegar a la puerta mientras la voz de Nick sigue insistiendo, junto con la tentación de hacerle caso y caer nuevamente en su juego tentador y cargado de manipulación. Un adonis, un dios griego, un cuerpo estructural y sexo demencial a cambio de cederle mi cuerpo para que lo destroce.
Es el peligro al máximo.
—¡¿PARA ESO QUERÍAS VENIR?! ¿PARA HUMILLARME? ¡TE LO ADVERTÍ MIL VECES!
Me detengo antes de llegar a la puerta cerrada que da salida al exterior y le miro con odio, lentamente. Un odio que también va dirigido a mí porque es la reacción que espero antes que ceder a él.
Antes que ceder otra vez a él.
¿Intentar que se viese a sí mismo como yo lo veo? ¿Es que soy tan estúpida? ¡Está claro que no le conocía en absoluto!
Hasta hoy...
—¿Humillarte?—le pregunto, cargada de asco y bronca—. ¿Yo humillarte a ti? ¿Qué carajos te pasa, Nicholas?
—Me pediste venir. Me exigiste conocerme en verdad, me empujaste a lo peor...
—¡Yo soy la que está lastimada, desnuda, sangrando con una puta correa al cuello!
Dicho esto busco la hebilla en el collar de cuero y me deshago de él, pudiendo respirar un poco mejor.
—¡Estás aquí porque quisiste!—me recuerda—. ¡Yo no te obligué! ¡Tú lo quisiste! Nunca, jamás hago nada sin el consentimiento de la otra persona, ¿es que eso no te quedó claro ya? Veo que no hemos hecho más que perder el tiempo.
—¿En verdad crees que todo ha sido una pérdida de tiempo? Sin duda, lo único que fue perder el tiempo y ponerme en peligro, completamente en vano, ha sido permitir que te metas dentro de mí.
—Lo estabas disfrutando.
—¡ESE ES EL PROBLEMA!
—No lo pensabas así cuando gritabas mi nombre y te llamabas a ti misma perra suc...
—No te atrevas a repetir esa puta mierda—le advierto con un dedo en alto. El infierno arde y realza sus llamas en mi interior.
Nick me mira.
Está desahuciado.
Y yo rota, por dentro y por fuera.
—Aún no terminas de conocerme—murmura un poco más calmo, pero al tanto de que algo se ha quebrado para siempre entre nosotros—, pero sí te has acercado. Bastante. Y estás huyendo de mí.
Huyendo.
Huyendo de él.
¿Con qué ojos le ves ahora, eh, Nat?
—Sí—digo por fin entre gimoteos y conteniendo un llanto arrasador—. Estoy...huyendo de ti.
—Creí que no me abandonarías también tú... Quise protegerte de otros, cuando la peor amenaza fui yo.
Trago saliva.
Me hiere escucharle hablar de ese modo, pero no es más que un rasgo propio del psicópata de libro que es. Manipulador, mentiroso, deshonesto...e irremediablemente seductor.
—Lo siento, Nick—digo por fin—. Lo siento.
—¿Dónde irás?
—A mi casa... De donde no debería haber salido. Y no hay vuelta atrás en mi decisión.
—¿Tu casa? ¡Es un blanco facilísimo para que cualquier hijo de puta se meta y te...!
Se detiene.
Sé lo que dirá.
Que un hijo de puta se meta en la casa y me haga daño.
Pues, justamente es lo que acaba de suceder.
—Nos hemos quedado sin opciones—le digo—. He puesto a prueba tus límites...
Entonces su entrecejo se frunce aún más y vuelve a la furia y al asco.
Mierda, ¡la tenía que cagar otra vez!
—¿Me estabas...poniendo...a prueba?—articula.
—Yo...sólo quería...conocerte.
—¡Pues, esto soy! ¡Demonios! ¡Esto es lo que soy! Y aún debes terminar de conocerme.
—¡NO ERES ESTO!
—SÍ QUE LO SOY, NAT, ENTIÉNDELO DE UNA PUTA VEZ.
—NO, NICK, NO ERES ESTO. TÚ ERES EL HOMBRE QUE ESTÁ INTENTANDO SALVAR A CIENTOS DE EMBRIONES PARA QUE NO SEAN DESECHADOS Y SEAN NIÑOS CON UNA FAMILIA. TU ERES EL HOMBRE QUE ME SALVÓ DE MORIRME DE HAMBRE. ERES EL HOMBRE QUE ME DIO TRABAJO, QUE ENVIÓ A ALGUIEN A PROTEGERME CUANDO ME METÍ EN PROBLEMAS, ERES EL HOMBRE QUE AYUDÓ A MI MADRE Y A MI HERMANA CUANDO LA MISERIA ECONÓMICA LAS ESTABA HUNDIENDO, ERES QUIEN ME TRAJO A SU CASA AÚN EN CONTRA DE MI ENTERA VOLUNTAD CUANDO DESCUBRISTE QUE UN ENFERMO ANDABA TRAS DE MÍ. ESO ERES. MUCHO MÁS QUE ESTE...COSTADO OSCURO QUE GOZA DE ROMPER CUALQUIER LÍMITE.
Cuando termino de hablar, respiro de manera agitada. Él me mira. Luego a un lado. A otro. Parece perdido.
Lo he desencajado.
Creo que finalmente he logrado...algo en él.
Hasta que sus labios murmuran entre tartamudeos:
—Tú...Tú eres tan perversa como yo al consentir mi perversión.
Santo cielo...
Mis manos buscan nuevamente la manija de la puerta.
Está todo perdido.
—Lo sé, Nick. Lo sé. Por eso mismo es que me voy. Lo siento...
—No.
Levanta la mano y se acerca a mí. Sigo abriendo la puerta y me arrastro hasta afuera. Espero que nadie me encuentre en este estado. Sólo debo llegar a mi habitación, sacar algo de ropa, ducharme y escapar de este sitio.
—¡Nat, vuelve!
Su voz.
Su voz quebrada.
Ay, no...
Me vuelvo por encima de un hombre y mi corazón se parte en pedazos aún más pequeños. Se pulveriza dentro de mi pecho.
Nick está llorando.
Y suplicándome:
—No te vayas, por favor...
Es un niño herido, destrozado, suplicante.
—No te marches, Nat. Si quieres ignórame a mí, no volveré a hablarte, no te saludare en las mañanas, pero...te pido que no me abandones...
Antes de que mi corazón decida ceder ante sus intentos de convencerme, mi razón dicta una y otra vez las mismas palabras: manipulador, perverso, enfermo, seductor.
—Nick—le explico y señalo mi propio cuerpo, cada una de mis heridas—: Tú eres esto. No yo. Por eso mismo es que me voy. Perdóname por haberlo intentado o haberte dado esperanzas, pero no fue sino hasta hoy que lo he entendido... No puedo salvarte.
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