La no protagonista de una his...

By Thyfhanhy

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❝Todas las personas tenemos historia, pero no todas nacimos para ser protagonistas❞ |Sinopsis en el interior|... More

Nota de Thyfh
S I N O P S I S
E P Í G R A F E
D E D I C A T O R I A
P R E F A C I O
U N O
D O S
T R E S
C U A T R O
C I N C O
S E I S
S I E T E
O C H O
N U E V E
D I E Z
O N C E
D O C E
T R E C E
C A T O R C E
Q U I N C E
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Thyfh Divaga
Extra
LA NOVELA SE RETIRA
B E L L O S F A K E S
FanArts

E P Í L O G O

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By Thyfhanhy

—Agárrame la mano y sonríe.

Theo abre su palma esperando la entrelazada de la mía. Acomodo un poco mi cabello y estiro mi mano para hacer lo que me dice, entramos en el enorme almacén y los nervios se apoderan de mí.

—No estoy segura de esto, Theo —confieso. Theo chasquea la lengua.

—Vamos, no tienes que decir nada. Solo sonríe como si me amaras —dice—. Saca panza, Cinthya, que se vea.

—En otras circunstancias esto podría parecerme sumamente ofensivo —declaro—. Sé que estoy pasadita de peso pero...

—Pero no en esta circunstancia —objeta—. Solo sácala, debes verte embarazada.

Resoplo sintiendo las mejillas coloradas y el corazón en la garganta. A pesar de haberle insistido a Theo en que no soy para nada una buena actriz o mentirosa, él dice que "confía en mí". Puufff, grave error.

Un joven empleado de la tienda se nos acerca con la afable sonrisa por la que deben pagarle un sueldo mínimo. Lleva sus manos a los lados pero al estar lo suficientemente cerca, estira la mano a Theo en un saludo formal. Hace lo mismo conmigo y baja, no disimuladamente, su vista a mi abdomen. Sí, lo eché para adelante para lucir en embarazo. No sé si alegrarme de que funciona o deprimirme porque funciona. Quizás debo dejar de comer tanto.

—Bienvenidos a Cairy, ¿en qué les puedo colaborar? —Exhibe de nuevo la blancura de sus dientes y entonces noto los lindos ojos esmeralda que tiene. Nos mira a mí y luego a Theo. Es él quien habla:

—Muchas gracias. Supimos de una promoción de camas para familias empezando y... —Theo voltea a mirarme con una sonrisita que debo corresponderle de acuerdo al plan— mi novia y yo vinimos a mirar.

El vendedor nos examina sin quitar su amabilidad del rostro, por un segundo me aterro pensando que nos descubrió y nos echará del almacén pero finalmente tiende su mano hacia el interior del lugar y nos guía tras él.

—No sonrías como si te estuviera obligando, Cinthya. Eres mi novia embarazada, que se note el entusiasmo —dice Theo en un susurro muy bajito conforme caminamos detrás del joven.

—Esta es una cama doble —empieza el vendedor, señalando a su izquierda—, sus bases y respaldo son de madera de roble y el colchón es de los mejores que puedan hallar en la ciudad.

—¿Te gusta esta, mi amor? —pregunta Theo mirándome a los ojos. Me limito a asentir por miedo a soltar una risa.

—¿Esperan comprar una cuna o...?

—No. Queremos de una vez una cama grande —Theo usa la mano que no me sostiene para ponerla en mi inexistente vientre. Me repito que no debo reírme bajo ningún concepto, apenas y suelto una sonrisita—, para que le dure a frijolito hasta que sea mayor.

No puedo resistir y más y suelto una carcajada. El vendedor se extraña de mi reacción y Theo casi me pega con su mirada. A improvisar...

—Perdón, amor. Sabes que no me gusta decirle frijolito.

—Mientras no haya nombre, es frijolito —sigue Theo.

—¡Entonces! —interrumpe el vendedor, claramente incómodo—. Una cama grande. Esta de acá —Señala a su derecha— es una cama sencilla pero muy cómoda. No es pesada y se le pueden adaptar barrotes de seguridad para bebé. Por la compra de ambas camas, obtienen un 40% de descuento en el precio total.

¿Pueden creer que toda esta pantomima es únicamente para ahorrarnos unos pesos? Resulta que pasar una noche durmiendo prácticamente en el suelo fue suficiente para tener apuro en conseguir camas; ayer estábamos cansados tras la mudanza y todo eso y fue imposible salir pero hoy no podía esperar más. Al llegar al almacén vimos en la entrada un cartel enorme que decía PORQUE LA MEJOR COMODIDAD LA ENCUENTRAS EN FAMILIA, ENTRA Y PREGUNTA POR LAS PROMOCIONES PARA TODOS EN TU HOGAR. DESCUENTOS HASTA DEL 80%.

Theo no se resistió e ideó hacernos pasar por unos futuros padres buscando amoblar para la gran llegada. Pues el plan, ridículo. Lo hice por dos razones: 1, acá nadie me conoce así que no haré el ridículo con alguien importante y 2, nunca está de más ahorrar.
Benjamín me dio una tarjeta débito que contiene parte del dinero de Adam y me dijo que hiciera lo que quisiera con ella, pero tampoco voy a despilfarrar pudiendo ahorrar a consciencia. O casi estafando al almacén. Tras escuchar el ofertón del 40% de descuento, dijimos que sí inmediatamente antes de que pudiera el empleado notar que realmente no estoy embarazada, así que tras pagar las dos camas, una para cada uno y al dar la dirección de la casa para que nos las lleven, salimos del almacén.

—Eres un asco mintiendo —acusa. Una vez salimos de los límites del almacén, me suelta la mano y suelta una carcajada—, pero bueno, ¿ves que funcionó?

—Bien, lo admito, fue buena idea. Siempre ahorramos bastante.

—Ya hoy no vamos a dormir en el suelo —celebra—, aún me duele la espalda.

—Vamos a almorzar, solo por hoy comamos afuera —invito—, ya desde mañana podemos cocinar. Al menos yo, no puedo vivir de comida de la calle. 

—Me parece bien.

Theo ha pasado de ser un vecino a ser un aliado, un compañero de combate y es de esas personas que se dejan tomar cariño y confianza realmente rápido. No me siento incómoda con él en ningún momento, es como si fuéramos amigos de toda la vida. Es genial.

Anoche, siendo las primeras horas de un nuevo camino, lloré. Lloré por todo lo que pasó, lo que no pasó, lloré por Luka y por la ironía de no dejar de quererlo aún cuando sé que alejarme era lo mejor. Le dije que el tiempo acababa con todo, pero ¿cuánto es eso? Luego de que uno supera un amor todo es bonito, pero ¿y mientras tanto? ¿qué se hace cuando sabes que ya no estarán juntos pero aún lo quieres?

Es inevitable el pensar a cada segundo qué está haciendo Luka, preguntarme si piensa en mí y luego llegar a la realista conclusión de que no, de que posiblemente ya está compartiendo gérmenes con Adriana o con cualquier otra persona porque así es él y nada que hacer. Es difícil sanar cuando se está enamorado del cuchillo que lastima.

Theo ha evitado a toda costa preguntar o mencionar a Luka. Cada que por azares de la conversación parece que el rubio va a salir a flote, Theo me cambia el tema. Es un lindo detalle y creo que él ni se da cuenta del bien que me hace.

Me peino con apuro, dándome los últimos toques para lucir decente para la entrevista de hoy. Theo inicia hoy en su trabajo y me consiguió una entrevista, él es el de recursos humanos pero del departamento de personal de aseo, tengo entendido que son cuatro áreas de recursos humanos y yo aplicaré a la sección de Auxiliares de oficina así la entrevista me la hará un tal Tyler Vara.

Faltando quince minutos para las ocho, mi puerta es azotada con fuerza.

—¡Vamonos!

—¡Voy!

Agarro las llaves, mi bolso y me despido de mi Luna, a la que debo batallar un poco para dejar adentro. Theo tiene la puerta del taxi que pidió abierta y desde adentro me llama. Pongo el seguro y me meto en el auto.

—Menos mal es cerca, pero mañana debo levantarme más temprano —asegura Theo. Entonces me observa de pies a cabeza y asiente—. Nunca te había visto formal.

—Ni yo. Compré este traje para usarlo en una reunión de la universidad pero en fin no lo usé. Esto formal no es lo mío.

—Te luce.

—Me veo vieja.

—Una vieja que luce bien.

Llegamos al enorme edificio justo para que sean las 8 y la hora de entrada. Theo entra casi corriendo y me deja atrás. Con mis incómodos tacones intento seguirle el paso pero al ver que no planea aminorar el paso, lo llamo.

—¡Theo! —El aludido voltea sin detenerse del todo.

—¡Debo llegar temprano!

—P-pero ¿a dónde voy? —insisto, tratando de seguirle el paso dentro del altísimo  edificio. Al llegar a una puerta, Theo se detiene.

—Debo quedarme acá, ve al piso... 22. Allá es. —Sin sonar muy confiado y sin esperar respuesta, cruza la puerta y quedo sola.

Los pisos de mármol brillante y el eco que parece hacerse hasta con la respiración dejan ver lo elegante del sitio. De repente me entra el pánico de estar sola y tener que seguir sola. Me congelo en medio del pasillo por unos segundos hasta que me repito que está bien, que puedo hacerlo y que nadie me va a morder acá. Subo al elevador y tras un lapso llego al demarcado número 22.

Al bajarme noto que si la recepción del primer piso era elegante, esta sí que es una magnificencia. Es de los edificios más altos de por acá según pude ver y ya que este es el último piso, se ve de lejos una vista hermosa por la ventana del final del corredor. Tras salir del ascensor, veo una puerta doble de madera clara justo enfrente, con un escritorio sin nadie en un costado. Los pasillos se abren a ambos lados pero solo hay puertas metálicas a cada lado. Me quedo de pie buscando con la mirada alguna señalización que me diga en dónde está la oficina de recursos humanos pero sus paredes son impolutas de un blanco mate que hace juego con el silencio. Doy dos pasos hacia el escritorio solitario y mis tacones resuenan con un eco espeluznante.

Creo que acá no es o llegué tarde. Mal inicio. 

Estiro mi cuello un poco hacia ambos lados pero no logro deducir nada, así que planeo devolverme al ascensor y mejor preguntar en el primer piso a dónde es. Al estar a punto de oprimir la llamada al ascensor, escucho las puertas dobles tras de mí abrirse. Giro en reflejo y veo a un hombre alto, de edad madura, enfundado en un traje negro de corbata azul, con una mirada intimidante de ojos oscuros cuyo color no alcanzo a ver bien. El hombre me observa sin expresión alguna en su rostro.

—Lo siento, creo que me equivoqué de... —empiezo. El hombre levanta una de sus palmas y mi boca se cierra de inmediato. Junto mis manos adelante, en una posición de respeto esperando a que me eche a patadas o llame a seguridad.

—¿Cómo se llama, señorita? —La voz del hombre es curiosamente de tonalidad amable, contrastando con su aspecto. Eso me tranquiliza un poquito... si no fuera por el constante eco de este piso, sonaría casi normal.

—Carolina Anderson.

—¿A qué viene a Colton's Company?

—Tengo una entrevista para auxiliar de oficina, pero como le digo, creo que me equivoqué de piso...

—¿Qué disponibilidad tiene?

—Puedo empezar hoy mismo, tiempo completo.

—¿Hijos? —pregunta. Niego con la cabeza—. ¿Se graduó de secundaria?

—Sí, señor.

—¿Manejo del paquete de Office?

—Bueno, señor.

—¿Capacidad de aprendizaje?

—Aprendo rápido —respondo segura.

—Y aún así llegó al piso equivocado.

—Y ya aprendí que acá no es, así que no vuelve a pasar.

El hombre mete sus manos en los bolsillos y relaja un poco la expresión de "voy a matarte". Asiente para sí mismo y luego habla.

—Mi nombre es Wilson Devenporth, soy el presidente de Colton's Company. Mi secretaria piensa que este empleo es su casa y que puede llegar tarde las veces que le plazca y como puede ver, son casi las ocho y media y su escritorio está vacío —usa un tono despectivo, aunque no me quita la mirada fija de los ojos y por primera vez, lo veo sonreír un poco, aunque da un poco de miedo—. Felicidades, está adentro.

Tardo diez segundos en asimilarlo. Parpadeo varias veces y al hablar, me sale algo cortado, especialmente porque este señor es el más importante de la empresa y eso asusta.

—¿D-disculpe?

—Señorita Carolina, si usted desea, el puesto de secretaria de presidencia está disponible ya mismo para usted. No se preocupe, le daré diez días para que aprenda y se acostumbre a sus labores, cualquier duda puede con confianza preguntármela a mí, igual yo le enseñaré lo que debe hacer. Su horario es de ocho en punto de la mañana —Hace énfasis en la hora— a cinco de la tarde, con una hora de almuerzo. Los domingos son libres y solo trabaja dos sábados al mes. El papeleo de la contratación se puede hacer hoy mismo o mañana, con el de recursos humanos puede cuadrar su salario y demás prestaciones.

Me retengo de reírme y preguntarle si es una broma de cámara escondida, pero la seriedad en su rostro y en su mirada dicen que no es de los que bromea seguido. Apenas y me sale un "uummmm" que me hace ver como tonta, mas el señor Wilson lo omite para volver a hablar.

—¿Le interesa el puesto, señorita Carolina?

Salgo de mi lapsus brutus y asiento una vez para luego decir:

—Claro que sí. Muchas gracias por la oportunidad, señor Wilson...

—Si no me decepciona, no tiene nada que agradecer, señorita.

Extiende su mano y al estrecharla con la mía, me sonríe por un milisegundo. Con su mano me indica el escritorio vacío que ahora es mi lugar de trabajo.

¿Es posible que de ahora en adelante las cosas se me den tan fáciles? Este empleo puede ser la señal divina que me quita todas las dudas y me confirma que la mejor decisión fue irme de lo que me dañaba. Si esto no es una señal del cielo, no sé qué lo sea. Mi sonrisa ahora está casi imborrable y no puedo esperar para contarle a Theo esta magnífica noticia.

Por ahora mi mentalidad está en el lado más positivo que puede existir, estoy tan emocionada... voy a meterme en la cabeza que de ahora en adelante todo va ser bueno.

—Señorita Carolina —dice mi nuevo jefe al escuchar el timbre del ascensor al abrirse—, su primera labor es decirle a esa señorita —Señala con su dedo a una joven que sale del ascensor—, que ya no trabaja acá y que puede pasar por su liquidación mañana.

Oh. Es la antigua secretaria.

Bien, quizás no todo sea color de rosa... pero sé que yo misma puedo pintar los colores que quiera desde ahora. Nada es imposible. 

...¿O no?

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