E P Í L O G O

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—Agárrame la mano y sonríe

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—Agárrame la mano y sonríe.

Theo abre su palma esperando la entrelazada de la mía. Acomodo un poco mi cabello y estiro mi mano para hacer lo que me dice, entramos en el enorme almacén y los nervios se apoderan de mí.

—No estoy segura de esto, Theo —confieso. Theo chasquea la lengua.

—Vamos, no tienes que decir nada. Solo sonríe como si me amaras —dice—. Saca panza, Cinthya, que se vea.

—En otras circunstancias esto podría parecerme sumamente ofensivo —declaro—. Sé que estoy pasadita de peso pero...

—Pero no en esta circunstancia —objeta—. Solo sácala, debes verte embarazada.

Resoplo sintiendo las mejillas coloradas y el corazón en la garganta. A pesar de haberle insistido a Theo en que no soy para nada una buena actriz o mentirosa, él dice que "confía en mí". Puufff, grave error.

Un joven empleado de la tienda se nos acerca con la afable sonrisa por la que deben pagarle un sueldo mínimo. Lleva sus manos a los lados pero al estar lo suficientemente cerca, estira la mano a Theo en un saludo formal. Hace lo mismo conmigo y baja, no disimuladamente, su vista a mi abdomen. Sí, lo eché para adelante para lucir en embarazo. No sé si alegrarme de que funciona o deprimirme porque funciona. Quizás debo dejar de comer tanto.

—Bienvenidos a Cairy, ¿en qué les puedo colaborar? —Exhibe de nuevo la blancura de sus dientes y entonces noto los lindos ojos esmeralda que tiene. Nos mira a mí y luego a Theo. Es él quien habla:

—Muchas gracias. Supimos de una promoción de camas para familias empezando y... —Theo voltea a mirarme con una sonrisita que debo corresponderle de acuerdo al plan— mi novia y yo vinimos a mirar.

El vendedor nos examina sin quitar su amabilidad del rostro, por un segundo me aterro pensando que nos descubrió y nos echará del almacén pero finalmente tiende su mano hacia el interior del lugar y nos guía tras él.

—No sonrías como si te estuviera obligando, Cinthya. Eres mi novia embarazada, que se note el entusiasmo —dice Theo en un susurro muy bajito conforme caminamos detrás del joven.

—Esta es una cama doble —empieza el vendedor, señalando a su izquierda—, sus bases y respaldo son de madera de roble y el colchón es de los mejores que puedan hallar en la ciudad.

—¿Te gusta esta, mi amor? —pregunta Theo mirándome a los ojos. Me limito a asentir por miedo a soltar una risa.

—¿Esperan comprar una cuna o...?

—No. Queremos de una vez una cama grande —Theo usa la mano que no me sostiene para ponerla en mi inexistente vientre. Me repito que no debo reírme bajo ningún concepto, apenas y suelto una sonrisita—, para que le dure a frijolito hasta que sea mayor.

No puedo resistir y más y suelto una carcajada. El vendedor se extraña de mi reacción y Theo casi me pega con su mirada. A improvisar...

—Perdón, amor. Sabes que no me gusta decirle frijolito.

La no protagonista de una historia de amor •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora